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sábado, 30 de noviembre de 2013

Capítulo 1


En el día de Navidad, mi verdadero amor me mandó...

De esa forma cantaba Vanessa Hudgens con su voz suave y melodiosa, haciendo saltar a Jessica, su sobrina de un año, sobre sus rodillas. Su recompensa fue una tierna sonrisa.

Brittany, la hermana mayor de Vanessa, se rió, pero luego protestó con seriedad.

Britt: ¡Estás echando a perder a esa niña! Y yo no tengo fuerza suficiente para jugar con ella cuando tú te vas -bostezó, se repantigó en la silla y se dio un masaje en el cuello-. Cuando esperaba a Brad, o a Jessica, no me sentía tan cansada.

Ness: Bueno, ahora eres más vieja -bromeó-. Y además, no tenías que cuidar a otros niños cuando esperabas a Brad.

Britt: Es cierto -admitió con un suspiro-. Y Andrew estaba conmigo más tiempo -su marido, ingeniero civil, trabajaba en el extranjero-. Solo faltan tres semanas para Navidad y no creo que él pueda llegar a tiempo.

Vanessa miró con preocupación a su hermana, que nunca se quejaba de las frecuentes ausencias de su marido. Algunas mujeres llorarían, se pondrían histéricas o furiosas, pero Brittany tenía un carácter muy tranquilo. Era obvio que la incomodidad del embarazo la afectaba.

Ness: De todas formas, un poco de diversión no le hará daño a Jessica. Así que aprovéchate ahora que estoy aquí y puedo encargarme de tus hijos.

Volvió a cantar y a jugar con la niña.

Britt: Olvidemos a los chicos -la interrumpió de nuevo-. ¿Qué hay de tus regalos de Navidad? Aún no me has dado una lista y no sé qué comprarte.

Ness: Ah, olvídate de los regalos para mí -repuso-. La Navidad es para los niños. Concéntrate en ellos -sugirió sonriente-. ¿No crees que con veinticinco años ya soy demasiado mayor para creer en Santa Claus? Además, no querrás andar por las tiendas embarazada de ocho meses y con un marido ausente, ¿eh? Ahora que lo pienso bien -concluyó con disgusto-, los padres se escapan muy bien de la situación. ¿Te acuerdas de que papá siempre estaba de viaje y mamá estaba harta?

Sus padres acabaron por divorciarse cuando Brittany y ella eran aún adolescentes.

Britt: Papá tenía que viajar por motivos de trabajo -señaló-. Y Andrew preferiría estar aquí conmigo. No es culpa suya que la compañía lo mandara al extranjero. Además, puedes protestar todo lo que quieras, hermanita, pero de todas formas te compraré un regalo. Después de todo, solo tienes una familia para que te regale algo. No tienes marido ni novio.

Ness: Gracias a Dios -declaró con una mueca-. Los hombres no me parecen prioritarios últimamente.

Britt: Ojala no generalizaras solo porque un hombre te decepcionó -murmuró sacudiendo la cabeza-. Muchos de ellos son decentes y cariñosos. En cuanto a lo del regalo, te lo debo -continuó-. No sé qué habría hecho sin ti estos días -recordó que su médico le había ordenado que descansara más si no quería pasar las últimas semanas en el hospital-. Fue muy amable de tu parte, sobre todo porque en esta temporada, siempre estás ocupadísima.

Ness: No me debes nada -replicó con energía-. Somos una familia, por Dios. Tú harías lo mismo si yo estuviera en la misma situación.

Britt: Pero, ¿no te preocupa dejar a Lucy a cargo de la tienda de ropa? Es decir, no ha resultado ser una socia muy de confianza, ¿verdad?

A los diecisiete años, Vanessa decidió montar una tienda de ropa. Consiguió suficiente experiencia porque trabajó en las diferentes tiendas de ropa de su padre. Hacía tres años que junto con una amiga abrió la tienda; se llamaba Vanessa's Jetset, y estaba al final de la calle Oxford. Había alquilado una pequeña propiedad que pertenecía a Goodbody, una de las grandes tiendas.

Vanessa hizo una mueca.

Ness: Sí, por desgracia Lucy es más bien un estorbo. Es la hija de un millonario que juega a convertirse en una mujer de negocios. Casi nunca está ahí, y cuando está, no hace nada.

Britt: ¿No crees que quizá ya no le interesa la tienda? -sugirió-.

Ness: Sí, y ojala pudiera pagarle su inversión y desentenderme de ella, pero no puedo... Además, se va a esquiar para Navidad y Año Nuevo. Por suerte, tenemos dos magnificas asistentes. Iré de vez en cuando a la tienda, pero confío en ellas. Me quedaré aquí el tiempo que sea necesario, hasta que nazca mi próximo sobrino. Seguramente, Andrew podrá venir para esa ocasión, ¿no? Además, hace años que no llama por teléfono.

Britt: No siempre puede conseguir uno -lo defendió-. A veces, esos lugares están aislados de todo.

Ness: Es increíble -sacudió la cabeza-. Somos hermanas y tenemos puntos de vista tan opuestos...

Durante su adolescencia, Brittany disfrutó de una brillante carrera como modelo. Con su rostro juvenil y su preciosa figura pudo seguir en ese trabajo hasta los treinta años; sin embargo, para ella el trabajo de modelo fue un pasatiempo mientras llegaba a la meta que se había trazado: el matrimonio y los hijos. En ese momento, después de cinco años de matrimonio, y a punto de dar a luz, Brittany se encontraba simplemente «a gusto» y no precisamente encantada.

Britt: ¿Qué quieres decir?

Ness: Bueno, no es que no me gusten los niños. Adoro a Brad y a Jessica, pero el matrimonio ocupa el último lugar en mi lista de prioridades.

Pensaba en dejarlo para después, cuando realizara sus ambiciones, como viajar por todo el mundo y establecerse bien en su trabajo.

Britt: Creí que habías cambiado de opinión cuando conociste a Drake -comentó-.

Hacía ya un año y medio, Drake Bell, un atractivo hombre de negocios con su propia cadena de tiendas de ropa masculina, entró en la vida de Vanessa mediante una amistad mutua.

Drake, que sabía que Vanessa quería ser libre, jugó con cuidado y la abordó con una proposición de negocios. Cuando su amistad creció, él le dio a entender que no solo tendrían una larga relación profesional.

Ella se quedó impresionada por su atractivo y habilidad, y empezó a soñar y hacer planes que, al final, se destrozaron. Justo cuando estaba a punto de declararle sus sentimientos, Drake fue detenido por fraude. Resultó que hacía negocios sucios y que, además, vivía con una chica al mismo tiempo que salía con Vanessa.

La joven se sintió muy dolida en su corazón y en su orgullo. Pero una vez que recuperó la fuerza emocional, decidió que nunca dejaría que otro hombre la engañara, ni en los negocios ni en su vida personal.

Brittany no experimentó esos traumas, pero su vida tampoco era fácil.

Ness: No sé cómo lo haces -exclamó de pronto-. Tres embarazos en cuatro años, y Andrew viaja mucho. ¿Cómo puedes estar tan tranquila y ser tan abnegada?

Britt: Porque quiero a mis hijos y a Andrew -sonrió-. Si quieres a alguien, aguantas mucho. Quizás un día lo descubras. Y sé que Andrew llamará tan pronto como pueda -dirigió una mirada significativa a su hermana-. Me encantaría verte tan feliz como yo. Ojala te enamoraras de alguien.

Ness: Ya lo hice una vez, ¿recuerdas? -replicó con amargura-. O al menos, eso creía. Tuve suerte de escapar. Pude perder también mi negocio.

Britt: Sí; es una lástima lo que pasó, pero no todos los hombres son así. Además, no hablo de negocios, sino de amor. No sabes lo que te pierdes. Quizá -bromeó-, deberías pedirle a Santa Claus que te consiguiera un hombre.

Ness: ¿Un hombre? ¿Para Navidad? -se burló-. No, gracias. No tengo prisa por atarme a alguien, y después de lo de Drake... Todas las viejas casadas sois iguales: estáis ansiosas por ver a todas en el mismo barco.

Britt: No soy «vieja». Solo te saco dos años. Además, no sería fácil encontrarte pareja. El hombre con quien te cases tendrá que ser muy fuerte para soportar tu duro carácter.

Ness: ¿Duro? -exclamó con humor-.

Nunca se hubiera descrito de esa forma, aunque ni siquiera a Brittany le confesó la vulnerabilidad que escondía bajo su caparazón defensivo.

Britt: Bueno, digamos que proyectas la imagen de una mujer de negocios -se rió-. Siempre he sentido lástima por el montón de hombres que andan tras de ti. No digo que siempre seas dura. Tienes tu lado suave; de lo contrario no estarías aquí ahora. Además, eres buena con los niños. Deberías tener hijos antes de que...

Ness: Hablando de hijos... -se levantó, ansiosa por evitar el acostumbrado sermón-. Le prometí a Brad que lo llevaría a la ciudad. Efron Brothers comienza hoy su venta de Navidad. Tiene una larga lista de regalos para Santa Claus. ¿Llevo a Jessica también?

Britt: Es demasiado pequeña para eso -negó-. Además, estarás muy ocupada con Brad. A veces es todo un diablillo.


Brad: ¿Mi papá volverá pronto? -preguntó cuando ella le ponía la gabardina-.

Vanessa se mordió el labio, sin saber qué responder. Deseaba reconfortar al niño y borrar de su rostro esa expresión preocupada. El concepto del tiempo resultaba tan difícil de entender para los niños... Pero si le decía que sí, y Andrew no se presentaba en varias semanas, sería peor. La joven pensó que era una lástima que Brittany, al igual que su madre, se hubiera casado con un hombre tan ocupado.

Por otro lado, era justo reconocer que, gracias al trabajo de su cuñado, Brittany poseía una preciosa casa, y las propiedades no eran baratas en Hampstead. A menudo, Vanessa deseaba poder vivir en ese antiguo pueblo con sus calles tortuosas y sus casas pintorescas.

Brad: ¿Volverá pronto, tía Vanessa? -repitió-.

Ness: Eso espero -respondió-.


Era un sábado frío y lluvioso de diciembre. Las grandes tiendas de la calle Oxford estaban bien iluminadas y adornadas. Había payasos que hacían juegos malabares para llamar la atención de los clientes. Caminar entre la multitud resultaba casi imposible.

En el tren de Hampstead, Brad, de cuatro años, se portó como un ángel, pero cuando se acercaban a su destino final, se emocionó y empezó a tirar de Vanessa.

A ella le hubiera gustado visitar su tienda para revisar cómo iba todo, pero su sobrino estaba muy impaciente.

Brad: ¿Es aquí? -preguntaba a cada paso-.

Por fin llegaron y el calor y el colorido de la tienda los envolvió cuando entraron. Con una sonrisa benévola, Vanessa contempló el rostro iluminado de su sobrino cuando descubrió los adornos y luces de colores.

Santa Claus estaba en el departamento de juguetes del sexto piso. Entraron en el ascensor lleno de niños y padres, con paraguas chorreando de agua.

Alrededor de Santa Claus había un verdadero caos, y Vanessa no estaba acostumbrada a tal volumen de ruido. Admiraba a las asistentes de edad madura, vestidas de duendes, que se encargaban de formar a los niños para hablar con Santa Claus; éste se hallaba sentado en un trono, rodeado de gran cantidad de coloridos paquetes.

Era un Santa Claus espléndido. Su disfraz era nuevo y el trono magnífico. Parecía que no habían escatimado el dinero.

Pero cuando Vanessa y Brad se unieron a la fila, la joven se dio cuenta de que había problemas. Varios niños que ya habían hablado con Santa lloraban desconsolados; algunos gritaban con fuerza. Una niña de pelo rizado con rostro angelical estaba tirada en el suelo con una rabieta impresionante. Las madres y abuelos parecían molestos. Los padres que aún no habían llegado ante el trono los miraban con curiosidad.

Santa Claus estaba muy nervioso y se secaba el sudor de la frente. Uno de los «duendes» se retorcía las manos con preocupación, mientras los otros permanecían de pie sin poder hacer nada.

Ness: Parece que hay un problema -comentó a la mujer mayor que estaba frente a ella-.

**: ¡Un problema! -gruñó la mujer-. Es más bien un desastre. Estamos en esta fila desde hace media hora y aún no lo han solucionado. Si no fuera por ella -señaló a la niña que llevaba-, me iría a casa.

Ness: ¿Cuál es el problema?

**: Una confusión en los paquetes. Los niños recibieron muñecas y las niñas, trenes. Alguien debió de envolverlos con los colores equivocados.

Ness: ¿Y qué se ha hecho?

**: No mucho. El personal parece presa del pánico. Solo son ayudantes de media jornada.

Ness: Quizá no sea culpa de ellos, entonces -comentó-. La administración debe solucionarlo.

**: Sí, pero nadie quiere perder su lugar en la fila para ir a avisarlos.

Ness: Bueno, alguien debe hacer algo -decidió-.

Siempre fue eficaz a la hora de tomar decisiones importantes. Llevando a Brad en brazos, se dirigió al estrado. Bajó al niño al lado del trono y después recogió una trompeta de juguete y sopló con fuerza.

Reinó el silencio y Vanessa anunció:

Ness: Si conservan la calma por un instante, haré que la administración arregle el problema.

Por desgracia, el anuncio no tuvo el efecto deseado. Los adultos se amontonaron de inmediato alrededor de ella, quejándose todos a la vez.

Para empeorar las cosas, Santa Claus y sus «duendes» interpretaron mal el avance de la multitud y se escabulleron, dejando a Vanessa en completa posesión del estrado. El emprendedor de Brad ocupó el trono de Santa Claus.

En vano, Vanessa levantó las manos para pedir silencio; nadie le hizo caso.

**: ¡Silencio!

Tronó una voz fuerte y la multitud se volvió para mirar al poseedor de aquella voz impresionante.

Un hombre se hallaba en la entrada del departamento de juguetes. Avanzó entre la multitud; sus hombros y cabeza destacaban por encima de los demás.

Vanessa concluyó que aquel hombre era todo un bombón. Sus rasgos no eran clásicos, ya que tenía la boca y la nariz un poco más grandes, pero poseía un atractivo impresionante. El cabello de color castaño le caía sobre la frente y lucía un traje gris de corte impecable.

Mientras avanzaba, no dejaba de mirar a Vanessa con irritación. Ella presentaba una apariencia magnífica con su abrigo de invierno de color turquesa, y su cabello negro ondulado hasta la espalda.

Cuando él subió al estrado, su aire de autoridad absoluta hizo que todos los clientes permanecieran callados. Al principio no se dirigió a ellos, sino que recriminó a Vanessa.

**: ¿Qué diablos pretendías armando este caos? ¿Qué clase de chica revoltosa eres?

La joven jadeó indignada.

Ness: Yo no he empezado esto -se defendió-. Mi sobrino, y yo...

**: ¿Ah, no? -preguntó con sarcasmo-. Y por eso estás aquí arriba conduciendo la rebelión.

Ness: Para tu información -dijo con frialdad-. Estaba tratando de ayudar. Yo...

**: ¿Ayudar? ¡Vaya, cómo será cuando quieras dar problemas! -y con ese comentario le dio la espalda y se dirigió a la gente-. Damas y caballeros, ¿puede alguno de ustedes explicarme lo que pasa?

Vanessa vio irritada que él conseguía el efecto deseado. Un hombre mayor se lo explicó todo, reivindicando la conducta de la chica. Sin embargo, él tan solo la miró brevemente, y ella se enfadó todavía más.

**: Gracias. Ahora está todo claro. Mi nombre es Zac Efron y soy el gerente. Puedo asegurarles que el problema se solucionará de inmediato.

Bajó con agilidad del estrado y habló por un interfono. Era imposible escuchar lo que decía, pero de todas formas a Vanessa no le importaba, ya que estaba muy irritada. Bajó con Brad del estrado. Si no hubiera sido por su emocionado sobrino, se habría marchado de inmediato.

Zac: Bien, damas y caballeros -dijo de nuevo-, el comedor del personal está a su disposición. Si son tan amables de pasar, se les servirán bebidas y después podrán volver aquí a buscar los regalos adecuados para sus hijos -su tono destilaba autoridad-. Mi asistente -señaló a una atractiva joven que apareció segundos después de la llamada-, los acompañará.

Cuando la multitud siguió a la mujer, Vanessa y Brad fueron detenidos.

Zac: Tú no. Me gustaría que me acompañarais a mi oficina -la tomó del codo con firmeza, y Vanessa se quedó desconcertada-.

Ness: ¿Por qué?

Para su sorpresa él sonrió y Vanessa advirtió que sus ojos tenían un asombroso tono azul; eran claros como el cristal y enmarcados por unas negras y espesas pestañas.

Zac: Porque te debo una disculpa.

Ness: Así es, pero no quiero ningún trato preferencial -anunció con energía-. Iré con los demás.

Zac: No, por favor -la sujetó con más fuerza-, debes permitirme que me disculpe -sonrió-. Si no ¿cómo sabré que me has perdonado?

Vanessa no era rencorosa, excepto quizá con Drake.

Su ira se había evaporado, y ese hombre parecía sincero. Se encogió de hombros.

Ness: Está bien -aceptó y él los guió hacia el ascensor-.

Su despacho era enorme. Zac Efron hizo que tomaran asiento en un sillón de piel, y se sentó frente a ellos. De inmediato les sirvieron un té.

Zac: ¿Zumo de naranja para el pequeño? Dijiste que era tu sobrino, ¿no?

Ness: No es necesario todo esto -murmuró-. Yo...

Zac: Pues yo creo que sí -la interrumpió-. En el calor del momento cometí una injusticia, pero debes admitir -sonrió cuando le entregó una taza de té-, que para un desconocido que escuchara todo aquel ruido y tú allí arriba, parecía...

Ness: Como si yo fuera... ¿qué término utilizaste? Ah, sí «una chica revoltosa» -expresó con sentimiento-.

Podría perdonar, pero no olvidar un insulto semejante.

Zac: ¿Eso dije? Bueno, discúlpame. Como ya señalé, en el calor del momento... -se encogió de hombros, metió la mano en su chaqueta y sacó un cuaderno de notas-. Ahora, al grano -ordenó-. Tu nombre y dirección, por favor.

Vanessa se lo quedó mirando.

Ness: ¿Para qué los quieres?

Zac: Procedimientos normales. Todos esos clientes recibirán una carta oficial de disculpa por el incidente de hoy.

Ness: No es necesario que me escribas -le informó-. Ya te has disculpado.

Zac: Sí, ya te he dado mi disculpa personal, pero en Efron Brothers hacemos las cosas bien. Así que ¿cuál es tu nombre? -esperó, arqueando una ceja-.

Ness: Vanessa, Vanessa Hudgens, y éste es Brad.

Zac: Vanessa -repitió y lo escribió despacio-.

La joven decidió que le gustaba la forma que tenía en pronunciarlo, con un tono apreciativo, como si lo saboreara.

Zac: Es un nombre poco común, aunque sospecho que tú también eres una mujer poco común ¿no? -la observó-.

Vanessa se tensó. Estaba familiarizada con ese tipo de comentarios.

Ness: No lo creo -respondió con frialdad-.

Vanessa le dio la dirección de Brittany. Sabía que las tiendas grandes a menudo enviaban regalos o vales como disculpas, así que pensó que su hermana podría beneficiarse. Además, casi nunca daba su dirección, ya que vivía sola.

Zac: Y ahora -anunció cuando miró su reloj-, creo que ya estará todo arreglado en el departamento de juguetes. ¿Vamos?

Zac Efron se quedó en el estrado, al lado del trono, vigilando cuando la fila se reformó de nuevo.

Le llegó el turno a Brad. Se subió a las rodillas de Santa Claus y le susurró las cosas que Vanessa ya sabía. Pero también se memorizó algunas que Brittany y ella desconocían. Se le rompió el corazón cuando el niño añadió:

Brad: Y quiero que mi papi regrese pronto.

**: ¿Y a tu tía qué le gustaría para Navidad? -preguntó una voz profunda de pronto-.

Sorprendida, Vanessa se dio cuenta de que Zac Efron se dirigía hacia ella. Sus ojos azules sufrieron un cambio; expresaban una abierta diversión por la sorpresa de la chica.

En vez de contestar con un comentario mordaz, decidió ignorar la pregunta. Extendió la mano a Brad.

Ness: Vamos, cariño, hay otros niños esperando.

Pero su mano se vio atrapada por unos dedos fuertes y cálidos. Una sensación extraña la recorrió en tanto su corazón latía acelerado. Trató de retirar la mano, pero no pudo. El pulgar de Zac Efron inspeccionaba con engañosa indiferencia si había anillo o no en su dedo anular.

Vanessa sabía bien cuál era su intención. Le pediría una cita. Cuando lo pensó, se quedó sin aliento.

Ness: ¡Suéltame! -susurró con fiereza y miró a su alrededor-. La gente nos está mirando. Y los niños también -añadió-.

Para su alivio, Brad se volvió hacia ella con un enorme paquete bajo el brazo. El hombre le soltó la mano, y Vanessa, avergonzada y molesta, se dio cuenta de que los demás la miraban con curiosidad. Se preguntó qué pensarían del trato preferencial que ella estaba recibiendo. Zac Efron primero la llevó a su despacho y después eso... Su mano aún estaba sensible por el contacto de sus dedos.

Sin embargo, cuando llegaron a la calle, había recuperado su sensatez y su humor.


Ness: ¡Después de todo, es poco habitual que alguien coquetee contigo en el trono de Santa! -le comentó a su hermana más tarde-.

Bromeaba al respecto, pero le parecía extraño que no pudiera quitarse a ese hombre de la cabeza. Recordaba esos preciosos ojos azules, y casi podía sentir el tibio contacto de su mano y escuchar su voz profunda.

Irritada consigo misma, se esforzó por olvidarlo todo. Él no debía aprovecharse de la situación. Se trataba solo de una atracción sexual.

La carta de disculpa llegó el lunes; era formal, impecable. No contenía ningún detalle personal. Por alguna extraña razón, Vanessa se sintió desilusionada.

Ness: Bueno, eso es todo -le comentó a su hermana-. Final del episodio, y -bromeó-, ninguna insinuación.

Brittany la miró con curiosidad, pero no comentó nada.

El martes llegaron las flores. Era un ramo ridículamente grande; su aroma impregnó rápidamente la sala.

Britt: ¡Rosas rojas! -exclamó-. En esta época del año. Han debido de costarle una fortuna. ¿Quién diablos es tu admirador secreto? -preguntó con curiosidad cuando Vanessa sacaba la tarjeta-.

Ness: «Solo para reforzar mis disculpas, y con la esperanza de que lleguemos a conocernos mejor» -leyó-. ¡Vaya!

El corazón le dio un vuelco y arrugó la tarjeta.

Britt: ¿Zac Efron? -inquirió-.

Ness: Sí -respondió con la mayor tranquilidad posible-.

Le resultaba gratificante pensar que él aún recordaba el encuentro, pero hubiera preferido no recibir ese recordatorio de un hombre que tanto la turbaba.

Britt: Creo que es muy romántico -comentó-. Seguramente lo impresionaste mucho.

Ness: Ah, sí, claro que sí -replicó con ironía-. Me llamó «chica revoltosa», ¿recuerdas? -trató de burlarse para encubrir la inquietud que sentía-. Y en cuanto a lo de romántico...

Brittany la miró con curiosidad.

Britt: ¿Piensas protegerte de los hombres para siempre?

Ness: De este tipo de hombre, sí. Además, ni siquiera lo conozco. Un hombre de veintitantos años puede estar comprometido o casado.

Britt: ¿Y eso es lo que te molesta? -preguntó con astucia-. ¿Sus atenciones, o el hecho de que no sabes si es libre para poder responder a ellas?

Ness: Simplemente no me gustan las insinuaciones de hombres que no conozco -respondió sin detenerse a pensarlo bien-.

Brittany no quedó complacida con la excusa.

Britt: A todos los hombres que conoces los tratas igual que a tus amigas.

Ness: Es lo mejor -se defendió-. Buenos amigos, sin tonterías románticas, solo respeto y consideración mutuos. Nadie busca nada de más.

Britt: Bueno, tengo el presentimiento de que conocerás mucho mejor a Zac Efron dentro de poco tiempo -señaló las flores-. Apuesto a que él vendrá pronto.

Ness: Más vale que no -replicó con actitud de desafío, aunque en su interior temblaba-. No queremos que llame a tu puerta.

Britt: A mí no me importaría -repuso-. Vamos, Vanessa, solo porque un hombre fue injusto contigo... ¡Ah, ese Drake sí que fue un canalla! Pero no dejes que ese incidente te destroce toda la vida y te haga tener miedo de volver a enamorarte.

Ness: No tengo miedo -rechazó con demasiado énfasis-. Lo que pasa es que no quiero sentirme acorralada, poseída. ¿Recuerdas lo posesiva que era mamá con papá? No quiero perder mi intimidad, el control de mi propia vida. Estoy muy bien así, gracias.

Sin embargo, más tarde, Vanessa pensó que lo que le había dicho Brittany era muy cierto. No quería ver de nuevo perturbado su equilibrio emocional por todas las consecuencias de una relación amorosa: inseguridad, celos, dolor, traición. Además del desgraciado matrimonio de sus padres y de su propia experiencia con Drake, había visto a muchas de sus amigas sufrir de esa forma.


Esa tarde, Brittany recibió una llamada telefónica. Cuando regresó a la sala, Vanessa se levantó de inmediato.

Ness: ¿Qué pasa? Tienes un aspecto terrible. No es el bebé, ¿verdad?

Britt: Qué va -le temblaban los labios, pero se controló porque Brad estaba allí-. Es Andrew. El contrato no va con el tiempo programado. Ay, Vanessa -los ojos azules de Brittany se llenaron de lágrimas-, quizá no vuelva hasta Año Nuevo. Lo lamento -sollozó-, nunca me pongo así, pero esperaba que él pudiera regresar para... -sin poder hablar más, señaló su abdomen-.

Ness: Mira, ¿por qué no llamo yo a Andrew y...? -sugirió abrazando a su hermana-.

Britt: No -sacudió la cabeza-. No serviría de nada. Si él dice que no puede, lo creo.


Mientras bañaba a Brad esa noche y lo escuchaba decir sus oraciones, en las que pedía que su padre regresara pronto, Vanessa agradeció a su buena fortuna que ella no dependiera tanto de alguien para su felicidad y tranquilidad mental. Sabía que Brittany se preocupaba demasiado cuando su marido se encontraba en el extranjero, aunque no lo demostrara.

El timbre sonó justo cuando ella salía de la habitación de Brad.

Ness: ¡Voy yo! -gritó a Brittany, que estaba descansando-. ¿Sí? -preguntó a la silueta oscura en el umbral-.

**: Hola, Vanessa.

Fue una respuesta inesperada. Eran solo dos palabras, pero aquella voz profunda parecía una advertencia. Cuando él se movió hacia el pasillo, ella pudo verlo: Zac Efron. De inmediato fue muy consciente de su presencia. Por instinto de protección, quiso cerrarle la puerta en las narices, pero él la sujetó con el pie.

Zac: Esperaba una bienvenida más cálida -comentó con tono seco-.

Vanessa tuvo que ceder. No era débil, pero él era mucho más fuerte.

Ness: No sé qué estás haciendo aquí, y ojala tú no...

Britt: Vanessa, ¿quién está ahí? -Vanessa se volvió. Brittany la miraba con expresión de ansiedad-. Usted... usted no es un policía, ¿verdad? ¿No le ha sucedido nada a... a...?

Ness: No -se apresuró a asegurarle-. No es un policía -se colocó al lado de su hermana-. Es el señor Efron -explicó-.

Britt: ¡Ah! -se adelantó y observó al hombre con interés-. Así que tú le mandaste las flores a Vanessa.

Zac: Culpable -aceptó-.

Britt: Sí, creo que te hubiera reconocido por la descripción que me hizo. Tenía ganas de conocerte.

Vanessa se sintió incómoda. En ese momento, Zac Efron tendría la impresión de que ella estaba muy interesada, ya que le había dado a su hermana una descripción detallada de él. Deseó que Brittany se fuera a descansar y la dejara a solas con el intruso.

Britt: Pase, señor Efron -lo invitó de forma innecesaria-.

Él pasó y Vanessa observó que se detenía justo bajo el muérdago que ella misma había colgado esa noche.

El hombre era rápido. Siguió la dirección de su mirada y descubrió la planta. Después sonrió, pero no comentó nada; la joven se sintió agradecida por ello, ya que pensaba que muchos hombres en su lugar habrían hecho un comentario tonto.

Zac: La mayoría de la gente, mis amigos, me llaman Zac -le informó a Brittany cuando la seguía a la sala. Miró a su alrededor con admiración-. Preciosa casa. Me gusta mucho Hampstead. Un amigo mío tiene una casa en el pueblo.

Britt: Íbamos a cenar -le comentó-. ¿Quieres acompañarnos?

Vanessa sabía que su expresión traicionaba su malestar. Se preguntó qué tramaría su hermana al alentar de ese modo a Zac Efron.

Para su alivio, él rechazó la invitación.

Zac: Gracias, pero ya he cenado. Perdón por venir en un mal momento -después se dirigió a Vanessa-. Solo quería asegurarme de que recibiste las flores, pero ya veo que sí.

Ness: Sí... gracias. No debiste molestarte -dijo de mala gana, consciente de que estaba tensa y de que estaba siendo desagradecida-.

Él la observó durante un buen rato.

Zac: A mí me parece que no consiguieron el efecto deseado -comentó y añadió-: ¿Quieres saber por qué las mandé?

Ness: No -se apresuró a responder. Temía que él fuera a decírselo de todas formas, y su pulso se aceleró-. Es decir... supongo que forman parte de la «disculpa oficial» de la tienda. Pues... ¿ha gritado Brad? -preguntó, pero su hermana no la ayudó-.

Britt: No. Una vez que se duerme nunca se despierta, igual que Jessica. Mira, Zac, si ya has cenado, quizá quieras venir mañana por la noche -lo invitó-.

Vanessa sentía ganas de matar a su hermana; Zac Efron sacudió la cabeza, negando.

Zac: Me encantaría, pero tengo un compromiso. ¿Puedo llamar uno de estos días para concertar una cita?

Vanessa pensó que al menos, él ya se estaba retirando hacia el pasillo. Quería que se fuera para ajustar cuentas con Brittany.

En el umbral, él se volvió hacia Vanessa.

Zac: La próxima vez que te vea, te explicaré algo -sugirió y cuando vio el rostro confundido de ella, continuó-: Te diré exactamente por qué te mandé esas rosas.

Y antes de que ella pudiera contestarle que nunca más se verían, se marchó.




Un hombre que sabe lo que quiere. Ya era hora XD
Pero Vanessa se resiste a los encantos de Zac. Por ahora...
Aunque en parte tiene razón por haberla llamado "chica revoltosa" cuando solo quería ayudar.

El segundo os gustará. Es divertido.
¡Así que comentad!

¡Gracias por los coments!
¡Un besi!


jueves, 28 de noviembre de 2013

🎄Regalando amor - Sinopsis🎄


Cuando su hermana le sugirió que le pidiese a Santa Claus un hombre para Navidad, Vanessa se lo tomó a broma. Pero entonces apareció en su puerta un bombón de cabellos castaños y ojos azules, cuyo tacto le aceleraba el corazón. ¿Sería él un hombre para la Navidad o para toda una vida?




Escrita por Annabel Murray.




Ay! ¡Tenía ganas de publicar ya esta novela! ¡Me encanta!
Y sobre todo quería que coincidiera con estas fechas. Supongo que os habréis dado cuenta de que la novela transcurre en Navidad XD
Es el tipo de novela que me gustaría ver en película. Es muy bonita.
Tiene ocho capítulos largos.

Comentad mucho pronto y pondré el primer capi.

¡Un besi!


martes, 26 de noviembre de 2013

WELCOME TO LONDON!








domingo, 24 de noviembre de 2013

Capítulo 8


Por fortuna para Ness, preparar huevos con jamón no requería de mucha habilidad ni concentración, pues las manos le temblaban visiblemente. La chica era consciente de que Zac la observaba con detenimiento, apoyado contra el marco de la puerta de la cocina.

Zac: ¿Qué has estado haciendo? -inquirió-.

Ness: No gran cosa, aparte de trabajar.

Zac: ¿Ya has escrito a tu madre? ¿Tu novio no ha venido a visitarte?

Ness: Llamé a mi madre. Prefiero oír su voz a enviarle una carta.

Zac: ¿Y todos están bien en tu casa?

Ness: Sí, pero mi madre me echa mucho de menos.

Zac: Lo entiendo -murmuró y Ness bajó la vista-. ¿Y tu novio?

Ness: Ya te dije que está muy ocupado. ¿Y cómo está Bianca?

Zac: No podría estar mejor -sonrió satisfecho-.

Esa respuesta hirió mucho a Ness y se dijo que lo que Zac sentía por su novia debía de ser algo mucho más importante que la atracción sexual que experimentaba por ella misma.

La cena estuvo lista, y los dos cenaron en silencio. Sin embargo, Zac parecía enfurruñado. En ocasiones miraba a Ness con una expresión indefinible y el ambiente se volvió muy tenso.

Ness perdió el apetito. No sabía qué era peor: no ver a Zac o verlo y saber que para ella no existía un futuro con él.


Ness: ¿Ya te vas? -inquirió cuando Zac terminó de cenar y se puso de pie-.

Zac: Sí, sé que no es correcto irme tan pronto, pero creo que es lo mejor. Quizá no debía haber venido. No lo habría hecho de no ser porque quería darte las gracias por haber cuidado a mis perros. Y, si me quedara... -se interrumpió-. Permíteme que te devuelva tu hospitalidad en otra ocasión.

Ness: No es necesario -se molestó-.

Zac: Insisto en ello. Siempre pago mis deudas. Además, no hay razón para que no seamos amigos. Tu novio no puede oponerse a ello. Además, Ashley es tu amiga y es mi hermanastra, así que tenemos algo más en común.

«Y esto es todo lo que tenemos en común», pensó Ness con tristeza.

Ness: Debo escribirle a Ash.

Aunque sabía que no lo haría puesto que su amiga podría leer entre líneas y adivinar lo que sentía por Zac.

Zac: ¿Qué te parece mañana por la noche? Yo saldré con frecuencia a comer fuera, ahora que mi ama de llaves no está.

Ness sabía que debía negarse, pero se dijo que solo estaban tratando de entablar una amistad. Además, irían a un restaurante, no a la casa de Zac.

Ness: Está bien -aceptó-.


Al día siguiente, la joven no tuvo mucho trabajo en el consultorio, pero estuvo muy distraída y una colega le dijo que debía de estar enamorada. No fue a comer para poder ir de compras. Cogió dinero de sus ahorros y se compró un precioso vestido, pues sabía que necesitaría de toda su seguridad para hacer frente a Zac y tratarlo solo como un amigo, sin revelarle lo que en realidad sentía por él.

Aún era de día cuando Zac fue a buscarla y observó a la chica con una admiración que la hizo ruborizarse.

Zac: Con el color de tu cabello, deberías usar ese tono de marrón con más frecuencia -comentó al hacerla subir en su coche-. Es igual que el marrón de tus ojos.

Ness frunció el ceño al darse cuenta de la dirección que tomaba Zac.

Ness: ¿A dónde vamos? Por aquí se llega a tu...

Zac: Sí, a mi casa. No te preocupes -aseguró con tono seco-. Nuestra ruta nos obliga a pasar por allí, nada más.

Al ver los pilares de piedra, Ness miró de lejos la casa de sus sueños. Pensó que era bueno el hecho de que jamás volvería a poner un pie en ella, pues seguramente Zac se iría a vivir allí con su novia.

Unos cuantos kilómetros después llegaron a un pintoresco pueblo, típico de la región de los Cotswolds. Las casas eran de piedra, con ventanas de madera y tejados de teja. Zac aparcó el coche frente a una posada.

Zac: Me imagino que habrá mucha gente, este lugar es muy popular -comentó-. Supongo que eso no te molestará, dado que parece que temes quedarte a solas conmigo.

Ness tuvo ganas de recordarle que era él quien se había ido de manera precipitada la noche anterior, pero no lo dijo para no estropear la velada. Seguramente no habría otra ocasión como aquella.

La posada tenía una bonita fachada y anunciaba que allí se preparaba una buena cerveza. El interior era muy sencillo.

Zac: La comida es muy buena -le aseguró-. ¿Te agrada tu nuevo trabajo? -le preguntó cuando se sentaron y pidieron la comida-. ¿Crees que te quedarás en Little Kirkton?

Ness: No puedo permitirme el lujo de irme -comentó con amargura-. Me encanta mi trabajo y mis colegas me caen muy bien. Además, me he enamorado de esta parte del país. Pero el dinero es la razón más importante por la que me quedo. Mi sueldo es muy bueno y me está sacando de muchos aprietos. De hecho, si no fuera por dos cosas, todo sería maravilloso.

Zac: ¿Y cuáles son? -inquirió-.

Una de ellas se refería a Zac, de modo que Ness no estaba dispuesta a revelársela.

Ness: Echo mucho de menos a mi familia. Como no tenemos más parientes, solo somos nosotros cuatro y siempre hemos estado muy unidos.

Zac: Y me imagino que el otro problema es el hecho de estar lejos de tu novio -comentó-

Ness deseó confesarle la verdad, como tantas veces antes. Sin embargo, sabía que si le confesaba todo acerca de Drew, Zac podría hacerle más preguntas comprometedoras. En lugar de eso, la joven se encogió de hombros.


Ness: Gracias por la cena -dijo cuando Zac la acompañó de regreso al yate-.

Sabía que no sería prudente invitarle a tomar café en la cabina.

Zac: Ha sido un placer. No es divertido cenar solo.

Y a continuación subió al coche y se marchó.


Ness estaba segura de que ya no volvería a verlo, de modo que recibió una sorpresa cuando el sábado siguiente, Zac volvió a visitarla. La joven se molestó pues, como estaba haciendo la limpieza, estaba vestida con ropa vieja y tenía las manos sucias.

Zac: Llamé primero al consultorio, pero me dijeron que este era tu fin de semana libre -explicó antes de que ella pudiera comentar cualquier cosa-.

Ness: ¿Necesitas de mis servicios profesionales? ¿Les pasa algo a tus perros?

Zac: No, no es nada de eso. Me preguntaba si podrías otorgarme una hora de tu tiempo.

Ness: ¿Para qué?

Se mostró cortante; le molestaba que Zac fuera a verla cada vez que él lo deseaba.

Zac: Bueno, podemos ir a tomar café primero y luego me gustaría mostrarte algo.

Ness: Acabo de tomar café. ¿Por qué no me dices de qué se trata? Estoy muy ocupada.

Zac: ¿Demasiado atareada como para hacer algo que podría beneficiar a tu madre?

Ness: Claro que no, pero...

Zac: Espera y lo descubrirás.

Ness: Tengo que ducharme y cambiarme -se miró avergonzada-.

Zac: Tonterías, estás muy bien. Pero sí sería bueno que te lavaras la cara -extendió una mano y le acarició una mejilla sucia-.

Ness contuvo un estremecimiento a fuerza de voluntad. No estaba dispuesta a permitir que Zac la turbara.

Subieron en el coche de Zac y se dirigieron a su mansión.

Ness: ¿Por qué hemos venido aquí? -inquirió con suspicacia-.

Si Zac iba a ayudar a su madre, ¿acaso esperaba algo de ella a cambio?

Él no contestó. Siguió por un sendero que rodeaba el terreno de la casa y al fin llegaron frente a una verja más pequeña. Allí había una hermosa casita de campo. El techo era de teja y por todas partes había arbustos llenos de flores.

Zac: Esto es Ivy Cottage -explicó-. ¿Crees que tu madre querría vivir aquí?

Ness: ¿Mi madre? -estaba atónita-. Pero... no entiendo nada.

Zac: En realidad es muy simple. Mi ama de llaves ya no volverá. Necesita cuidar a su hermana y a su cuñado. Y, por lo que me has dicho, tu madre parece la persona ideal para el puesto.

Ness: Esto... ella no puede aceptarlo -masculló-.

Zac: No es un acto de caridad -gruñó-. Tu madre tendría un trabajo. Y la casita es parte del sueldo.

Ness: Entonces, tu ama de llaves vivía aquí.

Zac: No, vivía en la casa. Pero ya no quiero que el ama de llaves viva en mi casa. Quiero tener más intimidad. Me conviene más tener a alguien que vaya a la mansión todos los días.

Ness se dijo que, al parecer, Zac tenía la intención de casarse muy pronto. Deseó conocer sus planes.

«Y no es justo», se lamentó. Tenía la oportunidad de hacer algo por su madre y sus hermanos, pero en ese momento tendría que negarse.

Si su madre se fuera a vivir a esa casita, insistiría en que Ness también lo hiciera. Y aun cuando Ness pudiera conservar su independencia, de todos modos iría a visitar a su familia... que viviría a un tiro de piedra de la casa de Zac... y de su mujer.

De nuevo, Ness sacudió la cabeza y esa vez se le ocurrió un buen pretexto para rechazar el ofrecimiento de Zac.

Ness: Mi madre jamás podría atender una casa tan grande como la tuya. Ya te dije que no es una mujer fuerte.

Zac: Vamos, Ness, ¿crees que soy tonto? No espero que ella haga el trabajo pesado. Contrato a varias mujeres del pueblo para que se hagan cargo de esas cosas. El trabajo de tu madre consistiría en planchar, preparar las comidas y supervisar que todo funcione como debe ser.

Ness: ¿No debería cocinar tu esposa? -inquirió con brusquedad-.

Zac: Tal vez lo haga ocasionalmente -sonrió-. Pero espero que ella esté mucho más ocupada en otras cosas.

Ness: ¿Otras cosas? -quiso morderse la lengua-.

Imaginaba muy bien la clase de ocupaciones en las que estaba pensando Zac.

Zac: Sí, bueno; para empezar, ella trabaja y yo no le pediré que deje de hacerlo. Además espero formar pronto una familia. ¿Quieres ver el interior de la casita?

Ness apretó los puños con fuerza.

Ness: No merece la pena.

Zac: ¿No le vas a dar a tu madre la oportunidad de que ella decida lo que quiere hacer? -preguntó incrédulo-. Esto no concuerda con la impresión que me diste; con todo lo que dijiste acerca de tu madre y de tus hermanos -al ver que ella iba a guardar un obstinado silencio, declaró-: Bueno, por lo menos, ven a ver lo que estás rechazando. -Salió del coche y la obligó a seguirlo. La casita era muy sólida en realidad, a pesar de que parecía haber surgido de un cuento de hadas-. Es cálida en el invierno y fresca en verano -explicó. Y también era mucho más grande de lo que aparentaba. Había dos habitaciones amplias y una cocina en la planta baja. En el piso superior había tres dormitorios y un baño. Era un lugar ideal en todos los aspectos. Necesita una nueva decoración -añadió-. Hace un par de años que nadie vive aquí. Pero me parece que tus hermanos son fuertes y entusiastas. Creo que si yo les proporciono los materiales, ellos podrían hacer los arreglos necesarios. Y podría pagarles por su trabajo. Creo que les gustaría ganar un poco de dinero.

Ness sabía que tenía razón. Cada vez le resultaba más difícil rechazar lo que Zac le ofrecía, además de que ella no tenía derecho a negarle esa gran oportunidad a su madre.

Ness: No entiendo por qué quieres hacer esto -susurró-.

Zac: Es muy sencillo. Necesito otra ama de llaves y prefiero contratar a alguien que tenga recomendaciones personales. Bueno, ¿vas a escribirle a tu madre para contarle esto?

Ness: No... lo sé. Tengo que pensarlo.

Zac: ¿Por qué? -explotó-. Te estoy ofreciendo la oportunidad de que tu familia tenga una vida más cómoda. Eso es algo que tú tardarías varios años en conseguir. ¿Vas a dejar que tu madre te espere y que mientras tanto tenga una vida miserable, solo porque tú eres demasiado orgullosa?

Ness: No solo es cuestión de orgullo.

Zac: Entonces explícame de qué se trata.

Ness no podía decirle que temía que sus caminos se encontraran con más frecuencia. Ella jamás podría ser amiga de Zac, tal y como él quería. Lo mejor era terminar con todo aquello de una vez por todas...

Zac: ¿Y bien? -insistió-.

Ness: Ya te he dicho que necesito tiempo para pensarlo.

Zac: Bueno, pues no tardes mucho o le daré el trabajo a otra persona.


¿Cómo reaccionaría su madre ante Zac?, se preguntaba Ness. Ese día, ella y los gemelos llegarían a Little Kirkton. Zac iría a recogerlos a la estación de tren debido a que la joven tenía que trabajar. Estaba lloviendo, al igual que los días anteriores, algo que Ness lamentaba, pues le habría gustado que su madre viera el pueblo con sol.

Zac: ¿Quieres que lleve a tu familia al barco o prefieres ir a la casa a verlos? -inquirió-.

Ness: Puedo verlos en el hotel. Les he reservado unas habitaciones...

Zac: Lo sé, pero yo he cancelado las reservas.

Ness: ¿Qué? Eres un descarado, Zac. No puedes interferir de ese modo en lo que yo hago -se enfadó-.

Zac: Mira, creo que tu madre podría tomar una decisión mejor si pasa la noche en mi casa -explicó muy tranquilo-.


Sin embargo, ese día Ness no pudo ver a su familia.

Ness: ¿Dónde están mi madre y mis hermanos? -inquirió cuando Zac fue a verla a La gitana de mar-.

Zac: Se fueron.

Ness: ¿A dónde?

Zac: A su casa.

Ness: Entonces, mi madre rechazó tu oferta.

No estaba contenta, sino deprimida, lo cual hizo que se enfadara consigo misma.

Antes no había querido que su madre aceptara ese empleo y en ese momento se entristecía cuando sus deseos se hacían realidad.

Zac: Fue todo lo contrario -sonrió satisfecho-. Ella se enamoró de mi casa y de Ivy Cottage.

Ness: Entonces, ¿por qué...?

Zac: Regresó porque ansiaba volver cuanto antes para arreglarlo todo. Mañana avisará al municipio de que se trasladará aquí y empezará a hacer las maletas. Me dijo que, con suerte, todos estarán instalados en la casita a finales de la semana que viene.

Ness se quedó sin habla. Al cabo de diez días, su madre estaría viviendo en Little Kirkton. Ella debería de sentirse muy contenta por eso, pero pensó en todas las complicaciones que eso representaría en su propia vida.

Zac: ¡Vaya! -se exasperó-. Parece como si acabaran de sentenciarte. ¿Estás segura de que quieres a tu familia tanto como me has hecho creer? -inquirió suspicaz-.

Ness: ¡Claro! -se indignó-. No soy una mentirosa y tú lo sabes bien -cuando él guardó silencio, lo miró a los ojos-. ¿Zac?

Zac: Quizá no seas una mentirosa, pero digamos que no has sido completamente sincera con respecto a ciertas cosas.

Ness se dispuso a protestar, pero suspiró frustrada. Zac tenía razón. Ella le había hecho creer que Drew era su novio...

¿Y si su madre y Zac habían hablado de Drew? A Ness no se le ocurrió advertirle a su madre que no le dijera la verdad. Pensó que tal vez a eso se refería Zac cuando le dijo que no había sido sincera. Claro que lo mejor era no averiguarlo, de modo que cambió de tema con rapidez.

Ness: No creas que no te estoy agradecida por lo que has hecho por mi familia -masculló-.

Zac: ¿Hasta qué punto me estás agradecida? -susurró con voz ronca. Ness lo miró con aprensión y se quedó de una pieza cuando estalló en carcajadas. Había algo que le parecía muy gracioso-. Deberías haber visto tu expresión -rió-. Ness, no te preocupes, solo estaba bromeando. Era obvio que esperabas que tendrías que pagar un precio y no pude resistirme a...

Ness: Eres un... un...

Sin pensarlo, se lanzó sobre él. Zac la esquivó al tomarla de las muñecas y la mantuvo a distancia.

Zac: Vaya, tu carácter de pantera hace juego con el color de tu cabello. Me preguntaba si sería así.

Ness: Tú haces que hasta un santo pierda la paciencia -le espetó forcejeando-.

Zac: Y tú estás lejos de ser una santa, ¿verdad? -inquirió travieso-. Gracias al cielo que no lo eres.

Ness: ¿Qué insinúas con eso?

Zac: Bueno, los santos se resisten a la tentación, cuando no son inmunes a ella

De pronto dejó de reír y la miró con tanto detenimiento que la asustó.

Ness: Ninguno de los dos es un santo -repuso con brusquedad-. Y la santidad se obtiene, al parecer, evitando las situaciones en las que uno puede incurrir en pecado. Así que, en el futuro, mantente lejos de mí, Zac Efron. Mi madre va a trabajar para ti, pero eso no te da el derecho de nada.

Sus palabras ejercieron el efecto deseado. Zac se apartó de Ness como si de repente le resultara detestable.

Zac: Eso es lo que piensas de mí, ¿eh? Bueno, me parece muy bien haberlo descubierto ahora. Tú realmente piensas que ayudé a tu madre pensando en otro objetivo.

Nes: ¿Y no es así? -lo desafió-.

Zac: Pues, sí, es cierto -declaró, provocándole una fuerte impresión-. Espero que tus sospechas estén confirmadas ahora.

Lejos de sentirse satisfecha, Ness se sintió desolada. Era muy romántica, pero también realista. Sabía que nadie podía ser perfecto, pero le resultó muy desagradable darse cuenta de que Zac solo era un ídolo de pies de barro.

Ness: Creo que sería mejor que te marcharas -musitó-.

Zac: No te preocupes, ya me voy -se detuvo en el umbral-. Y espero que disfrutes de tu soledad, ya que por lo visto eso es lo que prefieres. Pero te advierto que esta noche será terrible, así que asegúrate de que todo esté bien seguro cuando te vayas a la cama. El viento ha aumentado y parece que se avecina una tormenta.

Ness subió a cubierta y con dificultad verificó que el barco estuviera bien anclado. Zac no la ayudó, pero eso no la sorprendió después de la forma en que se habían enfadado.

Se dijo que Zac tenía razón. Ella tenía un carácter de pantera que hacía juego con el tono de su cabello. Ness no solía perder la paciencia, pero cuando lo hacía, decía cosas que siempre lamentaba después. Ella no había hablado en serio, pero Zac no podía saberlo. Tal vez había terminado con la buena opinión que él tenía de ella.

De pronto, se puso a pensar en que su comportamiento tal vez influiría en el ofrecimiento que Zac le había hecho a su madre. ¿Acaso él se retractaría debido a la discusión que acababan de tener?

La chica se dijo que era una estúpida. Cuando rompió con Drew, no quiso preocupar a su madre y ocultó lo que sentía. En ese momento, cuando había muchas cosas en juego, se dejaba llevar por sus emociones. Tal vez ya todo estaba perdido.

Cuando Ness se enfadaba, su explosión siempre era seguida de un gran remordimiento. No era vengativa y siempre se disculpaba con rapidez. Pero esa noche no podía hacerlo; sería una imprudencia tratar de llegar a pie a la casa de Zac, con ese tiempo.

Bajó de nuevo a su cabina y decidió que lo mejor que podría hacer era acostarse. Hacía mucho frío y parecía que el viento se filtraba por todas las rendijas del pequeño barco.

Ness: Ven, Shadow -le dijo a su gatito. Ya había encontrado gente que se hiciera cargo de los otros animalitos-. Tú me darás calor.

El gatito no tardó en acurrucarse y se durmió, pero Ness no pudo conciliar el sueño. La lluvia azotaba el casco de La gitana del Mar y el viento mecía la embarcación. Ness se preguntó si estaría corriendo el riesgo de que el yate perdiera sus amarras. No le agradaría despertarse a la mañana siguiente y descubrir que estaba a la deriva. Recordó con ironía las palabras de Zac cuando le dijo que la vida en un barco no era fácil.

Entonces, se le ocurrió algo. Ya no tenía por qué quedarse en el pequeño barco. Si su madre aún conservaba el empleo como ama de llaves, Ness ya no tendría que mantenerla, por lo cual podría pagar el alquiler de un pequeño apartamento. De ninguna manera se iría a vivir a Ivy Cottage, puesto que deseaba ver a Zac lo menos posible.

Se sintió más tranquila, pero a pesar de ello no pudo dormir. Segundos después se levantó de la cama al oír un ruido extraño.

Se dio cuenta de que alguien llamaba a la puerta de su cabina y consultó su reloj. Era más de la medianoche. Suspiró y se dirigió a la puerta. Alguien parecía llamar con desesperación.

Ness: ¿Quién es?

No estaba dispuesta a cometer la imprudencia de abrir hasta no saber de quién se trataba.

Zac: Soy yo, Zac, abre.

Ness: Vete. Es muy tarde ya.

Zac: Ness, no discutas. Abre, esto es urgente.

Ness: No te creo.

Zac: Maldición, Ness, no estaría aquí a esta hora y con esta lluvia si no fuera cierto.

Ness se convenció de su sinceridad y abrió la puerta. ¿Acaso le había sucedido algo al tren en el que viajaban su madre y hermanos? ¿Acaso Zac había ido para darle una mala noticia...?

Zac: Ven rápido -le dijo cuando entró-. Toma tus cosas más importantes. Tenemos que salir de aquí cuanto antes.

Ness: Espera un momento -se apartó de él cuando la tomó del brazo-. ¿Qué está pasando? Creí que habías venido a...

Zac: He venido a anunciarte que la presa que se encuentra río arriba se ha desbordado. Y el agua está bajando con rapidez. Viene hacia aquí. Cuando llegue al canal, solo Dios sabe lo que pasará.

Ness: ¿Cómo lo sabes...?

Zac: Lo oí en la radio de mi coche. Maldita sea, no discutas, no pierdas el tiempo.

Ness: ¿Y qué pasará con el yate?

Zac: La gitana del mar tendrá que enfrentarse a esto sola. Lo que importa es que tú estés a salvo.

Ness no estaba del todo convencida, pero se puso unos vaqueros, un suéter y sus deportivas con increíble rapidez, antes de coger al gatito y reunirse con Zac.

Ness: Si lo que dices es cierto, no voy a dejarlo para que se ahogue -anunció cuando Zac quiso protestar-.

Zac: Está bien, pero que se atenga a las consecuencias. Los perros...

Ness: Este no es momento para hablar de tus perros ni de mi gato.

El tiempo había empeorado mucho desde que Ness se metió en la cama. Tuvo que apoyarse en Zac para poder bajar a la ribera y acercarse al coche, pues el viento soplaba con una fuerza increíble.

Ness: ¿No debemos quedarnos a ver qué pasa?

Zac: No podemos ver nada en esta oscuridad y hace demasiado frío como para quedarnos aquí. Ya estás empapada y temblando. Quiero llevarte a la casa y hacer que te metas en una cama caliente.

«¿En la cama de quién?», quiso preguntarle Ness.


Zac la dejó delante de la puerta principal de su casa.

Zac: La puerta está abierta. Voy a aparcar el coche lejos de la casa, por si el viento desprende las tejas.

Los perros estaban en el vestíbulo y se sorprendieron al ver a Ness. La perra empezó a gruñir antes de reconocer a su fiel comadrona. Cuando Zac volvió, el animal estaba lamiendo alegremente a Ness y también al gatito.

Ness: Te dije que todo estaría bien -le dijo a Zac, al verlo tan asombrado-. Es como su hijo adoptivo.

Zac: Bueno, iré a prepararte una bebida caliente -empezó a organizado todo-. Y luego te meterás en la cama.

Ness: No quiero beber nada.

Estaba temblando, pero no de frío ni de miedo por haber estado tan cerca de la muerte. Era el hecho de encontrarse con Zac y de recordar lo que él le había hecho antes para infundirle calor en el cuerpo lo que la hizo estremecerse.

Zac: Como quieras -se encogió de hombros-. Te llevaré a tu habitación.

Los perros los siguieron por la escalera y en ese momento Ness pudo admirar el brillo de la madera bien pulida y barnizada. En la planta alta, la casa tenía distintos niveles. Había escaleras que subían, e inesperadas curvas. En cada uno de ellos había flores o algún otro adorno cuidadosamente elegido. A Ness no le sorprendía que su madre se hubiera enamorado de aquella casa. Estaba segura de que sería feliz trabajando allí como ama de llaves... si él aún conservaba ese empleo...

Obedeciendo a un impulso, Ness se volvió hacia Zac.

Ness: Iba a venir a verte mañana.

Zac: ¿Ah, sí? -alzó las cejas-.

Ness. Sí, quería pedirte una disculpa por algunas de las cosas que te dije la otra noche.

Zac: ¿Solo algunas? -inquirió con curiosidad-.

Ness: Sí... bueno, la verdad es que... temía que cambiaras de opinión acerca de darle el empleo a mi madre y...

Zac: ¿Crees que yo podría ser tan vengativo? Vaya, creí que me conocías un poco mejor -abrió una puerta-. Puedes usar esta habitación mientras te quedes aquí. ¡No entréis! -les ordenó a los perros-.

Fue necesario bajar dos tramos de escaleras para entrar en un dormitorio de paredes blancas y vigas oscuras. La alfombra era roja y las cortinas de un tono rosa oscuro. Y la cama era enorme.

Ness: Esta cama es demasiado grande -señaló sin pensar, aunque echaba de menos dormir en una cama convencional-.

Zac: De nuevo estás sospechando de mí, Ness -comentó con intensa frialdad-.

Ness: No, claro que no. Yo no esperaba... Cualquier habitación habría estado bien. Incluso una de los sirvientes. Después de todo, eso será mi familia para ti, la servidumbre.

No quiso mostrarse tan provocadora; no obstante, Zac maldijo con una rabia explosiva. Miró a Ness con ira y se acercó para tomarla de los hombros.

Zac: No puedo soportar esto por más tiempo -gruñó-. Ya es hora de que aclaremos un par de cosas, pero antes... -la besó sin ternura, con furia-.

Eso aterró a Ness. El beso solo duró un par de segundos y cuando Zac se apartó de ella, la joven no pudo decir nada. Él la observó con detenimiento. En sus ojos brillaba una extraña luz.

Zac: Lo siento. Ya sabes que sacas lo peor que hay en mí.

Volvió a besarla con una ternura que la asombró. La abrazó con fuerza y Ness experimentó un deseo inmediato que le impidió resistirse a Zac. Cuando él la soltó, la chica temblaba. Era un tormento recibir semejante beso y no poder continuar con lo que seguía.

Zac: También me afectas de otra manera -murmuró con voz ronca-. Y ahora, vamos a hablar.

Ness: Ya es tarde...

Zac: Mañana podrás dormir todo lo que quieras. Puedes quedarte todo el día en la cama si quieres. Pero no vas a posponer esto por más tiempo, Ness. -Ella lo miró sin entender-. Siéntate -le señaló la orilla de la cama, pero Ness negó con la cabeza. Sentada, estaría en una posición más vulnerable que si se quedaba de pie-. Muy bien, veo que te mostrarás desafiante hasta el fin. Dime, Ness, ¿por qué me mentiste acerca de Drew? No niegues con la cabeza. Me hiciste creer que era tu prometido, que estabais a punto de casaros.

Ness: Yo no dije nada de eso. Tú supusiste... -se interrumpió y añadió con ira-: Estabas tan aterrado de estar junto a una mujer que no estuviera comprometida con otro, que dejé que pensaras... Me imagino que mi madre fue quien te lo contó todo.

Zac: Sí, yo quería averiguar hasta qué punto era seria tu relación con Drew. A mí me parecía que todo era muy raro. Yo sé que cuando una mujer está enamorada, escribe cartas o llama con frecuencia a su novio. Tú no te tomabas las cosas en serio. Y luego, la forma en que reaccionaste ante mí... No pudiste ocultar tus sentimientos. Me preguntaba si eras una mujer hipócrita, a la que le gustaba engañar a los hombres, como Amber. Pero no, no fue así. Tu relación con Drew terminó antes de que tú vinieras a esta ciudad.

Ness: Sí y ya no me importa que lo sepas -lo retó-. Ahora carece de importancia porque ya no me importa que me eches de tu barco. No necesito seguir viviendo allí.

Zac: ¿Esa fue la única razón por la que me hiciste creer que Drew era tu novio? ¿Para no perder tu alojamiento? -entornó los párpados-.

Ness: ¿Qué otro motivo podía haber? -se encogió de hombros-.

Zac: ¿Acaso no fue para mantenerme a distancia, para hacerme saber que no podías relacionarte con otro?

Ness: Tú mismo me dijiste que no te gustaba sentirte atraído por mí -replicó-. Además, no tenías por qué necesitar que yo te mantuviera a raya. Tu relación con Bianca debería haber impedido que te relacionaras conmigo. Por lo menos, yo no fui una hipócrita. No le fui infiel a nadie -se dio cuenta de que él permanecería muy callado y confuso-: Debiste de sentirte muy avergonzado por la forma en que te comportaste... Tenías las fotos de tu novia por toda la cabina.

Zac: Solo eran dos fotos -comentó con sequedad-. Y mi conducta habría sido muy distinta si hubiera sabido que tu relación con Drew pertenecía al pasado.

Ness: No veo cómo habría podido ser peor la situación. Esa tarde, cuando fuimos a caminar al campo, ambos tuvimos la culpa de lo que sucedió. Los dos nos dejamos llevar por nuestros sentimientos. Pero en tu barco, con todos esos recordatorios de tu relación con...

Zac: ¿Crees que las cosas serían diferentes si yo te dijera que esas no son fotos de Bianca?

Ness: Lo son -insistió incrédula-. Tú dijiste...

Zac: No, no te dije nada. Solo dejé que pensaras que así era. Confieso que dejé que lo supusieras, pero eso fue antes de...

Ness: Entonces, ¿quién es la mujer de las fotos? -inquirió con tono indiferente-.

Zac: Mi hermana Zoe. Ella es modelo. Me envió dos copias de las últimas fotos de su álbum.

Ness: ¿Y para qué tienes fotos de tu hermana en tu cabina?

Zac: En primer lugar, porque estoy orgulloso de sus logros. Zoe y yo siempre nos hemos llevado muy bien. Yo solo soy un año mayor que ella. Fuimos la «primera generación». Mis hermanos son mucho más jóvenes que nosotros.

Ness: ¿Y en segundo lugar? -insistió-.

Zac: También las tengo allí para que no me acosen las mujeres inoportunas, como ya lo habrás imaginado. Ya te dije antes que la fama tiene su precio. Amber solo estaba conmigo por interés material, al igual que muchas otras mujeres a las que conocí después. Últimamente he tenido que enfrentarme con las maquinaciones de Ashley. Sigo pensando que tú eres su último intento por buscarme novia -añadió-.

Ness: Bueno, no lo sé. Yo no conocía los planes de Ashley -repuso con aspereza-. Yo no me habría prestado a ningún truco semejante. Ash nunca me dijo que su hermanastra también era famosa -comentó-.

Zac: Ashley y Zoe no se entienden muy bien -sonrió-, y Ashley jamás se referiría a mi hermana llamándola por su nombre. Eso despertó mis sospechas cuando te conocí.

Ness: ¿Y me imagino que Bianca tampoco le cae bien a Ash, verdad?

Zac: Vamos a olvidarnos de Ashley y de Zoe por ahora -sonrió enigmático-. Vamos a hablar de nosotros... de ti y de mí.

Zac se acercó a ella y, al ver la expresión de sus ojos, Ness sintió que su corazón empezaba a latir con fuerza. Retrocedió en dirección de la cama y levantó una mano para evitar que él se acercara más.

Ness: No existe nada entre nosotros. No puede haber nada. Tú...

Pero Zac la abrazó con fuerza.

Zac: Niega que me quieres -susurró y antes de que pudiera hablar la besó en los labios. Fue una caricia sensual, excitante, que provocó una respuesta apasionada en Ness-. Niega que me deseas -repitió-.

Ness trató de liberarse, pero no lo logró.

Ness: Está bien -sollozó-. Está bien, tú ganas. Te deseo, te quiero. Pero no tengo derecho a quererte y tú no puedes hacerme esto. Es despreciable por tu parte que me obligues a confesártelo. Solo porque yo no tengo novio eso no significa que... Bianca está contigo y...

Zac se apartó un poco, pero no dejó de abrazarla.

Zac: ¿Es ese el único obstáculo para que nos queramos? Sé sincera conmigo, Ness. Esto es muy importante. -La joven asintió con tristeza-. ¿Me quieres? -insistió-. ¿De verdad me quieres? ¿Lo suficiente como para casarte conmigo y...?

Ness: Sí, sí. Maldita sea, si tú fueras libre... pero no lo eres. ¿Qué más quieres? Zac, por favor, vete. Ya no soporto esto.

No sintió ningún alivio cuando él la soltó y se dirigió a la puerta. Se sentía humillada. Se preguntó por qué Zac la había obligado a confesarle su amor.

Zac abrió la puerta de la habitación y Ness deseó que se alejara para poder desahogar la tristeza que la invadía.

Sin embargo, él se quedó en el umbral.

Zac: ¡Bianca! -exclamó-.

Ness sintió que las piernas se le doblaban y se sentó en la cama. ¿Su novia estaba en la casa mientras Zac la había estado besando? Era increíble. Y en ese momento él la estaba llamando, para terminar de humillarla...

Zac se volvió y se acercó a la chica.

Zac: Ya es hora de que te la presente. Ya conoces a Canelo. Esta es Bianca.

Ness miró a la perra dálmata, con los ojos llorosos.

Ness: ¿Qué...? Yo no...

Zac: Piénsalo, Ness -se sentó a su lado-. Todas las cosas que te conté acerca de Bianca podían explicarse a una perra celosa tanto como a una mujer celosa. Me convenía hacerte creer que tenía un compromiso emocional con otra mujer. Pero, cuando me di cuenta de que estaba enamorado de ti... y cuando pensé que tú no eras libre...

Ness lo miró angustiada, tratando de saber si Zac era sincero.

Ness: No me estás mintiendo, ¿verdad?

Zac: A partir de ahora, Ness... -la abrazó- ...solo habrá una total sinceridad entre nosotros. Y voy a empezar por contártelo todo... El momento preciso en que descubrí que te quería... las cosas que me encantan de ti. Y luego... -se detuvo y carraspeó muy conmovido-.

Ness: ¿Y luego...? -tragó saliva-.

Zac: Y luego te voy a hacer el amor... Ahora... Durante toda la noche... y tal vez mañana también. Pero, primero... -se puso de pie y tomó a Bianca del collar para sacarla de la habitación. Cerró la puerta con firmeza y volvió al lado de la chica-. En el pasado se ha acostumbrado a dormir al pie de mi cama -le dijo-. Pero esta noche... -empezó a acariciarla y a besarla-... esta noche tendrá lugar algo que solo nosotros dos compartiremos.


FIN




¡¡Por fin!! Si se hubieran dicho la verdad desde el principio se habrían ahorrado muchos dolores de cabeza. Y nosotras no hubiéramos tenido novela XD

Y por fin se descubrió el misterio de Bianca. Apuesto a que nadie se imaginaba que en verdad era la perra XD

¡Gracias por los coments!

Espero que me comentéis mucho y pronto pondré la sinopsis de la próxima nove que estoy segura de que os gustará mucho y ademas es muy apropiada para las fechas que se acercan.

Pero antes me gustaría enseñaros tres o cuatro de las mejores fotos que saqué cuando estuve en Londres, que os dije que os las enseñaría.

¡Un besi!


viernes, 22 de noviembre de 2013

Capítulo 7


«Trata de dormir», se repitió Ness, con ganas de echarse a reír. ¿Cómo esperaba Zac que conciliara el sueño, cuando la embargaba una necesidad y un deseo tan intensos por estar tan cerca de él?

Cada vez que Ness se había imaginado que Zac y ella compartían una cama, la chica se había estremecido de deleite. Y en ese momento, aquello era una realidad. Se movió inquieta.

Zac: No te muevas -gruñó y su cálido aliento fue como una caricia para la joven-.

Ness: No puedo -jadeó-. Yo... no estoy acostumbrada a dormir con otra persona.

Zac: ¿Esto te turba? -susurró con voz ronca-.

Ness: Ya sabes que sí -musitó y sintió que Zac empezaba a excitarse de manera inconfundible-. Zac, por favor, déjame ir. Ya estoy bien, de verdad. Yo... quiero irme a mi propia cabina.

Esperó haber hablado con convicción; en realidad no quería irse, deseaba quedarse junto a Zac, acurrucada entre sus brazos. Quería volverse y hundir el rostro en su musculoso pecho, sentir que él se emocionaba cada vez más hasta que... La joven gimió, torturada por sus propias fantasías.

Zac: ¿Ness? -se relajó y empezó a acariciarle la curva de la cintura-. Ness, ¿qué te pasa? -murmuró con voz suave-.

Ness: Ya lo sabes -respondió-. Ya sabes qué es lo que pasa, Zac. Esto no lo puede resistir nadie. Ya sabes qué efecto ejercemos el uno sobre el otro. Y esto es buscarnos un problema.

Zac: Sí.

Le resultó difícil siquiera articular esa sola palabra.

Excitado, subió la mano y le acarició un seno; luego frotó el pezón con el pulgar. La chica contuvo un gemido de placer.

Ness: Zac, por favor... no hagas nada de lo que después vayas a arrepentirte.

«Hipócrita. No haces nada por resistirte a Zac», se recriminó a sí misma.

A pesar de que sabía que debía alejarse e insistir en irse a dormir a su propia cama, Ness quedó prisionera de su propio deseo. Se dijo que solo disfrutaría de esas caricias por unos segundos...

Zac la abrazó y la hizo volverse hacia él. La joven trató de resistirse por última vez e intentó empujarlo. No obstante, al tocar su pecho fuerte, velludo, ligeramente sudoroso... El movimiento defensivo se convirtió en otra caricia.

Ness: Zac, esto es una locura...

Él la interrumpió al besarla y empezó a acariciarla con las dos manos. Una voz interior le advirtió a Ness que no debía dejar que eso sucediera, que después solo ella sufriría las consecuencias...

Pero la advertencia quedó ahogada bajo la avalancha de sensaciones que la embargaban. La chica suspiró y le echó los brazos al cuello, para acariciarle la nuca y dejar que él la abrazara con fuerza acercándola a la deliciosa seducción de su masculinidad.

Zac emitió un gemido de satisfacción y la besó con mayor pasión. Ambos empezaron a respirar con dificultad.

Él la besaba con ansia, devorando la boca de Ness, insinuando con la lengua futuras intimidades. De pronto él extendió un brazo y se apartó.

Ness: Zac, ¿por qué enciendes la luz?

Zac: Quiero verte. Quiero contemplarte -explicó, con voz ronca-.

Ness no pudo mirarlo a los ojos, de manera que desvió la vista. Al hacerlo vio las dos fotografías de Bianca, que parecía acusarla con la mirada. Por un momento increíble, había logrado olvidarse de la existencia de la otra chica; en ese momento, su recuerdo le proporcionó la fuerza necesaria para separarse de Zac.

Zac: ¿Qué demonios...? -exclamó cuando ella saltó de la cama-.

La joven no se quedó a darle una explicación; huyó a su cabina y cerró con llave la puerta de la cocina para que él no pudiera seguirla.

Una vez en su propio camarote, se puso su camisón y se acostó en la cama, invadida por una profunda tristeza. Ya no tenía frío. La embargaba una profunda vergüenza. Sabía que cuando Zac recuperara la sensatez, sentiría desprecio por sí mismo y por ella. Recordaría que ambos estaban comprometidos con otras personas.

Ness no estaba molesta con Zac. Se daba cuenta de que aquella situación era imposible y que podía terminar con la paciencia de un santo. Y Zac había demostrado que, lejos de ser un santo, era muy humano.

Sin embargo, temió que él se enfadara con ella. Tal vez estaba furioso por su rechazo. Pero, de todos modos, Ness estaba segura de que su rabia sería mucho menor de lo que habría sido si los dos hubieran cedido a las tentaciones de la carne.


Al despertar, Ness se dio cuenta de que el barco ya estaba en marcha. Al consultar su reloj, se dio cuenta de que ya era media mañana.

No estaba sorprendida de que Zac no hubiera ido a despertarla. Intuyó que el encuentro de esa mañana sería tenso y difícil. Ni siquiera ella sabía cómo se comportaría delante de él.

Al ver la puerta de la cocina cerrada, Ness comprendió que Zac no había podido desayunar todavía. Eso debía de haber aumentado su mal humor. Decidió prepararle algo para que pudiera comer mientras manejaba el timón. Después de lo sucedido la noche anterior, él debía de estar ansioso por regresar a Little Kirkton.

Ness: Te preparé unos bocadillos de jamón -anunció diez minutos más tarde. Zac ni siquiera la miró. Asintió cuando vio el plato que Ness colocaba cerca de él y gruñó algo-. ¿Hace cuánto tiempo que... zarpamos? -inquirió mirando a su alrededor con la esperanza de reconocer el paisaje-.

Zac: Desde las siete de la mañana -respondió en un tono cortante que no fomentaba la conversación-.

Sin embargo, Ness no guardó silencio. Aún estarían juntos durante tres o cuatro días y no podían estar molestos y tensos durante todo ese tiempo.

Ness: ¿Quieres que te ayude con el timón?

Zac: No, gracias.

Los ojos de Ness se llenaron de lágrimas. No soportaba que Zac se mostrara otra vez frío y hostil con ella. Por supuesto, él no sabía cuánto la hería con su actitud; no podía adivinar que lo amaba. Tal vez se quedaría horrorizado si se enteraba de que ella sentía por él algo más que una simple atracción física.

Ness: Lo siento -sollozó-. Anoche...

Zac: Lo que pasó anoche -la interrumpió-, fue por mi culpa. Por la mañana, ya no es atrayente la locura que te invade de noche. No me siento orgulloso de mí mismo y quiero olvidarme de todo eso. Y si vas a llorar -la miró con furia-, hazlo donde no pueda verte ni oírte.

Ness huyó a su cabina. Se dijo que no lloraría por ese hombre insensible y cruel. Él no se merecía su amor... Era detestable.

Estaba tan ensimismada en su dolor, que no se dio cuenta de que La gitana del mar ya no seguía navegando. Se dio cuenta de que se habían detenido cuando sintió que Zac le acariciaba el cabello.

Zac: Ness...

Ness: ¡Vete! -le gritó-.

Zac se sentó en la cama, cerca de ella.

Zac: No suelo portarme como un canalla -musitó-. No tenía derecho a desahogar mi rabia contigo.

Ness ahogó un sollozo en la almohada, pero se estremeció de pies a cabeza. Se preguntó por qué Zac elegía ese momento para ser amable. La dulzura de su voz y sus caricias fueron el catalizador del llanto que Ness intentaba contener.

Zac: Ness, Ness -gruñó-. No soporto ver llorar a una mujer...

Ness: Entonces, vete, maldita sea -masculló mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas-.

Zac: No puedo dejarte... así no -suspiró-.

La tomó de los hombros para levantarla y hacerla volverse hacia él. La abrazó y la hizo apoyar la cabeza contra su pecho.

Ness: Yo... no estaba llorando -sollozó mientras trataba en vano de controlarse-. De verdad... hasta que llegaste. Yo habría estado bien... Pero cada vez que alguien es cariñoso conmigo, no puedo dejar de llorar.

Zac aspiró profundamente y siguió acariciándole el cabello. Ness sabía que debía insistir para que la dejara sola, pero no pudo hacerlo.

Zac: ¿Drew... también te hace llorar? -inquirió-.

Ness: Solo me hizo llorar una vez -murmuró con la voz entrecortada-.

La única vez que lloró por Drew fue cuando él la abandonó. Ness se dio cuenta de que, a lo largo de tres años, Drew nunca le había hecho experimentar la intensidad de las diferentes emociones que en ese momento sentía junto a Zac.

Zac: ¿Solo una vez? -le preguntó furioso-. ¿Por qué? ¿Qué fue lo que te hizo?

Ness sintió deseos de reír al pensar que Drew le había hecho un gran favor al dejarla, evitando que ella cometiera el peor error de su vida casándose con él. La joven ya sabía que nunca había amado a Drew, que lo que había sentido por él solo fue una mala imitación de lo que Zac la hacía sentir. Pero su encuentro con Zac había tenido lugar demasiado tarde. De nuevo, comenzó a llorar.

Zac la separó un poco y le levantó la barbilla para mirarle el rostro bañado en lágrimas. Ness cerró los ojos para tratar de sobreponerse, pero oyó que Zac jadeaba con fuerza.

Zac: Solo un hijo de perra te haría llorar -declaró-. De modo que eso es lo que debo de ser yo -le besó los párpados con ternura-. ¿Por qué no puedo mantenerme alejado de ti, cuando sé muy bien que no tengo el derecho de...?

No terminó de hablar y le besó los temblorosos labios.

De inmediato, Ness experimentó una intensa emoción que la hizo sentir una calidez en el vientre.

No supo quién de los dos profundizó el beso, ni quién se movió primero hasta terminar abrazados con fuerza. Lo único que Ness supo fue que percibió la excitación del musculoso cuerpo de Zac y que la cabina giraba a su alrededor.

**: ¡La gitana del mar! -gritó alguien afuera, destruyendo la magia del momento.

Zac maldijo y se puso de pie de un salto. Corrió a cubierta y Ness lo oyó hablar con otro hombre. Momentos después, el motor se puso en marcha de nuevo. Ness comprendió que Zac ya no bajaría con ella. Mucho después, se enteró de que Zac no había anclado bien el barco, que se había ido a la deriva bloqueando el paso de otra embarcación.

En ese momento, Ness se quedó en su camarote tratando de tranquilizarse. Se dijo que era positivo que hubieran sido interrumpidos. Lo que habían estado haciendo solo habría tenido un final obvio y eso ya no debía volver a ocurrir entre ella y Zac, pues ese deseo insatisfecho y el desgarramiento emocional le estaban destrozando. Zac pareció tomar la misma resolución que Ness. Durante los días que siguieron la trató con una fría amabilidad. Evitaba estar cerca de ella y no mencionó lo que había estado a punto de suceder entre ambos.


Cuando al fin llegaron al muelle de La gitana del mar, Zac recogió sus pertenencias y se fue, después de despedirse muy rápidamente de Ness.

Cuando se quedó sola, la chica se sentó en la cama de Zac, invadida por una profunda tristeza. Una vez más, sentía que su vida ya no tenía una dirección definida. De pronto, su existencia se había centrado en ese barco y en Zac y en ese momento volvía a estar sola. Miró la almohada de Zac y la cogió para aspirar su aroma. De pronto la invadió un fuerte deseo de quedársela como recuerdo. Sin embargo, exasperada consigo misma, dejó la almohada en su sitio. Debía olvidarse de una vez por todas de Zac Efron.


Llegó a trabajar dos días antes de lo acordado, pues ya no soportaba la soledad sin tener nada que hacer en el barco.

El consultorio veterinario era muy grande pues cubría una zona muy extensa. Por lo menos Ness siempre estaba ocupada durante el día. Solo por las noches echaba de menos a Zac y eso le impedía conciliar el sueño.

Trató de ocultar su cansancio en el trabajo ya que no podía permitirse el lujo de perder ese empleo. Era la primera vez que realmente podía ayudar a su madre cubriendo casi la totalidad de los gastos de la familia.


Después de trabajar tres semanas en el consultorio, Ness tuvo que hacer una visita médica a domicilio.

**: Es una perra preñada que pronto tendrá a sus cachorros -le explicó la recepcionista-. Parece que hay complicaciones y no hay quien la atienda. El lugar se llama Chimeneas. Está lejos de aquí, pero es fácil llegar. Es una casa grande con una alta verja de entrada, adornada con leones de piedra.

Ness cogió una de las camionetas del consultorio y el paseo le agradó pues era la primera vez que podía explorar los alrededores. Todos los días solía regresar en autobús al barco y llegaba demasiado cansada como para salir a pasear.

El verano ya estaba terminando, pero aún hacía un poco de calor. Algunos árboles empezaban a perder las hojas. La carretera era larga y pasaba por varias colinas donde pastaban algunas ovejas. Ness encontró la casa con facilidad. Vio una verja de hierro forjado, enmarcada por dos pilares sobre los que había unos leones.

Era una casa preciosa de estilo isabelino, con ventanas y puertas antiguas, y hermosas y altas chimeneas. Era una casa fantástica; parecía un poco misteriosa, pero acogedora. Una mujer abrió la puerta y sonrió al escuchar la razón de la visita de Ness.

**: ¡Qué alegría que ha llegado! -comentó la señora mientras conducía a la chica por un amplio vestíbulo-.

La perra estaba en la cocina de estilo moderno. El animal alzó la cabeza al oír el ruido de los pasos, pero al ver a las dos mujeres pareció recibir una gran desilusión.

**: Me temo que echa de menos a su dueño -comentó la señora al ver que la perra suspiraba y hundía la cabeza entre las patas-.

Ness: Entonces, ¿usted no es...?

**: No. Yo soy el ama de llaves -explicó-.

Ness tuvo la sensación de que había caído en una trampa, al ver que otro perro entraba en la cocina. Una vieja casa, dos perros: un dálmata y un labrador...

Ness: ¿Cómo se llama el dueño? -inquirió, aunque ya intuía la respuesta-.

**: Es el señor Efron. Ahora está de viaje en el extranjero. Ese es el problema. Yo estoy sola aquí y acabo de recibir una llamada de mi cuñado. Al parecer, mi hermana está enferma y tengo que ir a verla. Pero no puedo dejar aquí a los perros, así que quería saber si ustedes podrían admitirlos en la pensión de la veterinaria. No están acostumbrados a eso, pero... -se encogió de hombros-.

Ness se tranquilizó al darse cuenta de que no iba a encontrarse de nuevo con Zac Efron.

Ness: Entonces, ¿la perra no tiene nada malo? -inquirió y el ama de llaves asintió-. Muy bien, me los llevaré. Tenemos dos jaulas disponibles. ¿Cuándo regresará el señor Efron?

**: No lo sé. Y no quise preguntárselo. Estaba de un humor muy raro cuando se fue. Normalmente es un hombre encantador, pero últimamente siempre está furioso, es algo increíble.

Ness metió a los perros en la camioneta. Los animales ladraron molestos durante todo el trayecto a la clínica veterinaria y la chica se sintió aliviada al entregarlos al guardián de la perrera.

**: ¿Cómo se llaman? Solo tienen un número de teléfono en sus placas.

Ness: No lo sé -se quedó sorprendida-. Todo ha sucedido con tanta rapidez que no se me ocurrió preguntar eso.

La recepcionista consultó su registro, pero los perros no estaban inscritos allí. Como pertenecían a Zac, Ness se interesó mucho por su bienestar, y los visitaba con frecuencia.


Todo el mundo en la clínica no tardó en darse cuenta de que los animales se habían puesto muy nerviosos. El viernes por la noche, la perra dálmata estuvo muy inquieta y no dejaba de gemir. Ness se dio cuenta de que el animal tendría en muy poco tiempo a sus cachorros.

**: ¡Maldita sea! -comentó la veterinaria jefe-. Y mañana es sábado. El director de viaje y yo tengo que estar de guardia mañana. Es probable que esté fuera durante todo el día, atendiendo animales; alguien debería vigilar a esta perra.

Ness: Tengo una idea -comentó-. El barco donde vivo es del señor Efron. Los perros están acostumbrados a estar con él allí. Tal vez en ese lugar estén más contentos...

**: Es una idea brillante. Llévatelos de inmediato.

Por lo menos, esa vez alguien ayudó a Ness a meter a los animales en la camioneta. Los perros volvieron a protestar, pero al ver el barco empezaron a ladrar de felicidad y la joven comprendió que había acertado con su decisión.

Ya a bordo, les quitó las correas. El labrador se instaló en cubierta, pero la perra se adueñó de la cama de Ness, en la cabina más pequeña.

Cuando Zac se fue, Ness había seguido usando su antigua cama. Habría sido más cómodo dormir en la de Zac, pero no quería pensar en él. En ese momento, no pudo bajar a la perra de su cama, de modo que se resignó a dormir en el camarote principal. Ness dejó a la perra en paz y fue a cenar en cubierta.

El labrador era mucho más cariñoso y Ness le dio una galleta, a pesar de que sabía que eso no era muy conveniente para la educación del animal. Pero, a partir de entonces, el perro la siguió fielmente a todas partes.

Ness: Pero tú eres muy diferente, ¿verdad? -inquirió esa noche, cuando fue a ver a la perra, que apenas se dignó a probar la comida que le sirvió-.

Ness fue a pasear con el otro perro y, cuando regresaron al barco, vio algo que llamó su atención. Tres muchachos se estaban acercando; como estaba muy oscuro no pudo distinguirlos con claridad, pero pudo ver que lanzaban una bolsa al agua del canal.

Al ver aquello, el labrador salió corriendo y ladró en dirección de los chicos, que salieron huyendo despavoridos. En vez de perseguirlos, el animal se lanzó al agua y recuperó la bolsa. Esa raza de perro era excelente para recuperar objetos.

Ness se acercó a la ribera cuando el labrador depositó allí su carga y se quedó mirando a la joven.

Esta escuchó un sonido que provenía de la bolsa de plástico. La abrió y advirtió que algo se movía en el fondo. Oyó un maullido lastimero y comprendió que se trataba de unos gatitos.

Ness: Vándalos -se irritó-.

Nada le molestaba más que la crueldad con los animales.

Cogió la bolsa y se fue con rapidez al barco. Había tres gatitos: uno blanco, otro negro y otro de pelaje anaranjado. Por fortuna, todos estaban vivos. De no haber sido porque su salvador actuó con tanta rapidez...

Ness: Bien hecho, chico -acarició la cabeza del labrador, que movió la cola con alegría-. Pobrecitos, creo que ni siquiera han sido destetados.

Tomó una caja de cartón y puso allí una toalla. Metió a los animales en el interior, y a continuación les dio un poco de leche tibia. Le resultó algo difícil pues los tres animalillos estaban muy hambrientos.

Ness: Este va a ser un trabajo de tiempo completo -masculló-.

Ness programó su reloj despertador para que sonara cada hora durante la noche, y se fue a dormir. Sin embargo, se despertó antes de que sonara la alarma.

Ness: ¿Qué pasa...? Ay, no, la perra... -cansada, se puso su bata y fue a la otra cabina-. Vaya, tú sí que sabes escoger el momento menos indicado. Y parece que vas a necesitar de mi ayuda.

Media hora después, Ness sonreía con satisfacción mientras contemplaba cómo dos perritos recién nacidos mamaban la leche de su madre. Pensó que por eso había escogido esa profesión, para recibir esa clase de recompensa. Acarició la cabeza a la perra y recibió una sorpresa cuando el animal le lamió la mano.

Ness: Vaya, vaya -rió-. Después de todo, no eres tan arrogante. Parece que ya tengo una amiga de por vida.


Un par de días después, recibió otra sorpresa. El gatito negro, el más atrevido de los tres, había ido a la cabina pequeña y estaba tomando leche junto a los dos perritos. La dálmata parecía tolerar bastante bien la presencia del intruso.

Ness: Vaya, ahora sí que lo he visto todo -exclamó-.


Cuando llevó a los perros de regreso a su casa, Ness se dijo que los iba a echar de menos.

Ness: ¿Cómo está su hermana? -le preguntó al ama de llaves-.

**: Está mejor, gracias a Dios. Pero continúa débil. Me gustaría estar más cerca de ella.

Ness: Me imagino que no ha recibido noticias del señor Efron -comentó con naturalidad-.

**: No. Me habré enterado de que ha llegado cuando lo vea entrar por la puerta -declaró la señora-.


Una semana más tarde, mientras se preparaba la cena, Ness oyó que alguien subía a cubierta. Como no había cerrado la puerta con llave, salió a ver de quien se trataba.

Ness: ¡Ah, eres tú! -dijo secamente-.

Su tono de voz no reflejó su turbación interna.

Zac: Vaya, he recibido saludos más entusiastas -comentó-.

Ness: No esperaba volver a verte.

Zac: Como este es mi barco, te recuerdo que puedo venir aquí cuando me plazca.

Ness: ¿Quieres usarlo? -inquirió con preocupación-.

Zac: No... ¿Qué es eso? -inquirió al oír un maullido y se acercó a la caja de cartón-. ¿Gatitos? ¿Acaso piensas tener un zoológico a bordo?

Ness le explicó lo sucedido y Zac sonrió.

Zac: De modo que el viejo Canelo se ha convertido en un salvavidas.

Ness: No te molesta, ¿verdad? No me quedaré con todos, solo con éste. Es mi preferido -tomó al gatito negro-.

Zac: Vaya, pues tiene casi tu mismo tono de cabello -sonrió-.

Alargó una mano para acariciar al felino y Ness se estremeció. Era como si Zac acariciara al animalito porque no podía acariciarla a ella.

Zac: ¿Cómo vas a llamarlo?

Ness: Creo que Shadow. Y no te preocupes. Encontraré un hogar para los demás gatitos. Tal vez tú quieras llevarte uno -comentó al verlo acariciar a Shadow-. Te gustan los animales...

Zac: Sí, pero prefiero a los perros. Y Bianca odia a los gatos.

Más que nunca, Ness detestó a la novia de Zac. Le pareció una mujer egoísta y superficial.

Ness: ¿Cómo puede alguien odiar a criaturas tan adorables? -se indignó. Le desagradaba la gente que no trataba bien a los animales o a los niños. Le habría gustado expresar su opinión ante Zac, pero decidió que no era bueno destruir su buen humor-. No me has dicho para qué has venido -le recordó-.

Zac: Para darte las gracias por cuidar de los perros cuando mi ama de llaves tuvo que irse. Me imagino que tú ayudaste a la perra a tener a sus cachorros.

Ness: Sí, pero, ¿cómo te...?

Zac: Primero fui al consultorio y allí me dijeron que tú te hiciste responsable de mis dos perros. Te estoy muy agradecido. Ninguno de ellos puede estar en una perrera durante mucho tiempo.

Ness: Era lo menos que podía hacer después de que tú me dejaras quedarme a bordo de La gitana del mar, a pesar de que la idea no te gustó al principio.

Se dijo que jamás le diría que cuidar a los perros había sido como acercarse un poco más a él.

Zac: Creo que les eres muy simpática a los animales -prosiguió-. Mis perros normalmente solo responden a mí.

Ness: Los animales se sienten bien con la gente que los quiere. Dijiste que a Bianca no le gustan los gatos. ¿Los perros sí le agradan? -inquirió con audacia-.

Zac: A Bianca le encantan los perros -repuso con seriedad, pero sus ojos brillaron con diversión, como si supiera por qué Ness no podía dejar de hablar de Bianca-.

En ese momento, la joven se prometió que jamás volvería a preguntarle nada a Zac sobre su novia. Sería humillante que adivinara lo que sentía por él, y lo mucho que envidiaba a la otra mujer.

Reinó un largo silencio y Ness trató de pensar en algo más que decir... para que Zac se quedara más tiempo con ella.

Ness: ¿Cómo te...?

Zac: ¿Cómo...?

Ambos hablaron al mismo tiempo y Zac le indicó a Ness que hablara ella primero.

Ness: Solo quería preguntarte cómo te fue en tu viaje. Tu ama de llaves me dijo que fuiste al extranjero. ¿Acaso eso tiene algo que ver con tu nuevo libro?

Zac: No, me fui de vacaciones; a escalar una montaña. Sentía la necesidad de descansar un rato y de practicar un ejercicio activo.

Ness lo miró con detenimiento. Ella también se había sentido inquieta últimamente y había experimentado la necesidad de desahogar esa inquietud física. Pero no tenía tanto tiempo libre como Zac para hacerlo.

Ness: ¿Y te lo pasaste bien?

Zac: Más o menos -se encogió de hombros-.

Ness: ¿Qué ibas a decirme tú? -inquirió-.

Zac: Solo iba a preguntarte cómo estás, ahora que el verano se está acabando. El barco te va a parecer muy frío cuando llegue el invierno.

Ness: Me las arreglaré. Estoy acostumbrada al frío. Nuestra casa no tenía calefacción central.

Zac: Tu madre debe de ser una mujer admirable -comentó con sinceridad y a Ness se le llenaron los ojos de lágrimas-.

Ness: Lo es -respondió. No quería echarse a llorar-. ¿Ya has cenado? Yo iba a preparar...

Zac: De hecho, no. Mi ama de llaves tuvo que salir de nuevo. Me imagino que ya sabes cómo está su hermana. Parece que ha sufrido una recaída. Iba a cenar en un restaurante, pero lo que tienes en la cocina huele muy bien.

Nes: Entonces, ¿por qué no cenas aquí? -inquirió preguntándose por qué su adorada novia no lo atendía un poco mejor-. Solo son unos huevos con jamón, pero...

Zac: Pero ya sabes que eso me encanta -rió-. Hemos comido eso muchas veces, ¿verdad?

Ness no quería recordar aquello porque entonces recordaría todo lo demás. No podía olvidar los besos de Zac, ni el día en que él le hizo el amor; recordaba cada sensación, como si volviera a experimentarlo.

Ness: Tal vez prefieras no quedarte, yo...

Zac: Me gustaría quedarme, aunque te prometo que esto no se convertirá en una costumbre por mi parte -añadió con rapidez-.

«No, me imagino que no», pensó la joven con tristeza.




Oh! Parece que se van a hacer medio amigos...

Bueno, solo queda un capi en el que pasarán muchas cosas. Pero no os preocupéis, que creo que ya no comerán más huevos con jamón XD

Para las que sigáis mi otro blog, deciros que puse hace poco capi nuevo.

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martes, 19 de noviembre de 2013

Capítulo 6


Qué había querido decir Zac con ese comentario. Ness se quedó despierta pensando en eso. Deseaba creer que Zac había querido decirle que, muy a pesar de sí mismo, se sentía atraído por ella. Pero Ness sabía que Zac se había referido a que lo exasperaba y que le costaba trabajo tratarla con amabilidad...


Zac: Dime algo -le pidió a la mañana siguiente, cuando zarparon-. Hace una semana que estás aquí y no has ido al correo ni al teléfono público. ¿No tienes que llamar a tu novio para darle noticias? ¿Ni a tu madre?

Ness: El día que fui a comprarme las deportivas, cuando fuiste a ver al señor Taylor, le envié una postal a mi madre.

Zac: ¡Claro! Se me olvidó. ¿Y por qué no le escribiste a tu novio?

Ness se irritó al ver que de pronto Zac parecía preocuparse mucho por Drew.

Ness: Bueno, él sabe que lo llamaré en cuanto pueda.

Zac: ¿Le enviaste un mensaje por medio de tu madre?

Ness: Sí -asintió-.

Pensó que se había visto obligada a mentir de nuevo... y todo por la paranoia de Zac.

Zac: Si quieres enviar alguna carta... tengo que ir a la próxima ciudad. Estaremos allí un par de días. Se me están terminando algunos colores y tengo que comprar más carretes fotográficos. Ayer, me olvidé de ello por completo.

«Y seguramente me culpa a mí por ese olvido», se dijo enfurruñada, pero Zac no parecía estar molesto con ella.

Ness: Escribiré algo, pero yo misma puedo enviar las cartas por correo.

Zac: Me temo que no podremos bajar los dos del barco, cuando lleguemos a la ciudad. El muelle está demasiado cerca del centro urbano. Alguien tendrá que quedarse a bordo por razones de seguridad.

«Y ahora, líbrate de este lío», se dijo Ness. Estaba cansada y tensa, pues la noche anterior no había podido dormir bien y Zac la había despertado esa mañana a las cinco y media.

Ni siquiera el precioso paisaje pudo ponerla de buen humor. El hecho de que Zac no correspondiera a su amor la entristecía mucho. Decidió que lo mejor era mantenerse alejada de él, pues temía revelar sus propios sentimientos.

Ness: Creo que iré a caminar un poco.

Acababan de pasar por una esclusa y esa vez Ness fue quien tuvo que bajar a tierra firme.

Frente a ella, el canal giraba a la izquierda, pero después de unos metros, el camino de cuerda se interrumpía. Había sido borrado por el río.

Zac: No importa -dijo al darse cuenta de ello casi de inmediato-. Pronto nos detendremos e iremos a tierra firme.

Ness: Ah -exclamó deprimida-. Dijiste que pasarían dos días antes de...

Zac: Vamos a caminar -la interrumpió-. Dijiste que te gustaría recorrer el camino de los Catswolds. Creo que te sentaría bien un poco de ejercicio. No sé qué te pasa, pero te has portado como una leona enjaulada durante toda la mañana. Nos llevaremos algunos bocadillos en caso de que no encontremos un lugar para comer.

Ness: Creí que tenías mucha prisa...

Zac: Es cierto. Pero puedo incluir el paseo en mi itinerario. Puedo combinar la caminata con algo de trabajo.

Ness: Por favor, no cambies de planes por mí -se tensó-.

Zac: No lo hago -replicó con tono cortante-. Mis razones son puramente egoístas.

Una vez que Zac le había hecho esa sugerencia, Ness se entusiasmó por la excursión. Preparó unos bocadillos con rapidez y se puso ropa adecuada para caminar. No tardaron en llegar al punto del que partirían.

Zac: Espero que te guste caminar -comentó al anclar el bote-. A mí me gusta hacerlo rápido.

Ness: Ya lo he notado -repuso secamente-.

Zac: Por estas tierras pastaban antes las ovejas -le explicó cuando el sendero se volvió escarpado. Unas cuantas ovejas todavía pastaban por allí. Aparte del césped había mucho tomillo y a Ness le sorprendió ver que los animales se lo comían-. Es el tomillo que le da buen sabor a la carne -explicó-. Debes probarlo alguna vez.

En la cima de la colina había un bosque. A Ness le agradó caminar a la sombra. Era mediodía y hacía mucho calor.

Ness: Esto les encantaría a mis hermanos -comentó-. Sería más saludable para ellos que las calles de la ciudad en la que viven... Ay, ¿son fresas de verdad? ¿Fresas silvestres? -se arrodilló y empezó a mordisquear una frutilla-.

Zac se unió a ella.

Zac: Tus labios son más rojos ahora -murmuró y se le acercó más-. No te maquillas mucho, ¿verdad? Eso me gusta. No me gusta que el rostro de una mujer tenga apariencia artificial.

Ness, que tenía las mejillas rosadas por el calor y el ejercicio, se ruborizó aún más y, antes de que pudiera reaccionar, Zac se inclinó hacia ella y le rozó los labios con los suyos dulcemente. Fue un beso tan suave que Ness creyó que había sido producto de su imaginación.

Zac: Besos de fresa -musitó-. Deliciosos -de pronto, se irguió-. Ven, todavía tenemos que recorrer varios kilómetros.

Ness lo siguió turbada, colina arriba. ¡Ese beso! Si tan solo Zac hubiera insistido, si tan solo hubiera sido sincero... Pero Ness sabía que Zac solo había obedecido a un impulso. En ese momento ya no podría volver a comer fresas sin recordar ese beso...

El camino hacia la cima era muy empinado. Pero incluso cargado con la mochila de la comida, la cámara y sus utensilios para pintar, Zac no parecía cansado. Caminaba con rapidez, como si un demonio lo persiguiera. Ness se esforzó por no alejarse demasiado de él; de cualquier modo, el ejercicio la estaba tranquilizando un poco.


Al fin llegaron a la cima desde donde se divisaban profundos valles a cada lado de la colina. Siguieron caminando y después de un rato Zac se detuvo y anunció que era hora de comer. Eso alegró a Ness, que no se había atrevido a confesar que tenía apetito y que estaba cansada.

Ness: La comida siempre sabe bien al aire libre -comentó con entusiasmo-.

Se tumbó sobre la hierba y aspiró el aroma del tomillo. Ese sería otro recuerdo que siempre atesoraría... Se preguntó si alguna vez tendría recuerdos que no estuvieran relacionados con Zac.

Ness: Esto sí que es vida -murmuró y cerró los ojos, relajándose-.

Zac: La vida al aire libre parece sentarte muy bien -comentó-.

Ness abrió los ojos por un momento. Lo vio tumbado de lado, apoyado en un codo, mirándola. Llevaba la camisa entreabierta y revelaba su fuerte pecho, el vello oscuro... Ness tuvo que contener el impulso de acariciarlo...

En esa postura, relajado, Zac parecía un hombre más tierno y amable. No había en su expresión rastros de la irritabilidad con la que a veces trataba a Ness. ¿Acaso eran imaginaciones suyas o Zac se había acercado más a ella? Ness cerró los ojos con rapidez, pero todos sus sentidos estaban alerta. Su cuerpo palpitaba como si apenas en ese momento despertara a la vida. El ambiente estaba cargado de una tensión expectante...

«Bésame, bésame», le pidió en silencio. «Solo por un momento, haz que este sea el día más maravilloso de mi vida. Únicamente es necesario que me beses, pues todo lo demás es perfecto: el cielo, las colinas, el sol, los sonidos y los aromas de la naturaleza... Ay, Zac, por favor, bésame...». Estaba temblando y se preguntó si él se daría cuenta de su agitación. Jadeó un poco cuando un ansia interna la invadió. ¿Por qué no la besaba? Él tenía que percibir su ansiedad...

Ness abrió los ojos. Zac no se había movido de su sitio. La joven encontró el valor suficiente para sostenerle la mirada, como si de esa forma pudiera hipnotizarlo. Entreabrió los labios y se los humedeció con la punta de la lengua.

Zac no se movió; parecía petrificado. Ness lo vio tragar saliva y apretar la mandíbula.

Zac: ¿Nunca te han dicho...? -carraspeó para poder seguir hablando-. ¿Nunca te han dicho que te pareces mucho a las mujeres de los cuadros de los pintores prerrafaelistas? -Ness asintió en silencio. Sabía que no debía hablar para no romper el hechizo-. Mujeres apasionadas, voluptuosas. El ideal de la feminidad -alargó la mano y tomó un mechón de cabello entre los dedos-. «Te puede atraer hacia ella con un solo cabello» -susurró-.

Ness: ¿Qué es eso? -musitó-.

Zac: Un poema de Dryden -explicó-. Si yo fuera poeta... -dijo, mientras seguía contemplando el sedoso mechón-.

Ness quiso preguntarle si su cabello le parecía digno de ser mencionado en un poema, pero había algo que deseaba más. Se movió un poco para descansar sobre un costado y acercarse a él. Sabía que sus emociones eran tan fuertes que por fuerza debían reflejarse en su mirada.

Zac la miró a los ojos y le acarició la mandíbula. Y el deseo de Ness le fue concedido cuando él inclinó la cabeza hacia ella. La joven exclamó un gemido de felicidad cuando sus cuerpos se tocaron. Zac la besó con fiereza mientras la acariciaba con pasión.

Ness podía sentir cada músculo de Zac. La fuerza de su tórax, la dureza plana de su estómago y... un delicioso bulto palpitante que le hizo saber que la deseaba.

Se movió contra Zac gimiendo de expectación, demostrándole que estaba ansiosa y dispuesta. Se olvidó de la dureza del incómodo suelo al deslizar las manos debajo de su camisa. Al tocar la piel de Zac se estremeció de emoción. Nunca había experimentado tanto placer en su vida...

Su ardiente respuesta hizo que Zac perdiera el aliento. El beso se profundizó, se tornó más exigente. Él le deslizó las manos bajo la camiseta y le acarició los senos, por debajo del sostén, hasta que los pezones se le endurecieron...

Alzó la cabeza y miró fijamente a Ness, haciéndole una silenciosa pregunta. La chica supo de qué se trataba y lo miró con deseo, y no con miedo. No quería negarle nada a ese hombre. Zac le bajó la cremallera de los vaqueros y se apartó un poco para poder acariciarla y excitarla hasta que la chica empezó a temblar.

A Ness la embargaba un ansia que la hacía derretirse; entonces Zac empezó a jadear y hundió la cabeza entre sus senos.

Ness: Zac, oh… Zac... -le murmuró al oído-.

Apresurada, empezó a desabrocharle el cinturón, queriendo darle el mismo placer que él la estaba haciendo experimentar.

Zac: No, Ness -susurró sobre sus labios y ella protestó-. Ten paciencia. No puedo hacerte el amor como quiero, aquí... Este lugar no es íntimo, cualquiera puede pasar por aquí. Vamos a buscar un sitio más apartado.

La ayudó a ponerse de pie y contempló su cabello despeinado y sus ojos brillantes antes de abrazarla con fuerza. Ness supo entonces que el deseo de Zac no había disminuido.

Él recogió la mochila, tomó la mano a Ness y caminaron en silencio. Ella solo estaba concentrada en que debían encontrar un lugar donde pudieran amarse, donde pudiera entregarse a Zac y disfrutar de las delicias que sabía que él le brindaría.

Zac se apartó del sendero y se dirigió hacia un bosque de abetos, abriéndose paso entre el espeso follaje.

Todo estaba silencioso y ni siquiera la sombra lograba disminuir el calor de ese día. Podía escucharse el canto de algunos grillos y de algún ave en la lejanía. Ness comprendió que para ella el verano siempre significaría Zac.

En ese momento él se volvió para mirarla con pasión. Ness comprendió que los minutos transcurridos no habían extinguido su ardor. Zac le tendió las manos y Ness se las tomó, dejando que él la acercara hacia sí y volviera a besarla. Sintió que todo le daba vueltas y se arqueó contra él. Suave y lentamente, Zac la hizo acostarse a su lado en una especie de nido de césped fragante.

Se desvistieron en silencio. Sus movimientos eran sensuales pues tenían prisa, una vez que habían encontrado el sitio adecuado. Zac volvió a besarla y Ness empezó a temblar otra vez; hundió los dedos en el espeso y rubio cabello de su compañero y le devolvió el beso con ansia.

Él empezó a explorar el cuerpo de la joven de un modo atormentadoramente placentero. Ness no podía creer que estuviera sintiendo tal deleite...

Zac la abrazó con fuerza. Profundizando el beso empezó a jadear y de pronto rodó encima de Ness; los dos se acariciaron con pasión.

Ness ya no podía pensar en nada que no fuera el ansia creciente que la invadía.

Ness: Oh, Zac, por favor...

Le suplicó que la poseyera y le acarició la espalda, sintiendo cómo sus músculos se tensaban a modo de respuesta.

Él susurró algo pero a Ness solo le importó su tono de voz, ronco y apasionado. Sus cuerpos se fusionaron. Una vez que todo aquello ya estaba sucediendo, a Ness le pareció como si todo hubiera sido inevitable desde el principio.

Zac gimió con fuerza al poseer a la chica. Un increíble remolino de sensaciones hizo presa en Ness, que jadeó de placer invadida por la agonía de la pasión. La liberación fue como ahogarse en una profunda sensualidad, casi como una sensación de desfallecimiento. Cerró los ojos y vio un torbellino de colores mientras escuchaba a Zac gruñir de deleite.

Yacieron abrazados, sin fuerza, maravillados por la intensidad de su experiencia. Ness empezaba a dormirse, fascinada por lo sucedido...

Zac: Dios mío...

La chica alzó la cabeza para mirar a Zac, que se había alejado de ella y en ese momento se ponía la ropa con mucha rapidez y nerviosismo. Estaba tenso, sombrío.

Ness: ¿Zac? ¿Qué te pasa? -se sentó-.

Zac: ¿No te das cuenta? -inquirió incrédulo y la miró con frialdad. Ness negó con la cabeza-. Debo estar loco -masculló enfadado-.

Ness: Pues muchas gracias -repuso con brusquedad-.

Si eso era lo único que se le ocurría decir a Zac acerca de algo que para ella había sido la experiencia más trascendental de su vida...

Zac: Después de todo lo que te dije... ¿por qué dejaste que hiciera eso? -se molestó-.

Ness: No soy tu conciencia -espetó-.

La invadía una mezcla de furia y náusea. Creyó que, después de hacer el amor, su relación tomaría un rumbo nuevo, que todo empezaría de nuevo entre ella y Zac...

Zac: ¿Y tú no tienes conciencia por lo que se refiere a tu novio?

Ness: ¿Tanta conciencia como tú con respecto a Bianca? -inquirió decidida a no dejar que él la hiciera sentirse culpable-.

Zac: ¡Vístete! -la miró con furia-. Ya te dije que sacas a relucir lo peor que hay en mí. Creí que si salíamos un rato del barco...

Ness se vistió con precipitación. ¿Cómo se atrevía Zac a culparla de lo sucedido? La culpa también era de él, que en ese momento ya se alejaba como si ansiara marcharse para siempre de ese lugar.

Ness miró a su alrededor con angustia, memorizando los detalles de ese bosque. Pensó que sus recuerdos siempre serían felices, que la esperaba un futuro esplendoroso... pero en ese momento formaría parte de una serie de lamentos.


Ness: ¿Por qué vamos por aquí? -preguntó cuando lo vio tomar el sendero de regreso-.

Zac: Vamos a volver al barco -respondió en tono cortante-. Y regresaremos de inmediato.

Ness: ¿A Little Kirkton? Pero, ¿qué pasará con tu trabajo de...?

Zac: ¿Cuánto he podido trabajar hasta ahora? -se volvió para observaría con furia-. Casi nada. Yo sabía que era un error dejar que te quedaras en el yate. Bueno, pues ahora tendrás el yate para ti sola. Yo me las arreglaré de otra manera.


Ness: ¿Cuánto tiempo tardaremos en regresar a Little Kirkton? -inquirió cuando llegaron al muelle-.

No sabía si lo mejor era desear que el tiempo pasara volando o si debía atesorar cada minuto que pasara en compañía de ese hombre. Parecía que él ya no quería estar más tiempo con ella...

Zac: Varios días -masculló tenso-. Recuerda que tenemos que pasar por todas esas malditas esclusas. Qué lástima que no puedas volver sola; el viaje es pesado para una mujer. Y si no fueras una mujer, nada de esto habría ocurrido -añadió sombrío-.

Ness: ¿Por qué siempre, según tu opinión, la mujer es la culpable? -inquirió con ira-. Me parece que tuviste una desafortunada relación amorosa que te hace prejuzgar -añadió con mucha intuición-. Pero no es justo que pienses que todas las mujeres están cortadas por el mismo patrón.

Zac esperó a adelantar a otro barco para contestar:

Zac: No suelo generalizar con respecto a las mujeres, pero tu conducta no me ha convencido de que tú seas distinta.

Ness: ¿Mi conducta? ¿Y qué es lo que he hecho? ¿Y distinta de quién?

Zac no respondió a sus preguntas, pues solo le interesaba demostrar que tenía razón.

Zac: Cuando te vi por primera vez, por un momento creí que eras Amber, que había vuelto para hostigarme.

Ness: ¿Te llevaste una desilusión cuando viste que no era ella?

Zac: Claro que no. Pero las similitudes que existen entre tú y Amber son asombrosas. Cuando te conocí me pregunté si Ashley... Pero, en vista de que ya tenías novio, decidí que mi hermanastra no había estado haciendo las veces de casamentera.

Ness no entendió bien a qué se refería Zac, pero recordó que ella también sospechó que Ash le había tendido una trampa al hacerle creer que compartiría el barco con otra chica. ¿Acaso Ash había intentado que su hermanastro y su mejor amiga tuvieran un romance?

Pero Zac continuó:

Zac: Podrías ser la hermana menor de Amber. Tenéis la misma altura, el mismo tono de cabello y de ojos... La única diferencia es que... -se detuvo para frustración de Ness-. ¿Te contó Ashley algo de esto? -gruñó-.

Ness: No. En sus cartas solo te mencionó un par de veces, cuando tu padre acababa de casarse con su madre. Y se refirió a ti con tu seudónimo. Además, ya sabes que yo esperaba compartir el barco con Zoe.

Zac: ¡Zoe! -rezongó-. Es mi hermana y la quiero mucho, pero se quedaría horrorizada ante la idea de tener que pasar siquiera un día en un barco tan pequeño como este. A Zoe no le gusta el campo.

Ness: ¿Y a Amber sí?

Zac: Así es. Cuando la conocí, creí que había encontrado a la mujer ideal. Parecía que éramos afines en todos los sentidos...

Ness suspiró involuntariamente. Pensó que, seguramente, también habían sido afines en el aspecto sexual. Y Zac la estaba comparando en ese plano con Amber.

Zac: Era una preciosa hija de perra. No, eso es ser injusto con los perros. Era más bien como un felino. Tenía la gracia de un gato, pero también poseía la misma crueldad y frialdad. Los perros se relacionan con sus dueños, pero los gatos se van con cualquiera que les dé de comer... En el caso de Amber, ella se fue con quien más alimentó su vanidad.

Ness: Debiste de quererla mucho para haber sufrido tanto...

Zac: Eso creía en ese entonces. Estábamos comprometidos e íbamos a casarnos, pero unas semanas antes yo descubrí que Amber veía a otro hombre. Ella tuvo una infancia llena de carencias. Quizás eso la hizo mostrarse ambiciosa por las cosas que podía comprar el dinero. Yo no soy pobre en absoluto, pero aquel hombre era mucho más rico de lo que Amber habría imaginado jamás.

Ness: Debiste superar esa mala experiencia... con el tiempo -señaló-. Ahora tienes a Bianca.

Zac: Claro que la olvidé -comentó sombrío-. Y también aprendí un par de cosas muy importantes.

Ness: Todos aprendemos de las experiencias... yo también -se encogió de hombros-. Pero no me parece justo desquitarse con los demás. A juzgar por la forma en que te portas conmigo, debes de hacer sufrir mucho a Bianca.

Zac: Por el contrario. De lo único que no dudo es del amor y de la fidelidad de Bianca -sonrió-. Bianca y Amber se odian.

Ness sacudió la cabeza asombrada, incrédula. Cuanto más veía las fotos de la novia de Zac, menos le agradaba aquella chica. Claro que el amor era ciego, y era obvio que Zac estaba cegado por lo que sentía... y quizá también por su deseo físico. Ness ya sabía que ese deseo era muy poderoso en Zac, que a pesar de sí mismo, acababa de hacerle el amor. De pronto, a Ness se le ocurrió algo.

Ness: Si conoces bien a Bianca, entonces no eres justo con ella. No le fuiste fiel hoy... a menos que pienses que los hombres pueden tener una moral distinta a las de las mujeres... y te advierto que no podrás culparme de lo sucedido.

Zac: Para tu información, no creo en una doble moral, ni para los hombres ni para las mujeres. Sin embargo, parece que tú sí puedes portarte mal, pues estás comprometida con Drew.

Ness se dispuso a decirle que ella no le había sido infiel a Drew ya que, por lo que a ella se refería, él había dejado de existir. Pero luego decidió que no lo haría, pues con ello no conseguiría cambiar la situación.

Ness: No merece la pena seguir hablando de esto -susurró-. Creo que será mejor que los dos olvidemos lo sucedido.

Zac: ¿No le dirás nada a Drew?

Ness: No. ¿Tú se lo confesarás a Bianca?

Zac: Sí, creo que sí -sonrió un poco divertido-. Es mi principal amiga y confidente.

Ness pensó que Bianca también debía de ser una mujer muy tolerante y comprensiva. Pensó que debía de ser maravilloso tener una relación en la cual las dos personas se lo contaran todo. Si tan solo Zac pudiera ser su amigo y amante...


Llovía cuando anclaron el barco para pasar la noche. Ness empezó a preparar la cena mientras Zac terminaba de asegurar las amarras.

Zac: Creo que el buen tiempo ya ha terminado -comentó al bajar a la cabina-. Hace bastante frío y creo que seguirá lloviendo. Qué bien que regresamos a casa... No hay nada peor que estar encerrado en un sitio pequeño debido al mal tiempo.

«A menos que una esté enamorada de la persona que comparte ese encierro», pensó Ness. Se imaginó lo encantador que habría sido ver llover mientras ellos no tenían nada que hacer excepto proporcionarse un mutuo placer.

Ness sirvió la cena, pero no tenía apetito. Las estrechas mesas del bote resultaron una tortura cuando la chica sintió que Zac le rozaba las rodillas de manera accidental. La conversación fue tensa. Zac parecía ensimismado en sus pensamientos, los cuales seguramente no eran nada agradables, según suponía Ness.

La joven se alegró cuando terminaron de cenar y pudo irse a la cocina a lavar los platos. Pero, ¿cómo lograría pasar el resto de la noche?

Ness: Supongo que quieres que desaparezca, que me retire a mi propia cabina -comentó-.

Zac la miró en silencio durante un momento.

Zac: No, me parece exagerado que te recluyas en tu cabina, sobre todo ahora que es tan temprano. Mira, los dos somos adultos. No volveremos a cometer los mismos errores. ¿Quieres jugar a las cartas? Es una ocupación inofensiva que mantiene ocupada la mente... y las manos.

Ness se alegró un poco. Por lo visto Zac ya no estaba enfadado.

Ness: Me encanta jugar a las cartas. Era algo que hacíamos con frecuencia en casa -sonrió con calidez-.

Poco a poco se relajaron y lograron disfrutar del entretenimiento, haciendo bromas y jugadas divertidas. La velada transcurrió con rapidez.

Nss: Bueno, será mejor que me vaya a dormir -declaró de pronto-. Y gracias.

Zac: ¿Por qué? -se sorprendió-.

Ness: Por esta noche. Pudiste hacerme pasar un mal rato, pero no fue así.

Zac: Ness... -se puso de pie; parecía inquieto-. No quiero ponerte las cosas difíciles. Lo que pasó hoy fue un accidente desafortunado. Yo no tenía la intención... Soy humano y tú... eres una mujer joven, extremadamente preciosa y deseable. En otras circunstancias... -se interrumpió mientras Ness esperaba en silencio y con el corazón acelerado-. Pero las cosas son como son. Y yo espero que ambos seamos lo bastante maduros como para tratarnos con amabilidad durante el resto del trayecto.

«Amabilidad...», Ness pensó que eso era algo bastante frío. Ya se estaba acostumbrando a no poder conciliar el sueño. Esa noche pensó en varias dudas que la atormentaban. ¿En qué se diferenciaba ella de Amber? ¿En un sentido bueno o malo? ¿Y a qué circunstancias se había referido Zac cuando le dijo que las cosas habrían podido ser distintas? ¿Acaso lamentaba que ninguno de los dos fuera libre para poder disfrutar de esa forma de su mutua atracción?

Esos problemas y el hecho de estar encerrada en su cabina, con tan poca ventilación, le provocaron una fuerte jaqueca. De haber estado en su casa, habría salido a dar un paseo.

Le pareció irresistible la idea de salir de su camarote. El pequeño espacio le provocaba claustrofobia.

Tenía que salir, pero recordó que la vez anterior Zac la había sorprendido.

Se sentó y encendió su linterna. Contempló la ventana de la cabina. No era grande, pero tal vez podría salir por allí. Ya no llovía y la luna iluminaba el paisaje. Merecía la pena intentarlo...

Se puso unos vaqueros y una camiseta, abrió la ventana al máximo y logró sacar la cabeza y los hombros. Sin embargo, a pesar de su precaución, sus movimientos hicieron que el barco se meciera. No obstante, Zac no parecía darse por enterado.

Al fin, Ness consiguió salir y se aferró a un lado del bote. Desde allí podría saltar los cincuenta centímetros que la separaban de la ribera. Se dispuso a saltar y midió la distancia.

**: Oye, ¿qué demonios...?

A punto de dar el salto, Ness perdió la concentración y cayó en las turbias aguas del canal.

Aunque sabía nadar, nunca le había gustado ese deporte. Además, nunca había tenido que nadar en esas condiciones, con la ropa puesta. Tragó agua y se hundió. Fue consciente de que algo saltaba al agua y tuvo la visión de una rata acuática. Golpeó en el agua con una mano y de pronto sintió que alguien la agarraba con fuerza. Trató de hablar, pero en vez de eso tragó agua otra vez.

**: ¡Cállate y quédate quieta! -le advirtió una voz familiar-. Por el amor de Dios, no te resistas.

Ness se desmayó. Cuando recobró el conocimiento se dio cuenta de que estaba acostada boca abajo y de que Zac le estaba aplicando una técnica brusca, pero efectiva, de reanimación.

Ness: Zac... -empezó a toser y él la ayudó a levantarse-.

Zac: ¿A qué demonios estabas jugando? -inquirió furioso. La llevó a su cabina y, a pesar de las débiles protestas de la joven, empezó a desvestirla-. Podías haberte ahogado.

Ness: Yo... quería dar un paseo en tierra firme -los dientes le castañeteaban al hablar-.

Zac la envolvió en una toalla grande y empezó a secarla con fuerza. Después de unos segundos, la sensación fue placentera, sobre todo cuando Zac empezó a frotarle las piernas y a secarle los muslos. Cuando la sensación fue demasiado agradable, Ness trató de apartarse.

Zac: ¡Quédate quieta! -le ordenó-. ¿Por qué no saliste por la cabina principal?

Ness: No quería molestarte.

Zac: Pues yo no estaba dormido. Ni siquiera estaba en la cama. Y tu conducta insensata me está provocando muchos problemas. Por fortuna, yo estaba en la ribera...

Ness: Eso no fue algo afortunado -protestó temblando-. De no haber sido porque me gritaste, yo jamás habría caído al agua.

Zac: No estoy seguro de eso.

Se detuvo y, sin pensarlo se quitó la ropa mojada y maloliente.

Ness bajó la vista con rapidez.

Ness: Yo... regresaré a mi cama -masculló-.

Zac: Claro que no -se ciñó una toalla alrededor de las caderas-. Te quedarás aquí hasta que yo te haya preparado una bebida caliente. Está haciendo mucho frío y solo Dios sabe qué gérmenes habrás ingerido del agua del canal.

La hizo acostarse en su cama y la cubrió con la manta. Tomó otra toalla y empezó a secarse el cabello.

Ness: Por favor -susurró-, déjame...

Zac: Quédate bien arropada y no te muevas. Yo me haré cargo de esto. Y va a tomar mucho tiempo... Tu cabello es largo y espeso... y muy bonito -musitó-.

Ness pensó que era algo muy sensual que Zac le secara el cabello. El se encontraba de pie junto a la cama y tenía las caderas muy cerca de la cara de Ness.

Un aturdimiento indescriptible, nacido del susto y del deseo, la hizo querer apoyar la cabeza contra Zac, acercar la boca a esa parte de su cuerpo que, con anterioridad, le había hecho experimentar un éxtasis sublime. Se estremeció y Zac maldijo:

Zac: Maldita sea, tal vez pesques un resfriado. Y no tenemos bolsas de agua caliente ni más mantas en el barco. Iré a prepararte algo de beber.

Le dio leche caliente con whisky y Ness hizo una mueca al olerlo.

Zac: ¡Bébelo! -le ordenó-, y tómate esto -le dio dos aspirinas-. ¿Te sientes mejor?

Ness: Sí, ya no tengo tanto frío -mintió y Zac se dio cuenta de ello-.

Zac: Hazte a un lado -le pidió y cuando ella lo miró sin entender, Zac se molestó-. Tengo que hacerte entrar en calor de alguna manera y lo único que se me ocurre, en estas condiciones, es transmitirte el calor de mi cuerpo. Dame la espalda.

Al sentir que se tumbaba a su lado, Ness se apartó.

Ness: No, Zac, yo...

Zac: ¡Quédate quieta, maldita sea! No voy a atacar tu virtud... al menos no por esta vez -añadió sombrío-.

Zac apagó la luz y Ness sintió que la rodeaba con un brazo para atraerla con firmeza hacia sí.

Zac: Ahora, trata de dormir.




Los dos juntos en la misma cama, desnudos... ¿qué podría pasar...? ¡Quién sabe! XD

¡Solo dos capis!

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