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jueves, 2 de enero de 2020

Capítulo 5


La semana transcurrió con gran rapidez.

Mientras tanto, Vanessa tuvo que reconocer que no recordaba haberlo pasado tan bien nunca.

Para empezar, se había convertido en una esquiadora aceptable. Con Zac y Ella, tenía toda la ayuda que necesitaba. Y no paraban de reír cuando David o ella tenían un aparatoso accidente.

Las risas. Probablemente, aquello sería lo que más recordara. O tal vez las tardes tranquilas. O tal vez la excitación de sentirse de nuevo viva y sensual.

Le había dicho que se relajara e intentara divertirse.

Lo había hecho. Habían nadado, habían esquiado y habían ido a comer. Habían pasado algunos ratos con los niños, y otros a solas. Paseaban sin prisa, y jugaban en la intimidad del jacuzzi de la habitación de Vanessa. Escuchaban villancicos y viajaban en trineos llenos de campanillas.

David se lo pasó muy bien.

Pero la semana terminó, y a pesar de que Zac se comportaba como si nada fuera a cambiar por el hecho de volver, Vanessa sabía que no sería tan fácil. Aquella semana había sido un paréntesis, y ahora estaban en el mundo real. Aquello le provocaba una sensación desagradable, y mientras pasaba toda la noche del domingo en vela antes de ir a trabajar, se arrepentía de lo que había hecho.

Además, estaba Zac.

Era cortés y encantador. La hacía reír con gran facilidad, y ella jamás había soñado con un amante más excitante. Pero ahora debía recordar que, por muy cómoda que se hubiera sentido a su lado, él seguía enamorado de Sara, y si pensaba que Vanessa se le acercaba demasiado, huiría de ella.

Durmió muy poco aquella noche.

No se vieron el lunes por la mañana. Vanessa salió a comer con Ashley, plenamente decidida a no contarle absolutamente nada. Y a pesar de la insistencia de su amiga, se atuvo a su versión. Le dijo que había sido una semana muy agradable, que Zac era encantador, que David y Ella habían disfrutado mucho, y nada más.

Pensó que vería a Zac en algún momento a lo largo del día, pero no fue así. Y no sabía si aquello la ponía nerviosa o la alegraba.

Transcurrió otro día sin que lo viera, y después otro y otro. Ninguna noche conseguía conciliar el sueño con normalidad. Pasaba horas dando vueltas en la cama, recordando cada una de las caricias de Zac, y lamentaba amargamente la ironía de haberse enamorado de nuevo.

Estaba sobre aviso. Una y otra vez, se lo advertía a sí misma.

El viernes ya se había convencido de que no iba a dejar un infierno para caer en otro. Si Zac volvía a invitarla a cenar, a ir al cine, a tomar un café o a lo que fuera, se negaría.

Para empeorar las cosas, Ashley le daba la lata todos los días a la hora de la comida. Y estaban en navidades. Por todas partes veía a gente alegre.

Ash: Es posible que tengas una cita para la fiesta de antes de nochebuena -bromeó el viernes, mientas comían-.

Vanessa apretó los dientes.

Ness: Me lo pasé muy bien esa semana. Disfruté mucho con los Efron. Eso es todo.

Ash: ¿Y los Efron? ¿Disfrutaron ellos contigo?

Ness: Cállate -le advirtió en tono amenazador-.

Pero cuando volvió a su despacho después de comer, encontró el ordenador. Y, por supuesto, Ashley iba con ella.

Ash: ¡Es el ordenador que quería David! El que tú decías que no podías permitirte -exclamó-. ¿Cómo ha llegado hasta aquí? ¿Quién… -se quedó mirando a Vanessa antes de estallar en una carcajada-. Vaya. Veo que uno de los Efron disfrutó mucho contigo.

Ness: ¡Ashley!

Ash: Lo siento. No insinuaba nada. Sólo quería decir que veo que te lo pasaste muy bien. Y él también debió pasárselo muy bien. Vaya. Veo que no lo estoy arreglando, ¿verdad? Vaya, me pregunto cuánta gente habrá visto que te traían esto.

Vanessa sintió deseos de asesinar a Zac Efron. Había dejado que se enamorase de él, después no le hacía caso, y encima había conseguido convertirla en carnaza para los cotilleos de la oficina. Hablarían de aquello durante meses.

Sus mejillas estaban ardiendo, y no sabía qué decir a Ashley. Probablemente no debía ir inmediatamente al despacho de Zac a decirle cuatro cosas. Su secretaria la oiría, y todo el personal se enteraría de lo ocurrido.

El caso era que el ordenador estaba en su despacho, y debía tener el aspecto de paga extra por los servicios prestados fuera de horas de trabajo. Estaba tan furiosa que decidió que le daba igual que no fuera el momento adecuado. Salió de su despacho y caminó a toda prisa hacia el ascensor. Una vez en el despacho de Zac, no pidió a la secretaria que la anunciase, sino que entró directamente.


Zac había estado esperando que Vanessa se pusiera en contacto con él. La semana anterior había sido una pesadilla. No había dejado de pensar en ella en ningún momento. En dos ocasiones había pasado por su piso de camino a casa, pero cuando estaba a punto de llamar al timbre, se encontraba con que le temblaban las manos y no se atrevía a llamar.

A primera hora de la mañana se acordó del ordenador. Esperaba haber elegido el modelo adecuado, y suponía que ella iría a decirle lo que aquello había significado para David. El muchacho no dejaba de hablar del tema, y contaba a Ella las maravillas que había llegado a hacer en el colegio.

Quería hablar con Vanessa. Quería volver a oír su voz. Desde el momento en que la dejó en la puerta empezó a echarla de menos. Echaba de menos el oro de su mirada, la curva de su sonrisa. Echaba de menos la sencilla belleza de su rostro y la belleza sensual de sus formas. Echaba de menos estar junto a una mujer que compartiera su amor por los niños, y echaba de menos la forma en que Vanessa era capaz de reírse de sí misma cuando caía en la nieve. Echaba de menos sus ojos, firmes cuando lo miraba y le decía algo que había decidido que escuchara. Y echaba de menos sus suspiros y sus susurros, y la expresión de su cara cuando hacían el amor.

Había pasado toda la noche en vela pensando en ello, y se había despertado por la mañana sorprendido de sentir aquel dolor en su corazón. Quería que la semana que habían pasado juntos se repitiera una y otra vez. Quería estar con ella. Por primera vez en cinco años se había sentido feliz. Esperaba que el ordenador la hiciera feliz a ella.

Pero al parecer no había sido así.

Se sorprendió al ver que entraba en su despacho con los ojos centelleantes de furia y las delicadas facciones de su rostro tensas como el acero. Llevaba un lápiz en una mano, y lo rompió sin darse cuenta antes de hablar.

Ness: ¿Qué demonios pretendes?

Zac se puso en pie al instante. Rodeó la mesa y se apoyó en el borde, cruzado de brazos.

Zac: ¿De qué hablas?

Ness: Del ordenador.

Zac: Es para David.

Ness: Vaya. Es para David. Pero también es para mí. Y yo no puedo permitírmelo. No quiero que me regales cosas que no puedo permitirme. Parece una especie de pago.

Zac: ¡Un pago! -rugió-.

Ness: Todo el mundo debe saber que… que…

Zac: ¿Que te acuestas conmigo?

Lo decía como si fuera algo malo, pero para él había significado mucho. Había significado la salvación.

Ness: Pero no me acuesto contigo. No somos amantes fijos.

Zac: Te aseguro que no pretendía hacer que te lo tomaras como una recompensa, y no me puedo creer…

Ness: Voy a tener que despedirme -interrumpió exasperada-.

Zac: ¿Por qué?

Ness: ¿No te das cuenta de lo que has hecho? Mi posición es insostenible. Mira por dónde, me convertí en otra de tus amantes ocasionales, pero da la casualidad de que tengo que venir aquí todos los días.

Zac: No sabía que hubiéramos sido amantes ocasionales. Tenía intención de llamarte esta tarde…

Ness: ¿De verdad? No importa. Esto no puede seguir, ¿no lo entiendes? No puedo trabajar aquí si todo el mundo me mira como si fuera… como si fuera una de tus chicas.

Zac: Nos llevábamos muy bien. Todo funcionaba perfectamente entre nosotros.

Ness: Funcionaba. Ya ha terminado. No quiero volver a verte en la vida.

Zac guardaba silencio. Estaba silencioso, en tensión.

Zac: De acuerdo -dijo al fin con calma-. Me casaré contigo.

Vanessa se sorprendió tanto que no supo qué decir. Sentía que las lágrimas pugnaban por salir de sus ojos. Zac le había dicho aquello con el mismo tono y con los mismos términos que habría empleado para transigir en una negociación. Y no podía decirlo en serio. Por bien que hubieran funcionado las cosas entre ellos, era rico y muy atractivo. No podía olvidar que era alto, rubio, guapo y muy rico. No quería casarse con ella. Sólo había dicho aquello para tranquilizarla.

Vanessa negó con la cabeza.

Ness: No puedes hablar en serio. No tiene sentido. Y aunque…

Zac: Lo digo completamente en serio -dio un paso hacia ella-. Y sí que tiene sentido. Tú fuiste quien dijo que tenemos muchas cosas en común. Los dos estamos enamorados de un fantasma. Yo te entiendo, y tú me entiendes. ¿Qué más quieres?

Vanessa volvió a negar con la cabeza. No entendía el dolor que sentía. Zac hablaba en serio. Estaba dispuesto a casarse con ella, para tenerla cerca. Debería haberse puesto a dar saltos de alegría, pero sentía deseos de llorar.

Ness: No necesito que nadie se case conmigo. No es necesario que hagas algo así. Me puedo desenvolver sola perfectamente, y…

Zac: Ya lo sé. Pero conmigo estarás mejor. Y puedo hacer por David muchas cosas que tú no puedes hacer.

Ness: Soy una buena madre, aunque no sea rica.

Zac: Pero no eres un padre.

Ness: Esto es una locura.

Zac: Ella te adora. Y a mí me encanta pensar que David me quiere.

Tenía las manos sobre sus hombros, y la miraba fijamente. Sus ojos le rogaban que le hiciera caso.

Vanessa empezó a sentirse nerviosa. Podía casarse con él. Le había ofrecido algo que no había ofrecido a ninguna otra mujer. Faltaba algo, pero lo que Zac le ofrecía era mejor que la soledad. Estaba enamorándose de él. Y tal vez aquello fuera bastante.

Zac: Cásate conmigo -insistió-.

Vanessa se apartó de él de golpe.

Ness: Tengo que irme.

Zac: Hoy estaré en casa. Contrata a alguien que cuide a David y ven a verme. Quiero una respuesta.

Vanessa salió de su despacho.


Pasó toda la tarde abatida. Jeremy entró en su despacho. Al parecer, tanto él como toda la oficina se había enterado de lo del ordenador.

Jeremy: ¡Hay que ver! Imagina todo lo que te compraría si pasaras un mes con él -bromeó-.

Vanessa sintió deseos de tirarle el escritorio a la cabeza.

Ness: Sal de aquí inmediatamente -le dijo furiosa-.

Pero no resultaba tan fácil librarse de Jeremy. Se acercó a ella y se apoyó en la mesa.

Jeremy: No insinuaba nada -le aseguró-.

Ness: Déjalo.

Jeremy: En serio, no insinuaba nada. Y Zac tampoco. Estoy seguro.

Ness: Le da igual. Está acostumbrado a conseguirlo todo, y está acostumbrado a tener dinero.

Jeremy: Era huérfano, Vanessa. Un niño abandonado que pasó la mayor parte de su infancia en las calles. Trabajó muy duro para conseguir todo lo que tiene. No es tan descuidado.

Vanessa se quedó mirando su mesa fijamente. No sabía nada del pasado de Zac. Él no lo mencionaba nunca. Era posible que hubiera sido pobre, pero aquello había ocurrido muchos años atrás. Era posible que su vida hubiera sido admirable. Muy bien, era un hombre admirable, y por eso había conseguido entrar en su corazón.

Pero también era cierto que estaba convencido de que podía obtener todo lo que deseara con sólo chasquear los dedos.

Pero no estaba dispuesta a permitir que ocurriera lo mismo con ella.


A las nueve de la noche, Vanessa se dirigía a la casa de Cambridge. No había permanecido demasiado fiel a sus buenas intenciones. Pero mientras iba en el taxi se repetía una y otra vez que iba a decir que no.

La casa era preciosa, antigua y decorada con muebles preciosos. La acompañaron a un salón del siglo dieciocho, donde estaba Zac, tomándose un brandy y esperándola.

Se sintió extraña al entrar. Zac no la saludó con ningún comentario insustancial. Se limitó a mirarla fijamente.

Ness: ¿Qué tal está Ella?

Zac: Muy bien. En la cama.

Ness: Zac, no puedo…

No vio la decepción en sus ojos. Sus pestañas la ocultaron con gran rapidez.

Ness: No puedo hacer esto. De verdad, no puedo hacerte esto.

Zac: ¿Hacerme qué? Te deseo, Vanessa.

Ness: Y pareces dispuesto a pagar un precio muy elevado. No puedo…

Zac: El precio no tiene importancia. Estamos en navidades. Eres lo que más deseo en el mundo.

«Este año», pensó Vanessa.

Zac: Haré todo lo que pueda para hacerte feliz -afirmó-.

Ness: Zac, es que…

Zac: Te aseguro que no serás una mujer más. Serás mi esposa. Me ocuparé de ti y de tu hijo. Mandaremos a David a los mejores colegios, le daremos todo lo que necesite. Tendrá el futuro garantizado.

Ness: Pero yo no puedo darte nada.

Zac: ¿Qué tontería es ésa? Nos darías a Ella y a mí una familia verdadera.

Vanessa cerró el puño. Se trataba de un acuerdo de negocios, simplemente. Pero no era un acuerdo tan desagradable.

Ness: De acuerdo.

Zac: ¡Estupendo!

En unos segundos, cruzó la sala. Cogió la mano de Vanessa, y antes de que ella pudiera darse cuenta de lo que ocurría, llevaba un anillo de diamantes en el dedo.

Era un anillo muy bonito, grande pero no ostentoso. El diamante estaba rodeado de pequeñas esmeraldas.

Ness: No puedo…

Zac: Es un anillo de compromiso. Un anillo y un beso. Con eso estará sellado.

Antes de que Vanessa pudiera reaccionar, estaba entre los brazos de Zac.

El beso estaba lleno de promesas. Vanessa sintió que su ansiedad y sus emociones se le agolpaban en la garganta, y cuando el beso se hizo más apasionado, empezó a relajarse. Estar con él le parecía la cosa más natural del mundo. Se sentía muy cómoda entre sus brazos, besándolo, sintiendo el deseo que crecía en su interior.

Aquella noche vio su habitación. Vio sus enormes armarios de roble, su gran baño alicatado en blanco y su cama monumental. Sentía cada una de las caricias de Zac en todo su cuerpo. Volaron juntos, y cuando terminaron, se quedó otra vez maravillada ante lo que habían compartido.

Y de nuevo sintió que las lágrimas se agolpaban detrás de sus párpados.

Estaba tumbada en las sábanas blancas, rodeada por los brazos de Zac. A lo lejos oía el sonido de los villancicos.

Estaban en navidades. La época de los milagros.

Pero faltaba algo. Mientras escuchaba la música en la distancia, supo de qué se trataba.

Faltaba el amor.

Zac se puso a acariciar su hombro, y el beso que le dio en la espalda la quemó.

No podía resistirse a la tentación de hacer el amor con él una vez más. Se volvió para abrazarlo, para fundir su cuerpo con el de Zac.

Después, mientras Zac dormía tranquilamente, se levantó y se vistió a toda prisa.

Zac: ¿A dónde vas? -preguntó con voz soñolienta-.

Ness: A casa. No puedo dejar solo a David.

Zac: Te llevo.

Ness: No te molestes. Es muy tarde. No me pasará nada.

Pero empezaba a conocer a Zac Efron. Aunque se hubiera tratado de una aventura de una noche, la habría llevado a casa. El hombre al que amaba tenía modales.

La llevó a la puerta de su casa y se detuvo allí.

Zac: Huele a palomitas -murmuró-.

Ness: Serán Ashley y David. Deben estar haciendo guirnaldas para el árbol.

Zac le puso las manos a los lados de la cara.

Ness: Me encanta tu piso. ¿Te lo había dicho?

Vanessa negó con la cabeza. Se preguntaba si aquello sería cierto, teniendo en cuenta que Zac vivía en un palacio.

Ness: A mí me encanta tu casa.

Zac: Me alegro. A lo mejor puedes cambiarla un poco para que me encante a mí también.

Se inclinó para besarla. Vanessa quería apartarse, pero no era capaz. Se aferró a él, dejándose llevar por la magia del momento.

Después entró en su casa, donde en efecto, se encontró a Ashley y a David haciendo guirnaldas de palomitas para el árbol.

David: ¡Hola mamá!

Parecía radiante de alegría. Sabía que había salido con Zac.

Ness: Hola, cariño.

Lo besó en la cabeza, sintiendo que su resolución se desvanecía. Aquel matrimonio sería bueno para David. Tal vez estuviera comportándose como una estúpida.

Pero casarse con Zac estaría mal. No podía hacerlo. Le había dicho que sí, pero no podía hacerlo. Y no podía volver a verlo, bajo ninguna circunstancia. Porque cada vez que lo veía, lo deseaba. Como regalo de Navidad.

Para siempre.

Ness: Vete a la cama -dijo a David-.

Con aquella frase se deshizo de él. Pero Ashley era más dura de pelar.

Ash: ¿Qué ha pasado? Pareces triste. Estás a punto de llorar. ¡Ese canalla! ¿Te ha dicho que todo ha terminado?

Vanessa negó con la cabeza.

Ness: No. Me ha pedido que me case con él.

Ash: ¿Qué? Es maravilloso -empezó a dar saltos de alegría por la habitación-. Le has dicho que sí, ¿verdad?

Vanessa suspiró.

Ness: Sí, pero me temo que no voy a casarme con él. Mañana me despediré. No voy a volver al trabajo. Terminaré con el proyecto que tengo entre manos, y tú puedes encargarte de mi papeleo.

Ash: ¿Qué? -repitió, mirándola como si se hubiera vuelto loca-.

Vanessa se quitó el anillo del dedo y se lo entregó a Ashley.

Ness: Devuélvele esto, ¿quieres?

Ash: ¡Pero Vanessa! ¿Cómo es posible que no te guste o que te hayas enfadado con él?

Ness: Sí que me gusta, y no me he enfadado con él -sonrió-. En realidad, estoy enamorada de él.

Vanessa sabía que Ashley no podía entenderla, pero no estaba dispuesta a darle más explicaciones. Se despidió de ella y se encerró en el dormitorio.

Puso la radio. Estaban tocando el mismo villancico que había escuchado en casa de Zac.

Hundió el rostro en la almohada y dejó escapar un mar de lágrimas.


1 comentarios:

Lu dijo...

Me da ternura pero no dejo de pensar que van muy rapido jaja, ya casarse?
Lo bueno es que pasaron por lo mismo y pueden llegar a entenderse pero bueno.
Zac es muy decidido.
Me encanta la nove.

Sube pronto :)

PD: Leo todos los capis siempre que subes pero desde el cel no me deja comentar, solo desde la compu. Pero siempre voy al dia con los capis :)

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