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lunes, 30 de marzo de 2015

Capítulo 5


Miley: Me encanta tu vestido -le dijo con admiración cuando Vanessa atravesó el enorme salón para llegar a la zona del comedor-.

La mesa de cristal había sido decorada con rosas blancas y velas que parpadeaban con la suave brisa que entraba por las puertas de cristal de la terraza, que estaban abiertas.

El entorno era maravilloso y relajante, pero Vanessa no había podido evitar darse cuenta de que Zac la miraba de manera enigmática mientras se acercaba.

Miley: ¿Es una de tus creaciones? -preguntó distrayéndola de la atracción que sentía por él. Vanessa asintió y la novia sonrió triunfante-. ¿No te había dicho que era una diseñadora genial? -le preguntó a su hermano-.

Zac: Por supuesto.

Era una pena que su hermana no le hubiese advertido también de la belleza de Vanessa. Estaba deslumbrante con aquel vestido gris, pero lo habría estado también con cualquier otra cosa, o incluso desnuda, le dijo una vocecilla en su interior. El deseo volvió a crecer y Zac agradeció a su hermana que se pusiese a hablar alegremente mientras él intentaba controlar a sus hormonas.

Miley: Vanessa, este es Will.

Esta sonrió al joven que había al lado de Miley.

Ness: Encantada. Siento que tu padre esté enfermo.

Will: Gracias. El médico nos ha dicho que habría que adelantar la fecha de la operación, pero mi padre insiste en que continuemos con nuestros planes.

Ocuparon sus sitios en la mesa y Vanessa se sentó lo más lejos posible de Zac. Mike, muy elegante con un traje oscuro, le guiñó el ojo mientras servía el primer plato.

Mike: He pensado que sería mejor que me quitase las bermudas, dado que mi jefe tiene invitados a cenar -comentó en un susurro-.

Y Vanessa se dio cuenta de que apreciaba mucho a su jefe. Miró hacia el otro lado de la mesa y se puso tensa cuando su mirada se cruzó con la de Zac. Algo en ella hizo que se le acelerase el corazón. Notó que se ruborizaba y deseó apartar la vista de él, pero estaba hipnotizada por el brillo de sus ojos azules, que ya no eran fríos y duros, sino sensuales y calientes.

Se sintió incapaz de respirar y abrió mucho los ojos, porque sentía pánico y atracción al mismo tiempo.

Volvió a recordar los momentos en los que le había puesto crema. Vanessa le había dicho que no se sentía atraída por él, pero había mentido y, a juzgar por la expresión de Zac, él lo sabía también.

Aquello era una locura. Por fin consiguió apartar la mirada y bajarla a la ensalada de queso de cabra que tenía delante. Nunca se había sentido tan atraída por un hombre.

Después de haber vivido el infeliz matrimonio de su madre y John Anderson, siempre había dudado de las relaciones y no había querido cometer un error como el de Gisele. Nunca había sentido una atracción como la que estaba sintiendo por Zac, y, por lo tanto, su instinto tampoco le había dicho nunca que la combatiese.

Will: ¿Y cómo es que decidiste especializarte en vestidos de novia, Vanessa? ¿Eres una romántica?

Vanessa estuvo a punto de negarlo, pero al ver cómo se miraban Miley y su prometido, no fue capaz.

Ness: Pienso que es maravilloso que dos personas se enamoren y estén seguras de que están hechas la una para la otra y de que quieren pasar el resto de su vida juntas -dijo despacio-. Las bodas son momentos felices y me encanta poder contribuir a que ese día sea especial diseñando el vestido de la novia.

Aunque en el fondo pensaba que era imposible estar seguro de que uno iba a ser feliz con otra persona durante el resto de su vida. Con respecto al hecho de tener hijos, le parecía un concepto demasiado vasto.

Sabía por experiencia propia que cuando una relación fracasaba, eran los niños quienes sufrían las consecuencias.

De repente, se dio cuenta de que todo el mundo estaba esperando a que continuase.

Ness: Sinceramente, no puedo permitirme el lujo de pasarme el día soñando, teniendo mi propia empresa -les explicó-. Estoy decidida a que Wedding Vanessa tenga éxito, así que mis vestidos son románticos, pero yo tengo que ser práctica.

Zac: Entonces, ¿te definirías a ti misma como una mujer centrada en su carrera?

A Vanessa le sorprendió el tono en el que Zac le había hecho la pregunta y también su sonrisa un tanto burlona. Era cierto que le había rogado que permitiese que le diseñase el vestido de novia a su hermana, pero si pensaba que podía pisotearla, estaba muy equivocado.

Ness: Sí -le respondió en tono frío-. Como tú también eres un hombre de negocios, supongo que entenderás que me dedique en cuerpo y alma a mi empresa.

Él arqueó las cejas con curiosidad.

Zac: ¿Si tu carrera es tan importante para ti, quiere eso decir que no tienes pensado diseñar tu propio vestido de novia a corto plazo?

Ness: No tengo planes en ese aspecto -le informó airadamente-.

Y se sintió aliviada cuando Alice retomó el debate en torno al color de los vestidos de las damas de honor.

Zac: ¿Cuánto crees que tardarás en tener el diseño del vestido de Miley? -le preguntóa Vanessa al final de la cena-.

Ella saboreó la última cucharada de mousse de chocolate antes de mirarlo, y el corazón volvió a darle un vuelco. Se preguntó si Zac se ponía siempre tan elegante para cenar. Estaba muy sexy con aquel esmoquin negro y la camisa de seda blanca. La intensidad de su mirada mermó su frágil compostura.

Vanessa se obligó a sonreír.

Ness: Hemos empezado antes de la cena. Creo que podré tener los bocetos a finales de semana, y en cuanto Miley haya decidido qué materiales quiere, los pediré a mis proveedores. Luego volveré al estudio para hacer los vestidos.

Zac frunció el ceño.

Zac: ¿Significa eso que Miley y sus damas de honor tendrán que ir a Londres a hacerse las pruebas?

Ness: Sí, pero solo harán falta dos o, como mucho, tres.

Zac: Va a ser difícil que hagan tres viajes a Inglaterra, teniendo la boda tan cerca y tantas cosas que hacer, ¿no crees, Miley? -preguntó a su hermana-. Además, estoy seguro de que preferirías quedarte en Grecia ahora que Henry está hospitalizado.

Miley asintió despacio.

Miley: Por supuesto que sería más sencillo no tener que viajar a Londres -admitió. Y luego formuló la misma pregunta que Vanessa se estaba haciendo-. ¿Se te ocurre algo, Zac? Vanessa no puede trasladar su estudio a Grecia.

Zac: ¿Por qué no?

En esa ocasión, fue Vanessa quien frunció el ceño.

Ness: Sería imposible. Tengo todo mi equipo en el estudio.

Zac: Pero si yo pudiese proporcionarte todo lo que necesitas, ¿podrías quedarte aquí en Aura a hacer los vestidos? La habitación en la que habéis estado hoy tiene un tamaño adecuado para instalar un taller, ¿no?

Ness: Bueno… sí, pero… Habría que alquilar o comprar todo lo necesario, y serían muchos gastos. Una buena máquina de coser cuesta varios miles de libras. Además, tengo dos costureras a mi cargo, y no creo que Diana y Judy puedan venir a Grecia y dejar en Londres a sus familias.

Zac se encogió de hombros.

Zac: El coste es lo de menos. Y, si es necesario, yo podría encontrar costureras en Atenas para que te ayudasen. Lo único que me importa es que todo esté preparado para el día de la boda, con las menos tensiones posibles para Miley, y un modo de conseguirlo es que tú le hagas el vestido aquí en Aura.

Donde el podría, además, controlar sus progresos, pensó Vanessa furiosa. Zac no lo había dicho, pero ella sabía que lo estaba pensando y eso la enfadaba. Quería controlarlo todo.

Ness: Pareces olvidarte de que tengo que dirigir un negocio en Londres -murmuró, intentando controlar el tono de voz para que Miley no se sintiese mal-.

Zac: ¿Tienes otros encargos en estos momentos? -inquirió sonriendo-. ¿No podrías dejar a una de las costureras a cargo de la empresa mientras estás aquí? Por supuesto, serás recompensada económicamente por el esfuerzo. Y no olvidemos que Wedding Vanessa recibirá mucha publicidad con esta boda.

Vanessa supo que estaba vencida, y sus temores se confirmaron cuando Miley comentó emocionada:

Miley: Oh, Vanessa, sería maravilloso que te quedases. Yo podría implicarme en todas las fases de creación de mi vestido. Y tú serías una invitada de honor en mi boda.

¿Cómo iba a decepcionar a Miley, que ya había sido engañada por la primera diseñadora a la que había encargado el vestido?

Ness: Supongo que es factible -admitió lentamente-.

Zac: Excelente. Entonces, ya está decidido -sentenció sonriendo-. Hazme una lista de las cosas que vas a necesitar para el taller y yo haré que las tengas lo antes posible.

Verlo tan satisfecho enfadó a Vanessa. Era evidente que era el rey de la isla y estaba acostumbrado a salirse siempre con la suya. Lo fulminó con la mirada y él respondió con una sonrisa burlona, pero fue el brillo de sus ojos, que le recordó la atracción sexual que había entre ambos, lo que hizo que Vanessa se estremeciese.

Había pensado quedarse en Aura cinco días, no hasta la boda. Eso significaba que tendría que pasarse cinco semanas luchando contra la atracción que sentía por aquel hombre. Era normal que le temblase la mano al tomar la copa de champán que tenía delante para darle un buen trago.

El resto de la noche fue una tortura para Vanessa, que intentó que no se le notase el intenso interés que sentía por Zac. Trató de relajarse y charlar con Miley, Will y sus hermanas, pero no pudo evitar sentir las miradas de Zac clavadas en ella, ni tampoco mirarlo constantemente. Se ruborizó cada vez que sus ojos se cruzaron y su cuerpo era consciente de que lo tenía cerca.

No supo qué hacer, cómo comportarse. La atracción que sentía por él era aterradora y emocionante al mismo tiempo. Nunca se había sentido tan viva, pero su instinto le advertía que aquello era peligroso. Zac era demasiado poderoso, demasiado tenaz, y estaba completamente fuera de su alcance. Se preguntó si debía rechazar el encargo y volverse a casa.

Miró hacia el otro lado de la habitación, donde Miley reía al lado de Will. Parecía tan contenta, tan emocionada con su boda, que no podía decepcionarla. Además, aquel iba a ser el encargo más importante de su carrera, y no podía rechazarlo solo porque se sentía atraída por el hermano de la novia.

Solo tendría que evitarlo durante las siguientes semanas para que todo fuese bien.

Miley se alejó de su prometido y se acercó a Vanessa.

Miley: Esta noche vuelvo a Atenas con Will, que está mucho más preocupado por su padre de lo que parece, pero regresaré mañana por la mañana -le dijo, un tanto nerviosa-. Siento tener que dejarte sola en Aura, aunque, bueno, en realidad no estarás sola, sino con Zac. Si necesitas cualquier cosa, o tienes algún problema, estará encantado de ayudarte.

Ness: Estaré bien -murmuró conteniéndose para no contestar que Zac era su problema-.

Después de dar las buenas noches a todo el mundo, volvió a su habitación, y unos minutos después, oyó cómo despegaba un helicóptero. Tenía la sensación de que hacía días, y no horas, que había salido de Inglaterra. Era casi media noche, pero estaba demasiado nerviosa para meterse en la cama, ya que no podía dejar de pensar en cómo la había manipulado Zac para que se quedase en Aura hasta la boda.

Era tan dominante y contundente como su padrastro. Aunque no eran iguales. Era evidente que Zac adoraba a su hermana y quería asegurarse de que tendría una boda perfecta. John Anderson había sido un matón, mientras que Zac tenía una parte sensible. La vida lo había hecho duro e inflexible, pero quería proteger a su hermana y, seguro que debajo de aquel exterior tan áspero había un corazón. Un corazón que, según Miley, le habían roto en una ocasión.

Como supo que no iba a poder dormirse y estaba acostumbrada a trabajar por la noche, momento del día en que estaba más creativa, salió de su habitación y se dirigió al piso de arriba, a la habitación que iba a utilizar de taller. De camino, pasó por delante de las escaleras que Miley le había dicho que llevaban a la terraza, y después de dudarlo un instante, decidió subirlas.

En lo alto, una puerta con arco daba a un amplio jardín cubierto, iluminado suavemente por la luz de la luna. Era cierto, parecía posible levantar la mano y tocar las estrellas, y el único ruido que había era el de una fuente. En un extremo de la terraza había una una mesa de comedor y sillas, y en vez de sofás y sillones, unos enormes cojines apilados en el suelo, debajo de un dosel, cuyo efecto recordaba a un campamento beduino.

Vanessa respiró hondo y empezó a relajarse, pero una voz a sus espaldas la hizo girarse. Dio un grito ahogado al ver a Zac en la puerta.

Zac: Veo que has descubierto mi escondite -comentó-.

Ella se quedó mirándolo y volvió a ponerse tensa. Él, por su parte, parecía cómodo.

Ness: Sé cuál es el verdadero motivo por el que quieres que me quede en Aura.

Le dijo retándolo mientras intentaba controlar la reacción de su cuerpo al verlo sin chaqueta y con los primeros botones de la camisa desabrochados.

Zac: ¿De verdad? ¿Te importaría explicármelo?

Ness: Sigues pensando que no tengo la experiencia suficiente para diseñar el vestido de novia de Miley. Por eso quieres tenerme aquí, controlada. Ya te he dicho que estoy preparada para trabajar veinticuatro horas al día si es necesario. ¿Por qué no confías en mí?

Zac: La confianza es algo que hay que ganarse -respondió con brusquedad, acercándose a ella-.

Había confiado en Amber, pensó muy serio, y no volvería a confiar en ninguna otra mujer. Vanessa se puso tensa al ver que se detenía muy cerca de ella. Lo miró a los ojos y le sorprendió ver una repentina desolación en ellos. Parecía casi… vulnerable, y Vanessa sintió ganas de abrazarlo.

La expresión de Zac cambió y el momento pasó.

Vanessa se dijo que era una locura, pensar que aquel hombre necesitaba a alguien. Se apartó un mechón de pelo de la cara.

Ness: Quiero que sepas que el único motivo por el que he accedido a quedarme y a hacer el vestido de Miles aquí en Aura es que eso le facilitará las cosas a ella. Queda muy poco tiempo para la boda y sé que está preocupada por el padre de Will.

Intentó pasar por delante de él, pero Zac la agarró del brazo y la hizo mirarlo.

Zac: Te debo una disculpa.

Ella abrió mucho los ojos al oír aquello y deseó pedirle que la soltara, pero en su lugar le preguntó:

Ness: ¿Qué quieres decir?

La luna hacía que su pelo pareciese un río de plata y su vestido gris brillaba, dándole una apariencia etérea.

Zac notó una punzada en el corazón, como cuando veía amanecer y se imaginaba a su padre pescando.

Por algún motivo que no llegaba a comprender, Vanessa le había calado más hondo que ninguna otra mujer desde Amber. Era menuda, luchadora y no tenía miedo a enfrentarse a él, un cambio refrescante, acostumbrado a la falsedad de tantas de sus anteriores amantes.

Zac: Siento haber pagado contigo el enfado que tenía con la primera diseñadora del vestido de Miley -admitió-. Protejo mucho a mi hermana y no quería que volviesen a hacerle daño. Por lo que he podido ver de tu trabajo, sé que tienes talento. Tu entusiasmo es evidente, así como tu buena relación con Miley, y me alegro de que seas tú quien vaya a hacerle el vestido.

Ness: Ah -fue lo único que consiguió contestar-.

Había pensado que era tan dominante como su padrastro, pero lo cierto era que jamás había oído a John disculparse por nada.

Estudió el rostro de Zac y se le hizo un nudo en el estómago al posar la mirada en la curva de sus labios.

Se dio cuenta de que había querido pensar mal de él porque estaba asustada por cómo la hacía sentir y por lo mucho que lo deseaba.

Zac: Sin duda, será de gran ayuda para Miley que le hagas el vestido aquí, pero existe otro motivo por el que he querido que te quedes.

A Vanessa se le aceleró el corazón y vio, paralizada, cómo Zac bajaba muy despacio la cabeza. Ella se humedeció los labios con la punta de la lengua.

Ness: ¿Qué… otro motivo? -susurró-.

Zac: Este…

La besó despacio, con suavidad y una increíble sensualidad. El placer explotó dentro de Vanessa con fuerza volcánica. Tembló de deseo y no pudo evitar gemir. Había deseado que Zac la besase desde que lo había visto llegar a Kea. Llevaba todo el día intentando negar la atracción que sentía por él, pero no podía seguir resistiéndose más.

Zac profundizó el beso con firmeza, exigiéndole una respuesta, y Vanessa no pudo negarle algo que ella también quería. Apretó su cuerpo contra el de él y se le cortó la respiración al ver que la abrazaba.

Estaba muy excitado. Vanessa sintió su erección contra el vientre, pero en vez de entrar en razón, notó humedad entre las piernas. Una voz en su interior le advirtió que aquello estaba yendo demasiado lejos, pero su cuerpo se negó a escucharla. Siempre había sido sensata y obediente. Tal vez aquello estuviese mal, pero no podía desearlo más y todo su cuerpo estaba temblando. ¿Cómo podía estar mal si ella se sentía tan bien?

Zac se dijo que tenía que parar antes de perder el control. Levantó la cabeza y miró a Vanessa. Y supo que era demasiado tarde. Había perdido el control en el momento en que la había visto en Kea.

Ninguna mujer lo había excitado tanto desde Amber.

Apretó la mandíbula. Aquello era distinto. Aunque odiase admitirlo, a Amber la había querido, y su deseo por ella había sido mucho más que una atracción física.

Lo que sentía por la mujer que tenía en ese momento entre los brazos era solo deseo. Y la entusiasta respuesta de ella le demostraba que era mutuo.

Aturdida, Vanessa pensó que aquello era una locura.

Todo su cuerpo parecía ser una zona erógena y se sentía embriagada solo por el olor exótico de la colonia de Zac. Su cerebro le estaba diciendo que parase, pero ya no tenía claros los motivos. El instinto estaba ganándole terreno a la razón.

Zac: Quiero verte -le dijo con voz ronca-.

Ella tembló mientras él levantaba la mano y le desabrochaba el vestido para ir bajándoselo muy despacio, dejando al descubierto la curva de sus pechos poco a poco. Vanessa no necesitaba bajar la vista para saber que tenía los pezones duros como piedras.

Zac le bajó el vestido hasta la cintura y dejó escapar un sonido gutural al ver sus pechos, erguidos provocadoramente hacia él, casi rogándole que los acariciara.

Zac: Dios, eres deliciosa.

Vanessa contuvo la respiración mientras Zac la acariciaba y las piernas empezaron a temblarle todavía más cuando lo vio inclinar la cabeza y notó cómo pasaba la lengua primero por un pezón y luego por el otro, una y otra vez, hasta hacerla gemir de placer y doblar las rodillas. Zac la sujetó contra su cuerpo y la tomó en brazos.

Unos segundos después estaba tumbada en los enormes cojines. Zac se arrodilló a su lado y a pesar de que una voz en su interior le decía que era solo un extraño, Vanessa no le hizo caso. Desde que lo había visto, se había sentido atraída por él.

Tenía los labios doloridos de los besos, pero en esos momentos Zac estaban dedicándole toda su atención a sus pechos. Vanessa dio un grito ahogado al notar que le chupaba con fuerza uno de los pezones.

Deseó que aquel placer no terminase nunca y enterró los dedos en su pelo para sujetarle la cabeza. La realidad se desdibujó. Vanessa miró hacia el cielo y se sintió perdida en el universo. Se había liberado de su padrastro, que le había estropeado toda la niñez. Podía hacer lo que quisiera, tomar sus propias decisiones y vivir la vida que escogiese. La idea la emocionó.

Zac se había arrodillado encima de ella y Vanessa le acarició el pecho y sintió su calor. Vanessa quería más, quería tocar su cuerpo desnudo con las puntas de los dedos, así que le desabrochó los botones de su camisa y se la quitó para explorar con ansias los definidos músculos de su pecho y su abdomen. Se dejó llevar por el instinto y le acarició el bulto que tenía entre las piernas, haciéndolo gemir.

Él se dio cuenta de que estaba al borde del orgasmo.

No recordaba la última vez que había estado tan excitado. Tuvo que hacer un enorme esfuerzo para no levantarle el vestido, apartarle las braguitas y penetrarla sin más.

Entonces la miró. Era preciosa, con la melena negra extendida sobre los cojines y los cremosos pechos al descubierto. Era una bruja que lo tenía hechizado y que hacía que solo pudiese pensar en poseerla. Quería verla entera, acariciar todo su cuerpo.

Vanessa dudó un instante al ver que Zac llevaba las manos a sus braguitas. Lo había conocido ese mismo día, aunque ya sabía muchas cosas de él. Sabía que era un buen hermano y un amigo leal, que a pesar de su duro exterior, se preocupaba por las personas a las que quería. Lo miró a los ojos y se le aceleró el corazón al ver la intensidad de su mirada.

Zac: Quieres esto tanto como yo -le dijo con voz profunda y aterciopelada-.

Ella no podía contradecirlo, ni quería discutirlo. Lo deseaba y era un deseo tan fuerte, tan intenso, que nada más importaba. Permitió que le separase las piernas y metiese la mano, y vio su gesto de satisfacción al darse cuenta de que estaba muy húmeda.

Vanessa no pudo evitar dar un grito de sorpresa y arquear la espalda cuando Zac encontró su clítoris y se lo acarició con cuidado. Sintió que se deshacía cuando le metió un dedo e, instintivamente, echó las caderas hacia arriba, para sentirlo todavía más dentro. Ya estaba empezando a sentir unos pequeños espasmos en el vientre, pero quería más… quería tenerlo en su interior.

Movida por un deseo que jamás antes había experimentado, se aferró a sus hombros e intentó hacer que la penetrase, pero Zac se echó a reír y se resistió. Vanessa protestó al notar que se alejaba, pero luego se dio cuenta de que se estaba quitando los pantalones y los calzoncillos. Unos segundos después volvía a estar allí, empujándole con la erección en la pelvis. Notó que le ponía la punta de la erección a la entrada del sexo y dio un grito ahogado al notar lo grande que era. Tuvo dudas a pesar del aturdimiento y recordó, demasiado tarde, su inexperiencia. No obstante, Zac estaba empezando a penetrarla lentamente, como si se hubiese dado cuenta de su repentino temor. La agarró por el trasero, empujó más y acalló su gemido de placer con un beso.

Zac no podía seguir controlándose. Empezó a moverse, despacio al principio, para que Vanessa se acostumbrase a él. Tenía la sensación de que era algo que no hacía con frecuencia, así que intentó aguantar lo máximo posible para no llegar al clímax antes que ella.

Vanessa empezó a moverse siguiendo su ritmo, con las caderas arqueadas hacia él y la cabeza apoyada hacia atrás en los cojines, los ojos medio cerrados.

Nada la había preparado para la intensidad del placer que le estaba dando Zac con cada empujón.

La llenaba, la completaba, sus dos cuerpos se movían como si se tratase solo de uno, hacia un lugar mágico que cada vez estaba más cerca. Vanessa vio las estrellas brillando en el cielo antes de que la cabeza de Zac se las tapase y él le diese un beso que le llegó al alma. Vanessa se aferró a sus hombros mientras la tormenta crecía cada vez más en su interior y dio un grito al notar que su cuerpo empezaba a sacudirse y tenía un orgasmo increíble.

Él llegó al clímax casi a la vez. La agarró por las caderas mientras la empujaba por última vez y gimió salvajemente antes de desplomarse sobre su cuerpo e intentar respirar de nuevo. Vanessa notó cómo le latía el corazón, al mismo ritmo que el de ella, y sintió ternura al pensar que aquel hombre tan fuerte y poderoso se había deshecho entre sus brazos. Le dio un beso en la mejilla y se reconoció a sí misma que nunca se había sentido tan cerca de otro ser humano. Deseó poder quedarse así para siempre. Fue su último pensamiento antes de quedarse dormida.




¡Qué bonito!

Seguro que este era el capi más esperado, pero no os podéis perder el siguiente.

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¡Un besi!


viernes, 27 de marzo de 2015

Capítulo 4


Zac juró entre dientes y se obligó a clavar la vista en la pantalla del ordenador y no mirar a Vanessa, que estaba tomando el sol con un minúsculo biquini dorado y verde. El trato con los japoneses estaba casi cerrado, solo tenía que ultimar los detalles, pero, por desgracia, no lograba concentrarse.

Por el rabillo del ojo podía ver la piscina, que lo invitaba a salir al exterior. Normalmente aquellas vistas lo relajaban, pero en esos momentos estaba muy tenso y no podía concentrarse. Leyó la página que tenía delante y se dio cuenta de que no había retenido nada de información.

En el exterior, Vanessa se sentó y se pasó los dedos por el pelo. Zac decidió dejar de trabajar y observó cómo se ponía en pie y se acercaba al borde de la piscina. Era menuda, pero de proporciones perfectas.

Tenía los muslos esbeltos, la cintura estrecha y los pechos sorprendentemente generosos.

Sintió que el deseo crecía en su interior y se asombró de su ferocidad. ¿Qué tenía Vanessa Hudgens que lo excitaba tanto? Era bella, pero no más que muchas otras mujeres. No entendía por qué se sentía tan atraído por ella, pero la química sexual desafiaba a la razón. Zac se levantó del sillón y salió de su despacho.


El calor del sol en su espalda era soporífero. Vanessa movió los hombros y suspiró contenta. Estaba en el paraíso. Al llegar a la piscina se había sentido culpable, porque había ido allí a trabajar, pero después se había dicho que no podría empezar hasta que no llegase Miley, y que no tenía sentido quedarse el resto del día encerrada en la habitación.

Por suerte, no se había encontrado con Zac en ningún momento y esperaba que pasase lo que quedaba de tarde encerrado en su despacho. Notó calor entre los muslos solo de pensar en él. Si hubiese sabido que el hermano de Miley era tan sexy, tal vez se lo hubiese pensado mejor antes de ir a Aura.

Se relajó y dejó que el sueño la fuese invadiendo poco a poco.

**: ¿Es que no tienes sentido común? -le preguntó con impaciencia una voz profunda-.

Ella abrió los ojos, sobresaltada, y vio a Zac a su lado, con el ceño fruncido.

Zac: Te vas a quemar como sigas ahí mucho rato más -añadió-. Tendrías que haberte puesto crema antes de dormirte.

Ness: Lo he hecho -se defendió casi sin aliento-.

Zac le estaba poniendo crema en los hombros con movimientos bruscos y ella se preguntó por qué le estaba gustando tanto.

Zac: Sí, pero luego te has metido en la piscina. Tendrías que haberte puesto más crema al salir -le dijo, cada vez más excitado-.

Vanessa pensó que era un mandón y estuvo a punto de decirle que no se metiese donde no lo llamaban y que no necesitaba su ayuda, pero estaba tan relajada allí tumbada, sintiendo sus manos en la espalda… Notó que le ponía más crema y deseó que continuase bajando las manos por su cuerpo. Por suerte, estaba tumbada boca abajo y Zac no podía darse cuenta de lo duros que tenía los pezones.

«¿Qué me está pasando?», se dijo, con el rostro colorado por la vergüenza.

Una mezcla de alivió y decepción la invadió al ver que Zac se ponía de pie.

Zac: Así deberías estar bien -rugió, apartándose de ella-.

Vanessa levantó la vista para mirarlo y vio que la estaba devorando con sus ojos azules. No pudo respirar hasta que Zac no se giró y se metió en la piscina.

Ella se sentó, tomó el pareo que hacía juego con su biquini y se lo puso. Su anfitrión estaba nadando con rapidez. Vanessa sintió ganas de meterse corriendo en la casa y desaparecer antes de hacer una locura, pero tal vez se habría notado demasiado que quería huir de él.

Mientras decidía en silencio lo que debía hacer, Zac salió de la piscina, con el agua corriendo por todo su cuerpo, e hizo que se quedase clavada allí.

Vestido era muy guapo, pero con un bañador negro ajustado, era impresionante. La piel le brillaba como si fuese de bronce pulido y las gotas de agua relucían en el bello negro que le cubría el pecho y bajaba en forma de flecha hacia su abdomen. Vanessa descendió la vista todavía más y el bulto que había entre sus piernas hizo que volviese a levantarla, y que se ruborizase.

Tenía el corazón acelerado cuando Zac tomó una hamaca y se sentó a su lado, mirándola de frente.

Zac: Bueno, Vanessa, háblame de ti -le pidió, aunque sonó más a orden que a petición-. Miley me ha contado que trabajas sobre todo en un estudio que tienes en la parte oeste de Londres.

Ness: Sí, Wedding Vanessa está en Putney. Mi estudio es un viejo almacén situado al lado del Támesis. Está cerca de donde vivo.

Zac: ¿Tienes una casa en el río?

Ness: ¡Ojalá! Las casas que bordean el río son muy caras. Dan y yo tenemos alquilada una vieja casa flotante.

Zac: Dan Anderson, tu hermano, el fotógrafo, ¿no? ¿Vivís los dos solos?

Vanessa asintió.

Ness: No hay espacio ni para un gato.

Zac no supo por qué, pero le alegró oír que Vanessa no vivía con su novio. En realidad, no le debía importar dónde ni con quién viviese, pero no pudo evitar mirarla y preguntarse cómo se sentiría si le daba un beso. Era evidente que diez largos en la piscina no habían sido suficientes para calmar su libido.

Zac: ¿Por qué decidiste ser diseñadora de moda? -le preguntó, por seguir con la conversación-.

Ness: El arte era lo único que se me daba bien en el colegio -admitió-. Me pasaba el día soñando despierta, pero me encantaba dibujar, y desde pequeña empecé a hacer vestidos a mis muñecas. Solo podía tener éxito como diseñadora.

Se mordió el labio al recordar cómo había luchado por aprobar Matemáticas. Y cómo la había regañado John por sus notas, mientras su madre la animaba a seguir y a estudiar Arte.

Ness: Cuando terminé de estudiar, estuve trabajando un tiempo para una importante empresa de vestidos de novia, me di cuenta de que el trabajo me encantaba, pero muchas de mis ideas parecían ser demasiado originales para la empresa, así que decidí establecerme por mi cuenta.

Guardó silencio, miró a Zac y se le encogió el corazón al darse cuenta de que la estaba observando con intensidad. Tenía los ojos clavados en su boca. Si la besaba, no lo haría con ternura. La idea hizo que Vanessa se estremeciese. Inconscientemente, se inclinó hacia él y se humedeció el labio inferior con la punta de la lengua.

Zac: Muy inoportuna, ¿no? -comentó en voz baja-.

Al oírlo, Vanessa entró en razón y se echó hacia atrás.

Ness: ¿El qué?

Zac: La atracción sexual que hay entre nosotros -le explicó con toda tranquilidad-.

Ness: No… no hay nada entre nosotros -balbuceó-. Yo no…

Él la interrumpió apoyando un dedo en sus labios y mirándola a los ojos.

Zac: La hay, y tú la sientes igual que yo. Desde que nos hemos visto.

Zac no podía seguir negando el deseo que sentía por Vanessa. Ya no intentaba racionalizarlo. Había cosas imposibles de explicar o de razonar. Algunas cosas eran instintivas. Y su instinto le estaba pidiendo en esos momentos que probase sus labios suaves, húmedos.

Vanessa supo que, en esa ocasión, iba a besarla. Lo leyó en sus ojos y dejó de latirle el corazón mientras lo veía inclinarse hacia ella y bajar lentamente la cabeza.

Aquello era una locura. Solo hacía un par de horas que lo conocía. Había ido a trabajar para su hermana y Zac se había opuesto a que lo hiciera. Tal vez estuviese jugando con ella, o intentando distraerla para después poder acusarla de no estar centrada en el trabajo que la había llevado a Aura.

La parte más sensata de Vanessa le dijo que se apartase, pero podía sentir el calor que emanaba de su cuerpo, el olor de su colonia, y no pudo evitar desear que la besase. Lo vio acercarse más y notó su aliento en los labios.

El ruido de un helicóptero sobre sus cabezas rompió el silencio e hizo entrar a Zac en razón.

Zac: Debe de ser Miley -dijo con voz tensa-.

«Justo a tiempo», pensó. Vanessa estaba en Aura para diseñar el vestido de novia de su hermana, no para que él la sedujese.

Zac: Ha llamado hace un rato para decirme que volvía esta tarde -añadió-.

Vanessa respiró hondo, horrorizada por lo mucho que había deseado que aquel hombre la besase.

Ness: Espero que no haya adelantado su vuelta por mí -murmuró, poniéndose en pie a la vez que él y sobresaltándose cuando sus cuerpos se rozaron-.

Se apartó de su lado como si se hubiese quemado. El ambiente estaba cargado de tensión. Aquello era una locura. ¿Cómo podía sentirse tan atraída por un hombre al que casi no conocía? ¿Cómo podía desear que la tumbase en la hamaca y le quitase el biquini? Ella no hacía ese tipo de cosas. El único encuentro sexual que había tenido había sido con un compañero de universidad con el que había salido una temporada. La experiencia había sido poco satisfactoria, un día en el que ambos habían bebido demasiado, y Vanessa no había vuelto a desear repetirla con nadie… hasta ese momento.

Se aclaró la garganta y se obligó a hablar.

Ness: ¿Sabes cómo está el padre de su prometido?

Zac: Tengo entendido que Henry está estable. Miley se habría quedado en el hospital con Will si no hubiese sido así.

Zac necesitaba alejarse de Vanessa y aclararse las ideas. Perdía el control cuando estaba cerca de ella y odiaba la sensación. Era evidente que estar todo un mes sin sexo era demasiado. Pensó en las mujeres a las que podía llamar, pero ninguna lo excitaba tanto como aquella morena menuda que lo miraba con expresión de deseo.

Zac: Ve a vestirte -le sugirió mientras echaba a andar hacia la casa-. Estoy seguro de que Miley estará deseando escuchar tus ideas acerca de su vestido.


Cinco minutos después de que Vanessa hubiese vuelto a su habitación llamaron a la puerta y Miley Efron irrumpió en ella.

Miley: ¡Vanessa! Siento mucho no haber estado aquí para recibirte. He tenido un día horrible, con el ingreso del padre de Will en el hospital. Por suerte, Zac se ofreció a ir a recogerte a Kea. Espero que te haya tratado bien.

Por suerte, Vanessa no tuvo que responder a aquello, ya que Miley vio la maleta llena de retales encima de la cama.

Ness: Como ves, ya estoy lista para empezar a diseñar tu vestido -murmuró-.

Miley: Lo estoy deseando -dijo sin poder ocultar su emoción-.

Era alta y delgada, tenía la piel ligeramente morena y una melena castaña con mechas californianas ondulada, así que estaría guapa con cualquier vestido blanco.

Miley: Pero Zac me ha dicho que estarías cansada y que es mejor que no empecemos a trabajar hasta mañana -añadió-.

Pero no era Zac quién tenía que hacer tres vestidos en cinco semanas.

Ness: ¿Siempre hay que hacer lo que dice Zac? -le preguntó molesta-.

Miley: Sí -respondió tan contenta-. Zac se ocupa de todo. No sé qué haría sin él. Ha sido genial organizando la boda. Y es la mejor persona del mundo, además de Will, por supuesto. Nuestros padres fallecieron cuando yo era niña y Zac me crió. Tuvo que hacer muchos sacrificios para poder ocuparse de mí. Y yo me alegro de que, hace un par de años, cuando me necesitó, pudiese ayudarlo yo a él.

Ness: ¿Por qué? ¿Qué ocurrió? -preguntó con curiosidad-. ¿Estuvo enfermo?

No podía imaginar a Zac necesitando que nadie lo cuidase.

Miley la miró incómoda, como si se arrepintiese de lo que había dicho.

Miley: Una mujer le rompió el corazón. Tardó mucho tiempo en recuperarse y, durante una época, bebió para ahogar el dolor que le había causado.

Aquello sorprendió mucho a Vanessa. No era posible que le hubiesen roto el corazón a un hombre tan arrogante y seguro de sí mismo.

Ness: ¿La amaba? -preguntó, incapaz de disimular su curiosidad-.

Miley asintió muy seria.

Miley: Sí, quería casarse con ella, pero de eso hace mucho tiempo. La cena es a las ocho -añadió, cambiando de tema-. El padre de Will está estable, así que tanto este como sus hermanas, Alice y Chelsea, que son mis damas de honor, han venido a Aura a conocerte.

Ness: Estupendo -contestó obligándose a concentrarse en su trabajo-. Estoy deseando contarte mis ideas y enseñarte los tejidos.

Miley: Bueno, si estás segura de que quieres empezar ahora, hay una habitación vacía en el piso de arriba que Zac me ha dicho que podemos utilizar.


Ness: Qué vistas tan fantásticas -comentó diez minutos después, mirando por la ventana con vistas al mar de la habitación a la que la había llevado Miles-.

Miley: Es precioso desde aquí arriba, ¿verdad? Pues las vistas desde la terraza son todavía mejores -le contó-. Se llega por la escalera de caracol por la que hemos pasado. Zac dice que, por la noche, es como si pudieses tocar las estrellas. -Abrió la maleta con las telas y sacó un tul de seda color marfil-. Oh, qué bonito. Tengo que ir a buscar a Alice y a Chelsea, que están casi tan emocionadas como yo.

Durante las siguientes horas, Vanessa habló con la novia y sus damas de honor acerca del material de los vestidos, y empezó a dibujar algunas de sus ideas.

Miley: Socorro. La cena es dentro de veinte minutos -anunció de repente, mirándose el reloj-. Será mejor que vaya a cambiarme. Zac odia que nos presentemos en vaqueros.

Vanessa había estado tan absorta en los vestidos que casi se había olvidado de él, pero en esos momentos pudo ver la imagen de su guapo rostro, recordó que habían estado a punto de besarse junto a la piscina, y le molestó ver que se le aceleraba el corazón solo con la idea de volver a verlo.

Una vez en su habitación, se puso un vestido de seda plateado con cuello halter, que era uno de sus diseños y se aseguró a sí misma que solo se lo ponía para demostrarle a Zac que era una diseñadora con talento, y no porque supiese que le sentaba muy bien.

Estaba orgullosa de su trabajo, y de aquel vestido en particular.

Como no le daba tiempo a hacerse nada en el pelo, se lo dejó suelto, se puso unos pequeños pendientes de diamantes y una cadena de plata alrededor del cuello, se perfumó y respiró hondo antes de salir de la habitación.




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María José, qué detalle que te preocupara que me hubiera pasado algo. Gracias, pero no me pasó nada y todo está bien. Lo que pasa es que a veces se me pasa. Ahora más, porque en Navidad me compré un portátil y lo estoy usando más que el de mesa. Y a veces sé que tengo que poner capi pero se hace tarde y me da pereza encender el otro ordenador XD. A ver si paso todas las novelas al portátil, que es mi intención. Pero si no publico día sí día no como siempre, lo pongo al día siguiente, no os preocupéis.

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¡Un besi!


miércoles, 25 de marzo de 2015

Capítulo 3


Zac: Esta parte de Aura está, en su mayoría, cubierta de bosques -le explicó al acercarse a la isla-.

No había playa. Los acantilados rocosos formaban un puerto natural en el que habían construido un embarcadero de madera. El mar parecía de un azul turquesa brillante desde la distancia, pero al amarrar el barco, Vanessa se dio cuenta de que el agua era tan cristalina que podían verse los peces nadando en el fondo. Fascinada por ellos, se inclinó hacia delante y metió la mano en el agua.

Ness: Son preciosos -murmuró, apartándose la melena para que no se le mojase-.

Zac contuvo el impulso de enterrar los dedos en ella y se concentró en amarrar bien el barco.

Zac: Soy hijo de pescador, así que, para mí, son solo un par de platos de comida.

Ness: Ah, yo no me los comería. Son demasiado bonitos -rió, olvidando el resentimiento y disfrutando del cielo azul, del mar y de los acantilados-. Es un paraíso -añadió-.

Zac no podía apartar la vista de ella. Cualquier hombre habría podido perderse en la profundidad de sus ojos color chocolate. ¡Y su sonrisa! Iluminaba aquel rostro de niña y transformaba sus facciones clásicas en algo muy bello, arrebatador.

Resopló con impaciencia. Había sabido desde el principio que Vanessa Hudgens solo le causaría problemas. Tenía que haberla mandado de vuelta a Atenas. Aura era su refugio, un lugar tranquilo en el que podía relajarse y olvidarse de las tensiones del trabajo.

Y en esos momentos no estaba nada relajado. Tomó la mano de Vanessa para ayudarla a subir al muelle e inhaló su suave olor a flores. Se había excitado al ayudarla a subir al barco en Kea y, en esos momentos, viendo cómo se balanceaba su trasero al andar por el muelle, notó cómo crecía su erección.

Zac: Dios -juró entre dientes-.

Lo que le faltaba era sentirse atraído por una bella morena con cara de ángel y lengua afilada.

Del muelle salía un camino bastante empinado que desaparecía detrás de una roca.

Zac: Son solo cinco minutos andando hasta casa -le explicó mientras tomaban ambas maletas-, pero es irregular en algunos lugares. ¿Crees que te las arreglarás? Tal vez sea mejor que te cambies esos zapatos por otros más sensatos.

¡Sensatos! Vanessa odiaba aquella palabra. Le recordó a las innumerables discusiones que había tenido con John de adolescente acerca de los zapatos, la ropa, el maquillaje. «No permitiré que ninguna hija mía vaya por ahí como una fulana», había sido su frase favorita, con el rostro amoratado por la ira. Le había prohibido los tacones, las minifaldas y los vaqueros ajustados, todas las cosas modernas que llevaban sus amigas, tal vez porque Vanessa le había recordado constantemente la infidelidad de su madre.

«Y harás lo que diga porque yo soy el adulto y tú, una niña».

Ella había sentido ganas de rebelarse siempre, y en esos momentos, la expresión de Zac le evocó la misma sensación.

Ness: Siempre llevo tacones y puedo andar perfectamente con ellos -contestó en tono frío-. Seguro que estaré bien.

Y con la cabeza levantada se dio la media vuelta, pero el tacón se le clavó en el césped que había al borde del camino y tropezó. No cayó al suelo porque Zac reaccionó a tiempo y soltó las maletas para agarrarla a ella.

Zac: Sí, ya veo que eres como una cabra montesa -comentó-. Vamos a intentarlo otra vez. Con cuidado. Y ponte esto -le dijo, colocándole sin ningún cuidado el sombrero en la cabeza-. A esta hora de la tarde es cuando más calienta el sol y la piel se te puede poner roja como una langosta en un momento.

Y sin esperar su respuesta, tomó de nuevo las maletas y echó a andar delante de ella por el camino, sin girarse a comprobar si lo seguía.

«Arrogante, testarudo…». Vanessa tomó aire y echó a andar detrás de él, con la vista clavada en el suelo para no tropezar. Por una parte, Zac la hacía sentir como una niña de cinco años, aunque la reacción de su cuerpo hacia él no era en absoluto infantil.

Suspiró. Aquella inesperada atracción era otra complicación más a la hora de intentar tener terminado el vestido de Miley en un plazo de tiempo tan corto.

Solo esperaba que esta le hubiese dicho la verdad al comentar que su hermano pasaba mucho tiempo en Atenas, porque esperaba verlo lo menos posible.

El camino llegaba a lo alto del acantilado y Vanessa se detuvo allí a admirar el paisaje. A un lado estaba la inmensidad del mar azul, salpicado de islas, la más cercana, Kea. Al otro, rocas grises, vegetación, altos cipreses y densos olivares, bajo los que se extendía una alfombra de amapolas rojas.

Ness: ¿Vive mucha gente en la isla? -le preguntó a Zac, que había aminorado el paso para que ella lo alcanzase-. Veo que hay un pueblo en el valle.

Zac: Hace unos años vivía aquí una pequeña comunidad, sobre todo de pescadores. Mi padre nació en Aura, pero Kea tiene un puerto más grande y, poco a poco, todo el mundo se fue trasladando allí, dejando la isla deshabitada, hasta que yo la compré hace tres años.

Ness: Entonces, ¿no vive nadie en esas casas?

Zac: Sí, mi personal y sus familias. Muchas casas estaban en mal estado, pero tengo un equipo que las está reformando poco a poco. También hay una iglesia, que es donde va a casarse Miley.

Ness: Espero que sea grande -comentó-. Ya que Miley me ha contado que vendrán cientos de invitados a la boda.

Zac hizo una mueca.

Zac: Sí, su prometido tiene mucha familia, a la que, en su mayoría, Miley no conoce. La iglesia es pequeña y la mayoría de los invitados se sentarán fuera para la ceremonia. La recepción tendrá lugar en la casa, donde hay mucho más espacio.

Vanessa lo miró sorprendida, preguntándose cómo de grande sería.

Ness: ¿La casa tiene espacio suficiente para que se alojen todos los invitados?

Zac: ¡Dios, no! -exclamó horrorizado-.

Y a Vanessa la expresión de su rostro le resultó casi cómica e hizo que lo viese más humano.

Zac: La mayor parte de los invitados se quedarán en Atenas o en Kea. He contratado una flota de helicópteros para traerlos a Aura, y algunas personas llegarán también en barco.

Ness: Suena a pesadilla logística. ¿No habría sido más sencillo celebrar la boda en Atenas?

Zac se encogió de hombros.

Zac: Es probable, pero Miley quería casarse aquí, y yo removería cielo y tierra para darle la boda que quiere.

Vanessa lo miró fijamente, sorprendida por la repentina ronquera de su voz. Era evidente que Zac adoraba a su hermana. Su mirada emocionada le hizo preguntarse si no lo habría juzgado mal. Tal vez no fuese tan autoritario como le había parecido al principio. Al parecer, era muy importante para él que la boda de Miley fuese perfecta.

Caminaron en silencio. El camino era más ancho y podían ir el uno al lado del otro. Las vistas desde lo alto del acantilado eran impresionantes y a Vanessa no le sorprendió que Miley quisiese casarse en un lugar tan bonito. No obstante, quien ocupaba en esos momentos sus pensamientos no era ella, sino su hermano.

Ness: Me has dicho que tu padre nació en Aura, pero supongo que tú no, ¿verdad?

Zac: No, la isla estaba abandonada desde mucho antes de que yo naciese. Nací y crecí en Kea. Miley también, pero no se acuerda de su estancia allí porque nos mudamos a vivir a Estados Unidos cuando era muy pequeña.

Ness: ¿Por qué se marchó tu familia de Grecia?

Zac: Para ganarse la vida -respondió apretando los labios-. Mi padre había perdido su barco en una tormenta y no podía comprar uno nuevo, pero sin barco tampoco podía pescar ni ganar dinero para alimentar a su familia. Un primo lejano tenía una tienda en Nueva York. Frank lo organizó todo para que mis padres llevasen la tienda y, cuando falleció, se la dejó en herencia.

Ness: Debió de ser un gran cambio, ir de un pueblo pequeño a una gran ciudad. Yo viví en muchos lugares diferentes de niña porque mi padrastro era militar, y me habría costado todavía más adaptarme si hubiese tenido que irme a otro país -comentó, mirando hacia el mar color turquesa-. ¿No echabas de menos esto?

Zac: Todos los días. Pero era joven y me adapté. Fue a mi padre a quien se le rompió el corazón al dejar Grecia.

Ness: Debió de gustarle mucho que comprases Aura, la isla en la que había nacido.

Zac dudó un momento. Luego, se encogió de hombros. Cualquiera que hiciese una búsqueda en Internet podría averiguarlo todo acerca de su familia.

Zac: Mi padre falleció dieciocho meses después de que nos hubiésemos trasladado a los Estados Unidos, y mi madre, dos años más tarde.

Su voz estaban tan exenta de emoción que Vanessa lo miró sorprendida. Le entristeció saber que el padre de Zac jamás había regresado a casa y no había vuelto a ver aquel precioso lugar.

Ness: Lo siento. No lo sabía… -se interrumpió de repente-.

No tenía por qué conocer la tragedia que había roto a la familia de Zac. Hacía menos de una hora que lo conocía, eran dos extraños, ¿por qué estaba sufriendo por él? ¿Y por qué estaba tan segura de que él le estaba ocultando su dolor detrás de aquellos ojos azules? Tal vez porque Vanessa también había aprendido a esconder el suyo después de la muerte de su madre.

Ness: Miley no debía de ser muy mayor cuando vuestros padres fallecieron. ¿Quién la cuidó?

Zac echó a andar de nuevo y Vanessa lo siguió.

Zac: Yo. No había nadie más. Casi no se acuerda de nuestro padre y yo he intentado ser una figura paterna para ella, pero ha echado de menos tener una madre. Todavía lo echa de menos ahora, sobre todo, con los preparativos de la boda -admitió suspirando-. Ya sabes cómo es eso, siempre hay un vínculo especial entre madres e hijas.

Había metido el dedo en la llaga. A Vanessa se le hizo un nudo en la garganta y, por un instante, no pudo hablar.

Ness: Sí -murmuró por fin-. Ya sé.

Miró hacia el horizonte y la fina línea que separaba el cielo del mar se nubló cuando las lágrimas llenaron sus ojos. Había tenido un vínculo muy especial con su madre, o eso había pensado, porque Gisele nunca le había contado la verdad acerca de su padre y no podía evitar sentirse traicionada.

Zac: Vanessa… ¿Te ocurre algo?

Zac se dio cuenta de repente de que la diseñadora se había quedado atrás y tenía la mirada perdida en el mar. Tenía medio rostro oculto debajo del sombrero, pero podía sentir su vulnerabilidad.

Se preguntó a sí mismo qué le estaba pasando y se miró el reloj. Se le había hecho tarde para hacer una llamada importante y tenía que empezar a centrarse en sus negocios, como siempre, y no permitir que Vanessa lo distrajera.

Ness: Solo estaba admirando las vistas -respondió parpadeando con fuerza e intentando apartar aquello de su mente-.

Continuaron andando por el camino unos metros más y luego giraron y vieron unos escalones tallados en el acantilado. Hacia un lado llevaban a una playa de arena blanca y, hacia el otro, a unas puertas de hierro forjado instaladas en un muro de piedra. Zac apretó un botón para que se abriesen e hizo entrar a Vanessa.

Zac: Bienvenida a Villa Elena.

Ness: Vaya… -dijo olvidándose de los dolorosos recuerdos-. Es… espectacular.

La arquitectura de aquella casa blanca era ultramoderna, y tenía muchas ventanas que debían de tener vistas al mar.

Zac asintió.

Zac: Es mi casa -comentó sin más-.

Vanessa no podía tener ni idea de lo que aquello significaba para él. Durante los muchos años que había vivido en un lúgubre piso de un barrio difícil de Nueva York, se había aferrado a sus recuerdos y había soñado con tener algún día una casa con vistas a las aguas color zafiro del mar Egeo.

Gracias a su inteligencia, determinación y a años de duro trabajo, había levantado una empresa y había hecho realidad su sueño. Aura era su refugio, el lugar en el que estaba su casa y la de Miley.

Podía haber sido su hogar durante la niñez. Tenía que haberlo sido. La amargura inundó su corazón.

Había comprado la isla cuando Amber le había dicho que estaba embarazada, y le había encargado a un arquitecto que diseñase una casa lujosa para la mujer a la que amaba y su futuro bebé.

Pero Amber no había llegado a ir allí, y no había habido bebé, de eso se había encargado ella. Zac apretó la mandíbula y se le hizo un nudo en el estómago al recordar semejante traición. Amber había sabido lo mucho que deseaba tener un hijo, pero no había permitido que nada se interpusiese en su ascenso a la fama.

Miley había sido la única persona que había confiado en él y le había pedido que dejase de anestesiar sus emociones con whisky. Zac jamás olvidaría cómo lo había cuidado su hermana pequeña. Miley había estado allí en sus peores días, cuando el dolor y la ira lo habían desgarrado por dentro, pero no tardaría en marcharse a la casa que le había comprado en Atenas, con Georgios. Exhaló con fuerza. Su hermana pequeña había crecido y había llegado el momento de dejarla marchar, pero no había imaginado que sería tan duro.

Miró un instante a Vanessa.

Zac: Vamos -la invitó-. Mi mayordomo nos servirá algo de beber en la terraza.

«Cómo no», pensó ella mientras atravesaban el patio. «Tiene mayordomo». Zac era multimillonario y seguro que tenía muchos sirvientes.

Se dio cuenta de que había entrado a la finca por una puerta lateral. La casa estaba a su derecha, mientras que a la izquierda había un enorme jacuzzi circular y una piscina que parecía perderse en el acantilado que había detrás. Aquello era un paraíso.

Llegaron a la terraza, donde había un toldo blanco que se ondulaba suavemente con la brisa, y un hombre salió de la casa a recibirlos.

Zac: Este es Mike -dijo presentándole al hombre-.

Era bajo y fornido, castaño e iba vestido con unas bermudas. No se parecía en nada al mayordomo que se había imaginado Vanessa. Y, a juzgar por su amplia sonrisa, debía de saber lo que estaba pensando.

Mike: ¿Cómo está? -la saludó-.

Zac: Como habrás visto, Mike tiene una gran afición por las bermudas de colores chillones -comentó-. Por eso llevo yo siempre gafas de sol. No obstante, lleva tantos años trabajando para mí, que tengo que perdonarle que tenga tan mal gusto para la ropa.

El mayordomo rió. Era evidente que ambos hombres tenían mucho más que una relación laboral, eran amigos. Como si le hubiese leído la mente a Vanessa, Zac continuó:

Zac: Mike y yo compartimos adolescencia en el Bronx. Por aquel entonces había mucha violencia y nosotros solíamos guardarnos las espaldas.

No le contó nada más, pero Vanessa imaginó que habían pasado muchos momentos difíciles juntos.

Ness: Me alegro de conocerte, Mike -murmuró, sonriéndole-. Y me gustan tus bermudas.

Mike: Gracias, señorita Hudgens. Me alegra conocer a alguien con tan buen gusto -respondió guiñándole el ojo-. Miley me ha dicho que le gusta beber té. Espero que le parezca bien un Earl Grey.

Ness: Ah, sí… Estupendo -dijo aceptando la taza que Mike le ofrecía y dándole un sorbo-. Delicioso.

Zac: Beber té es una costumbre inglesa que jamás entenderé -comentó haciendo una mueca y tomando el vaso de cerveza que le ofrecía su mayordomo-. ¿Puedes llevar el equipaje de Vanessa a su habitación, Mike?

Cuando este hubo desaparecido dentro de la casa, Vanessa volvió a sentirse intensamente atraída por su anfitrión. Se terminó el té, dejó la taza encima de su plato con mano algo temblorosa y dijo:

Ness: Estoy deseando ver a Miley.

Zac: Lamento que tendrás que esperar a mañana -le anunció terminándose la cerveza y dejando el vaso en la bandeja-. Miley ha volado a Atenas en mi helicóptero hace un par de horas. El padre de su prometido ha sido hospitalizado, y quería estar con Will mientras les comunicaban cuál es el estado de Henry.

Ness: Cómo lo siento -le contestó-. ¿Está muy enfermo el padre de Will?

Zac: Tiene un problema cardiaco y van a operarlo el mes que viene. Miley quería dejar la boda para después de la intervención, pero yo insistí en que no lo hiciera -admitió-, ya que es muy arriesgada y, si las cosas fuesen mal… Bueno, digamos que me pareció más prudente celebrar la boda antes de la operación de Henry. Aunque mi hermana no sabe que me preocupa la enfermedad de su suegro. Lo quiere mucho y tanto Will como ella se quedarían destrozados si no pudiese asistir a la boda.

Vanessa se dijo que, entonces, la fecha de la boda no tenía nada que ver con sus negocios, sino con la salud del padre del novio.

Entonces le vino otra idea a la mente y frunció el ceño.

Ness: Si sabías que Miley no estaba aquí, ¿por qué no me lo has dicho cuando estábamos en Kea? ¿Por qué me has traído a Aura?

No sabía por qué le incomodaba tanto saber que estaba sola con Zac en aquella isla. Bueno, no estaban del todo solos. Estaba Mike, y seguro que había más servicio. No había ningún motivo para que se le acelerase el corazón, pero Zac se había quitado las gafas y le estaba mirando los labios. Ella se los humedeció instintivamente y lo vio ponerse tenso.

Ness: Podría haberme alojado en Kea hasta que Miley volviese a Aura -le dijo con cierta desesperación-.

Él se encogió de hombros.

Zac: Supuse que querrías ver dónde iba a tener lugar la boda. Miley me dijo que tenías en cuenta el entorno a la hora de diseñar el vestido. Volverá mañana por la mañana, así que podrás deshacer las maletas e instalarle antes de que llegue.

Ness: Me lo tenías que haber dicho -insistió-. Prefiero tomar yo mis propias decisiones.

Zac: No importa, ¿no?

Zac se preguntó por qué lo miraba con tanta cautela. ¿No pensaría que le iba a saltar encima como un joven con exceso de testosterona? Al fin y al cabo, él no era el único que estaba sintiendo aquella atracción.

Zac: Pareces preocupada por algo, Vanessa -añadió en tono suave, tendiendo las manos hacia ella y viendo con satisfacción cómo retrocedía-.

Ness: No -lo contradijo esta enseguida, evitando su mirada-. ¿Qué iba a preocuparme?

«Que esté deseando tenerte entre mis brazos y devorar esos labios suaves, rosados y húmedos», pensó Zac. La tenía tan cerca que podía ver su reflejo en las pupilas oscuras de sus ojos. Los vio dilatarse y oyó cómo se le aceleraba la respiración. Era evidente que estaba nerviosa. Vanessa se puso un largo mechón de pelo detrás de la oreja y a Zac le sorprendió que pareciese tan joven. Eso volvió a hacerle llegar a la misma conclusión: que era una complicación que no necesitaba.

Zac: Nada -le dijo de repente, alejándose de ella-. En Aura no te pasará nada. No hay delincuencia… ni siquiera coches que causen accidentes -empezó a divagar, cosa que no hacía nunca y que le molestó-. Ven y te enseñaré tu habitación. Yo trabajaré en el despacho que tengo aquí durante el resto del día, pero si necesitas algo puedes avisar a Maria. Es mi cocinera y ama de llaves, y la esposa de Mike -le explicó al ver que Vanessa lo miraba con curiosidad-. Tengo otros trabajadores que vienen a la isla todos los días para ayudar con el mantenimiento de la casa, pero para mí es muy importante la intimidad y por eso ninguno vive en Villa Elena.

Entró en la casa y Vanessa se obligó a seguirlo a pesar de que le temblaban las piernas. Aquella había sido la segunda vez de la tarde que pensaba que Zac iba a besarla. Había estado tan segura de que iba a hacerlo, que había esperado el beso y había deseado sentir la presión de sus labios.

¿Qué le estaba pasando? Había ido a Aura a trabajar en lo que iba a ser, probablemente, el encargo más importante de toda su carrera y no podía distraerse con una atracción sexual. Ella no era así. Era una mujer tranquila y contenida, y no entendía que aquel hombre la afectase tanto.

La planta baja de Villa Elena era de plano abierto y los muebles estaban agrupados: sofás y sillones de piel clara, una mesa de comedor con sillas de cristal, una esquina dominada por una televisión de plasma de última generación. Todo era luminoso y moderno, minimalista y elegante, pero le faltaba comodidad y calor, cosa que solo podían aportar los mejores y más caros diseñadores de interior.

Su habitación estaba al final de un largo pasillo en el primer piso. El corazón le dio un vuelco cuando Zac abrió la puerta para enseñarle una habitación con mucho encanto y con vistas a los limoneros, y al mar.

Zac: Mandaré a una de las chicas para que te ayude a deshacer las maletas, porque, a juzgar por su tamaño, has debido de traer ropa para un año -comentó mirando el equipaje-.

Ness: En la maleta grande están las muestras de tela y algunas ideas de diseño -le dijo abriéndola para dejarle ver los retales de seda y satén de color blanco, marfil y rosa pastel-. Creo que a Miley le encantará esta organza de seda -comentó, tocando el material con cuidado-. Aunque tal vez prefiera algo más pesado, como el satén, adornado quizás con perlas o cristales. Supongo que tendré que tener paciencia y esperar a que vuelva -murmuró, al ver que Zac la miraba como si estuviese hablando en chino-.

Él tomó la carpeta que había en la maleta y pasó las páginas, pero no hizo ningún comentario y su gesto tampoco reveló a Vanessa la opinión que le merecía su trabajo.

Zac pensó que el entusiasmo de aquella muchacha era innegable. No era un experto, pero era evidente que también tenía talento. Las fotografías de los vestidos eran muy buenas y entendió que su hermana quisiera que fuese Vanessa quien diseñase su vestido de novia.

La miró en contra de su voluntad y notó que se le encogía el estómago al ver que se colocaba un mechón de pelo detrás del hombro. Utilizaba todo su cuerpo al hablar, inclinaba la cabeza y movía los brazos y las manos con la gracia de una bailarina.

Se puso tenso solo de pensarlo e intentó no acordarse de otra mujer que también se había movido con la gracia de una bailarina. No iba a desperdiciar ni un segundo de su vida pensando en Amber.

De repente, sintió claustrofobia y fue hacia la puerta.

Zac: Tengo que volver al trabajo. Por favor, siéntete como en casa, Vanessa -le dijo en tono frío-. ¿Quieres que Maria te traiga más té?

Desesperada por dejar de fijarse en el modo en que los vaqueros se le ceñían a los muslos, Vanessa se acercó a la ventana.

Ness: La verdad es que creo que voy a ir a dar un paseo hasta la iglesia.

Se giró y vio que Zac tenía el ceño fruncido.

Zac: No me parece una idea sensata. Ya te he explicado que es la hora del día en la que aprieta más el sol -le dijo con impaciencia-. Te sugiero que te relajes durante el resto de la tarde. Puedes darte un baño en la piscina si quieres -añadió, saliendo al pasillo y cerrando la puerta, sin darle la oportunidad de responder-.

Aquello la molestó. Sobre todo, su manera de utilizar el adjetivo «sensato». Sabía que no estaba acostumbrada al calor, pero solo había pensado dar un paseo corto, no pretendía correr un maratón.

No pudo evitar volver a oír a John en su cabeza, gritándole: «No discutas conmigo. Haz lo que te digo. Ya va siendo hora de que aprendas a obedecer mis órdenes, mi niña».

El sargento mayor John Anderson había tratado a su familia del mismo modo que a sus soldados y había esperado que lo obedeciesen en todo momento, sobre todo, Vanessa, pero ella nunca había sido su niña, y cuando se había enterado de la verdad, había decidido evitar que nadie la pisotease. Era la invitada de Zac Efron en aquella isla, pero no iba a permitir que este la mangoneara.




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Vuelvo a recordar que en mi otro blog hay nuevo capi.

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domingo, 22 de marzo de 2015

Capítulo 2


Zac: No es necesario implicar a mi hermana en esto.

Vanessa dio un grito ahogado cuando Zac se inclinó por encima de la mesa y le quitó el teléfono de la mano. Intentó sujetarlo, pero no pudo.

Ness: ¿Cómo se atreve? Devuélvamelo. ¿Qué quiere decir con eso de que no es necesario implicar a su hermana? Al fin y al cabo, se trata de su boda, ¿o es que se le ha olvidado?

Zac entrecerró los ojos ante aquel tono de voz.

Muchos años atrás había sido un inmigrante pobre, que había vivido en una de las peores zonas de Nueva York, pero en esos momentos era un multimillonario y estaba acostumbrado a que todo el mundo lo tratase con cierta deferencia.

Zac: Sé lo que es mejor para mi hermana. Y, con el debido respeto, señorita Hudgens, estoy casi seguro de que no es usted.

Vanessa parpadeó, sorprendida por aquella arrogante afirmación. No obstante, había pasado muchos años con un hombre parecido, al que tenía la suerte de no tener que seguir llamando «padre», y se negaba a dejarse intimidar por ningún otro.

Ness: Miley no ha cambiado de opinión, ¿verdad? -lo retó-. Usted ha decidido que Brittany Snow le haga el vestido. ¿Por qué? ¿Acaso ha visto alguno de mis vestidos? ¿Por qué está tan seguro de que no puedo hacerle a Miley el vestido de novia perfecto?

Zac apretó la mandíbula, pero tuvo que reconocer que, en cierto modo, aquella mujer tenía razón.

Zac: No, no he visto nada de su trabajo -admitió-.

A pesar de su enfado, Vanessa no pudo evitar posar la mirada en sus anchos hombros. Debía de hacer mucho deporte. Tenía la piel bronceada y los antebrazos cubiertos por un fino bello oscuro. ¿Cómo serían sus abrazos?

De repente, se dio cuenta de que Zac le estaba hablando otra vez y tuvo que obligarse a dejar de pensar en su sensual cuerpo.

Zac: Pero tiene razón, preferiría que fuese Brittany quien le diseñase el vestido a Miley. Es mi amiga, además de ser una diseñadora aclamada internacionalmente. De usted no he oído hablar -le dijo sin más-. Solo sé que Wedding Vanessa existe desde hace tres años. Si le soy sincero, no sé si tiene la experiencia necesaria para diseñar el vestido de novia de mi hermana en el plazo de tiempo del que disponemos. Brittany lleva en el negocio diez años, y sé que puedo confiar en ella.

Ness: Puedo hacerlo, si me da la oportunidad -replicó inclinándose hacia delante, con los ojos clavados en Zac-. Estoy preparada para trabajar noche y día en el vestido con el que Miley sueña. Ella me escogió a mí. Supongo que eso tendrá que contar algo, ¿no? Es una mujer adulta que debe tener libertad para tomar sus propias decisiones. ¿Qué derecho tiene usted a organizar toda su vida?

Zac: A mi hermana ya la ha defraudado la primera diseñadora que escogió. He sido yo quien ha pasado días consolándola, así que creo que tengo derecho a asegurarme de que no se repita -replicó-. Imagino que usted tendría la esperanza de que este encargo aumentase su negocio, pero le he pagado una cantidad importante para recompensarla por el tiempo perdido hoy.

Vanessa bajó la vista al papel que tenía entre las manos.

Ness: ¿Así que este cheque es, en realidad, un soborno? -preguntó consternada, entendiendo por fin el motivo de aquella generosa cantidad-. Espera que acepte el dinero y me vuelva a Inglaterra. Así, Miley no tendrá elección y tendrá que acceder a que Brittany Snow le haga el vestido y usted se habrá salido con la suya. ¡Dios mío! ¿Qué es? ¿Un fanático del control?

Zac golpeó la mesa con tanta fuerza que Vanessa se sobresaltó.

Zac: Me niego a disculparme por querer proteger a mi hermana -rugió-. Confió en Tania Davis, pero esta se marchó con su dinero. Solo faltan cinco semanas para la boda y no pienso arriesgarme a que vuelvan a engañar a Miley.

Ness: Es cierto que Wedding Vanessa no está funcionando tan bien como esperaba cuando empecé -admitió con toda sinceridad-, pero ahora mismo hay muchos negocios con dificultades debido a la recesión económica.

Era evidente que Zac quería proteger a su hermana, pero a Vanessa le parecía que, como John Anderson, también tenía la necesidad de que las cosas se hiciesen siempre a su manera. No merecía la pena intentar convencerlo de que la escuchase, pero tenía que hacerlo.

Ness: No puedo negar que una boda así ayudaría mucho a mi negocio, pero no es por eso por lo que quiero hacer el vestido de Miley -empezó-. Me gusta lo que hago. Los vestidos de novia no son solo un trabajo, son mi pasión, y aunque la boda de Miley fuese íntima y no despertase ningún interés en los medios de comunicación, me haría la misma ilusión que me hubiese escogido a mí como diseñadora. -Rompió el cheque por la mitad y se lo tendió por encima de la mesa-. No me interesa su dinero. Quiero diseñar el vestido de Miley porque me cae bien. Conectamos de inmediato cuando vino al estudio y estoy deseando enseñarle mis ideas. -Lo miró fijamente a los ojos con la determinación de convencerlo-. Deme una oportunidad, señor Efron, le prometo que no defraudaré a su hermana.

Zac se fijó en que tenía los ojos del mismo color que un bosque en otoño. No podía apartar la vista de su rostro. Estaba tan fascinado con su manera de expresarse, con cómo movía las manos al hablar…

Le recordaba a una bella y frágil mariposa, y estaba seguro de que, si intentaba atraparla, se le escaparía.

¿Por qué estaba disfrutando con semejante tontería?

Se sentía cautivado por Vanessa Hudgens. Se la imaginó tumbada en su cama, desnuda, con las mejillas sonrojadas y aquellos increíbles ojos marrones oscurecidos por el deseo.

Tenía la piel suave como la porcelana y sus labios rosados eran una tentación difícil de resistir. Había tensión sexual entre ambos y las voces de los demás clientes del bar se fueron apagando a su alrededor.

Zac: ¿Está casada, señorita Hudgens? -le preguntó, acercándose más-.

Ella cerró los ojos un instante, tomó aire.

Ness: No… no. No estoy casada -balbuceó-. ¿Por qué me lo pregunta?

Zac: Me preguntaba si su pasión… -dijo bajando la vista a sus labios un instante- por el diseño de trajes de novia se debía a su propia experiencia como novia.

Vanessa negó con firmeza.

Ness: Lo que me apasiona es el arte y la creatividad. Me inspiro en la historia. En estos momentos estoy especialmente influenciada por la suntuosa extravagancia del Palacio de Versalles en la época de Luis XIV, una de las más extraordinarias muestras del arte francés del siglo XVIII. Lo he visitado en varias ocasiones y he sacado ideas que he incorporado a mis diseños. Aspiro a transformar las imágenes de mi cabeza y realizar vestidos increíblemente bellos, pero que una pueda ponerse. Pienso que una novia necesita estar cómoda en su gran día y segura de que el vestido también va a ser práctico… -Se interrumpió y sonrió al darse cuenta de que había hablado sin parar-. Ya ve -añadió, incómoda-. Me temo que tiendo a dejarme llevar por la pasión.

En el silencio que siguió, Vanessa fue consciente de la tensión que había entre ambos.

Zac pensó que la pasión de Vanessa por el diseño era indiscutible, y que a él le era imposible apartar la vista de su rostro. ¿Y si lo mejor era confiar en Miley?

Zac: ¿Cómo la conoció mi hermana? -preguntó con brusquedad-.

Ness: Vio algunos de mis vestidos en la revista de moda Style Icon.

Zac arqueó las cejas sorprendido.

Zac: Debe de ser más conocida de lo que pensaba, para llamar la atención de esa revista.

Ness: Bueno, en realidad, fue en parte cuestión de suerte -le explicó con sinceridad-. Mi hermano estaba trabajando en un reportaje fotográfico para la revista. No sé si habrá oído hablar de él, es Dan Anderson. Últimamente se está haciendo muy conocido como fotógrafo de moda. Cuando uno de los diseñadores no se presentó, Dan convenció al director de la revista de que utilizase algunos de los vestidos de mi colección.

Muy a su pesar, Zac se sintió cada vez más intrigado por aquella mujer.

Zac: ¿Por qué utilizan su hermano y usted apellidos diferentes?

Vanessa dudó. Aunque la verdad no tenía por qué avergonzarla. El hecho de ser hija ilegítima no era culpa suya.

Ness: Porque somos de padres distintos.

Aquella era una de las cosas que la habían entristecido al enterarse de que John no era su padre biológico, aunque Dan había insistido en que no importaba.

«Sigues siendo mi hermana, aunque en realidad seamos hermanastros -le había dicho cariñosamente-. Y, míralo por el lado bueno, al menos no tienes nada que ver con el hombre más desagradable del mundo. Yo tendré que seguir viviendo sabiendo que, cuando mamá decidió seguir casada con mi padre, tú perdiste la oportunidad de conocer al tuyo.»

Y ya nunca lo haría, puesto que su madre se había llevado aquel secreto a la tumba.

No obstante, no podía enfadarse con su madre.

Gisele se había visto obligada a tomar una decisión muy dura, ya que John la había amenazado con llevarse a Dan si rompía su matrimonio.

Y ella había antepuesto el amor que sentía por su hijo a su felicidad personal. No obstante, eso había hecho que Vanessa sufriese mucho de niña, al no entender por qué el hombre que creía que era su padre, parecía despreciarla.

Y todo porque su madre se había casado con el hombre equivocado.

Ella jamás cometería el mismo error. Le encantaba diseñar vestidos de novia, pero la idea de abandonar su independencia por un hombre no le gustaba lo más mínimo. «En especial, por un hombre como Zac Efron», pensó.

Estaba perdiendo el tiempo. Se terminó el zumo que le quedaba, dejó el vaso en la mesa y tomó su bolso.

Ness: De acuerdo, señor Efron. Usted gana. Tomaré el siguiente ferry de vuelta a Atenas y, con un poco de suerte, allí podré tomar un vuelo de vuelta a Londres esta misma noche. ¿Le importa si inventamos una excusa para Miley? ¿Le puede decir que me ha surgido una emergencia familiar o algo así? No quiero que piense que le he fallado sin más.

Zac no respondió inmediatamente, y en el silencio que siguió, no dio ninguna pista a Vanessa acerca del recorrido de sus pensamientos.

Zac: ¿Le importa lo que piense Miley? -preguntó por fin-.

Ness: Por supuesto. Su hermana es una persona encantadora y odiaría que pensase que la he dejado tirada, como la primera diseñadora. Sé que no es asunto mío, pero me parece que se equivoca al interferir así en su vida, aunque lo haga con la mejor intención. La frontera entre querer protegerla y controlarla es muy delgada, y verá como, al final, Miley se enfadará si no le permite que tome sus propias decisiones.

Zac: Tiene razón, mi relación con mi hermana no es asunto suyo -rugió molesto-.

No quería controlar a Miley, aquello era ridículo.

Solo quería que todo saliese lo mejor posible y cuidar de ella.

No pudo evitar pensar en lo que le había dicho su padre en el lecho de muerte: que tenía que ser un hombre y cuidar de su madre y de su hermana. Por aquel entonces, había tenido solo dieciséis años y se había sentido aterrado con aquella responsabilidad.

Dos años más tarde, su madre había fallecido de un cáncer y también le había encargado que cuidase de Miley.

¿Cómo se atrevía Vanessa Hudgens a criticarlo?, se preguntó furioso. No tenía ni idea de cómo se había sentido con dieciocho años, sabiendo que era responsable de su hermana de seis. La vida había sido dura y había pasado muchas noches en vela, asustado, pensando que no iba a ser lo suficientemente fuerte como para aguantar.

Era normal que protegiese a Miley en exceso.

Había aprendido lo peligroso que podía ser el mundo al presenciar el asesinato de su padre, pero no pudo evitar darle vueltas a la idea de que Miley pudiese enfadarse con él por ese motivo. Recordó lo emocionada que había visto a su hermana al contarle que Vanessa iba a ir a Aura a diseñar su vestido de novia.

Juró en silencio. Tal vez Vanessa tuviese razón al decir que Miley debía tomar sus propias decisiones. Tal vez había llegado el momento de que él aprendiese a dar un paso atrás y aceptase que su hermana ya no era una niña. Además, ¿qué podía salir mal? Vanessa estaría en Aura, bajo su atenta mirada. Le había dicho que estaba dispuesta a trabajar día y noche para terminar el vestido de Miley, y él se aseguraría de que cumpliese su promesa.

Una vez más, bajó la mirada a su boca y notó cómo su cuerpo se tensaba de deseo. No podía negar la atracción que sentía por ella y, además, sabía que esta era mutua.

Vanessa se levantó de la mesa y le tendió la mano.

Ness: Devuélvame mi teléfono, por favor -le pidió airadamente-. Necesito llamar al aeropuerto para ver si puedo cambiar el vuelo de vuelta.

Él se puso las gafas de sol y se levantó antes de devolvérselo. Sus dedos solo le rozaron la palma de la mano un par de segundos, pero Vanessa notó un cosquilleo por todo el brazo y apartó la mano tan deprisa que estuvo a punto de dejar caer el teléfono. Tenía calor por todo el cuerpo y no podía sentir más atracción. Se obligó a tranquilizarse.

Era tan alto, tan fuerte, tan masculino. Tal vez volver a casa fuese lo mejor, ya que parecía que era incapaz de controlar la respuesta de su cuerpo ante Zac. Tenía los pezones tan duros que estaba segura de que se le marcaban a través de la fina chaqueta.

Con el rostro colorado, cruzó los brazos y empezó a buscar el número del aeropuerto en la memoria del teléfono.

Zac: Deje de perder el tiempo y venga conmigo ahora si quiere que la lleve a Aura.

Ella levantó la cabeza y vio que Zac ya tenía en la mano la mayor de sus maletas y estaba tomando la otra.

Ness: Espere… -dijo, echando a correr detrás de él, que ya había salido de la terraza-. No lo entiendo. -Por fin llegó a su lado-. ¿Quiere decir que puedo hacer el vestido de Miley? -le preguntó, confundida-. ¿No le preocupa que deje tirada a su hermana, como la tal Tania, y se quede sin vestido de novia?

Zac: No, no me preocupa nada de eso. -Habían llegado al muelle y dejó las maletas en la motora antes de girarse hacia ella-. Tengo plena confianza en que diseñará el vestido de novia con el que mi hermana sueña y la hará muy feliz. Porque, si no… -le advirtió, dedicándole una dura sonrisa- tendrá que responder ante mí.

Vanessa estuvo a punto de perder los nervios en ese momento. Zac Efron no era solo ofensivo y arrogante, también era un matón al que le gustaba mangonear a la gente, pero a ella ya la había tratado así

John Anderson durante toda su niñez y no iba a volver a permitirlo.

Ness: ¿Me está amenazando, señor Efron? -inquirió, poniéndose en jarras y deseando fervientemente ser más alta y no tener que levantar la cabeza para mirarlo a los ojos-.

Zac: Solo le estoy haciendo una advertencia -le dijo en tono suave-. Decepcióneme y, sobre todo, decepcione a Miley y le prometo que no volverá a conseguir ningún tipo de apoyo económico para Wedding Vanessa.

Ella supo que hablaba en serio y que, con su riqueza y su poder, podría acabar con su pequeña empresa con la misma facilidad con la que aplastaba una hormiga con el zapato.

Zac: ¿Qué? ¿Viene? No tengo todo el día.

Vanessa deseó decirle algo muy feo, pero lo cierto era que necesitaba aquel trabajo para devolverle el préstamo al banco.

Con los tacones y la falda de tubo, no podía subir al barco sin su ayuda. A regañadientes, se inclinó hacia delante para tomar su mano y dio un grito cuando Zac, sin paciencia, la agarró por la cintura y la levantó del suelo.

Vanessa notó humedad entre los muslos al estar pegada a su musculoso torso y a sus fuertes muslos. Y tuvo que respirar hondo cuando la dejó en el barco.

Ness: Gracias -le dijo con frialdad-, habría podido hacerlo sola, señor Efron…

Zac: Tonterías -la interrumpió-. Eso es imposible con esos ridículos zapatos. Y será mejor que empieces a llamarme Zac. Mi hermana estaba emocionada con la idea de tenerte en Aura, y querrá ver que nos llevamos bien… Vanessa.

Ella se estremeció al oír cómo decía su nombre y su sonrisa le cortó la respiración e hizo que le temblasen las rodillas.

Zac: Agarra bien el sombrero antes de que se lo lleve el viento -le advirtió quitándoselo de la cabeza y dejando al descubierto una cascada de pelo negro que le llegaba casi a la cintura-.

La brisa le puso un par de mechones en la cara y él no pudo contenerse, levantó la mano y se los apartó de la mejilla. El tiempo se detuvo. A Vanessa dejó de latirle el corazón mientras se perdía en sus ojos azul cielo, que ya no eran tan fríos y duros como el acero, sino que brillaban con un calor que delataba el deseo de Zac de tomarla entre sus brazos y devorarla con salvaje pasión.

¿Cómo podía sentirse atraída por él, si era todo lo que odiaba? Se dijo que era solo algo físico, una reacción química que no podía controlar, aunque tendría que ignorar la atracción que sentía por Zac si no quería pasarse la siguiente semana como una adolescente enamorada.

El motor del barco empezó a rugir y ella se agarró a su asiento mientras se alejaban del muelle e iban en dirección a Aura. De repente sintió pánico y tuvo la sensación de que su vida jamás volvería a ser la misma cuando entrase en los dominios de Zac Efron.




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jueves, 19 de marzo de 2015

Capítulo 1


Vanessa Hudgens sacó el teléfono móvil del bolso y leyó el mensaje de texto que había recibido de Miley Efron, que le explicaba cómo llegar a la isla griega propiedad de su hermano Zac.

“Como voy a casarme en Aura, sería estupendo que pudieses venir a la isla a trabajar en el diseño de mi vestido, para que pudieses hacerte a la idea del entorno. Puedes tomar el ferry en el puerto de Lavrion en Atenas hasta la isla de Kea. Dime a qué hora tienes planeado llegar y me aseguraré de que te esté esperando un barco para traerte a Aura.”

Hacía diez minutos que había llegado el ferry y ya estaban desembarcando los últimos pasajeros. En el muelle había varias barcas de pesca, que se balanceaban suavemente sobre el mar color cobalto que reflejaba el cielo azul. El pequeño puerto de Korissia era un lugar pintoresco. Ante él se alineaban las casas blancas y cuadradas, con tejados color terracota, y detrás de estas se levantaban las montañas, bañadas con los alegres colores de las flores silvestres.

Vanessa apreció la belleza de aquel lugar, aunque, después del vuelo de cuatro horas a Atenas y otra hora más en ferry, estaba deseando llegar a su destino. Tal vez alguna de aquellas barcas de pesca estuviese allí para recogerla. Se hizo sombra con la mano y vio a un grupo de pescadores charlando, ajenos a ella. Los demás pasajeros del ferry se fueron hacia la ciudad.

Vanessa suspiró, tomó sus maletas y echó a andar hacia los pescadores.

El cálido sol de mayo era una delicia, en comparación con el frío que había dejado atrás en Londres. Hizo una mueca al recordar la reacción de su hermano Dan cuando le había contado que iba a pasar una semana en Grecia, mientras él se quedaba en la vieja casa flotante que tenían en el Támesis.


Dan: Al menos, piensa en mí mientras estés codeándote con algún multimillonario griego en ese paraíso -había bromeado-. Mientras tú te pones crema solar, yo estaré poniéndole parches al barco, otra vez, antes de irme a Gales a una sesión de fotos.

Ness: Voy a trabajar, no a tomar el sol -le había respondido-. Y no creo que tenga la oportunidad de estar con Zac Efron. Miley me dijo que su hermano pasa mucho tiempo en las oficinas centrales de la empresa, en Atenas, o visitando proyectos por todo el mundo. Hasta decidieron la fecha de la boda de acuerdo con la agenda de Zac. Al parecer, solo tenía libre la última semana de junio.


Vanessa frunció el ceño mientras seguía andando por el muelle. Miley le había mencionado en múltiples ocasiones a su hermano, y era evidente que lo adoraba, pero ella tenía la impresión de que Zac Efron era un hombre acostumbrado a salirse siempre con la suya, y que Miley se sentía intimidada por él.

Incluso el hecho de que ella tuviese que diseñar y hacer el vestido de novia de Miley, así como los de sus dos testigos, en cinco semanas en vez de en los seis meses que solía necesitar era, en parte, culpa de Zac. Aunque él no tenía la culpa de que el primer diseñador al que había acudido su hermana la hubiese dejado tirada. Miley no le había dado detalles al respecto, pero la insistencia de Zac de que la boda siguiese celebrándose a finales de junio debía de haberla presionado mucho. De hecho, había estado a punto de ponerse a llorar cuando había ido a verla al estudio, y se había sentido muy aliviada cuando Vanessa le había asegurado que podría tener el vestido a tiempo.

Frunció el ceño todavía más al recordar cómo le había temblado la voz al pedirle que fuese a Aura a empezar el diseño. Vanessa todavía no conocía a Zac Efron, pero ya le caía mal.

Se dijo que no era justo que su relación con John Anderson, el hombre dominante que había creído que era su padre, influyese en su manera de ver a otros hombres. Seguro que el hermano de Miley era encantador. Al menos, así se lo parecía a muchas mujeres, a juzgar por lo que decían de él en la prensa del corazón.

Una lancha motora que surcaba el mar captó su atención. La vio aminorar la marcha y acercarse al muelle. Era un barco que llamaba la atención, pero lo que hizo que a Vanessa se le acelerase el corazón no fue la lancha, sino el hombre que la conducía.

Cuando Miley le había dicho que alguien iría a recogerla para llevarla a Aura, a Vanessa ni se le había pasado por la cabeza que pudiese tratarse de Zac Efron en persona. Las fotografías que había visto de él en periódicos y revistas no le hacían justicia. Tenía el mismo pelo claro y grueso, el mismo rostro cincelado, los mismos labios sensuales, pero una fotografía no podía captar su aura de poder, el magnetismo que irradiaba, que hacía imposible apartar la vista de él.

Zac: ¿Es Vanessa Hudgens? -le preguntó con voz profunda y grave-.

Ella sintió calor.

Ness: Sí -balbuceó con el corazón latiéndole a toda velocidad mientras él amarraba la motora al muelle-.

Zac: Soy Zac Efron -se presentó acercándose con paso seguro-.

Era muy alto, tenía las piernas largas, enfundadas en unos vaqueros desgastados. La camiseta negra marcaba un abdomen fuerte y musculoso y el cuello en V revelaba un torso ligeramente moreno y apenas cubierto de bello oscuro.

¡Era impresionante! Vanessa tragó saliva. Era la primera vez en su vida que se sentía así delante de un hombre. Tenía el corazón acelerado y le sudaban las palmas de las manos. Quería hablar, hacer algún comentario trivial acerca del tiempo para romper la tensión, pero tenía la boca seca y, al parecer, su cerebro había dejado de funcionar. Deseó que él no llevase gafas de sol. Tal vez, si pudiese verle los ojos, le impondría menos respeto.

La profesionalidad llegó por fin al rescate y Vanessa le tendió la mano.

Ness: Encantada de conocerlo, señor Efron -murmuró-. Miley me habló de usted cuando estuvo en mi estudio de Londres.

Vanessa tuvo la sensación de que él dudaba un instante antes de darle la mano. Lo hizo con firmeza, y ella volvió a ser consciente de su poder y de su fuerza.

Luego le soltó la mano, pero en vez de apartarse, la agarró del brazo.

Zac: Es un placer, señorita Hudgens -respondió con cierta impaciencia-. Necesito hablar con usted. ¿Le importa si buscamos algún sitio donde podamos sentarnos?

Sin esperar su respuesta, tomó la mayor de sus maletas, se la metió debajo del brazo y echó a andar por la carretera, hacia un bar que tenía terraza. Vanessa intentó seguir su paso a pesar de los tacones.

Cuando llegaron a la terraza, Zac le ofreció una silla y luego se sentó enfrente de ella, pero Vanessa había ido a Grecia a trabajar, no a disfrutar del sol, y estaba deseando empezar.

Ness: Señor Efron…

**: ¿Qué desean? preguntó un camarero-.

Zac le habló en griego y la única palabra que entendió Vanessa fue «retsina», que sabía que era «vino».

Ness: Yo quiero un zumo, por favor -dijo enseguida-.

El camarero miró a Zac, casi como si le estuviese pidiendo permiso para llevarle el zumo a Vanessa. Esta se miró el reloj y vio que hacía ocho horas que había salido de casa. Tenía calor, estaba cansada y no estaba de humor para complacer a un hombre con un ego descomunal.

Ness: Señor Efron, la verdad es que no quiero tomar nada -le dijo en tono seco-. Me gustaría ir directamente a Aura. Su hermana me ha encargado el diseño de su vestido de novia y, dado que solo tengo un mes de plazo, necesito ponerme a trabajar de inmediato.

Zac: Sí… -dijo quitándose las gafas de sol y mirando a Vanessa con frialdad-. De eso es de lo que quiero hablarle.

Tenía los ojos de color azul cielo, la mirada dura e intransigente. Vanessa se sintió decepcionada al darse cuenta de que no había calor en ella. ¿Cómo había podido pensar que la atracción que sentía por él podía ser recíproca? Y todavía era más ridículo que hubiese deseado que lo fuera. Intentó apartar aquella idea de su mente y se obligó a mirarlo a los ojos, consciente de la rapidez con la que le latía el corazón al estudiar sus cejas oscuras, su nariz prominente y sus generosos labios. La barba de dos días hacía que fuese todavía más atractivo.

Vanessa se preguntó cómo serían sus besos. Y le sorprendió podérselos imaginar con tanta claridad.

Zac frunció el ceño y la miró de manera especulativa. ¿Le habría leído el pensamiento?

Avergonzada, Vanessa se ruborizó. Todo en él rebosaba arrogancia. Sin duda, estaba acostumbrado a tener aquel efecto en las mujeres. «Tierra, trágame», pensó ella.

La vida estaba resultando ser sorprendentemente difícil. Zac frunció el ceño, irritado, al observar a la mujer que tenía delante y ver cómo se ruborizada.

Tenía que haberle resultado sencillo informar a Vanessa Hudgens de que había habido un cambio de planes y ya no requerían sus servicios. Después, le habría firmado un cheque para compensarla por los gastos del viaje y la habría mandado de vuelta a Atenas. En su lugar, se quedó hipnotizado con sus ojos marrones, bordeados por unas largas pestañas de color negro y de una vulnerabilidad inquietante.

No había esperado que fuese tan guapa. Y lo que todavía le sorprendía más era cómo había reaccionado al verla. Se pasaba la vida rodeado de mujeres bellas. Salía con modelos y glamurosas mujeres de la alta sociedad, y las prefería altas, esbeltas y sofisticadas.

Vanessa era menuda, como una muñeca, pero desde que la había visto en el muelle, no había logrado apartar los ojos de su exquisito rostro.

Sus rasgos eran perfectos: los ojos marrones y brillantes, la nariz pequeña, los pómulos marcados y unos suaves labios rosados muy tentadores. Llevaba el pelo escondido debajo del sombrero de ala ancha, pero teniendo en cuenta que tenía la tez morena, debía de tener el pelo negro. El sombrero color crema con el ribete negro era el complemento perfecto para el traje de chaqueta y falda que llevaba puesto. Unos tacones negros y un bolso del mismo color completaban el conjunto.

Zac se preguntó si iría vestida con una de sus creaciones. Si era así, tal vez no mereciese la pena preocuparse por el vestido de novia de Miley. Apartó aquella idea de su mente, Vanessa Hudgens era una desconocida. La noche anterior, después de que su hermana le hubiese anunciado que había escogido a otra diseñadora para su vestido de novia, Zac había hecho una búsqueda en Internet y se había enterado de que la empresa de esta, Wedding Vanessa, casi no había obtenido beneficios el año anterior y contaba con escaso capital.

Zac sabía que, en parte, era responsable de que su hermana no tuviese vestido a cinco semanas de la boda. Tenía que haberse informado y haber sabido que Tania Davis, la diseñadora griega a la que le había encargado el vestido, estaba al borde de la quiebra, pero había estado de viaje cuando su hermana había ido a ver a Tania y le había pagado el importe completo del vestido por adelantado.

¿Era culpa suya que su hermana fuese tan ingenua, tan idealista? En cualquier caso, Miley lo era todo para él. Había hecho el papel de padre con ella durante casi toda su vida y tal vez la protegiese en exceso. Con la inminente boda, había decidido hacerse cargo de la situación y le había pedido a su amiga e internacionalmente conocida diseñadora de moda, Brittany Snow, que le hiciese el vestido de novia, sin saber, hasta la noche anterior, que su hermana ya se había puesto en contacto con otra diseñadora.

Tal vez fuese injusto sospechar de la señorita Hudgens solo porque Tania Davis les hubiese salido rana, pero él, al contrario que su hermana, nunca confiaba en nadie. Era una lección que había aprendido por las malas, y que le había sido de gran utilidad tanto en su vida privada como en los negocios. Tal vez se pudiese confiar en aquella diseñadora inglesa, pero quedaba muy poco tiempo para la boda y no podía arriesgarse.

Se inclinó hacia delante y estudió los delicados rasgos de Vanessa. Era muy atractiva, pero él solo debía pensar en su hermana. Aquella inesperada atracción era intrascendente y estaba seguro de que se olvidaría de ella un par de minutos después de que hubiese vuelto a subirse al ferry. No obstante, era una pena. En otras circunstancias no habría perdido ni un momento en intentar seducirla…

Vanessa deseó que Zac Efron dejase de mirarla así. Cada vez se sentía más acalorada y, en cuanto les hubieron llevado las bebidas, se tomó su zumo de un trago.

Zac: Veo que al final sí que tenía sed -comentó en tono seco-.

Ella se ruborizó.

Ness: Llevo todo el día viajando -comentó-.

Zac: Se lo agradezco… Y sé que lo último que quiere oír ahora es que el viaje era innecesario, pero me temo que debo informarle de que mi hermana ha escogido a otra diseñadora para que le haga el vestido de novia y ya no requiere sus servicios.

Durante unos segundos, Vanessa lo miró fijamente, en silencio.

Ness: Pero…

Zac: Espero que esto sea suficiente para compensar el dinero y el tiempo gastados -continuó abriendo la cartera y tendiéndole un trozo de papel-.

Aturdida, Vanessa tomó el cheque. La cifra escrita en tinta negra cubría los gastos del viaje cien veces, pero no pudo aliviar su decepción.

Ness: No lo entiendo -admitió despacio-. Ayer mismo recibí un mensaje de texto de Miley en el que me decía lo emocionada que estaba porque yo fuese a diseñarle el vestido, y que estaba deseando que llegase. ¿Me está diciendo que ha cambiado de opinión?

Vio dudar a Zac, pero su respuesta fue:

Zac: Me temo que sí.

Vanessa no supo qué decir. Sintió que le faltaba el aire, como si alguien le hubiese dado un puñetazo en el estómago. Miró fijamente el cheque y notó que se le nublaban los ojos.

No podía llorar, pero iba a hacerlo. La boda de Miley era el mayor acontecimiento social del año.

Zac Efron era uno de los hombres más ricos de Grecia y mucha gente importante iba a asistir a la boda de su única hermana.

«En realidad, no conozco ni a la mitad de los invitados -le había confesado Miley a Vanessa-. Si te soy sincera, habría preferido algo más íntimo, pero sé que Zac está decidido a convertir mi boda en el día más memorable de mi vida, así que no puedo quejarme.»

Aquel encargo habría dado mucha publicidad a Wedding Vanessa, le habría granjeado otros pedidos y la habría ayudado a devolver el préstamo al banco.

Pero Vanessa se dio cuenta de que no solo estaba decepcionada porque había perdido una oportunidad de negocio, sino porque Miley le había caído bien desde el principio y pensaba que la sensación había sido mutua.

Por eso no entendía que hubiese cambiado de opinión.

No tenía sentido.

Frunció el ceño al recordar algo que Miley le había dicho cuando había estado en su estudio:

«Zac quiere que sea Brittany Snow quien me haga el vestido.»

Vanessa conocía a Brittany Snow y sabía que era una de las diseñadoras favoritas de las actrices de Hollywood.

Miró con desconfianza al arrogante hombre que tenía sentado delante y se preguntó si Zac se habría salido con la suya. ¿Habría presionado a su hermana para que se decidiese por la diseñadora que le gustaba a él?

Solo había una manera de averiguarlo, y era preguntándoselo a Miley. Así que Vanessa sacó el bolso y tomó su teléfono.

Se dio cuenta de que, al otro lado de la mesa, Zac ya no parecía tan relajado y que la observaba atentamente.

Zac: ¿Tiene que hacer una llamada ahora? -inquirió, frunciendo el ceño-.

Ness: Tenía un acuerdo con su hermana -le informó-. Solo me gustaría comprobar que Miley está decidida a encargar su vestido de novia a otro diseñador. Eso, si es que ha sido ella la que ha tomado la decisión.




Menudo primer encuentro. Ya se atraen XD.

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