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sábado, 1 de enero de 2022

Capítulo 8

 
Tenía las manos húmedas. Estaba nerviosa, aunque no había razón para ello. Después de todo, no tenía que decirle nada que no quisiera revelar. Podía mentirle porque Zac nunca sabría la verdad. Tan pronto como parara de nevar, seguirían caminos diferentes. O un poco más tarde, tan pronto como llegara a Waterville.

Aun así no quería hacerlo. Sentía que estaba mal. Sin embargo, había dicho que jugaría. Así que diría la verdad aunque tuviera miedo de la reacción que pudiera tener Zac. Pero quizás tuviera suerte. Tal vez no le planteara la pregunta que temía que le planteara. Respiró hondo y se sentó frente a él. Delante de ellos, en el suelo de madera, una botella vacía con su corcho. La persona a quien la botella señalara cuando parara de girar podría hacer la primera pregunta o exigir que se realizara una acción determinada. Dependiendo de lo que el otro escogiera.
           
Zac: ¿Estás lista?
 
Zac la miró. Una sonrisa se dibujó en sus labios. Y, ¿por qué no? Él no tenía secretos. No estaba huyendo de un hombre a quien le había robado treinta mil dólares.
           
Ness: Sí.
 
Esforzándose por que su expresión fuera neutra, le devolvió la mirada y trató de ocultar su nerviosismo.
           
Zac: Bien.
 
Zac alargó la mano, agarró la botella y la hizo girar.

Aquella maldita cosa, por supuesto, lo señaló. Lo sabía. Casi tenía la impresión de que Zac lo había manipulado todo para resultar elegido. Solo que no sabía cómo lo había hecho ante sus ojos. Así que no había sido otra cosa que su habitual mala suerte.
           
Zac: ¡He ganado!
 
Zac le sonrió. Un brillo feliz destellaba en sus ojos.
           
Ness: Bueno, bien.
 
Vanessa apoyó su espalda contra el sofá que estaba detrás de ella, cruzó sus brazos delante de su pecho y esperó a que pronunciara las conocidas palabras.
           
Zac: ¿Verdad o atrevimiento?
           
Ness: Atrevimiento -contestó sintiendo náuseas en el estómago-.
 
Quizá debería haber respondido con «verdad», pero aun no estaba preparada.
           
Zac: Toma. -Le sirvió un whisky y sostuvo el vaso en alto-. Bebe esto.
           
Ness: ¿Quieres emborracharme y luego seducirme?
           
Zac: Ese era el plan. Pero como me has descubierto, me conformo con que te relajes.
           
Ness: Si alguien necesita relajarse, eres tú -refunfuñó, cogió el vaso y se sentó-.
           
Zac: ¡Para! Espera.
           
Ness: ¿Qué pasa ahora?
           
Zac: No pretenderás tomarte una malta de ochenta años de un solo trago, ¿verdad?
           
Ness: Claro que pretendía eso.
           
Él puso en blanco los ojos.
           
Zac: Bébetelo despacio. Disfrútalo. Deja que el sabor se funda en tu boca.
           
Ness: Eso no formaba parte de tu «atrevimiento»
           
Zac: Es cierto. Pero quiero que saques algo bueno de beber whisky.
           
Ness: De acuerdo -le dio un cauteloso trago al whisky-.
 
Aquella cosa le quemaba la garganta. Ahora sabía por qué los indios lo llamaban aguardiente. Pero entonces percibió el sabor ahumado del whisky. Sabía a fuego, a hombres partiendo leña con el torso desnudo. Sabía a... Interrumpió sus pensamientos.
           
Ness: Interesante.
 
Volvió a tomar otro trago. Esta vez estaba preparada para ello, sabía, cuáles iban a ser los sentimientos que la bebida le despertaría.
           
Zac: ¿Sabe bien?
           
Ness: Sí. Sorprendentemente bien.
           
Zac: Calienta la copa entre tus manos y el sabor variará.
           
Vanessa hizo lo que él le dijo. Con el vaso en su mano derecha, señaló con su mano izquierda a Zac.
           
Ness: Ahora me toca a mí. ¿Verdad o atrevimiento?
           
Zac vaciló, la miró fijamente a los ojos como si quisiera saber si era mejor decir la verdad o esperar que el «atrevimiento» al que le sometiera no fuera tan malo.
           
Zac: Atrevimiento -dijo sin apartar la mirada-.
           
Ness: De acuerdo. Te lo pondré fácil. Porque soy buena y creo que deberíamos estar igualados.
 
Alcanzó la botella y le sirvió una copa. Luego sostuvo el vaso en alto.
           
Zac: Eso es el doble de lo que yo te serví.
           
Ness: Eres un hombre. Puedes beber más.
           
Zac: Se diría que quieres emborracharme y luego seducirme.
 
Luego le dio un trago. Vanessa lo observaba. Quería saber si él reaccionaba igual que ella con el whisky. Si él también pensaba en tener sexo delante de la chimenea cuando la bebida atravesaba su garganta. Desafortunadamente, ponía mejor cara de póquer que ella, porque su expresión no reveló nada. Nada en absoluto. Pero tal vez ella era la única a la que le excitaba la perspectiva de una voluptuosa noche.

El vaso de Zac aun estaba medio lleno cuando preguntó «¿verdad o atrevimiento?».
           
Ness: Verdad.
 
La sensación de náuseas en su estómago se intensificó. Decir la verdad le asustaba más que cualquier cosa que Zac pudiera pedirle que se «atreviera» a hacer.
           
Zac: Verdad entonces.
 
Él la miró pensativo. Esta vez no como si quisiera mirar en su interior, quizás porque ya lo había hecho, pues Vanessa sentía que era un libro abierto para él. Zac sonrió como si hubiera adivinado sus pensamientos.
           
Zac: No estás embarazada -afirmó-.
           
Ness: ¿Esa era tu pregunta?
           
Zac: No, eso ha sido una afirmación. Y si no estás embarazada, podrías haber mentido en lo que se refiere a tu novio.
           
Ness: Nunca te dije que estaba embarazada.
           
Zac: Así es, pero actuaste como si lo estuvieras y no quisieras admitirlo.
           
Ness: Eso es hilar demasiado fino.
           
Zac: Como quieras -le dio un trago a su whisky-. ¿Estás soltera?
           
Ness: Sí -se le escapó, tan aliviada por la pregunta que no se lo pensó-.
 
Había temido que le preguntara por Tyrone, intentando averiguar qué hacía realmente en Lac-Mégantic. Vale, no era un verdadero secreto, pero hablar de su trabajo podría destruir el cordial ambiente que se había creado entre ellos más rápido que un misil con detonador atómico.
           
Zac: Bien.
           
Esta vez su mirada hizo que un escalofrío le recorriera la espalda. De nuevo, acudieron a ella imágenes de Zac. Este de pie, afuera, con aquel frío y su torso desnudo. Sus músculos, que se marcaban con cada golpe de hacha. Se preguntaba cómo sería pasarle la mano por la piel, besarle, tener sus cálidas manos sobre su.... Ya bastaba. Aquello tenía que ser el maldito whisky que confundía sus pensamientos y la hacía ir en una dirección que podía volverse peligrosa.
           
Ness: ¿Qué hay de ti? -preguntó e intentó poner en orden sus pensamientos de nuevo-.
           
Zac: Soltero.
           
Ness: Hm.
           
Zac: ¿Qué quieres decir con «hm»?
           
Ness: Nada.
           
Zac: Nada. No me digas. Bueno, entonces, ¿verdad o atrevimiento?
 
Hablaba con suavidad, como con una caricia, con una voz tan grave como el terciopelo rozando la piel desnuda.
           
Ness: Verdad.
           
Zac: ¿Quién es ese tal Tyrone?
 
Zac había formulado finalmente la pregunta que no quería contestar.
           
Ness: Tyrone no es mi ex novio. Apenas conocía a ese tipo cuando llegué a Lac-Mégantic -admitió con la esperanza de que Zac se quedara satisfecho con ello-.
 
Por supuesto que no fue así, como demostró su siguiente pregunta.
 
Zac: ¿Así que aquello fue una mentira? ¿Que querías celebrar la Navidad con él y os peleasteis?
           
Ness: Sí, eso era mentira -suspiró. Parecía que había llegado el momento en que tendría que hablarle de su profesión. Temía su reacción, que de repente la mirara con desprecio porque desempeñaba un trabajo que no le gustaba a muchos hombres-. Mi trabajo consiste en localizar a padres que se niegan a mantener a sus hijos. Padres que han abandonado a sus mujeres.
 
Miró a Zac y lo desafió con la mirada a decir algo al respecto. A que le dijera que lo que hacía estaba mal, simplemente porque los hombres se apoyan entre sí y porque había muchos idiotas que engendraban hijos y dejaban que las mujeres se las arreglaran solas.
           
Zac: ¿Y Tyrone es uno de esos padres?
           
Ness: Sí. Había investigado previamente y averigüé dónde estaba y que había acumulado una fortuna. Cuando le pregunté, negó tener dinero. Como tantos otros padres, el pobre cretino solo tenía lo suficiente para sobrevivir, pero se las arreglaba para vivir en una mansión, con ama de llaves y un Mercedes aparcado en la puerta principal. Mientras que la madre de su hijo de trece años tenía tres trabajos y aun así no podía pagar el alquiler de su pequeño apartamento de dos habitaciones, donde dormía en el sofá para que su hijo pudiera tener su propio cuarto.
           
Zac: Es decir, un auténtico imbécil.
           
Ness: Exacto. Por eso cometí un error.
           
Zac alzó las cejas.
           
Zac: Eso suena interesante.
           
Ness: Lo es, pero también es bastante estúpido. Quería darle a Lila, el nombre de mi cliente, el dinero al que tenía derecho antes de Año Nuevo. Treinta mil dólares, la pensión alimenticia de trece años que nunca había recibido.
 
Vanessa hizo una pausa. Para lo que seguía a continuación necesitaba valor.
           
Zac: ¿Qué hiciste? Vamos, Vanessa, no me dejes con la intriga.
           
Ness: Cuando hablé con él, vi la caja fuerte detrás de su escritorio, estaba un poco abierta, probablemente porque cogí por sorpresa a Tyrone en la a la oficina que tenía en su casa presentándome sin previo aviso.
           
Zac: Déjame adivinar. Robaste el dinero de la caja fuerte. ¿Esa es una forma normal de proceder en tu profesión?
           
Ness: No. Pero no sabía cómo iba a conseguir arrebatarle los treinta mil. Dado que Tyrone tiene su residencia principal en Canadá, habría sido mucho más costoso y laborioso que se le reconocieran a Lila sus derechos por medios legales. Tyrone lo sabía muy bien.
           
Zac: ¿Cómo te hiciste con el dinero?
           
Ness: Tuve suerte, mientras hablábamos tuvo que salir de su despacho. Para cuando regresó, ya había desaparecido con lo que le correspondía a Lila.
           
Zac: Apuesto a que el tipo te persigue.
           
Ness: Posiblemente. Sin embargo, no creo que pueda ser peligroso para mí estando en suelo americano. De acuerdo a nuestras leyes, podría ponerlo tras las rejas ahora.
           
Zac: Cuando te recogí en la autopista, huías de él. Te estaba pisando los talones. ¿Verdad? Eso explica tu disfraz de Papá Noel.
           
Ness: Sí. Había enviado a sus hombres tras mi pista. No quería averiguar qué harían si me atrapaban.
           
Zac: Es un trabajo arriesgado el tuyo.
 
Zac se sirvió un whisky. Vanessa comprendía cómo se sentía. Ahora, después de haber contado la historia, se puso nerviosa de nuevo.
           
Ness: Normalmente no. Normalmente amenazo con penas de cárcel, multas y cualquier otra cosa que me venga a la mente. Pero Lila necesitaba dinero con urgencia. Así que puse la nota en la que reclamaba sus derechos en la caja fuerte y saqué lo que le correspondía.
           
Zac: ¿Estás segura de que no te va a seguir más?
           
Ness: Espero que ya se haya dado por vencido. Sus hombres, al igual que nosotros, tampoco pueden atravesar la nieve. Además, no creo que sospeche que estoy aquí, en el fin del mundo, alejada de los aeropuertos, de la civilización y de todo lo demás. Pero si tienes miedo, encontraré otro medio para proseguir mi viaje. Alguien me llevará.
           
Zac: ¿Estás loca?
 
Zac la miró indignado. Por alguna razón, el corazón de Vanessa se enterneció. Había temido que, después de aquella historia, él la abandonara o, peor aun, se mostrara solidario con Tyrone. Que la acusara de que Lila mentía y que Tyrone no era el padre de su hijo. O que Lila trataba de obligar a Tyrone a casarse con ella por su hijo. Se había temido que le saliera con todos los argumentos que tan a menudo escuchaba.
           
Ness: Basta ya de hablar de mí.
 
Era hora de descubrir los secretos de Zac. Él le intrigaba. Por ejemplo, se preguntaba por qué un hombre como él era soltero. Por qué prefería pasar el día antes de Navidad en la autopista en vez de con su familia.
           
Ness: ¿Por qué no soportas la Navidad?
           
Zac: Simplemente no me gusta la fiesta.
 
Intentó poner como pretexto.
           
Ness: A todo el mundo le gusta la Navidad, y si no, hay un motivo. Un buen motivo. Entonces, ¿cuál es el tuyo?
           
Zac: Mi padre murió el día de Navidad. De un ataque cardíaco. Tenía nueve años.
 
Hizo una pausa. Hacía siglos que no hablaba de lo que había pasado aquel día. Básicamente, no podía recordar haber hablado de ello nunca. Solo pensar en cómo su padre se había puesto blanco de repente y había dicho que tenía que acostarse un momento porque no se sentía bien, le provocaba una sensación de malestar.

Al final, su padre le pidió a la madre de Zac que llamara una ambulancia. Llegaron los sanitarios y se desarrolló una frenética actividad. Transportaron a su padre a la ambulancia, cuyas brillantes luces rojas iluminaban la pared de la casa. Su madre, él y su hermana los siguieron en su propio coche. Poco después, llegaron al hospital. Allí no podían hacer nada más que esperar y confiar en que se recuperara. Recordaba el sucio linóleo blanco que había tenido bajo los pies y que se quedó observando como si hubiera algo que descubrir en él. Simplemente porque ya no podía soportar la preocupación que se atisbaba en los ojos de su madre. En algún momento, salió un médico por las puertas que los separaban de la unidad de cuidados intensivos. Hubo un intercambio de palabras pronunciadas en voz baja. Entonces escuchó llorar a su madre y supo que su padre había muerto.
           
Ness: Oh. Lo… lo siento mucho.
 
La voz de Vanessa interrumpió sus pensamientos. El efecto de sus palabras, aunque vacías, era semejante al de lanzarle un salvavidas. Porque, ¿qué más se podía decir?

Se encogió de hombros, intentó recuperar la compostura en su interior y sacarse aquellas imágenes de la cabeza.
           
Zac: Como bien has dicho. Siempre hay un motivo. Al año siguiente, mi madre intentó organizar una fiesta normal. Invitó a nuestros parientes, como siempre. Teníamos el árbol decorado, una fiesta, regalos. Todo aquello solo me recordaba cómo había muerto mi padre. Ni siquiera podía disfrutar de los regalos. Al contrario, mi único deseo era que no me volvieran a regalar nada por Navidad. ¿Cómo podía sentirme feliz el día que mi padre nos había dejado? No podía hacerlo. Al año siguiente no teníamos un árbol y tampoco invitamos a ningún pariente. Mi madre cocinó algo especial, pero no muy laborioso. No era como una comida típica de las fiestas. Nos quedamos juntos, vimos la televisión, jugamos al Gin rummy y respiramos aliviados cuando la fiesta hubo terminado. Desde entonces, no he vuelto a celebrar la Navidad.
           
Ness: Qué pena -tragó saliva. Se había esperado muchas cosas, pero con aquella respuesta no había contado-. Debe haber sido terrible. Todos los niños quieren que llegue ese día, por los regalos, y tú ya no querías.
           
Zac: Sentía que traicionaba a mi padre si recibía algún regalo. -Volvió a encogerse de hombros-. Simplemente no podía. Mi madre se ha vuelto a casar. Se va de crucero con su marido cada Navidad. Todavía no tiene corazón para celebrar ese día. Mi hermana fue probablemente la que mejor lo manejó. Tal vez porque ahora tiene hijos propios y cada año organiza una gran fiesta familiar.
           
Ness: Lo siento mucho. Si lo hubiera sabido, no habría escuchado todas esas canciones navideñas durante el viaje. Debe haber sido terrible para ti. ¡Y el árbol de Navidad en el salpicadero!
           
Zac: Por extraño que parezca, estuvo bien. -Hizo una pausa-. Transcurrido un tiempo.
           
Ness: ¿Y ahora? -señaló a su alrededor-. El enorme abeto, el olor a galletas, el paisaje cubierto de nieve ante las ventanas. ¿No aborreces cada instante que tienes que pasar aquí?
           
Zac: No. Tal vez sea porque crecí en Arizona. Allí no hay nieve, ni siquiera en invierno. Y, por lo que respecta al árbol. Creo que tu árbol en miniatura me endureció. Al igual que todas las canciones que tuve que soportar. Además, ya soy lo suficientemente mayor como para saber que mi padre no me culparía si disfrutara de estos instantes. A nadie le sirve de nada que ande por ahí despotricando de la Navidad. -Se volvió un poco hacia ella-. Tengo que tomarme la revancha, por supuesto, después de haber padecido tantos tormentos. -Sus ojos brillaban de alegría-. Bueno, ¿qué va a ser? ¿Verdad o atrevimiento?
           
Ness: Atrevimiento.
           
Por un instante reinó el silencio. Zac no dijo nada, como si tuviera que pensar en lo que iba a pedirle.
           
Zac: Quiero un beso. Un beso de verdad.
 
El corazón de Vanessa dio un brinco en el pecho. A causa de la alegría y porque se puso nerviosa.
           
Ness: Un beso -repitió lentamente-.
           
Zac: ¿No te atreves?
           
Ness: Por supuesto que me atrevo. Es solo que... Apenas te conozco, y me siento rara al besar a un desconocido. Simplemente eso.
           
Zac: Ya no soy un desconocido. Ya sabes todos mis secretos.
           
Ness: Como si la aversión a la Navidad fuera tu único secreto.
           
Zac: Eres la única mujer a la que se lo he contado.
           
Ness: ¿No se lo has dicho nunca a otra? ¿No han querido saber qué se escondía detrás de tu aversión? ¿Nunca te han preguntado por qué no te gusta la Navidad?
           
Zac: No. Nunca he estado junto a alguien tanto tiempo.
           
Nuevamente, el silencio se cernió sobre ellos. Sus últimas palabras flotaban en el aire como un eco. Confirmaba lo que había dicho acerca de que no importaba lo que pasara entre ellos, no sería más que una breve aventura.
           
Zac: Puedes cambiar de opinión. No quiero obligarte a hacer nada.
 
Levantó su mano y le retiró un mechón de la frente. Aunque solo le rozó la piel por muy poco tiempo y retiró la mano de inmediato, el gesto fue extrañamente íntimo, tierno, casi como si le hubiera susurrado unas palabras amorosas al oído.
           
Ness: No me estás forzando a nada. Además, es solo un beso.
 
Ella se inclinó hacia él. Su corazón latía más rápido que antes. Solo quería besar a un hombre. No es que fuera su primera vez.      

Zac no se movió, como si no quisiera asustarla, esperó a ver qué hacía ella. Si realmente se atrevería.

Ella se le acercó lentamente. Sus labios solo estaban a unos pocos centímetros de los de Zac. Y entonces ella lo rozó. Y él, con su boca, con sus labios, que se abrieron levemente, permitió que le introdujera la lengua. Su vacilante tanteo se incrementó. Se convirtió en exploración, descubrimiento.

Zac sabía a whisky. Un sabor ahumado y masculino que se mezclaba con su aroma. Vanessa le puso los brazos alrededor del cuello, apretándose contra él hasta que sus cuerpos se fundieron. La lengua de Zac se entrelazaba con la de Vanessa, sus manos recorrían su cuerpo. Le quitó la camiseta, le acarició la piel. Con suaves movimientos que la hacían temblar. El mundo a su alrededor se volvió menos importante. Lo único que Vanessa percibía era a Zac. Su cuerpo, sus manos. Su boca.

Sus ropas volaban en todas direcciones, desvistiéndose con impaciencia, las lanzaban a un lado. En algún momento ella se había colocado debajo de él, cubierta solo con su ropa interior navideña, ese nombre le había asignado a las bragas rojas y el sujetador a juego que llevaba. Gracias a un ribete blanco, aquella lencería parecía diseñada especialmente para aquellas fechas tan especiales.

Zac se apoyó en una mano y contempló a Vanessa. En su boca se dibujaba una sonrisa. Durante unos instantes, Vanessa disfrutó de la vista de su musculoso torso. Sus marcados abdominales se prolongaban hacia abajo, allí en donde la cosa se ponía interesante, conformando una «V». Su piel brillaba en la oscuridad a la luz del fuego.
           
Zac: Me gusta tu ropa interior -observó con un brillo en los ojos-.
 
Ness: Me alegra que te guste. Pensé que un poco de espíritu navideño no podía hacer ningún daño.
           
Zac: Eso es cierto. Al fin y al cabo, de eso tenemos tan poco aquí.
           
Sin apartar la mirada de la de Zac, Vanessa levantó lentamente la mano y se desabrochó el sujetador, que se abría por delante.
           
Zac: Me encanta la Navidad -murmuró-.
 
Luego se inclinó sobre ella y la besó. 




🎆🎇HAPPY NEW YEAR 2022!!🎇🎆


1 comentarios:

Anónimo dijo...

Feliiiiiz año nuevo!!!

Amy

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