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sábado, 30 de julio de 2016

Capítulo 10


A la semana siguiente de Navidad, en una compra de suministros, Vanessa flaqueó al fin y se compró la Wii. Se había resistido hasta entonces: ya pasaba muchas horas de pie todos los días, y no tenía tiempo para juegos.

Además, ¿para qué iba a jugar sola?

Pero el haber perdido dos veces la revancha con Harry tras la cena de Navidad y la vergüenza que había pasado jugando a los bolos cuando hasta la nieta de cuatro años de Amy había sacado mejor puntuación que ella lo cambió todo.

Aprendería. Practicaría. Volvería a por todos ellos.

Entretanto, compaginaba actividades lo mejor que podía. Lanzaba pizzas al aire, preparaba salsas, despedía a un mozo de reparto -maldita sea- y reajustaba el calendario hasta que contratara a un sustituto.

Cuando podía, ayudaba a Ashley a dar los últimos toques al hotel y -qué sacrificio- se quedaba a pasar la noche en Westley y Buttercup para informar después.

Sacaba tiempo de donde podía para las previsiones y los planes del nuevo local, lo recorría personalmente para tomar sus medidas, esbozar algunas ideas y pasárselas luego a Alex.

Apenas veía a Zac. La atención de los hermanos se centraba en el edificio de al lado del hotel, y no tenía excusa -ni tiempo- para asomar la cabeza por allí.

Todavía.

Cada noche, antes de acostarse, echaba un vistazo por la ventana al edificio que tenía justo enfrente, e imaginaba el MacT, lo veía suyo. Luego le daba las buenas noches al hotel.

Una o dos veces le pareció ver la silueta de una mujer junto a la barandilla.

Esperando a Billy.

La admiraba su devoción. A su juicio, casi nadie podía aferrarse a una relación en circunstancias normales, y allí estaba alguien que lo hacía más allá de lo imposible.

Puede que algún día -confiaba en que algún día- su fe se viera recompensada, al menos con respuestas.

Y cada mañana volvía a asomarse, a lo que sería suyo, a lo que podría hacerse.

Aunque lo esperaba, también, nunca vio la resuelta figura a la luz del día.

Entre esos dos puntos, el último vistazo de la noche y el primero de la mañana, pasó la semana de Navidad como una exhalación.
 
 
A las cuatro de la tarde del día de Nochevieja, cerró la pizzería, subió corriendo a casa y bajó de nuevo a toda velocidad al coche con la olla de albóndigas que había preparado la noche anterior.

Subió corriendo otra vez.

A las cinco, ya se había duchado, arreglado el pelo, maquillado, vestido y hecho un bolso de viaje.

Un proceso distinto al de la semana anterior, musitó, porque esta vez llevaba lencería sexy y había metido en el bolso de viaje unos pantaloncitos y un top ajustado, ambos negros, que ponerse para dormir.

¿Cómo sería acostarse con Zac?

Vale, decidió mientras cerraba la cremallera del bolso de viaje, no iba a pensar en eso ahora, ni a intentar imaginárselo y liarse con especulaciones.

Mejor lo dejaría seguir su curso, se dejaría sorprender.

Cogió el bolso y le mandó un mensaje a Ashley cuando salía.

«Voy para allá, a que des el visto bueno a mi indumentaria.»

Se metió en el coche, se retiró el pelo de la cara, que había teñido de castaño claro, y soltó un resoplido.

La respuesta de Ashley llegó antes de que arrancara el motor.

«Aquí estoy, a tu servicio.»

Vanessa cruzó la Plaza hasta el aparcamiento del hotel, luego salió de un brinco justo cuando Ashley abría la puerta de Recepción.
 
Ash: Me estaba organizando el despacho.
 
Ness: Ya te habías organizado el despacho.
 
Ash: Quería hacer unos cambios. Y, de paso, he echado un vistazo a las reservas. Dos más para marzo.
 
Ness: Esto va viento en popa. Bueno, sé sincera -se quitó el abrigo, lo tiró encima de la silla de respaldo alto que había delante del fuego e hizo un giro rápido-.
 
Ash: Para el carro, rapidilla.
 
Ness: Vale -inspiró hondo de nuevo-. Voy un poco acelerada. He tenido un día espantoso, luego te cuento; después, no conseguía decidirme por unos pendientes y yo siempre sé qué pendientes ponerme, lo que me ha hecho darme cuenta de que estoy un poquito nerviosa. Lo voy a hacer con Zac el año que viene. Que es mañana, esta noche. Después de la fiesta.
 
Ash: Los pendientes son estupendos -le dijo señalando los finos aritos de plata de los que colgaban unas lágrimas de cuarzo citrino-. El color te queda genial, y va muy bien con tu vestido. A ver, date la vuelta despacio. -Vanessa obedeció, exhibiendo el vestido corto y ceñido de cobre reluciente-. Me encanta, me encantan los zapatos, cómo resaltan lo metálico del vestido, pero de forma muy sutil.
 
Ness: ¿Sabes que me he comprado más zapatos desde que tú te has mudado aquí que en los cinco años anteriores?
 
Ash: ¿Ves qué bien te vengo? ¿Qué llevas debajo del vestido?
 
Ness: La loción corporal de granada de Marguerite y Percy, y el conjunto de semisujetador y tanga de color limón que me convenciste para que me comprara.
 
Ash: Excelente elección, en todo.
 
Ness: Además… -meneando las cejas, se señaló el pecho-. El sujetador me lo levanta y me lo estruja todo tanto que parece que tengo más de lo que tengo.
 
Ash: Algo a lo que toda mujer tiene derecho y que todo hombre aprecia. Aunque… -pensativa, dio una vuelta alrededor de Vanessa- te falta una cosita.

Ness: ¿Ah, sí?
 
Ash: Tengo lo que necesitas. La pulsera que mi hermana me regaló por Navidad.
 
Ness: No puedo ponerme algo que te acaban de regalar.
 
Ash: Claro que sí. A mi hermana le caes bien. La pulsera es desenfadada y cómoda, y te queda bien con todo este cobre viejo, las perlas de oro mate… Voy a por ella.
 
Ness: ¿Y tú por qué no te arreglas?
 
Ash: Claire y Alex no me recogen hasta las ocho o así. Tengo tiempo de sobra. Cógete un refresco si quieres; también hay magdalenas. Estoy probando recetas.
 
Vanessa decidió que la cafeína no era buena idea y optó por un ginger ale. Bastante acelerada iba ya.
En el buen sentido.

Le encantaba ir a una buena fiesta, y Zac las daba buenas. Sabía que la comida estaría bien, porque ella misma la había preparado casi toda.

Además, iba guapa. Ashley se lo habría dicho si no hubiera dado en el clavo.

Sería divertido. Muchos amigos, comida, bebida, música, cotilleos. Y, al final, abriría una nueva puerta a un nuevo año con aquella nueva… conexión con Zac.
 
Ness: Si no sale bien, pues nada, sin problema, ¿vale? -murmuró, y le dio un trago a la bebida mientras se dirigía despacio al Vestíbulo-.
 
Aún no había flores, se dijo, pero todo brillaba y relucía. Ashley se aseguraría de que siguiera brillando y reluciendo. El aire olía al perfume de T y O, Pixie Dust, suave y agradable.

Entró al Comedor, estudió el edificio del otro lado de Saint Paul. En unos meses, pensó, abriría su nuevo establecimiento.

Esperaba estar preparada.

Esperaba estar preparada para el paso que se proponía dar esa noche.

Ness: Fue mi primer novio.
 
Le llegó de pronto una ráfaga de madreselva, una brisa estival.

Le dio un vuelco el corazón, en parte de emoción, en parte de nervios, al volverse.

Ness: No sabía que también bajaras aquí, pero supongo que puedes ir donde quieras. Esto está genial con todos los cuadros colgados. De hecho, estaba pensando en ahorrar, comprarme…
 
Un bodegón de girasoles se ladeó en la pared, luego volvió a enderezarse.
 
Ness: Ja. Sí, ese. Uau. Buen truco. Bueno… feliz Año Nuevo -añadió al oír a Ashley (o supuso que la había oído), que bajaba otra vez. Salió al pasillo-. No sabía que tu compañera de piso, ¿lo pillas?, bajara a la primera planta.
 
Ash: De vez en cuando. ¿Ha bajado ahora?
 
Ness: Sí. Es la primera vez que me la encuentro a solas. ¿Qué tal tú?
 
Ash: Nos llevamos bien. -Con desenfado y naturalidad, se dirigió la cocina-. Anoche dormí en Elizabeth y Darcy.
 
Ness: ¿En serio? ¿No te ha dado un poco de…?

En lugar de decirlo con palabras, Vanessa simuló un escalofrío.
 
Ash: La verdad es que no. Si yo no puedo dormir allí, no podemos esperar que los huéspedes paguen por alojarse en esa habitación. Y sin problema. -Abrió el frigorífico y cogió una botella de agua-. Es una habitación preciosa, muy confortable.
 
Ness: ¿Y ya está? ¿Nada de actividad del otro lado?
 
Ash: Bueno, me había acostado ya y estaba en la cama, trabajando con el portátil y, hacia medianoche, se han apagado las luces.
 
Ness: ¡Madre mía! No te he oído gritar.
 
Ash: No he gritado. Me ha dado un poco de yuyu, eso es cierto, pero se han vuelto a encender cuando le he dado al interruptor. Ella las ha vuelto a apagar unos segundos. Al final, he pillado la indirecta. Apaga la luz, duérmete ya.
 
Ness: ¿Y tú qué has hecho?
 
Ash: Apagar el portátil -rió y bebió un trago del agua-. De todos modos, me estaba quedando dormida. Cuando me acomodé ocurrió algo de lo más raro.
 
Ness: ¿Más raro que eso?
 
Ash: Oí que se abría y se cerraba la puerta del pasillo. Me pareció una señal de ella. Como diciéndome que se quedaría allí para que yo pudiera tener un poco de intimidad. Se lo agradecí. Ven, pruébate esto -le puso la pulsera alrededor de la muñeca-.
 
Ness: Deberíamos averiguar quién es Billy. -Las luces se apagaron y encendieron, se apagaron y encendieron, y luego pareció que brillaban un poco más de lo normal-. Anda, parece que le ha gustado la idea.
 
Ash: No he tenido tiempo. En cuanto inauguremos y me acomode a mi rutina, puedo investigar un poco. Lo haré.
 
Ness: Yo se lo comentaré a Zac. Entre los dos, encontraréis algo. Oye, es preciosa -agitó la muñeca-. Gracias. Tengo que irme. Le he dicho que intentaría llegar hacia las cinco y media para ayudarle a prepararlo y organizarlo todo.
 
Ash: Eres una novia excelente.
 
Ness: Aún no -rió-. Pero puede que lo sea el año que viene. -Todavía titubeó cuando Ashley la acompañó a la puerta-. ¿Seguro que estás bien sola?
 
Ash: Es evidente que no estoy sola -volvió la vista a las luces que brillaban con intensidad a su espalda-. Pero no me importa.
 
Ness: Si quieres que me quede contigo…
 
Ash: Tú lo que quieres es revolcarte en el lujo.
 
Ness: Bueno, es un aliciente, sí, pero, en serio, Ashley… cuando quieras.
 
Ash: Lo sé -cogió el abrigo de Vanessa-. Vete, anda, sé buena novia.
 
Ness: Voy a intentarlo.
 
 
Zac repasó despacio la lista de preparativos de la fiesta que tenía colgada en la cocina. Tachó la música. Eso ya estaba listo. Lo mismo que el fuego, la compra, la limpieza. También había preparado la zona de juegos para quien quisiera, y un par de calefactores de exterior para los que salieran a la terraza.

Solo le quedaba reunir y organizar la comida, preparar el bar, meter las bolsas de hielo del congelador en los cubos de cerveza y refrescos y… y, y.

¿En que había estado pensando?

Ah, sí, recordó. Vanessa. Había estado pensando en Vanessa.

Ahora le tocaba cocinar a él… batir, mezclar, trocear, rebanar y colocar.

Más le valía ponerse a ello.

Preparándose para la faena, reunió los ingredientes, los utensilios de cocina, cuencos, bandejas. Justo cuando se disponía a consultar el menú, oyó abrirse la puerta de entrada y a Vanessa gritar hola, y sonrió.

Sus refuerzos particulares, se dijo, y salió a recibirla.
 
Zac: Cielos, Vanessa, deja que te coja eso -le sujetó la enorme olla de acero inoxidable que llevaba-. Pesa tanto como tú.
 
Ness: Mis albóndigas tienen éxito, así que hago muchas. Tengo que salir corriendo al coche a por mi bolso de viaje.
 
Zac: Ya voy yo. Quítate el abrigo -le propuso, dejando la olla en la cocina-. Sírvete una copa de vino.
 
Ness: Vale. El bolso está en el asiento de atrás.
 
Zac: Vengo enseguida.
 
Ness: La casa está preciosa -le gritó-.

Claro que siempre lo había estado.

Limpia y ordenada, por supuesto, pero con un aire diáfano y confortable. Colores pastel, se dijo mientras se encaminaba a la cocina. Ella habría elegido algo un poco más intenso, pero a él le iban de maravilla.

Y le encantaba su cocina. Aunque él no cocinara mucho -que ella supiera-, eso no le había impedido construirse un espacio agradable y eficaz para hacerlo.

Armarios oscuros y paredes de color verde pistacho claro, que ella habría pintado de verde hierba fuerte, para darle un poco de energía.

Molduras de madera oscura para las generosas ventanas y las puertas que conducían al patio. Encimeras de color pizarra -impoluta, claro- y electrodomésticos de un blanco resplandeciente.

Mientras se quitaba el abrigo, leyó las listas que Zac tenía colgadas por allí y rió para sus adentros. Puede que la idea de la fiesta hubiera sido algo espontáneo, pero su planificación no tenía nada de espontánea.

Sabiendo que no podía dejar el abrigo y la bufanda en un taburete de la cocina, los llevó al lavadero y los colgó de un gancho que había junto a su chaqueta de faena. Observó que el lavadero de Zac estaba más ordenado que el dormitorio de ella.

Retrocedió, abrió el escobero y cogió un delantal. Con él colgado del brazo, encendió el fuego sobre el que estaba su olla y lo puso al mínimo.
 
Zac: He subido tu bolso de viaje arriba, así que si necesitas algo…
 
Cuando ella se volvió a mirarlo, las palabras -y, por lo visto, al menos la mitad de su materia gris- se le escaparon del cerebro.
 
Ness: ¿Qué? -se miró enseguida-. ¿Me he manchado?
 
Zac: E-eh… Es que… estás… estás… -consiguió decir, y su expresión se resolvió en una sonrisa de deleite-.
 
Ness: ¿Eso es bueno?
 
Zac: Es… -Igual había sido más de la mitad de su materia gris-. Sí. Huy, sí.
 
Ness: Es nuevo… el vestido. Ashley me ha estado ayudando a llenar mi guardarropa y vaciar mi cuenta bancaria.
 
Zac: Ha merecido la pena. Ya me había olvidado de tus piernas.
 
Ness: ¿Qué?
 
Zac: No de que las tenías, sino de que eran… así.
 
Ness: Creo que me acabas de alegrar el año, justo ahora que se acaba. -Se sirvió de aquellas piernas para acercarse a él, y aun con tacones tuvo que ponerse de puntillas para poder posar sus labios en los de él-. Gracias.
 
Zac: No hay de qué, en absoluto.
 
Zac olía fenomenal. Sabía genial. Estaba guapísimo.

Mientras lo pensaba, se quedó donde estaba, con las manos cruzadas en su nuca.
 
Ness: Menuda lista tienes ahí, Zac.
 
Zac: ¿Lista? Ah, la lista. Sí, estos dos últimos días he tenido mucho lío de trabajo. No me ha dado tiempo a hacer todo lo que quería.
 
Ness: Aun así, es mucho. Se me ocurre una cosa… Nos quedan un par de horas, quizá algo más, antes de que empiece a llegar la gente. Y hemos estado muy agobiados, tú y yo. Esperando hasta después de la fiesta, cuandoquiera que sea, para estrenarnos, por así decirlo.
 
Él le rodeó suavemente la cintura.
 
Zac: Podría preparar unos carteles: FIESTA CANCELADA.
 
Ness: Excesivo… además, la mitad terminaría aporreando la puerta de todas formas. Pero ¿qué tal si aprovechamos el tiempo de que disponemos ahora? Podríamos subir y… despedir el año. Así estaríamos menos agobiados en la fiesta.
 
Zac: No es mala idea, no. No quiero forzar las cosas… forzarte a nada. Forzarnos.
 
Ness: Creo que podemos llevar un ritmo aceptable. Hasta podrías añadirlo a tu lista.
 
Zac sonrió al oír eso, luego bajó la cabeza.
 
Zac: Vanessa.
 
Empezó a besarla despacio, un beso lento y agradable que fue cobrando brío.

Un ritmo más que aceptable, se dijo ella, poniendo algo de ardor de su parte.

La puerta de servicio se abrió de golpe. Bobo entró trotando delante de David.
 
David: Te traigo la superpata de jamón. Si os pillo a punto de daros un revolcón, tíos, la dejo por aquí, me pillo una birra y me largo.
 
Zac: Joder, David.
 
David: Lo siento. -Pero su sonrisa fácil contradecía la disculpa-. Cumplo órdenes de mamá. Que me pasara por allí, cogiera el jamón y lo trajera aquí, donde suponía que estarías liado recuperando el tiempo perdido, pero no, claro, con la Morena Buenorra. Que eres tú, nena -le dijo a Vanessa-.
 
Ness: Que soy yo -coincidió, y le devolvió la sonrisa-.
 
David: Las órdenes incluían cortar en lonchas el superjamón si necesitabas ayuda. Imagino que, como en lo que estás entretenido es en recuperar el tiempo de magreo perdido -añadió rodeándolos para coger la cerveza-, no necesitas ayuda en ese particular -la destapó con el abridor de pared de Zac y echó un buen vistazo a Vanessa-. Morena Buenorra, desde luego. Si te la vas a cepillar, tío, por lo menos llévala arriba.
 
Zac: Mierda.
 
Ness: Me parece que ya se nos ha pasado el momento.

Vanessa le dio una palmadita en el hombro a Zac, luego se puso el delantal.
 
David: Lo siento -repitió-. Cumplo órdenes.
 
Ness: Casi mejor así. La lista es larga -añadió al ver que Zac la miraba-. Y ahora tienes dos manos más, porque, visto lo visto, David nos va a echar un cable. Pero bien echado.
 
David: Cumplía órdenes. Pero vale. -Después de darle un buen trago a la cerveza, se acercó a Vanessa-. Qué bien hueles. A alguna fruta exótica y… a madreselva.
 
Ness: Granada. Madreselva. -Se olió el brazo-. Debe de habérmelo pegado ella. ¿Cómo lo ha hecho? Elizabeth. Me he pasado un momento a ver a Ashley antes de venir, y Elizabeth ha bajado a la primera planta a saludar, o igual a desearme feliz Año Nuevo.
 
Zac: ¿La has visto?
 
Ness: No, y es un fastidio, o un alivio. No lo sé. -Cogió una cuchara de palo, levantó la tapa de la olla de sus albóndigas, removió un poco-. He notado su aroma. Luego, cuando Ashley y yo hablábamos de que ella y tú deberíais empezar a investigar quién es ese Billy al que espera, ha apagado las luces varias veces. Después les ha dado un subidón de voltaje. Las dos hemos entendido que le gustaría que encontrarais a Billy.
 
Zac: Sin problema. Lo buscaré en Google: «Billy, el amigo de Elizabeth la muerta» y asunto solucionado.
 
Ness: Entre Ashley y tú, lo resolveréis -arqueó las cejas al ver fruncir el ceño a David-. ¿Qué?

David: ¿Cómo lleva la situación la gerente?
 
Ness: Ashley no se acobarda fácilmente. O nada. Me tomaría esa copa de vino ahora -le dijo a Zac-.
 
David: Yo la he visto acojonarse -masculló-.
 
Ness: ¿El día que Zac vio a Elizabeth en el espejo? Yo diría que estaba pasmada. Pasmada -repitió, satisfecha con el término-.
 
David pensaba más bien en la primera vez que había visto a Ashley Tisdale, cuando su madre había subido con la entonces candidata a gerente a donde él trabajaba. Se había quedado blanca como el papel, con la mirada vidriosa, mirándolo fijamente como si fuera un fantasma.
Pero se encogió de hombros.
 
David: Sí, claro.
 
Ness: Pasó la noche en E y D, tuvo un breve encuentro con Lizzie y se fue a dormir como si nada, como una campeona. Porque Ashley es así. Bueno, ya tengo la crema de espinacas y alcachofas, los champiñones rellenos, los… ¿saladitos de salchicha? ¿Sí?
 
Zac descolgó los hombros.
 
Zac: A la gente le gustan.
 
Ness: Sí. Zac, deberías preparar el bar, y tú, David, corta el jamón.
 
Al oír la palabra «jamón», Bobo meneó la cola.
 
Ness: ¿Por qué no hace eso con «espinacas» o «champiñones»? -se preguntó en voz alta-.
 
David: De verduras, solo come patatas fritas. Es muy tiquismiquis con la comida.
 
Vanessa solo soltó una risotada, luego volvió a lo suyo.

Mejor así. Zac recordó las palabras de Vanessa mientras organizaba los vasos, las copas, las botellas, las hieleras. Jamás habría conseguido hacerlo todo si hubieran… despedido el año antes. Mucho mejor atenerse al plan, sobre todo porque no le quedaba más remedio con David cortando jamón y Bobo, fiel y esperanzado, sentado a sus pies.

Cuando terminó con el bar y con las hieleras, ella ya había lavado las verduras y preparado la tabla de cortar, el pelador y un cuchillo para él.
 
Ness: Pela, haz rodajas, pica -le ordenó-. Como tienes todos los ingredientes, voy a añadir una ensalada de pasta a tu menú. Los carbohidratos nos vienen bien, porque la gente va a beber, incluida yo.

Alzó la copa a modo de prueba.

El calor de los fogones le sonrojaba las mejillas y sus ojos chispeaban traviesos.

Se le ocurrió entonces que ya la había visto así antes, allí mismo, en esa cocina, echándole una mano con una fiesta, riendo con uno de sus hermanos, o con los dos.

En cambio, no la había visto exactamente así, como una mujer a la que deseaba. Como una mujer que lo deseaba a él.

¿Había cambiado aquel solo beso, espontáneo, vehemente, de verdad, el tono y el rumbo de lo que eran y significaban el uno para el otro? ¿O siempre había habido algo ahí, esperando a que se produjera esa conexión?

Zac vio cómo cambiaba su mirada, de traviesa a consciente cuando se acercó, notó cómo se curvaban sus labios cuando la atrajo hacia sí y la aupó para darle un beso. Largo, suave, tierno.
 
David: No hace falta que os vayáis a un hotel -dijo mientras se lavaba las manos en el fregadero-. Tenéis un cuarto arriba.
 
Zac: Da la casualidad de que este cuarto también es mío. ¿No tienes que ir a buscar a tu pareja?
 
David: He venido solo. Ya te dije que no soportaba las risitas.
 
Ness: ¿Has cancelado una cita de Nochevieja? -inquirió-.
 
David: Le estoy salvando la vida. Si no la hubiera estrangulado yo antes de terminar la noche, lo habría hecho otro. Me he imaginado que, si me buscaba una pareja distinta, me ibais a montar el pollo por plantar a la otra el día de Nochevieja. No estoy de humor para pollos, así que he venido solo.
 
Vanessa cogió otro cuchillo.
 
Ness: Corta y pica -le dijo a David-. Y no me vengas con que no sabes.
 
Ella volvió a los fogones, pero le lanzó a Zac una de esas miradas traviesas por encima del hombro.
Él nunca antes había deseado que una fiesta se terminara antes de empezar.
 
 
Aun así, fue una fiesta estupenda. Mucha gente, comida, grupitos por toda la casa y fuera, en el patio.

Hubo un momento en que alguien subió la música para que bailaran.

Zac estuvo con unos y otros, al tanto de las hieleras, las bandejas, los platos; repuso viandas, se dio un garbeo con unos amigos por la sala de juegos. Y le dio un beso a su madre cuando se la encontró en la cocina enjuagando un plato vacío.
 
Zac: No hace falta que hagas eso.
 
Rachel: Si no lo hago yo, lo harás tú, y es tu fiesta. Y es una fiesta estupenda.
 
Él le quitó el plato de las manos, lo dejó en la pila.
 
Zac: Si es tan estupenda, ¿qué haces que no estás bailando conmigo?
 
Rachel: Bueno… -pestañeó, se ahuecó el pelo- esperaba a que me lo pidieras.
 
Zac la sacó de la cocina.

Al verlos, Vanessa sonrió. Le gustaba verlos juntos, bailar juntos. A medio baile, David se acercó y se interpuso entre ellos.
 
Ness: Te ha robado a la chica -le dijo a Zac cuando volvió con ella-.
 
Zac: No pasa nada. Tengo repuesto.
 
Le arrebató la copa de la mano y la dejó por ahí antes de arrastrarla a la pista.
 
Ness: Te mueves bien.
 
Zac: Ya hemos bailado antes -le recordó-.
 
Ness: Siempre te has movido bien en la pista de baile.
 
Zac: Pues tengo algunos pasos que aún no he probado contigo.
 
Ness: ¿No me digas? -Zac se arrimó a ella-. Luego.
 
Aquella sola palabra le produjo un escalofrío que le recorrió el cuerpo entero.
 
Zac: Luego. Es casi medianoche.
 
Ness: Gracias a Dios.
 
Ella rió, se sacudió la melena hacia atrás.
 
Zac: ¿Vas a abrir más champán?
 
Ness: Sí, enseguida. Quiero besarte cuando den las doce, así que no te vayas lejos.
 
Zac: Tranquila, que no me voy.
 
Vanessa rellenó algunos platos y cuencos mientras él descorchaba más botellas y el año consumía sus últimos minutos. La gente empezó a subir de la planta baja, a entrar en casa, con lo que aumentó el nivel de ruido.

Él le cogió las manos durante la cuenta atrás: diez, nueve, ocho… Ella se volvió hacia él, se aupó… siete, seis, cinco… Él la rodeó con los brazos… cuatro, tres, dos…
 
Zac: Feliz Año Nuevo, Vanessa.
 
Sus labios se anclaron a los de ella; todos vitoreaban y empezaba el nuevo año.

Mientras Vanessa se aupaba, Ashley se colaba en la cocina. Abriría una o dos botellas más, se dijo, para evitar estar entre tantas parejas que recibían el año besándose.

Estaba descorchando una cuando los invitados empezaron a gritar la cuenta atrás.

Entonces entró David.

Ashley paró en seco. Él paró en seco.
 
Ash: Estoy abriendo otra botella -empezó-.
 
David: Ya lo veo.
 
Una explosión de gritos de «¡Feliz Año Nuevo!» ahogó sus palabras.
 
Ash: Bueno… feliz Año Nuevo.
 
David: Sí. Feliz Año Nuevo -arqueó las cejas cuando ella le tendió la mano-. ¿En serio? ¿Otra vez el apretón de manos amistoso? -Negó con la cabeza, se acercó-. Vamos a hacerlo bien.
 
David le puso las manos en las caderas, alzó de nuevo las cejas y esperó.
 
Ash: Claro.

Medio resignada, ella le puso las manos en los hombros.

Como si nada por ambas partes, sus bocas se tocaron.

Ashley le clavó los dedos en los hombros; David le pasó el brazo por la cintura. Algo se encendió de pronto, como una luz, del simple contacto, y la dejó sin aliento.

Él se apartó, retrocedió, y ella hizo lo mismo. Durante un instante interminable, se limitaron a mirarse fijamente.
 
David: Vale.
 
Ash: Sí, vale.
 
David le hizo un gesto con la cabeza, salió a grandes zancadas.

Ashley suspiró. Habiendo recuperado apenas el resuello, cogió la botella abierta con un pulso menos firme de lo que habría querido.

Y aquella, pensó, había sido una forma muy estúpida de empezar el año.




¡Feliz Año Nuevo! XD
A ver que tal empieza el año esta gente...

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¡Besis!


martes, 26 de julio de 2016

Capítulo 9


Valoró el modo y el momento de abordarla, y decidió aprovechar el espíritu navideño.

A las cinco de la tarde del día de Nochebuena, Zac llamó a la puerta de Vanessa.

Había vuelto a teñirse el pelo (una vez más), observó, esta vez de un color que a Zac le pareció «rojo Navidad». Llevaba unos pantalones negros muy ceñidos que resaltaban sus piernas bien formadas y un suéter cruzado tan azul como sus ojos. Iba descalza, así que pudo comprobar que había combinado el rojo Navidad del pelo con el verde Navidad del esmalte de uñas.

¿Por qué lo encontraba sexy?
 
Zac: Feliz Navidad.
 
Ness: Aún no.
 
Zac: Vale. Feliz Nochebuena. -Lo adornó con una sonrisa-. ¿Tienes un minuto?
 
Ness: Poco más. Voy a ir a casa de Claire un rato y luego a casa de papá. Esta noche me quedo a dormir allí para…
 
Zac: Así podrás prepararle el desayuno de Navidad y pasar un rato con él hasta que vayáis a casa de mi madre a celebrarlo con ella. -Se dio un golpecito en la sien-. Tengo el plan de Navidad de todo el mundo aquí guardado. Ashley está en Filadelfia, pasará la noche con su familia y volverá mañana por la tarde. David va a ir a casa de Claire y luego él y yo estamos pensando en pasar la noche en casa de mamá.
 
Ness: Para que no solo os haga el desayuno de Navidad, sino también la cena.
 
Zac: Es todo un acontecimiento.
 
Ness: Si vas a casa de Claire, ¿qué haces aquí? Te voy a ver dentro de media hora.
 
Zac: Quería verte a solas unos minutos. ¿Puedo pasar o todavía estás cabreada?
 
Ness: No estoy cabreada contigo. Ya se me ha pasado.

Se apartó y lo dejo entrar.
 
Zac: Has empezado a vaciar las cajas de la mudanza -comentó-.

A su juicio, había reducido los montones de cajas y cajones a más de la mitad.
 
Ness: He continuado vaciándolas -lo corrigió-. Estaba cabreada. Cuando estoy enfadada o disgustada, cocino. Pero mi padre tenía ya una nevera rebosante de lasaña, canelones, sopas diversas, así que he tenido que parar e invertir esa energía en seguir deshaciendo los bultos de la mudanza. Casi he terminado.
 
Zac: Productiva.
 
Ness: Me fastidia desperdiciar un buen cabreo.
 
Zac: Lo siento.
 
Ella negó con la cabeza, le quitó importancia.
 
Ness: Tengo que terminar de arreglarme.

Se fue hacia el dormitorio y él la siguió.

No chistó siquiera -de nada servía volver a cabrearla-, pero era evidente que le había costado un poco decidirse por un suéter y unos pantalones. Las otras opciones, descartadas, estaban esparcidas sobre la cama. Zac siempre había admirado aquella cama antigua de bronce, los barrotes torneados, ese glamour pasado de moda. Claro que era difícil apreciarla enterrada debajo de montañas de ropa, almohadas y su bolso de viaje.

Abrió el primer cajón de la cómoda, donde Zac imaginaba que todo el mundo guardaba la ropa interior, pero vio que lo tenía completamente lleno de pendientes.
 
Zac: Madre mía, Vanessa. ¿Cuántas orejas tienes?
 
Ness: Yo no llevo anillos, ni relojes, ni pulseras, por lo general. No se llevan bien con la masa y las salsas de la pizza. Así que lo compenso. -Tras pensárselo un poco, optó por probarse unos aros de plata de los que colgaban otros aritos más pequeños-. ¿Qué te parecen estos?
 
Zac: Ah… bonitos.
 
Ness: Mmm…

Se los quitó y se los cambió por unos de piedrecitas azules y cuentas de plata.
 
Zac: He venido a…
 
Ella lo miró de inmediato, en el espejo.
 
Ness: Tengo que decirte algo antes.
 
Zac: Vale. Tú primero.
 
Vanessa se acercó a la cama, metió un par de cosas más en el bolso de viaje y cerró la cremallera.
 
Ness: Puede que mi reacción del otro día fuera un poquito exagerada. Un poquito. Porque eras tú, creo, y esperaba que creyeras en mí.
 
Zac: Vanessa…
 
Ness: No he terminado.

Deprisa, se metió en el baño, luego salió con un neceser. Cuando lo dejó encima de la cama, Zac vio a través del lateral transparente que estaba lleno de maquillaje y todos esos utensilios propios de mujeres.

¿De dónde sacaba el tiempo para usar todo ese maquillaje? ¿Cuándo? Él le había visto la cara sin ninguna de esas porquerías. Tenía una cara preciosa.
 
Ness: Debí haber imaginado que te plantearías primero las cuestiones prácticas. Supongo que esperaba que pensaras primero en lo que yo quería. No he terminado aún -dijo al verlo abrir la boca. Enrolló el neceser, lo ató y lo metió en el bolso de viaje-. Después de haber cocinado lo bastante para alimentar de sobra a todo Boonsboro de haberse producido una hambruna inesperada y de haber desempaquetado cosas que ni sé para qué guardo, me di cuenta de que, aunque me disgustaría mucho que tu familia dijera que no porque pensase que no voy a poder con ello, no quiero que digáis que sí solo porque soy yo y por la amistad que nos une. -Se volvió al fin-. Quiero que se me respete, no busco la condescendencia de nadie. A lo mejor te parezco inflexible, pero esa es la línea que he trazado. Y no pienso cruzarla.
 
Zac: Me parece justo, y quizá yo alguna vez la cruce. Igual que tú.
 
Ness: Sí, tienes razón, pero tenemos que procurar no cruzarla.

Fue al armario y sacó un par de botas. Botas altas, negras, observó, de tacón alto y finísimo.

Nunca se las había visto puestas. Ni nada del estilo. Se sentó en la banqueta de los pies de la cama. A él se le secó la boca al verla calzárselas y subirles la cremallera.
 
Zac: Eh… Bueno, yo iba a decir… -se interrumpió cuando ella se puso de pie-. Uau.
 
Ness: Son las botas, ¿verdad? -se las miró, pensativa-. Ashley me ha convencido para que me las comprara.
 
Zac: Adoro a Ashley -dijo mientras ella abría la puerta del armario de medio lado y se contemplaba de medio lado en el espejo de cuerpo entero-. Nunca te he visto ponerte nada así.
 
Ness: Es Nochebuena. Hoy no trabajo.
 
Zac: Trabajas para mí.
 
Ella rió y le dedicó una mirada chispeante.
 
Ness: Tomo nota de tu reacción, y la agradezco. No tengo muchas ocasiones de ponerme tacones. Ashley me está ayudando a suplir las grandes, grandísimas carencias de mi calzado. Bueno, será mejor que nos vayamos. Ya que estás aquí, podrías ayudarme a bajar los regalos para que no tenga que subir y bajar las escaleras con estas botas.
 
Zac: Claro, pero aún necesito que me dediques un minuto.
 
Ness: Ah, sí, perdona. Pensaba que era algo relacionado con el asunto, y como ya hemos hablado del asunto.
 
Zac: No del todo. -Se sacó del bolsillo del abrigo una cajita envuelta en un papel muy brillante-. En casa tenemos la costumbre de hacernos un regalo en Nochebuena.
 
Ness: Lo recuerdo.
 
Zac: Pues este es el tuyo.
 
Ness: ¿No será un regalo de como-no-haga-las-paces-con-ella-no-va-a-querer-acostarse-conmigo-la-semana-que-viene?
 
Zac: No, ese lo he reservado para mañana.
 
Vanessa volvió a reír; él sonrió al verla abrirlo nerviosa, ilusionada.
 
Ness: Me muero de ganas de ver ese -cogió la cajita, la agitó. No sonó nada-. Lo has rellenado.
 
Zac: Eres de las que agitan las cajas. Eso lo sabe todo el mundo.
 
Ness: Me gusta intentar adivinar qué es, le da más suspense. Podrían ser pendientes -especuló-. Como te has quedado tan alucinado al ver mi cajón de los pendientes, deja que te diga que si es eso, tranquilo, nunca se tienen demasiados.

Rompió el papel y lo tiró, junto con la cinta, encima del tocador.

Abrió la caja, sacó el pedazo de algodón que él había usado para acolcharla, y vio dos llaves.
 
Zac: Del edificio de enfrente. De los dos locales. -Ella lo miró, pero no dijo nada-. Le eché un vistazo a tu plan de negocio cuando se lo mandaste a mamá. También al menú y a todo lo demás. Es sólido. Es bueno. Eres buena. -Suspiró al verla sentarse de nuevo en la banqueta, mirando fijamente las llaves-. Por unanimidad. David te dio el visto bueno desde el principio. «La Morena es una máquina», dijo. Ya sabes que a veces te llama así. -Vanessa asintió con la cabeza y siguió sin decir nada-. Alex se puso de tu lado después de examinar de nuevo los edificios. En parte, pienso, porque quiere diseñarlo, quiere meterle mano. Pero también porque cree en ti. ¿Y mamá? Tú tienes previsto hacer exactamente lo que ella quería con esos dos locales; es mucho más de lo que pensaba que conseguiría jamás. No alberga duda alguna. En cuanto a mí…
 
Ness: Si tú hubieras dicho que no, habría sido que no.
 
Zac frunció el ceño y se metió las manos en los bolsillos.
 
Zac: Un momento, un momento. Nosotros no funcionamos de ese modo.
 
Ness: Zac… -Con la cabeza gacha, giró las llaves una y otra vez en la cajita-. A ti te escuchan. Igual no te lo parece, o al menos no todo el tiempo, pero ¿en algo así? ¿En un negocio? Saben de sobra que tú eres el enterado, y lo respetan. Como respetáis todos a Alex en el diseño y a David en las obras, la contratación y el despido de personal. No tienes ni idea de lo mucho que he admirado y envidiado siempre a tu familia.
 
A Zac no se le ocurría qué decir.
 
Ness: No has dicho que no.
 
Zac: No era cuestión de que no creyera en ti, Vanessa, nunca lo ha sido. Tienes razón cuando dices que debería haberte preguntado por tus pronósticos y tus planes, pero yo no te veía así. No te veía así. No estoy acostumbrado a verte, a ver esto, a ver lo nuestro del modo en que lo veo ahora. Y no hemos hecho más que empezar.
 
Sin dejar de mirar las llaves, Vanessa guardó silencio.
 
Zac: Trabajas mucho.
 
Ness: Tengo que hacerlo. -Apretó los labios un instante-. No voy a hablar de eso, de todo ese rollo psicológico, ahora no. ¿Vale?
 
Zac: Vale. Ay, madre. -Cuando ella alzó los ojos, los tenía empañados de lágrimas… preciosos, desgarradores, de un marrón intenso-. ¿Es necesario?
 
Ness: No voy a llorar. No me voy a fastidiar el maquillaje, joder. Le he dedicado una eternidad al puñetero maquillaje.
 
Zac: Estás preciosa. -Se sentó en la banqueta, a su lado-. Estás alucinante.
 
Ness: No voy a llorar. Solo necesito unos minutos para recuperarme. -Pero perdió la batalla por una sola lágrima, que se limpió enseguida-. No sabía lo mucho que quería esto hasta que he abierto esa caja. A lo mejor no me he permitido saberlo para no hundirme si decías que no. -Tratando aún de contener las lágrimas, respiró hondo de nuevo-. Prefiero ser pesimista a llevarme un chasco, por eso no había contado a nadie la ilusión que me hacía esto, ni siquiera a Claire. Ni a mi padre. Me había convencido de que esto no era más que otro negocio, una simple propuesta. Pero, para mí, es mucho más. Ahora mismo no puedo explicártelo. No quiero fastidiarme el maquillaje; además, en nada se me habrá pasado y estaré tan feliz.
 
Zac la cogió de la mano, pensó en el modo de cambiar lágrimas por felicidad.
 
Zac: ¿Cómo lo vas a llamar?
 
Ness: El Bar Restaurante de MacT.
 
Zac: Me gusta.
 
Ness: A mí también.
 
Zac: ¿Y qué dice el famoso instinto de los Hudgens al respecto?
 
Ness: Que va a ser increíble. Madre mía, va a ser genial. ¡Ay, Dios! -Riendo de pronto, se abrazó a él, luego empezó a dar botes de alegría con los taconazos finísimos de aquellas botas tan sexys-. Ya lo verás. Tengo que pasar un momento por la pizzería a coger una botella de champán. Dos. -Cuando él se levantó, se echó a sus brazos-. Gracias.
 
Zac: Son negocios.
 
Ness: Eso no quita que te dé las gracias.
 
Zac: Tienes razón.
 
Ness: Y esto es personal. -Ancló sus labios a los de él, enterró los dedos en su pelo, se arrimó a él-. Muchas gracias.
 
Zac: No irás a darles las gracias a mis hermanos así, ¿verdad?
 
Ness: Igual, no. -Rió y volvió a abrazarlo-. Ninguno de ellos fue mi primer novio. -Se apartó y cogió su bolso de viaje-. Al final, vamos a llegar tarde. A ti te revienta llegar tarde.

Zac: Esta noche haré una excepción.
 
Ness: ¿Quieres hacer otra? No pongas esa cara que tú sueles poner cuando entremos en la zona de envolver a por los regalos. Ya sé que está desordenada y revuelta.
 
Zac: No pondré ninguna cara.
 
Le cogió el bolso mientras ella se ponía un abrigo, una bufanda y unos guantes. También controló su expresión cuando lo condujo a la habitación repleta de regalos, bolsas, papel de regalo y cinta enmarañada.
 
Zac: ¿Todo esto?
 
Ness: Unos para esta noche, otros para casa de papá, otros para casa de tu madre. Me gustan las Navidades.
 
Zac: Ya se nota. -Le devolvió el bolso de viaje porque iba a ser lo más ligero y más fácil de llevar-. Anda, ve a por el champán, que yo voy a empezar a cargar esto.
 
Ness: Gracias.
 
Al menos había apilado los regalos en cajas de cartón abiertas, se dijo Zac mientras cogía la primera de unas cuantas. Y, aprovechando que ya no la tenía delante, levantó la mirada al techo.
 
Ness: ¡Te estoy viendo la cara! -le gritó, y su risa resonó por las escaleras que bajaba a toda prisa-.
 
 
Desde el momento en que entró en casa de Claire con regalos para los niños, los perros, sus amigos -con botellas de champán y una de las bandejas de lasaña que había hecho durante su cabreo- hasta que se acurrucó en la cama de su infancia, Vanessa encontró aquella Nochebuena absolutamente perfecta.

Desde que Claire volviera a Boonsboro, viuda con dos niños pequeños y un bebé en el vientre, siempre había pasado unas horas de la Nochebuena con ella y los críos.

Pero, ese año, la casa rebosaba de Efrons.

Ese año había visto al pequeño Mark trepar por la pierna de Alex y colgarse de ella como un monito mientras Alex hablaba de fútbol con el padre de Claire.

Y a Zac ayudar a Harry, con paciencia infinita, a montar un complicado barco de guerra de tropecientas mil piezas de Lego. A David retando a Liam con la PlayStation mientras Bobo y los dos cachorros rondaban por ahí, se peleaban y suplicaban comida con disimulo.

Había disfrutado oyendo a Rachel y a la madre de Claire hablar de boda. Y había notado el brillo de los ojos de su padre al mirar a Rachel. ¿Cómo se le había escapado? Ella rebosaba de gozo al verlo reír a carcajadas cuando Mark había dejado a Alex para trepar por la recia pierna de Charly.

Aún había magia en el mundo, se dijo, porque ella la había visto en tres críos.

Todavía había magia, decidió tumbada en la cama, viendo el sol teñir despacio el cielo al otro lado de la ventana, cuando Zac la había acompañado hasta el coche. Cuando la había besado al aire gélido, bajo el calor de las luces, rodeados de un intenso olor a pino.

Una noche maravillosa. Cerró los ojos para poder saborearla un momento más. Y le esperaba un día maravilloso también.

Salió de la cama (muy sigilosa), se puso unos calcetines gruesos y se recogió el pelo con una pinza. A la escasa luz, sacó el neceser de su bolso de viaje y dejó silenciosa la habitación.

Bajó la escalera de puntillas, pisando despacio el cuarto peldaño, que crujía por el centro, hasta el salón, con su sofá enorme hundido, su inmenso árbol repleto de adornos navideños y su pequeña chimenea de ladrillo con dos calcetines colgados.

El suyo estaba a reventar.

Ness: ¿Cómo lo hace? -murmuró-.
 
El calcetín estaba vacío por la noche. Se habían ido a la cama a la vez, y ella había estado leyendo una hora, para relajarse después de la ajetreada noche.

Lo había oído roncar en el cuarto de al lado.

Lo conseguía todos los años. Daba lo mismo la hora a la que se fuera a la cama o lo pronto que se levantara. Le llenaba el calcetín como había hecho toda la vida.

Meneando la cabeza, le llenó el suyo de fruslerías, sus chuches favoritas, un vale de regalo de la librería del pueblo y un billete de lotería, porque nunca se sabe.

Retrocedió, sonriente, y se abrazó.

Solo dos calcetines, se dijo, pero estaban llenos, estaban cerca, importaban.

Vestida con sus calcetines gordos y su pijama de franela, entró en la cocina, que no era más grande que la de su piso.

Vanessa había aprendido a cocinar ahí mismo, recordó, en una vieja cocina de gas. Por necesidad, al principio. Charly sabía hacer muchas cosas, y las hacía todas bien. Cocinar no era una de ellas.

El pobre lo había intentado, reconoció. De verdad.

Cuando su madre los había dejado, él había intentado por todos los medios llenar ese vacío, tener a su hija tranquila, contenta, asegurarse de que sabía cuánto la quería.

Eso lo había conseguido, pero ¿lo de la cocina? Sartenes quemadas, pollo crudo, carne tiesa, verduras socarradas… o hechas papilla por exceso de cocción.

Ella sí aprendió. Y lo que había empezado como necesidad pronto se convirtió en una especie de pasión. Y quizá en una forma de compensación, se dijo mientras abría el frigorífico en busca de huevos, leche y mantequilla.

Él había hecho tanto por ella, había sido tanto para ella, que hacerle una comida era como darle algo a cambio. Dios sabía bien que su padre había puesto por las nubes sus primeros pinitos.

Se dispuso a hacerle el desayuno navideño como todos los años desde los doce.

Cuando ya tenía el café hecho, el beicon escurriéndose y la mesita redonda del comedor puesta, oyó sus pasos y su sonoro «Jo, jo, jo».

Como todos los años, pensó sonriente. Infalible como el amanecer.
 
Charly: Feliz Navidad, pequeña preciosa.
 
Ness: Feliz Navidad, enorme y guapísimo padre.

Se puso de puntillas para poder besarlo y se refugió en su abrazo de oso.

Nadie, pensó regodeándose un poco, nadie en absoluto daba unos abrazos tan maravillosos como los de Charly Hudgens.

Él le besó el cogote.
 
Charly: Veo que Santa ya ha venido y ha llenado los calcetines.
 
Ness: Ya lo he visto. Qué sigiloso es. Toma un poco de café. Hay zumo de naranja, frutos del bosque frescos, beicon y la plancha calentándose para hacer tortitas.
 
Charly: Nadie cocina como mi niña.
 
Ness: Nadie come como mi papi.
 
Charly se dio una palmada en la panza.
 
Charly: Tengo mucho que llenar.
 
Ness: Así eres tú, Charly. Pero ya sabes que, cuando uno tiene novia, debe cuidar un poco su figura.
 
Se le pusieron las orejas coloradas.
 
Charly: Venga ya, Vanessa.
 
Ella, que lo adoraba, bromeó clavándole el dedo en la tripa, luego se puso seria.
 
Ness: Me alegro por ti, papá, por los dos, de que os tengáis el uno al otro. Sabes que a Tommy lo haría feliz también que Rachel te tenga a ti y tú la tengas a ella.

Charly: Si solo…
 
Ness: Da igual. Lo que importa es que os tenéis el uno al otro. Bébete el café.
 
Charly: Sí, señora. -Le dio un sorbo-. Nunca sabe tan bien cuando lo hago yo.
 
Ness: La cocina no es lo tuyo, papá. Estás gafado.
 
Charly: Cómo te echo de menos. Me gusta que estés aquí, cielo. Siempre has tenido un don para la cocina. Y ahora vas a tener dos restaurantes.
 
Ness: Y un pub.
 
Charly: Vas a hacer historia.
 
Ella rió mientras echaba la masa de las tortitas en la plancha caliente.
 
Ness: Un poquito, aunque me hace mucha ilusión. Aún tardará, pero necesito tiempo para terminar de planificarlo todo.
 
Charly: Rachel está emocionada también, y encantada de que seas tú la que lo hace. Te aprecia mucho.
 
Ness: Y yo a ella, a todos ellos. ¿No fue genial pasar la noche ayer en casa de Claire? -Contenta como un crío en Navidad, dio la vuelta a las tortitas-. Verlos a todos allí, ver cómo están los niños con Alex, con todos ellos. Todo ese bullicio y esa ternura y… esa familia. -Al mirar a su padre, su sonrisa se volvió triste-. Tú querías una gran familia.
 
Charly: Tengo la mejor familia que un hombre podía desear, aquí, en mi cocina.
 
Ness: Yo también. Pero me refiero a que sé que querías tener muchos hijos, y habrías sido un padre estupendo, igual que lo has sido conmigo sola.
 
Charly: ¿Qué quieres tú, cariño?
 
Ness: Por lo visto, dos restaurantes.
 
Charly se aclaró la garganta.
 
Charly: Y a Zac.
 
Pasó las tortitas a una bandeja y le miró por encima del hombro. Como sospechaba, su niño grande se ruborizó.
 
Ness: Sí, creo que a él también lo quiero. ¿Te parece bien?
 
Charly: Es un buen chico… hombre. Hace tiempo que le tenías echado el ojo.
 
Ness: Papá, tenía cinco años. Entonces no sabía lo que era echar el ojo a alguien.
 
Charly: Yo no estaría tan seguro. Bueno… si no te trata bien, tú házmelo saber.
 
Ness: Y lo aplastarás como a un gusano.
 
Poniendo cara de bruto, Charly le mostró sus enormes bíceps.
 
Charly: Si hace falta…
 
Ness: Lo tendré en cuenta. -Se volvió con la bandeja de tortitas recién hechas-. Venga, vamos a desayunar para poder ir a abrir esos regalos.
 
 
Para Vanessa no sería Navidad sin una multitud en la cocina. Siempre le había agradecido a Rachel que les abriera, a ella y a su padre, su casa y la enorme cocina que tenía allí. Ese año se habían sumado Claire y los niños, los padres de Claire y Ashley, con lo que había gente por todas partes.

Y niños, meditó. Los hijos de Claire y las dos nietas de Amy. Si a eso se le añadía los dos perros de Rachel -que se colaban por todas partes en cuanto podían-, Bobo, el de David, y los cachorros, la Navidad estaba siendo, para Vanessa, de lo mejor.

Le encantaba estar a solas con su padre, pero eso… el ruido, los críos nerviosos, los perros exaltados, el olor del asado, las salsas a fuego lento, los pasteles de hojaldre enfriándose… todo aquello le llegaba muy hondo.

Quería eso, siempre lo había querido, para ella. En su propia vida.

Dejó de picar ajo lo justo y cogió la copa de vino que Zac le ofrecía.
 
Zac: Pareces feliz.
 
Ness: Si no se es feliz en Navidad, ¿cuándo?
 
Curioso, se asomó al bol con la mezcla que ella tenía al lado.
 
Zac: Huele bien.
 
Ness: Sabrá mejor cuando esté dentro de los sombreros de champiñón y gratinado.
 
Zac: Champiñones rellenos, ¿eh? Ya podrías hacer unos cuantos para la semana que viene.
 
Vanessa le dio otro sorbo al vino, dejó la copa y siguió picando ajo.
 
Ness: Sí, podría.
 
Zac: ¿Y esas albondiguitas que haces a veces?
 
Ness: Albóndigas de cóctel.
 
Zac: Sí, esas.
 
Ness: Es posible.
 
Zac: Le he sacado a mamá un jamón; había pensado hacer lonchas para sándwiches y hacerme con un par de bandejas de queso y verduritas para mojar, algo así. Y…
 
Ness: Olvídate de las bandejas. Compra solo la comida. Yo te enseño a servirla.
 
Confiaba en que le dijera eso.
 
Zac: Vale. Hazme una lista de lo que necesitas para lo otro, que yo lo consigo.

Bobo se acercó sigiloso y se sentó, quedo, en el pie de ella para llamar su atención. Vanessa lo miró tan solemne como él a ella.
 
Ness: Esto no te va a gustar -le aseguró-.
 
Oyó carcajadas -¿de Harry?- procedentes del salón de la planta baja.
 
Harry: ¡Soy el número uno! ¡El uno, perdedores!
 
Zac: La Wii -meneó la cabeza, fingiéndose contrariado-. Saca lo mejor y lo peor de nosotros.
 
Ness: ¿A qué juegan?
 
Claire: Boxeaban cuando me he acercado antes.
 
Ness: Yo puedo tumbar a tu hijo en eso -miró hacia donde Claire acababa de dejar una bandeja enorme de patatas panadera-. Me voy a llevar a tu primogénito a la lona y lo voy a dejar K. O. No voy a tener piedad.
 
Claire: Es escurridizo, y ha estado entrenando.
 
Vanessa le mostró los bíceps como su padre lo había hecho esa mañana.
 
Ness: Pequeñita, pero matona.
 
David: Pega por debajo de la cintura -protestó, que entraba en la cocina-. Te está saliendo un revientapelotas -le dijo a Claire-.
 
Claire: ¿Te ha ganado?
 
David: En tres asaltos… pero hace trampa -abrió el frigorífico en busca de una cerveza y frunció el ceño-. ¿Qué es esta cosa tan pija que hay aquí?
 
Ash: Un borrachito -lo rodeó con el brazo para sacar las crudités-.
 
David: ¿Borrachito? Pues yo lo veo bien grande. ¿Qué es exactamente?
 
Ash: Es un postre, un bizcocho borracho con dos capas de chocolate. Toma, llévate esto abajo.
 
Lo miró con el mismo recelo con que había escudriñado el bizcocho.
 
David: Los críos no quieren zanahoria, apio y esas cosas. Quieren patatas fritas, y al enano le gustan con salsa. Cuanto más picante, mejor.
 
Claire: Pues van a tomar zanahoria, apio y esas cosas. Y Mark no va a tomar salsa picante ni nachos antes de la cena.
 
Rachel: Ni tú -ni siquiera lo miró mientras echaba un vistazo al asado-. Zac, coge esas manoplas de cocina y llévate esto, anda. Pesa. Claire, el horno es tuyo.
 
David: ¿Cuánto vamos a tardar en comer comida de verdad? -inquirió-.
 
Rachel: Dentro de hora y media.
 
David: Somos tíos. Que boxean, esquían, luchan contra alienígenas, juegan al fútbol, conducen coches de carreras. Necesitamos comida de verdad ya.
 
Ness: Los entrantes estarán en media hora -gritó, y eso atrajo su atención-.
 
David: ¿Estás haciendo alguna de tus cosas?
 
Ness: Sí.
 
David: Vale. -Cogió la bandeja y su cerveza y se dirigió a las escaleras-. ¿Por qué se llama borrachito con lo grande que es?
 
Ash: Luego te lo busco -le prometió-.
 
David: Por favor. Vamos, Bobo. Esto es todo lo que vamos a conseguir.
 
Algo tristón, el perro lo siguió abajo, donde Harry celebraba escandalosamente su última victoria.
 
Harry: ¡Sigo siendo el mejor!
 
Ness: Vale, vengo en cinco minutos -se quitó el delantal y lo dejó por ahí-. Alguien necesita una buena tunda -giró los hombros varias veces y bajó las escaleras-.
 
A los cinco minutos, volvía a subirlas seguida de los sonoros abucheos de Harry.
 
Harry: Me ha dado una paliza de muerte.
 
Vanessa hizo una breve pausa, estudió la cocina, a las mujeres, el movimiento, oyó la risa estrepitosa de su padre subir por las escaleras y las voces de Rachel y Amy desde el comedor.

Salió del salón, aún desordenado de la mañana. Los regalos abiertos esparcidos bajo el árbol brillaban a la luz de la ventana. El perro de Rachel, Cus, tirado patas arriba, dormía una siesta delante de la chimenea encendida.

El jaleo de la familia rugía bajo sus pies como un pequeño terremoto.
 
Zac: ¿Ocurre algo? -le preguntó, y ella se volvió-.
 
Sonrió, acercándose a él, y se agarró a su cintura. Apoyó la cabeza en su pecho.
 
Ness: No. Todo bien. Todo perfecto.




¡Qué bonita escena!
Contenta de que todo marche bien ^_^
A ver cuánto dura XD

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viernes, 22 de julio de 2016

Capítulo 8


Como Ashley confiaba en ella -y de todas formas iba a cambiar las cosas de sitio-, Vanessa organizó la nueva cocina de su amiga. Le encantaba aquel espacio bien ordenado, bien equipado, y todo nuevo, nuevo, nuevo.
 
Ness: ¡Qué divertido! -aún no se había quitado los vaqueros ni la camiseta de faena, colocaba radiante la cubertería en el organizador del cajón-. Lo que se está perdiendo Claire.
 
Ash: Los niños atan -gritó desde el baño mientras guardaba el maquillaje-.
 
Ness: Sí, atan mucho. ¿Te has planteado tener alguno?
 
Ash: Claro. Algún día. ¿Y tú?
 
Ness: Claro. Sobre todo cuando paso un rato con los críos de Claire. Son adictivos, de verdad. -Cerró el cajón, pasó al siguiente-. Aunque, para tenerlos, por lo general, una tiene que casarse primero… y esa es la pega.
 
Ash: Tú eres demasiado romántica para ver el matrimonio como una pega.
 
Ness: Es fácil ser romántica con las vidas de los demás. No hay riesgo, ni fracaso… de carácter personal. Bueno, tú empiezas tu nueva aventura, y esta es tu primera noche. No te preocupa quedarte aquí sola, ¿verdad?
 
Ash: No -asomó la cabeza-, pero he pensado que igual querrías dormir aquí. Elige habitación.
 
Ness: ¡Caray! -empuñando tenedores y cucharas, dio brincos de alegría-. Ya pensaba que no me lo ibas a pedir nunca. ¿Seguro que no hay problema?
 
Ash: Segurísimo. Rachel me ha pedido que haga uso de todas las habitaciones en las dos próximas semanas. De ese modo, puedo comprobar si hay algún fallo técnico: de conducciones, electricidad, incluso simplemente la comodidad. Y a mí me gustaría dormir en mi apartamento esta noche, la primera. Así que serás mi primer huésped.
 
Ness: T y O. Quiero ser la primera que se sumerja en esa enorme bañera de cobre. No, espera. J y R. Así tendré la chimenea además de la bañera de cobre. O…
 
Ashley salió del baño, riendo.
 
Ash: Cuesta decidirse, ¿verdad?
 
Ness: Mucho. Igual debería echarlo a suertes. No habría posibilidad de equivocarse. ¿Zac ya ha elegido una para la noche de la inauguración?
 
Ash: Sí, Nick y Nora.
 
Ness: Vale, pues descarto esa, porque probablemente ya nos habremos acostado para entonces y podré probarla la noche de la inauguración.
 
Ash: ¿En serio?
 
Ness: Sí. Nos hemos dado unos días para estar seguros de no cagarla. -Se volvió después de cerrar el último cajón-. A mí no me parece una cagada.
 
Ash: ¿Por qué iba a serlo? Es un tío genial, guapo, listo, tierno. Los dos sintonizáis muy bien.
 
Ness: En eso reside parte del peligro. Sintonizamos bien. El sexo podría estropearlo.
 
Ash: Yo creo que os adaptaréis muy bien los dos.
 
Ness: Eso espero… A propósito de Zac, tengo que pedirte un enorme favor. Verás, anoche me prestó unos rollos de cinta adhesiva y una cosa llevó a la otra…
 
Ashley puso los brazos en jarras.
 
Ash: ¿Ya te has acostado con él y estás buscando el modo de decírmelo?
 
Ness: No. Casi, pero no. Mientras decidíamos esperar unos días, le pregunté si había quedado con alguien para Nochevieja. Más que nada por saber si sale, bueno, si se acuesta con alguien.
 
Ash: Lógico.
 
Ness: Tendría que habérselo preguntado sin más, pero metí la pata y él me preguntó si yo tenía algún plan, y le dije que me iba a quedar contigo.
 
Ash: Vanessa, si quieres salir con Zac en una noche tan especial, por mí está bien. Completamente, al cien por cien. Que lo sepas.
 
Ness: Lo sé bien, igual que tú deberías saber que me sentiría fatal si te dejara tirada. Tú no me lo harías a mí.
 
Ash: Puede que lo hiciera si Zac me pidiera que saliera con él -pestañeó-.
 
Ness: Búscate a tu propio Efron. Todavía queda uno.
 
Ash: Me podrías prestar a Zac. Para que lo pruebe por ti.
 
Ness: Huy, qué buena amiga. -Fingiendo limpiarse una lágrima, abrazó a Ashley-. Ni hablar. Bueno, el caso es que Zac me salió con que iba a dar una fiesta en su casa, algo completamente impropio de él, que es de los que las planifican durante semanas, meses si pueden. Así que vamos a recibir el año nuevo todos en casa de Zac.
 
Pensativa, Ashley abrió armarios para ver cómo le había organizado la cocina.
 
Ash: Vanessa, no tengo pareja. No quiero tenerla, pero no tener pareja en una fiesta de Nochevieja es de lo más violento.
 
Ness: No para alguien con tu apariencia. Además, no todo el mundo irá emparejado. Si quieres te recito la lista de invitados casi definitiva de Zac, para que veas que hay solteros de ambos géneros. Cuando organiza una fiesta, sabe hacerlo en condiciones. Conocerás a mucha gente -la engatusó-. Y eso mejora las relaciones públicas de una gerente de hotel.
 
Ashley giró el asa de una taza un poquitín hacia la izquierda.
 
Ash: No, si me vas a convencer.
 
Ness: Pero es cierto. Claire y Alex van a llamar a una canguro, me lo ha dicho ella. Y ellos te pueden traer a casa. Salvo que te desmelenes y consigas ligar.
 
Ash: No me voy a desmelenar, te lo aseguro -resopló-. Pero probablemente no debería rechazar una invitación de uno de mis jefes, al menos no tan pronto.
 
Ness: Lo pasarás de miedo, ya verás -abrazó emocionada a Ashley-. Gracias -aún estrechándola, se volvió y examinó el salón-. Qué detalle que David te haya traído tu árbol de Navidad.
 
Ash: Ha protestado un montón por los adornos.
 
Ness: Pero lo ha empaquetado, lo ha traído y te lo ha instalado aquí arriba.
 
Ash: Vale, ha sido un detalle, aunque seguramente se lo haya pedido Rachel.
 
Ness: Como sea, tienes tu árbol de Navidad en tu nuevo apartamento. Ahora sí parece que vives aquí. Ya es más Ashley. ¿Estás contenta?
 
Ash: Pues sí, mucho, y emocionada. Estoy impaciente por…
 
Las dos dieron un respingo al oír que alguien manoseaba el pomo de la puerta, se volvieron y vieron que se abría.
 
Ness: ¡Por Dios, Claire! La próxima vez nos pegas un tiro y ya -le soltó-.
 
Claire: Lo siento. Los niños duermen. Alex me ha dado la llave y me ha dicho que me venga aquí un par de horas. Sabía que me apetecía un montón. -Mirando alrededor, se quitó los guantes-. ¡Hala, habéis avanzado un montón! Esto ya es mucho más…
 
Ness: Ashley -terminó-.
 
Claire: Sí, exacto. ¿Qué hago?
 
Ness: La cocina es mía.
 
Ash: Yo ya he terminado en el baño. Supongo que debería pasar a los dormitorios.
 
Claire: Entonces… -volvió a abrir la puerta y cogió el cuadro que había dejado apoyado en la pared-.
 
Ash: ¡Mi regalo de bienvenida! Ay, me encanta.
 
Ness: Madeline nos ha comentado -la informó- que, si no te convence cuando ya estés instalada, lo puedes cambiar en Gifts por otro cuadro o lo que sea.
 
Ash: Es exactamente lo que quiero. Es precioso, y cuando contemplo esos cerezos en flor me siento como si todos los días fuera primavera. Gracias. A las dos. Ya sé dónde quiero colgarlo: en el dormitorio, para saborear la primavera todas las mañanas cuando me despierte -cogió el cuadro y lo sostuvo a distancia-. Lo voy a colgar ya.
 
En el dormitorio, Claire dejó preparada la cama trineo que Ashley había elegido, sacudió las almohadas y estiró el edredón mientras Ashley -meticulosa como Zac- medía, marcaba y nivelaba.
 
Ash: Aquí queda perfecto. Ideal -murmuró-.
 
Claire: Como tú. También quedas perfecta aquí. Ideal.
 
Ash: Donde quiero estar.
 
Ness: La cocina ya está terminada -entró, se volvió y sonrió al cuadro-. Tenías razón. Rebosa primavera, hasta en una noche como esta. Bienvenida, Ashley.
 
 
Más tarde, cuando Claire se marchó y Vanessa fue corriendo a casa a por lo que necesitaba para pasar la noche en el hotel, Ashley dio un paseo en solitario por el edificio.

Qué a gusto estaba, se dijo. Como en casa.

Cuando subía de nuevo a su apartamento, percibió una ráfaga de madreselva, fresca como el verano.
 
Ash: Ya estoy aquí, y aquí me quedo. No volveremos a estar solas.
 
 
A la mañana siguiente, Vanessa bajó y se encontró a los Efron en marcha y a Ashley preparando el desayuno en la cocina.
 
Ness: Esto todavía no está organizado -comentó-.
 
Ash: Me apaño bien. Quiero probar algunas cosas, y esta es una buena ocasión.
 
Ness: Espera, que te echo una mano.
 
Ash: No -alzó un dedo para enfatizar-. Ni hablar. Tú eres una huésped. Pasa al Comedor.
 
Ness: ¿Hay café allí?
 
Ash: Hay. ¿Vanessa…? ¿Qué tal en J y R?
 
Ness: De maravilla. Solo he echado de menos a la loca del ático, que me habría estropeado la noche, además. Café primero, luego el informe.
 
Cruzó la puerta, se sirvió café de la cafetera de cobre de filtro rápido y pensó. Aquel podría ser el momento ideal, se dijo. Todos estaban contentos, emocionados. Habían rematado un gran proyecto, lo habían dejado precioso. Quedaban algunos días de trabajo, claro, algunos detalles, pero estaba terminado.

Entró Zac.
 
Zac: Me han dicho que has sido la primera huésped.
 
Ness: He tenido ese honor.
 
Zac: Hoy desayunamos todos aquí. Ashley nos ha enviado un mensaje para pedirnos que viniéramos esta mañana -se sentó enfrente de ella-. ¿Qué tal ha ido?
 
Ness: De maravilla. Os facilitaré un informe detallado cuando os sentéis todos aquí. ¿Dónde están, en el Vestíbulo?
 
Zac: Mamá quiere otro armarito en el rincón. David está colgando un espejo. Alex está instalando unas baldas en el armario de allí. Tienes buen aspecto -añadió-.
 
Ella lo miró por encima del café.
 
Ness: ¿En serio?

Zac: En serio. Se te ve entusiasmada, pero descansada. ¿Trabajas hoy?
 
Ness: Hasta las cuatro no. Hoy hago yo el cierre.
 
Zac: ¿Y por qué has madrugado tanto?
 
Ness: La costumbre. Además, he debido de notar que cocinaba otra.
 
Amy entró con una bandeja de gofres gruesos, llenando la estancia de su aroma cuando los dejó en uno de los calientaplatos. Antes de salir escopetada, les guiñó el ojo a su sobrino y a Vanessa. Ashley trajo un cuenco de cristal claro lleno de frutos del bosque y una jarra de cristal con zumo.
 
Amy: Ashley, te puedo ay…
 
Ashley chascó la lengua.
 
Ash: Huésped -dijo, y volvió a salir-.

Ness: Me encantaría probar esa cocina -masculló-. Tan resplandeciente.
 
Entró una bandeja de beicon, luego otra de huevos revueltos muy cremosos.
 
Alex: Nos han dicho que vengamos aquí -entró despacio, olisqueando-. Huele a desayuno. -Destapó uno de los calientaplatos-. Tiene aspecto de desayuno. -Y cogió una loncha de beicon-. Sí, señor. Sabe a desayuno. Anda, gofres.
 
David: ¿Gofres? -entró directo al calientaplatos-. Gordos y redondos.
 
Ash: Servíos -empujó a Rachel al comedor-. Si necesitáis algo, pedidlo. Quiero opiniones sinceras, por favor. Si algo no va bien, más vale saberlo ahora que después de haber abierto.
 
Se apartó y esperó a que los platos estuvieran llenos y los sitios ocupados.

David le dio el primer mordisco a un gofre cargado de sirope.
 
David: No estás despedida.
 
Ash: Gran elogio.
 
Rachel: Está fenomenal, Ashley -probó los huevos-. Y las mesas quedan muy alegres, como queríamos. Siéntate.
 
Ash: Aún tengo que supervisar un par de cosas, pero me gustaría mucho saber qué le ha parecido a Vanessa su noche en J y R.
 
Ness: Como si me hubiera tocado un premio gordo. El premio gordo -corrigió-. Estoy limpísima porque anoche estrené la bañera, y esta mañana he estrenado la ducha. Increíbles, las dos. Los artículos de tocador son geniales -añadió tendiéndole la mano a Zac-. Huele.
 
Lo hizo.
 
Zac: Huele muy bien.
 
Ness: Sí. Las toallas son muy suaves y mullidas. ¡Madre mía, y los suelos térmicos y el toallero eléctrico… todo un acierto! El baño te hace sentir mimada, relajada, cuidada.
 
Rachel: Eso pretendíamos -sonrió satisfecha-. Exactamente eso.
 
Ness: Por cierto, quiero uno de esos albornoces para mí. La chimenea es estupenda, sobre todo con esa maravilla de cama. Os confieso que es la cama más cómoda en la que he tenido el placer de dormir. Me encanta que haya tantas almohadas de distinto grosor. He probado la tele, el radiodespertador, he leído un par de capítulos de Jane Eyre y hasta probado el DVD. Si tuviera diez pulgares, los levantaría todos. Ha sido absolutamente fabuloso. Te agradezco mucho que me hayas dejado estrenar la habitación.
 
Ash: Eso es lo que quería oír. Vengo en unos minutos -dijo mientras volvía a la cocina-.
 
Rachel: ¿Dudas, quejas, sugerencias? -inquirió-.
 
Ness: Una sugerencia. No cambiéis ni una pizca esa habitación. No ha habido nada en ella que no me haya encantado.
 
Rachel: Perfecto -asintiendo satisfecha, volvió a sentarse-. Una menos.
 
Ness: Ya que estáis todos aquí, hay algo de lo que quería hablaros. Algo que tiene que ver con el hotel, indirectamente -añadió-.
 
David: Habla -la instó levantándose-. Más gofres. Oye, ¿dónde está Bobo?
 
Rachel: En Recepción, junto al fuego. No podemos tener un perro con la comida, David.
 
David: Pero…
 
Rachel: No le vas a dar de esto. Ashley ya le ha dado un par de galletas para perros y está contentísimo ahí fuera. A ver, Vanessa, ¿de qué se trata?
 
Le dio un vuelco el corazón, pero pensó que había llegado el momento.
 
Ness: Imagino que, cuando ya tengáis huéspedes, algunos vendrán a Vesta a comer, a cenar o a tomar una cerveza. Otros quizá busquen algo que no sea un local familiar y cojan los coches hasta South Mountain, o Shepherdstown. Lástima que el restaurante de la otra esquina no acabara funcionando.
 
Zac: Uf, no me lo recuerdes -masculló-.
 
Ness: Todos coincidimos en eso -siguió-, pero el caso es que no vendría mal otro restaurante en el pueblo, algo más chic que una pizzería familiar. -Tenía los nervios a flor de piel. Le fastidiaba ponerse nerviosa, procuró que no le temblara la voz-. A menudo viene gente a mi local a preguntar dónde tomarse una copa de vino. Se la sirvo, claro, pero mi pizzería no es la clase de sitio en el que uno se toma una copa tranquilamente o disfruta de una comida romántica.
 
Zac: Queremos abrir primero la panadería -intervino-. Vamos a buscar otro arrendatario para el restaurante. Solo que esta vez habrá que cuidar más el proceso de selección, buscar alguien con un plan de negocio válido, que conozca bien la zona.
 
Ness: Estoy de acuerdo. -Se aclaró la garganta-. Comprasteis el edificio anexo. -Por tener las manos ocupadas, toqueteó los huevos revueltos-. Sé que habíais pensando poner un comercio ahí, pero eso era un solo edificio y, si volvéis a abrirlo, podría haber un salón en un lado y un restaurante en el otro, conectados. La gente podría ir a tomarse una copa a uno, a cenar al otro. O ambas cosas. Además, en el otro local hay espacio para un pequeño escenario. La música en directo siempre es un atractivo. No hay nada de ese estilo en el pueblo. Un buen restaurante con un salón o pub anexo. Buena comida, buen vino, y cerveza, cócteles, música.
 
Rachel: Es muy buena idea -intervino-.
 
David: No le des cuerda -advirtió-.
 
Ness: Completaría el hotel -siguió-. Los huéspedes tendrían más opciones, y podrían cruzar Saint Paul y beberse una botella de buen vino sin preocuparse de conducir. Se podría organizar un servicio de habitaciones con comida traída de ese restaurante, como vamos a hacer con Vesta. ¿No les apetece salir? Pues podrán tomarse una pizza en el Salón, o saborear una cena agradable en el Comedor. Y estáis preparando packs. Añadir una cena para dos en un bonito restaurante, a un paso del hotel, o, como digo, traído de ahí, sería un gancho.
 
Alex: Sin la menor duda -coincidió-. Y ya le hemos estado dando vueltas. La pega es encontrar alguien que quiera llevar el local así y, además, que pueda hacerlo, y hacerlo bien.
 
Ness: Yo quiero -dijo enseguida, las manos cruzadas en el regazo, bajo la mesa-. Yo puedo hacerlo bien.
 
David: Tú ya tienes un restaurante. Vesta -la miró extrañado-. Y, Morena, como digas que vas a cerrar, me voy a cabrear mucho. Necesito mi pizza del guerrero.
 
Zac: No, David, no está pensando en eso -angustiado, retiró su plato-. ¿Dos locales, Vanessa? ¿No tienes ya bastante que hacer?
 
Ness: Daría más responsabilidades a Donna, emplearía a Dave en ambos locales, por turnos. Necesitaría un buen gerente para el local nuevo, y tengo a alguien en mente. Rachel, antes no funcionó porque no era la persona idónea. Sé bien lo que hay que hacer para que salga bien, para que florezca.
 
Rachel: Te escucho.

David: Ya la hemos liado -agachó la cabeza y se concentró en los gofres-.
 
Ness: Buscamos algo acogedor, contemporáneo, no ostentoso. Un par de sillones y también taburetes altos y bajos en la zona del pub. Una barra enorme, y camareros que sepan lo que hacen. Relajado, pero con ambiente. Buen vino, buena cerveza de grifo, quizá una variedad de productos locales. Con clase. -Como nadie la interrumpió, tomó aire y siguió adelante-. Para las comidas, ofreceríamos una gran variedad de ensaladas, bocadillos, sopas, y abriríamos todos los días, algo que antes no se pudo hacer. Mantendríamos precios razonables, el servicio sería agradable y atento.
 
Alex: Algo que tampoco se consiguió con el anterior -comentó-.
 
Ness: Desde luego -coincidió, y continuó-: En la cena, añadiríamos unos entrantes. Un buen filete, pescado, pollo, algunos aperitivos interesantes. Siempre que se pueda, nos atendríamos a los productos cárnicos de la zona. Tendríamos que hacerlo divertido, sin olvidar que estaríamos en la Plaza. Yo conozco el pueblo, sé lo que quiere la gente.
 
Rachel: Sin la menor duda -murmuró-.
 
Ness: He elaborado un plan de negocio. He redactado un menú, precios orientativos. Sé que os supone bastante trabajo volver a conectar los dos espacios, arreglar la zona del pub, pero merecería la pena. -Tomó aire-. Yo haría que mereciera la pena.
 
Zac: ¿Cuánto tiempo llevas dándole vueltas a esto?
 
Ness: Unos dos años… desde que vi que el otro restaurante no iba a salir adelante y entendí por qué. No es un capricho -insistió, porque conocía muy bien aquella cara-. Sé que puedo ser impulsiva, pero no cuando se trata de negocios. Confiasteis en mí cuando os propuse abrir Vesta en vuestro edificio.
 
Alex: Y acertamos -se la quedó mirando-. Me gustaría echar un vistazo al local antes de tomar alguna decisión… a favor o en contra.
 
Ness: Claro. Os enviaré el plan de negocio, el menú orientativo, y todo lo demás.
 
Rachel: Bien -asintió-. Quiero ver el proyecto. Aun así, Vanessa, mis chicos y yo tendremos que hablarlo detenidamente.
 
Ness: Lo sé. Y si es que no… intentaré convenceros para que cambiéis de opinión. Bueno. Más vale que me vaya. -Se levantó, recogió automáticamente sus platos-. Gracias otra vez por dejarme estrenar la habitación. Ha sido una noche inolvidable.
 
Rachel: Hablamos pronto -le prometió; luego, mientras Vanessa salía, contempló el café que se le había quedado frío-. ¿Opiniones?
 
Zac: Un restaurante da mucho trabajo -empezó-. ¿Y quiere llevar dos…? Tendría que controlar a dos plantillas, dos menús, y añadiéndole el pub del que habla, en realidad, serían tres negocios que administrar.
 
David: La Morena es una máquina -encogiéndose de hombros, se levantó a por más café para su madre-. Yo apuesto por ella.
 
Alex: Tengo que echarle un vistazo a ese local, asegurarme de que se puede hacer.
 
Rachel sonrió a Alex.
 
Rachel: Todo se puede hacer. La primera ventaja, para nosotros, sería que lo llevara alguien a quien conocemos, en quien confiamos y que dispone de una idea buena, sólida, innovadora. Su concepto es sencillamente perfecto.
 
Zac: A mí me gusta la idea -aún titubeaba-. Lo que me preocupa es tener a una sola persona, a Vanessa, a cargo de todo.
 
Rachel: Eso debería preocuparle a ella. A ti lo que te agobia es que termine agotada, que sea demasiado para ella. La preocupación lógica de un amigo -añadió-. Amén de ese poco de «cuándo tendremos tiempo para estar juntos ahora que queremos pasar tiempo juntos».
 
Cuando Zac miró con frialdad a David, este alzó las manos en señal de inocencia.
 
David: Ni una palabra. No he sido yo.
 
Rachel: Por favor -soltó un bufido e hizo un gesto de desdén con la mano-. ¿Acaso piensas que necesito que alguien me lo cuente? Mira que eres bobo, hijo. ¿Todavía no conoces bien mis poderes? -Volvió a sonreír, satisfecha, al ver que Zac se revolvía incómodo en la silla-. Entiendo tu agobio. A mí también me preocupa. Pero, igual que David, apuesto por que Vanessa se encargue de esto, de levantar un negocio en esa esquina que dé un empujón al pueblo. Al hotel -añadió-. Y a los otros locales. -Volvió a sentarse un momento, cabeceó para sí-. Echémosle todos un vistazo a ese espacio, luego pensad cómo podría hacerse, si debería hacerse, y qué supondría. Estudiaremos su plan de negocio, veremos qué clase de menús ha previsto. Después, volveremos a hablar con Vanessa. ¿De acuerdo?
 
David: Por mí, bien -dijo, y Alex asintió-.
 
Zac: Le echaremos un vistazo -decidió-. Empecemos por ahí.
 
 
Más tarde, Zac fue a buscar a Vanessa al Salón. La encontró sentada en el suelo, rodeada de DVD, ocupada en quitarles el envoltorio con una especie de cúter.
 
Zac: ¿Qué haces?
 
Ness: Tomar el sol en las playas de Saint-Tropez.
 
Zac: ¿Te has puesto crema?
 
Ness: ¿Con esta piel? Me he puesto un campo de fuerza.
 
Zac se sentó en la banqueta de cuero marrón.
 
Zac: ¿No es hoy tu día libre?
 
Ness: Sí, por eso estoy en la playa. Mientras tomo el sol, juego con las películas. Ashley me ha prestado este «abridor». No sabía que hubiera abridores para DVD. Con la de horas que me he pasado peleándome con la puñetera tirilla y el envoltorio, cuando bastaba con pasarle esta cosa. Estoy compensando el tiempo perdido, abriendo los DVD de regalo del hotel mientras Ashley y Amy se reúnen. ¿Has visto esta?
 
Sostuvo en alto el DVD de Love Actually.
 
Zac: No.
 
Vanessa ladeó la cabeza y lo miró con cara de lechuza.
 
Ness: Porque piensas que es una peli de chicas.
 
Zac: Es una peli de chicas.
 
Ness: En eso te equivocas.
 
Zac: ¿Hay alguna explosión?
 
Ness: No, pero hay desnudos y dicen palabrotas. No es una peli de chicas; de hecho, es una película excelente. Yo la tengo. Y esta.

Le mostró una copia de Terminator.
 
Zac: Esa sí que es buena. ¿Por qué estás nerviosa?
 
Ness: No estoy nerviosa. Estoy tomando el sol y usando el cacharrito este tan útil mientras hablo de cine contigo.
 
Zac: Vanessa…
 
Que alguien conociera tan bien tus estados de ánimo, se dijo, podía llegar a ser un pro o un contra, dependiendo de la situación. En todo caso, ahorraba tiempo.
 
Ness: Temo que tu familia te haya mandado a decirme que no, que no hay nada que hacer respecto a la idea del restaurante.
 
Zac: No hemos decidido aún. Hemos echado un vistazo al local, cambiado de sitio unas cosas. Parece viable para nosotros, pero Alex necesita trabajar un poco en ello.
 
Ness: Viable para vosotros -también lo conocía-. Pero no tanto para mí.
 
Zac: Yo no he dicho eso. Pero me pregunto cómo vas a repartir tiempo, atención, energías. Sé muy bien el tiempo y el esfuerzo que dedicas a Vesta.
 
Ella abrió el siguiente DVD.
 
Ness: ¿Por qué piensas eso?
 
Porque te he observado, se dijo él, más de lo que pensaba.
 
Zac: Como allí, hago mis reuniones allí. He trabajado en el edificio de enfrente de tu local todos los puñeteros días durante más de un año. Sé lo que hay, Vanessa.
 
Ness: Si de verdad sabes lo que hay, habrás visto que yo sé lo que me hago.
 
Zac: Yo no digo lo contrario. Pero lo que tú propones significaría hacer el doble. Me parece que te echarías encima más trabajo del que puede llevar una sola persona.
 
Con calma, Vanessa recogió los envoltorios y los echó a la caja que tenía al lado.
 
Ness: Tengo la impresión de que tu voto para esta propuesta va a ser negativo.
 
Zac: Tampoco he dicho eso.
 
Ness: No hace falta que lo digas. Te conozco, Zac, tanto como tú a mí.
 
Zac: Nadie quiere verte agotada, ni que te metas en camisa de once varas.
 
Por si sentía la tentación de agredir a alguien, Vanessa soltó el cúter de DVD. Con cuidado.
 
Ness: ¿Acaso crees que no conozco mis capacidades y mis límites, y mi potencial? ¿Cuántos frentes tienes abiertos tú, Zac? ¿Cuántos alquileres te ocupas de supervisar? ¿Cuántos trabajos en distintos escenarios, cuántos clientes en tu lista, cuántas personas en nómina, cuántas subcontratas manejas?
 
Zac: Somos muchos los que lo llevamos. Pero solo hay una Vanessa.
 
Ella se toqueteó el pelo, ahora de un caoba intenso.
 
Ness: No me vengas con esas. Sé que los alquileres los llevas tú. Eres tú el que trata con los arrendatarios. Lo sé porque yo soy una. Tú eres el encargado de los detalles, Zac, y Efron Family Contractors maneja un montón de eso. David es capataz, Alex diseña los espacios. Tu madre se encarga de la contabilidad, ayuda a los clientes con el diseño de interiores y se ocupa de la supervisión. Tú eres quien une las piezas. Además, todos hacéis la carpintería, incluida tu madre de cuando en cuando.
 
Zac: Eso es cierto, pero…
 
Ness: Pero nada -espetó, de pronto furiosa-. Tú has trabajado en el edificio de enfrente de mi local durante un año. Sí, he visto lo que has hecho, lo que has tenido que hacer, lo que has tenido que llevar adelante, resolver. Tú, Zac, tú solo además de con los otros. Si me dijeras que tienes previsto remodelar la puñetera Casa Blanca, pensaría que puedes hacerlo. Deberías tener la misma fe en mí.
 
Zac: No es una cuestión de fe -empezó, pero ella se disponía a levantarse-.
 
Ness: Mira, si la respuesta es no, pues es no. El edificio es vuestro, y tenéis derecho a alquilárselo a quien queráis. No os lo voy a reprochar, a ninguno. Pero más te vale que la respuesta no sea que no porque piensas que no estoy a la altura.
 
Zac: Vanessa…
 
Ness: No. Sencillamente no. Deberías haberte interesado por mi plan de negocio, por mi propuesta de calendario, por mi menú, por mi cuenta de resultados de Vesta y por mi presupuesto para el nuevo local. Deberías haberme tratado con el mismo respeto que a cualquier otro empresario, cualquier otro arrendatario. No soy una soñadora, Zac, y nunca lo he sido. Sé lo que puedo hacer, y luego lo hago. Si no entiendes eso, es que no me conoces tan bien como los dos pensábamos.
 
La conocía lo bastante para no seguirla cuando se marchó. No estaba disgustada -con eso solo habría podido-, sino que también la había ofendido y cabreado.
 
Zac: Buen trabajo -masculló-. Dándose tiempo para pensar, cogió los DVD que ella había desempaquetado y los apiló en el armario de debajo de la televisión de plasma montada en la pared, colocándolos por orden alfabético sobre la marcha.




Cuidado con los Efron que poco a poco quieren hacerse con el pueblo XD
Ya tienen en propiedad: el hotel, Vesta, el piso de Ness, ahora quieren una panadería, luego el restaurante, el Pub... ¿Qué será lo siguiente? XD
Os animo a intentar adivinarlo, porque todavía quieren abrir más negocios...

Paula, gracias por tu comentario, espero poder ver más. Sí, esta novela pertenece a una saga, para quienes no lo sepan, pero solo tengo esta novela de la saga. Pero si quieres las demás, te las puedo buscar y te digo donde encontrarlas.

¡Thank you por los coments y las visitas!
¡Comentad, please!

¡Besis!


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