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miércoles, 30 de noviembre de 2022

Capítulo 10


Vanessa se quedó mirándolo, con la espalda erguida y los ojos ardientes de emoción, mientras agarraba con fuerza la copa. Por una parte, Zac quería ir hacia ella y abrazarla. Había encontrado una hija y había estado a punto de perderla en la misma noche, y no creía que hubiera otra cosa más importante que eso. Sin embargo, en su interior tenía un vacío que debía llenar. Preguntas, exigencias, acusaciones. Necesitaba explicaciones antes de que pudiera haber entendimiento, y entendimiento antes de poder perdonar. Sin embargo, ¿por dónde podía empezar?

Se acercó al árbol. Había una estrella plateada en la punta, que derramaba su luz sobre los demás colores.

Zac: No estoy seguro de lo que quiero decir. Un hombre no se encuentra todos los días con que tiene una hija de diez años. Siento que me has arrebatado el derecho de verla aprender a caminar, a hablar, Vanessa. Eso no puedes devolvérmelo de ninguna manera.

Ness: No.

Zac: ¿Y no tienes ninguna excusa? -le preguntó, volviéndose hacia ella-.

Ness: Supongo que pensaba que las tenía, pero esta noche, cuando he pensado en que podía perderla… No, no tengo excusas, Zac.

Zac: Ella cree que Drew es su padre.

Ness: ¡No! ¿Acaso crees que iba a dejar que pensara que su padre la ha abandonado, que no se ha molestado ni siquiera en escribirle? Lo que sabe es, básicamente, la verdad. Nunca le he dicho una mentira.

Zac: ¿Y cuál es la verdad?

Ness: Que su padre y yo nos queríamos, pero que tuvo que marcharse antes de saber que ella iba a nacer, y que no pudo volver.

Zac: Él habría vuelto.

Ness: Eso también se lo he dicho.

Zac: ¿Por qué? -preguntó entonces, con un arrebato de ira que tuvo que reprimir-. Tengo que saber por qué hiciste lo que hiciste. He perdido diez años.

Ness: ¿Tú? ¿Sólo tú? Tú te marchaste y me dejaste con dieciocho años, sola y embarazada.

Él sintió una punzada de culpabilidad que no esperaba.

Zac: No me habría marchado si me lo hubieras dicho.

Ness: Yo no lo sabía. Averigüé que estaba embarazada una semana después de que te fueras. Al saber que íbamos a tener un hijo, me sentí entusiasmada. Me sentí feliz. Esperé todos los días, todas las noches, a que llamaras para poder decírtelo. Pero tú no llamaste, Zac.

Zac: Necesitaba tiempo para arreglar las cosas, para encontrar un trabajo fijo, para encontrar un sitio al que pudiera pedirte que vinieras a vivir.

Ness: Tú nunca entendiste que a mí no me importaba dónde tuviera que vivir, siempre y cuando estuviera contigo -dijo agitando la cabeza-. Pero ahora ya no importa. Esa parte de lo nuestro ha terminado. Pasó una semana, y dos, y después un mes. Comencé a vomitar, a sentir presión y mareos, y fui dándome cuenta de que no ibas a volver. Durante un tiempo me sentí furiosa, y supe que nunca me habías querido lo suficiente. Yo no era más que una chica de tu pueblo.

Zac: Eso no es cierto. Eso nunca ha sido cierto.

Ness: ¿No? Sí era cierto que querías marcharte. Yo era parte de Quiet Valley, y tú querías alejarte de aquí.

Zac: Quería que vinieras conmigo.

Ness: Pero no tanto como para permitir que te acompañara. No tanto como para dejar que fuera contigo hasta que hubieras demostrado todas las cosas que tenías que demostrar. Yo no lo entendía, Zac, pero he empezado a entenderlo cuando has vuelto.

Zac: Ni siquiera ibas a decirme lo de Clara, ¿verdad?

Ness: No lo sé. De veras, no lo sé.

Él tomó un sorbo de brandy, con la esperanza de que calentara el hielo que tenía en las venas.

Zac: Cuéntame el resto.

Ness: Yo quería tener el bebé, pero estaba muy asustada. Casi no me atrevía a decírselo a mi madre. Tenía que haberlo hecho, por supuesto, pero no pensaba con claridad.

Zac: ¿Por qué te casaste con Drew?

Ness: Drew venía a verme casi todas las noches. Hablábamos. No parecía que a él le importara mucho que yo hablara todo el tiempo sobre ti, y yo lo necesitaba. Una noche, estábamos sentados en el porche y yo me eché a llorar. Estaba embarazada de tres meses, y mi cuerpo ya estaba cambiando. Aquella mañana no había podido abrocharme los pantalones, y estaba muerta de miedo. Me había dado cuenta de que no había marcha atrás. Y mientras estábamos allí sentados, yo se lo conté todo. Él me dijo que se casaría conmigo, y yo le dije que no, por supuesto, pero Drew comenzó a razonarlo todo. Tú no ibas a volver, y yo estaba embarazada. Él dijo que me quería y que quería casarse conmigo. Así, el bebé tendría un apellido, una casa y una familia. Tal y como me lo dijo, me sonó bien, y yo quería que el bebé estuviera seguro. Yo quería estar segura. -Tomó un poco de brandy, porque tenía la garganta dolorida, y prosiguió-. Fue una equivocación desde el principio. Yo sabía que no lo quería, pero él me deseaba, o al menos lo pensaba. Durante los primeros meses intentamos que funcionara. Sin embargo, después de que naciera Clara, él no pudo soportarlo. Me di cuenta de que cada vez que la miraba pensaba en ti. Y yo no podía hacer nada por cambiar el hecho de que la niña era tuya. Drew sabía que, siempre que la tuviera, tendría una parte tuya conmigo. Comenzó a beber, a meterse en peleas, a salir por las noches. Era como si quisiera que le pidiera el divorcio.

Zac: Pero tú no lo hiciste.

Ness: Yo no lo hice porque… porque me sentía en deuda con él. Entonces, un día, volví a casa de dar un paseo con Clara y él se había marchado. Me llegaron los papeles de divorcio por correo, y así terminó todo.

Zac: ¿Y por qué nunca intentaste ponerte en contacto conmigo, Vanessa, a través de una revista o de los periódicos?

Ness: ¿Y qué iba a decirte? Zac, ¿te acuerdas de mí? A propósito, tienes una hija aquí en Quiet Valley, pásate a verla en algún momento.

Zac: Con una sola palabra que me hubieras dicho, yo lo habría dejado todo y habría vuelto. Nunca dejé de quererte.

Vanessa cerró los ojos.

Ness: Vi cómo te alejabas de mí. Te vi subir al autobús y marcharte sin dejar rastro. Me quedé allí durante horas, como si fueras a bajarte en la siguiente estación y volver conmigo. Yo fui la que se quedó aquí, Zac.

Zac: Te llamé. Demonios, Vanessa, sólo tardé seis meses en empezar algo.

Ella sonrió.

Ness: Y cuando llamaste, yo estaba embarazada de siete meses. Mi madre no me lo dijo durante mucho tiempo. Me lo dijo después de que Drew se hubiera marchado. Me contó que la habías obligado a prometértelo.

Zac: Tenía orgullo.

Ness: Lo sé.

Eso no se lo cuestionó. Zac vio cómo sonreía al decirlo, como si siempre lo hubiera entendido.

Zac: Seguramente estabas aterrorizada.

Ness: Hubo momentos.

Zac: Debías de odiarme.

Ness: No. ¿Cómo iba a odiarte? Te fuiste, pero me dejaste con lo más bello de mi vida. Tal vez tú tuvieras razón, o tal vez la tuviera yo, pero estaba Clara. Cada vez que la miraba, recordaba lo mucho que te quería.

Zac: ¿Y cómo te sientes ahora?

Ness: Agitada -se rió un poco, y después siguió hablando. Estaba decidida a obrar correctamente-. Hay que decírselo a Clara. Preferiría hacerlo yo.

Zac: ¿Y cómo piensas que va a tomárselo?

Ness: Ha aprendido a arreglárselas sin un padre. Eso no significa que no lo necesite. Por supuesto, tú tienes derecho a verla siempre que quieras, pero yo no voy a llevarla de un sitio a otro. También sé que no puedes quedarte aquí durante todo el tiempo a causa de tu trabajo, pero no creo que puedas entrar y salir de su vida como si nada. Tendrás que hacer un esfuerzo, Zac, para mantenerte en contacto con ella.

Zac: No confías en mí, ¿verdad?

Ness: Clara es demasiado importante -dijo, y añadió con un pequeño suspiro-: Tú también.

Zac: Si te dijera que la quise antes de saberlo, ¿cambiarías de opinión?

Ella se acordó del trineo, y de la cara que había puesto Zac cuando Clara lo había abrazado.

Ness: Necesita todo el amor que pueda conseguir. Todos lo necesitamos. Se parece tanto a ti, que… -se le quebró la voz y se le llenaron los ojos de lágrimas-. Demonios, no quiero hacer esto -dijo, y se enjugó las lágrimas con impaciencia-. Se lo diré mañana, Zac. En Navidad. Tú y yo lo organizaremos todo. Sé que tienes que marcharte pronto, pero si pudieras quedarte unos días más para darle tiempo, sería más fácil para todos nosotros.

Él se frotó la nuca para intentar relajar la tensión de sus músculos.

Zac: Nunca me has pedido demasiado, ¿verdad?

Ella sonrió.

Ness: Yo te lo pedía todo. Lo que pasa es que éramos demasiado jóvenes para darnos cuenta.

Zac: Siempre has creído en la magia, Vanessa -se sacó una cajita del bolsillo-. Es casi medianoche. Ábrelo ahora.

Ness: Zac… -se pasó las manos por el pelo. ¿Cómo podía pensar en regalos en mitad de una conversación como aquélla?-. No creo que sea el mejor momento.

Zac: Es el mejor momento, sí. Un momento que debía haber sucedido hace diez años.

Él le entregó la caja y ella la tomó con ambas manos.

Ness: Yo no tengo ningún regalo para ti.

Él le acarició la mejilla.

Zac: Me has regalado una hija.

Vanessa sintió alivio. En vez de amargura, percibió gratitud en su voz. Y lo miró con todo el amor que siempre había sentido.

Ness: Zac…

Zac: Por favor, ábrelo.

Ella rompió el papel rojo y brillante del envoltorio, y vio una cajita de terciopelo negro. Con los dedos temblorosos, la abrió. El anillo era un brillante maravilloso, en el que se reflejaron todas las luces del árbol.

Zac: Paul me dijo que es el mejor que tenía.

Ness: Lo compraste antes de saber…

Zac: Sí, antes de saber que iba a pedirle a la madre de mi hija que se casara conmigo. Lo haremos legal. -La tomó de la mano y esperó.. ¿Qué te parece si nos damos una segunda oportunidad? No te fallaré, Vanessa.

Ness: Nunca me has fallado. No fuiste tú, ni tampoco fui yo. Fue la vida. Oh, Zac, quiero hacerlo. Lo que siempre he querido es casarme contigo, formar una familia contigo.

Zac: Entonces, deja que te ponga el anillo.

Ness: Zac, no sólo se trata de mí. Si fuera así, me marcharía contigo en este preciso instante. Iríamos a Hong-Kong, o a Siberia, o a Pekín. A cualquier sitio. Pero no sólo estoy yo. Tengo que quedarme.

Zac: Ya sé que no eres sólo tú. -Sacó el anillo y lanzó la cajita a un lado-. Y yo también tengo que quedarme. ¿Es que pensabas que iba a dejarte otra vez? ¿Pensabas que voy a dejar a la persona que hay en la habitación de arriba y a arriesgarme a no verla crecer? No voy a ir a ninguna parte.

Ness: Pero tú has dicho que tenías que ir a Hong-Kong.

Zac: He rechazado el trabajo hoy mismo. Esa es una de las cosas de las que me he ocupado esta tarde. Voy a escribir un libro -le dijo, tomándola por los hombros-. He dejado el trabajo, estoy viviendo en la habitación de una casa de huéspedes y voy a pedirte que te cases conmigo.

A ella se le cortó la respiración. El corazón le latía a toda velocidad. Sí, siempre había creído en la magia, y en aquel momento, estaba ante ella.

Ness: Hace diez años, creía que te quería todo lo que se podía querer a una persona. Eras un muchacho. Durante estos últimos días he aprendido que querer a un hombre es algo muy distinto. -Hizo una pausa, y vio cómo el anillo que él tenía en la mano se volvía de todos los colores del árbol-. Si me lo hubieras pedido hace diez años, te habría dicho que sí.

Zac: Vanessa…

Con una carcajada, ella le rodeó el cuello con los brazos.

Ness: Y ahora voy a darte la misma respuesta. Zac, te quiero más que nunca.

Zac: Tenemos que recuperar muchos años perdidos.

Ness: Sí -lo besó-. Lo haremos. Lo haremos los tres.

Zac: Los tres -repitió, y apoyó la frente en la de Vanessa-. Quiero más.

Ness: Tenemos mucho tiempo para darle hermanos a Clara. Tal vez para la próxima Navidad. Tenemos tiempo suficiente para hacer lo que queramos.

En aquel momento, mientras volvían a besarse, oyeron las campanadas de la medianoche.

Zac: Feliz Navidad, Vanessa.

Ella notó que Zac le deslizaba el anillo en el dedo. Se le habían concedido todos sus deseos.

Ness: Bienvenido a casa, Zac.


FIN


1 comentarios:

Lu dijo...

Ayy me encanto!!
Que lindo que todo salio bien!!

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