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martes, 7 de enero de 2020

Capítulo 2


Vanessa terminó de corregir el último examen de aritmética y lo colocó encima de los demás. Con un suspiro, metió todos en el cajón de su escritorio. Luego apartó la silla y fue a buscar su gabardina y su paraguas. Había estado lloviendo todo el día y, desde su ventana, el patio parecía un lago.

Se dirigió hacia el vestíbulo principal. Sus pasos resonaban con fuerza en el suelo de mármol. Se miró el vestido rojo y los zapatos y deseó haberse puesto unas botas.

Evidentemente, era la última que salía aquel día de la escuela. Normalmente solía haber un portero por allí, pero aquel día no lo vio ni lo oyó.

Al acercarse al vestíbulo, le sorprendió ver a una niña de pie cerca de la puerta. Llevaba unos tejanos y una gruesa chaqueta deportiva azul y rosa y tenía la nariz apretada contra el cristal de la puerta mirando la lluvia.

Al oírla llegar, se volvió hacia ella. Vanessa reconoció a una de las alumnas de tercer grado que había participado aquella tarde en el ensayo del programa navideño.

Era una niña adorable, con un pelo liso casi negro y un gracioso flequillo sobre la frente. En aquel momento tenía una expresión de ansiedad en la cara.

Vanessa se detuvo y sonrió.

Ness: Tú eres Holly Efron, ¿verdad?

La niña asintió.

Ness: ¿Qué haces aquí todavía? -preguntó con gentileza-. Son más de las cuatro.

Holly: Mi papá tenía que venir a buscarme -repuso con voz temblorosa-, pero no ha venido.

La secretaría, en la que había teléfono, estaba ya cerrada, así que no había modo de llamar al padre de Holly. Obviamente, Vanessa no podía marcharse y dejarla allí sola.

Ness: Te llevaré a casa -se ofreció-.

Holly: Gracias, señorita Hudgens -murmuró aliviada-. ¿Pero y mi padre?

Ness: Le dejaremos una nota.

La joven volvió a su despacho para escribir una nota y coger un trozo de celo. Cortó unas tiras de celo y se lo tendió a Holly, que pegó la nota en el exterior de una de las puertas. Cuando terminaron, corrieron hasta el coche de Vanessa.

La casa de Holly estaba a varias millas de la ciudad. De camino hacia allí, Vanessa intentó tranquilizarla hablando con ella.

Ness: ¿Tu padre es granjero?

Holly: Más o menos. Tiene algunas cabezas de ganado, pero el señor Drew cultiva la tierra que mi padre heredó de mi abuelo.

Ness: Comprendo. ¿Tiene tu padre un empleo en la ciudad?

Holly asintió.

Holly: Sí. Vende tierras y casas.

Ness: Ah. ¿La compañía inmobiliaria Efron? -la niña asintió-. ¿Qué hay de tu madre? ¿Ella también trabaja en la ciudad?

La pequeña no respondió inmediatamente.

Holly: No tengo madre -respondió al fin-. Murió cuando era pequeña.

Ness: Lo siento -dijo con gentileza-. Debes echarla mucho de menos.

Holly se encogió de hombros.

Holly: Ya no me acuerdo de ella -dijo con tristeza-.

Vanessa soltó el volante un momento para apretarle el hombro. Ella sabía muy bien lo que era no recordar a tu madre y el vacío que se sentía en esos casos.

Ness: ¿Cuánto falta para tu casa? -preguntó, cambiando deliberadamente de tema-.

Holly: No mucho. ¿Ve ese granero de metal? Está justo detrás.

Cuando entraron en el camino que llevaba a la casa, la niña observó:

Holly: La camioneta de papá no está aquí.

Ness: ¿No puedes entrar en la casa?

Holly: Sí. Tengo llave.

Ness: Esperaré contigo hasta que vuelva.

La niña sonrió con alegría.

La casa era una amplia y moderna estructura de ladrillo rodeada de matorrales. En el espacioso jardín delantero había robles y pacanas. El camino de llegada estaba bordeado de pinos. Detrás de la casa había campos y algunas cabezas de ganado.

En el interior, la sala de estar resultaba atractiva y cómoda. Había varios sofás y sillones agrupados delante de una enorme chimenea de piedra. La pared adyacente aparecía oculta por vitrinas, estantes, una televisión, un vídeo, un equipo de música, libros y revistas.

Vanessa se sentó en el sofá mientras Holly trataba de llamar al despacho de su padre. Volvió un momento después para decirle que el teléfono no funcionaba.

Holly: Eso ocurre a veces cuando llueve mucho.

Vanessa asintió. Ella también se había criado en una zona rural.

Ness: ¿Te quedas sola en casa cuando tu padre está trabajando?

Holly negó con la cabeza.

Holly: Voy a casa de la señora Dudley desde la escuela y me quedo allí hasta que papá viene a buscarme o cojo el autobús escolar y me quedo con la señorita Maggie -señaló algo a través de la ventana-. Aquélla es su casa.

Vanessa intentó ocultar la irritación que empezaba a sentir contra el padre ausente. ¿Cómo se atrevía a descuidar de aquel modo a su hija y dejarla volver a casa sola en un día tan lluvioso? La niña no podía tener más de ocho años, nueve como mucho.

Ness: Supongo que estarás impaciente por que llegue la Navidad -le preguntó para darle conversación-.


Zac dobló a toda velocidad la esquina de la Escuela Hope. Se había retrasado mucho y Holly estaría histérica.

Frunció el ceño al pensar en ello. Estaba a punto de dejar la oficina para ir a buscarla cuando recibió una conferencia importante. El hombre de Houston se entretuvo mucho tiempo para decir al final lo mismo que sus colegas le habían repetido ya; que todavía había muchos factores a tener en cuenta antes de tomar una decisión final y lo único que podía hacer era asegurarle que estaban considerando su propuesta.

El aparcamiento de la escuela estaba vacío. Zac se detuvo ante la puerta principal y subió corriendo los escalones de piedra. El edificio estaba a oscuras y, cuando probó a abrir la puerta, la encontró firmemente cerrada.

Volvió al coche con el corazón latiéndole con fuerza. Había salido tan deprisa de la oficina que se olvidó de coger una chaqueta. Ahora llevaba la camisa mojada y temblaba detrás del volante.

Se esforzó por respirar hondo. No había motivo para asustarse. Holly era una niña muy razonable y madura. Al ver que no llegaba, debía haber ido corriendo hasta la casa de los Dudley. La señora Dudley solía cuidar de ella siempre que Zac necesitaba un canguro en la ciudad.

Pero unos minutos después, la señora Dudley se sorprendió al verlo llegar a su casa. Cuando le explicó lo que buscaba, movió la cabeza.

Dudley: Holly no ha venido hoy aquí, Zac.

El hombre se asustó.

Dudley: Probablemente se haya ido a casa de una de sus amigas al ver que no aparecías -dijo alentadora-.

Zac: Eso debe ser -repuso al fin-.

Pero sabía que era poco probable que la niña se fuera así sin permiso.

Dudley: ¿Quieres llamar por teléfono a alguna de ellas?

Zac: Sí, por favor. Gracias -dijo entrando en la casa.

Diez minutos después, había llamado a todas las amigas de Holly y a Maggie, la madre de Drew Selley. No obtuvo respuesta ni en su casa ni en la de él. El pánico empezó a apoderarse de él.

Dudley: Quizá sea mejor llamar a Charlie -sugirió con suavidad-.

Zac asintió sombrío. Charlie era el hijo de ella y también el sheriff de la ciudad.

Zac: Tengo que ir a casa a ver si ha ido allí. Creo que los teléfonos de esa zona no funcionan. Llame a Charlie y dígale que la busque, por favor -se dirigió a la puerta-. Dígale que lleva tejanos, una chaqueta azul y rosa y zapatillas deportivas.

De camino a su casa, le castañeteaban los dientes y sentía un frío intenso que no tenía nada que ver con el tiempo, sino con el miedo que sentía por su hija.

Al entrar en el camino que llevaba a su casa, vio inmediatamente el Honda gris. El coche le resultaba vagamente familiar, pero, en el estado en que se hallaba, no sabía por qué. Apagó el motor del coche, saltó de la camioneta y corrió hacia la casa. La presencia de un coche extraño le puso más ansioso todavía. ¿Estaría Holly herida?

Abrió la puerta delantera con toda la fuerza de que fue capaz y Holly corrió hacia él. Zac la cogió en sus brazos y la estrechó con tanta fuerza que ella protestó.

Zac: ¿Dónde has estado, cariño? Me has dado un susto de muerte al ver que no estabas en la escuela.

Holly lo besó en la mejilla.

Holly: Te he esperado mucho tiempo, papá. Todos los demás se habían ido y, como tú no llegabas, la señorita Hudgens me ha traído a casa.

Zac: Te quiero, muñeca -murmuró acariciándole el cuello-.

Holly: Yo también te quiero -se inclinó y le frotó la nariz con la suya. Luego se echó a reír-. Bájame, papá -suplicó-.

Por primera vez, Zac miró a la mujer sentada en el sofá. Era la profesora del enorme árbol de Navidad. El hombre seguía todavía tenso, así que arremetió contra ella.

Zac: ¿Cómo se atreve a llevarse a una niña de la escuela sin ni siquiera dejarle una nota al padre? ¿Tiene idea de lo que he pasado? Estaba loco de terror pensando que habían secuestrado a mi hija o que había tenido un accidente.

Vanessa se había sentido conmovida al presenciar el encuentro entre padre e hija. Pero en aquel momento se puso en pie furiosa. Se dio cuenta entonces de que era el mismo hombre que le había llevado el árbol la noche anterior y al que había dado una propina por sus servicios. En aquel momento, en lugar de tejanos sucios y botas, llevaba una camisa de vestir a rayas rosas, corbata y pantalones de traje. Además, vivía en una casa elegante y moderna y poseía un negocio en la ciudad. Seguro que se había reído de ella el día anterior.

Pero en aquel momento no se reía. Estaba mojado y tembloroso y parecía desdichado, pero los ojos de Vanessa no expresaban ninguna compasión.

Ness: ¿Y qué me dice de usted? -gritó-. ¿Qué clase de padre podría ser tan descuidado? Podría haberle ocurrido cualquier cosa aun en una ciudad tan pequeña como Hope. Debería dar las gracias de que estuviera yo allí para cuidar de ella y no otra persona. Además, sí le escribí una nota. Holly la pegó en una de las puertas. Tiene que haberla visto.

Zac: No había ninguna nota. Subí hasta la puerta y no había ninguna nota.

Ness: Bueno, pues no sé qué habrá pasado -replicó impaciente-. Nosotras dejamos una.

Zac: Apuesto a que sí -contrarrestó sarcástico-.

Holly: Papá, es cierto. Yo misma la pegué a la puerta.

Zac: Entonces, ¿qué le ha pasado? -dijo mirando todavía a Vanessa-.

Ness: ¿Y yo qué sé? -gritó-. Quizá el viento y la lluvia la hayan arrancado. O quizá la haya quitado algún bromista.

Holly: A lo mejor yo no la pegué bien, papá -dijo llorosa-.

Ness: ¿Ya está contento? -le retó-. Ahora ha hecho llorar a su hija.

Zac le lanzó una mirada asesina, antes de asegurarle a la niña que no estaba enfadado con ella.

Ness: A mí no se me ocurriría llevarme al hijo de alguien sin decir nada. Pero tampoco se me ocurriría marcharme y dejar a una niña pequeña sola en la escuela. Y eran más de las cuatro.

Holly: Por favor, no os peleéis más. Por favor, papá.

Su súplica tuvo el efecto deseado. Los dos adultos la miraron un momento y luego se miraron entre ellos.

Zac: Lo siento. He sido un estúpido. Le agradezco mucho que haya traído a mi hija a casa. Es sólo que…

Vanessa sintió que algo cedía en su interior.

Ness: Lo sé -dijo con gentileza-. Debió llevarse un buen susto al no encontrarla allí. Siento que no haya visto la nota. Hasta que no estábamos a punto de llegar aquí, no me enteré de que tenía usted un despacho en la ciudad. Si no, la hubiera llevado allí antes. Ella ha intentado llamarlo, pero el teléfono no funcionaba.

Zac asintió, ya más calmado.

Zac: Ocurre siempre que llueve mucho. Yo también he intentado llamar aquí.

Holly: ¿Dónde estabas, papá?

Zac: Recibí una llamada justo cuando iba a salir a buscarte y estaba solo en la oficina. No había nadie a quien pudiera enviar a buscarte -miró a Vanessa-. En mi oficina sólo hay una secretaria y un vendedor. Beth está en casa con gripe y Jack se ha tomado el día libre por motivos personales. Intenté acortar la llamada, pero era algo importante y no pude dejarlo plantado. En cuanto colgué el teléfono, corrí a la escuela pero Holly ya no estaba. Empecé a llamar a gente, y cuando vi que no aparecía, me asusté mucho. -Se arrodilló y abrazó de nuevo a su hija-. Pero lo único que importa es que está sana y salva.

Ness: Estoy de acuerdo. Y, puesto que lo está, creo que ya me marcho.

Zac soltó a la niña y se puso en pie.

Zac: Gracias de nuevo por cuidar de ella. Y siento haberme portado tan mal con usted.

Ness: No importa -sonrió-.

El hombre la miró. Era todavía más encantadora de lo que había creído la noche anterior. Aquel día llevaba un vestido rojo que le recordó la Navidad; y le recordó también que tenía un árbol que necesitaba cortar.

Zac: Espere. Por favor, espere a que me cambie de ropa y la seguiré a la ciudad. Todavía llueve mucho, así que no quiero que vaya sola. Si le ocurriera algo en el camino de vuelta, no me lo perdonaría nunca.

Ness: No es necesario.

Zac: Por favor -insistió-. Puesto que el teléfono no funciona, tengo que volver a la ciudad para decirle al sheriff que Holly está a salvo. La están buscando.

Ness: En ese caso, esperaré. No es mala idea viajar acompañados con este tiempo.

Zac: ¿Qué le parece si me llevo mi sierra? -sonrió-. Cuando termine con el sheriff, puedo pasar por su casa y arreglar su árbol de Navidad.

Vanessa se ruborizó al recordar la propina que le había dado la noche anterior.

Ness: No puedo pedirle que haga eso. Supongo que puedo arreglármelas.

Zac: Lo sé. Ya me lo dijo anoche. Pero me gustaría hacerlo. Sería un modo de darle las gracias.

Ness: Pero hace un tiempo horrible.

Zac: ¿Y qué? Trabajaré en su garaje. No tardaré mucho. Es decir, si deja que Holly se quede en la casa con usted mientras yo termino.

Vanessa vaciló un momento.

Ness: ¿Le gusta el chili casero, señor Efron?

Zac: Me encanta, señorita Hudgens -replicó esperanzado-.

Ness: ¿Y a ti, Holly?

La niña asintió con la cabeza.

Ness: Entonces le propongo un trato -miró a Zac-. Usted me corta el árbol y yo preparo la cena. Después, Holly y usted pueden ayudarme a decorar el árbol. Es demasiado grande para mí sola.

Zac sonrió y miró a su hija.

Zac: ¿Qué te parece, preciosa?

Holly: ¡Estupendo!

Ness: Entonces, está decidido. Deje que Holly venga conmigo y podremos ir de compras mientras usted va a ver al sheriff. No tengo adornos suficientes para un árbol tan grande y tengo la impresión de que Holly es una experta en elegir decoraciones.

Zac: Lo es. -Se metió la mano en el bolsillo y le tendió un billete a Vanessa-. Esta es mi contribución al fondo de decoraciones.

La joven se ruborizó aun antes de mirar el billete. Como esperaba, se trataba de los cinco dólares que le había dado el día anterior.

Zac se echó a reír, pero, antes de que ella pudiera decir nada, desapareció escaleras arriba para cambiarse de ropa.

1 comentarios:

PaoVal dijo...

Uffff<3 una cena! ya quiero leer todoo!

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