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domingo, 30 de marzo de 2014

Capítulo 12


Vanessa decidió que un ofendido silencio era la mejor actitud a tomar. Cuando entraron en el West Side, las casas y las calles empezaron a parecer más viejas, los comercios más pequeños. Era como otra ciudad dentro de Manhattan.

Ness: ¿Te criaste aquí? -preguntó al ver la expresión de ensimismamiento de Zac-.

Zac: Sí. De hecho nací en el apartamento al que vamos.

Ness: ¿Quieres decir que ese apartamento ha pertenecido a tu familia desde hace más de treinta años?

Zac: Tengo treinta y tres -dijo sonriendo-. Y ese piso ha sido de mi familia desde 1922. Mi padre pertenecía a la alta burguesía moscovita que escapó de la revolución y vino a América. Siempre había querido ir al Oeste, ver vaqueros e indios... Creo que nunca llegó a pasar de Nueva Jersey.

Ness: ¿Murió joven?

Zac: ¡No! -dijo arrellanándose en el amplio asiento de cuero-. Tenía cincuenta años cuando nací yo, y murió a los setenta y cinco. Hubiera vivido mucho más, pero cuando murió mi madre, él no quiso vivir más. Y no lo hizo.

Ness: No recuerdo bien lo que decía la revista People de tu familia. Cuéntamelo.

Zac: ¿Ves? Por eso la Casa de Cristal acabará siendo mía. Yo me entero de todos los detalles de lo que me interesa. Lo sé todo sobre tu familia, dónde estudió cada uno, y sobre todo, cuánto dinero tienen.

Ness: Entonces mis nobles esfuerzos por mantener una lucha limpia y profesional son vanos.

Zac: Yo no llamaría lucha limpia y profesional a poner azúcar en los depósitos de máquinas que cuestan en total más de un millón de dólares. Ni tampoco me parece precisamente noble.

Ness: Denúnciame.

Zac: Mis abogados lo están pensando.

Vanessa intentó ocultar el nerviosismo que le producían aquellas palabras.

Ness: Cuéntame más cosas de tu familia. No me hagas perder el tiempo con denuncias inútiles.

Zac parecía desconfiado, pero deseoso de complacerla.

Zac: Deberías prestar más atención a la revista People. Cuando mis padres dejaron Rusia, eran unos adolescentes. Tuvieron cinco hijos, Alex, Hayley, Miley, Heather y finalmente David. Yo fui una sorpresa. Mi madre tenía cuarenta y cuatro años, y creía que ya le había llegado la menopausia cuando me tuvo. Todos mis hermanos se fueron a otras ciudades. Solo Heather se quedó en Nueva York.

Cuando Vanessa quiso darse cuenta, ya se habían detenido delante de un viejo edificio de aspecto descuidado. Algo más abajo de la calle se veían las cúpulas orientales de una iglesia rusa ortodoxa. Los carteles de la tienda que había en la esquina estaban en ruso, y dos de las ancianas que se acercaban por la calle llevaban babushkas.

Ness: Bonito barrio.

Zac notó el sarcasmo en su voz, pero no parpadeó.

Zac: Es mi casa.

**: ¡Zacky! -gritó la mujer que les abrió la puerta en el tercer piso-.

Podía muy bien haber sido la madre de Zac, en lugar de su hermana. Estaba vestida limpia, pero modestamente. Llevaba recogidos sus cabellos grises. Debía tener cincuenta y muchos o sesenta años, y sus altos pómulos y los ojos ligeramente rasgados eran lo único que recordaba a su hermano pequeño. Le dio un fuerte abrazo y entonces volvió sus ojos azules hacia Vanessa.

**: Zacky -dijo entonces-, ¡vas a volver a casarte!

Sin una palabra más extendió un brazo y acogió también a Vanessa en su poderoso abrazo, sin soltar a su hermano.

Vanessa no sabía si oponer resistencia, protestar o llorar. Pensó brevemente que July jamás la había abrazado.

Zac: Heather -dijo pacientemente-. No es mi novia.

Heather los soltó inmediatamente, retrocediendo para mirar más detenidamente a Vanessa.

Heather: ¿Quién es entonces?

Zac: Una espina que tengo clavada en un pie. Vanessa Hudgens, te presento a Heather Efron Garret. Mi hermana. ¿Qué tal están Jack y los chicos?

Heather: Jack está estupendamente, como ya sabes -dijo sin dejar de mirar a Vanessa-. Y los chicos harían que te sintieras orgulloso. Sam está encantado en la facultad de Derecho de Harvard, Harry acaba este año en Stanford y Jane está entusiasmada en Bennington. Eres demasiado generoso.

Zac: ¿Para qué sirve el dinero si no?

Heather todavía miraba a Vanessa con gesto curioso. Sacudió la cabeza levemente.

Heather: ¿Entonces vas a volver a casarte con una de esas mujeres altas, huesudas e inútiles?

Zac: Ahora mismo no estoy pensando en casarme con nadie.

Heather: Te estás haciendo mayor, Zacky. Necesitas niños.

Zac: Cuando yo nací, padre tenía cincuenta y tres.

Heather: Bueno, si no quieres más que uno... -dijo indiferente-. Creo que te equivocas, Zacky. Cásate con esta chica. Te dará un montón de niños.

Vanessa estaba sintiendo que palidecía por momentos. Zac dio a su hermana un afectuoso empujón.

Heather: No empieces con tus maquinaciones de celestina. Nos has prometido comida y té ruso. Vete a la cocina.

Heather: ¿Ves? Ya estás protegiéndola -dijo mientras se alejaba por el oscuro pasillo de la casa-. Tienes que casarte con ella.

Ness: ¿Por qué me has traído aquí? -preguntó entre dientes-.

Zac: No estoy seguro. Es lo único que se me ha ocurrido para no estrangularte.

Ness: No vas a impresionarme con eso de que estás costeando la educación de tus sobrinos.

Zac: Siéntate, por favor.

Ness: No.

Zac: Estás en casa de mi hermana, y vas a comportarte como es debido -siseó-.

Vanessa se sentó en el sillón, mirando cuidadosamente a su alrededor. El salón parecía sacado de una película. Le recordó a «Hechizo de Luna». Estaba abarrotado de grandes y antiguos muebles, y no había un centímetro de pared libre. Estaban cubiertas de viejos retratos de familia, iconos religiosos y recuerdos. Vanessa pensó que hubiera debido parecerle sofocante y deprimente, pero era al contrario. Se quitó los zapatos y se sentó en el sofá, enroscando las piernas cómodamente.

Zac la miraba, posiblemente estaba estudiando su reacción. Pero antes de que tuviera tiempo de decir nada, Heather volvió a aparecer con una bandeja de vasos altos.

Zac: ¿Dos vasos solo, Heather? -preguntó sentándose en un viejo butacón-. ¿No vas a quedarte con nosotros?

Heather: Eres tú el que no va a quedarse con nosotras, Zacky. El padre Dimitri quiere hablar contigo del programa de actividades extra-escolares. Le llamé para decirle que venías. Te está esperando.

Zac: Heather...

Heather: No te preocupes, hermanito. Haré exactamente lo que me pediste. Le enseñaré a Vanessa cómo se bebe el té ruso y cómo se hace la mermelada, y hablaremos de ti. Vuelve dentro de una hora.

Vanessa vio fascinada el efecto de las tajantes órdenes de Heather sobre el autoritario Zac.

Zac: Una hora... -dijo no muy convencido-.

Pero obedeció. Heather ni siquiera se enteró de que se iba su hermano, ocupada en preparar el té.

Heather: Yo prefiero la frambuesa -dijo mientras servía una gran cucharada de oscura mermelada en cada vaso-. Aunque la de grosellas negras tampoco está mal. Si Zacky me hubiera avisado con más tiempo, podríamos haberla hecho juntas.

Ness: ¿Qué es lo que te contó Zac exactamente? -dijo aceptando el vaso con toda la seguridad de una bebedora incorregible de café-.

No había ninguna maceta a la vista. No iba a tener más remedio que beberse aquello.

Hather: Que iba a venir una joven a tomar té ruso conmigo. Nada más. Yo pensaba... bueno, ya sabes lo que pensaba. Y sin embargo me dice que eres su enemiga. No puedo creerlo.

Ness: ¿No puedes creer que Zac tenga enemigos? Estoy segura de que tiene más de los que puedes imaginar.

Heather asintió.

Heather: ¿Cómo le llaman? ¿«El Torbellino»? Siempre ha sido así, incluso de pequeño. Pero no es cruel. A veces un poco atolondrado, eso sí. Pero no puedo comprender que tú seas su enemiga.

Ness: Él quiere un edificio mío. Y no voy a vendérselo.

Heather: ¿Por qué no?

Ness: Fue diseñado y construido por mi abuelo. Mi abuela me lo legó en su testamento, con la esperanza de que lo mantuviera intacto. Cualquier otro miembro de mi familia lo habría vendido a la primera oportunidad. Y voy a conservarlo, no me importa a qué precio.

Heather sacudió la cabeza.

Heather: No, no lo conservarás si Zacky lo quiere. Nunca acepta una negativa. De mí es de la única persona que la admitiría.

Ness: Díselo entonces por mí.

Heather: No creo que sea fácil. Incluso para mí es muy difícil cuando Zacky ya se ha decidido. Cuando decidió que teníamos que irnos de este viejo edificio, no atendió a razones. Nos compró una lujosa casa en Park Avenue, pero le dijimos que queríamos vivir aquí, en el viejo barrio.

Ness: ¿Y qué ocurrió?

Heather: Compró el edificio y nos echó a la calle.

Ness: ¡No! -exclamó horrorizada-.

Heather: Sí. No teníamos elección. Jack tiene un modesto puesto de trabajo en Correos. Vince no ha querido aceptar ninguno de los trabajos que le ha ofrecido Zacky. Siempre ha querido mantener él mismo a su familia. Así que nos mudamos a Park Avenue. Y allí fuimos muy infelices. Cinco meses después, Zacky abandonó, y me regaló este edificio por mi cumpleaños, vendió la casa de Park Avenue y puso el dinero en una cuenta de estudios para mis hijos. Es un buen chico, pero muy testarudo.

Ness: Eso no funcionará con mi edificio. Si dependiera solo de él, haría tiempo que la Casa de Cristal estaría enterrada bajo los cimientos del Efron Plaza.

Heather: Oh, Dios mío. ¿Es un obstáculo para el Plaza? Ese ha sido el sueño de Zacky desde hace años. No creo que haya ninguna posibilidad de hacerle razonar.

Ness: Lo sé. Pero a mí tampoco. No abandonaré el edificio de mi abuelo.

Heather asintió.

Heather: Zac comprendería eso. Él comprende lo importantes que son las familias y las tradiciones.

Ness: No cuando se interponen en su camino.

Vanessa se dio cuenta de que había acabado con el vaso de té, e incluso le apetecía repetir.

Heather: Quizá no. Creo que deberías casarte con él. Necesita a una esposa que atenúe su ambición. Y cuando vengas a ayudarme a hacer mermelada el verano que viene, podrías llevar un hijo suyo en el vientre.

Ness: Me gustaría hacer mermelada contigo, y me encantaría tener niños, pero voy a casarme con otro hombre.

Heather se encogió de hombros filosóficamente.

Heather: Me alegro por ti, pero lo siento por Zacky. Creo que necesita a alguien como tú.

Ness: Él va a casarse con otra modelo, como su primera esposa. Una mujer alta y decorativa. Eso es lo que necesita.

Heather: Eso cree que necesita. No me escucha. Ese es su problema. ¿Y tú con quién te vas a casar, con otro alto y delgado modelo?

Ness: No, es un granjero.

Los ojos azules oscuros de Heather se abrieron por la sorpresa.

Heather: No es lo que yo hubiera elegido para ti, y créeme que entiendo de esto.

Ness: Es un hombre fuerte y tierno. Un buen hombre.

Heather: También lo es mi hermano.

Ness: Tu hermano no me quiere.

Heather: Entonces es un idiota -dijo secamente-. Si vas a casarte con un granjero, será mucho más importante que sepas hacer mermelada. Ven en primavera con un hijo de ese granjero en el vientre, y te enseñaré a hacer mermelada. A no ser que ya te hayas ido.

Ness: Viviremos en Nueva York.

Heather: ¿Qué va a hacer un granjero en Nueva York?

Vanessa no lo había pensado hasta aquel momento.

Ness: Quizá podamos hacer una huerta en la azotea de la Casa de Cristal.

Heather: Vanessa -dijo suavemente-, ya no tendrás la Casa de Cristal.

Ness: Sí, la tendré.

Heather: Espero que tengas razón. Mi hermano no debería salirse siempre con la suya. Ven conmigo y prepararemos la mesa. ¿Te ha gustado el té?

Ness: Mucho -dijo siguiendo a Heather hacia la cocina-.

Heather: ¿Sorprendida, eh? Tomaremos más en la comida. Zacky dice que nadie lo hace como yo. Es una pena que no me avisara antes. Así Jack podría haber venido. Le gustaría conocerte.

Ness: ¿Por qué? Ya te he dicho que no hay nada entre tu hermano y yo.

Heather: Creo que le gustaría ver a alguien que le lleva la contraria a Zacky.

Al rato llegó Zac, y se pusieron a comer. No dejó de mirar a Vanessa ni un momento durante toda la comida, pero Vanessa no quiso mirarle, sabiendo que no podría averiguar lo que estaba pensando. Solo se atrevió a hacerlo cuando ya se estaban despidiendo.

Heather: Vuelve a verme, Vanessa -dijo junto a la puerta-. Y ven con tu marido la próxima vez. Quiero ver quién te ha parecido mejor que mi hermano.

Zac: ¿Marido? -dijo sin levantar la voz-.

Heather: Se va a casar con un granjero -dijo sonriendo a Vanessa-. Ella sabe lo que es importante en la vida. La familia y la tierra. Vanessa, me gustaría que cambiaras de idea. Mi hermano te necesita más que un granjero. -Vanessa simplemente sacudió la cabeza, devolviendo a Heather el abrazo. Antes de separarse de Vanessa, Heather acercó la boca a su oído-. No te dejes ganar. Necesita perder de vez en cuando.

Ness: Haré lo posible por darle una lección. Te lo prometo.

Cuando ella salió a la calle, Zac estaba apoyado contra el Bentley, esperando.

Zac: Tengo que llevarte al centro. Llego tarde a una reunión y esta noche he quedado con Britt.

Ness: Ya lo sé. Yo también tengo planes para esta noche.

Zac: ¿Con el granjero?

Ness: Exactamente.

Zac: No deberías liarte con un hombre de rebote -dijo secamente-.

Ness: ¿Y por qué sales tú con Britt? -contraatacó-.

Zac: No tenía idea de que Britt tuviera el corazón destrozado. No creo ni siquiera que lo tenga.

Ness: Eso es lo que necesitas. Nada que despierte tus emociones.

Él no dijo nada durante un momento, pero Vanessa pudo ver que una vena en el cuello le latía violentamente.

Zac: No puedo imaginarte con un granjero.

Ness: No es asunto tuyo.

Zac: No quiero ver que echas a perder tu vida.

Ness: ¿Por qué?

Él la miró con sus turbulentos ojos azules.

Zac: Ya va a ser bastante duro para ti tener que vivir sin la Casa de Cristal.

Ness: Creo que eres tú quien debe ir haciéndose a la idea de vivir sin la Casa de Cristal.

El Bentley había llegado a toda velocidad a la calle Sesenta y Seis. Frenó suavemente, pero Zac no hizo gesto de abrir la puerta.

Zac: Estoy cansado de discutir contigo.

Ness: Entonces ríndete. Admite que estás vencido.

Él sonrió entrecerrando los ojos.

Zac: Yo nunca me rindo.

Ness: Yo tampoco.

Zac: Que lo pases bien con tu granjero.

Vanessa le dedicó su sonrisa más seductora.

Ness: Tengo la intención de que así sea. Disfruta de tu modelo.

Entonces salió del coche, apretando contra el pecho su cargamento de mermelada.

Una vez en la oficina, Ashley le estuvo informando de las novedades del día.

Ness: ¿Qué hay de Scott, has sabido algo de él?

Ashley: Nada -dijo cambiando de tema rápidamente y tendiéndole un sobre con el sello «PERSONAL»-. Ha llegado esto para ti.

Ness: ¿Qué es?

Ashley: No lo he abierto. Creo que tienes derecho a mantener tus secretillos.

Ness: No los tengo -dijo cogiendo el sobre y abriéndolo-. Será algún anuncio...

Se le quebró la voz al ver la hoja de papel que contenía el sobre. Las palabras habían sido recortadas de periódicos. Y el mensaje era horrorosamente claro.

Ashley: ¿Qué es? -preguntó bruscamente-. Estás blanca como un papel.

Ness: Parece que sí tengo secretos al fin y al cabo -dijo arrugando el papel-.

Ashley: ¿Me vas a decir qué hay en esa carta o te lo voy a tener que arrancar por la fuerza? Soy bastante más fuerte que tú.

Ness: Sí, pero yo juego sucio -replicó con una triste sonrisa-. Tengo que pensarlo. Mañana te lo diré.

Ashley: Vanessa...

Ness: Mañana, Ashley. Mientras tanto, puedes ayudarme a buscar sitio para esta mermelada.

Ashley sabía cuándo era inútil insistir.

Ashley: ¿Qué vas a hacer con todo esto, por Dios?

Ness: Té -dijo sonriendo levemente-. Voy a hacer té.




¡Claro que sí! Yo estoy con la hermana de Zac. ¡Se tienen que casar!
Zac no necesita una modelo cabeza hueca y Ness no necesita a un granjero de pueblo. ¡Que cabezones son los dos! No solo Zac XD

Espero que os haya gustado el capi.

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miércoles, 26 de marzo de 2014

Capítulo 11


July: ¿Pero qué demonios llevas puesto? -dijo envuelta en su abrigo de visón-.

Ness: Buenos días, madre -dijo levantando la cabeza del escritorio de Ashley y subiéndose las gafas con el dedo-. ¿Qué haces levantada tan temprano?

July: Celebrar mi divorcio. Hemos firmado los papeles esta mañana, gracias a Dios, y pensé que te gustaría celebrarlo conmigo. Siempre has odiado a Francis.

Ness: No me ha gustado nunca ninguno de tus maridos, y dudo que el próximo me guste. Es demasiado pronto para tomar champán. Si quieres podemos comer en Las Cuatro Estaciones si puedes esperar una hora más. Ashley todavía no ha llegado.

July: Puedo esperar -dijo dejándose caer en el sofá con expresión de hastío-. ¿Por eso vas vestida como una campesina? Siento decirte que el estilo rústico no es el tuyo, cariño. Ese mono vaquero queda fatal en una chica tan pequeña como tú.

Vanessa miró con calma a los ojos de su madre. Le había costado años inmunizarse contra sus comentarios, pero ya no le afectaban en absoluto.

Ness: Nunca te ha gustado la ropa que llevo, July. ¿Qué quieres que me ponga?

July lo pensó detenidamente.

July: De verdad no lo sé, cielo. Estás tan empeñada en trabajar... Si te casaras, tuvieras hijos, y te dedicaras a las obras benéficas, creo que te vendría bien algo de lo último de Adolfo. Fíjate qué bien va Nancy Reagan...

En aquel momento, se abrió la puerta y entró Ashley precipitadamente.

Ashley: Siento llegar tarde -dijo, sin mirar los duros ojos de Vanessa-. Me he dormido.

Ness: Madre -dijo sin apartar los ojos de su ayudante-. Entretente un rato. Puedes bajar a mi apartamento y cotillear mis papeles, o lo que quieras. Estaré libre dentro de una hora.

La posibilidad de distraerse pareció entusiasmar a July.

July: No quiero molestar. Quizá tengas una botella de champán en el frigorífico.

Ness: No la tengo.

July: Cariño, todos los Hudgens debemos tener una botella de champán frío en cualquier ocasión. Tenemos nuestras normas.

Ness: Desde luego -dijo irónicamente-.

July: Por cierto, he estado buscando las esmeraldas Hudgens. ¿No las tendrás tú, verdad?

Ness: Están en una caja de seguridad, madre, y son mías.

July hizo una mueca.

July: No deberían serlo. Me parece muy mal que mi madre te las dejara a ti y no a su propia hija. Son demasiado ostentosas para ti, cielo.

Ness: Son mías. ¿Por qué no bajas al piso nueve, a ver si Efron tiene champán frío? Seguro que estará encantado de brindar por tu divorcio.

July: Quizá le apetezca venir a comer con nosotras.

Ness: No. O celebramos tu divorcio las dos solas, o nada.

July: Aguafiestas. ¿Qué es lo que te traes con ese hombre?

Ness: Te lo diré mientras cenemos -dijo mintiendo con facilidad-. No es nada del otro mundo.

July: No creas que vas a engañarme con cuentos -advirtió-. Te sacaré la verdad, aunque tenga que pasarme toda la tarde bebiendo champán.

Ness: Sí, madre -dijo dócilmente-.

July: Mojigata -replicó caminando con aires de gran señora hacia el ascensor-.

Vanessa se apartó del escritorio, dejando a Ashley sentarse. En seguida se fijó en sus ojos enrojecidos.

Ashley: ¿Pero qué es lo que llevas puesto? -preguntó frunciendo el ceño-.

Ness: No te preocupes. Intento parecer inocente, eso es todo.

Ashley: ¿Inocente de qué?

Ness: Ahí quería yo llegar. ¿Dónde estabas a las tres de la mañana? Mientras yo estaba cometiendo delitos, sin encontrar ningún cómplice, tú estabas ilocalizable en algún lugar. ¿Dónde?

Ashley: ¿Qué delitos?

Ness: Yo he preguntado primero. Tienes una cara que es una pena.

Las mejillas de Ashley enrojecieron más todavía.

Ashley: ¿Y si te digo que no es asunto tuyo?

Ness: ¿No es asunto mío? -preguntó sin ofenderse-.

Ashley: Estuve con Scott.

Ness: ¡Santo cielo! -exclamó atónita-. Me imaginaba que habías ido a ahogar tus penas con otro. Bueno ¿y estuvo bien?

Ashley: ¡Vanessa! -dijo saliendo de su adormecimiento-.

Ness: Eso está mejor. Entonces ¿qué fue, una aventura de una noche, o el amor de tu vida?

Ashley: Una aventura de una noche.

Ness: ¿Eso quién lo dice?

Ashley: Cuando me desperté, ya no estaba, Vanessa. Se había ido. Ni siquiera me dejó una nota.

Ness: No saques conclusiones apresuradas -dijo sentándose en el borde de la mesa y mirando a Ashley con sorpresa-. ¿De verdad te acostaste con él?

Ashley: De verdad me acosté con él.

Ness: ¿Y valió la pena?

Los grandes ojos marrones de Ashley se llenaron de lágrimas.

Ashley: Hasta el último segundo.

Vanessa sacudió la cabeza.

Ness: No sé, Ashley. Creo que el amor no trae más que problemas. Todo sería mucho más sencillo si no existiera.

Ashley: Posiblemente tengas razón -dijo con gesto de infelicidad-. Ahora me pregunto si hizo el amor conmigo por lástima.

Vanessa rompió a reír mientras se ponía de pie.

Ness: Scott puede ser un verdadero príncipe, pero no es tan noble. Hazme caso, Scott se fue a la cama contigo porque quería.

Ashley: Eso es lo que dijo. Me gustaría creerle.

Ness: Mírate en el espejo, Ashley. No tienes el aspecto de una mujer digna de compasión. Pareces una mujer que ha sido muy bien...

Ashley: Vanessa -protestó-.

Ness: Está bien, lo dejaré.

Ashley: Ahora, cuéntame cuáles han sido los delitos que has cometido esta noche.

Ness: Bueno, en realidad...

La voz de Vanessa se apagó mientras se abrían las puertas del ascensor. Y no era «el Torbellino», como Vanessa esperaba, sino una indecente preciosa Britt que traía del brazo a Andrew Seeley.

Vanessa los contempló durante un segundo. Formaban una pareja muy atractiva. Parecían hechos el uno para el otro, pensó Vanessa con una punzada de celos.

Ashley: ¿Quién es el que viene con Britt? -preguntó en un susurro-.

Vanessa no respondió. Cruzó la habitación con su habitual paso rápido.

Ness: Buenos días, Britt. Hola, Andrew. No os esperábamos. ¿Qué tal la cena de anoche?

«¿Y qué tal la noche? ¿Te acostaste con él?», se preguntó Vanessa en silencio. «¿Cambiaste de idea?»

La hermosa cara de Britt no le dio ninguna pista.

Brittany: Lo pasamos muy bien. Decidí venir por aquí con Andrew para saber si quieres que vaya a alguna entrevista. ¿Los llamaste al final?

Ashley: Creí que íbamos a mantener a Britt a la espera de algo mejor -dijo claramente perpleja-. Ya tenemos a Estée Lauder babeando por las fotos, y Revlon ha hecho una oferta decente, pero nada espectacular. ¿Por qué iba a ir?

Ness: Solo era una idea -dijo ausentemente, estudiando con atención a la perfecta mujer que tenía delante-.

Brittany no tenía la piel enrojecida, ni tampoco señales de mordiscos en el cuello. Pero aquello no significaba nada. Vanessa pensó que todo el mundo parecía haber dormido con alguien la noche anterior menos ella.

¿Y qué? Ella prefería pasar la noche chapoteando en el barro antes que estar ahogándose bajo el cuerpo de un macho exigente. Se volvió y sonrió a Andrew. En realidad, no conseguía sentir por él más que una suave atracción. Si Brittany hubiera mantenido sus preciosas manos lejos de aquel hombre, quizá fuese todavía la respuesta a sus frustraciones. Un hombre lo suficientemente seguro para enamorarse de él.

Andrew le devolvió la sonrisa, evidentemente sin saber lo que estaba pasando por su cabeza.

Andrew: Estás muy guapa hoy -dijo ignorando a la mujer que tenía al lado-. Me gusta tu vestido.

Ness: Adoro a este hombre -dijo sonriendo a la enigmática Britt-. Dímelo cuando acabes con él, porque te lo quitaré de las manos.

La respuesta de Brittany tuvo la justa medida de humor.

Brittany: Te lo cedo -dijo, besando la perfecta y suave mandíbula de Andrew-. Pero sé buena con él. Se lo merece.

Con suave elegancia, Vanessa se interpuso entre la hermosa pareja, cogió el musculoso brazo de Andrew y le apartó a un lado.

Ness: Te han traicionado, cariño. Déjame que te ayude a ahogar tus penas. Te llevaré a cenar y te cuidaré.

Él la miró, claramente extasiado, ignorando a la belleza que los contemplaba. Hacía años que Vanessa no extasiaba a nadie, y le gustó la sensación.

Andrew: No puedo.

Ness: ¿No?

Andrew: Me vuelvo a Kansas. Cojo un avión esta tarde. No hay razón para que me quede aquí más tiempo.

Ness: Ashley -dijo en voz alta-. Mira si puedes organizar una huelga de aeropuertos.

Andrew se echó a reír. Tenía unos dientes blancos y perfectos. Y un hoyuelo en la barbilla. Dios santo, un hoyuelo. Sus hijos tendrían hoyuelos.

Andrew: No deberías hacerlo. Piensa en todas las complicaciones que causarías a todo el mundo.

Ness: Soy implacable cuando quiero algo.

Aquella vez sí le había sorprendido. Andrew se humedeció los labios, se aclaró la garganta y la miró.

Andrew: Siempre podría cambiar el vuelo.

Ness: Hazlo -murmuró con voz tímida y seductora a la vez-. Ashley te lo solucionará.

Brittany: ¿Te han hecho una oferta los de Revlon? -dijo cuando Andrew estaba hablando por teléfono-. ¿Por qué no me lo dijiste?

Ness: No vamos a aceptarla. Te quieren para una foto de grupo. Una cara bonita más. Y como queremos más que eso, vamos a emplear el misterio. Haremos que te deseen locamente. Pero desde luego, si tú quieres...

Brittany: No -dijo con una sonrisa resplandeciente-. Confío plenamente en ti, Vanessa. Haré lo que tú digas.

Ness: No te importa que te robe a Andrew ¿verdad? ¿No quieres venir con nosotros? -dijo inocentemente-.

Brittany: No, voy a salir con Zachary Efron. Me llamó a primera hora de la mañana. Es un hombre con carácter ¿verdad?

Ness: Desde luego -añadió secamente, ignorando el repentino nudo que sintió en el estómago-.

Brittany: He oído decir que es absolutamente voraz en la cama -dijo acercándose a su oído y envolviéndola en una burbuja de Opium-.

Ness: No lo sé -dijo con voz amable-.

Brittany: Supongo que lo averiguaré pronto -dijo con una maliciosa sonrisa-.

Vanessa abrió la boca para decir algo, pero se calló. La mujer que tenía delante no era precisamente una Barbie. Más bien parecía una viuda negra a punto de devorar a su macho.

Andrew: Todo arreglado -dijo regresando junto a ellas-. He cambiado el billete para mañana por la tarde.

«Idiota», pensó Vanessa, sin preocuparse de averiguar si se refería a Andrew o a sí misma.

Ness: Entonces tendremos que aprovechar la noche -dijo batiendo inocentemente sus largas pestañas negras-.

Sonó el teléfono y Ashley lo cogió.

Ashley: Era tu madre. Dijo que la disculpes, pero que no comerá contigo.

Ness: Típico -murmuró-. Habrá recibido una proposición mejor.

Ashley: Me dijo que te advierta que Zachary Efron se va a comer tus entrañas de aperitivo. Y que volverá cuando todo se haya calmado.

Vanessa sonrió. La situación era caótica, pero al menos evolucionaba en la dirección que ella pretendía.

Ness: Eso significa que estoy libre para comer -dijo a Andrew, sabiendo que no podía perder ni un minuto-. ¿Por qué no vamos a...?

Ashley: Yo no haría planes todavía. Ahí viene «el Torbellino», y creo que quiere sangre.

Vanessa levantó la vista asombrada, viendo entrar a Zac como un tornado en la oficina. Echando una rápida mirada a su alrededor, se hizo cargo de la situación. Señaló a Vanessa con un dedo acusador, y lentamente le hizo gesto de que se acercara a él.

Ness: ¿Qué? -preguntó haciendo caso omiso a la orden-.

Zac: Llegamos tarde a comer. Vamos, Vanessa.

Ness: No voy a comer contigo. He quedado con mi madre para celebrar su divorcio.

Zac: Tu madre te ha dejado tirada por Peter Morton, mi joven ayudante, así que pon otra excusa.

Andrew: Estábamos haciendo planes para comer -dijo dando un paso adelante-.

Zac: Pues hazlo con Britt -dijo con voz inexpresiva-. Vanessa y yo tenemos que hablar de negocios. Y si crees que hay para ella algo más importante que la Casa de Cristal, todavía tienes mucho que aprender. Vanessa ¿vienes o no?

Ness: Vamos -dijo con voz cansada-.

Después de todo, iba a tener que enfrentarse con él tarde o temprano. Cuanto antes mejor. Zac no dijo una palabra mientras el elegante y antiguo ascensor los llevaba a la planta baja. Cuando salieron al vestíbulo, simplemente la tomó del brazo, pasando por delante de las huellas de barro que Vanessa había olvidado borrar. Entonces ella vio el Bentley de Zac aparcado delante de la puerta y sintió una punzada de intranquilidad.

Ness: ¿Dónde me llevas? ¿A la cárcel?

Zac: Me encantaría, pero como tú bien sabes, no tengo pruebas. Sube al coche.

Ness: No me fío de ti.

Zac: Yo tampoco de ti. Sube al coche o te subiré yo.

Ella sonrió.

Ness: Adelante -dijo amablemente-. Te acusaré de intento de secuestro, tendremos un largo juicio y no tendré que preocuparme de ti en una temporada.

Zac: Eso no va a ocurrir. Y no pienses que voy a seguir de tan buen humor mucho rato.

Ness: ¿Estás de buen humor? ¿Cómo eres cuando te enfadas?

Zac: Créeme, no te gustaría nada. Sube de una vez a ese maldito coche.

Ness: No hasta que me digas adónde vamos.

Zac: Te voy a presentar a una persona que hace mermelada casera.

Ness: ¿Cómo?

Zac: Dijiste que no conocías a nadie que la hiciera. Pues mi hermana hace mermelada. Te voy a llevar a comer a su casa. Estoy seguro de que no conoces la zona de Nueva York en la que vive. Considéralo una excursión cultural.

Ness: ¿Por qué no?

Zac: Pero primero -dijo sacando un pañuelo blanco-, vamos a ponerte un poco más presentable. Mi hermana es algo mayor que yo, y un poco chapada a la antigua. No le gustaría tu color de labios. Y estás demasiado pálida.

Tomándola por la barbilla con fuerza, frotó con fuerza los brillantes labios rojos de Vanessa. Y a continuación, aplicó el pañuelo a sus mejillas, dándoles más color. Vanessa intentó soltarse, pero Zac era sorprendentemente fuerte, y capturó sus dos manos con una de las suyas.

Zac: Y esto -dijo entonces, cogiendo las gafas de Vanessa y tirándolas por encima del Bentley en medio del rápido tráfico de la calle- ...fuera.

Ness: Maldito machista insoportable, hijo de...

Zac: Di eso delante de mi hermana y te lavará la boca con jabón. -La hizo entrar al coche de un empujón, casi cayendo sobre ella al entrar él. Dio unos golpecitos en el cristal ahumado que los separaba del conductor-. A casa de mi hermana, George. Nos espera a la una.

George: Sí, señor.

El Bentley se incorporó al tráfico con un poderoso acelerón, que hizo que Vanessa cayera de bruces contra el pecho de Zac.

Ness: Me las pagarás por esto, Efron.

Zac: Creo que ya lo has hecho -gruñó-.




Zac ya conoce a la madre de Ness y Ness va a conocer a la hermana de Zac... Ya parecen pareja XD
Aunque la imagen de Zac quitándole maquillaje a Vanessa me ha parecido más la de un padre XD

Ya las cosas solo pueden ir a mejor, ¿no?
¡Eso esperamos!

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¡Un besi!


domingo, 23 de marzo de 2014

Capítulo 10


Vanessa picoteó desganadamente con el tenedor los raviolis de pato ahumado con cebolla roja. Eran casi las once, y la avalancha de gente que salía de los teatros acababa de llenar Whibblies, el pequeño y elegante restaurante que había a dos manzanas de la Casa de Cristal. No se había molestado en preguntar a Zac cómo había conseguido mesa sin hacer reserva. La gente como Zachary Efron no necesitaba hacer reservas; simplemente iban por la vida derribando todo lo que se interponía en su camino.

Zac: ¿A qué se debe esa expresión amarga? -murmuró-.

Acababa de terminar su solomillo a la pimienta. Ya iba por su segundo whisky, y según sus propias palabras, ese era el momento en que comenzaba a ponerse discreto. Pero Vanessa no percibió ninguna señal de que estuviera bajando la guardia.

Ness: Pensaba que hacía mucho que no veía a nadie comer carne roja -observó-. ¿No sabes que es mala para la salud? Te producirá arterioesclerosis y te llevará a la tumba.

Él sonrió.

Zac: No cantes victoria. Eso no ocurrirá, al menos hasta que el Efron Plaza esté en pie y en su sitio. A no ser que espolvorees arsénico sobre el plato. Además ¿de verdad te sorprende que me guste la carne?

Ness: Ni por un momento -dijo apartando su plato, que el camarero retiró instantáneamente, volviendo al momento con un whisky-. Yo no he pedido esto. Estaba pensando cuánto me apetecería uno, pero no lo he pedido.

Zac: Yo lo he hecho.

Ness: ¡No! Por favor, ya tengo bastantes problemas contigo. No empieces a leerme el pensamiento.

Zac: Simplemente me he adelantado a tus necesidades. Es la obligación de un buen anfitrión.

Ness: Si piensas que se me va a soltar la lengua con un whisky te equivocas. Puedo tumbar bebiendo a la mayoría de los hombres.

Zac: ¿De verdad? -dijo con sonrisa divertida-.

Ness: No. Pero suena bien. Realmente me pongo tonta y sentimental cuando bebo demasiado.

Zac: Yo no. Yo me pongo muy reservado.

Ness: Será tu sangre rusa. Además ¿cuándo fue la última vez que bebiste de más?

Él sacudió la cabeza.

Zac: No lo recuerdo.

Ness: Eso prueba mi teoría. No eres humano. Eres una máquina. «Robocob en Wall Street». No sé si tengo posibilidades contra ti.

Zac: ¿Sí? ¿Entonces por qué no abandonas? ¿Por qué seguir luchando cuando no tienes posibilidades de vencer?

Por un momento parecieron estar aislados de todo lo que los rodeaba. Vanessa le miró sin preocuparse de su expresión.

Ness: Porque soy una luchadora -dijo simplemente-. Aunque sea una causa perdida no voy a abandonar. Puede que al final no pueda evitar que consigas la Casa de Cristal, pero puedo hacértelo muy difícil.

Zac: Reconozco que tienes talento para eso -dijo con una sonrisa reservada-. ¿Por qué no lo dejas todo y te dedicas a tener niños?

Ness: Eres un cerdo machista. ¿Por qué tienes que salir siempre con esos comentarios para irritarme?

Zac: Suele funcionar con las mujeres. ¿No quieres tener niños?

Ella se quitó los zapatos y cruzó los pies bajo la silla.

Ness: ¿Por qué tienes esa fijación con los niños?

Él pareció sorprendido.

Zac: No sé. Supongo que es porque deseo tenerlos.

Ness: No conmigo, supongo.

Zac se echó a reír.

Zac: No estaba sugiriéndolo. Creo que Britt tendría unos niños maravillosos.

Ness: ¿Siempre eres tan calculador?

Zac: Tampoco me parece que tú seas de las que van con el corazón en la mano. ¿O dejas que las emociones gobiernen tu vida?

Ella pensó en Andrew Seeley y lo que ella esperaba que fuera su cena de despedida con Britt. Pensó en los ojos enrojecidos de Ashley. Y recordó lo que había sucedido cuando Zac la había besado.

Ness: En absoluto -dijo convencida-.

Zac: ¿Ves? Somos iguales. Hay un momento y un lugar para crear una familia, y otro para disfrutar del sexo.

Ness: A veces las dos cosas van juntas.

Zac: Me alegro de que lo digas. Por eso estoy pensando en casarme otra vez. Quiero una esposa decorativa y divertida, y que sea buena madre para mis hijos.

Ness: Britt será decorativa. Y supongo que también divertida. Pero es un poco joven para tener hijos.

Zac: Tiene veintidós años. Está en su mejor momento.

Ness: Quizá físicamente. ¿Pero crees que va a desperdiciar el mejor momento de su carrera de modelo para convertirse en tu máquina de hacer niños?

Zac: Sí, si será generosamente recompensada por ello.

Ness: Podrías contratar a una madre de alquiler -le espetó-.

Zac: Sabes tan bien como yo todos los problemas que traen esos contratos. Quiero una esposa y una madre para mis hijos.

Ness: ¿Crees en el amor?

Zac: ¿Y tú?

Ness: Touché.

Zac: Yo creo en el sexo. En el intercambio de placer físico entre dos adultos. ¿Y tú?

Ness: Supongo que conoces la respuesta, si te molestas en preguntarlo -dijo haciendo girar el vaso de whisky entre los dedos-. Tu detective privado debe ser mejor de lo que pensaba.

Zac: He contratado a uno nuevo.

Ella se terminó el whisky.

Ness: Entonces debes saber que vivo en la más piadosa castidad.

Zac: Eso parece.

Ness: En este caso, las apariencias no engañan. Creo que el sexo es una actividad inútil y que no compensa. Debilita la fuerza de voluntad, distrae la mente y convierte a las mujeres en víctimas.

El camarero puso un segundo whisky delante de Vanessa. No había notado que Zac lo pedía. Un fallo. No podía bajar la guardia ni un momento.

Zac: ¿Y en qué convierte a los hombres?

Ness: Les da demasiado poder.

Zac: Si es inútil y no compensa ¿por qué iba a dar poder a los hombres? Las mujeres pueden decir simplemente que no.

Ness: Biología. La naturaleza nos jugó una mala pasada. Las mujeres quieren un nido dónde refugiarse, niños, un hombre que las mantenga.

Zac: Pareces haber reflexionado mucho sobre el tema.

Ella sonrió serenamente, dando un sorbo a su nuevo vaso.

Ness: He tenido mucho tiempo. Lo suficiente para decidir que no voy a dejar que mis instintos me traicionen, haciéndome cometer más errores.

Zac: Y tú me tachas de calculador...

Ness: Hay una diferencia en ser calculador desde una posición de poder o desde una posición de desventaja. Cuando eres una víctima de la naturaleza, tienes que usar todos los recursos.

Zac: A mí no me pareces una víctima.

Ness: Zachary...

Zac: Zac -corrigió con voz suave-.

Ness: Zac -dijo disgustada por la facilidad con que salía el nombre de sus labios-, no pienso volver a ser una víctima.

Vanessa pensó que había bebido demasiado. Era imposible que estuviera sintiendo corrientes de emoción entre ellos dos. Era imposible que Zac la estuviera mirando con una expresión tan hambrienta y depredadora, tan cargada de sensualidad. Era imposible que la deseara. No podía desearla. Era un hombre sensato y había elegido a Britt.

Ness: Es tarde. Tengo que volver a casa.

Zac no dijo nada mientras ella deslizaba los pies de nuevo en sus zapatos y caminaba en línea perfectamente recta hacia la salida. Vanessa temía que le pusiera la mano en la cintura, pero agradeció que él no lo hiciera.

Zac: Está lloviendo -dijo cuando llegaron a la puerta-. Vuelve dentro, llamaré a mi chófer.

Ella salió a la calle.

Ness: ¿Para dos manzanas? No seas ridículo. Un poco de lluvia no te hará daño.

Zac la miró sorprendido.

Zac: ¿Has caminado alguna vez bajo la lluvia de Nueva York? Debe de ser auténtica lluvia ácida.

Ness: Siempre camino bajo la lluvia, y nunca salgo de la ciudad. Vamos, Zac, no seas cobarde. Hace una noche preciosa.

Zac: ¿De verdad vas a hacerlo?

Ness: Por supuesto. ¿Quieres que te busque un taxi?

Zac: Nadie me llama cobarde impunemente.

Ness: Bien por ti, valiente. Toma esto -dijo, lanzándole sus zapatos-.

La lluvia caía sobre ellos, aplastando los rubios cabellos de Zac contra su bien formado cráneo, formando regueros de agua a lo largo de su rostro de altos pómulos eslavos, de su dura mandíbula, de su boca casi cruel. No era un rostro de un hombre con el que se pudiera jugar.

Ness: Relájate, Zac. Solo tienes treinta y tres años.

Zac: La edad suficiente para no pasear descalzo por Manhattan -dijo secamente, metiéndose los zapatos de Vanessa en el bolsillo y siguiéndola con paso tranquilo-.

Ness: ¿Sabes? Creo que no deberías casarte con Britt después de todo -dijo esperándole en la esquina-. Necesitas a alguien que te obligue a hacer locuras.

Sus cabellos negros le caían sobre la cara, y no podía ver nada tras las empapadas gafas. Se las quitó y las metió en el bolso.

Zac: Ya sé por qué estás haciendo esto -dijo mientras cruzaban la calle-. Intentas que coja una pulmonía. Es una pérdida de tiempo. En el lecho de muerte, seguiría siendo capaz de cerrar un negocio.

Ness: No lo había pensado, pero es buena idea. Quizá puedas cerrar un negocio en tu lecho de muerte, pero seguro que no eres capaz de responder al teléfono cuando tienes un simple catarro. Los hombres sois así de blandos.

Zac: Nadie me llama blando impunemente -dijo con sequedad-.

Ness: Yo acabo de hacerlo -dijo deteniéndose y mirándole mientras se pasaba el pelo por detrás de las orejas-. ¿Quieres que le pida a alguien un paraguas?

Zac: No te molestes -dijo mientras se acercaba a ella amenazadoramente-.

Ness: ¿Qué piensas hacer?

Zac: Estaba pensando en coger un taxi y dejarte plantada, pero no creo que aparezca ninguno. Así que solo tengo una solución.

Ness: ¿Cuál?

Zac: Te echo una carrera hasta tu casa -dijo, dando un salto adelante-.

Vanessa echó a correr detrás de él. Su zancada sería más corta, pero no llevaba zapatos. Le alcanzó a la altura de la calle sesenta y seis, y cuando él llegó hasta ella, ya estaba apoyada contra los paneles de cristal de su amado edificio.

Vanessa respiraba entrecortadamente por el esfuerzo mientras se reía de Zac, cuyo enfado y seriedad habían desaparecido. Pero Zac fue demasiado rápido para ella. Antes de que pudiera darse cuenta de nada, estaba en sus brazos. Su risa se desvaneció mientras él la besaba con labios húmedos de lluvia y un ligero sabor a whisky.

Vanessa estaba demasiado asombrada como para reaccionar como hubiera debido. Instintivamente, le pasó los brazos por el cuello y él la levantó en el aire, haciéndola girar de nuevo bajo la lluvia. Ella se aferró a él, mareada, presa de un impulso contra el que no podía luchar. Maldición, cómo deseaba besarle. Y eso fue lo que hizo, ofreciéndole su boca entreabierta mientras la lluvia los empapaba.

Pero el beso fue demasiado corto. Él soltó su boca, su cuerpo, dejándolo arrastrar sobre el suyo hasta que los píes de Vanessa tocaron el suelo. Su vestido de seda estaba tan arrugado como el traje de lino de Zac.

Zac: Es mejor que controles esos instintos animales, Vanessa -murmuró con ojos brillantes-. Tienes que aplastarlos.

Ness: Es a ti a quien tendría que aplastar -dijo con voz temblorosa-. Mis zapatos, por favor.

Él los sacó de sus bolsillos y se los tendió.

Zac: ¿No se permiten pies descalzos en la Casa de Cristal?

Ness: Tengo que acercarme al supermercado -dijo en voz baja, poniéndose los zapatos-.

Zac: Te acompañaré.

Ness: Es inútil. No vas a conseguir otro beso de buenas noches, Zac -le advirtió separándose de él-.

Zac: Ah, ¿era eso? Me había parecido que era un beso de buenos días -dijo alcanzándola-.

Ness: Error -dijo mientras entraba en la pequeña tienda que estaba abierta las 24 horas-.

Zac: Tres bolsas de azúcar... -dijo al ver la compra de Vanessa-. ¿Vas a hacer mermelada?

Ness: ¿Se usa tanto azúcar para hacer mermelada? ¿Y tú cómo lo sabes?

Zac: Mi madre solía hacer mermelada.

Ness: La mía ni siquiera la comía.

Zac: July no es la idea que tengo yo de una madre.

Ness: Ni la mía. Ni creo que la suya propia -dijo sin amargura-.

Zac: ¿Entonces para qué es el azúcar?

Ness: A Ashley y a mí nos gusta el café muy dulce.

La mujer de cara malhumorada que atendía la tienda aporreó la caja registradora, y Vanessa abrió el bolso. Pero Zac se adelantó, sacando unos billetes de su cartera de cuero y poniéndolos sobre el mostrador.

Ness: No te debería dejar hacer eso -murmuró intentando mantener una expresión seria-. Pero en este caso creo que voy a hacerlo.

Zac: Bien. No creo que funcione como soborno. No creo que me cedas la Casa de Cristal por tres bolsas de azúcar.

Ness: No voy a cambiar la Casa de Cristal ni por amor ni por dinero.

Zac subió con ella en el ascensor hasta el noveno piso, sujetando la puerta del ascensor un instante cuando salió.

Zac: ¿No hay beso de buenas noches?

Ness: Para eso llama a Britt -sugirió cortésmente-.

Zac: Pensaba que había salido con su novio.

Ness: Ex-novio -le corrigió-.

Zac: No estarás pensando en hacer algo con ese chico ¿no? Te lo comerías vivo.

Ness: Es muy dulce, agradable y atractivo -dijo con un cierto tono defensivo-.

Zac: Se supone que yo también soy atractivo.

Ness: No sabía que estuvieras dispuesto a competir por mí.

Vanessa había conseguido desconcertarle.

Zac: No lo estoy.

Vanessa sonrió apretando el paquete de azúcar contra su pecho, una vez más controlando la situación.

Ness: Bien, pues que no se te olvide ¿de acuerdo, Zac? -le sugirió-. Las cosas ya son lo suficientemente complicadas.

Vanessa pulsó el botón de su piso y Zac tuvo que retirar la mano rápidamente. Ella pudo ver su expresión de sorpresa mientras las puertas del ascensor se cerraban.


Zac tardó una buena hora en recuperar el equilibrio. Tomó una larga ducha caliente, quitándose la suciedad del pelo y el frío de los huesos. Normalmente dormía desnudo, pero aquella noche, mientras la lluvia seguía golpeando contra los cristales, sintió que necesitaba más calor. Se puso una sudadera negra, se preparó un vaso de té ruso y se tendió en su enorme y vacía cama.

Estaba claro que no había estado lo suficientemente en guardia. Aquél era el verdadero peligro de Vanessa Hudgens: que le desequilibraba. Jamás había conocido a una mujer como ella, y le hacía perder el control. Si alguien le hubiera dicho que iba a darse un paseo por Manhattan empapándose bajo la lluvia, no lo habría creído. Ni tampoco que iba a besar a Vanessa, y que iba a disfrutar de ello.

Debía de estar loco. Él no quería a una pequeña mujer temperamental y de lengua viperina como Vanessa Hudgens. Era muy atractiva, incluso maliciosamente arrebatadora, pero él había preferido siempre a las mujeres serenas y esculturales. No a pequeñajas que despreciaban su dinero y su poder.

Por supuesto, pensó mientras se estiraba en la cama mirando la lluvia caer contra las ventanas, Vanessa había hecho exactamente lo que él esperaba. Había mostrado demasiado de sí misma, y no le había costado ni medio vaso de whisky. Ya sabía cuál era su punto débil, y lo había averiguado por casualidad. En el terreno sexual, la señorita Vanessa Hudgens se encontraba casi totalmente indefensa.

Era el ángulo desde el que había que enfocar la situación. Nunca había utilizado esa arma contra una mujer. Pero nunca se había encontrado con una mujer tan testaruda como Vanessa. Le había advertido que no era ningún caballero, y que iba a conseguir lo que quería por las buenas o por las malas. La cuestión era si Zachary Efron podía llegar a ser tan inmoral.

Analizó la situación desapasionadamente, a pesar de que su conciencia se empeñaba en plantear objeciones. Dudaba que Britt pusiera reparos a que utilizara el sexo para convencer a Vanessa. Britt parecía una mujer enormemente práctica. Y si no le gustaba, había otras mujeres, otras muchas elegantes y graciosas bellezas que no tendrían tantos escrúpulos.

Y en realidad le haría un favor a Vanessa. No sabía quién habría iniciado tan desastrosamente a Vanessa en los placeres carnales, pero en cualquier caso no le vendría mal. A pesar de todas sus barreras, no se podía ahogar los instintos animales y esperar encontrar la felicidad. Vanessa sería mucho más feliz con un hombre, con un marido y niños, que con su decrépito mausoleo.

Pero su boca se curvó de disgusto mientras repasaba sus justificaciones. Si cometía el error de seducir a Vanessa para ganar la batalla de la Casa de Cristal, lo lamentaría el resto de su vida. No. No debía haber más besos, más sueños eróticos. Al día siguiente invitaría a Britt a cenar y quizá a dormir, si le parecía que ya había llegado el momento. Quizá así dejara de pensar en aquella mujer, la cual sabía sostener una lucha limpia.


En lo que menos pensaba Vanessa en aquel momento era en luchar limpiamente. Se había puesto un mono vaquero, un poncho de plástico negro y botas, había metido las bolsas de azúcar en una bolsa y estaba chapoteando en el fango junto a la Casa de Cristal. Las máquinas de demolición seguían allí, como una familia de horribles insectos prehistóricos ansiosos por devorar a su pobre y herido edificio.

Tardó un rato en encontrar los depósitos de combustible de las máquinas. Tenía los dedos rígidos de frío y le castañeteaban los dientes cuando consiguió levantar la lona que cubría la tercera y última de las máquinas y verter el contenido de la tercera bolsa de azúcar en el depósito. Evidentemente, el encargado de la vigilancia no pensaba que les fuera a pasar nada a sus máquinas en aquel chaparrón, y nadie la molestó. Quizá Zac supiera quién lo había hecho, pero no tenía pruebas.

Se llevó las bolsas vacías a casa, esperando que Zac no se levantara demasiado tarde al día siguiente. Quería estar lo suficientemente cerca para oír su rugido de furia cuando descubriera lo que había hecho.




¡Se besaron! ¡Y bajo la lluvia! ¡Qué bonito!
Conociéndoles, de aquí a la cama un paso hay XD
Ahora sí que se pondrán las cosas interesantes.

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¡Un besi!


viernes, 21 de marzo de 2014

Capítulo 9


No tenía derecho a sentirse así, se reprendió a sí misma Vanessa. Las cosas iban bien. Britt ya no quería a Andrew Seeley. El hecho de que aquella noche fueran a cenar juntos como despedida era un inconveniente, pero Vanessa podía soportarlo. Después de todo, le necesitaba libre de ataduras. Ella no podía competir con alguien con el aspecto de Britt, a no ser que Britt se lo permitiera.

Así que eso marchaba bien. Tenía la lista de sobornos de Zachary Efron en la caja fuerte de su apartamento, entre las esmeraldas que le había dejado su abuela y un enorme collar de perlas rosadas que le había regalado su padre. Si las cosas se ponían mal, podría vender las esmeraldas y las perlas, aunque sabía que eso le proporcionaría un poco más de tiempo, pero nada más.

Incluso la desgracia de Ashley tendría un efecto beneficioso. Ella lloraba la pérdida de un sueño, pero era un sueño inalcanzable. Todo el mundo tenía que abandonar algunos de sus sueños más pronto o más tarde, pensó Vanessa. Ashley tenía suerte de haberlos conservado todos hasta casi los treinta años. Los de Vanessa habían sido destrozados la noche que fue a la fiesta de la Asamblea Juvenil.

No quería pensar en aquello otra vez. «Piensa en Ashley», se dijo a sí misma. Ashley había recogido todos los papeles de Scott, su archivo y un cheque para él que acababa de llegar. Él todavía no contestaba al teléfono, pero Ashley tenía la llave de su apartamento.

Ness: ¿Estás segura de que quieres hacer esto? -le había preguntado suavemente-.

Ashley: Estoy segura. Cuanto antes me lleve todas estas cosas de aquí, antes podré empezar a comportarme como una persona normal otra vez -esbozó una sonrisa tímida, pero no engañaba a Vanessa-. Soy un poco vieja para enamoramientos de adolescente ¿no?

Ness: No sé. Mi abuela se habría muerto por Eric Flynn -comentó-.

Ashley: Tu abuela estuvo casada con un mujeriego. No me extraña que le diera por fantasear.

Ness: ¿Tú no fantaseas?

La sonrisa de Ashley se hizo más amplia.

Ashley: No. Por eso me voy a deshacer de todo esto. Incluyendo su llave. Ya no le voy a llevar sopa de pollo cuando esté resfriado, ni voy a recogerle el correo ni regar sus plantas cuando esté fuera de la ciudad.

Ness: Tonta -la reprendió-.

Ashley: Lo sé. Lo sé. Por fin he visto la luz. Estoy dispuesta a continuar con mi vida. Solo necesito atar los cabos sueltos.

Ness: ¿Y si él está allí?

Ashley: No creo -respondió-. No parece que haya estado en su apartamento más de algunos minutos en las últimas setenta y dos horas. Pero si está allí, mejor. Así podré despedirme de él. Así tendré la verdadera sensación de que se ha acabado ¿no crees?

Ness: Supongo que sí. ¿Y si él no quiere perder a quien le hace sopa de pollo y riega sus plantas?

Ashley agitó la cabeza.

Ashley: Scott nunca te ha gustado ¿verdad?

Ness: Ahí es donde te equivocas. Me gusta mucho. Lo que no me gustaba era lo que estaba haciendo.

Ashley: Y ahí es donde te equivocas tú -repitió-. Él no me estaba haciendo nada. Me lo estaba haciendo yo misma. Él no necesitaba que yo le hiciera la sopa de pollo. Había más de media docena de mujeres deseando hacer lo mismo. Las mujeres tienden a querer hacer cosas por Scott.

Ness: Él las utiliza.

Ash: Quizás. Pero no es desagradecido. Si la gente se ofreciera constantemente a hacer cosas por ti ¿serías capaz de negarte siempre?

Ness: Probablemente no.

Ashley: Le diré adiós de tu parte si le veo -dijo cogiendo la caja de papeles-.

Ness: No llores -aconsejó-.

Ashley: ¿Bromeas? Antes me moriré.

«Quizás, pero yo no apostaría», pensó Vanessa.


Vanessa paseó por las amplias oficinas, apagando las luces. No podía entender por qué se encontraba tan inquieta. Quizá fuera por el tiempo. Había sido un cálido y bochornoso día de septiembre, y se preparaba una tormenta. Podía ver los relámpagos cruzar el cielo desde el ventanal. Si había alguna justicia en este mundo, un rayo debería caer sobre la cabezota de Zachary Efron.

Pero como ella tenía tan mala suerte, Efron estaría cómodamente instalado en su apartamento del noveno piso. La Casa de Cristal había soportado dinamita, palas mecánicas, dos guerras mundiales, ventiscas, huracanes y los altibajos de la fortuna de la familia Hudgens. En este momento, tal y como se encontraba, a lo mejor no soportaba la cólera divina en forma de rayo fulminador.

Cerró la puerta tras de sí y empezó a subir por las escaleras, frotándose el puente de la nariz. Se topó con Zachary Efron antes de darse cuenta de ello.

Las manos de él la sujetaron para estabilizarla, luego la soltó.

Ness: ¿Qué demonios estás haciendo aquí? -preguntó agriamente, dejando caer sus gafas de nuevo sobre la nariz y mirándole fijamente-.

Zac: Buscando a Cenicienta -contestó mostrándole sus zapatos rojos-.

Ella los cogió, recordando dónde se los había dejado olvidados. En la puerta del apartamento de él.

Ness: Gracias.

Zac: ¿Te divertiste anoche?

Ness: ¿Qué quieres decir?

Zac: Cuando te dejé sola en mi apartamento. ¿Cediste a la tentación de registrar el lugar, o fuiste honrada?

Ness: No. Si intentara llevar este asunto con honor, probablemente me aplastarías. Registré tu apartamento y luego registré tu oficina -dijo con sinceridad-. Y como tú bien sabes, no pude encontrar nada.

Zac: ¿Ni siquiera en el ordenador?

Ness: Apenas fui capaz de encenderlo -mintió-. No sé mucho de ordenadores. Y el tuyo quería la contraseña de acceso. Hice un par de intentos, pero al ordenador no le gustaron y se desconectó.

Eso por lo menos era verdad. Cuando se miente lo mejor es acercarse lo más posible a la verdad, había aprendido Vanessa hacía mucho tiempo.

Efron la estaba mirando con una expresión velada en sus oscuros ojos azules. El aspecto que tenía Zac ese día no era el de un hombre de éxito. Parecía un hombre de negocios cansado, con su chaqueta de Armani arrugada, con la camisa un poco desabrochada y la corbata floja. Parecía humano y vulnerable, no un lobo.

Zac: ¿Qué tal si hacemos una tregua?

Ella estaba desilusionada. No creía ni por un momento que él estuviera dispuesto a poner fin a su guerra particular. Él no iba a abandonar tan fácilmente, a no ser que supiera que ella tenía un as en la manga. Y no había manera de que lo supiera, a no ser que el ordenador fuera un chivato.

Ness: ¿Definitiva o temporal?

Zac: Temporal, por supuesto.

Él se pasó una mano cansadamente por el claro cabello, revolviéndolo, y Vanessa tuvo el alocado e irracional impulso de alisárselo. El pelo revuelto hacía parecer al «Torbellino» un ser humano. Ella quería que fuera duro.

Zac: Por esta noche. Para cenar -añadió-.

Ness: ¿Quieres que salgamos a cenar?

Zac: No me gusta comer solo.

Ness: Estoy segura de que puedo encontrar una docena de mujeres que dejarían lo que estuvieran haciendo por salir contigo -afirmó sin entusiasmo-.

Zac: No quiero ni media docena. No quiero ser encantador, no quiero flirtear.

Ness: ¿Así que pensaste que yo serviría? Algunos hombres creen que merece la pena flirtear conmigo.

Zac: Yo no he dicho que no lo merezca. Solo he dicho que contigo no quiero hacerlo.

Ness: Sería una pérdida de tiempo. Supongo que pensaste que si salía contigo, a lo mejor se me escapaba algo. Algo que luego pudieras utilizar contra mí.

Zac: Quizá. Pero lo mismo podía pasarme a mí. Puedo ser un poco indiscreto en cuanto me tomo dos copas.

Ella se quedó pensándolo.

Ness: Pero si dices algo que pueda servirme, soy capaz de comerme tu ordenador -apostó-. No creo que hayas llegado a donde estás siendo indiscreto.

Zac: No. Pero no me he encontrado con muchas Vanessa Hudgens tampoco.

Ness: Has tenido suerte.

Zac: Sí. ¿Necesitas una chaqueta?

Ness: ¿En una noche tan calurosa como ésta? No.

Zac: Está bien -dijo ofreciéndole el brazo como un caballero-. Vamos.

Ella le miró. Estaba acostumbrada a ir del brazo de un hombre. Pero no estaba acostumbrada a tocar a alguien como Zachary Efron. Las pocas veces que lo había hecho, ella había sentido una especie de energía que emanaba del cuerpo de él; una energía que ella encontraba extrañamente amenazante.

Pero no podía dejar que él lo notara. Puso su mano en el brazo de él, ligeramente, como no queriéndole tocar del todo.

Ness: Vamos -dijo agitando su cabeza nerviosamente-. Tengo mucha, mucha hambre.

Los ojos de él parecieron brillar mientras la miraba de arriba abajo.

Zac: Yo también.


Ashley apretó la caja de cartón contra su pecho mientras el taxi recorría la Segunda Avenida. Tenía que haber ido directamente al apartamento de Scott cuando dejó a Vanessa, pero no había tenido el valor suficiente. A pesar de lo que le había dicho a Vanessa, cuando se enfrentara a Scott iba a llorar, lo sabía. Y toda aquella situación era ya bastante degradante.

Así que fue a su casa, se dio una ducha, se tomó un par de vasos de Chardonnay y llamó a Scott para asegurarse de que no estaba. Como de costumbre sonó el contestador automático, y Ashley supo que estaría segura.

Era una noche cálida, así que se puso un vestido ligero. Era uno de sus vestidos favoritos, con él parecía suave e inocente, el tipo de mujer que no encajaba con Scott Speer. Se había hecho una coleta y se había maquillado muy ligeramente, ya que ninguna mujer que se preciara saldría en Manhattan sin maquillarse; y había cogido el primer taxi que vio antes de que pudiera arrepentirse.

Las ventanas del tercer piso estaban oscuras. Solo cuando el taxi hubo desaparecido tras la esquina se dio cuenta de que debería haberle dicho al taxista que esperara. Los taxis no pasaban a menudo por esa zona. Tendría que llamar a uno. Por lo menos el apartamento estaba vacío.

Tocó el timbre solo para asegurarse. Cuando entró, la asaltaron olores familiares. Especias. Cuero. Y el leve y atractivo olor de la colonia de Scott. Era el único hombre que ella conociera que la usara. Él había tomado parte en la campaña de promoción de la carísima colonia y le había gustado.

El apartamento de Scott consistía principalmente en una amplísima habitación llena de trastos. La cama estaba en el medio, cubierta con unas sábanas oscuras. El suelo estaba recubierto con varias alfombras orientales en diferentes estados de conservación, en las paredes había más motivos orientales. El lugar parecía exótico, sensual... muy diferente del formal apartamento de Ashley.

Con un suspiro, dejó la caja en una mesita, miró a su alrededor por última vez. Debería dejarle una nota, pero no tenía valor para hacerlo. Además, ya había hecho bastante el ridículo con los mensajes que le había dejado en el contestador automático. La caja y la llave sería suficiente.

Se volvió hacia la puerta, dándose cuenta entonces de que no había fotos en las paredes. Y en particular fotos de Scott. La última vez que estuvo allí, Tracey Michaels vivía con Scott y las paredes estaban llenas de fotos de ella. Por supuesto, ya no estaban, pero Scott no había vuelto a poner las suyas. Curioso. Nunca había estado en el apartamento de un modelo que no tuviera las paredes cubiertas de imágenes fotográficas de su ocupante.

Muy egocéntrico, había pensado ella siempre. Era como un recordatorio de quiénes y qué eran. Aparentemente Scott no necesitaba recordatorios.

Ella oyó la llave en la puerta cuando estaba a pocos pasos de ella. Le entró pánico, miró a su alrededor con desesperación buscando la puerta trasera, una ventana por la que salir o un armario donde esconderse. Antes de que pudiera moverse la puerta se abrió y Scott entró, sin afeitar, con aspecto cansado, y muy guapo.

Él levantó la mirada y la vio allí parada conteniendo el aliento. Entonces él sonrió, una sonrisa cálida y de bienvenida que podría haberle derretido los huesos.

Scott: Menos mal que eres tú -dijo cerrando la puerta tras él, y poniendo la cadena-. Temía que fuera alguien a quien no quisiera ver.

Ashley se negó a sentirse halagada por el comentario. Antes había estado deseosa de pequeños cumplidos como ése. Tenía que olvidarse de todo aquello.

Ashley: ¿Tanta gente tenía llaves de aquí?

Scott: Bastante. -Fue hacia las ventanas y las abrió al cálido aire nocturno. Fuera resonó un trueno mezclándose con los ruidos de la calle-. Perdona que no ponga el aire acondicionado, pero mi factura de electricidad es ya parecida a la deuda nacional. Siéntate y te traeré algo de beber.

Ashley: No puedo quedarme . Solo he venido a traerte tus cosas. Llegó el cheque de Parker y vine a traerlo. Pensé que podrías necesitarlo.

Scott: Dios te bendiga, cariño.

Él fue a la cocina y volvió momentos después, con un vaso de vino blanco para ella y una cerveza para él. Ella estaba todavía de pie, sintiéndose boba y perdida, y él le puso el vaso en la mano, la tomó por los hombros y suavemente la empujó hasta el sofá.

Scott: Siéntate. -Ella se sentó. Él se sentó a su lado, estiró sus largas piernas y se pasó una mano por su corto pelo-. No he tenido una semana muy buena -dijo y tomó un largo trago de la cerveza. Entonces, se volvió a mirarla, con una extraña luz en sus ojos turquesa-. ¿Y tú qué?

Ashley: ¿Yo? -su voz sonó nerviosa-.

Scott: ¿Qué tal te ha ido?

Ashley: Fatal.

Él sonrió.

Scott: Entonces somos compañeros en la desgracia. Por lo menos tú no tienes resaca. Yo tengo una enorme. Si bebí tanto anoche como creo que lo hice, es una maravilla que hoy me sostenga de pie.

Ashley: ¿Cuándo volviste?

Ella no debía preguntarle, pero no podía evitarlo. Con el nerviosismo que tenía dio un trago largo a su vino, olvidándose de que ya había bebido más de lo habitual aquella noche.

Scott: Oh, no llegué a salir. Me pasé todo el tiempo ahogando mis penas hasta que caí sin sentido en el suelo, junto a la cama. Soñé contigo.

Ella consiguió reír.

Ashley: Eso sería porque debes haber oído mis mensajes mientras estabas dormido.

Scott: Los oí cuando estaba despierto.

Hubo un incómodo silencio. Ella no podía acordarse de qué era lo que había dicho en todos esos angustiosos mensajes por teléfono. Demasiado, por supuesto. Si no le había dicho que le amaba poco habría faltado.

Ashley: Tengo que irme -dijo acabando el vino y levantándose-.

Scott la agarró de una muñeca y tiró haciéndola sentarse otra vez.

Scott: No, no tienes que irte.

Ashley: Scott -dijo con voz suplicante, casi desesperada-.

Scott: Ashley -dijo un poco burlonamente-.

Los ojos de él expresaban algo que ella no se atrevía a creer. Él soltó su muñeca, le puso una mano en la nuca y la besó.

Ella había estado acostumbrada a sus besos. Al amistoso y suave roce de sus labios, a sus casuales abrazos. No esperaba que la boca de él se abriera contra la suya, húmeda y caliente; no se esperaba la punzada de desesperación y deseo que la envolvió, estremeciéndola hasta lo más profundo de su ser.

Solo tardó un momento en tomar una resolución, justo en cuanto sintió el toque de la lengua de él en la suya. Se apartó de él, empujándole y se levantó de repente, tirando los vasos.

Él la alcanzó cuando ella intentaba abrir la puerta, puso los brazos a ambos lados de ella, atrapándola. Ella no tenía otra opción más que volverse y enfrentarse a él, pero mantuvo su cabeza baja, negándose a mirarle.

Ashley: Esto es ridículo, Scott -dijo en voz baja-. Somos amigos, Scott, por el amor de Dios.

Scott: Estamos a punto de convertirnos en amantes -su voz era también baja, seductora, y llegó hasta su corazón-.

Ashley: No necesito tu caridad, Scott. No necesito tu lástima.

Ella pudo sentir que él se ponía tenso.

Scott: ¿Es eso lo que piensas? ¿Es eso?

Ella no podía evitarlo, tenía que mirarle. Su hermoso rostro parecía casi brutal en el débilmente iluminado cuarto, y el enfado de sus ojos era evidente.

Ashley: Scott, tú no me quieres de verdad.

La voz de ella sonó como un gemido miserable, pero ella no podía evitarlo.

El enfado desapareció del rostro de él, y una ligera sonrisa apareció en sus labios.

Scott: ¿No? Si tú lo dices...

Entonces él se apoyó contra ella y la besó, sosteniendo con sus manos suavemente la cabeza de ella.

La boca de Scott era hambrienta y exigente, y su lengua se introdujo en la boca de ella suavemente, como una demostración de que en realidad la deseaba, y la fuerza de su deseo se apretó contra el estómago de ella. Él se agitó ligeramente contra ella como para asegurarse de que ella notaba cuánto la deseaba, y con un pequeño gemido ella le pasó los brazos alrededor del cuello.

Scott: Eso es -murmuró-.

Las manos de él empezaron a desabrochar los botones del vestido de Ashley. Su boca capturó la de ella con entrecortados y rápidos besos, besos a los que ella se aferraba, que ella devolvía.

Scott: No estoy loco. Claro que te quiero. -Desabrochó el último botón y deslizó el vestido por sus hombros. Éste cayó al suelo, y ella estuvo en sus brazos solamente con un body de seda-. Tienes un cuerpo precioso -susurró-.

Su boca comenzó a recorrer el cuello de ella. Deslizó los tirantes de sus hombros y el body también cayó al suelo. Ashley quedó desnuda en sus brazos, y la vergüenza que sentía la hizo ruborizarse. Intentó librarse de él, pero no la dejaba, las manos de él empezaron a recorrer su cuerpo de un modo suave, casi con adoración.

Scott: Me encanta tu cuerpo -siguió susurrando, sus manos acariciándola delicadamente-. Me encanta la sensación de tus brazos abrazándome, me encanta tu boca en la mía, me encantan tus piernas...

Le besó para callarle. Ella había sido noble, había sido cuidadosa, había sido cauta. Había llegado el momento de la locura, de tomar lo que quería y deseaba, sin importar cuánto iba a dolerle luego. Ya que hasta ahora todo había sido sufrimiento, no estaba mal que se permitiera un poco de placer. Empezó a desabrochar los botones de la camisa de él, y luego se la quitó, sintiendo su pecho desnudo contra sus senos, su carne firme y cálida, sus fuertes brazos sujetándola. Bajó una mano hasta la cinturilla de su pantalón y dudó. Él cubrió la mano de ella con la suya y la empujó más abajo aún para que pudiera comprobar lo excitado que se encontraba; Ashley gimió contra su boca con deseo y un cierto temor al mismo tiempo. Pero antes de que ella pudiera arrepentirse, él la cogió en brazos, llevándola con facilidad a través del cuarto y dejándola caer en la cama.

Ashley le miró mientras él se quitaba el resto de sus ropas.

Ashley: Estoy cometiendo un gravísimo error -murmuró pero no se movió-.

Scott: Quizá. Pero yo estoy haciendo algo inteligente por primera vez en muchos años.

Y con un movimiento casi felino él se echó junto a ella, cubriendo su boca con un profundo beso para callarla. Besó suavemente y muy despacio sus pechos, casi con adoración, besó su ombligo, y antes de que ella pudiera darse cuenta de lo que pretendía puso su boca en el cálido y anhelante centro de su feminidad.

Ella intentó resistirse, pero fue solo durante un instante. Primero sus manos se apoyaron suavemente en los hombros de él, luego se tensaron y le agarraron con fiereza, mientras su cuerpo se arqueaba bajo la boca de Scott.

Ashley experimentó una larga serie de estremecimientos. Él se introdujo en su interior con delicadeza, pero decididamente. Cuando los temblores se aplacaron, él comenzó a moverse, primero muy lentamente, luego un poco más deprisa.

Scott: Pon tus piernas alrededor de mi cintura -suspiró-.

Ella lo hizo, atrayéndole aún más hacia sí, todavía agitada por lo que él había obtenido de ella. Ashley abrió los ojos, mirándole moverse contra ella. El cuerpo de Scott estaba tenso y sudoroso, y ella esperó, deseosa, anhelante de recibir el clímax de él.

Ashley oyó un grito ahogado, como distante, y supo que era ella misma. La boca de él cubrió la suya, bebiéndose aquel grito, y el cuerpo de él empujó al de ella hacia lugares que ella nunca siquiera hubiera soñado que existieran. Solo había oscuridad, el cuerpo de él latiendo con el de ella, mientras cada músculo, cada poro del cuerpo de Ashley se estremecía. Pareció durar una eternidad, pareció que el tiempo ya no existía, y cuando ella volvió a ser consciente de la cama bajo ella y de Scott sobre ella, su rostro estaba bañado en lágrimas.

Ella intentó decir algo pero no pudo. Él, le secó las lágrimas y la besó suavemente. Luego se apartó, y Ashley se quedó dormida en los brazos de su amante.




Uy, cuantas cosas se nos quedaron a medias.
Zac y Ness en su cena, que ya veremos si no acaban tirándose el vino a la cabeza XD
Y Ash y sus dudas con Scott. Que la pobre está ahí que no sabe si la quiere de verdad o no.
Pero bueno, quedan todavía diez capis, así que tienen que pasar muchas cosas.

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lunes, 17 de marzo de 2014

Capítulo 8


Estaba claro que Zachary Efron no planeaba quedarse mucho tiempo en la Casa de Cristal. Era el décimo piso, había muy pocos muebles. Un escritorio, un ordenador, un sillón de cuero y varios teléfonos estaban enfrente de los ventanales que miraban hacia la ciudad. Se apoyó en un pie y se masajeó el otro. Había dejado sus zapatos en la escalera de servicio. No sabía si Zac iba a volver de repente y no quería que los altos tacones dificultaran sus movimientos.

El escritorio estaba vacío. Se dirigió hacia el ordenador, se sentó en el mullido sillón y lo encendió, pero el ordenador tenía un código de seguridad para proteger sus secretos. En cuanto el ordenador se hubo calentado pidió la palabra código. Vanessa hizo intentos al azar, y al tercero incorrecto se desconectó solo.

Vanessa  no acostumbraba a abandonar, pero tampoco acostumbraba a perder el tiempo en algo que estaba fuera de su alcance. No la extrañaba que Zachary Efron se hubiera atrevido a dejarla sola en su refugio. Sus secretos estaban bien protegidos.

Yendo hacia los ventanales, miró hacia el solar vacío junto a la Casa de Cristal. Las palas mecánicas estaban quietas y silenciosas en la oscuridad. Seguramente empezarían a moverse otra vez al día siguiente. No estaba segura de lo que estaba haciendo, pero no le sorprendería que Efron hubiera ordenado que arremetiera contra los ya inseguros cimientos de la Casa de Cristal. Si el edificio iba a derrumbarse, ella solo podía esperar que pillara a Zachary Efron dentro cuando eso ocurriera.

Estaba ya a punto de dirigirse hacia la puerta, dándose por vencida, cuando decidió probar con el ordenador otra vez. Se detuvo delante de la pantalla, lo encendió, y esperó hasta que le pidió la palabra código. «Torbellino», tecleó. Nada. «Madre Rusia» no hubo respuesta. «Casa de Cristal».

Con un chirrido y un prolongado zumbido, el ordenador se puso en marcha, y en la pantalla apareció un menú. Se quedó mirando a la lista, pulsó una tecla y accedió al archivo «Pagos».

Se recostó en el sillón emitiendo un silbido de admiración. Allí, enfrente de ella, había una lista de pagos a funcionarios municipales, desde cargos menores hasta la misma oficina del alcalde. Suficiente información comprometedora como para poner a Zachary Efron fuera de combate.

Al poco rato, ya tenía impresa toda la información. Apagó todos los aparatos y se aseguró de que todo estaba tal y como lo había encontrado. Apretando el papel en su mano corrió escaleras arriba hacia su apartamento, exultante de triunfo.

Se tiró sobre un sofá riendo en voz alta. Por el momento, no iba a hacer nada. La orden de suspensión detendría a Efron de momento, y cuando ésta se acabara sencillamente presentaría la información a las autoridades y vería cómo se hundía.

Claro que podía intentar el chantaje. En lugar de llevar su información condenatoria a las autoridades, podría mostrársela a Efron, ofreciéndole su silencio si la dejaba en paz de una vez. La idea estaba bien, pero tenía sus inconvenientes. Si Zac sabía que ella tenía esa información, podría tomar medidas para cubrirse las espaldas haciendo inútil su ventaja. Por otro lado, no quería verle encarcelado. Que le echaran una reprimenda, sí. No que le destruyeran.

Tendría que esperar y ver qué ocurría. Necesitaba tiempo, para pensar en un buen plan. A lo mejor él abandonaba la batalla y ella no tendría que usar la información incriminatoria. Claro que el soborno de funcionarios públicos era un feo asunto, y él no se merecía que ella le protegiera. Había algunos nombres en la lista que eran una sorpresa, como por ejemplo el concejal de asuntos económicos, Jake Feldstein, que era tío de ella. Cuando había visto que su tío Jake estaba en la lista de sobornos se había sentido desilusionada. Si descubría a Efron, también descubriría al tío Jake. No estaba segura de estar lista para eso.

Quizá fuera mejor tratar directamente con Zachary Efron que descubrir su lista de sobornos. Así protegería al tío Jake y también en cierto modo a Efron. No era que «el Torbellino» necesitara su protección, se recordó a sí misma. Ni siquiera lo merecía. Pero si conseguía que se olvidara de la Casa de Cristal, no le importaba lo qué le pudiera pasar. Lo único que quería era que él desapareciera de su vida.

Y ahora poseía la información necesaria para que eso ocurriera. Se levantó y se dirigió hacia su equipo de música. Puso un disco y subió mucho el volumen. Lamentó que Zac no estuviera en el piso de abajo para que le molestara el ruido. Con una sonrisa malvada, empezó a bailar por su apartamento, dando vueltas de alegría. Por primera vez en mucho tiempo el futuro se presentaba prometedor.


A las dos y cuarto de la mañana Zachary Efron llegó tranquilamente a su apartamento en la Casa de Cristal. El apartamento estaba tal y como lo había dejado, como esperaba, y se preguntó si su trampa había sido demasiado retorcida. Podría haber sobreestimado a Vanessa Hudgens.

El par de altísimos zapatos estaba tirado al lado de la puerta de entrada. Sabía que ella no podía estar dentro todavía, las ventanas estaban oscuras cuando las había mirado desde abajo. Ella debía haber olvidado sus zapatos, como Cenicienta tras el baile. Tenía unos pies muy pequeños. Y los zapatos rojos de tacón de aguja eran muy sexys.

Se los metió en el bolsillo de la chaqueta y subió al piso décimo, a su oficina. Nada había sido tocado, nada estaba cambiado. Fue directamente hacia el ordenador y lo encendió, viendo con placer el mensaje parpadeante que aparecía en pantalla. «Violación de la seguridad», rezaba.

Fue a comprobar la impresora. Faltaba algo de papel. Ella había encontrado lo que quería, lo había imprimido y se había marchado, olvidando sus zapatos con la excitación.

Zac: Te tengo, señorita Vanessa Hudgens -dijo tranquilamente con una sonrisa de placer iluminando su sombrío rostro-. Y tú ni siquiera lo sabes.


Brittany puso cara de sorpresa al mirar a la mujer que estaba enfrente de ella. Eran las diez de la mañana, y ella se había acostumbrado a dormir hasta tarde, pero Vanessa Hudgens parecía muy firme cuando la había llamado hacía una hora y Brittany había decidido que lo mejor era ser conciliadora. Al menos por ahora. Más adelante ya no necesitaría a Vanessa Hudgens. Por el momento tenía que ser cauta.

Brittany: ¿Andrew Seeley está aquí? -repitió poniendo una expresión de inocencia y sorpresa que tenía muy practicada-.

Ness: Te siguió hasta La Taberna ayer. Dijo que le miraste como si fuera invisible -su tono era dudoso, pero Brittany no se desanimó-.

Brittany: No le vi. Cielos, no puedo creer que me haya seguido hasta Nueva York. Es un hombre tan dulce. Nunca quise hacerle daño.

Ness: ¿Estabais prometidos?

Brittany: En realidad no. Habíamos salido juntos algunas veces. Él había dado más importancia al asunto de la que yo le di, pero traté de que no se lo tomara muy mal cuando dejé Rigby. Desgraciadamente mi madre siempre le animó -se encogió de hombros-. Fue una equivocación desde el principio. Debería haber sabido que él no me dejaría tranquila. Siento que te haya molestado.

Ness: Oh, no me ha molestado -dijo al instante-. En realidad, le encontré encantador. Y creo que él está más que dispuesto a dejarte tranquila. Solo quiere oírlo de tus labios.

Brittany frunció ligeramente el ceño durante un instante.

Brittany: Me alegro de que sea sensato -dijo suavemente-. Me gustaría hablar con él.

Ness: Vamos a comer juntos. Le traeré después y podréis aclarar las cosas. ¿Estás segura de que no le quieres?

Brittany se la quedó mirando sorprendida.

Brittany: ¿Y tú? -preguntó a Vanessa-.

Ness: Podría ser. Esto es, si se ha acabado todo entre vosotros -su sonrisa era respuesta suficiente-.

Brittany: Se ha acabado -dijo con firmeza, pero sin seguridad de que le gustara el rumbo que estaban tomando los acontecimientos-. Nunca existió.

Mientras, su cerebro estaba trabajando agitadamente. ¿Podría su fiel y devoto Andrew estar tan dispuesto a cambiarla por otra? Por una mujer tan moderna y seria como Vanessa, después de haber pasado los últimos años dedicado a alguien que era modelo de gracia, belleza y suave feminidad. Parecía imposible.

Hasta hacía unas pocas semanas Brittany le había tenido convencido de que se casarían al llegar la primavera y que tendrían tres o cuatro hijos antes de que ella llegara a los treinta, y Andrew la había creído.

Brittany no tenía intención de tener hijos en un futuro próximo. Quizás más tarde, cuando estuviera casada con un hombre con suficiente dinero como para que ella no tuviera que preocuparse de las pequeñas ruidosas criaturas hasta que no fueran lo suficientemente mayores como para ser civilizados. Pero los granjeros, aunque tuvieran mucho terreno, no podían permitirse tener niñeras.

Aun así, no estaba muy contenta con la facilidad con la que su fiel amante aceptaba su despedida. Aunque hubiera cruzado medio país para seguirla, parecía que solo lo había hecho para asegurarse de que estaba libre.

Ella sentía la tentación de volver a llamarlo a su lado, solo para asegurarse a sí misma de que todavía tenía el poder de hacerlo. Pero eso sería un error tonto, y Brittany no solía cometer errores tontos. Ella no le quería, y Vanessa sí. Si jugaba sus cartas correctamente, podía obtener un gran beneficio.

Mostró a Vanessa una de sus más encantadoras sonrisas.

Brittany: Me gustará verle. Cuando quieras.

Vanessa asintió, al parecer satisfecha, aunque estaba siendo muy reservada. Brittany no podía estar segura de que Vanessa estaba reaccionando como se suponía que debía.

Ness: Haré que Ashley te llame. Pensaba que fuéramos a algunas audiciones, pero será mejor esperar.

Brittany: ¿Audiciones?

Ness: Un mal necesario, Brittany. La gente que en el futuro te contratará querrá echarte una mirada.

Brittany: Creía que no íbamos a hacer eso. Creía que íbamos a esperar a que ellos vinieran a nosotros.

Una punzada de pánico la sobrecogió. ¿Estaba derrumbándose su incipiente triunfo antes de ni siquiera empezar? No quería ser solo una modelo. Vanessa había estimulado su ya voraz apetito de fama y dinero. Brittany no estaba preparada para aceptar nada que no fuera la cumbre de la profesión, y tenía todas las intenciones de empezar por ahí.

La sonrisa de Vanessa no la tranquilizó.

Ness: Todavía no lo he decidido. Ashley te llamará.

Con un gesto de adiós con la mano Vanessa se marchó.

Brittany se volvió para mirar su reflejo en un gran espejo. Estaba empezando a odiar su suite de lujo en el Hemsley. Apenas había salido de allí. Una vez a la fiesta que hubo en aquel edificio de aspecto anticuado donde estaban las oficinas de Rostros de Cristal. Otra vez para comer con Zachary Efron. Se había quedado aterrorizada cuando vio a Andrew, mirándola ceñudo. Pero había tenido suerte. Andrew no se había acercado y golpeado a su acompañante. Zac había sido bastante adulador con ella, y había visto la mirada en sus ojos. Efron la quería. No demasiado, todavía. Pero lo haría. Y cuando ella estuviera preparada, se aseguraría de que él pagaba por ella. Después de todo, él podía permitírselo. Y ella lo valía.


Zachary Efron estaba de muy mal humor. La señora Anthony, una mujer severa y mayor que no se asustaba por los arranques de irascibles millonarios, había estallado en lágrimas al final del día. Zac había tenido que disculparse, ya que la señora Anthony era la mejor secretaria que había tenido nunca, y eso le había irritado aún más. Cuando Frank apareció, poco después de las ocho, estaba muy enfadado.

Zac: Llegas tarde.

Frank: Vete al infierno -le contestó cerrando la puerta tras él y dirigiéndose hacia el bar-. Me tienes muy ocupado. -Sirvió dos whiskys largos, y puso uno en la mano de Zac-. Bébete esto, cálmate y dime qué te pasa.

Zac hizo lo que se le decía, mirando a Frank mientras el whisky quemaba agradablemente su garganta.

Zac: Sabes perfectamente qué es lo que me pasa, Vanessa Hudgens.

Frank: Creía que la tenías bajo control. ¿Funcionó la trampa?

Zac: Oh, fenomenal. Ahora mismo es la poseedora de un papel incriminándome de todo tipo de sobornos. Estará tan contenta creyendo que ése es su as en la manga, que no tomará otras precauciones. Y cuando menos se lo espere todo se derrumbará, y no tendrá otra opción que darme la Casa de Cristal y puede estar contenta de que yo esté aún dispuesto a pagarle esa suma tan exorbitada.

Frank: Entonces ¿por qué estás de tan mal humor?

Zac: Estoy cansado de esperar. Estoy cansado de este edificio decrépito. Estoy harto de que me detenga una mujercita. ¿Qué van a hacer mañana?

Frank: Lo mismo que antes, trabajarán en los cimientos, quizás cometan algunos errores. Supongo que no te importará pagar las horas extras. La mayoría de la gente no trabaja los fines de semana.

Zac: La mayoría de la gente no trabaja para mí. ¿Sabrán lo que están haciendo? No quiero meterme en pleitos. No quiero que este maldito edificio se derrumbe y mate a docenas de personas.

Frank: Tenemos a los mejores profesionales en el trabajo -añadió-. Tengo media docena de personas solo para observar los primeros síntomas de derrumbamiento. Evacuaremos el edificio en cuanto eso ocurra.

Zac: Espero que sea pronto. No creo que la lista falsa de sobornos vaya a ser suficiente.

Frank: Zac, ella es solo una principiante. No puede resistir contra ti.

Zac: Eso es lo que tú crees. Esa mujer es una amenaza. Sigue poniéndome a Britt de cebo, y normalmente me interesaría, pero ahora mismo estoy demasiado interesado en aplastar a la señorita Hudgens como para preocuparme por mujeres preciosas.

Frank: Entonces ¿qué es lo que te molesta? Cada vez estás más cerca de tu objetivo. ¿Qué es lo que te ha puesto de tan mal humor?

Zac consideró la pregunta un momento.

Zac: Creo que es el hecho de que ella está entretenida cazando a otro hombre como si no tuviera preocupaciones, mientras que yo no tengo ni una noche libre para salir con una de las mujeres más guapas que he conocido -se quejó-.

Frank: Podrías tomarte tiempo libre -sugirió-. Solo que no quieres.

Zac: Quizás.

Frank: Y quizás no te moleste el hecho de que Vanessa Hudgens tenga tiempo y energía para entretenerse. Quizás lo que te moleste es que Vanessa Hudgens esté interesada en alguien.

Zac se rió, verdaderamente divertido por primera vez en bastantes horas.

Zac: Muy gracioso. Si crees que estoy sexualmente interesado en una pobretona de lengua afilada, entonces es que no me conoces a pesar de llevar conmigo tanto tiempo.

Frank: Ella es la heredera de un edificio que vale varios millones de dólares -señaló-. Yo no la llamaría pobretona.

Zac: La señorita Hudgens tiene importantes problemas económicos, como ya sabes. Todo lo que tenemos que hacer es apretarle las tuercas.

Frank: ¿Quieres que lo haga?

Zac se quedó pensando por un momento, luego agitó la cabeza, se levantó y se dirigió a la puerta.

Zac: Todavía no -murmuró-.

Frank: ¿Dónde vas?

Se detuvo en la puerta.

Zac: Ya hemos acabado por esta noche ¿no? ¿No ha ocurrido nada nuevo?

Frank: Nada. Repito ¿dónde vas? Te conozco demasiado bien.

Zac: Lo malo de ti, Frank, es que siempre tienes razón. Voy a atormentar a Vanessa Hudgens. No puedo soportar estar aquí sentado y no hacer nada.

Frank: E insistes en que no estás interesado en ella -dijo con incredulidad-.

Zac: El día en que prefiera a esa pequeña arpía a Britt, será el día en que «el Torbellino» pierda su fuerza. Te veré mañana.

Y sin más palabras se dirigió a la escalera de servicio, silbando.




Para nada está interesado en Ness, qué va... no...
La odia, la odia a muerte...
Solo que ese odia se irá transformando aunque él lo ignore XD

Y de Ness ni que decir tiene que es idiota por caer en su trampa XD

Bueno, veremos a ver si no terminan tirándose los trastos a la cabeza XD

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jueves, 13 de marzo de 2014

Capítulo 7


El teléfono sonó suavemente. Tras dos timbrazos, el contestador automático se puso en marcha; primero sonó el zumbido de la cinta, luego una voz, fuerte en el silencio, cargada de pánico.

Ashley: ¿Scott? Soy yo otra vez, Ashley. ¿Dónde estás? He estado en todas partes, he llamado a todas partes. Dime que estás bien. Vanessa está preocupada por ti. Yo... yo estoy preocupada por ti. Por el amor de Dios, Scott, coge el maldito teléfono.

Hubo una larga pausa durante la que solo se escuchó una respiración entrecortada, y luego el teléfono se desconectó.

Scott estaba sentado en la oscuridad, con una ligera sonrisa iluminando su cara.

Debería haber contestado al teléfono. Debería haberla llamado. Era el tercer mensaje en una hora. Pero la cuestión era que no podía contestar.

No podía levantarse. Estaba gloriosa y espléndidamente borracho, y si intentaba llegar hasta el teléfono, se caería de cara contra el suelo. No es que su cara le sirviera ya de mucho, pensó, mientras daba otro trago a la botella de whisky y dejaba que el cálido líquido le quemara la garganta. Aunque pudiera llegar hasta el teléfono, dudaba que pudiera articular una frase coherente. Si Ashley le oía balbucear y tartamudear, se presentaría allí en un instante. Y en su estado actual eso no sería bueno para ninguno de los dos.

No, Ashley tendría que preocuparse un poco más de tiempo. El pensamiento de Ashley preocupándose por él le hizo derramar unas cuantas lágrimas de borracho, que rápidamente se quitó de la cara. No estaba acostumbrado a beber tanto, y eso siempre le ponía sensiblero. Al día siguiente tendría un terrible dolor de cabeza, y el estómago revuelto. No estaba castigando a nadie salvo a sí mismo. Al día siguiente no estaría en mejor forma para enfrentarse a Ashley, para decirle lo que finalmente había aceptado.

Así que por qué esperar hasta mañana, se dijo, levantándose con una oscilante dignidad. Se tambaleó. Antes de que pudiera moverse el teléfono volvió a sonar, tras unos segundos volvió a oír la voz de Ashley.

Ashley: Scott. Tengo trabajo para ti, si lo quieres. No es demasiado, pero es dinero. En Seaport, tendrán todo preparado. A las diez en punto. Scott, lo siento. Yo...

El resto era incomprensible, y el teléfono se desconectó.

Scott parpadeó en la oscuridad.

Scott: Yo también te quiero, cariño.

Y entonces se derrumbó, quedándose dormido en la alfombra, donde había caído, con una sonrisa beatífica en su rostro.


Ahora que lo había encontrado, no sabía qué hacer con él. Vanessa miraba al hombre, manteniendo una cara inocente mientras le observaba. Lo primero que quería hacer era comprarle ropa nueva. No de Armani, Zachary Efron llevaba ropa de Armani, y ella no quería que hubiera comparaciones. Con sus amplios hombros, sus grandes manos y su guapa cara, parecía un hombre de campo. Lo más apropiado serían vaqueros y cuero, y quizá lana, pensó evaluándole con aire profesional.

Se recostó aún más en su sillón de cuero, con la mitad de su cerebro ya haciendo planes de boda. Tendrían unos hijos sanos y fuertes, rubios y de ojos azules. Tres, con dos años de diferencia entre ellos. Si es que lograba apartarle de Britt.

Ness: Llamaré a Brittany Anne. ¿Cómo me dijo que se llamaba?

**: Andrew -murmuró-. Andrew Seeley. Pero no la llame.

Vanessa dejó la mano sobre el teléfono, mirándole con expresión de interés.

Ness: ¿Por qué no?

Andrew: Ella no quiere verme -dijo triste-.

Ness: ¿Por qué no me lo cuenta todo? -sugirió-. Le prometo que soy una buena oyente. A propósito, soy Vanessa Hudgens. Llevo la agencia Rostros de Cristal.

Por un momento, la cara de él se iluminó con la sorpresa.

Andrew: No es lo que me esperaba.

Ness: ¿No?

Andrew: Creía que sería vieja y fea -dijo con ingenuidad-.

Él estaba sonriendo, una sonrisa cálida y atenta que Vanessa le devolvió; hasta que él se acordó de por qué estaba allí, y su sonrisa se desvaneció.

Andrew: Brittany Anne y yo estábamos prometidos. Llevábamos comprometidos desde que ella acabó el instituto. Yo creía que sería feliz conmigo. Ella me decía que lo sería, hasta que de repente desapareció. Dejó una nota para mí y para su madre, diciéndonos que era lo mejor y que no nos preocupáramos, pero empecé a pensar que ella no iba a volver nunca.

Vanessa no sabía qué decir, así que no dijo nada.

Andrew: Brittany Anne llamó a su madre hace un par de días desde un hotel de Nueva York. Ella no iba a decírmelo, pero Gisele Snow no podría guardar un secreto ni aunque su vida dependiera de ello. Así que volé hasta aquí, fui directamente al hotel, y la seguí mientras salía a comer con un tipo que parecía de la mafia.

Vanessa sonrió ante la descripción de Zachary Efron.

Ness: ¿Te vio él?

Andrew: Él no, pero ella sí. Pero miró a través de mí como si fuera de cristal. Nunca creí que ella pudiera mirar así. Fría y dura como el hielo.

Ness: Ella está empezando una nueva vida -dijo suavemente-. Una vida muy excitante. Estoy segura de que no intentaba ser cruel.

Andrew: Quizá -murmuró-.

Ness: Todavía no entiendo ¿qué es lo que quieres?

Andrew: Supongo que necesito hablar con ella, asegurarme de que se ha acabado. No puedo seguir con mi vida, esperando a que llame, esperando que vuelva a casa. Necesito saber si solo me ha estado diciendo mentiras, si me ha querido alguna vez.

Ness: La gente cambia.

Andrew: Solo ha estado fuera una semana y media.

Ness: Puede que haya cambiado antes y tú no te dieras cuenta. ¿Cuándo querrías hablar con ella?

Andrew: No lo sé.

Ness: Intentaré preparar algo -dijo haciéndose cargo de la situación-. ¿Estás alojado en algún lugar?

Andrew: Tengo un cuarto en el Holiday Inn. No sabía que el Holiday Inn pudiera ser tan caro.

Ness: ¿Sabes? ¿Por qué no preparo un encuentro con Britt para mañana por la tarde? Tú y yo podemos quedar para comer, y discutir antes el asunto.

Andrew: ¿Britt?

Ness: Ese es el nombre profesional de Brittany Anne.

Andrew: No me gusta.

Vanessa se le quedó mirando. Cada vez le encontraba más agradable.

Ness: ¿La quieres mucho? -preguntó suavemente-.

Andrew: Yo quiero a la que era antes. Amo a Brittany Anne. No estoy tan seguro de que quiera a Britt.

Ness: Vuelve al hotel, duerme profundamente, y mañana aclararemos todo esto.

Él sonrió. Tenía una sonrisa encantadora, pensó Vanessa. Una sonrisa tan bonita y sincera, que Vanessa no recordaba haber visto una igual.

Andrew: Has sido muy amable conmigo.

«Eso es lo que tú te crees», pensó Vanessa.

Ness: Déjame que te acompañe hasta el vestíbulo. Es tarde y llevo demasiadas horas sentada aquí.

Andrew: Lo siento -se levantó de repente-, te he estado entreteniendo y a lo mejor tienes algo importante que hacer.

Ness: No tenía nada planeado.

Él agitó la cabeza mientras se dirigían al recibidor.

Andrew: ¿Una chica tan guapa y sin una cita? -murmuró-. Nueva York es un sitio muy extraño.

Ella le sonrió.

Ness: Sí lo es -dijo mientras entraban en el ascensor-.

Bajaron en él sonriéndose mutuamente. La vida de Vanessa parecía haber dado un giro de noventa grados, y aunque esta sensación era un poco inquietante, también era muy excitante.

Sus pensamientos agradables duraron hasta que se encontraban a medio camino del vestíbulo de la Casa de Cristal, hasta que se cruzaron con Zachary Efron que se apresuraba hacia los ascensores, tirando de su corbata.

Se detuvo, mirando a Vanessa, mirando a su acompañante, pero lo último que quería Vanessa en ese momento era hacer presentaciones. ¿Qué podría decir? ¿Antiguo novio de Britt, te presento al futuro novio de Britt? Hubiera sido extraño. Y aunque Andrew parecía un hombre agradable, podría tener tendencias agresivas.

Andrew: ¿Quién era ése? -preguntó mientras salían al exterior del edificio-.

Ness: ¿Quién?

Andrew: El hombre con el que nos hemos cruzado en el vestíbulo. El que estuvo comiendo con Brittany Anne hoy.

No podía hacerse la ignorante.

Ness: Se llama Zachary Efron. Es un millonario...

Andrew: Incluso en Rigby, Kansas, hemos oído hablar del «Torbellino» -se interrumpió pensativo-. ¿Qué estaba haciendo con Brittany Anne? -Vanessa no dijo nada-. ¡Qué pregunta más tonta! ¿Ella sale con alguien más, o es él mi principal rival?

Vanessa agitaba un brazo, esperando que apareciera pronto un taxi, para poner fin a tan delicada conversación. Como de costumbre, cuando más necesitabas uno, más tardaba en aparecer. Ella se volvió para mirar los cálidos ojos azules de Andrew Seeley.

Ness: No creo que él sea tu principal rival -dijo con sinceridad-. Creo que lo es Britt.

Durante un momento, él no dijo nada. Luego asintió.

Andrew: Te recogeré a mediodía -dijo mientras un taxi paraba al lado de ellos-.

Ness: Puedo pasarme yo por el Holiday Inn...

Andrew: Vendré yo a buscarte -dijo con firmeza-, y te llevaré a comer. Tú escoges el restaurante, pero yo pago. ¿Está claro?

Ness: Está bien, eres muy amable -dijo ella mientras se metía en el taxi-. Buenas noches, Andrew.

Ella estaba contenta mientras volvía por el vacío vestíbulo. No se veía a Efron por ningún sitio, y suspiró aliviada al ver que la numeración del Otis indicaba el piso noveno. Había temido que estuviera esperándola. Debería haber sabido que él tenía otras cosas en qué pensar.

Apretó el botón de llamada de uno de los viejos ascensores. Las puertas se abrieron, Zac estaba dentro, con la chaqueta quitada y la camisa medio desabrochada.

Ness: Debería haberlo sabido -dijo con acritud entrando en el ascensor-. ¿Por qué has mandado el ascensor a tu piso? No tenías que molestarte tanto. No te temo.

Zac: No me parece que le temas a nadie -contestó apretando el botón del piso noveno y apoyándose en la pared del ascensor-. Subí al ascensor y apreté mi piso antes de cambiar de idea y decidir averiguar quién era ese hombre.

Ness: ¿Y a ti qué te importa?

Ella alargó la mano para apretar el botón del piso onceavo, pero él la detuvo.

Zac: Me importa porque he pasado una comida muy incómoda con los ojos de ese hombre fijos en mí.

Ness: Creía que estabas acostumbrado a que la gente te mirara.

Él todavía estaba sujetando la muñeca de ella. Los dedos de él eran largos, finos y muy fuertes. A ella no la habían sujetado en contra de su voluntad desde que tenía dieciocho años, y no le gustaba.

Ness: ¿Quieres hacer el favor de soltarme?

Ella intentó mantener la voz tranquila, ocultando el pánico y la cólera que bullían dentro de ella; una parte de ella estaba dispuesta a luchar, a patalear y chillar si era necesario.

No fue necesario. Él la soltó inmediatamente, y ella comprobó que no le había dejado marca en la muñeca. No la había agarrado tan fuerte como ella creía.

Zac: Pensé que a lo mejor te apetecía tomarte una copa conmigo -sugirió suavemente mientras las puertas del ascensor se abrían en el piso noveno-.

Ness: ¿Por qué iba a hacer eso?

Zac: Para descubrir qué es lo que tiene en mente el enemigo -dijo sujetando las puertas con una fuerte mano-.

Ness: ¿Y tú qué ibas a conseguir?

Zac: Lo mismo.

Si la sonrisa de él se suponía que era amistosa es que no se había mirado al espejo, pensó Vanessa. Zachary Efron parecía un lobo dispuesto a devorar a cualquier corderillo que se aventurara en su guarida.

Pero ella no era un corderillo, se recordó a sí misma. Y no temía al «Torbellino», ni siquiera un poquito.

Ella salió del ascensor, pensando que él no era tan alto como Andrew, ni tenía los hombros tan anchos, pero por alguna razón era intimidante. Sonrió dulcemente.

Ness: ¿Te gustó la orden de suspensión? -murmuró mientras entraba en el apartamento-.

Intentaba no recordar lo que había ocurrido la última vez que había estado allí.

Zac: No -dijo mientras se quitaba la chaqueta y la corbata-.

Las arrojó sobre el sillón de cuero y se dirigió al mueble bar. Empezó a preparar las bebidas sin decir nada más. Luego, se volvió y le dio un Lillet con hielo.

Ella lo tomó con cautela y se sentó en el sillón.

Ness: ¿Cómo sabías que bebo Lillet?

Su sonrisa de lobo volvió a aparecer en sus labios.

Zac: Sé todo acerca de ti, Vanessa. A pesar de que menosprecies a mis detectives privados.

Ella se negó a dejarse intimidar. Si pensaba en ello, antes se moriría que dejarle saber ciertas cosas sobre ella. Mejor no pensar en ello. Por lo menos se había equivocado en algo. Le gustaba el Lillet con un poco de naranja.

Zac: Siento no tener naranjas -dijo sentándose al lado de ella, demasiado cerca-.

Ness: Sobreviviré.

Zac: Bueno ¿quién era ese hombretón, y por qué me odia?

Zac tomo un sorbo de su whisky.

Ness: Es el anterior novio de Britt.

Esperó para ver cómo reaccionaba él. Si estaba esperando que Efron mostrara celos o desencanto fue una desilusión.

Zac: Entonces ¿por qué te estaba mirando como si le hubieras hecho el mayor favor de su vida? ¿Le prometiste devolverle a Britt?

Ness: ¿Te importa?

Zac: Es más que nada curiosidad. ¿A quién quiere a ti o a Britt?

Vanessa se atragantó a la mitad de un trago.

Ness: ¿Es en serio la pregunta?

Zac: ¿Parece que esté bromeando?

No, no lo parecía, pensó Vanessa mirándole. Con esos fríos ojos azules y la angulosa mandíbula, parecía decidido y peligroso. No el tipo de hombre que haría preguntas estúpidas y menos que aceptaría respuestas estúpidas. No, solo aceptaría la respuesta exacta a lo que preguntaba.

Ness: Quiere a Britt -dijo intimidada-, pero tendrá que conformarse. Supongo que eso es algo a lo que tú no estás acostumbrado.

Zac: No -dijo terminando su bebida-. Y en este caso supongo que tú eres con lo que se tendrá que conformar.

Ness: Un poco presuntuoso, lo sé, pero él parece estar deseando que le distraigan.

Debería levantarse y marcharse, ella sabía que debía hacerlo, pero el sofá era tan cómodo, y coquetear con el riesgo era algo peligrosamente atrayente. Ella miró a su alrededor, las paredes vacías, el escaso pero elegante mobiliario.

Ness: ¿No crees que deberías traer más cosas? Vas a estar aquí bastante tiempo. Pienso que te cansarás de vivir en un sitio tan espartano.

Zac: Mi madre era una acaparadora. No creo que tirara nada en toda su vida, y el apartamento en que crecí estaba atestado de baratijas, cojines bordados, imágenes religiosas, viejas fotografías, manteles de ganchillo. Intentar llegar hasta la puerta de la cocina era como una carrera de obstáculos.

Ness: Así que prometiste ser completamente diferente. ¿No te gustaba tu madre?

Zac: Mi madre era la mujer más maravillosa que ha habido nunca. Ella y mi padre estuvieron felizmente casados y afortunadamente murieron con pocos días de diferencia. No creo que ninguno de los dos hubiera sobrevivido solo. Pero mi madre era un poco anticuada. Un poco sofocante tanto en su casa como en su papel de madre. Lo cual está bien para una madre, pero no para una esposa.

Ness: ¿Qué tipo de esposa te gustaría?

Aquella era una conversación extraña, pero Vanessa estaba demasiado cómoda como para detenerse.

Zac: Una mujer guapa. Inteligente, pero que no intente demostrarlo constantemente. Alguien que me dé hijos y los cuide adecuadamente. Una buena anfitriona, una compañera interesante, pero que no esté pidiendo cosas imposibles todo el rato. Alguien que sea buena en la cama.

Ness: Una lista de requisitos estupenda. Eres uno de los mayores cerdos machistas de la historia ¿sabes? ¿A qué te referías con lo de pedir cosas imposibles?

Zac: No quiero una esposa que necesite atención constante. Tendrá que cuidarse un poco por sí misma. Estoy demasiado ocupado para perder el tiempo estando agarraditos de la mano.

Vanessa sacudió la cabeza.

Ness: ¡Pobre hombre! A veces el estar agarrados de la mano ayuda a suavizar el estrés. Deberías probarlo alguna vez.

Zac: ¿Así?

Él cogió una mano de ella, y por un instante ella intentó retirarla. Pero los dedos alrededor de los suyos eran fuertes. Además, era culpa de ella. Le había provocado adrede.

Ness: Algo así, pero estás perdiendo el tiempo conmigo.

El pulgar de Zac acariciaba suavemente la palma de ella, sus largos dedos entrelazándose con los de ella, acariciando sus nudillos, recorriendo sus anillos.

Zac: Quizá tengas razón -murmuró en voz baja-. Esto puede ser calmante y estimulante al mismo tiempo. -Puso su palma contra la de Vanessa-. Solo hay una cosa que despierta mi curiosidad.

Ness: ¿Sí?

Zac: ¿Por qué tiembla tu mano?

Ella retiró de repente su mano, apretándola en un puño que hubiera querido estrellar contra la cara de él.

Ness: Estoy cansada. Me voy arriba.

Zac: Me temo que yo tengo que marcharme antes. -Se levantó de repente del sillón-. Tengo que ir a una fiesta dentro de veinte minutos. ¿Por qué no te quedas y terminas la copa? Apenas la has tocado.

Él se dirigió hacia el dormitorio, quitándose la camisa. Ella se quedó mirando su fuerte y morena espalda, antes de volver a mirar hacia su vaso.

Ness: ¿Te fías de dejarme sola aquí?

Zac: Claro -su voz burlona de le llegó clara desde el dormitorio-.

Al cabo de poco rato volvió abrochándose una camisa limpia y con otra corbata sobre su hombro.

A Vanessa no le gustaba estar sentada allí mientras él se anudaba la corbata, mientras se metía con rápidos movimientos los faldones de la camisa dentro del pantalón y se ponía la chaqueta. Era una escena demasiado familiar.

Zac: Siéntete como en tu casa -dijo dirigiéndose hacia la puerta-.

Ella todavía no se había movido.

Ness: Diviértete.

Zac: Tú también.

A ella no le gustó la sonrisa con la que él salió por la puerta.


El aire nocturno era más fresco cuando Zachary Efron salió a la acera. El Bentley le esperaba, Frank y Brooke estaban dentro, y él miró su atuendo con un encogimiento de hombros resignado. Debería llevar esmoquin. No había querido perder tiempo cambiándose del todo. Había temido espantar a Vanessa. Había conseguido llevarla hasta su apartamento, y la trampa estaba dispuesta y con cebo. Ahora solo quería ver si ella picaba.

Frank se asomó por la puerta abierta del Bentley.

Frank: ¿Qué pasa?

Zac: Es solo un instante -dijo mirando hacia arriba-.

Al poco, obtuvo la respuesta que estaba esperando. Las luces del décimo piso se encendieron. Vanessa Hudgens había caído en la tentación de ponerse a registrar sus oficinas.

Una sonrisa iluminó su cara mientras entraba en el coche. Besó en la mejilla a Brooke.

Zac: Preciosa noche ¿no?

Y mientras el coche se ponía en marcha se rió para sus adentros.




Vanessa, hija mía, ¿recién conoces a un hombre y ya piensas en los hijos que vais a tener? XD
No se ha dicho en la novela, pero seguro que también pensaba en los nombres y en el campamento de verano al que los van a mandar XD XD XD

¡Y Zac es un capullo manipulador y tramposo! ¿¡Como ha sido tan malo de pararle a Ness esa trampa!?
¿¡Y como ha sido Ness tan estúpida de caer!? XD XD

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¡Un besi!


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