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sábado, 30 de mayo de 2015

Capítulo 3


Ness: No hacía falta que aceptaras la propuesta de Andrew de invitar a Ben y a Dylan para que te conocieran esta noche -dijo mientras colocaba los vasos en el lavavajillas-.

Zac: Lo sé -le pasó la pila de platos sucios que había retirado de la mesa-. Pero, ¿por qué iba a negarme? Tengo bastante tiempo libre y sé que para Andrew significa mucho.

Ness: No lo sabes bien -colocó los platos orde-nadamente en el compartimento inferior-. Mi hijo es uno de tus mayores fans, lo cual es decir mucho, teniendo en cuenta que eres el ídolo de todos los varones de Crooked Oak.

Zac: ¿Te he dado las gracias por la deliciosa cena?

Se acercó a Vanessa por detrás mientras estaba inclinada sobre el fregadero, llenando de agua caliente la tetera. Ella percibió su proximidad. El calor de su cuerpo. El poder de su virilidad. La fuerza de su presencia.

Ness: Sí. Dos veces.

Zac: He disfrutado mucho cenando contigo... y con tu hijo.

Ness: Supongo que cenar con una madre y su hijo es una experiencia nueva para ti -tomó aliento y se apartó de Zac-.

Él la agarró del brazo, con mano suave pero firme.

Zac: No querías que viniera esta noche, Vanessa. ¿Por qué?

Ness: No sé de qué hablas -alzando la mano, se retiró con las puntas de los dedos un mechón de cabello que le caía sobre el ojo derecho-.

Sus miradas se encontraron y, por un fugaz momento, Vanessa rezó por que sus ojos no reflejaran lo que sentía. A continuación se soltó de él y salió de la cocina. Si no le respondía, empezaría a preguntarse qué intentaba ocultarle. ¿Y cómo podía explicarle por qué no lo quería en su vida, salvo contándole la verdad?

La voz de Andrew la sacó de sus preocupaciones.

Andrew: Sí, Ben. Está aquí, y se quedará hasta que me vaya a la cama. Va a firmarme la pelota y, si se lo pido, también os firmará las vuestras.

Vanessa se detuvo en la puerta del dormitorio de su hijo. Hacía mucho que no veía a Andrew tan contento y entusiasmado. Si permitía que su hijito y Zac se hicieran amigos, el desastre sería enorme.

Antes o después, Zac podía descubrir la verdad.

Solo tendría que preguntarle a Andrew la fecha de su cumpleaños.

Vanessa se tapó la boca con las manos y reprimió un grito de desesperación. ¿Qué iba a hacer?

Zac la siguió hasta el pasillo, se detuvo a su lado y se asomó al dormitorio.

Zac: Tienes un hijo estupendo -le susurró, inclinando la cabeza hasta el extremo de que rozó con los labios la oreja de Vanessa-.

Ella cerró los ojos, estremeciéndose. El corazón empezó a martillearle el pecho.

Ness: Sí, lo sé. Andrew es un niño maravilloso.

Trató de notar que Zac le había deslizado el brazo por la cintura. Dios santo, su mero contacto hacía que le flaquearan las rodillas.

«Domínate, chica. No le permitas que te haga esto. Sabes que no traerá nada bueno.»

Ness: Zac, te agradezco que hayas sido tan amable con Andrew y que aceptaras su invitación a cenar... -miró por encima del hombro en el mismo momento en que él le sonreía, y el estómago le dio un vuelco-. Pero no quiero que mi hijo asuma que...

Zac la arrastró hacia el extremo opuesto del pasillo, y la arrinconó con delicadeza contra la pared. Su enorme cuerpo la cubría por completo. Vanessa tragó saliva.

Zac: No quieres que Andrew asuma... ¿qué? -inquirió-.

Ness: Perdió a su padre hace cinco años, y aunque es muy amigo de Mike, solo desea tener un papá -dudó momentáneamente, permitiendo que Zac asimilara sus palabras y, con suerte, llegara a la conclusión correcta-.

Zac: ¿Crees que Andrew puede verme como a una figura paterna? ¿Eso es lo que te preocupa? ¿No quieres que se acerque demasiado a mí e intente imitarme? No apruebas mi forma de ser, ¿verdad, Vanessa?

Ness: No es eso lo que intento decirte.

Zac: Entonces, más vale que hables claro.

Ness: De acuerdo -enderezó los hombros y lo miró directamente a los ojos-. No quiero que Andrew te tome demasiado cariño, ni empiece a creer que eres el sustituto de su padre. Porque sufriría mucho cuando te marches de Crooked Oak.

Zac retrocedió un paso, permitiendo que Vanessa entrara en el salón, y permaneció en el pasillo un rato, pensando en lo que acababa de decirle. Vanessa tenía razón. Andrew se encontraba en una situación muy delicada.

El pequeño salió veloz del dormitorio y se detuvo junto a él.

Andrew: Los chicos vendrán dentro de unos minutos. Los traerá el padre de Ben. El señor Flecher se muere por conocerte.

Zac revolvió el pelo moreno del niño y sonrió. Lo último que deseaba era lastimar al pequeño o decepcionarlo. Por algún extraño motivo, se veía a sí mismo reflejado en el hijo de Vanessa. Era alto y delgado, cómo él de pequeño.

Zac: Andrew, sabes que solo voy a estar en Crooked Oak unos meses, ¿verdad? No me he venido a vivir aquí definitivamente. Cuando haya decidido qué voy a hacer en la vida, me marcharé.

Andrew lo miró fijamente con unos enormes y expresivos ojos marrones, idénticos a los de su madre.

Andrew: Sí, claro. Lo sé.

Zac: Quiero que seamos amigos, y... bueno, cuando me vaya del pueblo, seguiremos en contacto. Pero...

Andrew entrecerró los ojos, mirando a Zac inquisitivamente.

Andrew: Zac Efron y yo, amigos. Eh, me gusta cómo suena.

Zac: A mí también.

Zac esperó en el porche mientras Vanessa se aseguraba de que Andrew estuviera dormido. Lo había acostado tres veces desde que se marcharon sus amiguitos, pero el pequeño no dejaba de levantarse para decirle algo a Zac.


Andrew: Te prometo que esto es lo último, mamá -había dicho diez minutos antes-. ¿Querrás venir al entrenamiento de mañana, Zac?

Ness: ¡Andrew! -le regañó-.

Zac: Puedo llegarme un rato -había respondido-.


Vanessa cerró la puerta y se reunió con Zac en el porche.

Ness: Está profundamente dormido. Y esta vez parece que no finge.

Zac se sentó en la mecedora. Sabía que debía marcharse en vez de intentar prolongar la velada. Pero temía la soledad de la vieja casa.

Zac: Espero que no te importe que haya aceptado ir con Andrew al entrenamiento de mañana.

Ella dudó unos segundos antes de contestar.

Ness: No, no me importa. Se habría sentido muy decepcionado si te hubieras negado a ir.

Zac: Es un chico muy inteligente. Ha entendido que mi estancia en Crooked Oak será solo temporal

Sintiendo un súbito escalofrío al oír sus palabras, Vanessa se frotó los brazos con las palmas de las manos.

Ness: Hace frío para ser primavera, ¿verdad?

Zac: Siéntate a mi lado y te haré entrar en calor -sugirió en tono tentador-.

Ness: ¿No te vas? Son las diez y media. Ya debería haberme acostado. Solemos madrugar mucho.

Zac dio una palmadita en la madera de la enorme mecedora.

Zac: Siéntate conmigo un rato. Hace una preciosa noche de primavera. Las estrellas, la luna, el fresco del campo...

Ness: No quieres volver a tu casa, ¿verdad?

Zac: ¿Qué?

Ness: No te gusta estar solo.

Zac: Chica lista.

Ness: Si tanto odias la soledad, ¿por qué no fuiste a  Nashville, con Miley y Will, en vez de regresar a Crooked Oak?

Zac: Necesitaba retirarme a un lugar tranquilo -admitió-. Pero he descubierto que soy un solitario. Me gusta demasiado el contacto con los demás. Sobre todo, con mis antiguos amigos.

Vanessa se echó a reír. Dios santo, era un donjuán incorregible. Y encantador. En ese aspecto no había cambiado nada.

Ness: De acuerdo, me sentaré contigo quince minutos. Luego te irás a casa y yo me meteré en la cama.

Zac: Mmm -esbozó una sonrisa traviesa-. Podemos saltarnos los quince minutos e irnos directamente a la cama.

Vanessa sabía que estaba bromeando, al menos a medias, y se preguntó cuánto tiempo hacía que no se reía y bromeaba desde el accidente.

Tomó asiento a su lado, y él le echó el brazo por los hombros. Ella permitió que la tocase, que se acercase a su cuerpo, y por un momento cerró los ojos y se engañó pensando que sus actos estaban motivados por algo más que la simple soledad.

Zac: ¿Cuándo fue la última vez que hiciste el amor? -inquirió con voz baja y ronca-.

Ness: ¿Crees que eso es asunto tuyo?

Zac: Tal vez no -le deslizó la mano debajo del cabello y le acarició la nuca. Ella se estremeció-. ¿Y si te digo cuándo ha sido mi última vez? ¿Me lo dirás?

Ness: Quizá no quiera saberlo.

Zac: Claro que quieres -le frotó el cuello con la nariz-. Hace un año que no hago el amor. Desde el accidente -le trazó un círculo en la oreja con la lengua-.

Vanessa abrió la boca, sorprendida.

Ness: Me… resulta difícil creerlo. Habrá habido montones de mujeres dispuestas a… -noto que él le besaba la oreja-. Zac, no me hagas esto.

Zac: Pude haberme acostado con algunas enfermeras, e incluso con alguna fan que se coló a hurtadillas en la habitación del hospital. Pero no estaba en forma. Luego, una vez recuperado, pasé varios meses con una profunda depresión.

Ness: Lo siento. Miley me dijo lo preocupada que estaba por ti...

Zac: Confiesa, cariño -la interrumpió-. Te lo he dicho, de modo que ahora te toca a ti. ¿Cuánto tiempo hace?

Ness: Cinco años -dijo suavemente-.

Zac: ¡Cinco años! -le agarró la barbilla y la obligó a mirarlo-. ¿Insinúas que no has hecho el amor con nadie desde que tu marido murió?

Ness: Exacto.

Zac: Pero, ¿por qué?

Ness: Porque no hago el amor con un hombre a menos que sea importante para mí, y sienta él... No me mires de ese modo.

Zac: ¿De qué modo? ¿Cómo te estoy mirando?

Ness: Basta.

Se puso en pie de un salto y se dirigió hacia la puerta, pero él la alcanzó antes de que pudiera tocar el pomo.

La rodeó con los brazos y apretó el pecho contra su espalda.

Zac: Me necesitas tanto como yo a ti. Podemos hacernos mucho bien mutuamente -le dio vuelta y acercó los labios a los suyos-.

Vanessa aceptó el beso con entusiasmo, y abrió la boca para recibir su intrusión. Mientras la sondeaba con la lengua, la sostuvo firmemente con ambas manos y apretó íntimamente su cuerpo contra el de ella. Su sexo palpitaba contra el vientre Vanessa, solicitando permiso para entrar.

Ella le rodeó el cuello con los brazos y lo atrajo hacia sí, ansiando rendirse y entregarle todo lo que le pedía. Cada fibra de su ser clamaba de deseo. Solo tenía que abrir la puerta y llevar a Zac a su dormitorio. Después, él volvería a la granja y nadie se enteraría de lo ocurrido. Igual que doce años antes, cuando hicieron el amor. La noche en que Andrew fue concebido. La noche en que comprendió que amaría a Zac Efron hasta el día de su muerte.

Interrumpiendo el beso, Vanessa respiró hondo y apartó a Zac con un suave empujón. Si no ponía fin a la situación, lo lamentaría durante toda su vida.

Ness: Vete a casa, Zac -dijo, colocándole las manos en el pecho. Notó que el corazón le latía con fuerza-. No quiero otra aventura de una sola noche.


Zac se ajustó las gafas de sol mientras salía del Porsche. Se había pensado mucho en llegarse a ver el entrenamiento del equipo de Andrew aquella tarde. De hecho, había decidido que Vanessa tenía razón. No convenía que el niño le tomase demasiado cariño. Pero, aburrido como una ostra, había optado finalmente por meterse en el coche y salir de la granja.

Al llegar, lo asaltaron los recuerdos. Había entrenado de pequeño en aquel mismo campo. Aquellos días los recordaba como los más felices de su vida.

Apoyándose en el capó del coche, Zac buscó entre el grupo de niños. No le resultó difícil localizar al hijo de Vanessa. Era unos centímetros más alto que los demás, y su cabello castaño, cuyos mechones sobresalían bajo la gorra, brillaba al sol de la tarde.

Zac se mantuvo alejado un rato, pues no deseaba que su presencia provocara una escena. Observó a los chicos y al entrenador, que había colocado a Andrew como lanzador del equipo. El puesto del propio Zac. Alzando el brazo derecho contempló el flácido apéndice como si ya no formara parte de su cuerpo. Un estúpido accidente. Un error fatal. Solía decirse una y otra vez que había tenido más suerte que Brittany, su novia, y Chad McGregor, su compañero de equipo. Al fin y al cabo, había sobrevivido al accidente. Ellos no.

El entrenador Butler se quitó la gorra la cabeza y escupió en el suelo. Luego echo un vistazo a los aparcamientos, como si buscara a alguien en concreto. Al divisar a Zac, sonrió y alzo la mano. Zac asintió.

El entrenador no tardó en acercarse a cederle la mano.

Austin: Le agradezco que haya venido, señor Efron. Los chicos estarán encantados.

Zac: Llámame Zac.

Austin: De acuerdo. Zac. No me importaría que me dieras unos cuantos consejos útiles para los muchachos.

Zac: El béisbol necesita más entrenadores Austin. Por cierto, Andrew Hudgens es un lanzador muy bueno para su edad. ¿No han intentado ficharlo otros equipos?

Austin: No hasta hace poco -explicó-. Cuando la mejor amiga de su madre se convirtió en primera dama del estado, otros equipos se interesaron por él. Pero Andrew y Vanessa rechazaron las ofertas. El pequeño es muy bueno. Le doy todas las oportunidades que puedo para que demuestre su valía.

Zac: Le has tomado cariño, ¿verdad?

Austin: Sí, me gusta Andrew, y también Vanessa -admitió-. He salido con ella unas cuantas veces, pero no siente lo mismo que yo. Jamás pensé que siguiera siéndole fiel a su difunto marido después de tantos años. Será por eso por lo que no se ha vuelto a casar. Vanessa sería una buena esposa para cualquier hombre.

Zac: Tienes razón. Es la madre y esposa idónea, ¿verdad?

Austin: Sí, es seria, leal y cariñosa. Nunca he visto a una mujer que quiera tanto a su hijo. Haría cualquier cosa por él. Por eso no entiendo por qué no ha vuelto a casarse para darle un padre.

Zac: Quién sabe.

En realidad, él también se había hecho la misma pregunta. ¿Tanto había amado Vanessa a Andrew Hudgens? Por algún motivo, no los imaginaba amándose apasionadamente. Andrew le doblaba la edad a Vanessa. Y Zac sabía que Vanessa había creído estar enamorada de él tras la noche que pasaron juntos. De hecho, lamentó haberla herido al decirle que no podía corresponder a sus sentimientos.

Austin: Tómate un descanso, Andrew -su fuerte voz atravesó el campo-. Que Ben lance un rato -se giró hacia Zac-. Quédate, ¿de acuerdo? Tengo que volver al trabajo, pero acabaremos en pocos minutos.

Andrew salió del campo, se colocó el guante debajo del brazo y se dirigió hacia una enorme nevera, de donde extrajo una botella de agua helada. Mientras tomaba el primer trago, miró hacia los aparcamientos y vio a Zac. El pequeño alzó la mano y luego se acercó veloz a su ídolo.

Andrew: ¡Eh, Zac! Sabía que vendrías. Es genial. Ven, te presentaré al resto del equipo. Ya casi hemos terminado -agarró la mano derecha de Zac y tiró de él-.

Zac hizo una mueca. Instintivamente, se soltó de la mano del pequeño. Nadie le tocaba la mano del brazo derecho. La mayoría de la gente trataba incluso de no mirarla.

Andrew: Lo siento -se excusó-. Ese es tu brazo herido, ¿no? -sin pensárselo dos veces cogió la mano izquierda de Zac y lo condujo al campo-.

Había algo en la sonrisa del niño que observó Zac de un modo extraño. Algo familiar. Quizá había heredado la sonrisa de Vanessa, igual que sus enormes ojos marrones. Zac estudió a Andrew por un momento. No, no era eso. La sonrisa de Andrew no era la de su madre.

**: Preséntame a tu amigo, Andrew -dijo una melosa voz femenina-.

Andrew dio un salto. Zac giró rápidamente la cabeza. Una apetitosa morena con tejanos ajustados le sonreía.

Andrew: Oh, hola, señora Baker -la saludó-. No sabía que iba a venir. Este es Zac Efron, te presento a la madre de Dylan.

La morena tendió una pequeña mano llena de anillos y se acercó a escasos centímetros

**: Soy Grace Baker, señor Efron. Los de Crooked Oak estamos muy orgullosos. De hecho, soy una de sus mayores admiradoras.

Zac: Gracias -en cuanto aceptó su mano, la mujer cerró los dedos en torno a los suyos con fuerza-. De modo que eres la madre de uno de los niños que conocí anoche, en casa de Andrew. No fuiste tú la que vino a recogerlos.

Grace: Lo sé -sus carnosos formaron una amplia sonrisa-. Por lo general, Dylan regresa a casa con los padres de algún compañero. Cuando Bill Flecher dejó a Dylan en casa, me dijo que tal vez vendría usted hoy, de modo que decidí acercarme para conocerlo.

Zac separó su mano de la de Grace, pero no pudo escapar de su sonrisa coqueta ni de su brazo, que de repente se le enroscó en la cintura.

Andrew: Vamos, Zac -tiró de él-. Los chicos se mueren por conocerte.

Sin prestar ninguna atención a Andrew, Grace siguió diciendo:

Grace: Si alguna vez se siente solo o aburrido, estaré más que encantada de enseñarle los alrededores. Conozco los mejores sitios de aquí a Nashville.

Zac: Pero, ¿qué pensaría el señor Baker?

Grace: No existe ningún señor Baker, encanto. Bueno, sí, existe, pero vive en Arkansas y ya no es mi marido.

Austin Butler, seguido del equipo entero de los Bulldogs, se acercó a Zac.

Austin: El equipo te agradece mucho que estés aquí. ¿Te gustaría dirigirles unas palabras a los chicos?

Zac: Cómo no.

Después de hora y media de charla y firma de autógrafos, Zac comprendió que, a pesar de su incapacidad, seguía siendo el héroe de la localidad. Aquellas personas seguían admirándolo. Los niños aún lo adoraban. Y para las mujeres, como Grace Baker, seguía siendo un galán irresistible.

Grace: ¿Tienes planes para esta noche, Zac? -le preguntó tuteándolo ya descaradamente-. Podemos ir al Palé Rider a tomar unas cervezas.

Una noche con Grace Baker podía ser justo lo que necesitaba. Parecía de esa clase de mujeres que hacían pasar un buen rato sin pedir nada más a cambio. Justo cuando se disponía a aceptar la oferta de Grace, vio a Vanessa Hudgens, que atravesaba los aparcamientos y se dirigía hacia Andrew.

Austin sonrió a Vanessa, le puso a Andrew la mano en el hombro y los tres abandonaron juntos el campo. Parecían la familia ideal.

Zac notó una opresión en el vientre. Austin podría ofrecerle a Vanessa un compromiso, un futuro como esposo y como padre. Mientras que él solo podía ofrecer unos cuantos meses de su vida, un breve futuro como amante de Vanessa y amigo de Andrew.

Zac: No tengo ningún plan -le dijo a Grace-. Dime dónde vives y pasaré a recogerte a eso de las siete y media.

Grace le guiñó el ojo.

Grace: Vamos a pasarlo muy, pero que muy bien -buscó con la mirada entre el grupo de niños y llamó a su hijo-. Vamos, Dylan. Tenemos que irnos. Hoy pasarás la noche en casa de tía Brenda. -Una vez montada en el coche, sacó la cabeza por la ventanilla y gritó-: Nos vemos a las siete y media, Zac. No te retrases, encanto.

Zac le sonrió y le dijo adiós con la mano. En ese momento, notó un fuerte tirón en el brazo derecho y, al agachar la vista, vio que Andrew Hudgens lo miraba fijamente.

Andrew: ¿Vas a salir con la madre de Dylan?

Vanessa y Austin se colocaron detrás del niño. La mirada de Vanessa se cruzó momentáneamente con la de Zac.

Zac: Pues sí, campeón. Verás...

Andrew: Pensé que ibas a salir con mi madre -tragó saliva-. Sé que la madre de Dylan es muy guapa, pero no es la...

Ness: Ya basta, Andrew. Con quien salga Zac no es asunto tuyo -agarró el hombro tenso de su hijo-.

El pequeño se soltó de su madre y echó a correr hacia el coche.

Zac se aclaró la garganta.

Zac: Lo siento. Yo...

Ness: No importa. A Andrew se le pasará. Es preferible que comprenda cuanto antes que no va a haber nada entre nosotros.

Austin le echó el brazo sobre los hombros.

Austin: ¿Quieres que os acompañe a ti y a Andrew en la cena de esta noche? Irán todos los padres de los chicos del equipo.

Vanessa esbozó una sonrisa forzada.

Ness: Me parece una idea estupenda.

Cuando todos se hubieron ido, Zac permaneció un buen rato a solas en los aparcamientos. ¿Por qué se sentía como un miserable? ¿Por qué lamentaba tanto haber decepcionado a Andrew Hudgens?

«Admítelo» se dijo. «Te cae bien el niño y quieres caerle bien. Y Andrew desea tanto tener un padre como lo deseabas tú de pequeño.»

Por algún motivo incomprensible para Zac, una disparatada idea se le pasó por la cabeza. ¿Cómo sería tener un hijo? ¿Un hijo... como Andrew Hudgens? Jamás había pensado en tener hijos. Pero tras regresar a Crooked Oak, y pasar algo de tiempo con Vanessa y su hijo, empezaba a preguntarse si no faltaría algo esencial en su vida desde que el accidente acabó con su carrera. Una esposa. Hijos. Una familia propia.




¡Zac, espabila! ¡Te van a robar a la chica! Y también a tu hijo.

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¡Un besi!


jueves, 28 de mayo de 2015

Capítulo 2


Zac pulsó el botón de rebobinado del vídeo y se maldijo por estúpido. ¿Por qué diablos se había llevado la cinta con la final de la temporada de béisbol? Fue el último partido de su ilustre carrera, y verse en plena forma le producía un tormento inenarrable.

Zac: Te gusta castigarte, ¿no es así, Efron? -se dijo en voz alta-. ¿Cuántas veces vas a ver esa condenada cinta?

Se levantó, dejó el mando a distancia en el sillón y se dirigió a la cocina. Su estómago emitió un rugido y, con un rápido vistazo al reloj del horno microondas, comprobó que casi era mediodía. No había comido nada desde que se levantó, hacía cuatro horas.

Durante diez días se había aislado del resto del mundo, como un ermitaño. Al principio, ni siquiera había respondido al teléfono. Pero Miley le advirtió en sus insistentes mensajes que, si no contestaba, acudiría personalmente desde Nashville para darle una patada en el trasero.

Zac sacó una caja de cereales del armario, buscó una botella de leche en el frigorífico y se preparó un tazón. Los comestibles que le había llevado Vanessa Montez casi se habían agotado. En unos o dos días tendría que llegarse al pueblo o pedirle a Vanessa que le hiciera unas cuantas compras. Le gustaba la idea de llamarla. Más de una vez había estado a punto de telefonearle y atraerla a su casa con cualquier pretexto. Pero Vanessa había dejado perfectamente claro que no estaba interesada en un romance pasajero. Zac presentía que se trataba de esas mujeres que buscaban un compromiso duradero a la hora de entablar relaciones con un hombre. Y él, sencillamente, era incapaz de hacer promesas que luego no pudiera cumplir. Justo cuando tomaba la última cucharada de cereales, el teléfono empezó a sonar. ¡Maldición, Miley se había propuesto no dejarlo en paz! Tomó bruscamente el auricular del receptor de la pared y con-testó con un gruñido.

Zac: Sí, ¿qué quieres ahora?

Alex: Vaya, yo también te saludo.

Zac: ¿Alex?

Alex: Sí. ¿Quién creías que era?

Zac: Miley. Nuestra hermanita va a volverme loco con su manía de controlarme desde Nashville. Con un marido, un hijo y sus deberes de primera dama del estado, no sé cómo tiene tiempo para agobiarme.

Alex dejó escapar una risotada profunda.

Alex: Bueno, ya conoces a nuestra Miley. Nunca se resiste a meter la nariz en los asuntos de los demás.

Zac: ¿A qué se debe la llamada, hermanito? ¿O simplemente quieres saber cómo le va a la vieja gloria?

Alex: Dejarás de compadecerte a ti mismo más tarde o más temprano, Zac. ¿Por qué no nos haces un favor a todos y lo superas cuanto antes?

Zac emitió un gruñido.

Zac: Vas directo al grano, como siempre. Hablas como si fuera muy fácil. Pero lo único que he deseado desde niño es jugar al béisbol. Yeso lo he perdido. Para siempre. No tengo ni la más remota idea de qué hacer durante el resto de mi vida.

Alex: ¿Qué tal si empiezas agradeciendo el hecho de seguir vivo?

Zac sabía que su hermano mayor llevaba buenas intenciones, pero Alex ignoraba cómo se sentía uno al perder el control de su vida, al ver sus sueños destrozados y enfrentarse a un futuro incierto.

Zac: Sí, supongo que ser un lanzador de béisbol con el brazo derecho inútil es preferible a estar muerto.

Alex: ¿Sigues encerrado en la vieja casa? -inquirió-. ¿Todavía no has ido al pueblo? Seguro que la gente se muere por verte y dar la bienvenida al héroe de Crooked Oak. Y, probablemente, habrá más de una chica guapa dispuesta a aliviar tu soledad.

Zac soltó una risita. No tenía sentido negar su reputación de mujeriego, al menos a su hermano, que lo conocía mejor que nadie.

Zac: De hecho, conocí a una mujer muy interesante nada más llegar.

Alex: Creí que no habías salido de la casa.

Zac: Estaba aquí cuando llegué. Había hecho limpieza e incluso tenía la cena lista.

Alex: ¿Te refieres a la amiga de Miley? ¿Cómo se llamaba? ¿No es la hermana pequeña de Mike Montez? ¿La que se casó con Andrew Hudgens?

Zac: Exacto. Vanessa Hudgens.

Alex: Si no recuerdo mal, esa mujer no es de las que suelen gustarte.

Zac: Quizá quiera probar algo distinto, para variar. Ya he conocido a bastantes bellezas engreídas. Vanessa quizá sea una mujer sencilla, pero tiene algo que...

Alex: Algo que se llama «cualidad». Miley tiene un alto concepto de ella. Al parecer, lo ha pasado bastante mal al quedarse viuda y criar sola a su hijo. Piénsatelo bien antes de utilizarla para aliviar tu soledad, hermanito.

Zac: Si me estás advirtiendo que no le haga daño, puedes ahorrártelo. Miley ya me ha leído la cartilla.

Alex: Bien por ella -se aclaró la garganta-. ¿Por qué no vienes a Virginia y pasas una temporada conmigo?

Zac: Tal vez más adelante. Ahora quiero aclararme las ideas, descubrir qué puede hacer Zac Efron en la vida sin su puesto de lanzador estrella de los Atlanta Braves.

Alex: Lo superarás -exhaló un suspiro lo bastante alto como para que lo oyera su hermano-.

Zac: Hazme un favor, ¿quieres? Llama a nuestra hermanita y dile que me deje en paz, al menos por unos días.

Alex: Descuida. Volveré a llamarte dentro de un par de semanas.

Zac: Adiós.

Colgó el auricular y echó una ojeada por la ventana de la cocina, desde donde se divisaba el amplio jardín y la zona arbolada que se extendía detrás de la casa. Si le gustara la caza y la pesca, como a Alex, podría matar el tiempo con un rifle o con una caña. Y si fuera un cabeza loca, como David, podría recorrer todos los bares de la localidad y aliviar su frustración con unas cuantas peleas a puñetazo limpio.

Pero el béisbol había sido su única pasión durante tantos años, que apenas recordaba haber tenido otras aficiones. De adolescente, solo le había interesado su Cámaro de 1980... el coche que había destrozado y que Miley arregló años después.

Coches. Quizá debía comprarse un coche antiguo y... Diablos, ¿cómo podía restaurar un coche si tenía el brazo derecho inutilizado?

Vanessa y Mike tenían un taller, ¿verdad? Podía llegarse y pedirles que le ayudaran a encontrar algo especial, quizá otro Cámaro, y pagarles para que le ayudaran con todos los arreglos necesarios.

«Reconócelo, Efron. Necesitas buscar una excusa para ver a Vanessa de nuevo. Una excusa que ella se trague sin rechistar.»

Zac: Está bien, lo reconozco -dijo en voz alta-. No sé por qué no dejo de pensar en Vanessa. Quizá porque es muy distinta de las mujeres con las que siempre he salido. Quizá porque seducirla supone un auténtico desafío.

«Piénsatelo bien antes de utilizarla para aliviar tu soledad.»

Zac volvió a oír mentalmente la advertencia de Alex.

Vanessa no era ninguna niñita inocente, sino una viuda de treinta años.

Notó una súbita punzada de culpa.

Sí, Vanessa era una empollona ingenua e inocente cuando la conoció, doce años atrás. Y sí, estaba seguro de que era virgen la noche en que le hizo el amor. Aunque Zac no la había obligado en ningún momento. Ella había aceptado gustosamente que fuera el primero.

«¡Porque estaba enamorada de ti, bastardo!»

Pero aquello pertenecía al pasado. Vanessa ya no era una adolescente ingenua y obnubilada. Si tenían una aventura, sería en igualdad de condiciones... como dos personas solas necesitadas de compañía.

¿A quién diablos quería engañar? Ni siquiera tenía derecho a pensar en seducirla. Pero, que Dios lo ayudase, sabía que en cuanto tuviera la oportunidad la haría suya, y al infierno con todo lo demás.


Mike Montez puso el bocadillo y las patatas fritas en la mesa, delante de su hermana. Ella alzó la mirada del ordenador y sonrió.

Ness: Gracias. Estoy hambrienta -retiró la silla, se levantó y se dirigió al pequeño aseo contiguo al despacho-.

Mike: ¿No crees que ya va siendo hora de hablar sobre ello? -comentó-. Me has dado largas cada vez que he sacado el tema.

Dejando la puerta del aseo abierta, Vanessa se lavó las manos.

Ness: ¿De qué hay que hablar? Zac ha vuelto a Crooked Oak para pasar unos días, y en cuanto aclare sus ideas volverá a marcharse.

Mike: Pues no parece que tenga mucha prisa. Ya lleva aquí diez días y ni siquiera ha aparecido por el pueblo. La gente empieza a arder en deseos de ver a la gran celebridad.

Ness: Supongo que Zac habrá sido el tema de conversación en el Café de Pete, ¿verdad? -regresó a la mesa, retiró el envoltorio de la comida y tomó el bocadillo-.

Mike: En el pueblo solo se habla de Zac Efron desde que tu hijo les dijo a sus amiguitos que el gran hombre había llegado -se sentó en el borde de la vieja mesa de madera, alargó la mano y alzó el mentón de su hermana-. Escondiendo la cabeza en la arena no conseguirás nada, y lo sabes. Crooked Oak es un pueblo pequeño. Si Zac se queda, se encontrará cara a cara con Andrew antes o después. ¿Qué sucederá entonces?

Vanessa tragó un delicioso bocado de ternera con maíz.

Ness: No sucederá nada. Zac no tiene por qué sospechar. Al fin y al cabo, nadie en el pueblo ha puesto nunca en duda que Drew fuese el padre de Andrew. ¿Por qué iba a hacerlo él?

Mike: Porque Zac es una de las pocas personas que saben que te acostaste con él hace doce años -le soltó la barbilla-. ¿Has hablado con Ashley últimamente?

Ness: He evitado sus llamadas -admitió-. Sé que hará lo mismo que haces tú... atormentarme.

Mike: Cariño, es tu conciencia la que te atormenta. Te sientes culpable por haberle mentido a Andrew sobre su padre. Y tienes miedo de que, de algún modo, Zac y el pequeño lleguen a descubrir la verdad.

Ness: No permitiré que eso ocurra -partió una patata por la mitad-. No permitiré que Andrew sufra a causa de mis errores.

El teléfono empezó a sonar. Vanessa se levantó de un salto, y luego se quedó mirando el ruidoso aparato.

Mike: ¿Quieres que conteste yo? -sugirió-.

Ness: No, claro que no -descolgó el auricular-. Taller y grúas Montez, ¿dígame?

Miley: ¿Vanessa? ¿Has visto a mi hermano hoy?

Ness: Oh, hola, Miley. ¿Cómo estás?

Los ojos de Mike se abrieron de par en par, y sus labios se arquearon en una sonrisa.

Mike: Saluda a la primera dama de mi parte. Vuelvo al trabajo. El señor Jackman vendrá a recoger su Suburban dentro de una hora.

En cuanto Mike hubo salido de la oficina, Vanessa bajó la voz y dijo:

Ness: No he visto a Zac desde el día en que llegó al pueblo. ¿Qué te ha hecho pensar que lo vería hoy?

Miley: Me dijo que pensaba ir al taller para pediros que le ayudarais a encontrar un coche antiguo que pudierais restaurar juntos.

Ness: ¡Oh!

¡Dios santo! Lo último que Vanessa deseaba era un motivo para pasar tiempo con Zac. Pero si contrataba a Mike para restaurar un coche antiguo, ¿cómo iba a negarse? ¿Qué explicación convincente podía ofrecer para no aceptar su dinero?

Miley: Sé que puedo confiar en ti para que cuides de Zac. Se siente muy solo y vulnerable. Si alguien no lo vigila, es probable que acabe metiéndose en algún problema. Lo último que necesita es que alguna fan enloquecida le hinque el diente.

Ness: ¿Y qué esperas que haga yo? -inquirió-. Además, si nunca sale de la casa, es difícil que alguna «fan enloquecida» lo seduzca.

Miley: Zac necesitará compañía femenina mientras está en el pueblo, y lo único que te pido es que tú se la brindes.

Ness: Me temo que tu hermano y tú tenéis ideas muy distintas de lo que es la «compañía femenina». Y, créeme, no pienso acostarme con él por hacerte un favor.

Miley: Demonios -exclamó gimiendo dramáticamente-. No te pido semejante cosa. Pero se siente solo, tú también estás sola, y...

Ness: No estoy sola -protestó-. Tengo a mi familia. A Andrew. A Mike y Christie. Y últimamente he salido unas cuantas veces con Austin Butler.

Miley: ¿Austin Butler? Cielo santo, Vanessa, si eres varios centímetros más alta que Austin y cinco años mayor. Me cae bien, pero no es el hombre idóneo para ti.

Ness: Austin y yo medimos lo mismo. Y tiene veintisiete años, o sea, tres menos que yo.

Miley: Da igual. Austin no es el hombre adecuado para ti.

Ness: No estarás sugiriendo que el hombre adecuado para mí es Zac, ¿verdad?

Miley: Bueno, quizá no. Pero recuerdo una época en que estabas colada por mi hermano. Si Zac hubiera tenido un mínimo de sentido común por aquel entonces, te habría echado el lazo antes que Andrew Hudgens.

Ness: ¡Miley!

Miley: Está bien, está bien, dejaré de hacer de casamentera. Si no te interesa Zac, búscale alguna buena chica con la que pueda salir mientras está en el pueblo. Y lo de «buena» lo digo en serio.

Ness: Veré lo que puedo hacer.

Miley: Gracias. Llámame dentro de unos días para decirme cómo le va, ¿de acuerdo?

Ness: De acuerdo.

Tras colgar el auricular, Vanessa descansó los codos sobre la mesa y se apoyó la barbilla en las manos entrelazadas. Si Miley no fuera hermana de Zac, le habría contado la verdad doce años atrás. Sin embargo, al descubrir que estaba embarazada, Vanessa acudió directamente a Ashley Tisdale, amiga íntima de ambas.

Unos leves golpecitos en la puerta la alertaron de la presencia de un cliente potencial. Alzó la mirada y vio a Zac Efron en la puerta. Su figura alta y esbelta se recortaba contra el sol de la tarde.

Vanessa notó que el corazón se le aceleraba. Sintió un fuerte hormigueo en el estómago. Maldito fuera por trastornarla de aquel modo. Maldito fuera por haber regresado para alterar su pacífica vida. Y maldito fuera por poner involuntariamente en peligro la seguridad de Andrew.

Zac: Hola -la saludó-. ¿Tienes tiempo para mí?

Ella sintió el deseo de gritar que no con todas sus fuerzas. De decirle que se marchara y la dejara en paz, que no la atormentara más con su proximidad.

Ness: Claro que sí. ¿Qué deseas? -retiró la silla y se levantó-.

«Te deseo a ti, cariño» quiso decir Zac, pero se contuvo. «Deseo colocarte encima de esa mesa, separarte las piernas, bajarme la cremallera, y...» Aquellos pensamientos sembraron el caos en todo su cuerpo. Su sexo se excitó y se tensó incómodamente.

Zac se quitó la gorra y la retorció con sus enormes manos.

Zac: Pues, esto, he pensado que Mike y tú podrías ayudarme a encontrar algún coche antiguo para restaurarlo. No podré hacerlo solo -alzó el brazo derecho-, pero quizá con vuestra ayuda... En fin, me serviría para distraerme y matar el tiempo.

Ness: ¿Qué pasa? ¿Ya te has cansado de recluirte en la granja y compadecerte de ti mismo?

Él esbozó aquella irresistible sonrisa que había vuelto locas a tantas mujeres.

Zac: Sí, más o menos -avanzó unos cuantos pasos hacia el interior de la oficina-. Bueno, ¿crees que podréis encontrar algún coche?

Ness: Seguro que Mike lo encontrará sin problemas. Ahora mismo está arreglando una furgoneta. ¿Por qué no pasas al taller y hablas con él?

Zac: Todavía recuerdo cuando Andrew y mi abuelo abrieron el negocio a medias. Andrew había enviudado recientemente y había dejado su trabajo en Chatazooca para volver a Crooked Oak a reorganizar su vida.

Ness: Era un buen hombre, y nuestro matrimonio fue satisfactorio, a pesar de la diferencia de edad. Aún lo echo mucho de menos.

Zac: Sí, seguro que sí -su cuerpo se relajó lo suficiente como para permitirle acercarse a Vanessa-. Pero, al menos, te dejó un hijo.

Por un momento, Vanessa se quedó sin respiración. Deseó golpearle en el pecho con los puños y gritarle que Andrew no era hijo de Drew, sino suyo. Un silencio aparentemente eterno se hizo entre ambos. «Di algo» pensó Vanessa. «Di algo antes de que se pregunte por qué has reaccionado así.»

Sin embargo, antes de que pudiera pensar en una respuesta apropiada, una suave voz de mujer llamó desde la puerta.

**: Hola -saludó Sarah Parker al tiempo que sonreía a Vanessa-. Venía a ver si mi coche está listo.

Agradeciendo la interrupción, Vanessa exhaló un suspiro de alivio.

Ness: Oh, Sarah. Pasa.

La mujer, esbelta y elegantemente vestida, se detuvo al lado de Zac.

Sarah: Hola -lo saludó-. Creo que no nos conocemos. ¿Es usted amigo o cliente?

Zac tomó la mano de Sarah, apretándola pausadamente, y luego esbozó una sonrisa traviesa, casi coqueta. Y Vanessa notó que el monstruo de los celos rugía en su interior. ¿Acaso tenía que encantar a todas las mujeres que veía?

Zac: Soy un antiguo amigo de la casa y un cliente potencial. Zac Efron, para servirte.

Sarah: ¿Zac Efron? -repitió entusiasmada-. El hermano de Miley. El jugador de béisbol -apretó la mano de Zac-. Miley me ha hablado tanto de sus hermanos, que es casi como si os conociera.

Zac: Seguro que te habrá dicho que soy el más guapo -su sonrisa se ensanchó-.

Vanessa se levantó de la silla, cuadró los hombros y se colocó junto a Sarah.

Ness: Tu coche está terminado. Ya he hecho la factura.

Sarah rebuscó en su bolso, extrajo una tarjeta de crédito y se la pasó a Vanessa.

Sarah: Me encantaría quedarme a charlar, pero esta tarde tengo clase.

Ness: Muy bien. Aquí tienes las llaves. Encontrarás el Corvette en el aparcamiento lateral.

Sarah tomó las llaves, abrazó a Vanessa y le preguntó con un susurro:

Sarah: ¿Está Ashley embarazada ya?

Ness: Todavía no -respondió en tono bajo-. Cruza los dedos. Scott y ella van a hacerse unas pruebas la semana que viene.

Sarah meneó la cabeza, y a continuación se giró hacia Zac.

Sarah: Ha sido un placer conocer por fin a uno de los hermanos de Miley.

Zac: ¿Te interesaría conocer más a fondo a uno de los hermanos de Miley?

Sarah: Es una oferta tentadora, pero me temo que he de declinarla. Verás, llevaré a Inglaterra a un grupo de alumnos durante las vacaciones de primavera y estaré muy ocupada organizando el viaje.

Zac: Quizá cuando regreses.

Sarah: Quizá. Si aún sigues en Crooked Oak.

Zac observó a la atractiva mujer mientras salía, admirando el contoneo de sus torneadas caderas.

Ness: Sarah es muy guapa, ¿verdad? -comentó-.

De repente, Zac se dio cuenta de que Vanessa había presenciado su intento de flirteo con Sarah. ¡Maldición! Cuando conocía a alguna mujer atractiva, no lograba reprimirse.

Zac: Sí, muy guapa. Oye... ¿crees que debo invitarla a salir cuando vuelva de Inglaterra?

Ness: Esa decisión te corresponde a ti.

Zac: ¿Qué clase de mujer es?

Ness: Una buena mujer.

Zac: ¿Demasiado buena para mí?

Ness: Yo no he dicho eso.

Zac: ¿Crees que haríamos buena pareja?

Ness: En algunos aspectos, sí. Al igual que tú, Sarah no busca compromisos duraderos. Sale con hombres, pero no se toma ninguna relación demasiado en serio.

Zac soltó una risita.

Zac: Así que le gusta juguetear con los hombres; pero no...

Ness: Es viuda, y aún ama a su difunto marido. Como te digo, sale con hombres, pero no «juguetea» con nadie. Así que si buscas sexo, Sarah no es la más indicada.

Zac: ¿Y tú, Vanessa? ¿Sigues enamorada de tu difunto marido?

«Yo nunca estuve enamorada de Drew Hudgens, pero no puedo decírtelo, como tampoco puedo decirte que Andrew es hijo tuyo.»

Ness: Una parte de mí siempre querrá a Drew. Pero no, no estoy enamorada de él.

Zac: Mmm. Si Mike encuentra un coche, ¿querrás ayudarme a restaurarlo?

Ness: ¿Yo? No lo creo. Pero seguro que Mike te ayudará.

Zac: Tienes un corazón muy duro, Vanessa Hudgens.

Ness: Eso no es...

Andrew: Eh, mamá. El entrenamiento ha sido genial. Austin dice que seré el lanzador estrella de los Bulldogs el año que viene.

Andrew Hudgens entró a la carrera en la oficina. Una sonrisa ancha, cálida, idéntica a la de su padre, le cruzaba el rostro.

A Vanessa casi se le detuvo el corazón. Maldición, había olvidado que Austin dejaría a Andrew en el taller después del entrenamiento.

Ness: Es maravilloso, Andrew -dijo forzando una sonrisa-.

Bien, lo inevitable había ocurrido. Zac y Andrew estaban juntos en la misma habitación.

Zac: Éste debe de ser tu hijo.

Ness: Sí, éste es Andrew. Hijo, te presento a Zac Efron.

Andrew: ¡Uauh, Zac Efron! -se separó de su madre y corrió hacia Zac-. Es genial. ¡Cuando les cuente a los chicos que he conocido a Zac Efron! Y aquí, en el taller de mi madre y de tío Mike. Austin, mi entrenador, es un gran admirador suyo. Nos llamamos los Bulldogs. Debería venir a algún partido. Le...

Ness: Calma, Andrew, calma. Vas a agobiar al señor Efron.

Andrew: Sí, lo siento -agachó la cabeza con aire compungido. Sonriendo, miró de reojo de la misma manera en que solía hacerlo Zac cuando se arrepentía de algo-. Me gustaría mucho tener su autógrafo, señor Efron. Tengo una pelota nueva. ¿Podría firmarla?

Zac: Llámame Zac. E iré gustosamente a tu casa para firmar esa pelota cuando sea.

Andrew: ¿Qué tal esta noche? -alzó la cabeza y dirigió a Zac una radiante sonrisa-. Podrías venir a cenar. Hoy cenamos asado de ternera. Mi madre es una cocinera genial, y...

Ness: ¡Andrew! -volvió a reprender al pequeño-. Quizá Zac tenga ya planes para esta noche...

Zac: En realidad, no tengo ningún plan -le dio al niño un apretón en el hombro y le sonrió-. Me encantaría cenar con vosotros -miró a Vanessa a los ojos-.

Ness: Muy bien -respondió con resignación-. Pásate a las seis y media.

Zac: Gracias. Bueno, iré a hablar con Mike sobre el asunto del coche -clavó la mirada en Andrew momentáneamente-. Nos vemos esta noche, campeón.




¡Padre e hijo ya se han visto! Solo es cuestión de tiempo que Zac se de cuenta del parecido. Así se distrae y no mira a otras chicas XD

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martes, 26 de mayo de 2015

Capítulo 1


Zac Efron soltó la maleta en el porche. Había vuelto a casa. Lo extraño era que aquella vieja casa de Crooked Oak ya no le parecía su hogar. La había abandonado a los dieciocho años y solo había vuelto un par de veces desde entonces, con ocasión del funeral de su abuelo y la boda de su hermana.

Y no habría regresado de haber tenido otro lugar donde ocultarse y lamerse las heridas.

Empujó la vieja mecedora del porche y la observó mientras se balanceaba adelante y atrás, recordando el verano en que ayudó a su abuelo a construirla. En aquel entonces, su hermano David ya llevaba ausente seis años, y nadie sabía dónde estaba. Alex llevaba un año en el ejército y Miley, la hermana pequeña, tenía catorce años. Zac acababa de cumplir los dieciséis, y su posesión más preciada era un Cámaro negro de 1980, el coche que destrozó más tarde, la noche posterior a su graduación en el instituto.

Mirando de nuevo hacia la casa, Zac buscó debajo del cojín de la mecedora y tomó la llave. Sonrió. Algunas cosas nunca cambiaban, especialmente en un lugar como Crooked Oak, Tennessee. Quizá por ese motivo había vuelto a casa, donde la vida era menos complicada y la gente básicamente bondadosa.

Con la mano derecha, introdujo la llave en la cerradura e hizo girar el pomo. La maldita puerta se negaba a abrirse. ¿Estaría atascada? ¿Habría cambiado Miley la cerradura? Apretó los dientes y maldijo. Luego se cambió la llave a la mano izquierda, probó de nuevo y, por fin, la puerta se abrió.

Zac se miró la mano, y sus ojos fueron ascendiendo por toda la longitud de su brazo incapacitado. A veces deseaba habérselo cortado del todo. ¿De qué le servía aquel apéndice flácido e inútil?

Abrió de par en par la puerta con el pie, recogió la maleta y entró en la sala de estar. Hogar, dulce hogar.

Una voz femenina, que tarareaba un antiguo éxito de Lionel Ritchie, le llegó desde el otro extremo de la casa. Zac se quedó petrificado. ¿Quién diablos estaba allí? No podía ser Miley. Vivía en Nashville y se había casado con el gobernador del estado. ¿Quién podía ser, pues? Nadie estaba al tanto de su regreso...

Quizá Miley había contratado a una mujer del pueblo para que adecentara la casa. Zac dejó la maleta, cerró la puerta y avanzó hacia el lugar de donde procedía la voz.

Zac: ¿Oiga? -llamó-. ¿Quién hay ahí?

Esperaba que la mujer de la limpieza supiera mantener la boca cerrada. Necesitaba unos cuantos días de paz y tranquilidad antes de que se corriera la noticia de que la celebridad local había regresado. Era el vecino más famoso de Crooked Oak. Zac Efron, lanzador estrella de los Atlanta Braves. Al menos, lo había sido.

**: Oh -exclamó-. No... no te esperaba hasta la noche.

Era más o menos alta, morena, y llevaba un mono con peto. Zac supuso que rondaría la treintena. Su cara le resultaba vagamente familiar.

**: Lo siento -siguió diciendo la mujer-. Tenía pensado irme antes de que llegaras. Miley me pidió que aireara la casa y trajera unas cuantas cosas. Me dijo que probablemente no querrías ir al pueblo hasta pasados unos días.

Lo miraba con sus enormes ojos marrón chocolate abiertos de par en par, mientras trataba de explicar atropelladamente el motivo de su presencia. Era evidente que Zac la ponía nerviosa.

Zac: No pasa nada -la miró de arriba abajo. Era una mujer delicada, bien formada y atractiva. Estaba seguro de que la conocía. ¿Por qué diablos no podía recordar quién era?-. Me alegra que Miley te haya contratado para limpiar la casa. ¿Aceptarás seguir viniendo un par de días a la semana?

**: Disculpa, ¿cómo dices? -aparentemente sorprendida por la pregunta, ella miró fijamente con aquellos grandes y hermosos ojos marrones-.

Zac: ¿No te ha contratado mi hermana?

**: Oh -el rostro se le enrojeció, otorgándole ligeramente color a sus mejillas-. No, Miley no me ha contratado. Somos amigas. Simplemente le he hecho el favor de limpiar la casa.

De repente, Zac se acordó por fin.

Zac: ¡Vanessa Montez! Dios mío, no te había reconocido.

Vanessa Montez, la chica que le había ayudado a aprobar el último curso de inglés en el instituto. ¿Cómo había podido no reconocerla? Estaba mayor y más delgada, pero no había cambiado tanto. El cambio más significativo se había producido en sus ojos marrones. Zac no los recordaba tan vacíos y desprovistos de emoción.

Ness: Vanessa Hudgens -corrigió-.

Zac: Ah, sí, es cierto. Te casaste con Andrew Hudgens y tuvisteis un hijo, ¿verdad? -intentó recordar cualquier detalle que Miley hubiera podido contarle sobre Vanessa a lo largo de los años-. Siento lo de Andrew. Era un buen hombre. Siempre me cayó bien. Mike y tú os hicisteis cargo de su parte del negocio cuando murió, ¿no? ¿Cómo le va a Mike? Tu hermano y yo fuimos buenos amigos.

Ness: Le va bien. Se casó por segunda vez y está esperando su primer hijo. Hace poco le compramos a Miley su parte del negocio. El taller y la grúa son ahora nuestros -señaló la cocina con la barbilla-. Te he preparado un plato de carne asada para la cena, y tienes comida suficiente para una semana. He puesto sábanas limpias en la cama de tu antiguo dormitorio, y...

Zac: Gracias, Vanessa. Te agradezco mucho todo lo que has hecho -dio un paso hacia ella, pero Vanessa retrocedió. Luego se giró e hizo gesto de marcharse-. Espera -pidió. Ella se detuvo, pero no se volvió-. Siento no haberte reconocido.

Ness: No pasa nada. Los dos hemos cambiado mucho.

Zac: ¿Por qué no te vi en el funeral de mi abuelo ni en la boda de Miley?

Vanessa era una de las mejores amigas de su hermana. No comprendía su ausencia en los dos únicos acontecimientos familiares lo bastante importantes para hacerle volver a casa.

Ness: Estaba allí, Zac. Lo que ocurre es que no te acuerdas. Y no tienes por qué. Ni siquiera tuve ocasión de hablar contigo -se giró lentamente para mirarlo-. Y llegaste tarde a la boda de Miley. Además, no creo que aquel día vieras a nadie salvo a tu novia. No le quitabas los ojos de encima.

La sola mención de Brittany le produjo a Zac un nudo en el estómago. Cerró los ojos, tratando de rechazar el dolor, pero el rostro de Brittany siguió relampagueando en su mente. Sus ojos azules. Su boca grande y sonriente. Su cuerpo delicado. Era la criatura más bella que había visto nunca. La había amado con locura. Y la había matado.

Percibiendo el dolor que nublaba los ojos de Zac, Vanessa lamentó haber mencionado a la mujer que había amado y perdido.

Ness: Lo siento. He hablado sin pensar...

Zac: No pasa nada. Ya casi hace un año que Brittany murió. Debería ser capaz de hablar de ella. Además, tienes razón. Cuando la llevé a la boda de Miley, no veía a ninguna otra mujer.

Ness: Era muy guapa. Todo el mundo lo creía así. Hacíais una pareja fantástica. Perfecta.

Nunca olvidaría lo fea e insignificante que se sintió al verlos juntos... Zac y la esbelta súper modelo que salía con él por aquel entonces.

Zac: Ya no somos tan «perfectos», ¿verdad? -se frotó el brazo derecho-. Britt ha muerto, y yo... he quedado inútil.

Aún quedaba en el interior de Vanessa algo de la jovencita que había adorado a Zac Efron. Los restos de aquella inocente quinceañera salieron de nuevo a flote, y Vanessa sintió un fuerte arrebato de compasión y tristeza por el hombre que tenía ante sí. Un hombre que ahora era prácticamente un desconocido.

Ness: Que tu carrera como jugador de béisbol haya terminado no quiere decir que estés inútil -dijo en tono sereno-. Aún eres rico, guapo e inteligente. Mucha gente lo daría todo por tener lo que tú tienes.

Zac soltó una risita, comprendiendo que Vanessa acababa de ponerlo en su sitio. Le sentaba bien ser capaz de reírse de sí mismo. Había pasado mucho tiempo sin poder hacerlo. Cuando alguien le hablaba con la franqueza de Vanessa, solía saltarle al cuello, sin más.

Zac: Recuerdo que la sinceridad era una de las cualidades que más me gustaban de ti. Nunca te andabas con los juegos de las demás chicas. Siempre decías lo que pensabas, y más de una vez me pusiste firme cuando me dabas clases de inglés en el último semestre.

Ness: Me sorprende que aún te acuerdes de eso. Fue hace mucho -toda una vida, se dijo-.

La vida de Andrew.

Zac: A pesar de que no te reconocí al principio, tengo muy presentes aquellos meses en los que me inculcaste un mínimo de sentido común. Sin tu ayuda, jamás habría podido graduarme ni jugar al béisbol en la universidad. Te debo mucho, Vanessa, más de lo que nunca podré pagarte.

Ness: Tu abuelo me pagó las clases de inglés. Y me in-vitaste a salir para celebrar tu graduación. Para mí significó mucho. Pudiste haber salido con cualquier otra chica del condado.

Vanessa se reprochó en silencio el error de haberle hablado de aquella noche. Por su bien y por el de Andrew, esperaba que Zac no recordara los detalles de lo sucedido. De lo contrario, podría sospechar la verdad que le había ocultado durante doce largos años.

Zac: Dios, y menuda noche fue, ¿verdad? Yo me iba de vacaciones una semana después de la graduación, y estaba absolutamente eufórico por la beca que me habían concedido.

Ness: Sí, menuda noche. Pero me temo que no puedo quedarme para seguir recordando los viejos tiempos. Andrew tiene prácticas, y...

Se interrumpió en mitad de la frase, comprendiendo que no debía hablar de Andrew con Zac Efron.

Zac: ¿Andrew? ¿Es tu hijo? -inquirió-. Le has puesto el nombre de su padre, ¿eh?

Ness: Sí, Andrew es mi hijo -entró en la cocina-. Espero que estés cómodo aquí. Disfruta de la cena. Y si necesitas algo, llámame. He dejado mi número anotado junto al teléfono.

Zac: Ojalá pudieras quedarte. Yo...

Estuvo a punto de decir que se sentía solo, que necesitaba a alguien con quien hablar, alguien que le escuchara y lo comprendiera. Pero Vanessa tenía su propia vida. Un hijo. Un hogar. Un negocio. No podía perder el tiempo con él. Al fin y al cabo, ¿qué era él para ella? Nada más que el hermano mayor de su amiga Miley.

«No permitas que la expresión triste y herida de sus ojos te conmueva» se dijo Vanessa. «No te involucres en la vida de Zac. Si lo haces, volverás a sufrir. Y esta vez no sufrirás tú sola. También sufrirá Andrew.»

Ness: Tengo que irme -le dijo, pero permaneció junto a él, irresistiblemente atraída por su presencia, igual que en los viejos tiempos-.

Había sido un joven irresistiblemente atractivo; algunos incluso le habían llamado «chico bonito». Pero a Vanessa siempre le había parecido demasiado masculino para ser considerado simplemente un «muchacho guapo», a pesar de sus rasgos perfectos. Y, en algunos aspectos, era incluso más atractivo ahora que había madurado. Siempre había sido forzudo, pero la figura larguirucha de su juventud había dejado paso a un cuerpo recio y musculoso, que hacía preguntarse a cualquier mujer cómo sería ser poseída por semejante poder masculino.

Zac estudió a la mujer que permanecía pensativa frente a él.

Zac: Gracias por todo. Por haber aireado la casa y haberme preparado la cena. Has sido muy amable.

Siempre le había caído bien Vanessa. Incluso había pensado a veces en ella en el transcurso de los años. Siempre había poseído una suerte de delicada fuerza que no había visto en ninguna otra mujer. Zac no creía que llegara a conocer a otra mujer, con la salvedad de su hermana Miley, que le cayera bien. Oh, sí, adoraba a las mujeres, había seducido a unas cuantas, e incluso se había enamorado perdidamente un par de veces. Pero no creía que ninguna de aquellas mujeres le hubiese caído bien, en realidad. Ni siquiera Britt. Había sido tan artificial como él mismo, por mucho que le doliera reconocerlo.

Ness: Debo irme, Zac -comprendió que debía dejar de mirarlo, romper el hechizo al que sus ojos suplicantes la habían sometido-.

Zac: Sí, lo sé. Adelante. Estaré bien. Cenaré y me iré a la cama temprano.

Ness: Llama a Miley y dile que has llegado bien a casa.

Zac: Desde el accidente, está tan pendiente de mí que parece mi madre, en lugar de mi hermana pequeña.

Ness: Eso es porque te quiere.

Por un fugaz momento, Zac creyó percibir un atisbo de honda emoción en el rostro de Vanessa. Después de tanto tiempo, era imposible que siguiera amándolo. Doce años antes había estado loca por él. Y, aunque ella no era su tipo por aquel entonces, Zac se había sentido halagado con su tímida adoración.

Ness: Ya nos veremos -dijo con voz firme y equilibrada-. Cuídate.

Consiguió llegar a la puerta trasera antes de que él la alcanzara. La sujetó por el hombro. Ella se quedó petrificada. Zac la obligó a girarse lentamente para mirarlo.

Zac: Para la mayoría de la gente del pueblo, soy solo un héroe local, y eso me pondrá las cosas muy difíciles. Necesito la amistad de alguien a quien no le intimide que haya sido jugador de los Atlanta Braves. Te necesito a ti, Vanessa.

«No», gritó su mente. «Sí», suplicó su corazón.

Ness: Lo siento, Zac. No puedo. Yo...

Él le frotó el hombro. Notó cómo se estremecía. Ignoraba por qué, de repente, ansiaba tanto renovar su antigua amistad con Vanessa, pero así era. Quizá le recordaba los buenos tiempos, la época de juventud, o... ¿A quién quería engañar? Era un hombre, y llevaba más de un año sin la compañía de una mujer. Había pasado meses en el hospital, tras el accidente, y hasta hacía poco no había podido ni siquiera vestirse sin ayuda.

Vanessa Montez Hudgens podía no tener una belleza como la de Britt, pero tenía algo que le hacía desear pasarle las manos por su esbelto cuerpo, colocarla encima de la mesa de la cocina y deslizarse entre sus piernas.

Aunque su mente no la hubiese reconocido al principio, su cuerpo sí se acordaba del de ella. Vanessa era virgen aquella noche de hacía doce años, pero se había mostrado tan ansiosa y dispuesta como cualquiera de las mujeres que Zac había poseído.

Habían pasado demasiadas mujeres por su vida, sobre todo cuando era más joven. Ni siquiera recordaba los nombres de algunas. Pero lo de Vanessa había sido distinto. Porque le gustaba de verdad.

Zac: ¿Hay algún hombre en tu vida que pueda oponerse a nuestra amistad?

Ness: Salgo con alguno de vez en cuando. Pero ahora mismo no tengo ninguna relación.

Zac: Entonces, ¿por qué no...?

Ness: Porque en mi vida no hay sitio para ti, Zac Efron -zafándose de sus brazos, se giró y abrió la puerta-. No tengo tiempo para ser la clase de amiga que necesitas. Pero hay docenas de mujeres en Crooked Oak que te complacerán encantadas.

Salió al porche, pero antes de que pudiera cerrar la puerta, Zac la agarró por la cintura y la obligó a volverse. A continuación le colocó la enorme mano en la nuca y le dio un beso en la boca.

Ella trató de resistir el impulso de fundirse con él, de ceder a su asalto, pero su esfuerzo fracasó. Respondió al brutal beso con igual furia, abriendo la boca para recibir su inquieta lengua.

El delirante vértigo que la embargó era una sensación única. Vanessa no había experimentado nada igual desde la última vez que Zac la besó. La noche en que le entregó su virginidad y su corazón. La noche en que él le dio un hijo.

Acordándose de repente de Andrew, el hijo que Zac ignoraba haber engendrado, Vanessa puso fin al beso e intentó retirarse.

Pero él la sujetó por las caderas y la apretó contra su excitación, emitiendo un ronco jadeo.

Zac: Fuimos amigos. Amantes, incluso, por una noche. Nada nos impide serlo de nuevo, dado que no estamos atados a nadie.

Vanessa apartó de sí a Zac y lo miró con rabia. Lloraba interiormente por lo que pudieron haber tenido, por lo que jamás tendrían. Pero su rostro aparecía sereno y despojado de emoción.

Ness: Cuando entraste en la casa, hace unos minutos, ni siquiera me reconociste. Dudo que hayas pensado en mí, o en nuestra amistad, ni una sola vez en estos doce años. No soy una de tus bellas y sofisticadas mujeres, Zac. Soy una madre viuda que vive en un pueblecito de Tennessee. Y no pienso tener una aventura pasajera con el héroe de la localidad -se dio media vuelta y se alejó por el caminillo de grava que atravesaba el patio-.

Zac la observó hasta que se hubo perdido de vista. Cada suave contoneo de sus femeninas caderas hacía que su cuerpo se estremeciera de necesidad.

Vanessa Montez Hudgens había vuelto a ponerlo en su sitio. Algo que ninguna mujer había hecho desde hacía muchísimo tiempo. De hecho, desde que Vanessa lo había abofeteado cuando la besó por primera vez. Las mujeres nunca le decían «no» a Zac Efron, el deportista estrella. Mujeres bellas, sexys y ricas caían rendidas a sus pies a diario. Y ahora acababa de darle calabazas una modesta pueblerina vestida con un mono desgastado.

A pesar de la dolorosa necesidad que invadía su cuerpo, Zac se echó a reír a carcajada limpia. Diablos, Vanessa tenía razón. En Crooked Oak habría docenas de mujeres más que dispuestas a irse a la cama con él. Pero, de momento, necesitaba pasar algún tiempo a solas, salvaguardando su intimidad.

Más tarde o más temprano se hastiaría de la soledad y echaría en falta la compañía femenina. Sin embargo, no le seducía la idea de acostarse con alguna fan encandilada por su fama. Por una vez, le gustaría hacerle el amor a una mujer que verdaderamente sintiera algo por él. Una mujer como Vanessa.


Vanessa apretó el paso en cuanto dobló la esquina de la carretera y supo que Zac ya no la veía. Se dirigió a su casa casi corriendo, deseosa de alejarse lo antes posible de Zac Efron.

Si Zac hubiera estado en el pueblo durante todos aquellos años, la gente no habría tardado en sumar dos y dos.

Andrew: Hola, mamá. ¿Has arreglado la casa de Miley para Zac?

Ness: Sí.

Andrew: ¿Y cuándo llegará? ¿Esta noche?

Ness: Ya está aquí. Llegó antes de que yo me marchara.

Andrew: ¿Y has hablado con él? Cielos, mamá, no puedo creer que Zac Efron esté viviendo tan cerca de nosotros -se sentó de un salto en el borde de la cama-. ¿Crees que me dará su autógrafo? Los chicos del colegio no me creyeron cuando les dije que mi madre iba a prepararle la cena a Zac Efron -cruzó la habitación, agarró su pelota de béisbol y su guante, e hizo gesto de efectuar un lanzamiento-. ¿Crees que le importará darme unos cuantos consejos? Puedes decirle que Miley es prácticamente tía mía, dado que ella y tú sois tan buenas amigas.

Vanessa agarró a su hijito por los hombros y esbozó una sonrisa forzada.

Ness: No vamos a molestar a Zac mientras esté en Crooked Oak. Ha venido a recuperarse. Pero, si se queda mucho tiempo, seguro que lo verás antes o después.

Andrew: Ah, vamos, mamá, ¿no puedo ir a su casa para pedirle un autógrafo?

Ness: No, no puedes. No quiero que agobies a Zac.

Andrew: Pedirle un autógrafo a un famoso no es agobiarlo.

Ness: Andrew Hudgens, prométeme que no irás a casa de Miley a molestar a Zac.

Andrew: Ah, mamá...

Debía procurar a toda costa que Andrew y Zac no se vieran, al menos de momento. Cuanto más tiempo pasaran juntos, más probable sería que alguien notase el parecido entre ambos. Incluso el propio Zac podría darse cuenta de que Andrew no se parecía en nada a Drew. Había heredado los ojos marrones de su madre, pero eso era todo. Su pelo castaño y su tez ligeramente morena eran los de su padre, así como su facilidad para el deporte.

Ness: Te propongo un trato. Si no lo molestas, te prometo que te lo presentaré para que le pidas un autógrafo antes de que se vaya del pueblo.

Andrew: Está bien -accedió a desgana-.

Ness: Ve a lavarte las manos. Cenaremos enseguida.

Mientras el pequeño desaparecía tras la puerta del cuarto de baño, Vanessa acarició amorosamente el guante de béisbol que le había regalado a Andrew por Navidad. El pequeño había sentido fascinación por el béisbol desde los dos años, cuando Drew le compró su primera pelota y su primer bate, ambos de plástico.

Drew había sido un buen hombre. Un buen esposo y un padre cariñoso con un niño que sabía que no era suyo. Vanessa aún lo echaba de menos. Sobrevivir al regreso de Zac Efron hubiera sido más fácil de haber estado vivo Drew.

Pero estaba muerto, y Vanessa no podía apoyarse en nadie salvo en sí misma. Ella, y solo ella, tendría que hallar el medio de protegerse y proteger a su hijo de un hombre que solo podía causarles dolor y sufrimiento.




¿Qué tal este primer capi? Guay, a qué sí.
Zac se llevará una gran sorpresa cuando se entere.

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sábado, 23 de mayo de 2015

Un hijo secreto - Sinopsis


Durante una noche de pasión, Vanessa Hudgens se hizo mujer en los brazos de Zac Efron. Y aunque él no llegó a saberlo nunca, le dio un hijo. Sin embargo al cabo de los años, el insensible soltero regresó, y Vanessa tuvo que combatir la intensa atracción que aún existía entre ambos.

Al reencontrarse con Vanessa, Zac quiso recuperarla... y llevársela de nuevo a la cama. No obstante, sospechaba que algo más que la pasión hacía que Vanessa se estremeciera con sus caricias... y Zac estaba decidido a descubrir todos los secretos de la guapa y esquiva morena...




Escrita por Beverly Barton.




Novela de doce capítulos y epílogo. Espero que os guste.

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jueves, 21 de mayo de 2015

Capítulo 13


Después de que la policía detuviera a los malos y tomara declaración a los buenos, Zac llevó a Vanessa a su habitación, para que pudieran estar más tranquilos.

Ness: Tengo frío -comentó tras sentarse en la cama-.

Zac: Es normal destemplarse después de que te hayan apuntado con una pistola.

Ness: ¿Ah, sí? ¿Y tú cómo lo sabes?

Zac: Lo sé... Vanessa, no soy exactamente quien tú te crees. Precisamente de eso quería hablarte.

Ness: Adelante -lo instó temerosa por lo que pudiera oír-.

Zac: Trabajo para una agencia gubernamental de alto nivel. Suelo actuar en el extranjero, en misiones arriesgadas, siempre como agente secreto.

Vanessa suspiró y cerró los ojos... Eso lo explicaba todo: porqué había ido a su caseta con una pistola aquella noche, su tranquilidad después de la explosión...

Ness: Lo del Cairo era mentira, ¿verdad? -comprendió-. No te marchas para exportar teléfonos, sino por una de tus misiones.

Zac: Ya no -aseguró-. Sé que no le va a gustar a Prescott, pero va a tener que enviar a otra persona.

Ness: ¿Prescott? ¿Te refieres a tu socia?

Zac: Mi superior. Hasta ahora.

Ness: ¿Hasta ahora?

Zac: Voy a elegir otra misión; una sobre la que ella no tiene competencia.

Ness: ¿Volverás? -le preguntó con la voz quebrada-.

Zac: Va a ser una misión muy larga.

Ness: ¿Cómo de larga?

Zac: Me va a ocupar el resto de mi vida. El problema es que necesito una pareja... Es una misión muy arriesgada y hace falta una mujer muy especial -añadió con misterio-.

Ness: ¿De qué se trata? -se atrevió a preguntar-.

Zac: De casarse -notó que le había temblado la voz-. Conmigo.

Vanessa sintió que el corazón le iba a explotar de alegría. ¿Zac quería casarse con ella?

Ness: No lo sé, Efron -repuso con alegría-. La verdad es que es muy arriesgado... Además, ¿qué gano yo a cambio?

Zac: Una casa, probablemente. Puede que hasta un perro -le acarició los labios-. Aunque tendrás que trabajar mucho por las noches.

Ness: ¿Todas las noches? Eres muy ambicioso, Rayo.

Zac: Está bien, casi todas las noches -concedió sonriente-. ¿Estás dispuesta a llevar a cabo la misión?

Ness: Pídemelo de verdad, Rayo -respondió rebosante de felicidad-.

Zac: Te quiero, Hudgens. ¿Quieres casarte conmigo?

Ness: Sí -aceptó-. Yo también te quiero.

Zac la besó profundamente con ternura, y Vanessa sintió el latir emocionado de su corazón.

Zac: He estado solo toda mi vida. Pensaba que no necesitaba a nadie... pero luego apareciste tú y lo cambiaste todo desde el primer día.

Ness: ¿Desde el primer día? -enarcó una ceja y sonrió-. ¿Así qué eres de los que se excitan atando a las mujeres?

Zac: Cuando saliste del baño tan campante -contestó sonriente-, riéndote de mí con esos ojos tan increíbles que tienes, supe que estaba perdido.

Ness: Yo me perdí desde que te vi por los prismáticos en el porche -confesó ruborizada-.

Zac: Creía que podría irme; que seria capaz de dejarte marchar -murmuró-. He sido un idiota.

Ness: Por no hablar de cabezón -lo provocó-.

Zac: Puede que no sea fácil convivir conmigo -la advirtió entonces-.

Ness: ¿Qué te crees? ¿Que conmigo sí? -replicó entre risas-.

Zac: Somos un equipo, morenita.

Ness: El mejor equipo, Rayo.

Entonces la besó cómo jamás lo había hecho antes: con una promesa de amor absoluto en los labios, en un beso delicado, suave, intenso... Un beso con muchísimos más matices, al cuál más delicioso… que ya tendría tiempo de analizar, se dijo Vanessa mientras se abandonaba a las caricias de Zac.

Al fin y al cabo, ella era perseverante y los detalles siempre habían sido su especialidad.


FIN




Awwwwww! ¡Qué bonito!
Zac es super cute.

Me alegro de que os haya gustado la novela.
Pronto pondré la sinopsis de la siguiente. Os va a encantar.

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¡Un besi!


lunes, 18 de mayo de 2015

Capítulo 12


“Contestador automático de Vanessa Hudgens. En este momento no puedo atenderlo, deje su mensaje después de la señal. Beep...”

Zac: ¡Maldita sea, Vanessa! -gritó desde la habitación de invitados de Margaret-. ¡Es la sexta vez que te llamo! ¡Sé que estás ahí! ¡Contesta!

Cuando el contestador se cortó, colgó el auricular colérico. Estaba seguro de que seguía en la casa, pues sus hermanos la habían estado vigilando y Andrew le había dicho que no había salido ni entrado nadie.

Se mesó el cabello y miró los nombres de un hombre y una mujer que le habían pasado por fax desde el Centro de Ordenadores de la Agencia.

La pareja había volado a Dallas y había alquilado un coche antes de que Vanessa llegara, y habían regresado el mismo día que ellos, en un vuelo posterior.

Lo que más rabia le daba era no entender porqué estaba tan enfadada Vanessa. ¿Cómo no iba a haber avisado a sus hermanos? ¿Acaso pensaba que podía marcharse sin estar seguro de que ella estaba a salvo?

La idea de que le ocurriera algo le atenazó el corazón. Puede que hasta ese momento lo hubiera negado, pero era evidente que la quería...

Denegó con la cabeza y pensó que tal vez en otra vida habrían podido sacar adelante aquella relación, pero en esa era todo demasiado complicado...

Margaret: ¿Zachary? -lo llamó entonces, golpeando suavemente la puerta-.

Zac: Sí.

Se levantó y le abrió la puerta a su abuela.

Margaret: No has bajado a desayunar.

Zac: Lo siento. Tenía que hacer unas llamadas.

Margaret: Siempre ha sido muy testaruda -repuso, en alusión a Vanessa-. Es curioso que el rasgo que uno más admira en una persona sea con frecuencia el que más te desquicia... Pero tenemos que hablar antes de que te vayas, Zachary. Tienes que saber un par de cosas... para que estés preparado cuando llegue el momento... -añadió vacilante-.

Zac: Seguro que no hace falta -contestó conmovido-.

Margaret: Hace treinta años, con la muerte de tu padre, parte de mí murió con él -arrancó de todos modos-. Luego, cuando tu abuelo falleció cinco años después, solo me quedaron tres opciones: resignarme a ser una mujer desgraciada, suicidarme o creer que tenía una misión para seguir viviendo…

Zac: ¿Fue entonces cuando asumiste el mando de la empresa de mi abuelo? -preguntó sabedor de que Margaret jamás se habría decantado por las dos primeras opciones-.

Margaret: Al principio me encontré con la oposición de los miembros masculinos de la junta directiva, pero si algo me enseñó tu abuelo era que nunca había que rendirse -arrancó-. Cuando vieron que no se librarían de mí, empezaron a trabajar conmigo. Al final, acabaron aceptándome. Hace unos años cuando comencé a sentirme mayor, introduje a Peter para que colaborara en la dirección de la empresa y poco a poco, lo fui dejando todo en sus manos. Yo iba a la oficina todos los días, pero no tenía nada que hacer. De nuevo, pensé qué mi vida había terminado, hasta que apareció Vanessa.

Zac: Te quiere muchísimo -comentó-.

Margaret: Nos hicimos amigas, socias y, antes de que me diera cuenta, la quería como a la hija a la que nunca tuve -repuso sonriente-. Hace dos meses decidí incluirla en mi testamento y dividirlo todo entre Peter y ella. Sabía que ella se negaría, así que no se lo conté.

Zac: ¿Lo sabe Peter? -preguntó petrificado-.

Margaret: Nunca hemos hablado del tema. Él siempre dio por sentado que heredaría toda mi fortuna, pero aunque solo le legue la mitad, siempre tendrá más dinero del que pueda necesitar.

De modo que era Peter, comprendió Zac, sabedor de que la ambición y la codicia podían llevar a las personas a cometer crímenes espantosos.

Para Peter, estando informado como estaba de los planes de Vanessa, habría sido muy sencillo contratar a dos profesionales para que simularan un accidente y...

Margaret: Pero cuando Vanessa te encontró -prosiguió-, todo cambió.

Zac: Margaret, no -rehusó con delicadeza, tratando de no herir los sentimientos de su abuela-. Yo no quiero tu dinero.

Margaret: Parece que estoy rodeada de cabezotas. Pero imaginaba que dirías algo así, de modo que añadí una cláusula, si alguno de los tres decide no aceptar su parte de la herencia, ésta será donada a mi nueva fundación.

Zac: ¿Cómo dices?

Margaret: Una fundación para madres solteras. Tendrán un lugar donde ir, así como dinero suficiente para poder aprender un oficio que les permita sacar adelante a sus hijos. Ninguna mujer debería abandonar a un bebé por falta de medios -acarició la mejilla de Zac-. Y a ninguna abuela debería privársele de sus nietos. Por eso he decidido que la mitad de mi herencia vaya a parar a la Fundación Zachary Efron.

Zac: Margaret -dijo conmovido por el afecto tan profundo de su abuela, así como por el sentimiento que él mismo había desarrollado hacia ella-, ¿hay alguien más que sepa todo esto?

Margaret: No, estaba esperando a que mi abogado terminara de arreglar el papeleo. Luego iba a anunciar la inauguración de la fundación con una fiesta sorpresa.

Zac, convencido de que la noticia no sería ninguna sorpresa para Peter, volvió a descolgar el teléfono y marcó el número de Vanessa.

Zac: Escúchame, es importante. Voy para allá ahora mismo. No dejes que nadie entre hasta que yo llegue -colgó y luego llamó al móvil que le había dado Andrew-. ¿Sigue en casa?

Andrew: Sí, todo parece en orden.

Zac: Voy para allá -colgó el teléfono y agarró las llaves del coche-.

Margaret: Zachary, ¿qué pasa? -preguntó alarmada-. ¿Con quién acabas de hablar?

Zac: Cuándo vuelva -le dijo con suavidad, a pesar de la prisa que tenía-, tengo que contarte un par de cosas sobre mí… ¿Tienes un teléfono móvil?

Margaret: ¿No tienes móvil? -frunció el ceño-. Creía que tenías una empresa de teléfonos móviles…

Zac: Es parte de lo que tenemos que hablar luego. ¿Lo tienes?

Margaret: En la cocina. Zachary, prométeme que tendrás cuidado.

Zac: Te lo prometo -le aseguró-.

Luego salió de la habitación y la dejó mirándolo.


Salió de la ducha y se vistió. No tenía un gran aspecto, pero llevaba veinte horas revisando los archivos de su ordenador, lo cual no formaba parte de ningún tratamiento de belleza precisamente.

Decidió tomarse un café para despejarse. Justo cuando iba hacia la cocina, llamaron a la puerta... Era Peter, comprobó decepcionada tras correr la mirilla.

Ness: Buenos días -lo saludó fingiendo un entusiasmo que nada tenia que ver con su estado de ánimo real-.

Peter: Buenos días. ¿Te pasa algo? Tienes ojeras -comentó-.

Ness: Ha sido una noche muy larga -confesó-, Pasa, ¿quieres un café?

Peter: Perfecto -aceptó- ¿Qué es esto? -preguntó al ver los papeles que había por todo el salón-.

Después de dudar unos segundos mientras preparaba el café, Vanessa resolvió desahogarse y resumirle todo lo que había ocurrida en Wolf River, sin mencionar lo referente a su relación con Zac.

Peter: ¿Y no tienes idea de quién está intentando matarte?

Ness: Todavía no. Voy a tener que seguir investigando, porque todos los posibles sospechosos están ya en la cárcel... Peter, ¿te pasa algo? -añadió al ver que éste la miraba con una expresión muy extraña-.

Peter: Un hombre desesperado es capaz de hacer locuras -dijo crípticamente-. Con lo fácil que habría sido todo si hubiéramos estado juntos.

Ness: ¿Qué quieres decir? -preguntó impresionada por el tono frío y distante de él-. ¿Por qué estás desesperado?

Peter: Estoy metido en un fondo de inversión; pero no he tenido tanta suerte como Margaret con el dinero, pierdo todo lo que invierto -arrancó-. Hace un par de años empecé a jugar para recuperar capital, pero me rodeé de malas personas… personas que no aceptan retrasos en las deudas... necesitaba mucho dinero.

Ness: ¡Eras tú el que defraudaba a la empresa! -comprendió asombrada-.

Peter: Estaba seguro de que podría devolver el dinero, pero mi secretario descubrió mis movimientos y me dijo que se lo iba a decir a Margaret...

Ness: No se suicidó -susurró-. Lo mataste tú...

Peter: Yo no lo hice, pero contraté a alguien para que se encargara de solucionar el problema -reconoció-. La culpa de todo la tiene Margaret. Si no hubiera cambiado el testamento para incluirte en él, no me habría visto obligado a tomar medidas tan extremas.

Ness: ¿Cómo? -preguntó estupefacta-. No, Margaret sabe que yo no quiero su dinero.

Peter: Eso dices ahora -contestó con dureza-. Pero te lo habrías quedado llegado el momento. Y ahora que has descubierto a Zac, lo incluirá a él también en el testamento y al final me quedaré sin un centavo.

Ness: Peter, escucha. Tenemos que ir a la policía. Todavía podemos aclararlo todo.

Peter: Demasiado tarde, demasiado complicado. Me temo que te vas a suicidar tú también por amor no correspondido... y Margaret estará tan desolada que acabará tomando una sobredosis de pastillas.

Ness: Eras tú -susurró-. El coche, aquella noche en la caseta, la explosión. Fuiste tú todo el tiempo.

Peter: No, no fui yo.

Se dirigió a la puerta, la abrió y, de pronto, entraron un hombre y una mujer de aspecto familiar… ¿Henry e Isabella Winston? ¿Qué hacían allí los recién casados?

Ness: No... no entiendo nada -dijo mientras Peter cerraba la puerta-.

Isabella: En seguida lo vas a entender -repuso al tiempo que sacaba una pistola-.

Todos se giraron al oír el teléfono.

Peter: No contestes -ordenó-.

Después de tres timbrazos, el contestador automático saltó:

Zac: Vanessa, contesta. Es importante, contesta…


Andrew: Todavía está dentro. Alex esta detrás y tampoco ha visto entrar a nadie extraño -informó a Zac-. ¿Quieres que suba contigo?

Zac: Mejor que no. Puede que se ponga un poco furiosa después de que le cuente un par de cosas sobre mí. No te extrañe si me tira por la ventana del salón.

Andrew: No me sorprendería -estrechó la mano de Zac-. Pero como hagas daño a mi hermana, me temo que tendré que matarte.

Zac: Te aseguro que haré lo posible por no ponerte a prueba.

Luego cruzó la calle desde la que había estado vigilando Andrew, entró en el portal de Vanessa, subió las escaleras y llamó a la puerta.

Henry: Adelante, señor Efron -dijo tras abrir, apuntándole con una pistola-. Le estábamos esperando.

Zac podría haberse deshecho de él con facilidad, pero al ver a Vanessa con las manos atadas a una silla, no le quedó más remedio que controlarse.

Zac: ¡Vaya con los recién casados! -comentó-.

Peter: Deberías haberte marchado en tu vuelo, primo -intervino-.

Ness: Ha sido él -dijo enfurecida-. Él es quien contrató a esos dos idiotas para que me mataran en Wolf River.

Zac: No te vas a librar de ésta -le dijo a Peter-. Hay dos hombres vigilando la parte delante y trasera de la casa.

Peter: Genial. Hemos entrado por la puerta lateral. Muchas gracias por la información, primito. No nos verá nadie al salir después de que os hayamos matado.

Zac: Margaret ya ha cambiado el testamento.

Peter: ¿Cómo dices? -preguntó sobresaltado-.

Zac: Ya lo ha cambiado. Va a donar parte de su dinero a una fundación para madres solteras.
 
Peter: Estás mintiendo -replicó rojo de ira. Luego se dirigió a la pareja-. Necesito unos minutos para hacer unas llamadas antes de que os encarguéis de ellos. Id atándolo.

Zac: La policía está de camino -mintió-. No tienes escapatoria -añadió mientras Henry le ataba a una silla junto a Vanessa-.

Ness: Efron. ¿Te acuerdas del récord que te comenté en la bañera? Creo que lo he mejorado -añadió en referencia a su habilidad para desatarse-.

Peter: Mis fuentes confirman lo que ha dicho mi querido primo -comentó tras colgar el teléfono-.

Ness: Vamos, Peter. Déjalo ya -le pidió-. Todavía no ha pasado nada. Márchate y nos olvidaremos de todo.

Peter: De verdad que lo voy a sentir por ti. No sabes cómo.

Vanessa estudió la situación: tenía a Peter delante, a la mujer al lado, y Henry estaba arrodillado, atándole los tobillos a Zac... Entonces, de un movimiento veloz, golpeó al primero con la silla  y le pegó un puñetazo a la mujer mientras Zac le daba un rodillazo en la nariz a Henry.

Se desató el caos.

La pistola de la mujer se disparó, Peter echó a correr, Zac pegó un segundo rodillazo a Henry y lo dejó inconsciente sobre el suelo.

Zac: ¿Estás bien, morenita? -le preguntó sonriente, viendo que tenía reducida a la otra mujer-.

Ness: Perfectamente, Rayo -repuso mientras ataba a la pelirroja-.

Zac: Peter se ha escapado -comentó-.

Andrew: ¿Estáis bien, chicos? -preguntó de pronto-.

Alex: Mirad a quién me he encontrado en la puerta lateral -dijo acto seguido-. Vaya, parece que me he perdido la fiesta -añadió al ver a la pareja tendida en el suelo-.

Zac: Podían haberte matado -le dijo entonces a Vanessa, con un nudo en la garganta-.

Ness: ¿Qué haces aquí? Sé suponía que te habías ido.

Zac: Pero he vuelto.

Ness: ¿Sí? -lo miró a los ojos-.

Zac: Sí. He vuelto.




¡Vaya capítulo!
Menos mal que Zac llegó y no pasó nada.
¡Solo queda un capi!

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viernes, 15 de mayo de 2015

Capítulo 11


Se despertó con el ruido del tráfico y los rayos de sol que se colaban por la ventana. Se incorporó, se sentó en un borde de la cama y se pasó una mano por la cara.

Miró alrededor y observó el dormitorio con curiosidad. Habían entrado a oscuras la noche anterior y en esos momentos, no le había interesado demasiado la decoración de la pieza.

Las paredes estaban pintadas de un rosa suave, a juego con la colcha y las sábanas de la cama. Un ramo de flores secas coronaba un armario de madera de pino y había varías acuarelas enmarcadas... Todo en el dormitorio era tan femenino como su dueña.

Ness: Buenos días -lo saludó mientras entraba con una taza de café-.

Zac: Buenos días.

Ness: Igual te apetece desayunar -propuso sonriente-.

Zac: ¡Guau! Está riquísimo -exclamó tras dar un sorbo a la taza de café-.

Ness: ¿Me estás diciendo que me habría bastado con prometerte un buen café para traerte a Filadelfia? -preguntó en broma-. ¿Para eso tantas discusiones?

Zac: Bueno, tampoco puede decirse que hayamos perdido todo el tiempo -murmuró con picardía-. Nunca pensé que te gustaran los tonos rosa, Hudgens.

Ness: Hay muchas cosas que no sabes de mí, Rayo -miró su torso desnudo y descendió hasta la parte en que las sábanas cubrían lo más viril de su anatomía-. Por cierto, te sienta muy bien.

Zac: De eso nada -protestó-. El rosa no me sienta bien.

Ness: ¿No? ¿Y qué color te va bien?
 
Zac: El verde -respondió al tiempo que la agarraba con un rápido movimiento y la tumbaba sobre la cama-.

Ness: ¡Ah, no! -se negó entre risas-. Anoche conseguiste distraerme, pero tentemos que hablar.

Zac: ¿De qué?

Ness: De Margaret, lo sabes de sobra.

Zac: ¿Margaret Muldoon? -frunció el ceño y fingió pensar-. Pelo gris, ojos marrones, inteligente, aguda... Resulta que tenemos un amigo en común: Jack.

Ness: ¿Jack? ¿Jack qué más?

Zac: Daniels -sonrió-. Aunque ella lo conoce antes que yo.

Ness: ¡Zachary Efron! -le dio un almohadazo-. ¡No me digas que estuviste bebiendo whisky con tu abuela!

Zac: Yo no te lo he dicho. Estaría rompiendo una promesa.

Ness: No puede mezclar las medicinas con el alcohol -dijo con firmeza-.

Zac: Por eso no se toma las medicinas. ¿Sabes que tiene un lunar detrás de la rodilla con forma de manzana? -añadió al tiempo que le acariciaba la pierna-.

Ness: No. Y no intentes cambiar de tema. El médico le recetó esas pastillas a Margaret para que se controlara la tensión.

Zac: Ella dice que a su presión no le pasa nada que un par de botellas de whisky y unas pocas noches salvajes con un hombre más joven no puedan curar. Hasta me preguntó si no tendría algún amigo de cincuenta o sesenta años.

Ness: No te creo -contestó asombrada-. Margaret te vio anoche por primera vez. ¿Cómo va a haberte dicho todo eso?

Zac: Margaret tiene setenta y ocho años y puede decir lo que le de la gana, morenita. También me dijo que cuando se alcanzaba su edad, no había tiempo que perder -introdujo una mano bajo la parte superior del pijama de Vanessa-. Y yo estoy totalmente de acuerdo.

Ness: ¿Vas a volver a verla? -le preguntó sin aliento-.

Zac: Hemos quedado para comer hoy. Quiere que tú también vengas -la informó-. Y yo también quiero. Si no fuera por ti, yo no estaría aquí -añadió cuando ella hizo gesto de negarse-.

Ness: ¿Y cómo te sientes ahora que estás aquí? -inquirió-.

Zac: Estoy contento... Pero no te he mentido nunca y no voy a hacerla ahora. Tú necesitas algo que yo no puedo darte. Ojalá pudiera, pero no es así -respondió con sinceridad-. Si quieres que me marche, lo entenderé. Yo no quiero, pero si lo prefieres, té obedeceré.

Contuvo la respiración mientras Vanessa guardaba silencio, temeroso de que le pidiera que se fuese. Por suerte cuando ella volvió a mirarlo a la cara, esbozo una sonrisa amable que lo alivió sobremanera.

Ness: ¿Cuánto tiempo tenemos antes de comer? -le preguntó mientras conducía las manos de Zac hacia sus pechos-.

«No lo suficiente» -pensó éste-. «No lo suficiente».


Zac: ¿Dónde está mi ropa? -preguntó una hora más tarde, después de que Vanessa saliera del baño, duchada y vestida-.

Ness: La bajé a la lavandería esta mañana mientras estabas durmiendo. Te la subo ahora, mientras te duchas tú -añadió-.

Zac: ¡Maldita sea, Vanessa! -se enfadó-. Alguien esta intentando matarte y tú te dedicas a pasearte como si nada sin avisarme.

Ness: Te agradezco que te preocupes -repuso-. Pero ya soy mayor, Zac. Puedo arreglármelas sola.

Zac: ¿Cómo que sola? Quedamos en que lo dejarías en manos de la policía en cuanto volvieras a Filadelfia.

Ness: No quedamos en nada. Te dije que informaría a la policía y lo haré; pero no pienso quedarme sentada mientras ellos investigan. Miraré la lista de personas a las que he delatado y seguiré las pistas que vaya encontrando.

Zac: ¿Estás loca? No puedes ponerte a perseguir a un lunático que ya te ha intentado matar en varias ocasiones. La próxima vez te pegará un tiro en la cabeza para asegurarse de que no haya más errores -contestó preocupado-.

Ness: Bueno, supongo que tendré que asegurarme de que eso no ocurra -repuso camino de la salida-. He dejado tu máquina de afeitar en el cuarto de baño, por si la necesitas mientras bajo a por tu ropa.

Zac: ¡Vanessa! ¡Vuelve aquí!

Zac la siguió, tapándose can la sábana, pero prefirió no salir a la calle desnudo, pues eso sí que atraería la atención de cualquier asesino.

De pronto, mientras daba vueltas como loco por el salón, notó que el pomo de la puerta giraba… ¿Vanessa?

Dos hombres de unos treinta años, morenos y de ojos marrones, entraron y…

**: ¿Eres Zachary Efron? -le preguntó el que llevaba una camiseta azul-.

Zac: Sí -por el color de los ojos comprendió que eran los hermanos de Vanessa- ¿Tú eres Andrew Hudgens?

Andrew: Sí. Este es Alex. ¿Dónde está ella?

Zac: Abajo, en la lavandería. Acaba de marcharse.

Andrew: ¿Cuánto tiempo tenemos?

Alex: Cinco minutos.

Andrew: Entonces te aconsejo que hables rápido -amenazó a Zachary-. Muy rápido.


Vanessa se entretuvo más de lo necesario, nada más que para incordiarlo. Él no tenia derecho a decirle adonde podía ir y qué podía o no hacer.

Subió las escaleras con la ropa limpia y seca, y se encontró con que no podía abrir la puerta, pues habían echado el pestillo.

Ness: ¡Abre la puerta, Efron!

Andrew: Hola, hermanita -la saludó tras abrir-.

Ness: Eh, no llegas en un buen momento -dijo mientras entraba-. ¿Por qué no te llamo luego y…? -se quedó de piedra al ver que también estaba Alex presente-.

Por su parte, Zac tampoco parecía entusiasmado con la presencia de sus dos hermanos. Por lo menos, todavía no había corrido la sangre.

Vanessa le tiró la ropa a Zac y este se metió en el baño para vestirse.

Ness: ¿Queréis café? -preguntó esforzándose por mantener la calma-.

Andrew: Tienes que explicarnos un par de cosas.

Ness: Tengo veintiséis años, querido hermano. No es asunto tuyo que salga con un hombre u otro.

Andrew: No me refiero a eso. Ya hablaremos de él más tarde.

Ness: No hablaremos…

Andrew: ¿Por qué diablos no nos has dicho que alguien esta intentando matarte?

Ness: ¿Qué? -preguntó estupefacta-.

Alex: Ya lo has oído -intervino-. Podrías habernos llamado desde Wolf River. Habríamos ido a buscarte.

Ness: No necesitaba que nadie cuidara de mí. ¿Cómo os habéis enterado? Se lo has dicho tú, ¿verdad? -acusó a Zac, que acababa de regresar del baño-.

Zac: Sí, son tus hermanos y pueden ayudarte.

Ness: ¿Cuándo los has avisado? ¿Anoche, cuando me fui de casa de Margaret? -preguntó enfadada-.

Zac: Los llamé desde Wolf River.

Ness: ¿Cómo dices? -exclamó-. ¿Y no me lo habías dicho?

Zac: Quedamos en que...

Ness: Basta -levantó una mano para interrumpirlo-. No me digáis en qué quedasteis o acabaré pegando a alguien.

Andrew: Vanessa -terció con suavidad y firmeza-. Ven con nosotros a casa. Hasta que agarremos a ese tipo.

Ness: No -respondió tras respirar profundo tres veces-. La única manera de solucionar esto es descubriendo quién me persigue y la respuesta tiene que estar en mis archivos. Os aseguro que en cuanto encuentre una pista llamaré a la policía; pero hasta entonces, no pienso ir a ninguna parte.

Alex: Ya te dije que no atendería a razones -comentó-. Hagámoslo a mí manera.

Vanessa no sabía a qué manera en concreto se refería su hermano, pero sí estaba segura de que prefería no descubrirla.

Ness: Sé que los dos estáis preocupados por mí y os lo agradezco -dijo con calma mientras se dirigía a la puerta y la abría-. Pero ahora tengo que hablar con Zac a solas, así que haced el favor de marcharos.

Alex miró a Andrew, el  cual suspiró y fue hacia la salida.

Andrew: Te llamaremos dentro de una hora -le anunció-. Para asegurarnos de que estás bien.

Zac: Estará comiendo con Margaret y conmigo -terció-.

Ness: Estaré en mi oficina. Llamadme allí -afirmó, en cambio, que a pesar de su enfado, se despidió de sus hermanos con dos besos en las mejillas-. No tenías derecho a contárselo -le dijo a Zac luego, una vez a solas-.

Zac: ¿Lo habrías hecho tú?

Ness: Mira Efron -repuso con las manos en la cadera-, esto es asunto mío. Que te hayas acostado conmigo no te obliga a velar por mi seguridad, para largarte luego de mi vida.

Zac: Esto no tiene nada que ver con que nos hayamos acostado. Y yo no me largo de la vida de nadie.

Ness: Llámalo como quieras, pero yo soy dueña de mi vida y tomo mis propias decisiones. Me iba muy bien antes de conocerte y me seguirá yendo bien cuando te marches dentro de veinticuatro horas -aseguró. Luego agarró su bolso y se dirigió a la puerta-. No nos pongamos las cosas difíciles y despidámonos ahora. Creo que será mejor sí te quedas en casa de Margaret esta noche. Dile que siento no poder comer con vosotros. Mañana la llamaré.

Zac: Maldita sea, Vanessa, no puedes...

Ness: Sí puedo, Zac. Por supuesto que puedo -lo cortó-.

Luego abrió la puerta, salió y la cerró de un portazo, asombrada porque sus piernas la mantuvieran en pie, a pesar de lo mucho que le temblaban.

«Maldito seas, Zachary Efron» pensó enfadada consigo misma por haber mentido, porque no era cierto que fuera a estar bien cuando él se marchara; no estaría bien en veinticuatro horas... ni volvería a estarlo jamás.




Oh, no v.v
Qué triste esto último. ¡Tienes que luchar por ella, Efron!

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