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viernes, 30 de enero de 2015

Epílogo


Alex: ¡Miradme, miradme! -gritó-.

Ness: Te estamos mirando -aseguró mientras Zac colocaba con cuidado la bola en el soporte y se cruzaba de brazos en un intento de mantener el calor-.

Zac: Ahora, procura no agacharte -dijo mientras el niño tomaba posiciones-.

Cuando la golpeó, la bola salió disparada y fue a parar a los pies de la colina que había enfrente de la parcela de su casa.

Ness: ¡Sí! -gritó aplaudiendo con sus manos enfundadas en guantes-.

Jessica, que estaba a su lado, también se puso a saltar. Zac corrió hacia el niño y lo abrazó. Para sorpresa de Vanessa, la niña le rodeó la cintura con sus brazos. Cuando se inclinó, vio lágrimas en sus ojos.

Ness: ¿Qué pasa, cariño?

Jess: Soy feliz -dijo tragando saliva-. Y eso no está bien.

Ness: Claro que está bien, cariño. Mereces ser feliz. Todos los merecemos. Eso es lo que tu padre siempre ha querido.

Jess: Pero no me parece bien cuando una persona no puede ser feliz y todos los demás sí.

Ness: Jessica, ¿te acuerdas de lo que te dijo la doctora Clement? La felicidad surge del interior, de hacer bien las cosas, de considerar las cosas buenas. Nadie puede hacerte feliz, Jessica. Basta con que quieran que lo seas. Pero la felicidad surge de dentro. Tiene que salir de uno mismo.

Jess: ¿Qué pasará si Amber vuelve a vernos? -susurró tras asentir con la cabeza-. ¿Seguiremos siendo felices entonces?

Vanessa sonrió y se pasó la mano por el brillante cabello.

Ness: Jessica, tu madre todavía tiene que cumplir quince meses y luego tiene que completar un largo programa psiquiátrico y un examen posterior antes de que los médicos y el juez decidan si permitirle o no las visitas.

Jess: ¡Pero yo no quiero verla! -aseguró abrazándola con fuerza-. ¡Os quiero a papá y a ti!

Ness: Cariño, me gusta mucho escuchar eso. Sabes que nosotros también te queremos, pero Amber es tu madre y el hecho de querernos a nosotros no significa que debas dejar de quererla a ella.

Jess: Pero yo quiero que tú seas mi madre -susurró-.

Ness: Y lo soy, cielo -aseguró abrazándola con los ojos llenos de lágrimas-. Ya nada podrá cambiar eso, al menos en mi corazón. Y si alguna vez tienes que enfrentarte de nuevo a Amber, tu padre y yo estaremos allí para ayudarte.

Jess: Y la doctora Clement también. Y el tío Will.

Ness: Eso es. Toda la ayuda que necesites.

Alex: ¡Guau! -gritó-.

Las dos se giraron justo a tiempo de ver la bola antes de que desapareciera de su vista.

Zac: ¡Buen golpe! -exclamó palmeando la espalda de su hijo con orgullo-.

Alex: Otra vez, papá. Quiero tirar otra vez -le pidió con entusiasmo-.

Zac: Me temo que nos hemos quedado sin bolas, hijo. Será mejor que bajemos y recojamos algunas -dijo acercándose a Vanessa y a Jessica para decirles dónde iban-.

Ness: Mientras tanto haré un poco de chocolate caliente -sugirió-.

Zac: Gracias, cariño -dijo rodeándola por la cintura para darle un beso en los labios-. Me apetece mucho.

Vanessa se dio cuenta de que la niña los miraba con los ojos brillantes.

Jess: Yo iré a buscar las bolas con Alex, papá -aseguró apartándose-. ¿Por qué no ayudas tú a mamá con el chocolate?

Mamá. Zac miró con sorpresa a su hija y luego a Vanessa. Ella sonrió, incapaz apenas de contener las lágrimas. Alex la llamaba mamá casi desde que se casaron a principios de noviembre, pero aquella era la primera vez que esa palabra salía de la boca de Jessica.

Zac: Eso sería estupendo, hija -aseguró estrechando a Vanessa con más fuerza entre sus brazos-. Alex, ¿recuerdas dónde debes buscar?

Alex: Claro -dijo, que salió corriendo seguido por su hermana-.

Zac los vio marchar y después se giró lentamente hacia Vanessa, suspiró y colocó la barbilla sobre su cabeza. Permanecieron unos segundos así, abrazados sin decir nada.

Zac: Ángel, eres consciente de lo que has hecho, ¿verdad? Lo has arreglado todo. Empezaste por mis huesos, seguiste con mi corazón y ahora con mi familia.

Ness: Nuestra familia -lo corrigió levantando el rostro-.

Zac: ¿Cuánto tiempo crees que tardarán, mamá? -preguntó con una sonrisa-. Si nos damos prisa podemos preparar el chocolate y escabullirnos un rato antes de que regresen.

Ness: Oh, espero que sí -respondió sonriendo-. Creo que los besos son un elemento indispensable para hacer un buen chocolate, ¿no crees?

Zac: Creo que los besos son el edulcorante perfecto -aseguró dándole uno-.

Ness: Tienes toda la razón -reconoció-. Pero si los besos son el edulcorante, el amor debe ser el ingrediente esencial que mantiene todo unido.

Zac: Oh, sí -aseguró-. Y con un pegamento tan potente como nuestro amor, este matrimonio durará para siempre.

Ness: Y la familia no volverá a separarse nunca más -prometió-.

Alex: ¡He encontrado una! -dijo una vocecita-.

Ambos se dieron la vuelta y vieron a Alex a lo lejos levantando una bola de golf por encima de su cabeza. Ellos sonrieron y le devolvieron el saludo con la mano.

Zac: Creo que será mejor que nos demos prisa si queremos que el chocolate esté lo suficientemente dulce -murmuró con una sonrisa-.

Vanessa soltó una carcajada, y, tomados del brazo, entraron. Eran una familia en cuerpo y en espíritu, unida por el amor y la seguridad de que pasara lo que pasara, el pegamento los mantendría unidos.


FIN




Happy ending!

Qué monos los niños, que ya consideran a Ness su mamá ^_^

Ha sido un bonito final, muy feliz, eso es bueno. Pero en mi opinión diré que me ha resultado tan feliz y cursi que empalaga XD

¡Thank you very much por los coments y las visitas!

Me alegro de que os haya gustado la nove. Y espero que la próxima os guste también. Comentad mucho y pondré la sinopsis el domingo.

¡Un besi! 


miércoles, 28 de enero de 2015

Capítulo 14


Zac: ¡Tú no comprendes lo peligrosa que es! -volvió a insistir levantando la vista desde su sillón-.

Ness: Claro que sí. Esa mujer estaba al acecho. Me atacó. Tuve que tirarla al suelo y colocarme prácticamente encima de ella para detenerla.

Will: ¡Ojalá lo hubiera visto! -exclamó-. Estoy seguro de que no se esperaba que la pequeña enfermera Hudgens le diera una buena patada en el trasero.

Zac: Tal vez hayas podido con ella en esta ocasión -aseguró-. Pero Amber no volverá a cometer dos veces el mismo error.

Ness: Esa es la razón por la que voy a presentar cargos -aseguró con firmeza-.

Will: Esta es nuestra oportunidad, Zac -añadió con entusiasmo-. Por fin tenemos la prueba del carácter agresivo de Amber y de su inestabilidad. Con esta munición podemos acelerar el proceso e incluso ganarlo. La doctora Clement nos apoyará, lo sé.

Zac: ¿Y qué ocurriría si no fuera suficiente?

Ness: Entonces, seguiremos luchando.

Will: Voy a serte sincero -continuó explicando-. Esta es nuestra primera oportunidad real de ganar.

Durante un segundo, un brillo de esperanza se asomó a aquellos increíbles ojos azules. Pero luego, Zac sacudió la cabeza con gesto obstinado.

Zac: No puedo permitir que lo hagas, cariño -le dijo a Vanessa-. El odio que siente hacia mí es demasiado poderoso como para atajarlo con algo tan leve como un cargo por asalto. Y si te ocurriera algo peor por mi culpa, no podría soportarlo.

Vanessa se acercó y se colocó de rodillas enfrente de él. El corazón le latía a un ritmo acelerado pero estable. Le resultaba extraño, pero ahora que por fin había llegado el momento, todos sus miedos habían desaparecido. Lo que más le importaba del mundo estaba allí mismo, delante de ella, con el ceño fruncido. Entonces alzó la mano, le acarició suavemente con el pulgar el espacio entre las cejas y dijo con suavidad:

Ness: ¿Es que no te das cuenta de que mi amor por ti es más poderoso que su odio?

Durante un instante, Zac se quedó como si no hubiera oído ni una palabra de lo que ella acababa de decir. Pero entonces alzó la mano y sus dedos trazaron un surco tembloroso en el aire que rodeaba las tenues marcas de su mejilla.

Zac: Te quiero demasiado como para correr ningún riesgo -susurró-.

Aquello era todo lo que Vanessa necesitaba saber. Le echó los brazos alrededor del cuello mientras él la ayudaba a acomodarse en su regazo.

Ness: Tenemos que encontrar el modo de detenerla. Porque yo ya no puedo vivir sin ti.

Zac: Yo no puedo vivir sabiendo que por mi culpa has sufrido algún daño -replicó besándola suavemente en la mejilla herida-.

Ness: No ha sido por tu culpa -lo tranquilizó-. No hagas caso de la locura enfermiza de Amber. No dejes que te siga dominando. Y no cometas el error de creer que puedes dominarme tú a mí, aunque sea por mi propio bien. Soy una mujer adulta.

Zac: Oh, eso ya lo sé -aseguró girando la cabeza para besarla debajo de la mandíbula-.

Vanessa cerró los ojos, pero no estaba dispuesta a rendirse.

Ness: Voy a hacer lo que considero mejor -continuó diciendo casi sin respiración-. Puedes ayudarme o no, o puedes enfrentarte a mí. Pero no puedes detenerme. Mira, retiraremos los cargos antes de que lleguen al tribunal. Así el caso no quedará pendiente cuando llegue el juicio por la custodia.

Will: Entonces Vanessa podrá declarar a nuestro favor y seguiremos contando con documentación.

Zac inclinó la cabeza hacia atrás exhalando un suspiro de sufrimiento. Transcurridos unos instantes, dijo con cierta sorna:

Zac: ¿De verdad la tumbaste?

Ness: Así es -confirmó con una sonrisa-. Y si vuelve a por mí tendrá las marcas que lo demuestran.

Will: En este caso, sin embargo, tenemos suerte de que las heridas estén en nuestra mejilla, como se suele decir -intervino abriendo su teléfono móvil-. Nadie documenta las pruebas mejor que nuestros amigos de la policía.

Vanessa miró a Zac, que frunció el ceño pero finalmente asintió con la cabeza. Ella alzó la mano. Con una sonrisa de oreja a oreja, Will marcó el número de la policía y le pasó el teléfono a Vanessa.

Ness: Sí -dijo en respuesta a la pregunta que le hizo la operadora al otro lado del teléfono-. Quisiera denunciar un asalto.


Zac recorrió arriba y abajo la antecámara, haciendo buen uso del bastón y la escayola flexible. Will contenía su propia ansiedad jugueteando con la calderilla que tenía en el bolsillo. Solo Vanessa estaba tranquilamente sentada esperando mientras contemplaba el anillo de compromiso que Zac le había regalado la noche anterior. No pudo evitar sonreír pero, aunque pareciera extraño, el hecho de que su sueño fuera a hacerse realidad le preocupaba.

¿Sería mucho pedir que las cosas salieran también bien aquel día?

En aquel momento, una mujer alta y atractiva de cabello oscuro recogido en un moño entró en el vestíbulo a través de la puerta de doble hoja. Vanessa se puso inmediatamente de pie.

Ness: ¡Doctora Clement!

Dra. Clement: ¡Vanessa! No esperaba verte aquí.

Will dio un paso adelante.

Will: Estoy casi seguro de que le mencioné el nombre de la enfermera Hudgens la primera vez que contacté con usted.

Elisabeth Clement le dedicó al abogado una mirada de indiferencia y se concentró en Vanessa.

Elisabeth: No me quedó clara tu conexión con mi paciente.

Vanessa levantó la mano izquierda.

Ness: Estoy prometida a su padre.

Elisabeth: ¡Felicidades! -exclamó la doctora abrazándola-. Te deseo lo mejor.

Ness: Gracias. Por favor, deje que le presente a mi prometido, Zac Efron. Cariño, esta es la doctora Clement.

Zac estrechó la mano de la médico.

Zac: Vanessa habla maravillas de usted.

Elisabeth: Es todo un orgullo, viniendo de una de las enfermeras más dedicadas que he conocido. Es usted un hombre afortunado, señor Efron.

Zac sonrió.

Zac: Eso creo yo también. Otra cosa, doctora. Quiero darle las gracias por todo lo que está haciendo por mi hija.

Elisabeth: Por supuesto, no puedo hablar de nada que su hija me haya dicho -aseguró la doctora sonriendo con simpatía-, pero le aseguro que comprendo su situación. Y ahora, si me disculpan, me han pedido que declare directamente con el secretario.

Se dio la vuelta para girarse, pero Will se interpuso en su camino.

Will: Tengo que hablar contigo primero, Beth.

La utilización familiar de aquel diminutivo provocó que Zac y Vanessa intercambiaran una mirada de sorpresa. Sin embargo, la doctora Clement se limitó a sonreír.

Elisabeth: Abogado, ya le he dicho que mientras mantengamos una relación profesional es imposible.

Will: Quiero hablarle del caso, doctora -dijo entre dientes, sonrojándose-.

Elisabeth: ¡Oh! -respondió entonces alzando la barbilla y atusándose la falda-. Adelante, pues.

Will: Disculpadnos -dijo inclinando la cabeza en su dirección-.

Y, agarrando a la atractiva doctora por el brazo, la guió hacia el otro lado de la sala.

Zac: Vaya, vaya... -murmuró observando la intensidad con la que se estaba desarrollando la conversación-.

Ness: Interesante -dijo ladeando la cabeza-.

Zac: Ella es soltera, ¿verdad?

Ness: Lo era. Y no he oído decir que eso haya cambiado.

Zac: Tal vez cambie ahora -murmuró alzando una ceja-. Tal vez en lugar de una enfermera personal, Will consiga una médico.

Ness: ¿Vas a hacer de casamentero? -preguntó soltando una carcajada-.

Zac: Tal vez estoy ya cansado de que intente robarme a mi chica -respondió atrayéndola hacia sí-.

Ness: No tiene ninguna posibilidad -murmuró mirándolo a los ojos-.

En aquel instante se abrieron las puertas de la antecámara. Ellos se separaron en el momento en que Amber salía gritando.

Amber: ¡No me digas que baje el tono de voz, maldita sea! Te he pagado una fortuna para no tener que llegar a los tribunales, y sin embargo aquí estamos.

Entonces se detuvo de golpe y miró a Zac y a Vanessa, que permanecían con los brazos entrelazados.

El atribulado abogado de Amber la sujetó por la espalda.

Amber: ¡Tú! -chilló mirando a Vanessa-. ¡Por suerte para ti has reaccionado a tiempo y has retirado los cargos!

Vanessa miró a Amber con indiferencia para no dejarle ver que la retirada de los cargos formaba parte del plan desde el principio. Jessica y Alex, acompañados de la niñera, entraron entonces en la sala medio a escondidas para evitar cualquier escena que Amber pudiera estar montando.

Alex: ¡Papá! -dijo soltándose de la mano de la niñera y corriendo hacia su padre-.

Jessica se acercó todavía más a la joven, que temblaba visiblemente y parecía asustada. Vanessa le dedicó una sonrisa de ánimo mientras Zac se inclinaba para abrazar a su hijo. El abogado se aclaró la garganta.

**: Tal vez deberíamos presentarnos ante el secretario del tribunal.

Amber: De acuerdo -respondió con desaire-. Vamos.

La ex mujer de Zac apretó los puños, se dio la vuelta y entró en la sala de juicios seguida de su abogado.

Cuando su madre hubo desaparecido, Jessica se atrevió a acercarse, pero no a Zac, sino a Vanessa.

Zac: Cariño, hay algo que tenemos que decirte -dijo poniéndose de cuclillas para poder mirarla de frente-. Vanessa y yo vamos a casarnos.

Alex: ¿Vamos a tener otra mamá? -preguntó con un punto de esperanza en la voz-.

Zac: Una madrastra -le aclaró-.

Ness: Me gusta más la idea de ser otra mamá -aseguró sonriéndole al niño-.

Jess: A mamá no le gustará -murmuró mordiéndose el labio inferior-.

Zac: Yo no puedo hacer nada al respecto, cielo. Quiero a Vanessa y sé que tú también la querrás cuando llegues a conocerla bien.

Ness: Yo ya te quiero -le aseguró entonces-.

Jessica se mordió el labio con más fuerza con gesto pensativo. Entonces se abrió la puerta de la sala del tribunal y una mujer pequeña y pulcra se dirigió hacia ellos.

**: La jueza está preparada para escucharlos.

La niñera dio un paso adelante y empujó suavemente a los niños hacia la sala. Vanessa y Zac fueron detrás tras intercambiar una mirada de apoyo mutuo. Will fue el último en entrar.

*: La jueza Ann Sizer preside el tribunal -dijo una mujer uniformada en cuanto entraron-.

La magistrada, una mujer gruesa de mediana edad, tomó asiento y tras leer el protocolo formal invitó a los abogados para que expusieran el caso.

Will fue el primero en ponerse de pie, pero a partir de aquel momento el procedimiento resultó sorprendentemente informal: Los abogados se interrumpían el uno al otro para hacer aclaraciones o refutar alguna acusación y a su vez la jueza les hacía preguntas a ambos. Cuando Will le puso delante la declaración de la niñera, la jueza la apartó con un gesto alegando que ya la había leído. Entonces miró fijamente a Amber y le preguntó:

Ann: ¿Y qué me dice de usted, señora Efron? ¿Ha pegado alguna vez a su hija?

Amber: En una ocasión, señoría -respondió inclinando la cabeza con fingida humildad-. Estaba histérica.

La jueza miró a la niña y le hizo un gesto para que se acercara. Jessica se levantó de mala gana y se sentó en la silla que había preparada al lado de la mesa presidencial.

Ann: Bueno, jovencita. ¿Sabes lo que significa decir la verdad? -le preguntó mirándola fijamente-.

Jess: Sí -susurró-.

Ann: ¿Y prometes decir toda la verdad hoy?

Jessica aspiró con fuerza el aire. Le temblaba el labio inferior.

Jess: Lo prometo -dijo finalmente en un hilo de voz-.

Ann: ¿Te ha pegado tu madre más de una vez?

Zac se inclinó y le susurró algo a Will en el oído. El abogado le puso la mano en el hombro. Cuando la jueza repitió la pregunta, Jessica respondió:

Jess: No lo sé.

Ann: ¿No lo sabes?

Jess: No me acuerdo.

La jueza compuso una mueca y ordenó con impaciencia:

Ann: Di la verdad, jovencita.

Jess: No lo sé -repitió mientras comenzaba a llorar en silencio-.

Zac agarró de nuevo la manga de Will y le volvió a decir algo al oído.

Will: Señoría, tenemos otro testigo que podrá declarar sobre el temperamento violento de la señora Efron -dijo el abogado poniéndose de pie-. Y sinceramente, mi cliente preferiría que su hija no tuviera que declarar contra ninguno de sus padres.

La jueza suspiró pero finalmente le hizo un gesto a Jessica para que regresara a su sitio.

Entonces Will miró a Vanessa, que se puso de pie y se estiró la falda y se acercó al estrado. Amber se revolvió con incomodidad en su silla.

A la pregunta de Will, la enfermera contó su encuentro con Amber. El relato fue varias veces interrumpido por las objeciones del abogado de Amber y de la propia aludida. Will admitió que habían retirado los cargos de asalto para que Vanessa pudiera testificar. La jueza hizo una mueca después de escuchar aquello. Era imposible saber en qué estaba pensando.

Will le pidió entonces a Vanessa que contara la primera visita que los niños le habían hecho a su padre tras su “desafortunada caída” y juntos detallaron el comportamiento que Jessica tuvo aquel día. El resultado final fue que la jueza volvió a llamar a la niña al estrado.

Ann: Cuando destrozaste tu habitación, ¿estabas enfadada con tu padre? -quiso saber-.

Jess: No -respondió encogiéndose de hombros y bajando la cabeza-.

Ann: ¿Y con tu madre?

Jess: No.

Ann: Entonces, ¿por qué lo hiciste?

Jess: No lo sé -dijo encogiéndose otra vez de hombros-.

Ann: Señorita Efron, estoy empezando a perder la paciencia con usted -aseguró-.

Elisabeth: Señoría, si me lo permite, tal vez yo podría hacerle a Jessica las preguntas -intervino la doctora Clement poniéndose en pie-. Como sabe, soy su terapeuta y creo que juntas podremos llegar a conseguir alguna respuesta satisfactoria.

Zac miró sorprendido a Will, que se inclinó hacia él y le dijo algo que debió enfurecerlo.

Zac: ¡Protesto firmemente, señoría! -aseguró con firmeza-.

Amber: ¡No puede hacer esto! -gritó casi al mismo tiempo abalanzándose hacia el estrado y golpeando la mesa con los puños-.

La jueza sonrió con frialdad mientras el abogado de Amber la agarraba para sentarla de nuevo en su sitio.

Ann: Al parecer, las dos partes están de acuerdo en esto, lo que me lleva a pensar que la doctora Clement puede ser de gran ayuda -aseguró mirando a Amber y a Zac-. Adelante, doctora.

Elisabeth: Jessica, ¿recuerdas que el otro día hablamos de que cuando quieres mucho a alguien harías todo lo que quisiera aunque de verdad no quisieras hacerlo? -preguntó la doctora tomando asiento al lado de la pequeña-.

Zac: Por favor, no lo permita -pidió poniéndose en pie-. Es solo una niña.

Con el rostro de piedra, la jueza le pidió a Will que mantuviera callado a su cliente y le hizo un gesto a la doctora para que continuara.

Elisabeth: Jessica, ¿tu mamá te pega? -le preguntó tomándola suavemente de la mano-.

Jess: A... a veces -murmuró-.

Elisabeth: ¿Todos los días? -presionó la médico-.

Jess: Casi todos -reconoció bajando la cabeza-.

Amber: ¡Eso es mentira! -gritó-.

Ann: Silencio -ordenó la jueza señalándola con el dedo-.

Elisabeth: Jessica, ahora voy a hacerte la pregunta más difícil para que la jueza lo entienda todo. No tengas miedo -continuó la doctora-.

Zac: Oh, Dios mío -murmuró hundiendo el rostro entre las manos-.

Elisabeth: Jessica, ¿qué ocurrió la noche en que tu padre se cayó por las escaleras?

Zac: ¡No! -exclamó poniéndose en pie-. ¡Déjenla en paz!

Amber: ¿Adónde intenta llegar?

Ann: Contesta a la pregunta -ordenó la jueza mirando a la niña fijamente-.

Jessica temblaba de la cabeza a los pies. La doctora Clement la agarró suavemente de los hombros, la miró a los ojos y le preguntó.

Elisabeth: Jessica, ¿por qué empujaste a tu padre por las escaleras?

Vanessa abrió la boca. Zac se tapó la cabeza con los brazos. Y Jessica gritó:

Jess: ¡Mamá me lo pidió!

Amber: ¡Eres una zorra mentirosa! -gritó levantándose de su silla-.

Zac se dirigió a toda prisa hacia Jessica.

Zac: No pasa nada, cariño -aseguró estrechándola entre sus brazos-. Ya sé que no querías hacerme daño. Me salvaste. Conseguiste ayuda. Te quedaste a mi lado y me cuidaste. Hiciste lo que tenías que hacer.

Ness: Oh, Dios mío... -susurró tapándole a Alex los oídos con las manos-. Oh, Dios mío...

Al pensar hasta dónde había llegado Zac para proteger a su hija, Vanessa sintió que el corazón se le colmaba de orgullo. Mientras tanto, Amber seguía gritando.

Amber: ¡Fue idea suya! ¡Quería su dinero! ¡Dijo incluso que merecía morir por todo lo que nos había hecho!

Ann: ¡Siéntese ahora mismo o haré que la arresten por desacato! -ordenó la jueza poniéndose en pie-.

La doctora Clement se arrodilló en el suelo al lado de Zac y su hija.

Elisabeth: Jessica, ¿cómo te convenció tu madre para que empujaras a tu padre por las escaleras?

Jess: Dijo que si la quería, si quería que fuera feliz, lo único que tenía que hacer era ponerme detrás de él y empujarlo -aseguró girando hacia la jueza su rostro bañado en lágrimas-. Me lo decía todas las noches que nos quedábamos a dormir en casa de papá. Decía que ella haría ruido para hacerlo salir a la oscuridad. Lo único que yo tenía que hacer era esperar a que subiera a las escaleras y entonces empujarlo. Me dijo que entonces iría al cielo y todos estaríamos contentos porque ella me querría mucho si lo hacía. Me lo repetía una y otra vez. Me decía: Empújalo, empújalo.

Amber se sentó en la esquina de su silla y empezó a llorar ruidosamente. La doctora Clement miró a la jueza, que observaba a Jessica con la boca abierta.

Zac: No pasa nada, cariño -susurró abrazando a su hija con fuerza-. Te quiero. No pasa nada.

Jess: Lo siento, papá -lloró echándole los brazos al cuello-. Lo siento mucho.

Zac: No pasa nada, tranquila -le repitió mirando por encima de su hombro a Vanessa, que lloraba en silencio-. Todo va a salir bien.

Ness: Todo va a salir bien -susurró asintiendo con la cabeza y dedicándole una sonrisa angelical de puro amor-.




La verdad salio a la luz por fin... No había que ser un genio para saber que la que andaba detrás de todo era Amber. Mal bicho (¬_¬)

Y la buena noticia, que todos esperábamos también, ¡es que Zac y Ness se casan! 

¡Thank you por los coments y las visitas!

Solo queda el epílogo y luego nueva nove, de la que solo os adelanto que volverá a haber alguien escalabrao XD

¡Comentad, please!

¡Un besi!

lunes, 26 de enero de 2015

Capítulo 13


Ness: Vaya, mira quién está aquí -dijo sonriéndole a Will-. Siento no haber llegado a la puerta.

El abogado se levantó de la silla que había al lado de la hamaca de Zac.

Will: Por una parte, creo que es un avance que haya sido el muchacho quien me haya abierto. Aunque por otro lado no es ni por asomo tan guapo como tú.

Will abrió los brazos y ella se acercó para abrazarlo brevemente mientras se reía y se apartaba un mechón de pelo que se le había salido de la coleta. Vio entonces una bolsa de plástico grande en lo alto de las escaleras y frunció el ceño.

Antes, cuando iba a salir a tirarla a la basura que había en el callejón, Zac le había pegado un grito para que contestara al teléfono. Para cuando consiguió convencer a la enfermera jefe, que había conseguido su número a través de su hermano, de que no estaba interesada en dejar su actual empleo, ya se había olvidado de la basura. Trató de recordar que debía bajarla antes de la cena. Si la sacaba cuando se hiciera de noche, algún armadillo o algún coyote podría destrozarla y por la mañana se encontrarían su contenido esparcido por todas partes.

Los últimos rayos de la tarde los iluminaban con una luz amarilla cálida y pacífica. Era el momento ideal de año para sentarse en el porche y disfrutar del sol. La temperatura era perfecta. No hacía todavía demasiado calor y corría una suave brisa. Dentro de poco los días se harían más fríos a medida que avanzara el otoño.

Mientras tanto, Will se había puesto en jarras y miraba a Zac con gesto divertido.

Will: ¿Y qué ha pasado con Mary?

Zac le dio un último sorbo a su taza de té y la dejó sobre la mesita auxiliar que tenía a la izquierda.

Zac: Mary se ha auto reducido las horas. Dice que no tiene nada que hacer con Vanessa por aquí.

Ness: Lo único que hago es recoger y limpiar lo que yo ensucio -protestó alzando los brazos-. ¿Tan difícil es de entender? Además, le pagabas demasiado a esa mujer. Y hablando de tareas domésticas, voy a tirar la basura antes de cenar.

Will: Ya la tiro yo -se ofreció levantándose a toda prisa de la silla-.

Pero Vanessa hizo un gesto con la mano y se dirigió a las escaleras.

Ness: No, no, tú vas de traje. Ya me encargo yo. No tardaré ni un minuto. ¿Por qué no entráis ya? Cuando vuelva prepararé algo de cena.

Will: ¡Sí! -exclamó frotándose las manos-.

Zac: ¿No tienes a nadie más que te alimente? -se quejó agarrándose del brazo de su amigo para levantarse-.

Will: Claro que sí -respondió el abogado-. Pero tú tienes la cocinera más guapa.

Vanessa sonrió y siguió su camino. Con una mano levantó la bolsa de basura y con la otra abrió la portezuela que había al final de las escaleras antes de bajar hacia el sendero que había detrás. La bolsa no pesaba demasiado, pero Vanessa se tomó su tiempo. Cada vez que sacaba la basura pensaba en Zac cayéndose por aquellas mismas escaleras y un escalofrío le recorría la espina dorsal.

Cuando llegó al final de las escaleras se giró hacia el contenedor que había oculto debajo de ellas. Levantó la tapa y dejó caer la bolsa encima de las otras dos que ya había allí. Recogería la basura al día siguiente por la mañana. Al estirarse para dejar caer la tapa, un movimiento en su visión periférica la obligó a girar la cabeza hacia aquella dirección. Vanessa tragó saliva y dio un paso atrás mientras Amber estiraba la mano y la agarraba de la muñeca.

Amber: Quiero hablar contigo.

Vanessa se soltó la mano con un movimiento brusco.

Ness: Será mejor que Zac no te vea aquí.

Vestida con zapatillas de deporte y un chándal gris, Amber se las arreglaba sin embargo para parecer elegante. Con sus pantalones vaqueros y su camiseta, Vanessa se sentía en clara desventaja.

Amber: He dicho que quiero hablar contigo.

Ness: Ya conoces el número de teléfono.

Amber: Lo que tengo que decirte tengo que decírtelo a la cara.

Vanessa se cruzó de brazos.

Ness: Pues empieza ya. Tengo que preparar la cena.

Amber le imitó el gesto, lo que sirvió para enfatizar el tamaño de sus pechos, y comenzó a andar en círculo alrededor de Vanessa.

Amber: Nunca conseguirás mantener su interés.

El tono de Amber no dejaba lugar a dudas de que sabía lo suyo. Vanessa volvió a sentir un escalofrío que le recorrió la espina dorsal, pero mantuvo la compostura.

Ness: Muy bien. ¿Algo más?

Amber: ¿Qué te ha contado? -preguntó bruscamente-.

Ness: ¿Sobre qué?

Amber: No te hagas la tonta conmigo, enfermera Hudgens. Sé dónde vives.

Ness: ¿Me estás amenazando?

Amber: No me subestimes, enfermerita. He hablado con tu supervisor del hospital, y también podría ir a hablar con tu hermano.

La rabia por las amenazas de aquella mujer se mezcló con una sensación casi divertida ante lo absurdo de sus comentarios, pero se negó a que se le notara.

Ness: ¿Esta conversación tiene algún sentido o se trata solo de competir conmigo?

La suave belleza de las facciones de Amber se transformó de pronto en una máscara de malicia.

Amber: ¿Cómo te atreves a compararte siquiera conmigo? -exclamó mirándola de arriba abajo con infinito desdén-. No eres nada ni nadie y careces de atractivo. Ningún hombre se daría la vuelta para mirarte.

Ness: ¿De verdad? -respondió con una sonrisa inocente-. Es curioso, porque Zac no parece estar de acuerdo contigo.

Un brillo de furia se desprendió de los ojos azules de Amber, pero un instante después recuperaron su frialdad habitual.

Amber: No te engañes. El sexo no significa nada. A Zac le vienes muy bien en este momento, le vienes de perlas. Eso es todo.

Ness: Sí eso fuera así tú no estarías aquí -respondió tratando con todas sus fuerzas de disimular su inquietud-.

Amber: Al contrario -repuso con exquisita calma-. Por eso precisamente he venido. Quiero que te vayas de esta casa.

Ness: Lo que demuestra que no puedes soportar tener competencia -aseguró-.

Amber: Quiero que te marches porque le vienes bien -insistió-. Y no se lo merece.

Ness: ¿Y quién te ha nombrado a ti su juez? -quiso saber-.

Amber: Él mismo lo hizo cuando se casó conmigo.

Ness: Pero también se divorció de ti.

Amber dio un paso adelante con gesto amenazador.

Amber: ¿Y crees que con eso se ha librado? Merece pagar por lo que me ha hecho.

Ness: ¿Por lo que te ha hecho? -exclamó-. ¡No fue él quien te tiró por las escaleras!

Amber: ¿Y qué? Me ha hecho daño en otros sentidos. ¿Sabes cuántas puertas se me cerraron cuando se divorció de mí? Muchas personas que eran amigas mías me dieron la espalda. Personas importantes.

Ness: Te refieres a personas que salen en las páginas de sociedad -le espetó-. Personas tan vacías y mentirosas como tú.

Amber: ¡Personas con dinero! -gritó-. No sabes lo que es vivir como ellos. No puedes ni imaginártelo porque estás muy por debajo de ellas.

Ness: ¿Y tú no?

Amber: Yo nací para formar parte de ese mundo -afirmó-.

Sus ojos brillaban con una fiebre cercana al fanatismo.

Ness: Y al ser un Efron, Zac era tu pasaporte, ¿verdad? Deberías haberlo pensado dos veces antes de engañarlo.

Amber: ¡Aquello fue solo sexo!

Ness: ¿De veras? Al parecer todas esas personas que te dieron la espalda no son de la misma opinión.

Amber: ¡No fue por aquella aventura! -contestó acaloradamente-. ¡Fue por el divorcio! Esa gente, la gente como nosotros, no estamos sujetos a las mismas convenciones absurdas que los demás. Estamos por encima de esas cosas.

Ness: Pues ya ves que no -respondió con sequedad-.

Amber: ¿Y de quién es la culpa? -insistió-. ¡Por él lo perdí todo!

Ness: La culpa fue tuya.

Amber se llevó los puños a las sienes en gesto de frustración.

Amber: Lo que hice no tuvo importancia. El amor es algo incondicional.

Ness: Pero tiene que ser recíproco -señaló-.

Amber: ¡Yo lo amaba! -exclamó-. Zac es todo lo que siempre he querido: Guapo, rico, y procede de una de las familias más importantes de Texas. Lo invitan a todas las fiestas, a las mejores mansiones. Deberías ver el modo en que se inclinan ante él. ¡Y a él no podría importarle menos!

Ness: Pero a ti sí -murmuró, que había comprendido por fin el distorsionado razonamiento de la otra mujer-. No puedes entender que un hombre como Zac no valore algo tan superficial como eso.

Amber: ¿Superficial? -le espetó-. ¿Y tú qué sabrás? Apuesto a que eras una de esas chicas en las que nadie se fijaba en el colegio. Yo era la alumna más popular del instituto. Y también en la universidad. ¡Y debería haber sido la chica más popular de San Antonio!

Ness: ¿No te das cuenta de que no vale la pena dejarse la vida por esa gente? Solo te aceptaron porque estabas casada con un Efron.

Amber: ¡Y así debería seguir! -insistió-. ¿No lo entiendes? Zac lo estropeó todo. Pero se lo advertí. O lo soluciona o pagará por ello.

Ness: Nunca volverá contigo -aseguró con rotundidad-.

El rostro de Amber se endureció.

Amber: Entonces, pagará por ello -murmuró entre dientes-.

Vanessa alzó los brazos con gesto frustrado.

Ness: ¡Solo conseguirás hacerte daño a ti misma! ¿Qué piensas hacer? ¿Provocarle un nuevo accidente?

Amber reaccionó exactamente como Vanessa siempre había imaginado que lo haría. Abrió desmesuradamente los ojos en gesto alarmado y su rostro perfecto palideció. Sin embargo, un instante después una expresión de absoluta seguridad en sí misma sustituyó al miedo.

Amber: No sabes de qué estás hablando.

Ness: Venga ya. Las dos sabemos que tú empujaste a Zac y que Jessica te vio hacerlo.

Para su disgusto, Amber echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada.

Amber: Cielos, eres tan tonta como pareces.

Ness: Aunque Zac no permite que testifique en tu contra, algún día la verdad saldrá a la luz -continuó-.

Amber: Mi hija nunca le contará a nadie lo que sucedió aquella noche -aseguró con una seguridad escalofriante-.

A Vanessa le resultaba incomprensible que Jessica no terminara sintiendo la necesidad de contar lo que sabía, pero tenía la sensación de que Amber estaba absolutamente convencida de que su hija nunca la traicionaría.

Ness: ¿Y por qué? -se preguntó en voz alta-.

Amber se giró ligeramente.

Amber: Porque sabe lo peligroso que es su padre, por supuesto.

Ness: Zac no es peligroso.

Amber: No tienes ni idea de lo que es capaz de hacer -insistió con los ojos brillantes-. Si Jessica no tuviera miedo haría que lo encerraran durante el resto de su vida.

Ness: ¡Eso es mentira!

Amber: ¿Ah, sí? -preguntó con sarcasmo-. Si una niña pequeña dice que su padre hizo algo malo, ¿no la creerías?

Vanessa se sentía físicamente enferma.

Ness: Jessica no diría nunca una cosa así.

Amber: Lo haría si yo se lo pidiera.

Vanessa sacudió la cabeza. De repente sentía mucho miedo por Zac.

Ness: Estás enferma. Lo sabes, ¿verdad? Necesitas ayuda.

Amber: ¡No! -gritó-. ¡No digas eso!

Vanessa dio un paso atrás.

Ness: Deberías estar en el hospital -musitó-.

Amber: ¡Nooo!

De pronto, Amber se lanzó sobre ella. Le clavó las uñas en la cara y en el brazo. Le tiró del pelo, la golpeó y le dio patadas. Vanessa levantó los brazos para protegerse lo mejor que pudo, asombrada en un principio. Recordó lo que Zac le había contado sobre los ataques de Amber y cómo no se había atrevido a defenderse. Pero Vanessa no tenía por qué contenerse. De pronto, explosionó toda la rabia ante la injusticia de la que eran víctimas Zac, sus hijos y ahora también ella misma por culpa de aquella mujer. Para algo tenía que servirle haber crecido con un hermano.

Agarrándola del tacón de la sandalia, consiguió que Amber perdiera el equilibrio y cayera al suelo como un saco de arena. Pero se levantó enseguida llena de rabia y fue a parar al puño de Vanessa. El golpe apenas le rozó el hombro, pero le dio la oportunidad de agarrar a Amber por la muñeca, doblarle el brazo y arrojarla al suelo. La mujer aterrizó con un grito y se quedó tumbada. boca arriba. Vanessa le puso un pie en el estómago y la retuvo de aquella manera.

Ness: Y ahora, escúchame bien -le dijo inclinándose con los puños apretados; decidida a penetrar en su locura-. Si algo les pasara, y cuando digo “algo” me refiero al más mínimo daño, a Zac o a esos niños, haré que te encierren.

Amber: No... no puedes hacer eso.

Ness: Oh, sí, claro que puedo -aseguró-. Ahora no estás tratando con un hombre contenido por su decencia ni con una niña confundida y asustada. Conozco gente, médicos que pueden encerrarte. ¿Entiendes?

Amber se limitó a mirarla fijamente, pero el miedo que reflejaban sus ojos fue respuesta suficiente para Vanessa. Entonces se apartó de la mujer y se colocó a una distancia prudencial.

Amber se incorporó con dificultad.

Amber: No sabes nada -susurró como si estuviera tratando de convencerse a sí misma-.

De pronto se escuchó la voz de Will gritando desde arriba.

Will: Vanessa, ¿por qué tardas tanto?

Amber salió corriendo y gritó por encima de su hombro:

Amber: ¡No sabes nada!

Will: ¡Vanessa! -exclamó agobiado bajando las escaleras-.

Ness: Sé lo suficiente -murmuró mientras Amber se batía en retirada-.

Se llevó la mano a la mejilla escocida justo en el momento en que Will llegó a su lado. Miró durante un instante su cabello alborotado y la rodeó con sus brazos en gesto protector.

Will: He oído a Amber, ¿dónde está?

Ness: Se ha ido.

El sonido de las llantas de un coche rozando sobre el pavimento al alejarse confirmaron la afirmación de Vanessa. Will le giró el rostro hacia la luz. A los pies de la colina, con el sol escondiéndose tras el horizonte, las sombras se habían intensificado considerablemente durante los últimos minutos aunque al parecer no lo suficiente para oscurecerle la herida.

Will: ¡Estás herida!

Vanessa se miró el brazo. Tenía la piel cubierta de arañazos rojos. La sangre le había manchado la manga.

Ness: Parece peor de lo que es -murmuró-. Pero bastará -concluyó con seguridad alzando la vista para mirar a Will-. Amber me ha atacado. Quiero presentar cargos. Sé que puede hacerse con pruebas menos irrefutables que estas.

Will le examinó el brazo con el ceño fruncido por la preocupación. Luego la miró a los ojos.

Will: ¿Qué ha ocurrido?

Ness: Me estaba esperando cuando bajé con la basura. Discutimos y después me atacó. Es tal y como dijisteis que era. Teníais razón los dos, Zac y tú. Está loca, y hará cualquier cosa con tal de hacerle daño. A menos que la detengamos.

Will se acarició la barbilla.

Will: Puede que funcione. Desde luego es suficiente para ir a juicio, pero Vanessa, tienes que saber que después de esto irá a por ti.

Ness: Si ganamos no -aseguró alzando la barbilla en gesto desafiante-.

Will: Sobre todo si ganamos -le advirtió el abogado-. Y a Zac no le va a gustar.

Como si hubiera estado esperando a que mencionaran su nombre, Zac escogió aquel momento para gritar:

Zac: ¿Vanessa? ¿Will? ¿Qué pasa?

Ambos oyeron el sonido de sus muletas contra la madera del porche.

Ness: No es Zac el que tiene que tomar la decisión -dijo girándose hacia las escaleras-.

Will: En ese caso -dijo siguiéndola-, espero que me dejes recomendarte a un buen abogado.

Ness: Oh, sí.

Y se preparó para la batalla que iba a comenzar.




Ahora ya sabéis de qué batalla hablaba. Y aún les queda otra =S Amber, mala pécora (¬_¬)

¡Thank you por los coments y las visitas!

Por cierto, solo queda un capi y el epílogo.

¡Comentad, please!

¡Un besi!


viernes, 23 de enero de 2015

Capítulo 12


El súbito sonido de la alarma hizo que Vanessa diera un respingo y dejara caer en el fregadero la lechuga que estaba lavando. El agua se derramó por la encimera. Dando un paso atrás, se llevó la mano mojada al corazón y compuso un gesto irritado. Desde la noche en que Zac y ella se habían convertido en amantes habían programado la alarma durante veinticuatro horas porque él había insistido. Vanessa había protestado, porque ella no tenía miedo de Amber. La veía como cualquier matón. Cuando se enfrentara a un igual mostraría sus verdaderos colores. Sin embargo, mientras mantuviera rehenes a sus hijos, Zac no era un igual.

Tras secarse las manos en un paño de cocina, Vanessa salió corriendo hacia el panel de control que estaba en una de las paredes del pasillo que daba al comedor. Si la alarma no se desconectaba al primer minuto, la policía recibía automáticamente el aviso. Marcó el código que la apagaba y bendijo el silencio que se hizo hasta que Zac gritó desde el estudio:

Zac: ¿Qué ocurre?

Ness: Todavía no lo sé -gritó a su vez-.

Entonces apretó el botón del intercomunicador y habló al micrófono, consciente de que su voz sería escuchada desde fuera.

Zac: ¿Quién es?

Ness: Will. ¡Es Will! -le gritó a Zac antes de volver a apretar el botón-. ¿Dónde estás?

Will: ¿Cómo que dónde estoy? Pues en la puerta de entrada.

Ness: ¿Y por qué no has llamado al timbre? Bueno, da igual. Espera un momento. -Salió corriendo hacia la puerta no sin antes dejar el trapo y gritarle a Zac, que se había acercado todo lo deprisa que le permitían las muletas:- Relájate. Will está en la puerta.

Zac puso los ojos en blanco y se acercó a duras penas hasta la mesa del comedor pequeño en la que ella serviría dentro de poco la comida.

Zac: ¿Y por qué demonios no ha llamado al timbre? -murmuró entre dientes-.

Vanessa se acercó a la entrada y cuando abrió se encontró con Will apoyado contra el quicio y sacudiendo la cabeza.

Will: ¿Qué está ocurriendo?

Ness: Has hecho que se disparara la alarma.

Will: Lo siento. Debo haber tocado algo sin darme cuenta al buscar el timbre -murmuró-.

Vanessa se dio la vuelta y encabezó la marcha hacia el interior de la casa.

Ness: Si quieres saber mi opinión, creo que esa cosa estúpida no debería estar conectada durante el día.

Will cerró la puerta y la siguió.

Will: Supongo que tu jefe ha decidido otra cosa.

Ella asintió con la cabeza y suspiró.

Ness: Tiene miedo por mí.

Will: ¿Por ti?

Vanessa bajó el tono de voz.

Ness: Tuvo una pesadilla en la que al parecer Amber me atacaba.

Zac: Toma asiento, Will -dijo entrando en aquel momento apoyado en las muletas-. Está claro que has venido para quedarte a comer...

Will se giró hacia Vanessa.

Will: Sí no supone un problema... -dijo esperanzado-.

Ness: En absoluto.

Will: Entonces, si nos importa, me quedo. -aseguró el abogado frotándose las manos antes de agarrar una silla-.

Zac se giró hacia Vanessa y le dijo:

Zac: Ángel, vuelve a conectar la alarma antes de que termines de hacer la comida, ¿de acuerdo?

Vanessa le dedicó a Will una mirada de “Ya te lo dije” y luego besó distraídamente en los labios a Zac antes de dirigirse a la cocina.

Will: Veo que no hace falta preguntar qué tal os va, a la vista del desarrollo de los acontecimientos -apuntó-.

Vanessa se quedó paralizada y cayó en la cuenta de que acababan de delatarse. Aquellos besos fugaces les parecían tan naturales y se habían convertido en algo tan habitual que no se lo había pensado dos veces antes de hacerlo en frente de Will.

Zac se aclaró la garganta y dijo con tranquilidad:

Zac: Tú qué sabrás del desarrollo de los acontecimientos.

Will: Tal vez nada, pero sé reconocer un beso.

Zac: Cómete tus propios higadillos, abogado.

Will: Preferiría remover los tuyos con una cuchara.

Zac: Te invito a intentarlo.

Will: ¿Vas a pegarme con la muleta?

Ness: ¡Por favor! -intervino girándose con los brazos cruzados-. Ya está bien, vosotros dos. O jugáis los dos juntos o me veré obligada a mandaros a cada uno a una habitación.

Zac: A mí me parece bien -aseguró mirando fijamente a Will aunque se estuviera dirigiendo a Vanessa-. Siempre y cuanto tú vengas conmigo como es habitual, cariño.

Will: Eres lo peor -murmuró-.

Ness: ¡Zac! -exclamó-.

Zac: ¿Qué pasa? -preguntó mirándola con una expresión de inocencia absoluta con la que no consiguió engañarla-. ¿No querías que lo supiera?

Ness: ¡No es eso! Es solo que Will no está interesado en nuestros...

Zac: ¿Asuntos de cama? -sugirió-.

Ness: En nuestros asuntos personales -respondió sintiendo cómo se sonrojaba-.

Zac alzó una ceja y miró fijamente a su amigo.

Zac: A mi me parece que está muy interesado.

Will: Tan interesado como puedas estarlo tú en hacerme saber que te has puesto una medalla.

Ness: ¡Ya basta! -exclamó-. Os estáis comportando como un par de bueyes. Sois amigos íntimos, por el amor de Dios, y a quien yo elija o deje de elegir para dormir no está abierto a ninguna discusión.

El rostro de Will pareció petrificarse de golpe. Por su parte, Zac sonrió abiertamente.

Zac: Sí, señora.

Entonces le guiñó un ojo y Vanessa supo que lo había hecho adrede, había girado la cara cuando fue a besarlo para darle a Will en las narices con su relación, como si Will estuviera interesado en algo más que un coqueteo. Se dio la vuelta y se dirigió al panel de control, donde volvió a pulsar el código de la alarma con gesto enfadado. Cuando estaba tecleando el tercer número se le ocurrió pensar si no sería verdad que, tal y como lo había expresado Will, Zac se había puesto una medalla, consciente o inconscientemente. Estaba celoso, y quería que Will supiera que ella ya tenía dueño. Sonriendo, pulsó los dos dígitos que faltaban.

Will: Eres más inteligente de lo que pensaba -le dijo a Zac a regañadientes-.

Transcurrido un instante, Zac suspiró.

Zac: Más egoísta, querrás decir.

Will: Bueno, eso no hace falta ni decirlo -reconoció con una ironía que ayudó a calmar el ambiente-. Pero te aviso una cosa, amigo: Tal vez decida contratar a una enfermera personal para mí solo.

Zac: ¿Quieres que alguien te ayude para saber qué huesos romperme?

Will: Ya te darías cuenta.

Zac: Yo estaré encantado de hacerte a ti una demostración.

Vanessa puso los ojos en blanco y se dirigió a la cocina. Mientras ellos se enfrentaban verbalmente, terminó de lavar la lechuga, hizo unas tostadas de ajo, colocó otro plato en la mesa y sacó la ensalada de pollo de la nevera. Para cuando la comida estuvo en la mesa, la conversación había girado hacia alguien que trabajaba en la oficina de Will, alguien que Zac conocía y en el que Will tenía al parecer muy poca confianza. Ambos se rieron con la última pifia legal de aquel personaje. Después dejó el tenedor y apartó el plato.

Will: Ha sido una comida deliciosa -le dijo a Vanessa-. Tienes un gusto sospechoso en lo que a hombres se refiere, pero tu cocina es siempre de primera clase.

Ella echó mano al plato y preguntó con ironía:

Ness: ¿Quiere eso decir que fregarás los platos en agradecimiento?

Will miró a Zac como si le estuviera preguntando: “¿Te lo puedes creer?” Luego se cruzó de brazos y dijo:

Will: Mala suerte. Yo soy el que se va a ir solo a casa, ¿recuerdas? Deja que aquí el paciente haga el trabajo sucio.

Zac levantó rápidamente el brazo escayolado.

Zac: Me temo que esta semana no podrá ser.

Vanessa se puso en pie y comenzó a recoger la mesa mientras comentaba con buen humor:

Ness: Estáis hechos unos príncipes los dos. Creo que os cambiaré a ambos por un ogro vestido con gorro de cocinero y una esponja.

Will: ¡Ay!

Zac: ¡Doble ay! -añadió-.

Ness: Ay, pobrecito mío -bromeó-. ¿Te duele?

Él le pasó el brazo por la cintura y le sugirió con adulación:

Zac: Supongo que si me das un beso mejoraré.

Vanessa sonrió y se inclinó para rozarle la punta de la nariz con la suya.

Ness: Cuando acabe con los platos, tal vez -dijo con su tono más sensual-.

Zac levantó el brazo escayolado y miró a Will a los ojos, preguntándole con sarcasmo:

Zac: No llevarás encima un guante de goma extra largo, ¿verdad?

Will: Ya quisieras tú.

Vanessa soltó una carcajada y llevó los platos a la cocina. Los dejó sobre la encimera y cuando se disponía a regresar a la mesa a por más, escuchó a Zac decir:

Zac: Muy bien, abogado. No has venido solo para comer gratis, ¿verdad?

Will la miró mientras ella se colocaba al lado de Zac. Él levantó el brazo bueno y la tomó de la cintura mientras esperaba a que su amigo hablara.

Will: El juez ha firmado esta mañana una orden obligando a Amber a que lleve a Jessica a un médico independiente.

Vanessa sintió que Zac se quedaba petrificado.

Ness: Eso es bueno, ¿no? -preguntó rápidamente-.

Zac: Eso es maravilloso -aseguró apretándola contra él-. ¿Cómo lo has conseguido? -le preguntó a Will-.

Will: La niñera. Empezó a silbar la melodía cuando vio cómo Amber trataba a la niña, pero se decidió a cantarla entera cuando la amenazó a ella directamente.

Zac: ¿Con qué clase de amenazas? -preguntó poniéndose rígido-.

Will se encogió de hombros.

Will: Le dijo que se encargaría de que no volviera a trabajar nunca más, que le diría a todo el mundo que era una mala niñera. Todo lo que te puedas esperar de Amber.

Nss: Pero nada físico -aclaró-.

Will: Abiertamente no -aseguró-. Pero tras hablar con el juez, la niñera siguió sabiamente mi consejo y aceptó un trabajo en otro estado.

Ness: Pero tú no crees realmente que Amber podría atacarla físicamente...

Will miró significativamente a Zac y después de nuevo a ella, como si quisiera decirle: “¿Acaso no es obvio?”

Zac: ¿Cuándo podrá ver Jessica al médico? -preguntó de pronto-.

Will rebuscó en el bolsillo interior de su chaqueta y sacó una hoja de papel doblado.

Will: En cuanto escojas uno de la lista que me ha facilitado el tribunal y consigamos cita. -El abogado desdobló el papel y se lo acercó a Zac por encima de la mesa, añadiendo:- He puesto una estrella delante de los que me han recomendado y he tachado un par de ellos porque me han dicho que no se les dan muy bien los niños.

Zac estudió la lista. Vanessa hizo lo propio y reconoció en ella varios nombres. Sin embargo, uno de ellos le llamó particularmente la atención y lo señaló con el dedo.

Ness: Esta mujer es una médico excelente y una de las pocas psiquiatras que aparecen en el listado.

Zac: ¿La conoces? -preguntó alzando la vista-.

Vanessa asintió con la cabeza.

Ness: Es una médico especializada en psiquiatría infantil. He atendido a muchos pacientes suyos. Uno de ellos era el único superviviente de un accidente de coche en el que murieron sus padres. Cuando lo conocí era un niño de once años que había intentado suicidarse arrojándose delante de un coche en marcha. La primera vez que intenté cambiarle el vendaje lanzó pestes contra mí. La doctora Clement cambió completamente a aquel niño. Lo han adoptado y tengo entendido que es un magnífico estudiante. La doctora Clement lleva encima una foto suya, igual que la de otros muchos de sus pacientes, y siempre que me la encuentro me pone al día de sus vidas.

Zac: Comprado -aseguró devolviéndole el papel a Will-.

Will: Concertaré una cita.

Ness: Saluda a la doctora Clement de mi parte -añadió-. Tal vez eso ayude a acelerar un poco las cosas.

Will: Desde luego, daño no hará -reconoció-.

Zac la atrajo hacia sí otra vez y asintió con la cabeza.

Zac: Gracias, ángel. Te agradezco la implicación.

Ness: Me alegro de poder hacer algo para ayudar.

Will volvió a doblar el papel y lo guardó en el mismo lugar del que lo había sacado sacudiendo la cabeza en dirección a Zac.

Will: Parece que la suerte ha vuelto a ti a lo grande, amigo.

Zac: Ya iba siendo hora, ¿no crees?

Will: Bueno, tengo que volver al despacho -aseguró poniéndose en pie y apartando la silla-. Gracias por la comida.

Zac: Ha sido un placer -respondió mientras su amigo metía la silla debajo de la mesa-.

Ness: Un placer total -estuvo de acuerdo-. Iré contigo para cerrar la puerta cuando salgas.

Will: De acuerdo, adelante pues -bromeó rodeando la mesa para ofrecerle el brazo-.

Zac: Oye, nada de tonterías -le advirtió-.

Will: ¿Qué tiene de malo?

Zac: No creas que vas a conseguir nada -aseguró-.

Will: Tal vez sí -sugirió alzando una ceja y mirando a Vanessa-.

Ness: Bueno... -murmuró mirándolo de arriba abajo con ojos escrutadores-. Con un buen tinte de pelo y un poco de cirugía plástica... No, con mucha cirugía.

Will: ¡Oye!

Zac soltó una carcajada. El abogado fingió sentirse muy herido en sus sentimientos. Vanessa se limitó a sonreír, lo agarró del brazo y se echó a andar con él.

Will: Está claro que sabes cómo explotar la burbuja de un chico -gruñó de buen humor-.

Ness: Lo superarás -aseguró con ironía-.

Will: Tal vez -respondió bajando el tono de voz-. Porque está claro lo que sientes por él.

Ness: Estoy loca por él -admitió suavemente-. Totalmente loca.

Will: Tal y como dije antes, es obvio que el hombre ha recuperado su buena suerte.

Ness: Eso espero -replicó esperanzada-.

Will: Y yo también -confesó-.

Se detuvieron delante de la puerta de entrada y Vanessa se soltó el brazo.

Ness: Me alegra escuchar eso. Nunca me perdonaría a mí misma haberme interpuesto entre vosotros.

Will: Eso no podría pasar nunca -respondió con una sonrisa-. Porque está claro que lo prefieres a él.

Ness: Tú eres el número dos de mi lista -reconoció para consolarlo-.

Will: Ya, bueno. Tengo la sensación de que el número dos está situado muy por detrás del número uno.

Vanessa ladeó suavemente la cabeza en gesto de disculpa y dijo con dulzura:

Ness: Le quiero.

Will estiró el brazo y le apretó la mano.

Will: Lo sé.

Ella se mordió el labio.

Ness: ¿Crees que él también lo sabe?

Will levantó una ceja.

Will: ¿No se lo has dicho? -Vanessa negó con la cabeza-. ¿Por qué no?

Ella se encogió de hombros y apartó la mirada.

Ness: No he encontrado el momento oportuno de hacerlo. Zac tiene muchas cosas en la cabeza.

Will aspiró con fuerza el aire antes de continuar.

Will: ¿Entiendo que él tampoco ha expresado sus sentimientos?

Ness: No exactamente.

Will: Bueno, como tú bien dices, tiene muchas cosas en qué pensar.

Asintiendo con la cabeza, Vanessa marcó el código correcto en el panel de la pared que estaba detrás de la puerta, quitó el cerrojo y abrió.

Ness: Ya me lo dirá -aseguró con convencimiento-. Cuando llegue el momento.

Will: Me lo has quitado de la boca -aseguró dirigiéndose a la salida-. Por cierto, no deberías tomarte los riesgos a la ligera -dijo deteniéndose un instante-. Créeme, cuando a Amber le llegue esta nueva orden del juez se va a poner como una fiera. Así que mantén la alarma conectada, ¿me has oído?

Vanessa asintió con la cabeza.

Ness: No te preocupes. Cuidaré de él.

Will: Y de ti misma.

Ness: Por mucho que diga Zac, no va a venir a por mí -aseguró con una mueca-. Ni siquiera sabe que estamos juntos.

Will: Yo no estaría tan seguro de esto. Desprendéis chispas. Además, si sigues aquí terminará por enterarse.

Vanessa alzó la barbilla.

Ness: No tengo intención de ir a ninguna parte. Sí, Zac piensa que es demasiado peligroso que sigamos juntos cuando se haya recuperado, pero yo no lo creo, y aunque no fuera así tampoco lo dejaría.

Will sonrió y le guiñó un ojo.

Will: Esta vez he apostado por ti, niña.

Ella soltó una carcajada.

Ness: No se puede decir que no aprendas rápido.

Will: Amén.

Ness: Va a funcionar -aseguró con fervor-. Porque él también me quiere. Lo sé.

Will: En caso contrario sería un estúpido.

Luego le pellizcó suavemente la barbilla y se marchó.

Vanessa cerró la puerta, echó el cerrojo y conectó de nuevo la alarma. Pasara lo que pasara se quedaría donde estaba. Lo único que podría sacarla de allí sería que Zac la convenciera de que no la amaba, y no creía que eso llegara a ocurrir nunca. Zac no podía acariciarla como lo hacía, ni convertir sus noches en una aventura íntima que superaba con creces sus sueños más salvajes si no la amara profundamente. Tenía que ser así.


Zac: Y dime, ¿qué tal te va con la nueva doctora, cariño? -le preguntó a su hija mientras acariciaba a Alex, que estaba sentado en su regazo-.

Sentada en el sofá que había frente al sillón, la niña se encogió de hombros, cruzó los brazos y miró hacia otro lado.

Zac había sentido un gran alivio y una gran satisfacción cuando supo por Will que la doctora Clement había recomendado con firmeza ante Amber y ante el juez que los niños cumplieran con las visitas regulares.

Amber había insistido en que se tratara de visitas cortas, y Zac no había querido decir nada al respecto para no parecer exigente. Teniendo en cuenta todo lo ocurrido, tal vez sería mejor que Jessica no se quedara por el momento a pasar la noche. Su niña tenía todavía que asumir muchas cosas, pero al menos ahora parecía que iban por el buen camino.

Will: Supongo que la primera sesión sería solo para conoceros -dijo con ánimo de ayudar-.

Jessica siguió callada.

Ness: ¿Te ha enseñado la doctora Clement su colección de muñecas? -preguntó desde detrás del sillón de Zac-.

Jessica le dirigió una mirada sorprendida y asintió con la cabeza.

Alex: Tiene un tren en la sala de espera -intervino para convertirse en el centro de atención-. Va por debajo de las sillas y pasa al lado de los árboles que están en las macetas y...y... y por todas partes.

Jess: No son árboles de verdad -aseguró con gesto de superioridad-.

Alex: Sí que lo son -insistió-. Yo me subí a uno. -Miró a su padre y admitió con tristeza:- Se cayó.

Zac: Supongo que lo recogerías -dijo conteniéndose para no reírse-.

El pequeño asintió con la cabeza.

Alex: La señorita de la ventana que trabaja allí me ayudó.

Zac no pudo evitar esta vez la sonrisa. Estaba claro que Alex se refería a la recepcionista, que sin duda estaría sentada tras una pequeña mampara de cristal.

Zac: Eso fue muy amable por su parte.

Jess: Apuesto a que mamá te dio una bofetada -soltó-.

Alex: No -respondió negando con la cabeza-. La señorita le dijo que no lo hiciera.

Zac miró a Will con furia creciente.

Ness: ¿Jugaste con el tren? -se apresuró a preguntar-.

Alex asintió con la cabeza.

Alex: Sí, era muy divertido. Pero mamá dijo que no podía comprarme uno porque...

El niño se calló de pronto y se llevó la mano a la boca.

Jess: Porque papá no nos pasa suficiente dinero -terminó por él-.

Zac sintió como si le hubieran pegado una patada en el estómago.

Alex: No, no -aseguró en su defensa-. Porque había sido malo y había tirado el árbol.

Zac: Da lo mismo la razón -aseguró con firmeza-. Tal vez pueda convencer a Papa Noel para que traiga un tren de juguete por navidad, hijo. Estoy seguro de que hasta que llegue el momento serás un niño bueno.

Will: Y Jessica, que sepas que tu padre os pasa más pensión de la que le exige el juez -dijo sin poder contenerse-.

Zac le dedicó una mirada de agradecimiento y cambió de tema.

Zac: Resulta que la enfermera Hudgens conoce a la doctora Clement y tiene una buena opinión de ella -dijo, dirigiéndose a su hija-.

Ness: Sí, así es -confirmó-. La doctora Clement solía pasarse por el hospital en el que yo trabajaba y cada vez llevaba una muñeca distinta para enseñársela a los niños que tenía allí como pacientes.

Jess: ¿Por qué eran sus pacientes? -preguntó con suspicacia-.

Ness: Oh, por varias razones. Algunos tenían una gripe muy fuerte, otros se habían caído... Una vez tuvimos una niña que había sufrido un accidente.

Alex: ¿Estaba alguno de ellos loco? -preguntó girándose para mirar a Vanessa-.

Jessica palideció completamente y Zac sintió que todo su cuerpo se ponía en tensión.

Ness: No -respondió con calma-. Algunos tenían algo que los preocupaba. Y un par de ellos estaban muy, muy asustados.

Alex: Porque mamá dice que es una médico de niños locos -continuó explicando-. Papá, ¿tú crees que Jessica está loca?

Zac estuvo a punto de saltar de la silla. Estaba tan enfadado que podría morder.

Zac: ¡Por supuesto que no!

Alex: Porque mamá dice que...

Ness: Tu madre está equivocada -intervino con dulzura-. Tanto la doctora Clement como tu padre saben que no hay niños locos, sino niños confundidos, asustados o dolidos.

Jess: A mí me da igual -le espetó apretando los puños-. No quiero volver a ver a esa doctora Clement ni a sus estúpidas muñecas nunca más.

Alex: Dijiste que era muy simpática -dijo balanceándose en el regazo de su padre-.

Jess: ¡No es verdad! -aseguró poniéndose en pie de un salto-. Quiero irme a casa. Mamá dijo que podíamos volver a casa cuando quisiéramos, y quiero irme ahora.

Alex: ¡No! -gritó-. Yo no quiero irme. Quiero quedarme con papá. Quiero quedarme toda la noche.

Zac: Ya es suficiente -dijo agarrando a su hijo por la rodilla-.

Sentía ganas de llorar, de llorar por todos. Pero en lugar de hacerlo se tragó la desilusión y trató de mirar las cosas desde un punto de vista positivo. A Jessica le caía la doctora Clement mejor de lo que trataba de demostrar, y Alex quería quedarse a pasar la noche. Además, había disfrutado de otra visita de sus hijos. Era un paso adelante. Abrazó con fuerza a Alex y le dijo:

Zac: Me ha encantado verte, hijo. Dentro de poco volverás a dormir aquí. Te lo prometo. Pero tal vez sea mejor que ahora el tío Will os lleve de nuevo con vuestra madre.

Will: Claro -dijo poniéndose en pie-. Además, ya es casi la hora.

Le tendió una mano a cada niño. Jessica lo ignoró y se cruzó de brazos, pero Alex se bajó a regañadientes del regazo de su padre y colocó la manita sobre la de Will.

Will: Jessica, ¿no vas a decirle adiós a tu padre?

La niña se encogió de hombros y después hizo con la mano un gesto parecido a un saludo.

Jess: Adiós.

Zac: Adiós, cariño. Te quiero. Y a ti también te quiero, Alex.

Alex: Te quiero -repitió mientras Will sacaba a los dos hermanos de la habitación-.

Cuando llegó a la altura del sillón de Zac, Jessica se detuvo. Durante un instante pareció como si se hubiera quedado congelada. Pero entonces se balanceó levemente sobre una rodilla y se dejó llevar. Zac estiró el brazo izquierdo y la atrajo hacia sí, estrechándola entre sus brazos todo el tiempo que la niña se lo permitió. Luego Jessica se apartó y salió por la puerta. Él echó la cabeza hacia atrás, tan agradecido por aquel instante como si le hubieran regalado todo el oro del mundo.

Vanessa deslizó la mano desde el respaldo del sillón hacia el hombro de Zac.

Ness: Lo está consiguiendo -le susurró-.

Zac: Dios, eso espero -musitó alzando la mano para agarrarle la suya-.

Vanessa rodeó el sillón y se sentó sobre su regazo.

Ness: Lo conseguirá, Zac. Ya lo verás.

Él asintió con la cabeza, rezando en silencio para que fuera cierto. Jessica había estado algo más suave, pero Alex se había mostrado más competitivo y acusica de lo que solía ser.

Ness: Tal vez deberías hablar con la doctora Clement -sugirió-. Contarle lo que está ocurriendo.

Zac negó con la cabeza.

Zac: No puedo hacerlo hasta que ella solicite hablar conmigo. Amber tampoco puede. Es parte de la orden del juez, un intento de asegurarse de que la médico sea completamente imparcial.

Vanessa asintió con la cabeza.

Ness: Supongo que es lógico.

Zac: Supongo que sí -reconoció suspirando-. Siento como si se me estuviera acabando el tiempo, ángel.

Ness: ¿Qué quieres decir?

Zac: La semana que viene me quitan la escayola -le recordó levantando el brazo-.

Ness: Pero todavía falta mucho para que se te cure la pierna. Acaban de quitarte los puntos.

Zac: Y la semana que viene me pondrán también una escayola blanda con la que podré andar -susurró como si le costara trabajo decir lo que le preocupaba-. ¿Cómo justificaré entonces tu presencia aquí?

Ness: ¿Por qué tienes que justificarla? Si queremos estar juntos podemos estarlo, Zac.

Él negó con la cabeza.

Zac: No es tan fácil, cariño, y tú lo sabes. Eso sería colocarte directamente en el punto de mira.

Ness: No importa. Puedo cuidar de mí misma.

Zac: Lo sé.

No tenía ganas de iniciar una discusión. Le apartó el cabello de los hombros, dejándole al descubierto aquel punto del cuello en el que tanto le gustaba que la besaran.

Durante las últimas semanas, Zac se había tomado como una misión descubrir y explorar todas sus zonas erógenas. Aquella había sido la labor más gratificarte a la que se había entregado nunca. Su dulce enfermera lo había curado en muchos sentidos y le había proporcionado el máximo placer que había experimentando jamás. Cielos, ¿cómo podría seguir adelante sin ella? Pero, ¿qué otra opción le quedaba?

Zac: Acostémonos pronto esta noche -le susurró-.

Vanessa sonrió y se bajó de su regazo. Había qué ver la sonrisa tan seductora que aquella mujer había sacado en pocas semanas. ¡Cómo iba a echarla de menos!

Ness: ¿Ahora es demasiado temprano? -preguntó con picardía-.

Zac: Ahora es perfecto -respondió haciendo un esfuerzo para levantarse-.

Tal vez con un poco de suerte se rompería un par de huesos más.




¡Capi largo!

Qué monos Zac y Ness, restregándole su felicidad a Will XD

¡Thank you por los coments y las visitas!

¡Batalla en el próximo capi! ¡No os la perdáis! Lo tendréis el domingo si no se me pasa XD

¡Comentad, please!

¡Un besi!


miércoles, 21 de enero de 2015

Capítulo 11


Zac se tumbó de lado y, con ayuda de la mano buena, se las arregló para quitarse los pantalones cortos. Luego los arrojó al suelo. La sensación de las sábanas limpias contra la piel desnuda le resultó deliciosa. Nunca le había gustado ponerse nada para dormir, pero sabía que parte de aquella sensación de bienestar tenía que ver con el té de hierbas que le preparaba Vanessa antes de acostarse y con la propia Vanessa. Reclinándose contra la almohada, Zac se tomó un instante para saborear su relativa tranquilidad.

Veinte minutos antes, Vanessa le había llevado su taza de té con una suave sonrisa antes de desaparecer. Lo único que Zac quería era relajarse y dormir. Pero con la relajación llegaron los pensamientos relacionados con Vanessa.

Durante algunos momentos se entretuvo pensando en todo lo que había hecho por él, en lo que había llegado a significar en su vida. Con ella podía ser él mismo. Casi valía la pena haberse caído por las escaleras para llegar a conocerla. El cielo sabía que había enriquecido su vida de innumerables formas. Seguro que aquello no era una casualidad. Cuando más indefenso estaba había encontrado a alguien en quien confiar.

Ella le hacía olvidar, a veces durante horas, en lo que su vida se había convertido. Con Vanessa podía llegar incluso a estar contento a pesar de los problemas. Siempre parecía estar ocupada. Mary, la asistenta, se había quejado de que era inútil que fuera aquellos días, porque Vanessa apenas le dejaba hacer la colada y los suelos. Pero estaba allí, y de alguna manera eso hacía que Zac se sintiera mejor.

Él también estaba muy ocupado aquellos días llevando el negocio por teléfono todo lo que podía, dejando que Mark se ocupara principalmente de las inspecciones in situ. Su despacho nunca había estado en mejor forma. Gracias a la nueva organización, solo tenía que estirar el brazo para hacerse con cualquier informe, documento de trabajo, contrato, plano o certificado. Las secretarias de la oficina, que solían llamar a aquel lugar «El agujero negro», se mostraban ahora maravilladas de poder solicitar cualquier documento y recibirlo casi al instante. Zac tenía también que agradecerle aquello a Vanessa. Temblaba solo de pensar en cómo sería su vida sin ella y sin embargo no tenía más remedio que dejarla partir.

Debería haberlo hecho en cuanto se dio cuenta de cuánto había llegado a importarle. Ahora no estaba muy seguro de tener la fuerza suficiente, y sin embargo, no podía permitir que se quedara. Al día siguiente volvería a tener una conversación con ella para asegurarse de que comprendía la situación. Pero aquella noche descansaría tranquilo sabiendo que ella dormía al otro lado del pasillo. Con aquel pensamiento en mente, estiró el brazo y apagó la luz de la mesilla de noche.

Estaba hundiendo la cabeza en la almohada cuando se abrió la puerta de su dormitorio y Vanessa entró. Zac levantó la cabeza y vislumbró algo que colgaba detrás de ella cuando se apartó de la luz. Pero entonces Vanessa cerró la puerta de nuevo, dejándolos en una oscuridad total.

Zac: Vanessa, ¿qué ocurre? -preguntó incorporándose sobre el codo-.

Ella no dijo nada, pero Zac escuchó el suave sonido de sus pasos sobre el suelo. Luego se sentó en una esquina de la cama.

Completamente confundido, Zac estiró la mano y encendió la lamparita. Vanessa estaba a los pies de su cama, acariciándose la espinilla desnuda con una mano. Se puso rígida al instante y una oleada de pura lujuria recorrió el cuerpo de Zac. El amplio camisón de algodón que solía ponerse por las noches había sido sustituido por otro rosa pálido de nailon y encaje que llegaba a la altura de la rodilla. Aunque no se trataba de un diseño particularmente seductor, la tela era lo suficientemente delicada como para dejar entrever el espacio entre sus muslos y entre sus senos. El nailon se ajustaba a su cuerpo con una exactitud enloquecedora, marcando la suavidad de sus curvas. Por otra parte, se había quitado la cola de caballo, permitiendo que su largo cabello le cayera libremente por la espalda. La combinación de aquel camisón tan femenino y su pelo provocó que a Zac se le secara la boca.

Vanessa se miró a sí misma, consciente, y jugueteó con la tela sedosa, dando buena prueba de su nerviosismo. Con la voz baja y algo ronca, murmuró como pidiendo disculpas:

Ness: Es lo mejor que puedo hacer por el momento. Lo mejor que podía hacer.

Zac estiró el brazo en el que se estaba sujetando, apoyó todo su peso en él y simplemente se limitó a mirar. En Vanessa no quedaba nada de la niña que él pensó en un principio que era. Lo que le hacía hervir la sangre, que corría a toda prisa por sus venas, era la mujer completamente deseable que tenía delante, dispuesta para amar, para poseer y ser poseída. Por él. Confirmando aquella suposición, Vanessa se subió tímidamente el bajo del camisón por encima de las rodillas y se metió en la cama.

Como si necesitara ponerlo en palabras, Zac preguntó en un murmullo con voz ronca:

Zac: Cariño, ¿qué estás haciendo?

Ella no dijo nada durante un instante. Tenía la vista clavada en las sábanas. Pero luego alzó la barbilla, lo miró directamente a los ojos y anunció:

Ness: Voy a hacerte el amor.

Zac sintió que el corazón se le expandía dentro del pecho con tanta fuerza que hubiera podido romperle una costilla. Pero aunque la parte de su cuerpo que se escondía bajo la ropa de cama reclamaba en aquellos momentos su atención, se las arregló para iniciar una tímida protesta.

Zac: Vanessa, no sabes lo que haces...

Ness: Solo porque no lo haya hecho antes no significa que no sepa lo que estoy haciendo -aseguró-.

Zac apenas tuvo tiempo de procesar la información que acababa de darle cuando ella alzó los brazos y se sacó el camisón por la cabeza. Entonces, Zac estuvo a punto de tragarse la lengua.

Tenía un cuerpo compacto y delicado hecho de músculos bien tonificados, una piel suave y curvas deliciosas. Unos pechos pequeños y firmes, que parecían creados para caber en sus manos, aparecían altivos en la parte superior de su caja torácica. Tenía los pezones puntiagudos, como si estuvieran preparados para introducirse en su boca. La suave hendidura de su cintura y la caída de sus caderas captaron su atención, arrastrando su mirada hasta el triángulo de vello negro que se abría entre sus muslos. La naturalidad de su belleza, su pureza, lo impresionaron. Era tan distinta a Amber, con su aspecto comprado y calculado hasta el último detalle, que parecía mentira que dos criaturas del mismo sexo pudieran llegar a ser tan distintas. Y ningún otro hombre la había tocado antes de manera íntima. Vanessa acababa de decírselo, y además él lo supo con indiscutible certeza.

Zac: Cielo, no me merezco esto.

Ness: Yo sí.

Vanessa se puso de rodillas en la cama y, ayudándose de los brazos, plantó las palmas sobre el colchón y comenzó a avanzar muy despacio hacia él. Al acercar el rostro al de él, susurró:

Ness: Quiero hacerlo, Zac. Por favor, no me rechaces.

Como si pudiera. Igual que tampoco pudo impedir que su mano se asentara en la curva de su cintura y se deslizara hacia arriba por su piel satinada hasta alcanzar la plenitud de su pecho.

Zac: Cariño, llevo tanto tiempo deseando esto... Pero no tengo la forma suficiente para hacerte justicia. Sencillamente, no puedo hacer el trabajo adecuado.

Ness: No tienes que hacer absolutamente nada -prometió acariciándole la nariz con la suya-. Quédate tumbado y déjamelo a mí.

Entonces inclinó su cuerpo contra el suyo, pero sin apoyarse del todo y le acarició el pecho.

Zac: No es justo, cielo -protestó-. Te mereces mucho más de lo que yo te puedo dar.

Ness: Yo no lo veo así. Lo único que sé es que eres el primer hombre con el que he sentido deseos de hacer el amor.

Zac: Vanessa... -suspiró satisfecho de ver confirmada su sospecha-. Ni te imaginas lo que daría por ser digno de semejante regalo.

Ness: Sshh -lo mandó callar deslizándose sobre su cuerpo-.

Un quejido de placer le surgió de la garganta. Luego aguantó la respiración mientras ella empujaba las sábanas a los pies de la cama temblando ligeramente. Parecía como si le hubiera transmitido a él aquel temblor. Todas las terminaciones nerviosas de Zac se estremecieron primero de ansiedad y después de placer. Cuando las manos de Vanessa le rozaron el vientre, toda su espina dorsal se curvó, levantándolo de la cama. El sonido que salió de su boca cuando su mano se cerró sobre él le habría provocado vergüenza si hubiera podido sentir otra cosa que no fuera un placer sublime. Aunque al principio no tuviera guía, Vanessa se convirtió en una experta en cuestión de diez segundos y antes de que hubieran transcurrido treinta lo había convertido en un amasijo de sensaciones sin cerebro.

En medio de la confusión de su mente, Zac se dio cuenta de que ella lo estaba besando, y de pronto su concentración se fijó en lo que su mano estaba haciendo y en la dulce caverna que era su boca. Aquella deliciosa lengüita lo estaba atormentando, deslizándose y retirándose del mismo modo que su mano, eludiendo sus intentos de capturarla. Zac le hundió la mano en el pelo y le sujetó la cabeza por detrás con firmeza hasta que consiguió dominar la situación con su propia lengua.

Cuando Vanessa se colocó encima de él con todo su peso, él alzó instintivamente la mano hacia su pecho otra vez, pellizcándolo y acariciándolo hasta que ella gimió como un gatito y dejó de besarlo. Zac la atrajo hacia sí con el brazo derecho, agarrándola por la parte final de la espalda e inclinó la cabeza para cerrar la boca sobre su pezón izquierdo. En cuestión de segundos consiguió que Vanessa se retorciera de placer. Entonces se giró hacia el otro pecho, y cuando sus dedos encontraron el corazón húmedo y líquido de su deseo, ella echó la cabeza hacia atrás y movió las caderas con ansia creciente. Con las yemas de la mano derecha le pellizcó el pezón del primer pecho mientras le acariciaba rítmicamente el sexo con la izquierda. Pero justo cuando Zac pensaba que iba a conseguir llevarla al clímax de aquel modo, Vanessa se retiró y se sentó sobre sus muslos. Respirando agitadamente con los senos subiendo y bajando a cada respiración, ella lo miró con el ceño fruncido.

Ness: Te dije que estuvieras quieto y me dejaras hacer a mí.

Zac soltó una breve carcajada.

Zac: Sí, enfermera.

Una sonrisa se asomó a los labios de su deliciosa boca.

Ness: Eso está mejor.

Con los ojos encandiladores de una sirena y la sonrisa del mismísimo diablo, Vanessa deslizó la mano y lo agarró. Una vez más, Zac saltó literalmente de la cama, apoyándose sobre un puño. Todavía le daba vueltas la cabeza ante aquel maravilloso cúmulo de eventos cuando Vanessa se puso de rodillas, se colocó encima y se hundió.

Un calor húmedo se fue apoderando lentamente de él. Al encontrar cierta resistencia, ella se movió ligeramente. Zac cerró los ojos. Aquella deliciosa maniobra no consiguió sin embargo llevarla directamente a su destino, así que balanceó las caderas, dejándole sin aire en los pulmones con aquel movimiento. La siguiente embestida la condujo directamente a casa, dejando a Zac completamente ciego y con un sinfín de estrellas explosionando en su cabeza. Para cuando consiguió recuperar la visión se dio cuenta de que Vanessa estaba sentada encima de él, quieta y tan rígida como una estatua.

Zac consiguió reunir el suficiente oxígeno en los pulmones para preguntar:

Zac: ¿Te has hecho daño?

Ella alzó las cejas en un gesto incrédulo.

Ness: ¿Daño? -repitió con una sonrisa de satisfacción en la boca-. Todo lo contrario.

Zac cerró los ojos con gesto aliviado. Entonces Vanessa apretó adrede los músculos internos. Aspirando con fuerza el aire, él le enganchó la parte posterior del cuerpo con la mano izquierda y la inclinó hacia abajo mientras, al mismo tiempo, elevaba las caderas.

Ness: ¡Ah! -gimió. Y aquel pequeño sonido de placer indujo a Zac a repetir el movimiento-. ¡Oh!

Tras hacerlo tres veces, Vanessa se inclinó hacia delante y comenzó a moverse de atrás adelante apoyada sobre las rodillas.

Zac: Sí -susurró animándola-. Oh, sí...

Vanessa se movió de nuevo más deprisa y después lentamente, como si fuera una bailarina ensayando por primera vez una nueva coreografía. Un deseo instintivo de seguirlo provocó que Zac se moviera al unísono con ella. Entonces levantó la rodilla izquierda, de manera que el trasero redondo y bien desmido de Vanessa golpeara suavemente contra su muslo mientras ella se movía, y finalmente encontraron aquel ritmo natural que era tan viejo como el mundo. En cuestión de minutos ambos estaban jadeando como atletas en la recta final de una carrera y el éxtasis inició su ascenso dentro de Zac en lánguidas oleadas.

Semanas de dolor y preocupación fueron cayendo como las capas de una cebolla, dejando al descubierto su esencia más vulnerable. Por primera vez en mucho, mucho tiempo, no tenía que vigilar cada palabra que pronunciaba, calcular cada movimiento ni sopesar constantemente las consecuencias de sus actos. Con Vanessa se sentía libre para ser él mismo, disfrutar del momento, de sus emociones, y expresarlas. Con Vanessa era el hombre que quería ser, que debería haber sido y que tal vez todavía podría ser si el resto del mundo desaparecía y los dejaban amarse el uno al otro.

No era tan estúpido como para pensar que aquello podría llegar a pasar realmente: Sin embargo, de repente todo se cristalizó. Era libre en aquel momento para amar como quisiera, como pudiera, y debido a aquella libertad, el momento ya no le pertenecía. Era de Vanessa. Ella merecía ser amada y bien amada, y durante el tiempo que pudiera, aquello era exactamente lo que Zac pensaba hacer. No tenía muchas herramientas con las que trabajar, discapacitado como estaba, pero todo lo que tuviera se lo entregaría sin reservas.

Cargado de buenas intenciones, Zac reanudó con cuidado el galope de su cuerpos. Solo tenía en mente el placer de Vanessa. Deslizó la mano buena por su cuerpo, acariciándolo y presionándolo mientras experimentaba con el ángulo, la profundidad y el ritmo de sus embestidas hasta que encontró una combinación que la hizo jadear, arquear al mismo tiempo el cuerpo y echar la cabeza hacia atrás. Zac clavó la mirada en su rostro para demostrarla sin palabras que era mucha mujer y que tenía mil razones para celebrar aquella verdad.

Su primer clímax supuso para él una auténtica revelación, tal y como debió sucederle a Vanessa. Se dejó llevar por aquel cataclismo creciente con una alegría manifiesta y un ansia de placer que provocó en Zac la sensación de que sus atenciones habían valido totalmente la pena. Cuando ella se vio inmersa en el epicentro del terremoto, estaba sentada encima de él con la cabeza inclinada hacia atrás, sus propias manos cubriéndole los senos y su largo cabello cayéndole sobre la espalda y por encima de las piernas de Zac. Él se afianzó sobre la cama, penetrándola con toda la profundidad que podía mientras seguía guiándola hacia el fin del universo con los movimientos rítmicos de su mano hasta que las lágrimas rodaron por las mejillas de Vanessa y sus estremecimientos se hicieron tan intensos que llegaron a resultarle incluso dolorosos a Zac. Cuando ella ya no pudo más, retiró la mano. Vanessa se agarró de las rodillas y comenzó a acunarse como si fuera una niña perdida, con los brazos cruzados sobre el pecho.

Zac se sentó a duras penas, con ella todavía dentro, y le rodeó la estrecha espalda con sus brazos, acunándola.

Zac: No pasa nada, ángel. Estoy contigo. Estoy contigo.

Poco a poco, Vanessa se fue relajando. Dejó caer los brazos a ambos lados de su cuerpo y apoyó la cabeza sobre el hombro de Zac. Las lágrimas terminaron de secarse. Transcurridos unos instantes bajó las piernas y las enredó alrededor de su cintura. Lentamente, sus movimientos se fueron haciendo más directos, más intencionados. Finalmente le echó los brazos al cuello, se apartó aquel maravilloso cabello que tenía y lo miró. En sus ojos brillaba un nuevo conocimiento sensual, tan erótico y tan sabio que Zac se quedó sin respiración. La parte de su cuerpo que estaba dentro de Vanessa reaccionó al instante.

De pronto, ella lo empujó de nuevo contra la almohada y echó las piernas hacia atrás. Apoyada sobre las rodillas y sobre las manos, hincó su cuerpo dentro del suyo. Su larga melena se mecía alrededor de ellos mientras Vanessa se agitaba sobre Zac. Lo asaltó con la boca, acariciándole la lengua con la suya con tanta pericia que consiguió captar su atención en aquel rincón durante un buen rato. El final llegó tan rápido y de forma tan repentina que Zac no tuvo apenas tiempo de retirarse. De hecho, si no se hubiera girado para que ambos cayeran de costado, no lo habría hecho. Con la cabeza dándole vueltas, apenas captó el indignado cabeceo de Vanessa ni el fuego que desprendía su mirada. Entonces ella le golpeó el estómago con el puño cerrado.

Zac: ¿Se puede saber qué haces?

Él se rió. Estaba demasiado feliz en aquel momento como para preocuparse de nada. Apenas pudo esgrimir una explicación.

Ness: Yo no quería...

Las palabras se le quedaron presas en la garganta.

Sí que quería, qué demonios. La imagen de una Vanessa embarazadísima inclinándose para verse la punta de los pies lo llenó de una emoción tal que sintió deseos de echarse a llorar. Le habría hecho un bebé encantado, feliz, si aquello fuera justo o al menos posible. Zac tragó saliva para ahogar sus emociones y la atrajo hacia sí.

Zac: No sería muy inteligente tener un hijo ahora -consiguió decir-.

Ness: ¡Oh! -contestó bajando la vista-. Claro. Debería haber pensado en eso.

Zac: Debería habértelo preguntado antes de que... Bueno...

Ness: De que hiciéramos el amor -terminó-.

Zac le acarició la cabeza.

Zac: Sí. Antes de hacer el amor.

Vanessa sonrió de la manera erótica y lenta con la que sonreían las mujeres que conocían su poder sobre los hombres.

Ness: Resulta muy fácil seducirte.

Zac se rió. Sus oscilantes emociones se inclinaron una vez más hacia el lado de la alegría.

Zac: Sí. Soy un tipo fácil.

Ella se acurrucó contra su pecho suspirando de satisfacción.

Ness: Bueno -dijo, encerrando en aquella simple palabra el mundo nuevo que suponían sus descubrimientos sensuales de aquella noche-.

Zac: Bueno -susurró acomodándola a su lado-.

Vanessa levantó la vista y lo miró.

Ness: ¿Puedo quedarme aquí esta noche?

Él le acarició la punta de la nariz con un dedo.

Zac: Intenta salir de esta cama y verás.

Vanessa sonrió y lo empujó suavemente para pasar por encima de él y apagar la luz. Zac no pudo resistir la tentación de acariciarle uno de aquellos senos lujuriosos hasta que ella se giró para tapar a ambos con las sábanas. Luego se acurrucó de nuevo a su lado y reclinó la cabeza contra el hueco de su hombro. Él le echó el brazo alrededor y la atrajo hacia sí. Tumbado en la oscuridad con Vanessa desnuda a su lado, Zac solo podía pensar en el milagro que ella había llevado a su vida. Cuando su mundo estaba sumido en la más absoluta oscuridad, Vanessa le aportó luz y amor. Durante un tiempo. No podía pensar más allá.

Ella se relajó contra su cuerpo, suspiró, y Zac dio por hecho que se había dormido. Hasta que de pronto habló.

Ness: Mañana tengo que ir a la ciudad.

Vanessa solo había salido de casa sola una vez desde que llegaron del hospital, así que el asombro de Zac era algo natural.

Zac: ¿Por qué?

Ella levantó la cabeza de su hombro y Zac sintió cómo lo miraba directamente a los ojos.

Ness: No querrás que mande a Will a comprar preservativos, ¿verdad?

Aquellas palabras implicaban que compartirían más momentos de aquella deliciosa intimidad. La idea le resultó deliciosa.

Zac: No, ángel -aseguró soltando una carcajada-. No le hagamos eso al pobre Will.

Ness: Buena idea -respondió apoyando una vez más la cabeza sobre su hombro-.

Zac la rodeó con su brazo. Era consciente de que Vanessa era su mejor elección. El momento en que decidió contratar a la enfermera Hudgens como su enfermera particular había sido el más lúcido de su vida, y el momento en que ella accedió, el más afortunado.

Ella bostezó en alto y se tapó la boca con la mano.

Ness: Lo siento -murmuró-. Supongo que estoy más cansada de lo que pensaba.

En cuestión de segundos, se quedó dormida. Zac se quedó mirando la oscuridad, flotando en una nube. Antes había estado contento. Ahora era feliz. Le parecía algo tan extraño, tan desconocido y casi antinatural, que sabía que no podría durar. Algún día, dentro de poco, tendría que dejarla marchar. Pero cuando llegara aquel espantoso momento tendría al menos recuerdos maravillosos con los que atemperarlo. Y con mucha, mucha suerte, tal vez podría atesorar alguno más. Aquello era suficiente. Casi.


Zac: ¡Noooo!

Vanessa se despertó de golpe. El corazón le latía aceleradamente, presa del terror.

Ness: ¿Zac?

Él se agitó. Sentía una opresión en el pecho y los pulmones sin aire.

Ness: ¿Zac?

Zac: ¡Aah!

De pronto se quedó muy quieto y ella supo al instante lo que había ocurrido.

Ness: Has tenido una pesadilla.

Jadeando en la oscuridad, Zac la agarró de la muñeca con la mano izquierda.

Zac: Cu... cuchillo -gimió-. Oh, cielos...

Ness: ¿Has soñado con un cuchillo? -le preguntó apoyando la cabeza sobre el codo-.

Zac: Sí. ¿Estás... estás bien?

Ness: Perfectamente. Me has despertado con los gritos que has dado dormido.

Zac: Oh, cielos -repitió-. He soñado que ella estaba aquí, en esta habitación, mirándonos. Y cuando alcé la vista la vi levantar el cuchillo, pero estaba tan sobrecogido, tan mareado, que no pude detenerla.

Ness: A Amber.

Zac: Sí.

Ness: Y esta vez te acuchilló.

Zac: No. -Alzó la mano y le acarició el cabello-.  Fue a ti. Te acuchilló por la espalda. Estabas encima de mí, hacíamos el amor, y cuando miré la vi allí. Dios mío, Vanessa, ¿qué he hecho?

Deslizándose por encima de él, ella encontró la lámpara, tanteó un poco y por fin encontró el interruptor. La luz hizo recular a la oscuridad.

Ness: Tú no has hecho nada que no quisiera que hicieras, Zac -le aseguró con firmeza-. Y Amber no está aquí. Solo ha sido una pesadilla.

Él le apartó suavemente el pelo de los hombros con las yemas de los dedos de la mano derecha.

Zac: Ha sido tan real... Nunca he pasado tanto miedo.

Ness: Ha sido una pesadilla -repitió-.

Zac: O una premonición.

Frunciendo el ceño, ella le puso las manos sobre el pecho y apoyó la barbilla, alzando la vista para mirarlo.

Ness: ¿De verdad crees que haría una cosa así, que se arriesgaría de ese modo?

Zac: No lo sé -confesó mirando al techo-. La verdad es que no lo sé.

Ness: Es a ti a quien quiere hacer daño, no a mí.

Zac: Haciéndote daño a ti me lo hace a mí, así es precisamente como ella funciona. ¿No te das cuenta? No puedo permitir que te conviertas en un blanco para ella.

Vanessa dejó caer las manos y le colocó la mejilla sobre el corazón. Todo su ser se rebelaba ante la idea de que Amber controlara sus vidas. Seguro que su amor era más fuerte que el odio de ella. Pero lo cierto era que Zac nunca había dicho que la amara, solo que le importaba. Tal vez ella confundiera un sentimiento con el otro, pero tal vez un sentimiento de cariño se convirtiera en otra cosa pasado el tiempo.

Ness: No voy a dejarte hasta que estés bien -aseguró con firmeza-.

Zac alzó la mano para acariciarle el cabello.

Zac: No quiero que lo hagas -reconoció con dulzura-.

Vanessa ignoró el gran “pero...” que quedó colgado al final de la frase y se acurrucó a su lado.

Ness: Entonces, está decidido.

Zac: Ángel, no sabes dónde te estás metiendo.

Ella se incorporó y lo miró.

Ness: Yo creo que sí. Conozco los riesgos y conozco la recompensa, y en lo que a mí se refiere no hay ninguna duda.

Zac sonrió al escuchar aquello y le inclinó la cabeza hasta que sus frentes se rozaron.

Zac: ¿Y qué recompensa es esa, enfermera Hudgens?

Cerrando los ojos, Vanessa respondió a su sonrisa con otra y le deslizó la mano por el pecho hacia el vientre. Los músculos de Zac se contrajeron bajo su palma y él sonrió de nuevo.

Zac: Ah, “esta” recompensa...

Ness: Ajá.

Zac: ¿Hay alguna posibilidad de que yo pueda recompensarte ahora mismo?

Ella abrió mucho los ojos y deslizó la mano más hacia abajo, preguntando con inocencia:

Ness: ¿Por qué?

Zac aguantó la respiración.

Zac: Por acariciarme así. Y... por ser lo más sexy que haya pasado nunca por mi vida. Literalmente.

Ella se rió con ganas.

Ness: Creo que mis días de torpeza han quedado atrás, en cualquier caso.

Zac: Oh, sin duda... Segurísimo... Por favor, no... no pares.

Ness: No lo haré hasta que consiga mi recompensa -susurró girando la cabeza para que sus bocas se encontraran-.

Zac le rodeó el cuello con los brazos y gimió de placer mientras la besaba.

Ella sonrió para sus adentros, sintiéndose victoriosa, heroica, poderosa. Ella era la enfermera Vanessa Hudgens, una extraordinaria enfermera personal, sanadora de huesos rotos y demás heridas, ahuyentadora de pesadillas. Y amante.

Pero, ¿por cuánto tiempo? ¿Por cuánto tiempo?




Qué atrevida, Vanessa XD. Quién iba a decirlo... Pobre Zac, está realmente aterrado.

¡Thank you por los coments y las visitas!

Me volví a olvidar XD. Debí haber puesto capi ayer pero se me pasó. El próximo capi será interesante. El viernes lo pongo, pero si se me pasa, lo tendréis el sábado.

¡Comentad, please!

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domingo, 18 de enero de 2015

Capítulo 10


Vanessa le llenó otra vez la taza de café sin preguntar y luego se retiró tras la encimera de la cocina. A veces parecía que le leyera el pensamiento, que supiera en cada momento lo que le apetecía, lo que necesitaba, a veces incluso antes de que él se diera cuenta. Zac deseó que supiera lo que estaba pensando y sintiendo en aquel instante, sería mucho más fácil que tener que expresarlo con palabras. Y sin embargo, le debía una explicación. Y más que eso.

Zac había visto la noche anterior en la basura de la cocina los restos del póster del cuarto de Jessica. Sabía lo que su hija había hecho y que Vanessa había intentado ocultarle aquella información. Era la persona más cariñosa y más generosa que había conocido en su vida, su enfermera Hudgens, y él la había herido con sus palabras nacidas de la desesperación. Lo menos que podía hacer era contarle la verdad hasta donde le fuera posible.

Zac agarró el tenedor y trató de darle otro tiento a los huevos revueltos. Estaba haciendo muchos progresos con la mano izquierda. Cuando el médico le retirara la escayola de la derecha sería casi ambidiestro. Tras dar un par de bocados, dejó el tenedor en el plato y se reclinó hacia atrás con la taza de café en la mano.

Como era de esperar, Vanessa se acercó unos instantes después para retirarle el plato. Con un movimiento rápido, Zac dejó la taza sobre la mesa y la agarró de la muñeca.

Zac: ¿Podemos hablar, por favor?

Ella se soltó y se llevó las manos a la espalda en gesto defensivo. Durante un momento, Zac pensó que se negaría, pero entonces Vanessa asintió con la cabeza y acercó una silla. Tras sentarse cuidadosamente, colocó las manos sobre el regazo, cruzó los pies por debajo de la silla y dijo:

Ness: Adelante.

Zac: Lamento lo de ayer.

Ness: No hace falta que te disculpes. Tú no podías hacer nada.

Zac: Me refiero a lo que dije ayer, o para ser más exactos, el modo en que te lo dije.

Ness: No te preocupes por eso -respondió apartando la mirada-. Lo comprendo.

Por supuesto que no lo comprendía, y él no podía hacer mucho por ayudarla. Pero lo intentaría hasta donde pudiera.

Zac: El narcisismo de Amber hace muy difícil, por no decir imposible, que la gente que la rodea pueda llevar una vida normal. Necesita que la adoren. Ese era mi trabajo, adorarla hiciera lo que hiciera o dijera lo que dijera. Si se gastaba hasta el último céntimo que teníamos en alguna frivolidad, yo tenía que seguir adorándola aunque las facturas se quedaran sin pagar.

Ness: No tienes que explicarme nada -aseguró-. Ya comprobé ayer por mí misma cómo es.

Zac: Oh, ayer se portó de maravilla. Créeme: Lo que Jessica hizo ayer con su habitación es el tipo de cosas que su madre suele hacer.

Ness: Tenía la esperanza de que no hubieras visto lo de Jessica -aseguró bajando la vista-. No creo que lo hiciera para hacerte daño. Tengo la sensación de que fue producto de su frustración.

Zac se inclinó hacia delante y deslizó la mano izquierda encima de las de Vanessa.

Zac: Estabas tratando de protegerme. Te lo agradezco, pero, sinceramente, esperaba algo así teniendo en cuenta todo por lo que Jessica está pasando. Al fin y al cabo, eso es lo que su madre le ha enseñado, al menos con el ejemplo. A Amber le da lo mismo destruir las cosas bonitas. Una vez quemó los álbumes de los niños porque me negué a comprarle un abrigo de piel.

Ness: No serían esos álbumes que recogen los momentos inolvidables de la vida de un niño... -preguntó horrorizada-.

Zac: Sus fotos de bebés y todo eso -confirmó acariciándole las manos-.

Ness: ¿Cómo pudo hacerlo?

Zac: Yo había conseguido el dinero para empezar mi propio negocio -recordó sonriendo con tristeza-. Para mí era una oportunidad de hacer algo por nosotros. Pero ella solo vio que no tenía dinero para conseguir sus caprichos, así que exigió el abrigo. Cuando me negué a comprárselo, destruyó algo que sabía que yo quería, y en su mente estaba completamente justificado.

Ness: Eso es enfermizo.

Zac: Sí, eso es exactamente lo que es -afirmó asintiendo con la cabeza-. Lo he intentado todo con ella, Vanessa. Y no ha servido para nada. Hemos visitado a consejeros matrimoniales hasta que ella se cansó, ha tomado pastillas y no ha dejado de montar escenas dramáticas y destruir habitaciones enteras. Pero lo peor fue cuando comenzó a pegarme.

Ness: Oh, Zac...

Zac: No me atrevía a devolverle los golpes. Will ya me había advertido que los tribunales se ponen de inmediato a favor de las mujeres que sufren violencia doméstica, como es natural, y que Amber utilizaría cualquier señal física que yo le hiciera, aunque fuera en defensa propia, para que me arrestaran. No te puedes ni imaginar lo que significa para un hombre presentarse en el trabajo con el labio partido o con un ojo morado por cortesía de su mujer. Yo solía decir que había sufrido un accidente.

Los ojos marrones de Vanessa mostraban un brillo alarmado.

Ness: Zac, tienes que ser consciente de lo peligrosa que es -murmuró estrechando su mano entre las suyas-.

Zac: Sí, lo sé. Pero trata de demostrarlo en el tribunal.

Vanessa se mordió el labio. Zac casi podía ver el interior de su cabeza dando vueltas.

Ness: Seguro que Jessica puede hablarles del comportamiento de su madre.

Zac retiró la mano y estiró los hombros.

Zac: No les pediré a mis hijos que testifiquen en contra de su madre, sobre todo a Jessica. No te imaginas lo mucho que se esfuerza esa criatura para intentar complacer a Amber, lo desesperadamente que necesita un poco de amor y aprobación por su parte.

Ness: Pero su madre no merece tanto esfuerzo.

Zac: Ya lo sé, pero supongo que no esperarás que le diga eso a mi hija.

Ness: Alguien tiene que hacerlo.

Zac: ¿De veras? -preguntó alzando una ceja-. ¿Vas a ser tú quien le diga a Jessica que su madre es una lunática que no merece su amor? Tal vez encuentres las palabras adecuadas para convencerla de que no puede cambiar a su madre, de que no debería quererla. Dios sabe que yo lo he intentado. Pero yo he pasado por lo mismo que Jessica, yo también me he pasado media vida intentando complacer a unos padres que no pueden ser complacidos.

Ness: Tienes razón -reconoció cerrando los ojos-. No sería justo para ella.

Zac: Al menos mis padres no trataron intencionadamente de hacerme daño -continuó tras exhalar un suspiro-. Pero están tan equivocados que piensan que el mejor modo de conseguir grandes logros de los niños es no mostrando nunca complacencia. Amber, por el contrario, está enferma. Estoy seguro de que destruiría a nuestros hijos solo para hacerme daño si con eso no se quedará sin las dos armas más poderosas que tiene para utilizar en mi contra.

Ness: Debe darte terror que estén con ella.

Zac: Constantemente. Nunca habría pedido el divorcio si no creyera que los tribunales podrían darme la custodia completa. Pero Amber puede parecer perfectamente normal, encantadora incluso, cuando quiere. Y por desgracia he topado con un juez que está descaradamente a favor de las mujeres. Además, ella se mostró más convincente en el juicio. Fui yo el que perdí la calma mientras Amber mentía con absoluta tranquilidad, batía sus bonitas pestañas y se iba con mis hijos.

Ness: Lo siento mucho -dijo acariciándole la mano-.

Zac: Gracias, pero no puedes sentirlo tanto como yo. Por eso estoy dedicando mi vida a apartar a mis hijos de ella.

Ness: Pero Zac, si Amber te empujó... -comenzó a decir-.

Zac: No lo hizo -la atajó-.

Vanessa abrió los ojos desmesuradamente, y Zac vio en ellos su lucha por conciliar aquella afirmación con el resto de las cosas que sabía.

Ness: La estás protegiendo por el bien de Jessica.

Zac: No. Ella no me empujó.

Ness: Entonces, ¿qué ocurrió? ¿Te caíste?

Zac la miró directamente a los ojos.

Zac: Da igual lo que ocurriera. Lo que importa es que Jessica me salvó la vida y se siente culpable por ello porque sabe que su madre preferiría verme muerto. Amber cree firmemente que merezco morir porque no pude hacerla feliz.

Ness: Es tan injusto... -susurró-.

Zac: Sí, lo es -reconoció con tristeza-. Pero tienes que darte cuenta de que no puedo meter a nadie más en esta loca ecuación. Si alguien me importa, se convertirá en un objetivo para ella. Por eso tienes que marcharte en cuanto me quiten la escayola y pueda manejarme mejor solo.

Ness: ¿No tendría que ser yo quien tomara esa decisión? -preguntó alzando la barbilla-.

Zac: No. Y aunque así fuera, yo no te dejaría tomarla. Porque tú me importas, Vanessa. Y eso es peligroso para los dos.

Ella lo miró seriamente durante largo rato. Luego se levantó y llevó su plato a la cocina. Zac observó cómo arrojaba las sobras a la basura, enjuagaba el plato y lo metía en el lavavajillas.

Mientras la miraba, Zac se juró en silencio que nunca le dejaría ver cuánto le importaba. Porque si ella adivinaba sus verdaderos sentimientos nunca se marcharía. Vanessa Hudgens era de esas mujeres cariñosas, protectoras y leales que siempre permanecían al lado de su hombre. Y él tenía la sospecha de que ser aquel hombre podría fácilmente convertirse en la mayor tragedia de su vida.




Aish... ¡Qué difícil les va a resultar a estos dos estar juntos!

En el próximo capi pasarán cosas...

¡Thank you por los coments!

Tendría que haber puesto capi el sábado... me volví a olvidar XD

¡Comentad y el martes, si no me olvido, capi 11!

¡Un besi!


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