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miércoles, 8 de enero de 2020

Capítulo 3


Miraron admirados el gigantesco árbol de Navidad colocado cerca de la ventana. Una de las ramas se extendía casi hasta la puerta y la otra caía sobre uno de los brazos del sofá. Ocupaba la mitad de la pequeña sala de estar. A pesar de que Zac lo había cortado, la parte superior del árbol todavía rozaba el techo.

Holly: ¿Por qué quiere un árbol tan grande, señorita Hudgens?

Ness: ¿No es evidente? Creo que perdí la cabeza. ¿Qué otra explicación podría haber?

La niña se echó a reír.

Holly: Los profesores no pierden la cabeza. Son inteligentes.

Ness: No estoy tan segura de ello. Oh, bueno, ahora que lo he comprado, tendré que acostumbrarme a él.

Zac: Podemos devolvérselo a Drew y cambiarlo por uno más pequeño.

Ness: ¿Después de todo el trabajo que se ha tomado cortando las ramas y colocándolo? -movió la cabeza-. De eso nada. Además, así aprenderé algo cada vez que tenga que rodearlo para salir de la estancia.

Zac: ¿Sí? ¿El qué?

Ness: A no ser demasiado ambiciosa. Las cosas más grandes no siempre son las mejores.

Zac: ¿Has oído eso, pequeña? -preguntó a su hija-.

Holly: Sí, papá.

Zac: Holly tiene un pony, pero quiere un caballo propio. Yo le digo que debería esperar un año más, cuando sea algo mayor -le guiñó un ojo a Vanessa a espaldas de la niña-. ¿No está usted de acuerdo conmigo, señorita Hudgens?

Holly: Estoy en tercer grado y tengo casi nueve años, así que soy lo bastante mayor para tener un caballo. ¿No es así, señorita Hudgens?

Ness: ¡Oh, no, nada de eso! -se echó a reír y negó con la cabeza.. No pienso dejarme mezclar en una discusión familiar. Lo que creo es que tengo que ir a ver cómo va el chili.

Zac: Una mujer inteligente -murmuró-, aunque se vuelva algo loca con los árboles de Navidad.

Vanessa miró el gigantesco árbol que dominaba por completo la habitación. Suspiró.

Ness: No piensa dejarme olvidar esto, ¿verdad?

Zac: En absoluto -admitió animoso-. La historia del árbol de Navidad que se tragó la habitación combinada con la historia de la propina podría conseguirme muchas invitaciones en el café de Ella.

Ness: Es usted terrible, señor Efron.

Zac: Eso me dicen algunas veces. Pero es mucho más divertido que ser calificado de bueno y aburrido.

Ness: ¿Como alguien que entrega un árbol de Navidad a una desconocida por hacerle un favor y luego vuelve al día siguiente para pasar una hora en el garaje preparándolo? Si alguien se enterara, eso podría perjudicar mucho la reputación de un hombre.

Zac se acercó a ella con aire amenazador y la cogió por la muñeca.

Zac: No se atrevería -musitó-.

Ness: Cuente usted su historia y yo contaré la mía -lo retó ella-.

Holly: ¡Papá! -gritó-. ¿Por qué os peleáis ahora?

Zac soltó a Vanessa en el acto y se agachó hacia su hija.

Zac: Sólo era un juego, cariño. Como hacemos a veces tú y yo.

La niña lo miró muy seria.

Holly: ¿Me lo prometes?

Zac: Si no me crees, pregúntaselo a ella.

Holly miró a Vanessa, quien asintió.

Ness: Es cierto. Sólo era una broma.

Satisfecha, Holly decidió unirse al juego.

Holly: Está bien -dijo, apuntándolos con un dedo-, pero no se permiten peleas de verdad.

Ness: Sí, señora.

La niña se echó a reír. Zac le acarició el cabello y sonrió a la joven.

Ness: Tengo que ir a ver la comida. Holly, ¿por qué no empiezas a desenvolver mis viejos adornos? Están en esa caja del sofá.

Holly: De acuerdo.

Zac: Yo seré el catador oficial -declaró siguiéndola a la cocina-.

Ness: ¿Quién ha dicho que necesitemos uno?

Zac: Toda cocina necesita uno.

Ness: En ese caso, queda elegido.

Le quitó la tapa a una cacerola, removió el contenido y le ofreció una cucharada a Zac.

El hombre la probó y miró pensativo hacia el techo.

Ness: ¿Y bien?

Zac: Tengo que volver a probarlo para asegurarme.

La joven le dio otra cucharada.

Ness: ¿Y bien?

Zac: Está sensacional, señorita Hudgens.

Ness: Gracias -musitó-. Pero si vuelve a llamarme así, no le daré nada de comer. Llámeme Vanessa, por favor.

Zac: ¡Gracias a Dios! Empezaba a cansarme de esto. Yo me llamo Zachary, pero todos me llaman Zac. Y ahora que ya nos tuteamos, ¿puedo ser sincero contigo?

Ness: Por supuesto.

Zac: Tienes una mancha de chili en la barbilla. No sé cómo ha podido llegar ahí teniendo en cuenta que yo era el que lo probaba.

Vanessa cogió un paño de cocina y se frotó la cara.

Zac: No es ahí.

Zac le quitó el paño, le cogió la cara con la mano y le frotó el lado izquierdo.

Sus rostros estaban tan cerca que Vanessa retuvo el aliento. Incapaz de mirarlo a los ojos, los posó sobre el cuello de él. Su contacto era suave y gentil y pareció tardar mucho tiempo en limpiar la mancha.

Cuando por fin la soltó y se apartó, Vanessa se atrevió a volver a mirarlo.

Ness: Gracias -dijo, volviéndose hacia el mostrador-. Todavía no he preparado los panecillos de centeno. Será mejor que me dé prisa en meterlos al horno.

Zac: ¿También hay panecillos de centeno? Eres un encanto.

La observó mientras lo preparaba.

Zac: ¿Es el primer año que enseñas aquí? No te había visto antes.

Ness: Sí. Saca dos huevos y la leche del frigorífico, ¿quieres?

Zac: Claro -obedeció y dejó lo que le pedía sobre el mostrador-. ¿Te gusta vivir en un sitio pequeño como Hope?

Vanessa se encogió de hombros.

Ness: Sí. Yo me crié en un rancho cerca de una ciudad pequeña. La ciudad más grande de por allí era Abilene y estaba a cuarenta millas.

Zac: Ah, eres una chica de campo. Entonces estás acostumbrada a la vida de los pueblos.

Ness: Sí. Pero en los sitios pequeños puede ser difícil llegar a conocer a la gente si eres de fuera.

Zac: La gente puede ser muy difícil hasta que llegas a conocerlos. Leila solía quejarse de ello. Leila era mi esposa. Murió hace cuatro años.

Ness: Holly me lo dijo. Lo siento. Debe ser duro educar solo a la niña.

Zac: No siempre es fácil. Bueno, ¿qué decíamos de los sitios pequeños?

Ness: A decir verdad, echo de menos el lugar en el que me crié y donde fui a la escuela. Y también echo de menos a mis abuelos y su rancho, pero tengo que admitir que también disfruté mucho los años que pasé en la universidad y los tres años que estuve de profesora en Abilene.

Zac: Entonces, ¿por qué viniste aquí?

Vanessa no podía decirle que necesitaba un lugar en el que poder lamerse las heridas en privado y que Hope fue la primera oferta que recibió en un momento en el que deseaba desesperadamente alejarse de Abilene y de Austin.

Ness: Porque me pareció que necesitaba un cambio.

Zac tuvo la impresión de que había algo más, pero no insistió. Presentía que había un hombre por medio y no quería saberlo, del mismo modo que no le apetecía explicarle que Leila se había divorciado de él y casado con otro mucho antes de su muerte.

Vanessa lo atraía de un modo extraño. Había algo en ella muy distinto a la belleza dura y sofisticada de Leila y era mucho más hermosa que cualquiera de las mujeres con las que había salido los últimos años en Houston o en Dallas. A pesar de ello, sería inútil intentar conocerla bien. Después de su experiencia con Leila, se había jurado no volver a tener una relación así con otra mujer. Había sufrido demasiado al final.

Se sorprendió al ver la dirección que tomaban sus pensamientos.

Zac: Será mejor que vaya a colocar las luces en el árbol -dijo con brusquedad-.

Y salió del cuarto sin esperar respuesta.

Vanessa se quedó atónita. Un momento estaba allí, hablando amistosamente con ella y al minuto siguiente salía de la estancia. ¿Tanto le había molestado el tema de la muerte de su esposa?

Pero, fuera cual fuera el motivo, no lamentaba quedarse sola unos minutos. Necesitaba ordenar sus pensamientos. Había llegado a Hope para recuperarse del dolor de la traición de un hombre y lo último que necesitaba era interesarse por otro. Sería una idiota si ocurría eso.


Mientras comían, la joven agradeció la presencia de Holly. Entre Zac y ella parecía haber una especie de reserva que hacía que la conversación no resultara fácil. La niña, afortunadamente, mantenía la conversación y no dejaba de hablar de la escuela.

Holly: La señora Murphy está en el hospital, papá. La han operado de algo. La señorita Hudgens se ha hecho cargo del programa navideño de este año.

Zac: Parece una gran responsabilidad.

Ness: Lo es. Todos los niños de la escuela participan en el programa de un modo u otro, aunque sólo sea para sacar o retirar algo del escenario.

Zac: Lo sé -sonrió-. No se puede desechar a nadie. Así se hacía también cuando yo era niño. El programa navideño de la escuela es uno de los acontecimientos sociales más importantes de Hope.

Vanessa se echó a reír.

Ness: Eso me han dicho. Lo que me preocupa es la construcción de los decorados. El esposo de la señora Murphy solía hacerlos siempre, pero como sabrás, murió este año. No sé a quién pedirle ayuda y nadie parece saber qué ha sido de los decorados viejos.

Zac: ¿Qué necesitas?

Ness: Dos fondos sencillos que puedan moverse con facilidad. Una escena interior con una sala de estar típica, una ventana, una puerta, una chimenea. Y para el otro, una escena exterior. Una calle principal con escaparates de tiendas. Yo no tengo ninguna habilidad artística ni mucho menos capacidad para construir cosas.

Zac: No parece demasiado complicado -musitó-. Déjame pensar y tal vez se me ocurra algo. Si te gustan mis diseños, los construiré. Mi empresa donará el coste de los materiales.

La cara de Vanessa se animó.

Ness: Gracias, Zac. No te imaginas lo mucho que te lo agradezco.

Zac: No me des las gracias todavía. Aún no has visto mis diseños.

Ness: Oh, estoy segura de que serán fantásticos.

Los ojos le brillaban y Zac sintió unos fuertes deseos de complacerla con los escenarios; y quizá también a un nivel más personal.


Después de la cena, los tres decoraron juntos el árbol. A insistencia de Vanessa, Zac cogió a Holly en brazos para que pudiera tener el honor de colocar una estrella dorada en la parte superior. Como el árbol era muy alto, la estrella se movía ligeramente, pero no importaba. Cuando hubieron terminado, todos estuvieron de acuerdo en que era uno de los árboles más bonitos que habían visto nunca.

Después, Vanessa preparó cacao caliente y palomitas de maíz. Mientras los tomaban, Zac dijo:

Zac: Supongo que sabrás tocar el piano; si no, no tendrías uno.

Ness: Ni hubiera tenido que encargarme de dirigir el programa navideño -se rió-. El piano estaba ya aquí. Por eso alquilé esta casa en lugar de un apartamento con garaje.

Holly: Yo también sé tocar. Llevo dos años tomando lecciones.

Ness: Tócanos algo navideño.

La niña se acercó al piano y tocó «Dulce Navidad». Zac y Vanessa cantaron al ritmo de la música. Luego tocó una versión sencilla de «Noche silenciosa» y también la cantaron. Vanessa cantaba bien, pero se quedó impresionada al oír la profunda voz de barítono de Zac.

Luego la joven se sentó ante el piano. En el transcurso de la media hora siguiente, los tres cantaron casi todos los villancicos más habituales.

Zac: Ha sido divertido -declaró cuando terminaron-. De hecho, toda la velada ha sido muy divertida.

La joven sonrió.

Ness: Para mí también.

Sus miradas se encontraron y había en ellas una sensación de intimidad que no podía negarse. Algo había ocurrido entre ellos; algo impalpable e indefinible, pero muy real.

Al final, fue Zac el que apartó la vista.

Zac: Tenemos que irnos. Holly tiene que acostarse ya.

Unos minutos después, Vanessa estaba sola con su enorme árbol de Navidad. El silencio que quedó tras la marcha de los otros le pareció tan terrible que casi deseó que no se hubieran ido en absoluto. Se sintió más sola que nunca.

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