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viernes, 30 de septiembre de 2016

Capítulo 5


Vanessa tenía tan mal genio como Zac cuando entró en la villa de los Tisdale. Aunque, en realidad, no estaba enfadada. Ni sentía miedo ni rencor. En un par de días, Zac se las había arreglado para hacer algo que Jack no había hecho en todos los meses que habían estado juntos. Le había hecho daño.

Y no lo decía por los moretones que ya casi le habían desaparecido de los brazos. Era un dolor más profundo y que había empezado antes incluso de haberlo conocido. Había empezado en el momento en que Zac había elegido llevar el tipo de vida que llevaba.

No tenía que ver con ella. No tenía que ver con ella, iba repitiéndose una y otra vez. Pero no conseguía serenarse. Cerró de un portazo. Le habría gustado encerrarse inmediatamente en su dormitorio para no soltar ningún ladrido a nadie, pero Derek se lo impidió:

Derek: Vanessa -la llamó-. Ven afuera.

Se forzó a sonreír y salió a la terraza. Amber estaba tomando el sol en una tumbona. La saludó por pura cortesía y Vanessa notó que la tensión se cortaba en el ambiente. Se preguntó si la había llevado ella consigo o si ya estaba de antes.

Derek: Scott está hablando por teléfono -dijo mientras le ofrecía una silla-. Y Ash está solucionando un problemilla doméstico en la cocina.

Ness: ¿Sin intérprete?

Sonrió, empeñada en no dejarse amargar las vacaciones por Zac.

Amber: Es ridículo -hizo un gesto para que Derek le encendiera un pitillo-. Ash debería despedirlo y punto. Los estadounidenses tienen demasiada paciencia con los criados.

Ness: ¿De veras? -preguntó dispuesta a defender el carácter de su amiga y de su país-. No lo sabía.

Amber: No creo que hayas tenido muchos criados.

Derek intervino antes de que Vanessa pudiera contestar.

Derek: Dime, ¿qué te ha parecido la casa de Zac? -preguntó al tiempo que le pedía con la mirada que disculpara la impertinencia de Amber-.

Sus ojos también indicaban algo que Vanessa ya había empezado a sospechar la noche anterior. Estaba enamorada de ella, pensó, y sintió lástima por él.

Ness: Es un lugar maravilloso, como un museo sin organizar. Debe de haber tardado años en juntar todas esas joyas.

Derek: A Zac se le dan bien los negocios -comentó-. Y utiliza sus conocimientos y su posición para quedarse con las mejores piezas.

Ness: Tenía una caja de música suiza -recordó-. Dice que tiene más de cien años. Sonaba el Para Elisa... Mataría por ella -añadió tras exhalar un suspiro, de nuevo relajada-.

Amber: Zac es un hombre generoso si sabes cómo acercarte a él -dijo con una sonrisa afilada como un cuchillo-.

Vanessa se giró y le mantuvo la mirada.

Ness: Es posible -devolvió la atención a Derek-. Esta mañana me he encontrado con el primo de Zac.

Derek: Ah, sí, el poeta estadounidense.

Ness: Dice que se ha recorrido toda esta parte de la isla. Yo también estoy pensando en explorarla. Es una zona muy tranquila. Supongo que por eso me asombró tanto que Scott dijera que había problemas de contrabando.

Derek se limitó a sonreír, pero Amber se puso tensa. Vanessa se dio cuenta de que se había quedado pálida. Sorprendida por tal reacción, la observó atentamente. Era como si tuviese miedo de algo, pensó. Pero ¿de qué? ¿Y por qué?

Derek: Es reprobable. Pero una práctica habitual, tradicional incluso.

Ness: Extraña tradición -murmuró-.

Derek: Tengo entendido que hay muchos policías vigilando esa clase de operaciones. Si no me equivoco, el año pasado murieron cinco hombres en un tiroteo en la costa de Turquía -se encendió un cigarrillo-. Las autoridades confiscaron un buen alijo de opio.

Ness: Qué horror -notó que la palidez de Amber aumentaba-.

Derek: No son más que campesinos y pescadores. Les falta inteligencia para organizar una red de contrabando grande. Se dice que el jefe es brillante e implacable y que va tapado con una máscara cuando interviene en alguna operación. Al parecer, ni siquiera sus compinches saben quién es. Hasta podría ser una mujer. Supongo que esto le da un toque romántico a toda la historia -comentó sonriente. De pronto, Amber se levantó y se marchó de la terraza-. Discúlpala -añadió tras exhalar un suspiro-.

Ness: Parecía molesta.

Derek: Se molesta enseguida -murmuró-.

Ness: Pero tú te preocupas mucho por ella -dijo mirándolo a los ojos. Derek se levantó y fue hacia la barandilla-. Perdona, Derek. No pretendía meterme en tus asuntos.

Derek: No, perdóname tú. Lo que siento por Amber es... complicado. Creía que no se me notaba tanto.

Ness: Lo siento -se disculpó de nuevo-.

Derek: Es caprichosa, mimada -sacudió la cabeza-. ¿Qué es lo que hace que una persona se enamore de otra?

Vanessa desvió la mirada.

Ness: No sé. Ojalá lo supiera.

Derek: Te he puesto triste. No me compadezcas. Antes o después, lo que hay entre Amber y yo se acabará resolviendo. Soy un hombre paciente -volvió a sentarse junto a Vanessa, le agarró las manos y sonrió-. Ahora, hablemos de otra cosa. Tengo que confesarte que me encantan las historias sobre contrabando.

Ness: Sí, es un tema interesante. Decías que nadie sabe quién es el jefe de la organización, ¿no?

Derek: Eso dice la leyenda. Siempre que estoy en Lesbos, sueño con encontrar alguna pista que me permita desenmascararlo.

Vanessa no pudo evitar pensar en Zac.

Ness: Pero el contrabando en sí no parece preocuparte tanto, ¿no?

Derek: Eso es cosa de las autoridades -se encogió de hombros-. A mí lo que me atrae es el misterio. El misterio -repitió entusiasmado-.

Ash: ¡Menos mal!, ¡media hora discutiendo con un cocinero griego! Anda, Derek, dame un cigarro -irrumpió poniendo fin a la conversación sobre el contrabando. Se sentó y se dirigió a Vanessa sonriente-. Bueno, ¿qué?, ¿te ha gustado la casa de Zac?


Franjas rosadas unían el mar y el cielo en el horizonte. El alba despuntaba con una brisa cálida y húmeda. Después de una noche de insomnio, era la mejor forma de empezar el día.

Vanessa paseaba por la orilla oyendo los primeros cantos de los pájaros. Así era como había planeado pasar las vacaciones: caminando por la playa, viendo puestas de sol, relajándose. ¿No era eso lo que su padre y Ash le habían metido en la cabeza?

Que se relajara. Que desconectara unas semanas y se diera un respiro.

Pero ni su padre ni Ash habían contado con Zachary Efron.

Era un enigma de hombre y Vanessa no averiguaba la clave para descifrarlo. Su relación con el contrabando no encajaba con la imagen que tenía de él y Vanessa nunca había podido dejar un puzzle a medias.

Por otra parte, estaba Amber. También ella la intrigaba. La prima de Scott era algo más que una mujer con un carácter enojoso. Transmitía tensión, una inquietud enraizada en su interior. Y Scott sabía a qué se debía, pensó Vanessa. Al menos, en parte. Y, si no se equivocaba, Derek también. Pero ¿de qué se trataba?, ¿ocultaba algo? La reacción de Amber a la charla sobre contrabando había sido totalmente distinta a la de Scott y Derek. Ellos se habían mostrado resignados, hasta parecía divertirlos. Pero Amber se había asustado. ¿Por qué?, ¿acaso era la primera vez que oía hablar del tráfico de opio? No, imposible.

Vanessa sacudió la cabeza. Quería olvidarse de cualquier problema y disfrutar de esa mañana. Aunque sólo fuera durante unas horas quería hacer todo aquello que había ido a hacer a Grecia. Buscaría conchas, decidió de pronto. Se subió los bajos de los vaqueros y se adentró en una cala sin profundidad.

Había por todas partes. En la arena y en el agua. Vanessa se agachó y se llenó los bolsillos de la chaqueta con las mejores.

De pronto, reparó en un cigarrillo negro medio enterrado. De modo que Scott paseaba por ahí, pensó sonriente. Vanessa se imaginó a Ash y a su marido paseando de la mano por la cala.

Al cabo de un rato, ya no le cabían más conchas. Vanessa lamentó no haberse llevado una bolsa, pero se encogió de hombros y empezó a apilarlas para recogerlas más adelante. Cuando volviera a Estados Unidos, las pondría en una fuente, sobre el alféizar. Así, si alguna vez se sentía atrapada dentro de casa un día frío y lluvioso, le bastaría mirarlas para acordarse del sol de Grecia.

Había decenas de gaviotas. Sobrevolaban dando vueltas a su alrededor y chillando, pero a Vanessa le parecían las compañeras perfectas para una mañana solitaria. Poco a poco, fue recuperando la sensación de paz interior que había experimentado tan fugazmente la primera noche que había bajado a la playa, bajo la luz de la luna.

La recolección de conchas la había alejado un buen tramo de la playa. De pronto, vio la entrada de una cueva y sonrió. No era grande, estaba casi escondida, pero Vanessa pensó que merecía la pena explorarla. Entonces cayó en la cuenta de que sus vaqueros eran de color blanco y decidió limitarse a asomar la cabeza y volver en otra ocasión. Avanzó, dejando que el agua le acariciara los gemelos. Se agachó a recoger otra concha. Miró hacia la cueva y, de repente, se le heló la sangre.

Una cara pálida brillaba en el agua. Vanessa quiso gritar, pero no le salió la voz. Estaba muerta de miedo. Nunca había visto un muerto tan de cerca. Retrocedió unos pasos con torpeza, tropezó con una roca y estuvo a punto de caerse. Consiguió recuperar el equilibrio, pero sintió que la cabeza le daba vueltas. No, pensó espantada. No podía desmayarse allí, con aquel cadáver a menos de un metro. Se dio la vuelta y salió corriendo.

Fue corriendo, trastabillando sobre la arena y las rocas, sin más pensamiento en la cabeza que alejarse de allí. Por fin dejó atrás la cala, pero nada más salir de la playa, unas manos la sujetaron con fuerza. Vanessa se revolvió, aterrada por la mera idea de que el cadáver se hubiese levantado y hubiese ido tras ella.

**: ¡Para!, ¡maldita sea! Acabaré haciéndote daño otra vez, Vanessa. ¿Se puede saber qué pasa?

La estaban agitando por los hombros. Poco a poco, una voz familiar penetró el velo de confusión que la aturdía. Levantó la cabeza y vio el rostro de Zac.

Zac: ¿Zachary? -dijo casi sin voz. Volvió a marearse, sintió ganas de vomitar y se dejó caer sobre él. Le temblaba el cuerpo entero, pero sabía que estaba a salvo-. Zachary -repitió, como si el mero hecho de pronunciar su nombre pudiese protegerla-.

Zac la agarró con firmeza para evitar que se cayera al suelo. Estaba pálida, horrorizada. En cualquier momento podía desmayarse o ponerse a gritar, presa de un ataque de histeria.

Zac: ¿Qué ha pasado? -preguntó en un tono que exigía una respuesta-.

Vanessa abrió la boca, pero descubrió que sólo podía mover la cabeza. Cerró los ojos, como tratando de bloquear lo que había visto. Todavía no había recuperado el aliento. Pero ya no corría peligro, se dijo entre sollozos. Zac la defendería.

Zac: Tranquilízate y dime qué ha pasado -insistió-.

Ness: No puedo -se acurrucó contra el pecho de Zac, pero éste la apartó con brusquedad-.

Zac: Te digo que me expliques qué te ha pasado -dijo con frialdad-.

Sorprendida por el tono de Zac, abrió los ojos y volvió a intentar hablar; pero oyó unos pasos y se apretó contra él de un respingo.

**: Hola, ¿interrumpo?

Vanessa reconoció la voz alegre de Andrew a sus espaldas, pero no se giró a mirar. No podía parar de temblar.

¿Por qué estaba enfadado con ella?, ¿por qué no la ayudaba?, se preguntó Vanessa mientras trataba de respirar con normalidad. Dios, necesitaba que Zac la ayudase.

Andrew: ¿Pasa algo? -preguntó con una mezcla de preocupación y curiosidad al ver la expresión sombría de Zac-.

Zac: No estoy seguro. Me he encontrado con Vanessa. Estaba corriendo como si la vida le fuese en ello, pero no he conseguido que me diga nada. Venga, cuéntamelo -añadió, dirigiéndose a ella-.

Ness: Allí... -arrancó-. En la cueva... Zachary, por favor -finalizó, incapaz de articular dos frases seguidas-.

Zac: Echaré un vistazo.

Ness: ¡No te vayas, por favor! -exclamó desesperada. Hizo ademán de agarrarlo, pero Zac la esquivó y la lanzó en brazos de Andrew-.

Zac: ¡Maldita sea!, ¡haz que se calme! -gruñó justo antes de echar a andar-.

Ness: ¡Zachary! -trató de desembarazarse de Andrew, pero no lo consiguió-.

Se llevó una mano a la boca para no volver a llamarlo. Zac no se molestó en mirar hacia atrás en ningún momento.

La estaban abrazando. Pero no eran los brazos de Zac.

Andrew: Vamos, ya pasó -le dijo al tiempo que le acariciaba el pelo-. Fantaseaba con abrazarte, pero no en estas circunstancias.

Ness: Andrew... -murmuró-. Ha sido horrible -añadió justo antes de romper a llorar-.

Andrew: Cuéntame qué ha pasado. Dilo rápido. Así te será más fácil -dijo con suavidad sin dejar de acariciarle el pelo-.

Ness: Hay un muerto en la entrada de la cueva -explicó después de exhalar un suspiro tembloroso-.

Andrew: ¡Un muerto! -le dio la vuelta para mirarla a los ojos-. ¡Dios!, ¿estás segura?

Ness: Sí, sí, lo he visto. Estaba... -se cubrió la cara con las manos hasta que calculó que podía seguir hablando-.

Andrew: Tranquila, no te apures -la serenó-. Deja que salga.

Ness: Estaba recogiendo conchas en la playa. Vi la cueva, Fui a echar un vistazo y... -sintió un escalono-. Entonces vi la cara, debajo del agua.

Andrew: Dios -la abrazó de nuevo y la apretó con fuerza contra el pecho-.

No dijo nada más, pero le dio todo el apoyo y cariño que necesitaba.

Zac regresaba a paso ligero. Frunció el ceño al ver a Vanessa entre los brazos de su primo.

Zac: Andrew, llévate a Vanessa a la villa de los Tisdale y llama a las autoridades. Un hombre ha tenido un accidente mortal.

Andrew: Sí, ya me lo ha dicho -contestó asintiendo con la cabeza-. Ya es mala suerte que lo haya descubierto ella. ¿Vienes con nosotros?

Zac miró a Vanessa al tiempo que ésta se giraba hacia él. Odió la expresión que vio en su cara: el miedo, el dolor. Vanessa no lo perdonaría con facilidad después de aquello.

Zac: No, me quedaré para asegurarme de que nadie más se lo encuentra. Vanessa... -le tocó los hombros y sintió que se detestaba. Ella no respondió. Había dejado de llorar y tenía los ojos perdidos, sin vida-. Estarás bien. Andrew te llevará a casa.

Sin decir palabra, Vanessa se dio la vuelta.

Zac: Cuida de ella -le ordenó a Andrew-.

Andrew: Seguro -murmuró sorprendido por el tono imperativo de su primo-. Vamos, Vanessa, apóyate en mí.

Zac los miró subir las escaleras de la playa. Cuando los perdió de vista, regresó a vigilar el cadáver.


Sentada en el salón, trataba de anestesiar el miedo con el mejor coñac de Scott. Vanessa examinó al capitán Trípolos, del departamento de policía de Mitilini. Era bajo, más grueso que delgado, sin que pudiera llegar a considerárselo gordo. De cabello gris y escaso, se peinaba de modo que se disimulase su alopecia. Tenía ojos oscuros y penetrantes. A pesar del aturdimiento por el susto y el coñac, Vanessa comprendió que estaba ante un hombre con la tenacidad de un bulldog.

**: Señorita Hudgens -dijo el capitán, dirigiéndose a Vanessa en inglés-. Espero que lo entienda: tengo que hacerle unas preguntas.

Andrew: ¿No puede esperar? -estaba sentado en el sofá junto a Vanessa-. Ha sido una experiencia muy desagradable para la señorita Hudgens -añadió al tiempo que le rodeaba los hombros con un brazo-.

Ness: No, Andrew, no importa -puso una mano encima de la izquierda de él-. Cuanto antes acabemos, mejor. Entiendo que es su trabajo, capitán. Le diré todo lo que pueda —añadió mirándolo con una determinación admirable para el capitán.

Capitán: Gracias -chupó el extremo de su lápiz, se sentó en una silla y sonrió-. Quizá pueda empezar contándome qué ha hecho exactamente desde que se levantó esta mañana.

Vanessa empezó a hacer recuento de la mañana con tanta concisión como pudo. Hablaba mecánicamente, con las manos muertas sobre el regazo. Aunque la voz le tembló en un par de ocasiones, Trípolos observó que no dejaba de mirarlo a los ojos. Era fuerte, decidió, aliviado por no verse en la embarazosa situación de consolar a una mujer llorando o en pleno ataque de histeria.

Ness: Entonces lo vi en el agua -aceptó agradecida la mano de Andrew-. Salí corriendo.

Capitán: Se ha levantado muy temprano -comentó-. ¿Suele madrugar tanto?

Ness: No, pero me desperté y me entraron ganas de pasear por la playa.

Capitán: ¿Vio a alguien?

Ness: No -sintió un escalofrío, pero mantuvo la mirada firme, ganándose un poco más la admiración de Trípolos-. Hasta que encontré a Zachary y Andrew.

Capitán: ¿Zachary? Ah, el señor Efron -miró hacia Zac, acomodado en un segundo sofá con Scott y Ash-. ¿Había visto antes al... difunto?

Ness: No -apretó la mano al recordar la cara pálida del muerto. Sacó fuerzas de flaqueza y se obligó a continuar-. Sólo llevo unos días aquí y apenas me he alejado de la villa.

Capitán: ¿Viene de visita?

Ness: Sí.

Capitán: Lamento que un asesinato le haya estropeado las vacaciones -murmuró con simpatía-.

Ness: ¿Asesinato? -repitió. La palabra resonó dentro de su cabeza mientras observaba los ojos calmados del capitán-. Yo creía... ¿no ha sido un accidente?

Capian: No, apuñalaron a la víctima... por la espalda -contestó tras bajar la vista hacia el cuaderno de notas-. Espero no tener que molestarla más. ¿Encontró muchas conchas, señorita Hudgens? -añadió justo antes de levantarse y hacer una reverencia sobre la mano extendida de Vanessa-.

Ness: Sí... bastantes -dijo y sintió necesidad de meter la mano en el bolsillo de la chaqueta para sacar algunas-. Me parecían... preciosas.

Capitán: Sí -sonrió y se dirigió a continuación a los demás-. Me temo que tendremos que interrogar a todas las personas de la zona para saber qué han hecho entre la noche de ayer y esta mañana. Detendremos al responsable. Si alguno de ustedes recuerda algún incidente que pueda ayudar a zanjar la cuestión... -añadió al tiempo que se guardaba el lápiz y el cuaderno-.

¿Zanjar la cuestión?, pensó Vanessa al borde de un ataque de nervios. Zanjar la cuestión. ¡Pero había muerto un hombre! Estaba soñando. Tenía que estar soñando.

Andrew: Tranquila -le susurró al oído-. Toma otro trago -añadió al tiempo que le acercaba el coñac a los labios-.

Scott: Cooperaremos en todo lo que podamos, capitán -afirmó justo antes de ponerse de pie-. Para nosotros, no es agradable que una cosa así ocurra tan cerca de nuestras casas. Lamentamos especialmente que haya sido una invitada nuestra quien haya tenido la mala suerte de encontrar el cadáver.

Capitán: Lo entiendo -asintió con la cabeza y se frotó la barbilla con una mano-. Será menos caótico si hablo con ustedes de uno en uno. ¿Podemos utilizar el despacho?

Scott: Lo acompaño -apuntó hacia una puerta-. Puede empezar conmigo si quiere.

Capitán: Gracias -inclinó la cabeza ligeramente, como despidiéndose del resto de los presentes, y se marchó junto a Scott-.

Vanessa observó su andar lento y comedido. Perseguiría a un hombre hasta la tumba, pensó, y se tragó el resto del coñac temblorosa.

Ash: Necesito una copa -dijo yendo hacia el mueble bar-. Doble. ¿Alguien más?

Zac deslizó la mirada fugazmente sobre Vanessa.

Zac: Ponme lo mismo que tú -dijo y señaló con un dedo hacia la copa de Vanessa, para que Ash volviera a llenársela-.

Amber: No sé por qué tiene que interrogarnos -se acercó al mueble bar también, demasiado impaciente para esperar a que Ash le sirviera-. No tiene sentido. Scott debería haberse negado. Tiene influencia de sobra para evitar todo esto -añadió mientras se echaba algo fuerte en una copa alta y se bebía la mitad de un trago-.

Ash: No hay razón para que Scott evite nada -entregó una copa a Zac antes de echar otro chorro generoso en la de Vanessa-. No tenemos nada que ocultar. ¿Qué te pongo, Derek?

Amber: ¿Ocultar?, ¿quién ha dicho nada de ocultar? -replicó, dando vueltas por la habitación-. Simplemente, no quiero contestar un montón de estúpidas preguntas porque ella haya sido tan tonta de encontrarse a un hombre muerto -añadió apuntando hacia Vanessa-.

Derek: Licor de anís -contestó antes de que Ash fulminase a Amber con alguna respuesta-. No creo que se le pueda echar la culpa a Vanessa de nada, Amber. Nos habrían interrogado aunque lo hubiese encontrado otra persona. La peor parada es ella, que ha descubierto el cadáver además de tener que responder al capitán. Gracias, Ash -dijo cuando ésta le dio su copa-.

Amber: No puedo quedarme en casa -murmuró sin parar de dar vueltas por la habitación, nerviosa como un dedo sobre un gatillo-. Zac, dame una vuelta en lancha -le pidió mientras se paraba y se sentaba sobre el brazo del sofá en el que él estaba sentado-.

Zac: No tengo tiempo. Tengo que ocuparme de unos papeles en casa cuando termine aquí -dio un sorbo a su copa y apretó ligeramente la mano de Amber-.

Luego miró a Vanessa, la cual lo miraba con expresión de condena. ¡Maldita fuese! No tenía derecho a hacerlo sentirse culpable por hacer lo que tenía que hacer.

Amber: Por favor, Zacky -insistió, acariciándole el brazo-. Me volveré loca si hoy me quedo aquí quieta. Necesito distraerme en el mar, aunque sólo sea un par de horas.

Zac suspiró, rendido, mientras renegaba para sus adentros por tener que soportar una correa demasiado larga y fuerte, que se veía incapaz de romper. Tenía motivos para acceder y no podía dejar que la mirada atónita de Vanessa cambiase el rumbo que ya había emprendido.

Zac: De acuerdo, esta tarde.

Amber sonrió y dio otro trago a su copa.

El interrogatorio se eternizaba. Ash salió cuando Scott volvió a entrar. Y la espera continuó. Las conversaciones avanzaban entre tirones y frenazos, desarrolladas en voz baja. Cuando Andrew se marchó a llamar por teléfono, Zac se acercó a Vanessa, en aquel momento junto a la ventana.

Zac: Quiero hablar contigo -dijo con voz queda pero firme-.

Fue a agarrarle una mano, pero ella se escabulló.

Ness: Yo no quiero hablar contigo.

Zac se metió las manos en los bolsillos adrede. Seguía pálida. El coñac la había serenado, pero no había conseguido devolverle el color a sus mejillas.

Zac: Es necesario, Vanessa. Ahora mismo no puedo explicártelo.

Ness: Problema tuyo.

Zac: Cuando el capitán termine, saldremos a dar una vuelta. Necesitas airearte un rato.

Ness: No pienso ir a ningún lado contigo. No me digas lo que necesito ahora -contestó entre dientes-. Te necesitaba antes.

Zac: Maldita sea, Vanessa -gruñó. Vanessa desvió la mirada hacia el jardín de Ash. Algunas de las rosas, pensó sin entusiasmo, habían florecido. Zac apretó los puños dentro de los bolsillos-. ¿Crees que no sé que me necesitabas? Lo sabía. Claro que lo sabía. Pero no podía ayudarte... en ese momento no. No me hagas esto más difícil de lo que ya lo es.

Vanessa se giró y respondió con frialdad:

Ness: No tengo intención de hacerte nada difícil -dijo en tono solemne-. De hecho, no quiero hacer absolutamente nada contigo. No quiero nada de ti.

Zac: Vanessa... -insistió y algo en sus ojos amenazó con romper la determinación de Vanessa. Una disculpa, un lamento, una súplica de comprensión inesperada-. Por favor, necesito...

Ness: Me da igual qué necesites -atajó antes de flaquear-. Aléjate de mí. No vuelvas a acercarte.

Zac: Esta noche... -arrancó, pero la mirada basilisca de ella lo detuvo-.

Ness: No te acerques -repitió-.

Luego se dio la vuelta y cruzó la pieza para sentarse junto a Derek.

Vanessa tenía tan mal genio como Zac cuando entró en la villa de los Tisdale. Aunque, en realidad, no estaba enfadada. Ni sentía miedo ni rencor. En un par de días, Zac se las había arreglado para hacer algo que Jack no había hecho en todos los meses que habían estado juntos. Le había hecho daño.

Y no lo decía por los moretones que ya casi le habían desaparecido de los brazos. Era un dolor más profundo y que había empezado antes incluso de haberlo conocido. Había empezado en el momento en que Zac había elegido llevar el tipo de vida que llevaba.

No tenía que ver con ella. No tenía que ver con ella, iba repitiéndose una y otra vez. Pero no conseguía serenarse. Cerró de un portazo. Le habría gustado encerrarse inmediatamente en su dormitorio para no soltar ningún ladrido a nadie, pero Derek se lo impidió:

Derek: Vanessa -la llamó-. Ven afuera.

Se forzó a sonreír y salió a la terraza. Amber estaba tomando el sol en una tumbona. La saludó por pura cortesía y Vanessa notó que la tensión se cortaba en el ambiente. Se preguntó si la había llevado ella consigo o si ya estaba de antes.

Derek: Scott está hablando por teléfono -dijo mientras le ofrecía una silla-. Y Ash está solucionando un problemilla doméstico en la cocina.

Ness: ¿Sin intérprete?

Sonrió, empeñada en no dejarse amargar las vacaciones por Zac.

Amber: Es ridículo -hizo un gesto para que Derek le encendiera un pitillo-. Ash debería despedirlo y punto. Los estadounidenses tienen demasiada paciencia con los criados.

Ness: ¿De veras? -preguntó dispuesta a defender el carácter de su amiga y de su país-. No lo sabía.

Amber: No creo que hayas tenido muchos criados.

Derek intervino antes de que Vanessa pudiera contestar.

Derek: Dime, ¿qué te ha parecido la casa de Zac? -preguntó al tiempo que le pedía con la mirada que disculpara la impertinencia de Amber-.

Sus ojos también indicaban algo que Vanessa ya había empezado a sospechar la noche anterior. Estaba enamorada de ella, pensó, y sintió lástima por él.

Ness: Es un lugar maravilloso, como un museo sin organizar. Debe de haber tardado años en juntar todas esas joyas.

Derek: A Zac se le dan bien los negocios -comentó-. Y utiliza sus conocimientos y su posición para quedarse con las mejores piezas.

Ness: Tenía una caja de música suiza -recordó-. Dice que tiene más de cien años. Sonaba el Para Elisa... Mataría por ella -añadió tras exhalar un suspiro, de nuevo relajada-.

Amber: Zac es un hombre generoso si sabes cómo acercarte a él -dijo con una sonrisa afilada como un cuchillo-.

Vanessa se giró y le mantuvo la mirada.

Ness: Es posible -devolvió la atención a Derek-. Esta mañana me he encontrado con el primo de Zac.

Derek: Ah, sí, el poeta estadounidense.

Ness: Dice que se ha recorrido toda esta parte de la isla. Yo también estoy pensando en explorarla. Es una zona muy tranquila. Supongo que por eso me asombró tanto que Scott dijera que había problemas de contrabando.

Derek se limitó a sonreír, pero Amber se puso tensa. Vanessa se dio cuenta de que se había quedado pálida. Sorprendida por tal reacción, la observó atentamente. Era como si tuviese miedo de algo, pensó. Pero ¿de qué? ¿Y por qué?

Derek: Es reprobable. Pero una práctica habitual, tradicional incluso.

Ness: Extraña tradición -murmuró-.

Derek: Tengo entendido que hay muchos policías vigilando esa clase de operaciones. Si no me equivoco, el año pasado murieron cinco hombres en un tiroteo en la costa de Turquía -se encendió un cigarrillo-. Las autoridades confiscaron un buen alijo de opio.

Ness: Qué horror -notó que la palidez de Amber aumentaba-.

Derek: No son más que campesinos y pescadores. Les falta inteligencia para organizar una red de contrabando grande. Se dice que el jefe es brillante e implacable y que va tapado con una máscara cuando interviene en alguna operación. Al parecer, ni siquiera sus compinches saben quién es. Hasta podría ser una mujer. Supongo que esto le da un toque romántico a toda la historia -comentó sonriente. De pronto, Amber se levantó y se marchó de la terraza-. Discúlpala -añadió tras exhalar un suspiro-.

Ness: Parecía molesta.

Derek: Se molesta enseguida -murmuró-.

Ness: Pero tú te preocupas mucho por ella -dijo mirándolo a los ojos. Derek se levantó y fue hacia la barandilla-. Perdona, Derek. No pretendía meterme en tus asuntos.

Derek: No, perdóname tú. Lo que siento por Amber es... complicado. Creía que no se me notaba tanto.

Ness: Lo siento -se disculpó de nuevo-.

Derek: Es caprichosa, mimada -sacudió la cabeza-. ¿Qué es lo que hace que una persona se enamore de otra?

Vanessa desvió la mirada.

Ness: No sé. Ojalá lo supiera.

Derek: Te he puesto triste. No me compadezcas. Antes o después, lo que hay entre Amber y yo se acabará resolviendo. Soy un hombre paciente -volvió a sentarse junto a Vanessa, le agarró las manos y sonrió-. Ahora, hablemos de otra cosa. Tengo que confesarte que me encantan las historias sobre contrabando.

Ness: Sí, es un tema interesante. Decías que nadie sabe quién es el jefe de la organización, ¿no?

Derek: Eso dice la leyenda. Siempre que estoy en Lesbos, sueño con encontrar alguna pista que me permita desenmascararlo. 

Vanessa no pudo evitar pensar en Zac.

Ness: Pero el contrabando en sí no parece preocuparte tanto, ¿no?

Derek: Eso es cosa de las autoridades -se encogió de hombros-. A mí lo que me atrae es el misterio. El misterio -repitió entusiasmado-.

Ash: ¡Menos mal!, ¡media hora discutiendo con un cocinero griego! Anda, Derek, dame un cigarro -irrumpió poniendo fin a la conversación sobre el contrabando. Se sentó y se dirigió a Vanessa sonriente-. Bueno, ¿qué?, ¿te ha gustado la casa de Zac?


Franjas rosadas unían el mar y el cielo en el horizonte. El alba despuntaba con una brisa cálida y húmeda. Después de una noche de insomnio, era la mejor forma de empezar el día.

Vanessa paseaba por la orilla oyendo los primeros cantos de los pájaros. Así era como había planeado pasar las vacaciones: caminando por la playa, viendo puestas de sol, relajándose. ¿No era eso lo que su padre y Ash le habían metido en la cabeza?

Que se relajara. Que desconectara unas semanas y se diera un respiro.

Pero ni su padre ni Ash habían contado con Zachary Efron.

Era un enigma de hombre y Vanessa no averiguaba la clave para descifrarlo. Su relación con el contrabando no encajaba con la imagen que tenía de él y Vanessa nunca había podido dejar un puzzle a medias.

Por otra parte, estaba Amber. También ella la intrigaba. La prima de Scott era algo más que una mujer con un carácter enojoso. Transmitía tensión, una inquietud enraizada en su interior. Y Scott sabía a qué se debía, pensó Vanessa. Al menos, en parte. Y, si no se equivocaba, Derek también. Pero ¿de qué se trataba?, ¿ocultaba algo? La reacción de Amber a la charla sobre contrabando había sido totalmente distinta a la de Scott y Derek. Ellos se habían mostrado resignados, hasta parecía divertirlos. Pero Amber se había asustado. ¿Por qué?, ¿acaso era la primera vez que oía hablar del tráfico de opio? No, imposible.

Vanessa sacudió la cabeza. Quería olvidarse de cualquier problema y disfrutar de esa mañana. Aunque sólo fuera durante unas horas quería hacer todo aquello que había ido a hacer a Grecia. Buscaría conchas, decidió de pronto. Se subió los bajos de los vaqueros y se adentró en una cala sin profundidad.

Había por todas partes. En la arena y en el agua. Vanessa se agachó y se llenó los bolsillos de la chaqueta con las mejores.

De pronto, reparó en un cigarrillo negro medio enterrado. De modo que Scott paseaba por ahí, pensó sonriente. Vanessa se imaginó a Ash y a su marido paseando de la mano por la cala.

Al cabo de un rato, ya no le cabían más conchas. Vanessa lamentó no haberse llevado una bolsa, pero se encogió de hombros y empezó a apilarlas para recogerlas más adelante. Cuando volviera a Estados Unidos, las pondría en una fuente, sobre el alféizar. Así, si alguna vez se sentía atrapada dentro de casa un día frío y lluvioso, le bastaría mirarlas para acordarse del sol de Grecia.

Había decenas de gaviotas. Sobrevolaban dando vueltas a su alrededor y chillando, pero a Vanessa le parecían las compañeras perfectas para una mañana solitaria. Poco a poco, fue recuperando la sensación de paz interior que había experimentado tan fugazmente la primera noche que había bajado a la playa, bajo la luz de la luna.

La recolección de conchas la había alejado un buen tramo de la playa. De pronto, vio la entrada de una cueva y sonrió. No era grande, estaba casi escondida, pero Vanessa pensó que merecía la pena explorarla. Entonces cayó en la cuenta de que sus vaqueros eran de color blanco y decidió limitarse a asomar la cabeza y volver en otra ocasión. Avanzó, dejando que el agua le acariciara los gemelos. Se agachó a recoger otra concha. Miró hacia la cueva y, de repente, se le heló la sangre.

Una cara pálida brillaba en el agua. Vanessa quiso gritar, pero no le salió la voz. Estaba muerta de miedo. Nunca había visto un muerto tan de cerca. Retrocedió unos pasos con torpeza, tropezó con una roca y estuvo a punto de caerse. Consiguió recuperar el equilibrio, pero sintió que la cabeza le daba vueltas. No, pensó espantada. No podía desmayarse allí, con aquel cadáver a menos de un metro. Se dio la vuelta y salió corriendo.

Fue corriendo, trastabillando sobre la arena y las rocas, sin más pensamiento en la cabeza que alejarse de allí. Por fin dejó atrás la cala, pero nada más salir de la playa, unas manos la sujetaron con fuerza. Vanessa se revolvió, aterrada por la mera idea de que el cadáver se hubiese levantado y hubiese ido tras ella.

**: ¡Para!, ¡maldita sea! Acabaré haciéndote daño otra vez, Vanessa. ¿Se puede saber qué pasa?

La estaban agitando por los hombros. Poco a poco, una voz familiar penetró el velo de confusión que la aturdía. Levantó la cabeza y vio el rostro de Zac.

Zac: ¿Zachary? -dijo casi sin voz. Volvió a marearse, sintió ganas de vomitar y se dejó caer sobre él. Le temblaba el cuerpo entero, pero sabía que estaba a salvo-. Zachary -repitió, como si el mero hecho de pronunciar su nombre pudiese protegerla-.

Zac la agarró con firmeza para evitar que se cayera al suelo. Estaba pálida, horrorizada. En cualquier momento podía desmayarse o ponerse a gritar, presa de un ataque de histeria.

Zac: ¿Qué ha pasado? -preguntó en un tono que exigía una respuesta-.

Vanessa abrió la boca, pero descubrió que sólo podía mover la cabeza. Cerró los ojos, como tratando de bloquear lo que había visto. Todavía no había recuperado el aliento. Pero ya no corría peligro, se dijo entre sollozos. Zac la defendería.

Zac: Tranquilízate y dime qué ha pasado -insistió-.

Ness: No puedo -se acurrucó contra el pecho de Zac, pero éste la apartó con brusquedad-.

Zac: Te digo que me expliques qué te ha pasado -dijo con frialdad-.

Sorprendida por el tono de Zac, abrió los ojos y volvió a intentar hablar; pero oyó unos pasos y se apretó contra él de un respingo.

**: Hola, ¿interrumpo?

Vanessa reconoció la voz alegre de Andrew a sus espaldas, pero no se giró a mirar. No podía parar de temblar.

¿Por qué estaba enfadado con ella?, ¿por qué no la ayudaba?, se preguntó Vanessa mientras trataba de respirar con normalidad. Dios, necesitaba que Zac la ayudase.

Andrew: ¿Pasa algo? -preguntó con una mezcla de preocupación y curiosidad al ver la expresión sombría de Zac-.

Zac: No estoy seguro. Me he encontrado con Vanessa. Estaba corriendo como si la vida le fuese en ello, pero no he conseguido que me diga nada. Venga, cuéntamelo -añadió, dirigiéndose a ella-.

Ness: Allí... -arrancó-. En la cueva... Zachary, por favor -finalizó, incapaz de articular dos frases seguidas-.

Zac: Echaré un vistazo.

Ness: ¡No te vayas, por favor! -exclamó desesperada. Hizo ademán de agarrarlo, pero Zac la esquivó y la lanzó en brazos de Andrew-.

Zac: ¡Maldita sea!, ¡haz que se calme! -gruñó justo antes de echar a andar-.

Ness: ¡Zachary! -trató de desembarazarse de Andrew, pero no lo consiguió-.

Se llevó una mano a la boca para no volver a llamarlo. Zac no se molestó en mirar hacia atrás en ningún momento.

La estaban abrazando. Pero no eran los brazos de Zac.

Andrew: Vamos, ya pasó -le dijo al tiempo que le acariciaba el pelo-. Fantaseaba con abrazarte, pero no en estas circunstancias.

Ness: Andrew... -murmuró-. Ha sido horrible -añadió justo antes de romper a llorar-.

Andrew: Cuéntame qué ha pasado. Dilo rápido. Así te será más fácil -dijo con suavidad sin dejar de acariciarle el pelo-.

Ness: Hay un muerto en la entrada de la cueva -explicó después de exhalar un suspiro tembloroso-.

Andrew: ¡Un muerto! -le dio la vuelta para mirarla a los ojos-. ¡Dios!, ¿estás segura?

Ness: Sí, sí, lo he visto. Estaba... -se cubrió la cara con las manos hasta que calculó que podía seguir hablando-.

Andrew: Tranquila, no te apures -la serenó-. Deja que salga.

Ness: Estaba recogiendo conchas en la playa. Vi la cueva, Fui a echar un vistazo y... -sintió un escalono-. Entonces vi la cara, debajo del agua.

Andrew: Dios -la abrazó de nuevo y la apretó con fuerza contra el pecho-.

No dijo nada más, pero le dio todo el apoyo y cariño que necesitaba.

Zac regresaba a paso ligero. Frunció el ceño al ver a Vanessa entre los brazos de su primo.

Zac: Andrew, llévate a Vanessa a la villa de los Tisdale y llama a las autoridades. Un hombre ha tenido un accidente mortal.

Andrew: Sí, ya me lo ha dicho -contestó asintiendo con la cabeza-. Ya es mala suerte que lo haya descubierto ella. ¿Vienes con nosotros?

Zac miró a Vanessa al tiempo que ésta se giraba hacia él. Odió la expresión que vio en su cara: el miedo, el dolor. Vanessa no lo perdonaría con facilidad después de aquello.

Zac: No, me quedaré para asegurarme de que nadie más se lo encuentra. Vanessa... -le tocó los hombros y sintió que se detestaba. Ella no respondió. Había dejado de llorar y tenía los ojos perdidos, sin vida-. Estarás bien. Andrew te llevará a casa.

Sin decir palabra, Vanessa se dio la vuelta.

Zac: Cuida de ella -le ordenó a Andrew-.

Andrew: Seguro -murmuró sorprendido por el tono imperativo de su primo-. Vamos, Vanessa, apóyate en mí.

Zac los miró subir las escaleras de la playa. Cuando los perdió de vista, regresó a vigilar el cadáver.


Sentada en el salón, trataba de anestesiar el miedo con el mejor coñac de Scott. Vanessa examinó al capitán Trípolos, del departamento de policía de Mitilini. Era bajo, más grueso que delgado, sin que pudiera llegar a considerárselo gordo. De cabello gris y escaso, se peinaba de modo que se disimulase su alopecia. Tenía ojos oscuros y penetrantes. A pesar del aturdimiento por el susto y el coñac, Vanessa comprendió que estaba ante un hombre con la tenacidad de un bulldog.

**: Señorita Hudgens -dijo el capitán, dirigiéndose a Vanessa en inglés-. Espero que lo entienda: tengo que hacerle unas preguntas.

Andrew: ¿No puede esperar? -estaba sentado en el sofá junto a Vanessa-. Ha sido una experiencia muy desagradable para la señorita Hudgens -añadió al tiempo que le rodeaba los hombros con un brazo-.

Ness: No, Andrew, no importa -puso una mano encima de la izquierda de él-. Cuanto antes acabemos, mejor. Entiendo que es su trabajo, capitán. Le diré todo lo que pueda —añadió mirándolo con una determinación admirable para el capitán.

Capitán: Gracias -chupó el extremo de su lápiz, se sentó en una silla y sonrió-. Quizá pueda empezar contándome qué ha hecho exactamente desde que se levantó esta mañana.

Vanessa empezó a hacer recuento de la mañana con tanta concisión como pudo. Hablaba mecánicamente, con las manos muertas sobre el regazo. Aunque la voz le tembló en un par de ocasiones, Trípolos observó que no dejaba de mirarlo a los ojos. Era fuerte, decidió, aliviado por no verse en la embarazosa situación de consolar a una mujer llorando o en pleno ataque de histeria.

Ness: Entonces lo vi en el agua -aceptó agradecida la mano de Andrew-. Salí corriendo.

Capitán: Se ha levantado muy temprano -comentó-. ¿Suele madrugar tanto?

Ness: No, pero me desperté y me entraron ganas de pasear por la playa.

Capitán: ¿Vio a alguien?

Ness: No -sintió un escalofrío, pero mantuvo la mirada firme, ganándose un poco más la admiración de Trípolos-. Hasta que encontré a Zachary y Andrew.

Capitán: ¿Zachary? Ah, el señor Efron -miró hacia Zac, acomodado en un segundo sofá con Scott y Ash-. ¿Había visto antes al... difunto?

Ness: No -apretó la mano al recordar la cara pálida del muerto. Sacó fuerzas de flaqueza y se obligó a continuar-. Sólo llevo unos días aquí y apenas me he alejado de la villa.

Capitán: ¿Viene de visita?

Ness: Sí.

Capitán: Lamento que un asesinato le haya estropeado las vacaciones -murmuró con simpatía-.

Ness: ¿Asesinato? -repitió. La palabra resonó dentro de su cabeza mientras observaba los ojos calmados del capitán-. Yo creía... ¿no ha sido un accidente?

Capian: No, apuñalaron a la víctima... por la espalda -contestó tras bajar la vista hacia el cuaderno de notas-. Espero no tener que molestarla más. ¿Encontró muchas conchas, señorita Hudgens? -añadió justo antes de levantarse y hacer una reverencia sobre la mano extendida de Vanessa-.

Ness: Sí... bastantes -dijo y sintió necesidad de meter la mano en el bolsillo de la chaqueta para sacar algunas-. Me parecían... preciosas.

Capitán: Sí -sonrió y se dirigió a continuación a los demás-. Me temo que tendremos que interrogar a todas las personas de la zona para saber qué han hecho entre la noche de ayer y esta mañana. Detendremos al responsable. Si alguno de ustedes recuerda algún incidente que pueda ayudar a zanjar la cuestión... -añadió al tiempo que se guardaba el lápiz y el cuaderno-.

¿Zanjar la cuestión?, pensó Vanessa al borde de un ataque de nervios. Zanjar la cuestión. ¡Pero había muerto un hombre! Estaba soñando. Tenía que estar soñando.

Andrew: Tranquila -le susurró al oído-. Toma otro trago -añadió al tiempo que le acercaba el coñac a los labios-.

Scott: Cooperaremos en todo lo que podamos, capitán -afirmó justo antes de ponerse de pie-. Para nosotros, no es agradable que una cosa así ocurra tan cerca de nuestras casas. Lamentamos especialmente que haya sido una invitada nuestra quien haya tenido la mala suerte de encontrar el cadáver.

Capitán: Lo entiendo -asintió con la cabeza y se frotó la barbilla con una mano-. Será menos caótico si hablo con ustedes de uno en uno. ¿Podemos utilizar el despacho?

Scott: Lo acompaño -apuntó hacia una puerta-. Puede empezar conmigo si quiere.

Capitán: Gracias -inclinó la cabeza ligeramente, como despidiéndose del resto de los presentes, y se marchó junto a Scott-. 

Vanessa observó su andar lento y comedido. Perseguiría a un hombre hasta la tumba, pensó, y se tragó el resto del coñac temblorosa.

Ash: Necesito una copa -dijo yendo hacia el mueble bar-. Doble. ¿Alguien más?

Zac deslizó la mirada fugazmente sobre Vanessa.

Zac: Ponme lo mismo que tú -dijo y señaló con un dedo hacia la copa de Vanessa, para que Ash volviera a llenársela-.

Amber: No sé por qué tiene que interrogarnos -se acercó al mueble bar también, demasiado impaciente para esperar a que Ash le sirviera-. No tiene sentido. Scott debería haberse negado. Tiene influencia de sobra para evitar todo esto -añadió mientras se echaba algo fuerte en una copa alta y se bebía la mitad de un trago-.

Ash: No hay razón para que Scott evite nada -entregó una copa a Zac antes de echar otro chorro generoso en la de Vanessa-. No tenemos nada que ocultar. ¿Qué te pongo, Derek?

Amber: ¿Ocultar?, ¿quién ha dicho nada de ocultar? -replicó, dando vueltas por la habitación-. Simplemente, no quiero contestar un montón de estúpidas preguntas porque ella haya sido tan tonta de encontrarse a un hombre muerto -añadió apuntando hacia Vanessa-.

Derek: Licor de anís -contestó antes de que Ash fulminase a Amber con alguna respuesta-. No creo que se le pueda echar la culpa a Vanessa de nada, Amber. Nos habrían interrogado aunque lo hubiese encontrado otra persona. La peor parada es ella, que ha descubierto el cadáver además de tener que responder al capitán. Gracias, Ash -dijo cuando ésta le dio su copa-.

Amber: No puedo quedarme en casa -murmuró sin parar de dar vueltas por la habitación, nerviosa como un dedo sobre un gatillo-. Zac, dame una vuelta en lancha -le pidió mientras se paraba y se sentaba sobre el brazo del sofá en el que él estaba sentado-.

Zac: No tengo tiempo. Tengo que ocuparme de unos papeles en casa cuando termine aquí -dio un sorbo a su copa y apretó ligeramente la mano de Amber-.

Luego miró a Vanessa, la cual lo miraba con expresión de condena. ¡Maldita fuese! No tenía derecho a hacerlo sentirse culpable por hacer lo que tenía que hacer.

Amber: Por favor, Zacky -insistió, acariciándole el brazo-. Me volveré loca si hoy me quedo aquí quieta. Necesito distraerme en el mar, aunque sólo sea un par de horas.

Zac suspiró, rendido, mientras renegaba para sus adentros por tener que soportar una correa demasiado larga y fuerte, que se veía incapaz de romper. Tenía motivos para acceder y no podía dejar que la mirada atónita de Vanessa cambiase el rumbo que ya había emprendido.

Zac: De acuerdo, esta tarde.

Amber sonrió y dio otro trago a su copa.

El interrogatorio se eternizaba. Ash salió cuando Scott volvió a entrar. Y la espera continuó. Las conversaciones avanzaban entre tirones y frenazos, desarrolladas en voz baja. Cuando Andrew se marchó a llamar por teléfono, Zac se acercó a Vanessa, en aquel momento junto a la ventana.

Zac: Quiero hablar contigo -dijo con voz queda pero firme-.

Fue a agarrarle una mano, pero ella se escabulló.

Ness: Yo no quiero hablar contigo.

Zac se metió las manos en los bolsillos adrede. Seguía pálida. El coñac la había serenado, pero no había conseguido devolverle el color a sus mejillas.

Zac: Es necesario, Vanessa. Ahora mismo no puedo explicártelo.

Ness: Problema tuyo.

Zac: Cuando el capitán termine, saldremos a dar una vuelta. Necesitas airearte un rato.

Ness: No pienso ir a ningún lado contigo. No me digas lo que necesito ahora -contestó entre dientes-. Te necesitaba antes.

Zac: Maldita sea, Vanessa -gruñó. Vanessa desvió la mirada hacia el jardín de Ash. Algunas de las rosas, pensó sin entusiasmo, habían florecido. Zac apretó los puños dentro de los bolsillos-. ¿Crees que no sé que me necesitabas? Lo sabía. Claro que lo sabía. Pero no podía ayudarte... en ese momento no. No me hagas esto más difícil de lo que ya lo es.

Vanessa se giró y respondió con frialdad:

Ness: No tengo intención de hacerte nada difícil -dijo en tono solemne-. De hecho, no quiero hacer absolutamente nada contigo. No quiero nada de ti.

Zac: Vanessa... -insistió y algo en sus ojos amenazó con romper la determinación de Vanessa. Una disculpa, un lamento, una súplica de comprensión inesperada-. Por favor, necesito...

Ness: Me da igual qué necesites -atajó antes de flaquear-. Aléjate de mí. No vuelvas a acercarte.

Zac: Esta noche... -arrancó, pero la mirada basilisca de ella lo detuvo-.

Ness: No te acerques -repitió-.

Luego se dio la vuelta y cruzó la pieza para sentarse junto a Derek.




¡Zac, tio! ¡No haces nada bien!
Mira por lo que acaba de pasar Ness y tú te vas a ir con la pesada de Amber ¬_¬

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jueves, 22 de septiembre de 2016

Capítulo 4


La casa estaba en silencio. La mañana había amanecido tranquila y Vanessa acogió de buen grado la orden de Ash de salir sola a disfrutar de la playa. Quería evitar la compañía de Amber y, aunque no le gustara admitirlo, no creía que pudiese soportar una conversación distendida con Ash sobre la cena de la noche anterior. Su amiga esperaría que hiciese algunas observaciones ingeniosas sobre Zac y Vanessa no se sentía con ganas para seguirle el juego. Por suerte, Derek estaba trabajando con Scott y no podía hacerle compañía, de modo que salió sola.

Necesitaba un poco de soledad para ordenar ideas y aclararse. En los últimos días, había acumulado unas cuantas cosas en las que pensar. Y había decidido que había llegado el momento de resolverlas, una a una.

¿Qué habría estado haciendo Zachary Efron en la playa aquella primera noche? Le había parecido que olía a sal, lo que significaba que había estado en el mar. Recordaba el ruido de un motor. Había asumido que sería de un pescador, pero Zac no se dedicaba a la pesca. Lo había notado desesperado por que no lo vieran; suficientemente desesperado como para llevar un cuchillo. Todavía podía ver la expresión de su cara mientras estaba tumbada debajo de él a la sombra de los cipreses. En caso necesario, Zac habría llegado a utilizar el cuchillo.

De alguna manera, tomar consciencia de esto la inquietaba más en ese momento que cuando no lo conocía. Vanessa le dio una patada a una piedra y bajó malhumorada las escaleras de la playa.

¿Y quién estaba con él?, se preguntó. Alguien había obedecido sus órdenes sin vacilar. ¿Quién había usado las escaleras de la playa mientras Zac la retenía prisionera entre los arbustos?, ¿Scott?, ¿el hombre que le alquilaba la casa de campo a Zac? Frustrada, Vanessa se descalzó y empezó a caminar sobre la arena caliente. ¿Por qué iba a estar dispuesto a matar a nadie antes que dejar que lo descubrieran? Por otra parte, podía haber sido cualquier persona: algún miembro del servicio doméstico de las villas, algún intruso...

No debía precipitarse, se recordó Vanessa mientras levantaba arena con el pie. Tenía que analizar la situación con serenidad. En primer lugar, ¿tenía lógica suponer que las pisadas que había oído pertenecían a alguien que también había estado en el mar? Vanessa creía que sí. Después decidió que, quienquiera que hubiese sido, la persona debía de haberse dirigido hacia alguna de las villas o casitas de campo cercanas. ¿Por qué, si no, los había encontrado en esa zona en concreto de la playa? Era una conclusión razonable, se dijo mientras paseaba sin rumbo. Y entonces, ¿a qué se habría debido el empeño de Zac por evitar que lo vieran?

Contrabando. Era evidente. Obvio. Pero se negaba a dar credibilidad a tales palabras. No quería pensar que Zac estuviese implicado en un negocio tan sucio. A pesar de lo enojada y resentida que estaba con él, Vanessa había percibido algo totalmente diferente en Zac. Tenía algo... algo que no era capaz de precisar con palabras. Fortaleza, quizá. Era la clase de hombre en quien uno podía apoyarse cuando nadie más podía ayudar. Vanessa quería darle un voto de confianza. No tenía sentido, pero era así.

Con todo, ¿sería un traficante?, ¿habría creído que había visto algo delictivo? ¿Pertenecerían las pisadas que había oído a algún agente de policía?, ¿o a otro traficante?, ¿a un enemigo quizá? Si Zac había creído que ella podía ser una amenaza, ¿por qué no la había matado con el cuchillo? Si realmente era un asesino frío y calculador... no. Vanessa sacudió la cabeza. No estaba de acuerdo con esa descripción. Aunque estaba casi segura de que Zac podía llegar a matar, no lo consideraba frío en absoluto. Lo que no hacía sino multiplicar los problemas.

Una espiral de preguntas y respuestas se enredaban en su cabeza. Preguntas tenaces, respuestas inquietantes. Vanessa cerró los ojos y respiró profundamente. Esa misma tarde le preguntaría y lo obligaría a que contestase sin rodeos, se prometió. No podía negarse a darle alguna explicación. Vanessa se sentó en la arena, apretando las rodillas contra el pecho. Ella estaba tan tranquila cuando él había aparecido para complicarlo todo.

Ness: ¡Hombres!

**: Me niego a tomarme eso como una crítica personal.

Vanessa giró la cabeza y se encontró mirando una sonrisa abierta y amistosa.

**: Hola, parece que está enfadada con todo mi género -continuó el desconocido. Se levantó de una roca y se acercó a Vanessa. Era alto y esbelto, con rizos castaños despeinados y una cara bronceada que transmitía juventud y fuerza al mismo tiempo-. Pero creo que merece la pena arriesgarse. Soy Andrew Selley -se presentó mientras tomaba asiento, todavía sonriente, al lado de Vanessa-.

Ness: ¿Andrew Selley? -repitió-. ¿Poeta o pintor? Ash no estaba segura -añadió, ofreciéndole una sonrisa-.

Andrew: Poeta -contestó poco convencido-. O al menos eso me digo.

Vanessa se fijó en el cuaderno que Andrew tenía en las manos.

Ness: Lo he interrumpido. Estaba escribiendo... Perdón.

Andrew: Al contrario: su presencia es toda una inspiración. Tiene usted una cara muy especial.

Ness: Me lo tomaré como un piropo -comentó-.

Andrew: Señorita, su cara es el sueño de cualquier poeta -la contempló unos instantes-. ¿Tiene usted algún nombre o va a desaparecer en medio de una bruma dejándome embrujado?

Ness: Vanessa -contestó complacida con tan complicado piropo-. Vanessa Hudgens. Y dígame, señor Selley, ¿es usted buen poeta?

Andrew: Andrew. Y, respondiendo a su pregunta, no puedo decir que no -dijo sin dejar de mirarla-. La modestia no es una de mis virtudes. Has dicho Ash. Supongo que te refieres a la señora Tisdale. ¿Estás alojándote en su casa?

Ness: Sí, durante unas semanas -de pronto, se le pasó por la cabeza una posibilidad-. ¿Estás viviendo en la casa de campo que Zachary Efron alquila?

Andrew: Exacto. Aunque, en realidad, me sale gratis -soltó el cuaderno, pero empezó a hacer dibujos en la arena, como si no pudiese dejar las manos quietas-. Somos primos. No por la parte griega. Nuestras madres son parientes.

Ness: Así que su madre es estadounidense -murmuró-.

Eso, al menos, explicaba la desenvoltura de Zac con el idioma.

Andrew: De San Francisco. Se volvió a casar después de que el padre de Zac muriese. Vive en Francia.

Ness: Así que estás visitando Lesbos y a tu primo al mismo tiempo.

Andrew: La verdad es que Zac me ofreció asilo vacacional cuando se enteró de que estaba escribiendo un poema épico, un poco homérico, ya sabes -sus ojos azules la miraban con intensidad. Vanessa no percibía en su cara nada que pudiera relacionarlo con Zac-. A mí me apetecía pasar una temporada en Lesbos, así que acepté encantado. La casa de Safo. La poesía y la leyenda siempre me han fascinado.

Ness: Safo -repitió olvidándose de Zac-. Ah, sí, la poetisa.

Andrew: La Décima Musa. Vivía aquí, en Mitilini -miró hacia la playa con cara soñadora-. Me gusta pensar que la casa de Zac está en el acantilado desde el que se tiró al mar, desesperada por el amor de Faón.

Ness: Una idea interesante -miró hacia la irregular estructura gris-. Y supongo que su espíritu sigue flotando sobre la casa en busca de su amor. Desde luego, es una casa perfecta para una tragedia poética.

Andrew: ¿Has estado dentro? Es fantástica.

Ness: No, Zac me hará una visita guiada esta tarde -contestó con desenfado mientras maldecía para sus adentros en varios idiomas-.

Andrew: ¿Una visita guiada? -la miró intrigado-. Debes de haberle causado una tremenda impresión. Claro que tampoco me extraña. Zac siempre ha sido un gran amante de la belleza.

Vanessa esbozó una sonrisa poco expresiva.

Ness: ¿Sueles escribir en la playa? A mí me encanta pasear sobre la arena -comentó entonces. Vanessa dudó antes de añadir-: Hace un par de noches estuve dándome un baño a la luz de la luna.

No advirtió sorpresa ni tensión en el rostro de Andrew, el cual se limitó a sonreír.

Andrew: Lamento habérmelo perdido. Y sí, suelo estar por esta parte de la isla. Aquí, arriba en los acantilados, en los viñedos. Según me apetezca.

Ness: Yo también quiero explorar un poco los alrededores.

Andrew: Cuenta conmigo si necesitas un guía -se ofreció-. Ahora mismo ya me conozco esto tan bien como cualquier nativo. Si quieres compañía, no te resultará difícil encontrarme por aquí o en la casita de campo. No está lejos.

Ness: Suena bien -dijo con un brillo divertido en los ojos-. ¿No tendrás una cabra por casualidad?

Andrew: Eh... no.

Vanessa rió al ver la cara de Andrew y le dio una palmadita en la mano.

Ness: No intentes entenderlo -le recomendó-. Y ahora, será mejor que me cambie para la visita guiada.

Andrew se levantó con ella y le agarró una mano.

Andrew: Volveremos a vernos -dijo en tono afirmativo más que interrogante-.

Ness: Seguro. La isla es muy pequeña.

Andrew sonrió mientras le soltaba la mano. Luego la miró alejarse hasta perderla de vista y volvió a sentarse sobre una roca, mirando al mar.


Zachary Efron llegó muy puntual. Cinco minutos después de la una, entusiasmada por la invitación a su amiga, Ash estaba echando a Vanessa de casa.

Ash: Diviértete, cariño, y no tengas prisa en volver. Zac, a Vanessa le va a encantar tu casa. Tiene una vista del mar impresionante.

Ness: Impresionantísima -murmuró de mala gana y Zac sonrió-.

Ash: Bueno, pasadlo bien -repitió al tiempo que los empujaba, como si fueran dos niños pequeños sin ganas de ir al colegio-.

Ness: Te advierto que Ash te considera un candidato adecuado para solicitar mi mano -dijo mientras se sentaba en el coche de Zac-. La horroriza la idea de que acabe convirtiéndome en una solterona.

Zac: Afrodita, no hay hombre vivo en la Tierra que pueda verte como una solterona -contestó al tiempo que se sentaba a su lado y le agarraba una mano-.

Vanessa no quería dejarse engatusar, así que apartó la mano y contempló el paisaje por la ventanilla.

Ness: Me he encontrado con el poeta que vive en tu casita de campo esta mañana.

Zac: ¿Andrew? Es buen chico.

Ness: No tan chico. Es un hombre encantador -añadió y Zac enarcó una ceja-.

Zac: Sí, supongo que sí. De alguna forma, siempre pienso en él como si fuera un niño. Aunque apenas nos llevamos cinco años -se encogió de hombros-. Tiene talento. ¿Lo has embrujado con tu belleza?

Ness: Él dijo «inspirado» -corrigió-.

Zac: Normal -contestó sonriente-. Una romántica inspirando a otro romántico.

Ness: Yo no soy romántica -replicó. La conversación la estaba forzando a prestar mucha más atención de la que había previsto-. Soy muy práctica.

Zac: Vanessa, eres una romántica empedernida -aseguró sin perder la sonrisa-. Una mujer que se cepilla el pelo a la luz de la luna y que tiene aprecio a un medallón sin valor tiene que ser romántica a la fuerza.

Ness: También llevo la cuenta de mis gastos y vigilo mi colesterol -contestó molesta por cómo la había descrito Zac-.

Zac: Admirable.

Ella tuvo que contener las ganas de soltar una risotada.

Ness: Zachary Efron, eres un cretino de primera.

Zac: Lo reconozco. Odio no ser de primera, se trate de lo que se trate.

Vanessa se recostó sobre el asiento, pero se olvidó de cualquier leve irritación cuando pudo ver la casa entera.

Ness: ¡Dios! -exclamó-. ¡Es increíble!

Parecía firme, primitiva e invulnerable. La segunda planta se erguía sobre el mar como un brazo extendido, no pidiendo dinero, sino exigiendo. El aura que había intuido al ver la casa desde el mar no perdió un ápice de fuerza desde cerca. Aunque estaban desperdigados aquí y allá, como si crecieran naturalmente, las flores y los viñedos estaban bien cuidados y atendidos. Era como el castillo de la Bella Durmiente, pensó Vanessa.

Ness: ¡Qué maravilla! -dijo mientras él paraba el coche a la entrada-. Nunca había visto una casa igual.

Zac: Es la primera vez que me sonríes sinceramente.

Él, en cambio, no estaba sonriendo en ese momento, sino que la miraba algo disgustado. No se había dado cuenta de cuánto deseaba recibir el calor y la simpatía de una sonrisa espontánea de Vanessa. Y después de haberla recibido, no estaba seguro de qué hacer al respecto. Zac maldijo para sus adentros y salió del coche.

Sin darle importancia al comentario, Vanessa bajó del coche y admiró el exterior de la casa.

Ness: ¿Sabes lo que parece? -preguntó, hablando casi para sí misma-. Parece como si Zeus hubiese lanzado un rayo sobre la montaña y la casa hubiese aparecido después de la explosión.

Zac: Una teoría interesante -le agarró una mano y empezó a subir unos escalones de piedra-. Si hubieses conocido a mi padre, te darías cuenta de lo aproximada que es a la verdad.

Vanessa se había aleccionado para empezar a acribillarlo a preguntas y exigirle explicaciones tan pronto como llegaran. Al entrar en el vestíbulo, se olvidó de todo.

Ancho y blanco, estaba salpicado de adornos y cuadros coloridos. En una pared había lanzas colgadas, instrumentos para matar, pensó Vanessa; pero con la dignidad de las armas antiguas. La escalera que conducía a las plantas superiores formaba un semicírculo con una barandilla de madera oscura sin barnizar que daba al conjunto un aspecto majestuoso. Sin ser elegante, tenía cierto equilibrio y gusto salvaje.

Ness: Zachary, es una auténtica maravilla -dijo tras exhalar un suspiro-. No me extrañaría encontrarme con un cíclope bajando por las escaleras. ¿Hay centauros en el patio trasero?

Zac: Te enseñaré la casa, a ver qué sorpresas nos llevamos.

Vanessa le estaba poniendo difícil ceñirse a lo que había planeado. Se suponía que no tenía que mostrarse amable. No estaba en el guión. En cualquier caso, le sujetó la mano mientras la guiaba por la casa.

La comparación de Ash con la cueva de Aladino era acertada. Cada habitación estaba repleta de tesoros: cristales de Venecia, cajas estilo Fabergé, máscaras africanas, cerámica americana, jarrones de Ming... todo reunido en un revoltijo de culturas. Lo que podría haber sido un museo era un glorioso desorden de maravillas. Cuanto más recorría los giros y recovecos de la casa, descubriendo sorpresa tras sorpresa, más fascinada iba estando. Junto a una ballesta del siglo XVII había una pieza exquisita de porcelana. Y junto a ésta, una cabeza reducida de Ecuador.

Sí, el arquitecto estaba loco, decidió mientras se fijaba en las cabezas de lobo y los elfos sonrientes que había grabados en la madera de los dinteles. Genialmente loco. La casa era un cuento de hadas; pero no una versión almibarada para niños, sino una con sombras susurrantes de pequeños gremlins.

En la planta de arriba, una enorme ventana le hizo sentir que estaba suspendida al borde del acantilado. Se asomaba al despeñadero con arrogancia e invitaba a arrojarse al fondo del mar. Vanessa lo miró con una mezcla de vértigo y admiración.

Zac la observaba. En aquel momento, viéndola tan entusiasmada, no sentía la necesidad de agarrarla y poseerla viéndola tan entusiasmada. Ya habría ocasión. Estaba acostumbrado a conseguir lo que quería y no cabía duda de que deseaba a Vanessa.

Ésta se giró hacia él. Seguía excitada, entre asustada y emocionada por la vista del mar.

Ness: Andrew dijo que le gustaba pensar que Safo se arrojó desde aquí al mar. No me importaría creérmelo.

Zac: Andrew tiene mucha imaginación.

Ness: Tú también. Vives aquí.

Zac: Tus ojos son como un lago mitológico -murmuró-. Etéreos y traslúcidos. Debería llamarte Circe en vez de Afrodita. Juraría que tienes más de bruja que de diosa -añadió justo antes de girarle la barbilla para obligarla a que lo mirara-.

Vanessa comprendió el brillo de sus ojos. No era un brillo arrogante, sino de deseo. De pasión. Una pasión sumamente seductora.

Ness: Sólo soy una mujer, Zachary -se oyó decir-.

Zac se puso tenso. Respiró. Se tomó un segundo para serenarse antes de agarrarle un brazo:

Zac: Vamos abajo a tomar una copa.

Mientras se dirigían al salón, Vanessa se recordó sus prioridades. Tenía que conseguir respuestas... y las conseguiría. No podía permitir que un par de palabras amables y miradas intensas le hicieran olvidar la razón por la que había ido. Antes de llegar a formular pregunta alguna, sin embargo, un hombre apareció por la puerta.

Era bajo, de piel arrugada. Tenía pelo gris y tupido. Sus brazos eran grandes y musculosos. Era como un tanque a pequeña escala. Su bigote era una obra de arte. Nacía bajo la nariz y se arqueaba líbremente por ambos lados de la boca hasta la barbilla. Al sonreír, enseñó varios huecos donde debía de haber dientes.

**: Buenas tardes -saludó con respeto en griego, pero con mirada alegre-.

Intrigada, Vanessa lo miró sin sonreír.

Ness: Hola.

Zac: Peter, la señorita Hudgens. Peter es mi... ayudante.

Peter: A su servicio, señorita -dijo sonriente. Se inclinó levemente, pero Vanessa no vio nada reverente en el gesto-. Ya me he ocupado del asunto del que hablamos, señor Efron. Tiene un par de mensajes de Atenas -añadió, dirigiéndose a Zac con respeto exagerado-.

Zac: Luego los oiré.

Peter: Como desee -dijo antes de retirarse-.

Vanessa frunció el ceño. Había percibido algo extraño en aquella breve conversación. Sacudió la cabeza mientras Zac le servía una copa. No era la relación de éste con sus criados lo que le interesaba.

Por fin, decidió que lo mejor sería abordar el tema que la preocupaba sin contemplaciones:

Ness: ¿Qué hacías en la playa la otra noche?

Zac: Creía que habíamos acordado que estaba atacándote.

Ness: Eso fue al final de la jornada -tragó saliva y se atrevió a presionarlo un poco más-. ¿Estabas haciendo contrabando de algo?

Zac vaciló sólo un segundo. Le estaba dando la espalda, de modo que Vanessa no pudo ver su expresión de sorpresa. Una mujer muy perspicaz, pensó. Demasiado perspicaz.

Zac: ¿Y cómo has llegado a una conclusión tan asombrosa? -preguntó al tiempo que le entregaba una copa-.

Ness: Te lo estoy preguntando en serio -insistió, mirándolo a los ojos, después de agarrar la copa y sentarse-. Te he preguntado si te dedicas al contrabando.

Zac: Primero, dime por qué crees que es posible -contestó, que se había sentado frente a Vanessa-.

Ness: Olías a mar. Venías del agua.

Zac dio un sorbo a su copa.

Zac: Y eso implica que soy un traficante -contestó con sarcasmo-.

Ness: Si hubieses salido a pescar simplemente, no me habrías tirado al suelo intimidándome con un cuchillo -insistió-. La costa de Turquía es un lugar propicio para el contrabando. Scott me dijo que había problemas con el contrabando.

Zac: ¿Scott? -repitió interesado-. ¿Qué actitud tenía Scott exactamente con el tema del contrabando?

Vanessa dudó. La pregunta interrumpía su propio interrogatorio.

Ness: Parecía... resignado, como quien acepta el mal tiempo.

Zac: Entiendo -dijo antes de dar otro sorbo a su copa-. ¿Te habló de cómo se realizan este tipo de transacciones?

Ness: ¡Claro que no! -replicó enojada por la habilidad con la que Zac le había dado la vuelta al interrogatorio-. Scott no tiene nada que ver con esas cosas. Pero creo que tú sí estás metido.

Zac: Eso parece.

Ness: ¿Y?

Zac: ¿Y qué? -contestó sonriente-.

Ness: ¿Vas a negarlo?

Descubrió que deseaba que lo hiciese. Lo deseaba con todas sus fuerzas.

Zac: Da igual que lo niegue o deje de negarlo. No me creerías. Es evidente que ya has llegado a una conclusión -la miró a los ojos y preguntó con desenfado-: ¿Qué harías si lo reconociese?

Ness: Te entregaría a la policía.

Él soltó una risotada.

Zac: Vanessa, eres realmente valiente -dijo al tiempo que se inclinaba para agarrarle una mano-. Tengo muy buena fama. Te aseguro que la policía te tomaría por loca.

Ness: Podría demostrar...

Zac: ¿Qué? -atajó con violencia-. No puedes demostrar lo que no sabes.

Ness: Sé que no eres quien finges ser -trató de soltarse, pero Zac siguió sujetándole la mano-. Aunque quizá sea más acertado decir que eres algo que finges no ser.

Zac la observó en silencio con una mezcla de enojo y admiración.

Zac: Sea quien sea o quien deje de ser, no tiene nada que ver contigo.

Ness: ¡Qué más quisiera!

Zac la miró por encima de la copa.

Zac: De modo que estarías dispuesta a ir a la policía para acusarme de contrabandista. No me parece prudente.

Ness: No es una cuestión de prudencia: es cuestión de hacer lo correcto -tragó saliva. Luego soltó lo que llevaba atormentándola desde el principio-. El cuchillo... ¿lo habrías utilizado?

Zac: ¿Para hacerte daño? -preguntó con voz neutra-.

Ness: A mí o a cualquier otra persona.

Zac: No se puede dar una respuesta concreta a una pregunta en general.

Ness: Zachary, por Dios...

Zac dejó su copa. De pronto, la expresión de su cara cambió. Sus ojos adquirieron un brillo peligroso.

Zac: Tienes que ser increíblemente valiente o increíblemente tonta para estar sentada hablando conmigo si crees que soy todas esas cosas que dices.

Ness: Creo que estoy a salvo -replicó con aplomo-. Todo el mundo sabe que estoy contigo.

Zac: Pero podría desembarazarme de ti en cualquier otro momento si te considerara un obstáculo.

Ness: Puedo cuidar de mí misma -dijo tras superar un momento de miedo-.

Zac: ¿Seguro? -se encogió de hombros y pareció relajarse de nuevo-. En cualquier caso, no tengo intención de hacerte daño. Tu talento podría serme de mucha utilidad.

Ness: No pienso dejar que me utilices -repuso alzando la barbilla-. Traficar opio es una forma despreciable de ganar dinero.

Zac: Un negocio sucio para piratas con parche en el ojo, ¿verdad? -se burló-. ¿Así es como te lo imaginas, señorita práctica?

Abrió la boca para responder, pero no pudo evitar sonreír.

Ness: Me niego a que me caigas bien, Zachary.

Zac: No tengo por qué caerte bien, Vanessa. Es un sentimiento demasiado suave para mi gusto -volvió a agarrar su copa-. ¿No bebes?

Ness: Zachary, sólo quiero una respuesta sincera. Me la merezco -insistió sin dejar de mirarlo a los ojos-. Es verdad: no puedo ir a la policía, me digas lo que me digas. No tienes por qué tenerme miedo.

Zac sintió algo extraño ante aquella última frase, pero optó por no prestarle atención. Consideró sus opciones antes de hablar:

Zac: Te diré una cosa: estoy... relacionado con el contrabando. Me interesaría que me contaras cualquier cosa que oyeras al respecto.

Vanessa se levantó con el ceño fruncido y empezó a dar vueltas por la pieza. Zac le estaba poniendo difícil distinguir la estrecha línea que dividía el buen camino del malo. Sobre todo, porque el camino estaba lleno de giros y sentimientos implicados. ¡Sentimientos! Vanessa frenó en seco. No, nada de sentimientos. Ella no sentía nada por Zac.

Ness: ¿Quién estaba contigo esa noche? -Tenía que ceñirse al plan. Conseguir respuestas. Ya habría tiempo para análisis introspectivos-. Le estabas dando órdenes a alguien.

Zac: Creía que estabas demasiado asustada y no te habías dado cuenta -dio un sorbo a su copa-.

Ness: Estabas hablando con alguien -insistió-. Alguien que hacía justo lo que le decías sin preguntar. ¿Quién era?

Zac sopesó las ventajas y desventajas antes de contestar. Con lo inteligente que Vanessa era, no tardaría en imaginárselo, se dijo finalmente.

Zac: Peter.

Ness: ¿El hombrecillo que me has presentado? -se plantó frente a Zac-.

Peter no concordaba con la imagen que tenía de un contrabandista sin escrúpulos.

Zac: Ese hombrecillo se conoce el mar como un jardinero se conoce sus rosales -sonrió ante la expresión incrédula de ella-. También tiene a favor que es una persona leal. Lleva conmigo desde que yo era un crío.

Ness: Qué organizado lo tienes todo -se acercó abatida a la ventana. Estaba obteniendo respuestas, pero no eran las que deseaba-. Una casa en una isla estratégica, un criado leal, un negocio de importación y exportación que no despierta sospechas. ¿Quién pasó por las escaleras de la playa aquella noche, que querías evitarlo?

Asustada o no, pensó Zac disgustado, había sido muy observadora.

Zac: Eso no tiene por qué importarte.

Ness: Tú me has metido en esto, Zachary -dijo tras darse la vuelta para mirarlo-. Tengo derecho a saberlo.

Zac: Tus derechos llegan hasta donde yo diga -se puso de pie-. No me presiones más de la cuenta, Vanessa. Las consecuencias no te gustarían. Te he contado todo lo que pienso contarte de momento. Conténtate con ello -añadió en tono autoritario-.

Vanessa retrocedió un paso, furiosa consigo misma por haberse asustado. A Zac le dolió comprobar que tenía miedo de él.

Ac: No voy a hacerte daño, maldita sea -dijo agarrándola por los hombros-. Si quisiera hacerlo, ya he tenido ocasiones de sobra. ¿Qué crees?, ¿que voy a cortarte el cuello o a tirarte por el acantilado?

Vanessa, más enfadada que asustada en ese momento, lo miró a los ojos con aplomo:

Ness: No sé qué es lo que creo.

De pronto, Zac se dio cuenta de que la estaba apretando demasiado fuerte. Maldijo en voz baja y aflojó la presión que ejercía sobre sus hombros. No podía preocuparse tanto por ella. No podía permitir que le importase lo que Vanessa pensara de él.

Zac: No espero que confíes en mí -dijo con calma-. Pero piensa un poco: si estás metida en esto es porque apareciste por la playa, no ha sido premeditado. No quiero hacerte daño, Vanessa. Te lo aseguro.

Y Vanessa estaba convencida de que le estaba diciendo la verdad. Intrigada, examinó su rostro:

Ness: Eres un hombre extraño, Zachary. No sé por qué, pero no te veo dedicándote a algo tan rastrero como el contrabando.

Zac: ¿Intuición femenina? -sonrió y le acarició el pelo, suave y tentador-. ¿Crees en tu intuición o en lo que te dicta el cerebro?

Ness: Zachary...

Zac: No, no me hagas más preguntas. Soy... muy susceptible a la belleza. Y tú eres muy bella. Además de inteligente, una combinación difícil de resistir -agarró el medallón que colgaba del cuello de Vanessa, lo examinó y lo soltó-. Dime, ¿qué piensas de Amber y Derek? -le preguntó después de separarse de ella-.

Ness: Estoy harta. Estoy harta de todo esto -protestó-. Yo había venido a Lesbos a desconectar de presiones y complicaciones.

Zac: ¿Qué clase de presiones y complicaciones?

Ness: ¿A ti qué te importa? -replicó irritada-. Ya tenía una vida antes de bajar a esa maldita playa y cruzarme contigo.

Zac: Sí -murmuró mientras agarraba su copa-. Seguro que la tenías.

Ness: Y ahora me veo metida en medio de una película de miedo de serie B. No me gusta.

Zac: Es una pena que no te quedaras en la cama esa noche, Vanessa -dio un sorbo-. Puede que sea suficientemente griego para decir que los dioses así lo querían. De momento, tu destino y el mío están unidos y ninguno de los dos podemos hacer nada por evitarlo.

Vanessa lo sorprendió al poner una mano sobre su torso. A Zac no le gustó el modo en que su corazón reaccionó.

Ness: Si sientes esto, ¿por qué no me das una respuesta directa? -insistió-.

Zac: No puedo -la miró a los ojos y Vanessa vio deseo. El deseo de él y el reflejo de su propio deseo-. Vas a tener que aprender a quererme tal como soy -añadió sonriente-.

Vanessa retiró la mano. Tenía más miedo de sí misma que de él.

Ness: No te quiero de ningún modo.

Zac: ¿Seguro? -la estrechó entre los brazos-. Vamos a ver cuánto tardo en demostrar que estás mintiendo -agregó justo antes de besarla-.

No se resistió. El límite entre seguir el buen camino o desviarse se desdibujaba cada vez que saboreaba la boca de Zac. Fuese quien fuese, quería seguir entre sus brazos.

Vanessa entrelazó las manos tras su nuca para acercárselo. Lo oyó murmurar algo boca contra boca y se abandonó a un beso cada vez más fogoso.

¿Siempre había tenido esa pasión en su interior, esperando a que algún hombre la despertara? En cualquier caso, ya no estaba dormida. La impulsaba con fuerza a devorar los labios de Zac mientras él la rodeaba por la cintura en un gesto posesivo. Vanessa se arqueó contra él, como desafiándolo a que la hiciera suya... retándolo a que lo intentase.

De alguna manera, supo que seguirían encontrándose una y otra vez, en contra de su voluntad, en contra de cualquier lógica. Quizá lograra resistirse de tanto en tanto, pero acabaría volviendo a él. Saberlo la asustaba y excitaba a partes iguales.

Zac: Vanessa... te deseo... -susurró-. Por los dioses que te deseo. Quédate conmigo esta noche. Aquí podemos estar solos.

Quiso aceptar, su cuerpo estaba dispuesto a decir que sí a cualquier cosa... a todo. Pero terminó retrayéndose.

Ness: No.

Zac le levantó la cara y le preguntó con arrogancia y diversión:

Ness: ¿Te da miedo?

Zac: Sí.

Zac enarcó las cejas ante la inesperada sinceridad de Vanessa. La vulnerabilidad de su mirada le impidió sacar provecho de su ventaja.

Zac: Demonios, eres una mujer exasperante -dijo al tiempo que se alejaba para llenarse la copa de nuevo-. Podría agarrarte en brazos, echarte encima del hombro, subirte a la habitación y poner punto final a todo esto.

Aunque le temblaban las piernas, se obligó a permanecer de pie:

Ness: ¿Por qué no lo haces?

Zac se giró furioso, pero, un instante después, consiguió recuperar el control.

Zac: Supongo que estás más acostumbrada a que te seduzcan con champán y velas. Con promesas y mentiras agradables -dio un trago y dejó la copa de golpe-. ¿Eso es lo que quieres?

Ness: No -le mantuvo la mirada al tiempo que, instintivamente, se llevaba la mano hacia el medallón-. Simplemente, no quiero que me hagas el amor.

Zac: ¡No me tomes por tonto! -dio un paso hacia ella. Luego se frenó. Un paso más y ninguno de los dos tendría opción-. Tu cuerpo te delata cada vez que te toco.

Ness: Eso no tiene que ver -contestó con serenidad-. No quiero que me hagas el amor.

Esperó hasta apaciguar un poco el deseo y la frustración.

Zac: ¿Porque crees que soy traficante de opio?

Ness: No -respondió, para sorpresa de ambos-. Porque no quiero ser uno de tus pasatiempos -añadió con sinceridad-.

Zac: Entiendo -se metió las manos en los bolsillos-. Será mejor que te lleve de vuelta a casa.


Media hora después, Zac cerró la puerta de su casa de un portazo. Estaba de mal humor. Entró en el salón, se sirvió otra copa y se desplomó sobre un sofá. ¡Maldita mujer! No tenía tiempo ni paciencia para convencerla de que debían acostarse. Seguía sintiendo una punzada de deseo en su interior, así que dio un trago para anestesiarla. No era más que una necesidad física, se dijo. Tendría que buscarse a otra mujer, a cualquier otra mujer, para liberar parte de la tensión acumulada.

Peter: Ah, ya has vuelto -dijo entrando en el salón. Advirtió la irritación de Zac y la aceptó sin hacer comentarios-. La señorita es más guapa de lo que recordaba. ¿Cuánto le has contado? -preguntó al tiempo que se dirigía al mueble bar para servirse una copa-.

Zac: Sólo lo necesario. Es muy perspicaz. Y más descarada todavía. ¿Pues no va y me acusa de contrabandista? -exclamó y Peter soltó una risotada-. No sé qué te hace tanta gracia -añadió y Peter se limitó a sonreír-.

Peter: ¿Le has hablado de Scott?

Zac: De momento no.

Peter: ¿Es leal?

Zac: ¿A Scott? -frunció el ceño-. Sí, llegado el caso, lo sería. No va a ser fácil sacarle información -añadió, conteniendo las ganas de levantarse para dar vueltas por el salón-.

Peter: Pero acabarás sacándosela.

Zac: Ojalá se hubiera quedado en la cama esa noche -gruñó-.

Peter sonrió y se terminó la copa de un trago largo.

Peter: No te la quitas de la cabeza y eso te tiene tenso -comentó. Al ver el ceño de Zac, soltó otra risotada-. Atenas espera tu llamada.

Zac: Atenas se puede ir a freír espárragos.




Zac, ¿qué nos escondes? ¿Qué relación tienes en verdad con tu "sirviente"?
¡Ahora nos entendemos, Ness! Sí que te mueres por Zac, pero no quieres ser solo un entretenimiento.
Ahora le toca a Zac mover ficha XD

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lunes, 19 de septiembre de 2016

Capítulo 3


Vanessa se llevó la copa de vino a los labios, pero apenas lo probó. Aunque le agradaba su sabor afrutado, estaba demasiado preocupada para apreciarlo. Desde el balcón se veía el golfo, con su agua azul y un revoltijo de pequeñas islas desperdigadas. También había unos puntitos en la superficie, que en realidad eran lanchas; pero Vanessa no les prestó atención. Tenía la cabeza ocupada, sobre todo, en tratar de aclarar los crípticos comentarios de su visitante de la noche anterior. Y también estaba haciendo todo lo posible por seguir la conversación que estaba desarrollándose a su alrededor.

Derek Zoulas era tal como lo había descrito Ash: un hombre de belleza clásica, piel bronceada y estilo sofisticado. Con aquel traje color crema, parecía un adonis del siglo XX. Era inteligente, culto y masculino. Las tretas de Ash podrían haber hecho que Vanessa lo tratara con cierto distanciamiento de no ser porque veía el brillo divertido que bailaba en los ojos de Derek. Vanessa se había dado cuenta de que éste no sólo sabía lo que su anfitriona maquinaba, sino que había decidido seguirle el juego. Su mirada desafiante y juguetona la relajaba y, de ese modo, podía disfrutar de un coqueteo inofensivo sin sentirse incómoda.

Amber, la prima de Scott, no le caía tan bien. Tenía un físico tan atractivo como perturbador. Era guapa y adinerada, pero su rostro transmitía tensión. Sus ojos exóticos y su boca de puchero carecían de alegría. Amber era, decidió Vanessa, como un volcán a punto de estallar: caliente, oscura y alarmante.

Adjetivos que le recordaron de nuevo a su desconocido visitante. Le pegaban tan bien como a Amber Tisdale y, sin embargo, era raro, porque a Vanessa le resultaban rasgos admirables en el hombre y desagradables en la mujer. ¿Estaría aplicando una doble moral?, se preguntó y negó con la cabeza. No, la energía de Amber parecía destructiva, mientras que la energía del hombre era magnética. Irritada consigo misma, Vanessa dejó de mirar el mar y regresó al presente.

Ness: Debes de encontrar esto muy tranquilo después de haber estado en Atenas -dijo dirigiéndose a Derek-.

Éste giró la silla para mirarla. Le bastó una sonrisa para insinuarle que, para él, no había otra mujer más que ella en el balcón, galantería que Vanessa encontró agradable.

Derek: La isla es una maravilla, muy tranquila. Pero me gustan los lugares caóticos. Tú vives en Nueva York, seguro que me entiendes.

Ness: Sí, aunque ahora mismo me apetece estar tranquila -se apoyó contra la barandilla, dejando que el sol le calentara la espalda-. De momento no estoy haciendo más que vaguear. Ni siquiera he sacado fuerzas para explorar los alrededores.

Derek: Es una isla muy pintoresca. Hay grutas, calas, viñedos, algunas granjas -sacó del bolsillo una pitillera de oro, la abrió y le ofreció un cigarrillo a Vanessa. Ésta negó con la cabeza, de modo que se encendió uno para él mientras se recostaba de una forma relajada pero en estado de alerta al mismo tiempo-. Lesbos conserva su ambiente original: es colorida y no ha cambiado con el turismo.

Ness: Justo lo que busco -dio un sorbo a su copa-. Pero voy a tomármelo con calma. No sé, cualquier día me pondré a recoger conchas y encontraré a un granjero que me deje ordeñar su cabra.

Derek: Elevados propósitos -bromeó sonriente-.

Ness: Ash dice que siempre he sido muy intrépida -le siguió el juego-.

Derek: Me encantará acompañarte con las conchas -dijo mientras sus ojos examinaban la cara de Vanessa con una expresión de aprobación que no le pasó por alto-. Pero lo de la cabra...

Amber: Me sorprende que te contentes con tan poco entretenimiento -interrumpió-.

Vanessa giró la cabeza hacia ella y se obligó a sonreír.

Ness: Estar en una isla ya es un entretenimiento de por sí para mí. Recuerda que soy una turista. Esos paquetes de vacaciones en los que vas siempre corriendo de una actividad a otra nunca me han parecido vacaciones de verdad.

Ash: Vanessa lleva dos días enteros haciendo el vago -dijo sonriente-. Todo un récord.

Vanessa miró a su amiga y pensó en sus encuentros nocturnos.

Ness: Pienso tirarme dos semanas enteras haraganeando -afirmó-.

A partir de ese mismo día, se dijo para sus adentros.

Amber: Pero puede que esta parte de la isla no sea tan tranquila como parece -comentó pasando una uña por el borde de su copa-.

Vanessa vio a Derek enarcar las cejas como sorprendido mientras que Scott frunció el ceño disgustado.

Ash: Haremos lo posible por que haya paz durante la visita de Vanessa -medió-. No suele quedarse mucho tiempo y ya que esta vez ha decidido pasar cuatro semanas enteras, nos ocuparemos de que tenga unas vacaciones agradables y sin sobresaltos.

Vanessa trató de no atragantarse con el vino. ¡Sin sobresaltos! Si Ash supiera...

Derek: ¿Quieres más? -se levantó y le acercó la botella-.

Amber empezó a dar golpecitos con los dedos en el brazo de su silla.

Amber: En fin, supongo que es posible que haya gente a la que le guste aburrirse.

Scott: Relajarse -matizó con un tono ligeramente cortante-.

Ash: El trabajo de Vanessa es muy estresante -añadió mientras pasaba una mano por la espalda de su marido-. Todos esos políticos extranjeros y tanto protocolo.

Derek sonrió a Vanessa mientras le servía más vino en la copa.

Derek: Estoy seguro de que cualquier persona con el talento de Vanessa tiene que tener un montón de historias fascinantes que contar.

Vanessa alzó las cejas. Hacía mucho tiempo que no recibía una sonrisa masculina de admiración tan cálida y sincera.

Ness: Puede que tenga alguna.


El sol se hundía en el mar. Una luz rosada entraba por las puertas abiertas de la terraza y bañaba la habitación. Cielo rojo, pensó Vanessa. ¿No era señal de que el mar estaría en calma? Eso esperaba después de dos noches tan revueltas.

Sus primeros dos días en Lesbos no habían sido, ni mucho menos, tan tranquilos como Ash había dicho. Pero sí que lo serían los siguientes. Con suerte y un poco de cuidado, no volvería a encontrarse con aquel atractivo lunático.

Vanessa vio su propia sonrisa reflejada en el espejo y cambió de expresión al instante. Quizá, cuando regresara a Nueva York, iría a ver a un psicólogo. Cuando una se empezaba a interesar por lunáticos, el peligro de convertirse en uno de ellos era grande. Debía olvidarse de aquel hombre, se ordenó con firmeza mientras abría el armario. Tenía cosas más importantes en las que pensar, como qué se pondría para cenar.

Vanessa no tardó mucho en elegir un vestido blanco de mangas largas y falda hasta los tobillos. Derek la había animado a explotar un poco su lado femenino. Jack, recordó, siempre había preferido verla con trajes formales. En más de una ocasión, sin haberle pedido opinión, se había mostrado crítico con su vestuario, tachándola de frívola e inconstante. No le gustaba encontrar una falda colorida al lado de una sobria chaqueta de negocios. Nunca había entendido que ambos estilos encajaban con ella. Otro de los desencuentros por los que habían acabado separándose, pensó Vanessa mientras se abrochaba los pequeños botones del vestido.

Esa noche iba a divertirse. Hacía demasiado que no coqueteaba con un hombre. Una vez más, se acordó de cierto hombre castaño y despeinado con un ligero vello en la barbilla. Tenía que controlarse, se dijo Vanessa. Aquello había sido algo más que un simple coqueteo. Cruzó la habitación para cerrar las puertas de la terraza y asintió satisfecha con la cabeza. Asunto arreglado, decidió.


Ash se deslizaba alrededor del salón. Se alegraba de que Vanessa no hubiese bajado todavía. De ese modo, haría toda una entrada cuando apareciese. A pesar de su aparente fragilidad, Ash era una mujer con mucha determinación. La lealtad era una de sus cualidades más notables. Cuando quería a una persona, se desvivía por ella. Quería que Vanessa fuese feliz. Casarse con Scott no le había procurado más que felicidad y quería lo mismo para su amiga.

Sonrió satisfecha y miró a su alrededor. Había elegido una luz suave y agradable. Una fragancia floral se filtraba desde el exterior por las ventanas abiertas. El vino que había encargado le daría el toque final perfecto para rematar una velada romántica. Ya sólo faltaba que Vanessa estuviese dispuesta a colaborar.

Ash: Zac, me alegra que hayas venido -se acercó a Zachary con los brazos abiertos-. Es estupendo estar todos juntos en la isla al mismo tiempo, para variar.

Zac: Verte siempre es un placer, Ash -respondió con una sonrisa cálida-. Y no sabes cómo agradezco descansar del ajetreo de Atenas durante unas semanas... Te lo juro: cada vez que te veo estás más guapa -añadió tras levantarle una mano para darle un beso en el dorso y mirarla a los ojos-.

Ash rió y lo agarró por un brazo.

Ash: Vamos a tener que invitarte a cenar más a menudo. ¿Te llegué a dar las gracias debidamente por la maravillosa cómoda de la India que me encontraste? -lo condujo hasta el mueble donde estaban las bebidas-. Me encanta.

Zac: Sí, me las diste. Me alegro de que te guste.

Ash: Siempre encuentras el mueble perfecto. Me temo que Scott no distinguiría entre una cómoda india y un poncho peruano -dijo y Zac soltó una risotada-.

Zac: Bueno, cada uno tiene sus talentos.

Ash: Pero tu trabajo tiene que ser fascinante -lo miró con una sonrisa franca mientras le preparaba una copa-. Todos esos tesoros y todos esos países exóticos a los que viajas.

Zac: A veces es más emocionante estar en casa.

Ash: Nadie lo diría, con lo poco que te dejas ver. ¿Dónde has estado este mes pasado?, ¿en Venecia?

Zac: Una ciudad preciosa -comentó-.

Ash: Me encantaría verla. Si algún día consigo que Scott se olvide de sus barcos...Vaya, parece que Amber está incordiando otra vez a Scott -dijo de pronto, mirando hacia un extremo del salón-.Voy a tener que poner paz -añadió con una sonrisa de disculpa, aliviada por la expresión comprensiva de Zac-.

Zac: Eres una gran mujer, Ash. Scott es un hombre afortunado.

Ash: Recuérdaselo de vez en cuando -le sugirió-. No me gustaría que dejase de valorarme por acostumbrarse a verme a su lado. Anda, aquí viene Vanessa. Ella te entretendrá mientras yo cumplo misiones diplomáticas.

Zac siguió la mirada de Ash y vio a Vanessa entrando en el salón.

Zac: Seguro que conseguirá entretenerme -murmuró-.

Le gustaba el vestido que había elegido, blanco y suelto, seductor e inocente a la vez. Se había dejado el pelo suelto y le caía sobre los hombros como si acabase de levantar la cabeza de la almohada. Era bien guapa, pensó al tiempo que sentía un primer cosquilleo. Siempre había sentido debilidad por la belleza.

Ash: Vanessa -la llamó, agarrándola por un brazo, antes de que pudiera saludar siquiera a Derek-. Te presento a Zachary Efron. Zac, Vanessa Hudgens. Si me disculpáis, tengo que arreglar un asunto -añadió, dando por zanjada la presentación-.

Vanessa se quedó en silencio, atónita. Zac le levantó una mano y se la llevó a los labios.

Ness: Eres tú -acertó a susurrar-.

Zac: Afrodita, eres exquisita. Incluso estando totalmente vestida.

Tras rozarle los nudillos con la boca, la miró a los ojos. Vanessa reaccionó y trató de apartar la mano, pero él siguió sujetándosela sin dejar de admirarla.

Zac: Cuidado, Vanessa. Ash y sus invitados podrían extrañarse por tu comportamiento -dijo con calma-. Y cualquier explicación los haría dudar de tu salud mental -añadió sonriente-.

Ness: Suéltame -dijo en voz baja, sonriendo sólo con los labios-. Ahora.

Zac: Eres increíble -le hizo una ligera reverencia y la soltó-. ¿Sabes que tus ojos sueltan dardos, literalmente, cuando estás enfadada?

Ness: Gracias por la información. Así tengo el placer de saber que te estoy acribillando. No deje de avisarme cuando le clave alguno en el corazón, señor Efron.

Zac: Zac, por favor -dijo con modales refinados-. No vamos a andarnos con formalismos ahora después... de todo lo que hemos pasado juntos.

Ness: Muy bien, Zac, sanguijuela repugnante -contestó esbozando la mejor de sus sonrisas-. Es una lástima que no sea el momento apropiado para ahondar en lo detestable que eres.

Zac: Ya encontraremos una ocasión más oportuna -contestó inclinando la cabeza con cortesía-. Ahora, deja que te ponga una copa.

Ash regresó, complacida con las sonrisas que les había visto intercambiar.

Ash: Parece que habéis conectado. Se os nota como si fueseis viejos amigos.

Ness: Le estaba diciendo al señor Efron lo bonita que se ve su casa desde el mar -le lanzó una mirada fugaz pero letal-.

Ash: Sí, Vanessa se quedó fascinada cuando la vio -comentó-. Siempre ha preferido las cosas que no encajan en un molde, no sé si me explico.

Zac: Perfectamente -paseó la mirada por la cara de Vanessa. Un hombre podría ahogarse en aquellos ojos, pensó, si no tenía cuidado. Mucho cuidado-. La señorita Hudgens ha accedido a visitarla mañana por la tarde -añadió y sonrió mientras veía la cara de ella, cuya expresión pasó del asombro a la ira en el segundo que transcurrió hasta que recuperó el control sobre sus emociones-.

Ash: ¡Maravilloso! -exclamó entusiasmada-. Zac tiene un montón de tesoros de todas partes del mundo. Su casa es como la cueva de Aladino.

Vanessa sonrió y pensó en tres deseos especialmente desagradables, todos los cuales tenían a Zac como víctima.

Ness: Estoy deseando verla.


A lo largo de la cena, Vanessa observó los modales de Zac, al principio confundida, luego intrigada. Aquél no era el hombre que ella conocía. Ese hombre era atento y refinado. No había en él tanta intensidad ni aquella autoridad implacable, sustituidas por un talante amable y encantador.

Zachary Efron, aceite de oliva, negocios de importación y exportación. Sí, se notaba que era un hombre de dinero, con éxito... y conservaba el magnetismo que le había advertido desde el principio. Pero era una fuerza distinta, carismática, sin indicio alguno de violencia.

Parecía tranquilo, sentado a una mesa elegante, riéndose con Ash y Scott mientras comentaban una vieja historia de la isla. Llevaba un traje gris a la medida que le sentaba tan bien como la camiseta y los vaqueros con que lo había visto la primera vez. Su arrogancia tenía un toque más aristocrático. Todos los rasgos agresivos habían desaparecido.

Se lo veía a gusto, como si estuviera en casa, y no transmitía esa energía intrépida, arriesgada. ¿Cómo podía tratarse del mismo hombre que había empuñado un cuchillo o había trepado hasta su terraza?

Zac le ofreció una copa de vino y ella frunció el ceño. Lo cierto era que sí se trataba del mismo hombre, se recordó. Pero ¿a qué estaría jugando? Vanessa levantó la mirada y se encontró con sus ojos. Apretó con los dedos la base de la copa. Aunque no fue más que un destello fugaz, rápidamente velado, le bastó para reconocer al hombre que se escondía bajo aquella fachada de urbanidad y buenos modales. Tenía una fuerza brutal. Si estaba jugando a algo, pensó mientras daba un sorbo de vino para serenarse, no era un juego divertido. Y, desde luego, ella no quería participar en él.

Se giró hacia Derek y dejó a Zac con Amber. Inteligente, ocurrente y sin misterios frustrantes, Derek era un compañero de cena mucho más agradable. Vanessa se abandonó a un intercambio placentero de comentarios y procuró relajarse.

Derek: Dime, ¿no te haces un lío con tantas palabras de distintos idiomas en la cabeza?

Vanessa tomó un poquito de moussaka. Le gustaba la salsa, pero estaba nerviosa y se le había revuelto el estómago. Y todo por culpa de Zac. El muy desgraciado estaba haciendo estragos hasta en su apetito.

Ness: No es tan difícil. Basta con pensar en el idioma en el que estás hablando en cada momento -contestó finalmente-. De uno en uno, así no se te mezclan.

Derek: Lo dices como si fuese muy sencillo -insistió-. Pero no está al alcance de cualquiera. Deberías sentirte orgullosa. Es un don.

Ness: ¿Un don? -frunció el ceño un segundo y luego lo desarrugó con una sonrisa-. Supongo que sí, aunque nunca lo había pensado. No sé, me parecía una limitación no poder expresarme más que en un idioma. Luego, una vez que me puse, ya no pude parar.

Derek: Hablando el idioma del país, te puedes sentir en casa en muchos países.

Ness: Sí, seguro que es por eso por lo que me siento tan bien aquí.

Derek: Scott me ha dicho que está intentando convencerte para que trabajes con él -sonrió y brindó con la copa de ella-. Lo apoyo totalmente. Trabajar contigo sólo puede resultar beneficioso para la empresa.

La risa sonora de Amber interrumpió la conversación.

Amber: ¡Ay, Zacky!, ¡qué cosas dices!

«Zacky», repitió para sus adentros Vanessa. La ponían enferma los diminutivos.

Ness: Creo que yo también disfrutaría trabajando contigo -contestó a Derek al cabo de unos segundos-.

Amber: Dame una vuelta en lancha mañana, Zacky. Necesito divertirme un poco.

Zac: Lo siento, Amber, mañana no puedo. Puede que a finales de semana -suavizó la negativa haciéndole una caricia en la mano-.

Amber: A finales de semana puede que me haya muerto de aburrimiento -protestó, poniendo cara de puchero-.

Vanessa oyó a Derek suspirar. Se giró hacia él y vio la mirada de exasperación que lanzó a Amber.

Derek: Amber me ha dicho que la semana pasada se encontró con Maria Popagos en Atenas -comentó. La expresión de exasperación se había borrado de su rostro-. Ya tiene... ¿cuántos, Amber?, ¿cuatro hijos? -añadió con dulzura-.

La trataban como a una niña, pensó Vanessa contrariada. Y ella se comportaba como tal: como una niña mimada y caprichosa.

Durante el resto de la cena, y luego durante el café, Vanessa observó los cambios de humor de Amber, que pasaba de mostrarse hastiada a estar excitadísima. Derek, aparentemente acostumbrado o quizá por una cuestión de educación, no daba importancia a tales fluctuaciones. Y aunque le disgustaba admitirlo, Zac también tenía la elegancia de no llamarle la atención. Scott, en cambio, iba poniéndose nervioso a medida que iba transcurriendo la velada. Se dirigía a su prima en voz baja, aconsejándole que no bebiera más, mientras ella seguía sirviéndose coñac. En vez de obedecer, se tragaba el licor de golpe y le daba la espalda a su primo.

Cuando Zac se levantó para marcharse, Amber insistió en acompañarlo al coche. Mientras salía del salón colgada del brazo de Zac, lanzó una mirada triunfal por encima del hombro. ¿A quién la habría dirigido?, se preguntó Vanessa. Se encogió de hombros, se giró hacia Derek y dejó que la velada siguiera su curso con normalidad. Ya tendría tiempo de pensar cuando estuviera sola en su dormitorio.


Vanessa flotaba con el sueño. El vino la había amodorrado y no había tardado en dormirse. Aunque había dejado las puertas de la terraza cerradas, la brisa de la noche se colaba por las ventanas. Suspiró y cambió de postura mientras sentía la caricia del aire sobre la piel. Era una caricia delicada, como un ala de mariposa. Le rozaba los labios y luego bajaba hacia el cuello. Vanessa puso cara de placer. Tenía el cuerpo entregado, receptivo. Separó los labios mientras la besaban. Acercó al hombre que la besaba en sueños.

Sueños que parecían muy reales. El sabor del beso era tan dulce y nítido como el vino que aún le daba vueltas en la cabeza. Emitió un gemido lánguido de placer y siguió flotando. En el sueño, los brazos de Vanessa rodeaban al hombre sin rostro que la amaba. Al pirata, al fantasma. Éste susurró su nombre y aumentó la presión del beso y bajó la sábana que separaba los cuerpos de ambos. Vanessa notó el tacto de unos dedos firmes y familiares sobre la piel. Un cuerpo demasiado contundente y musculoso para ser un sueño se apretaba a ella. Las imágenes borrosas fueron aclarándose y el fantasma tomó forma. Tenía pelo castaño, ojos azules y una boca pecaminosa.

El cuerpo le ardía. Vanessa gimió de nuevo y se dejó llevar por la pasión. Agradecía las caricias, pero su boca estaba insatisfecha, quería más. Entonces oyó una palabra cariñosa, un susurro en griego junto al oído.

De pronto, el telón de los sueños se levantó. El peso que sentía sobre su cuerpo era real y, en efecto, familiar. Vanessa empezó a forcejear.

Zac: La diosa se despierta. Una lástima.

Lo vio a la luz de un rayo de luna. Sintió el cuerpo lleno de necesidades, notó la cabeza aturdida, sabedora de que había sido Zac quien las había despertado.

Ness. ¿Qué estás haciendo?  descubrió que apenas le entraba aire en los pulmones. Había sido la boca de Zac la que la había besado, estaba segura. Todavía podía saborear sus labios. Y sus manos...-. ¡Esto es el colmo! Si crees que voy a dejar que te cueles en mi cama mientras estoy durmiendo...

Zac: Hace un momento no tenías ninguna queja.

Ness: ¡Serás...! Eres despreciable.

Zac: Y tú muy sensible. Tu cuerpo reacciona de maravilla a las caricias -murmuró él al tiempo que le pasaba la yema de un dedo por el lóbulo de la oreja. Zac notó el pulso de Vanessa latiéndole bajo la mano. Sabía, aunque estaba intentando controlarlo, que también el suyo se había acelerado-. Parecía que te gustaba que te tocase. A mí tocarte me gustaba -añadió con un susurro íntimo y sensual-.

Ness: Largo de aquí -le ordenó por miedo a sucumbir-.

Zac: Dulce Vanessa... -le dio un mordisquito en el labio inferior, la notó temblar, sintió el poder que ejercía sobre ella. Sería tan sencillo seducirla... y más arriesgado todavía-. Sólo pospones lo inevitable -agregó sonriente-.

Vanessa le mantuvo la mirada mientras trataba de respirar con normalidad. Algo le decía que, aunque todo lo demás que Zac le había contado fuesen mentiras, la última afirmación era cierta.

Ness: Esta vez no te he prometido que no gritaría.

Zac enarcó una ceja, como si sintiera curiosidad por averiguar qué ocurriría si lo hacía.

Zac: Sería interesante explicarles esta situación a Scott y Ash. Yo diría que tu belleza me ha abrumado. Lo que no es mentira del todo. De todos modos, no vas a gritar.

Ness: ¿Por qué estás tan seguro?

Zac: Ya me habrías delatado, o lo habrías intentado, si fueses a hacerlo.

Vanessa se incorporó, se sentó en la cama y se echó el pelo al lado. ¿Acaso Zac tenía que tener siempre razón?, se preguntó enojada.

Ness: ¿Qué quieres ahora?, ¿y cómo demonios has entrado esta vez? He cerrado... -se quedó sin voz al ver que las puertas de la terraza estaban abiertas de par en par-.

Zac: ¿Pensabas que un simple cerrojo me iba a cerrar el paso? -soltó una risotada y le acarició la nariz con un dedo-. Tienes mucho que aprender.

Ness: Ya está bien: escúchame...

Zac: No, ahórrate las protestas para luego. Me doy por enterado -atajó antes de enredar un dedo en un rizo de su cabello-. He venido para asegurarme de que no te inventarás un inoportuno dolor de cabeza que te impida venir a mi casa mañana. Quiero hablar de un par de cosas contigo.

Ness: Yo también tengo que hablar de un par de cosas contigo -replicó furiosa-. ¿Se puede saber qué hacías en la playa la otra noche? Y quién...

Zac: Luego, Afrodita. Ahora mismo estoy distraído -atajó-. Tu piel... me encanta cómo huele -añadió mirándola a los ojos-.

Ness: No sigas -no se fiaba de él cuando empezaba a hablar en aquel tono tan seductor. De hecho, no debía fiarse de él en absoluto, se recordó-. ¿A qué ha venido el ridículo jueguecito que te traías esta noche?

Zac: ¿Qué jueguecito? -preguntó abriendo mucho los ojos-. Vanessa, cariño, no sé de qué hablas. Estaba comportándome con la mayor naturalidad.

Ness: Natural por las narices.

Zac: No hace falta que te pongas agresiva -dijo con suavidad-.

Ness: Hace la falta que me dé la gana -replicó-. Esta noche has sido el invitado perfecto. Encantador...

Zac: Gracias.

Ness: Y falso -añadió, fulminándolo con la mirada-.

Zac: Falso no, correcto -matizó-. Me he comportado como la situación lo requería.

Ness: Claro, porque habría resultado un poco raro si te hubieses sacado del bolsillo un cuchillo en medio de la cena.

Se puso tenso. Respiró profundamente para relajarse. Vanessa no iba a dejarle olvidar aquel desafortunado incidente y Zac no conseguía quitarse de la cabeza la cara de pánico que ella había puesto en el momento de desmayarse.

Zac: Pocas personas me han visto comportarme de un modo distinto a como me he comportado esta noche -murmuró al tiempo que le hacía una nueva caricia en el pelo-. Que seas una de ellas es cuestión de mala suerte.

Ness: Da igual, porque a partir de ahora no quiero verte de ningún modo.

Zac: Mentirosa -dijo Zac sonriente-. Te recojo mañana a la una.

Vanessa soltó un exabrupto habitual en los círculos menos distinguidos de Italia, al que Zac respondió con una risotada.

Zac: Cariño, te advierto que en mis viajes de negocios he tenido ocasión de visitar los bajos fondos de Italia.

Ness: Perfecto, entonces no necesitas que te lo traduzca.

Zac: Tú estate lista -la miró de arriba abajo-. Supongo que te resultará más fácil tratar conmigo a la luz del día... y con una indumentaria más adecuada.

Ness: No tengo intención de tratar contigo en absoluto -arrancó en voz baja y hostil-. Ni de continuar con esta farsa absurda yendo a tu casa mañana.

Zac: Claro que irás -contestó con una sonrisa tan confiada como irritante-. Si no, te verías en la difícil situación de tener que explicarle a Ash por qué no quieres venir después de mostrarte tan interesada en mi casa. Dime, ¿qué es lo que te atrae de ella?

Ness: Que tiene una estructura disparatada.

Zac soltó una risotada y le agarró una mano.

Zac: Otro halago. Te adoro, Afrodita. Venga, dame un beso de buenas noches.

Ness: Ni hablar -contestó con el ceño fruncido-.

Zac: Venga, si lo estás deseando -y, con un movimiento veloz, se tumbó encima de Vanessa. Cuando ésta lo insultó, Zac volvió a reírse-. Eres irresistible.

Bajó la cabeza de golpe y se apoderó de sus labios con fuerza hasta que notó que Vanessa dejaba de resistirse. Poco a poco, Zac disminuyó la presión del beso, aunque no su intensidad. Una intensidad que la cargaba de energía y que fue aumentando la temperatura de su cuerpo hasta que sólo hubo pasión: pura, ardiente e insensata. Vanessa gimió, aceptó la pasión que la consumía y aceptó a Zac.

Éste notó el cambio. Se relajó un instante y se permitió disfrutar del momento.

Vanessa tenía un sabor que perduraba en los labios de Zac mucho después de dejar de besarla. Cada vez que la tocaba, sabía que, más pronto o más tarde, tendría que poseerla por completo. Pero no todavía. En ese momento todavía había mucho en juego. Vanessa era peligrosa y él ya se había arriesgado demasiado con ella. Pero el sabor de sus labios...

Zac se entregó al beso a sabiendas del peligro de volverse vulnerable, siquiera por un segundo, abandonándose a Vanessa. Si ella no hubiese estado en la playa aquella noche, si él no hubiese tenido que descubrirse ante ella, ¿serían las cosas distintas de como eran en ese momento?, se preguntó mientras el deseo empezaba a hundir sus garras. ¿Habría podido seducirla y abrazarla, acostarse con ella, con un par de galanterías y palabras inteligentes? Si se hubiesen encontrado por primera vez esa noche, en casa de Ash, ¿la habría deseado con tanta urgencia y desesperación?

Sentía las manos de Vanessa acariciándole el pelo. Zac descubrió que había dejado de besarla en la boca y se había deslizado hasta su cuello. Parecía como si la fragancia de Vanessa se concentrara allí con un sabor salvaje y peligroso. Él convivía con el peligro y le gustaba; se enfrentaba a él con astucia y ganaba. Pero no podía calcular el riesgo de acercarse a esa mujer, del sentimiento que le despertaba. Por otra parte, la suerte ya estaba echada. Nada podía cambiar el camino que él tenía que seguir. Como tampoco podía cambiar el hecho de que ella estaba implicada.

Quiso acariciarla, rasgarle la seda que apenas cubría su cuerpo y sentir la piel de Vanessa cálida bajo su mano. Pero no se atrevió. Como hombre, conocía sus limitaciones y debilidades. Si era sincero, no le agradaba que Vanessa Hudgens se hubiese convertido en una debilidad en un momento en que no podía permitirse flaqueza alguna.

Vanessa murmuró el nombre de Zac, introdujo las manos bajo su camiseta y las plantó sobre aquellos potentes pectorales. Zac sintió un trallazo de deseo, una descarga ardiente sobre la boca del estómago. Tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no dejarse arrastrar por la pasión y permitir que transcurrieran unos segundos, hasta que ésta se convirtió en un cosquilleo, todavía intenso, pero que podía controlar. Luego levantó la cabeza y esperó a que Vanessa abriera sus ojos marrones. Algo se le clavó en la palma de la mano y, de pronto, Zac vio que había agarrado el medallón de Vanessa sin darse cuenta. Apretó los dientes para no blasfemar y esperó un instante hasta estar seguro de que podría hablar con normalidad:

Zac: Dulces sueños, Afrodita -se despidió sonriente-. Hasta mañana.

Ness: Eres un... -tuvo que pararse a recuperar el resuello y el ingenio necesario para insultarlo-.

Zac: Hasta mañana -repitió al tiempo que le daba un beso en el dorso de la mano-.

Vanessa lo vio salir por la terraza e iniciar el descenso hasta perderlo de vista. Completamente quieta, permaneció tumbada mirando al vacío y se preguntó dónde se había metido.




Eres un, qué. ¿Qué ibas a decir, Ness?
Yo ya no me creo nada de lo que vayas a decir. ¿¡Dónde está tu fuerza de voluntad!? ¡Tu integridad como mujer!

Enserio, en qué cabeza cabe. Las negativas que le da y luego se deja hacer de todo. ¡Y cómo no se da cuenta de que no era un sueño! Esta chica me preocupa XD

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