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lunes, 14 de noviembre de 2022

Capítulo 2


Enmarcada en el vano de la puerta, con la iluminación de la luz suave del invierno que entraba por las pequeñas ventanas, Vanessa estaba más preciosa de lo que él la recordaba. Zac tenía la esperanza de que no fuera así, que sus fantasías sobre ella fueran exageraciones. Sin embargo, allí estaba, en carne y hueso, tan bella que le cortaba el aliento. Tal vez por eso, Zac sonrió con ironía y habló con frialdad.

Zac: Hola, Vanessa.

Ella no se movió, ni hacia delante ni hacia atrás. Él la tenía atrapada como tantos años atrás. Entonces, él no lo sabía, y ella supo que no podía permitir que lo supiera ahora tampoco. La emoción que Vanessa había reprimido y mantenido en secreto durante tanto tiempo luchó contra su fuerza de voluntad, pero ella consiguió contenerla de nuevo.

Ness: ¿Cómo estás? -le preguntó, apretando la muñeca como un cepo-.

Zac: Bien -respondió, y se acercó a ella. Dios, cómo le gustaba verla nerviosa. Dios, cómo lo atormentaba saber que seguía oliendo igual. Suave, joven, inocente-. Tú estás estupenda -dijo con despreocupación, como si estuviera bostezando-.

Ness: Eres la última persona a quien esperaba ver entrar por la puerta -comentó. Una vez que había conseguido dejar de mirar, claro-. ¿Cuánto tiempo vas a estar en el pueblo?

Zac: Unos pocos días. Sentí el impulso de venir.

Ella se echó a reír, con la esperanza de que la risa no sonara histérica.

Ness: Como siempre. Hemos leído muchas cosas acerca de ti. Has podido ver todos los sitios que siempre quisiste ver.

Zac: Y más.

Ella se dio la vuelta. Quería concederse un momento para cerrar los ojos y controlar sus emociones.

Ness: Cuando ganaste el Pulitzer lo publicaron en primera página. El señor Brown se comportaba como si hubiera sido tu mentor. «Gran chico, ese Zac Efron», decía. «Siempre supe que llegaría lejos».

Zac: He visto a tu hija.

Aquél era su mayor miedo, su mayor esperanza, el sueño al que había renunciado años antes. Se inclinó para tomar el velo del suelo.

Ness: ¿Clara?

Zac: Estaba ahí fuera. Iba a tirarle una bola de nieve a un chico llamado Jimmy.

Ness: Sí, ésa es Clara -dijo, y sonrió con tanta facilidad como su hija-. Es una competidora muy dura -añadió, y quiso decir «como su padre», pero no se atrevió-.

Había tanto que decir, y tanto que no podían decir… Zac hubiera querido acariciarla. Tocarla sólo una vez, para recordar cómo habían sido las cosas.

Zac: Veo que tienes tus cortinas de encaje.

Vanessa sintió pena. Ella se hubiera conformado con ventanas y paredes desnudas.

Ness: Sí, yo tengo mis cortinas de encaje y tú tus aventuras.

Zac: Y esta tienda. ¿Cuándo empezó?

Ness: La abrí hace casi ocho años.

Él tomó una muñeca de trapo de un cochecito.

Zac: Así que vendes muñecas. ¿Una afición?

Ness: No. Es mi negocio. Las vendo, las arreglo, las hago.

Zac: ¿Un negocio? -preguntó, y dejó la muñeca en su sitio con una sonrisa que no tenía nada que ver con el buen humor-. Me resulta difícil de creer que Drew esté de acuerdo con que su mujer trabaje.

Ness: ¿De veras? Siempre fuiste muy perceptivo, Zac, pero ha pasado mucho tiempo. Drew y yo nos divorciamos hace ocho años. Lo último que supe de él es que vivía en Los Ángeles. Ya ves, dejaron de gustarle los pueblos pequeños. Y las chicas de pueblo también.

Él no supo nombrar todas las cosas que le pasaron por la cabeza, así que las descartó. La amargura era más sencilla.

Zac: Parece que elegiste mal, Vanessa.

Ella se rió de nuevo, pero sin querer arrugó el velo con la mano.

Ness: Eso parece.

Zac: No esperaste -dijo antes de poder contenerse-. 

Se odió por decirlo, y la odió a ella también.

Ness: Te habías marchado.

Zac: Te dije que iba a volver por ti en cuanto pudiera.

Ness: No me llamaste, ni me escribiste. Durante tres meses, yo…

Zac: ¿Tres meses? -la agarró por los brazos con furia-. Después de todo lo que habíamos hablado y soñado, ¿sólo pudiste concederme tres meses?

Ella le habría dado una vida entera, pero no había podido hacerlo. Intentó mantener la calma y lo miró a los ojos. Eran los mismos, intensos, impacientes.

Ness: No sabía dónde estabas. Ni siquiera me dijiste eso -le dijo, y se apartó-. Yo sólo tenía dieciocho años, y tú te habías marchado.

Zac: Y Drew estaba aquí.

Vanessa apretó los dientes.

Ness: Y Drew estaba aquí. Han pasado diez años, Zac, y no has escrito ni una sola vez. ¿Por qué ahora?

Zac: Yo me he hecho esa misma pregunta -murmuró, y se marchó-.


Sus sueños siempre habían sido muy imaginativos. De niña, Vanessa soñaba con caballos blancos y zapatos de cristal. La realidad era algo con lo que tenía que enfrentarse día a día, en una familia sin dinero y con orgullo. Sin embargo, los sueños no eran sólo para por la noche.

Se había enamorado de Zac cuando él tenía diez años y ella tenía ocho, y él había ahuyentado a tres niños que la habían tirado a la nieve. Vanessa todavía lo recordaba con satisfacción: Zac corriendo a rescatarla y haciendo huir a sus contrincantes. Era un niño delgado que llevaba un abrigo demasiado largo y con remiendos en las coderas. Ella recordaba sus ojos, de un azul claro, bajo el ceño fruncido de irritación, mientras Zac la miraba. Tenía el pelo rubio lleno de nieve, y estaba enrojecido. Vanessa lo había mirado a los ojos y se había enamorado de él. Él le había murmurado algo, la había ayudado a levantarse y le había recriminado que se hubiera metido en líos. Después, se había marchado con las manos en los bolsillos.

Durante la infancia y la adolescencia, ella nunca había mirado a otro chico. Por supuesto, lo había fingido de vez en cuando, con la esperanza de que Zac Efron se fijara en ella.

Entonces, cuando cumplió los dieciséis años, su madre le hizo un vestido para el baile de la primavera del ayuntamiento del pueblo, y Zac se fijó en ella. Muchos otros chicos también, y Vanessa había coqueteado de una manera escandalosa, con un único objetivo: Zac Efron. Él la había observado, malhumoradamente, mientras bailaba con un chico tras otro. Vanessa se había asegurado de que así fuera. También lo había mirado directamente antes de salir del salón de actos para tomar el aire fresco. Él la siguió, tal y como ella esperaba. Ella había fingido que era sofisticada. Él había sido brusco. Después, Zac la acompañó a casa a la luz de la luna llena.

Después de aquél primero, habían dado otros muchos paseos, en primavera, en verano, en otoño, en invierno. Estaban enamorados como sólo lo están los jóvenes, sin preocupaciones, descuidadamente, inocentemente. Ella le habló de sus deseos de tener una casa e hijos, de tener cortinas de encaje y tazas de porcelana. Él le habló de su pasión por viajar, por verlo todo, por escribirlo. Ella sabía que él se sentía atrapado en aquel pueblo pequeño, y agobiado por un padre que no le daba amor ni esperanza. Él sabía que ella soñaba con una casa tranquila, con jarrones llenos de flores. Sin embargo, estaban unidos el uno al otro, y también unieron sus sueños en uno.

Entonces, una noche de verano, cuando el aire tenía el olor dulce de la hierba silvestre, dejaron de ser niños, y su amor dejó de ser inocente.

Clara: Mamá, estás soñando otra vez.

Ness: ¿Cómo?

Vanessa, que tenía las manos hundidas en el agua jabonosa del fregadero, se volvió. Su hija estaba en la puerta de la cocina en camisón, con el pelo recién cepillado y la cara recién lavada, y parecía un ángel. Aunque Vanessa sabía que no lo era.

Ness: Sí, creo que sí. ¿Has terminado los deberes?

Clara: Sí. Es una tontería tener deberes cuando la escuela casi ha terminado.

Ness: No me lo recuerdes.

Clara: Estás gruñona -dijo mientras miraba el frasco de las galletas-. Deberías ir a dar uno de tus paseos.

Ness: Sólo uno -respondió que había adivinado las intenciones de su hija-. Y que no se te olvide lavarte los dientes -añadió. Esperó a que Clara eligiera una galleta y le preguntó-: ¿Has visto a un hombre esta tarde? ¿A un hombre rubio?

Clara: Sí -respondió con la boca llena-. Venía hacia la casa. Lo mandé a la tienda.

Ness: ¿Te dijo algo?

Clara: No, no. Me miró de una forma rara al principio, como si me hubiera visto antes. ¿Lo conoces?

Vanessa asintió mientras se secaba las manos.

Ness: Sí. Vivía aquí hace mucho tiempo.

Clara: Ah. A Jimmy le gustó su coche -dijo mientras se preguntaba si podría convencer a su madre para que le diera otra galleta-.

Ness: Creo que voy a dar el paseo, Clara, pero quiero que te acuestes.

Clara reconoció el tono de voz y supo que la galleta tendría que esperar.

Clara: ¿Puedo contar otra vez los regalos que hay bajo el árbol?

Ness: Los has contado diez veces.

Clara: Tal vez haya alguno nuevo.

Vanessa se echó a reír y la tomó en brazos.

Ness: Ni lo sueñes -le dijo, y la llevó al salón-. Pero no pasa nada porque los cuentes otra vez.

Cuando salió, el aire olía a nieve. No había necesidad de cerrar la puerta con llave en un pueblo en el que conocía a todo el mundo. Se ciñó el abrigo al cuello y miró hacia una de las ventanas del segundo piso de su casa, la de la habitación de Clara, donde dormía su hija. Clara era la razón de que aquella casa no estuviera fría, de que su vida no estuviera vacía, cuando ambas cosas podían haber sido ciertas.

Había dejado encendidas las luces del árbol, y las luces que había alrededor de la puerta le daban a la casa un color festivo. Sólo faltaban cuatro días para Navidad, y la magia volvía otra vez. El pueblo estaba tan bonito como una postal, con las guirnaldas de luces, el árbol con la estrella en la plaza y las farolas encendidas. Olía a chimenea y a pino.

Para algunas personas, aquello podía ser demasiado hogareño, para otras, aburrido. Sin embargo, Vanessa había conseguido un hogar para sí misma y para su hija. Había alterado su vida por la niña, y no le importaba nada.

No se arrepentía de lo que había hecho, pensó, mirando hacia la ventana de la niña. No se arrepentía en absoluto.

Se levantó un poco de viento mientras caminaba. En Navidades iba a nevar. Lo notaba. Iba a esperar la nieve, y a dejar de pensar en el pasado.

**: ¿Todavía te gusta pasear?


1 comentarios:

Lu dijo...

Ayyy que bueno que hayas vuelto a publicar!
Me encanto, ya quiero leer el proximo capitulo!!


Extrañaba leer novelas Zanessa
Sube pronto!!

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