topbella

martes, 30 de julio de 2013

Capítulo 13


El pulso le atronaba en los oídos. Apretaba el móvil con todas sus fuerzas, como si la vida de su hermana dependiera de ello. Alzó la mirada hacia Zac.

Se puso a su lado de un salto, rodeándole los hombros con un brazo y acercando todo lo posible el oído al teléfono. Vanessa lo ladeó levemente para que pudiera escuchar.

Ness: ¿Dónde estás, Britt? Dime dónde estás y ahora mismo iré a buscarte.

Britt: No -pronunció con voz temerosa-. No puedes venir a por mí… Él te quiere a ti, Vanessa. Va a por ti.

Iba a por ella, pero mataría a Brittany primero.

Ness: ¿Desde dónde me estás llamando? ¿Dónde está él ahora?

Britt: Fuera. No sabe que te estoy llamando.

Horribles imágenes de lo que podría hacer Kane con su hermana si se enteraba de aquello asaltaron el cerebro de Vanessa.

Ness: ¿Estás segura de que no se dará cuenta?

Britt: Sí.

Ness: ¿Puedes salir de allí, Brittany? ¿Puedes correr?

Britt: Está fuera en el jardín. Me verá y me atrapará. Eso es lo que le gusta hacer. Eso es lo que… Oh, Vanessa -se interrumpió, angustiada, y comenzó a sollozar-. Esta vez sí que lo he estropeado todo…

Ness: Tranquila, Britt, no pasa nada…

Britt: Creía que me amaba. Lo creía de verdad…

El dolor que traslucían las palabras de su hermana le desgarró el corazón. Sintió una punzada de culpabilidad.

Ness: Lo sé, Britt. Lo siento tanto. Si yo no hubiera…

Britt: No ha sido culpa tuya, Ness.

Ness: Yo te abandoné.

Britt: Y yo te culpé por ello durante demasiado tiempo. Pero me equivocaba -poco a poco fueron cesando los sollozos, y su tono se volvió más firme, más decidido-. Escucha, si algo me sucede, no quiero que te eches la culpa.

Ness: No te sucederá nada, Britt. Yo no lo consentiré.

Britt: Ahora mismo no tienes ningún control sobre lo que está pasando, Vanessa. Así que escúchame bien -detrás de las lágrimas, la voz de Brittany destilaba una firmeza insólita en ella-. No fue culpa tuya que nuestra madre se diera a la bebida. No fue culpa tuya que mi padre no me quisiera. Y tampoco que yo me enamorara tan ciegamente de Derek. Así que no vuelvas a culparte de nada nunca más, ¿entendido?

Ness no pudo reprimir una sonrisa de orgullo. Brittany había pasado por un infierno. Pero en vez de destruirla, eso la había hecho más fuerte. Y sobreviviría. Ella se encargaría de que así fuera.

Ness: Dime dónde estás, Britt.

Britt: Prométeme que no te culparás. Suceda lo que suceda.

«Suceda lo que suceda». Vanessa cerró los ojos, intentando ahuyentar las imágenes que aquellas palabras le recordaban.

Ness: Te lo prometo. Y ahora… ¿dónde estás?

Britt: No puedo decírtelo. Vendrías a buscarme. Y eso es precisamente lo que quiere Derek -declaró con tono firme-. ¿Está Zac contigo?

Ness: Sí -abrió los ojos y lo miró-. ¿Quieres decirle a él dónde estás?

Britt: Pásamelo. Ah, una cosa más, Vanessa.

Ness: ¿Sí?

Britt: Te quiero.

Se le hizo un nudo en la garganta, y las lágrimas asomaron a sus ojos.

Ness: Yo también te quiero, Britt -le entregó el teléfono a Zac-.

Zac clavó en ella sus ojos azul cielo, consciente del enorme esfuerzo que le suponía dejar de escuchar la voz de su hermana.

Zac: Soy Zac, Brittany. Ness se quedará esperando en la comisaría de Grantsville, perfectamente a salvo. Ella no irá a buscarte. Te lo prometo. Solo irá el FBI, la policía y yo mismo. Dime dónde estás.


Zac detuvo el coche frente a la puerta principal de la comisaría y apagó el motor. Mantuvo la mirada fija al frente, sin volverse hacia Vanessa.

Con los dientes apretados y los brazos cruzados sobre el pecho, estaba quieta como una estatua. La furia y la desesperación resultaban visibles en cada uno de sus rasgos, de sus gestos.

Ness: Necesito ir allí, Zac. Por Brittany -le espetó por enésima vez desde que salieron de la casa de Levens-.

Zac: Ya te lo he dicho, Ness. Yo me encargaré de Brittany. Y también voy a encargarme de ti, para que no te pase nada.

Ness: ¿Manteniéndome al margen?

Zac: Efectivamente.

Ness: Pero tú mismo dijiste que el departamento entero del sheriff y toda la plantilla de agentes del FBI irán a la casa en la que se encuentra Brittany. No podría estar más segura en ningún otro sitio.

Zac: ¿En medio de un tiroteo? Lo dudo.

El simple hecho de imaginársela en una operación de rescate lo ponía enfermo de preocupación. Y eso suponiendo que todo saliera conforme al plan y pudieran reducir al asesino y salvar al mismo tiempo a Brittany. Porque si no lo conseguían… Intentó desechar esa posibilidad.

Zac: No quiero que vayas -insistió-.

Ness: Se trata de eso, ¿verdad? Simplemente no me quieres a tu lado. Y después de todo lo que ha pasado…

Zac pensó en lo muy equivocada que estaba. Claro que la quería a su lado. La quería en cualquier parte, siempre que estuviera con él. Pero eso era imposible.

Zac: Te quiero allí donde puedas estar a salvo. Y, ahora mismo, ese lugar está aquí, en la comisaría de Grantsville.

Ness: Separada de ti.

Zac: Sí.

Ness: ¿Es que anoche no aprendiste nada?

Zac: ¿Anoche? -exclamó sorprendido-. ¿Qué tiene que ver lo de anoche con todo esto?

Ness: Juntos somos más fuertes, Zac. Esperaba que anoche hubieras sentido eso.

Había sentido muchas cosas durante la noche anterior. Cosas asombrosas. Había sido una maravillosa fantasía, un sueño. Y si había aprendido algo… era que los sueños no podían durar. Tenía que regresar a la realidad.

Zac: Lo de anoche fue maravilloso. Pero eso no cambia nada.

Ness: Entonces, mientras estuvimos juntos… ¿no te sentiste más fuerte? ¿Es eso lo que estás diciendo?

Zac: Tú eres la que crees que juntos somos más fuertes, Ness. Yo no. Jamás me lo he creído.

Ness: Y nunca te lo creerás.

Zac: Supongo que no -un escalofrío le recorrió la espalda-.

Vanessa asintió lentamente, mirándolo a los ojos con la esperanza de descubrir en ellos una sombra de indecisión. Una señal, por leve que fuera, de que aún podía hacerlo cambiar de idea.

Zac le sostuvo la mirada. Sabía que Vanessa no encontraría lo que estaba buscando. Él no tenía nada que ofrecerle. Y por mucho que ella ansiara que las cosas fueran distintas, y por mucho que lo ansiara él… no podía cambiarlas.

Finalmente, Vanessa bajó del coche y cerró la puerta. Seguía lloviendo. Antes de entrar en la comisaría, se volvió para mirarlo. La lluvia resbalaba por el cristal de la ventanilla, como si fueran lágrimas. La luz todavía ardía en sus ojos, tan intensa y pura como siempre. Pero Zac ya no podía sentir su calor, ya no podía acariciar su rayo de esperanza. Ni gozar de su resplandor.

Tragándose el nudo que le atenazaba la garganta, la observó mientras entraba en la comisaría.


La lluvia le empapaba el pelo, chorreando hasta su cuello. Dominó un estremecimiento, con la mirada clavada en la casa de estilo Tudor apenas visible entre los árboles. No se oía sonido alguno, excepto el repiqueteo de la lluvia contra las hojas.

El peor día posible para una operación de rescate como aquella.

Eso suponiendo que Kane todavía tuviera dentro a su rehén. Suponiendo que no hubiera matado ya a Brittany.

Zac se pasó una mano por la cara. Tenía que rescatar a Brittany viva. Tenía que devolvérsela sana y salva a Ness. No podía darle a Ness la vida y la felicidad que se merecía, pero sí arrancar a su hermana de las garras de Kane. Y protegerla de paso también a ella.

Los agentes de la policía y del FBI se habían desplegado en torno a la casa. Zac se había escondido frente a la puerta principal. Sacó su pistola de la sobaquera. En cualquier otra circunstancia él no habría sido el primero en entrar, pero aquel caso era diferente. No iba a quedarse en un segundo plano, viendo cómo se desarrollaba la operación.

Donatelli y otros agentes se colocaron a su espalda. Dos más se escondieron a ambos lados de la puerta principal, en posición de disparo.

A una señal de Donatelli, el ruido de un cristal roto, procedente de la parte trasera de la casa, resonó en el aire. Seguido de una pequeña explosión.

Zac se tensó al oír el estallido del diminuto explosivo, utilizado para distraer la atención de Kane. Los dos agentes derribaron la puerta con respectivos martillos. Solo les bastó un golpe.

Zac se levantó como un muelle, echó a correr y entró en la casa. Lo siguieron varios agentes más. Pegado a la pared, con el corazón atronándole los oídos, la adrenalina corría a raudales por sus venas mientras sus ojos se acostumbraban a la oscuridad. Cubierto por otros agentes, se dedicó a revisar el pasillo y las habitaciones.

Fue el primero en entrar en lo que parecía el dormitorio principal. Una figura humana yacía sobre la amplia cama, con las muñecas y los tobillos atados con cable al cabecero y a los pies. Al verla, el corazón le dio un vuelco en el pecho.

Brittany.

Estaba inmóvil. La palidez de su rostro contrastaba con su melena oscura, así como con la sucia blusa azul y los vaqueros rotos que llevaba. Sintió una punzada de terror. No podía haber llegado demasiado tarde. No podía. Corrió hacia la cama.

En aquel preciso instante, Brittany giró la cabeza y lo miró con ojos vidriosos.

Britt: ¿Zac?

Un inmenso alivio lo barrió por dentro como una marea. Gracias a Dios, estaba viva.

Zac: Te pondrás bien, Brittany -desató rápidamente sus ligaduras y la ayudó a sentarse-.

Parecía más delgada de lo que recordaba. Y más frágil. Se abrazó a él como un cachorrillo asustado.

Britt: Oh, Zac, lo siento, tanto, tanto… -comenzó a sollozar-.

Zac le acarició el pelo con exquisita ternura.

Zac: Estás a salvo. Tranquila. ¿Dónde está Kane?

Britt: No lo sé. Creo que se ha ido. Siempre me ata así cuando se va. ¿Dónde está Vanessa?

Zac: La llevé a la comisaría de policía, tal y como te dije por teléfono. Allí está segura.

Brittany asintió con la cabeza, entre sollozos. Donatelli entró en aquel momento en la habitación.

Vince: Kane se ha ido. No hay ningún coche en el garaje.

Zac maldijo para sus adentros. Tenía un mal presentimiento. Se volvió hacia Brittany. Agarrándola de los hombros, la miró fijamente a los ojos.

Zac: ¿Te dijo algo Kane acerca de lo que pretendía hacer?

Britt: No. No me dijo nada. Lo único que me decía era lo que iba a hacerme a mí. Y a Vanessa -cerró los ojos, sollozando de nuevo-. Mató a una mujer, Zac. Le dio caza en el bosque y la mató.

Zac desvió la mirada hacia los bosques que rodeaban la casa. Por la ventana, entre los árboles, alcanzó a distinguir una casa vecina. Kane no podía elegir aquel escenario para perseguir y matar a Fiona Hamilton. No con los vecinos tan cerca. Habrían escuchado sus gritos.

No, tenía que haber preparado otro escenario. Y si conseguía localizarlo, tal vez encontraría allí al propio Kane.

Zac: ¿Dónde lo hizo, Brittany? ¿Dónde dio caza a esa mujer?

Britt: No estoy segura. Era una cabaña. Me dejó atada dentro mientras la asesinaba -cerró los ojos y sacudió la cabeza, como intentando ahuyentar aquel recuerdo-.

Una cabaña. En una zona escasamente poblada.

Zac: ¿Había alguna foto en la cabaña, alguna pista que pueda ayudarnos a identificar al propietario?

Britt: No. Pero Derek dijo algo sobre él.

Zac: ¿Mencionó su nombre?

Un torrente de adrenalina circulaba por sus venas.

Britt: No. Solo me comentó que el propietario lo despellejaría si se enteraba de que habíamos ido allí.

Zac: ¿Por qué?

Britt: Porque odiaba a Derek. Y Derek lo había utilizado. Para escapar de la cárcel, me parece.

«Levens».

De repente recordó los aparejos de pesca que había visto en la casa del guardia. Levens debía de poseer una cabaña en el campo. Una cabaña que Kane había conseguido localizar de alguna manera. Y después de escapársele delante de sus narices, Kane no había podido resistir la tentación de restregarle su victoria en la cara utilizando su refugio para sus cacerías humanas. Zac se volvió hacia Donatelli.

Zac: Levens debe de tener una cabaña de pesca por la zona.

Vince: La encontraremos.

Luego se volvió hacia Brittany.

Zac: ¿Cuándo se marchó Kane?

Britt: Poco después de que yo hablara contigo por teléfono.

Zac: ¿Qué? -fue como si una mano helada le acariciara la espalda-. ¿Crees que pudo haber oído nuestra conversación?

Brittany negó con la cabeza.

Britt: Estaba fuera. Me metí en el dormitorio para usar el teléfono. No se enteró de que llamé -lo miró con expresión aterrada-. No pudo haberse enterado. Se habría puesto furioso si lo hubiera descubierto. Me lo habría impedido…

Pero Zac no estaba tan seguro. Kane no cometía errores. Era demasiado inteligente para dejar que Brittany tuviera acceso a un teléfono, a no ser que su intención fuera precisamente esa: que llamara pidiendo ayuda.

Zac: ¿Hay alguna otra extensión en la casa?

Britt: En la cocina -de repente abrió mucho los ojos-. ¿No creerás que…? -se llevó una mano a la boca-.

Zac: ¿Que estuvo escuchando la conversación? -se obligó a pronunciar las palabras, a pesar del nudo de pánico que le apretaba la garganta-. Sí, lo creo. Y sabe exactamente dónde está Ness.

Exactamente donde él la había dejado.

Con la mejor de las intenciones.


Vanessa se derrumbó en la silla, familiar a esas alturas, del vestíbulo de la comisaría de Grantsville. El pequeño edificio se hallaba sumido en un absoluto silencio, apenas roto por el tecleo de la antigua máquina de escribir de la oficina. Cerró los puños mientras se esforzaba por dominar la tensión que la atenazaba. Detestaba no saber lo que estaba pasando. Detestaba las interminables preguntas sin respuesta que acribillaban su cerebro. ¿Habrían llegado a tiempo de rescatar a Brittany? ¿Estaría sana y salva? ¿Habrían capturado a Kane?

Por enésima vez durante la última hora, se aseguró de que llevaba el móvil encendido. Zac la llamaría pronto para informarla de todo. Seguro que la necesidad que sentía de excluirla de su vida no llegaría hasta el punto de negarle una información tan básica.

«Zac».

Se mordió el labio. El vacío que reverberaba en su pecho parecía intensificarse a cada latido de su corazón. Cuando vio que Zac se empeñaba en dejarla allí, en la comisaría, había tenido que enfrentarse con sus peores temores. Jamás se convencería de que podía llevar una vida mejor. Jamás daría una segunda oportunidad a su relación. Jamás se creería que juntos podrían ser más fuertes. Más felices.

Tal vez, desde el principio, sus esfuerzos habían estado destinados al fracaso. Quizá lo había visto, pero no había querido renunciar. No había querido aceptar que Zac nunca más volvería con ella. Que nunca más podrían estar juntos.

Ahora ya no había remedio. Zac había tomado la decisión por ella. Volvería a su solitaria vida. Y ella tendría que esforzarse por reconstruir la suya. Sola. No habría final feliz. Al menos para ellos.

Pero sí habría un final feliz para Brittany.

Entrelazando las manos sobre el regazo, murmuró una oración.

Una puerta se abrió en el vestíbulo. El jefe de policía de Grantsville asomó la cabeza para asegurarse de que se encontraba bien.

John: ¿Qué tal, profesora?

Vanessa se levantó rápidamente.

Ness: ¿Ha recibido alguna noticia?

John: Ninguna -sonrió a modo de disculpa. Vanessa volvió a sentarse, abatida-. Lo siento.

Ness: No es culpa suya. Es que estoy un poco nerviosa -con un colosal esfuerzo, se obligó a sonreír-.

Aquel joven había sido lo suficientemente amable como para acogerla en aquella comisaría y proporcionarle protección. Tenía que tranquilizarse.

John: La avisaré en el momento en que sepa algo. No se preocupe.

Ness: Gracias, John.

John: De nada -su sonrisa se amplió-. Escuche, voy a salir al bar de la esquina a por unos sándwiches. ¿Le apetece uno?

Sándwiches. Comida. Miró su reloj. Era más de la una. Había perdido completamente la noción del tiempo.

Ness: No, gracias. No tengo hambre.

John: ¿Está segura? Necesita comer.

Ness: Sí, estoy segura. Gracias de todas formas.

John: Le conseguiré uno por si acaso después cambia de idea. El bar está muy cerca. Estaré de regreso antes de que se dé cuenta. Don está en la oficina de atrás. Él la informará si se recibe alguna noticia.

Ness: Gracias una vez más.

Esbozando otra amable sonrisa, Rogers salió de la comisaría. Vanessa volvió a dejarse caer en la silla. Se sentía tan impotente… Odiaba no saber nada. Odiaba tener que quedarse sentada, esperando.

Y todo estaba tan silencioso… Incluso el tecleo de la máquina de escribir de Don había cesado. No había ruido alguno que la distrajera, que la arrancara del terrible rumbo que estaban tomando sus pensamientos. Pensamientos sobre lo que podía estar sucediendo en aquel preciso instante, mientras ella estaba esperando allí, en aquel vestíbulo, sola. Pensamientos sobre lo que ocurriría en el futuro, una vez que Kane fuera capturado, una vez que Zac cumpliera con su misión, una vez que se marchara nuevamente. Dejándola sola, esforzándose por reconstruir su vida.

Por curar su corazón roto…

De repente, la sobresaltó un sonido procedente del otro lado de la puerta por la que acababa de salir Rogers. Se irguió, intentando identificarlo. ¿Sería el portazo de un coche? ¿Alguien que acababa de llegar?

¿Podría ser Zac? ¿Habría vuelto? ¿Traería a Brittany consigo?

Se levantó de la silla justo en el instante en que alguien abría la puerta.

Unos ojos azules se clavaron en ella como cristales de hielo. Una sonrisa asomó a sus labios finos, crueles. Y una mano empuñó un cuchillo. Un cuchillo con la brillante hoja llena de sangre.

En alguna parte en el fondo de su cerebro, escuchó el rumor de una radio, en la oficina trasera. Y la voz de Zac gritando algo. Avisando de que Kane estaba en camino hacia allí.




Ahora sí que se ha puesto feo el asunto. ¿Llegará Zac a tiempo?
Seguro que es lo que os preguntáis todas.
Pero para descubrirlo tendréis que comentar mucho. En el anterior solo tuve dos. ¿Qué os ha pasado?
¡Espero tener más en este!

¡Un besi!


viernes, 26 de julio de 2013

Capítulo 12


Zac se sumergió en la ternura de aquellos dedos. Había soñado con aquellas caricias tantas veces durante los dos últimos años… O con la luz que brillaba en sus ojos cuando lo miraba. Y ahora estaba allí, ofreciéndole todo lo que tanto había deseado. Todo lo que necesitaba. Y lo único que tenía que hacer era extender una mano y tomarlo.

Tragó saliva, con la garganta seca. Lo que habría dado por recuperar aquella luz. Por capturarla para devolverla a su alma. Para borrar la oscuridad de su realidad cotidiana… aunque solo fuera por una noche.

Lo que habría dado por un indulto… temporal.

Un temor lo sacudió en lo más profundo. Deslizó una mano por su brazo, siguió luego por su hombro y acabó en su rostro, acariciándole la mejilla. Sus ojos brillaban en la habitación en penumbra. Y cuando se encontraron con los suyos, Zac volvió a ver en sus profundidades aquella luz pura, limpia, imperturbable.

No podía hablar, ni moverse. Lo único que podía hacer era mirar aquellos ojos. Unos ojos que en el pasado lo habían nutrido, sostenido, fortalecido aun en medio de la oscuridad. Unos ojos que, en aquel instante, estaban buscando en los suyos la respuesta a su ofrecimiento.

El corazón le dio un vuelco en el pecho. Su vida se había convertido en un solitario infierno. En un ejemplo de perseverancia. Y de privaciones. Y eso no podía cambiarlo. Nunca podría.

Pero sí podría aceptar lo que le ofrecía.

Podría disfrutar de aquella maravillosa luz por una sola noche. Podría empaparse de su energía, almacenarla en su corazón y alimentarse de ella para cuando volviera a la oscuridad. Vio que ladeaba la cara, alzando la barbilla. Con los labios entreabiertos, invitadores. Y aquellos ojos ardientes, iluminados por la esperanza…

Tomándola de la nuca, se inclinó hacia ella y la besó en los labios. Su boca sabía a miel. Suave y tierna como una larga y plácida noche. Una noche de cielo limpio, despejado, adornado de estrellas. Una noche libre de pesadillas.

Había pasado mucho tiempo desde la última vez que experimentó aquella misma sensación, desde que se permitió sentir algo más que furia y tristeza. Era una sensación que casi le dolía. Dolorosa en su intensidad. Una deliciosa agonía.

Y quería más.

Interrumpiendo el beso, la llevó a uno de los dormitorios. Y Vanessa se dejó llevar, deseosa, dispuesta.

Entraron en una habitación tan delicada y femenina como la propia Ness. Una cama con la colcha bordada, con encajes. Velas en la mesilla. Sus pies se hundían en la mullida alfombra.

Un fresco aroma a lilas lo barrió como una dulce marea. La atrajo hacia sí. Su cuerpo se adaptaba perfectamente al suyo. Su calidez se derramaba sobre su piel. Sí, allí estaba. La fragancia de su cabello, de su piel. Su aroma.

Y aun así, quería más.

Apartándose de ella solo por un instante, se despojó de la sobaquera y de la camisa. Ness se le acercó, acariciando con la mirada su torso desnudo. Deslizó los dedos por su cuello, descendiendo lentamente hasta su pecho, sintiendo el acelerado latido de su corazón.

Zac le sujetó entonces la muñeca. Acercándola hacia sí, le colocó el brazo en torno a su cuello. Y la abrazó con todas sus fuerzas, envolviéndola, apretándola, amoldándola contra su cuerpo. Su fino suéter de algodón le acariciaba el pecho desnudo. Y su calor penetraba a través del tejido, calentándolo como el primer rayo de sol calentaba la tierra helada por un largo invierno.

Ansiaba acariciarla por entero, toda ella. Le quitó el suéter. Recorriendo su sedosa piel con los dedos, le deslizó los tirantes del sujetador por los hombros. Hasta que soltó el broche y la prenda cayó al suelo.

La luz de la luna, filtrándose a través de las cortinas de encaje, acentuaba la perfección de sus senos desnudos. Comenzó a acariciárselos, deleitado con su tersura, excitando y endureciendo los sensibles pezones.

Un gemido escapó de los labios de Vanessa. Un gemido de placer, de necesidad. Sus dedos buscaron y encontraron la cintura de sus pantalones. Tentativamente se dedicó a desabrochárselos, indecisa, como esperando que de un momento a otro se apartara de nuevo. O la rechazara.

No tuvo que preocuparse por eso.

Fue el propio Zac quien se los quitó, sin perder el tiempo. Y los calzoncillos siguieron el mismo camino. Hasta que quedó completamente desnudo ante ella.

Vanessa deslizó las manos por su pecho, por su vientre plano, duro. Frotando, acariciando. Zac estaba ardiendo ya de deseo. De urgencia. Palpó la cintura de sus vaqueros. Quería verla toda ella, acariciarla por completo. Le bajó los pantalones y las bragas por los muslos.

Ya estaba. Ahora los dos estaban completamente desnudos, frente a frente. Nada los separaba. Se tumbaron en la cama.

Vanessa entreabrió las piernas.

Un dulce tormento se apoderó de Zac. Comenzó a moverse contra su húmedo sexo, contra el centro de su deseo. Frotándola, excitándola, abrasándola. Sin dejar de besarla en los labios, respirando el aroma de su pelo. Sumergiéndose en su alma.

Ness se aferraba a sus hombros, jadeante.

Ness: Por favor, Zac -le suplicó alzando las caderas-.

Fue entonces cuando se enterró en ella. Ness lo envolvió por completo, fundida con su cuerpo.

A continuación, se retiró. Luego volvió a entrar, más profundamente, y se retiró de nuevo. Cada vez que lo hacía, Ness reclamaba su cuerpo, desesperada de deseo. Y él la satisfacía, hundiéndose en ella. Más fuerte a cada embestida.

Enredó las piernas en torno a su cintura, atrayéndolo hacia sí. Atrayéndolo a su calor, a la llama que ardía en su interior… Hasta que Zac se sintió estallar. Hasta que todo se consumió. Todo excepto ella. Excepto ellos. Y aquella luz blanca, pura.


Para cuando el sol de la mañana bañó la habitación, sacando a Vanessa de su profundo sueño, Zac ya no estaba. Suspiró profundamente, saboreando el aroma de su cuerpo que impregnaba las sábanas. Los recuerdos de aquella noche de amor.

Zac la había necesitado aquella noche. La había necesitado tanto como ella lo había necesitado a él. Para aliviar su dolor. Para recordarle lo dulce que podía llegar a ser la vida. Para proporcionarle un respiro, por muy corto que fuera.

Cerró los ojos. ¿Por qué no podía darse cuenta Zac de la vida tan maravillosa que podrían llevar juntos? ¿De lo fuertes que podrían llegar a ser? Si él también hubiera sentido aquella fuerza, la fuerza que había surgido de su unión…

Quizá la había sentido.

Casi tenía miedo de hacerse esperanzas. Suspirando, abrió los ojos y se levantó de la cama. No tenía tiempo para soñar. Probablemente Zac llevaría ya varias horas repasando los informes del FBI, buscando alguna pista sobre el paradero de Kane, y ella necesitaba ayudarlo.

Después de tomar una ducha rápida, se puso la blusa roja de seda y los vaqueros que sacó de su maletín. Y se fue a buscar a Zac.

Nada más abrir la puerta, aspiró deleitada el aroma del café procedente de la cocina. Descalza, bajó las escaleras. Lo encontró en el comedor. Había preparado una enorme jarra de café. Y al lado había una taza vacía, esperándola.

Y no solamente la estaba esperando la taza. También había un asiento libre. Preparado para ella.

Zac alzó la mirada del informe que estaba leyendo. Recién afeitado, llevaba una camisa almidonada, con corbata. Y la conocida sobaquera con la pistola.

Zac: Buenos días.

Aunque tenía el ceño levemente fruncido, Ness creyó detectar en su voz un tono suave, cálido. Un tono que no había existido el día anterior.

Ness: Buenos días -cruzó la habitación y se detuvo a su lado-.

Ansiaba darle un beso, saludarlo como habría hecho una amante, segura del amor de su pareja. Pero no se atrevió. Lo que habían compartido la noche anterior era todavía demasiado nuevo, demasiado frágil para que pudiera soportar la dura realidad de la mañana.

Limitándose a apoyar una mano sobre su hombro, ojeó el informe que había estado leyendo. Atestados policiales. Entrevistas a testigos. Pero de repente Zac lo cerró de golpe.

Vanessa se mordió el labio. Había concebido la esperanza de que algo hubiera cambiado entre ellos durante la noche anterior. Pero quizá eso había sido esperar demasiado.

Luego vio que sacaba una abultada carpeta de la caja que tenía a los pies y la dejaba encima de la mesa. Alzó la mirada hacia ella, sonriendo.

Zac: Son recortes de periódicos. Para que los leas mientras desayunas.

Ness intentó disimular la sonrisa que asomó a sus labios. Sí. Algo había cambiado aquella noche. Por muy pequeño y frágil que fuera, había algo nuevo, distinto.

Ness: Gracias.

Zac levantó la jarra y le sirvió café. Nada más sentarse, Ness tomó un sorbo. Necesitaba aquella dosis de cafeína para despejarse la cabeza. Bajó la mirada a la carpeta de recortes. Suspirando profundamente, comenzó con el primer artículo.

Trataba de la desaparición de Ashley Dalton, una estudiante de bioquímica, de veintiséis años. Su compañera de habitación la había visto por última vez cuando se dirigía a la estación de autobuses. Ashley había planeado volver a su pueblo para pasar el fin de semana con sus padres y sus dos hermanas. Cuando el autobús llegó sin ella, los Dalton informaron de su desaparición a la policía. El artículo estaba escrito en un estilo seco, breve, pero lo que más impresionó a Vanessa fue la foto de la joven.

Aunque no exactamente preciosa, el rostro de Ashley Dalton desbordaba un entusiasmo por la vida innegablemente atractivo, presente sobre todo en sus ojos vivaces, luminosos. Una viveza y una luz que Kane le había arrebatado para siempre.

Fue revisando otras informaciones sobre su desaparición antes de llegar al artículo que informaba de que su cuerpo había sido encontrado por un cazador. Con un nudo de angustia en la garganta, siguió adelante. El siguiente artículo recogía varias fotografías sobre el funeral de Ashley y detalles sobre la investigación en ciernes. Leyó el texto antes de concentrarse en las fotos.

La primera era otra instantánea de Ashley en la que también aparecía feliz, radiante. En la segunda aparecía un inspector de policía en el bosque donde había sido hallado el cadáver. Vanessa estaba a punto de preguntarle a Zac si lo reconocía cuando la tercera foto llamó poderosamente su atención.

Era del funeral. Los padres de Ashley se hallaban en la puerta de la iglesia, abrazando a sus hijas pequeñas como temiendo que fueran a correr la misma suerte que su desgraciada hermana. Detrás, sin embargo, un rostro familiar llamó su atención sobre todos los demás. Un rostro de forma cuadrada y ojos expresivos, con la mirada baja, dolida.

Charles Levens. Soltó una exclamación.

Zac: ¿Qué has visto? -le preguntó apresurándose a mirar la foto-.

Ness: Mira -le señaló el rostro-. Es Charles Levens, el guardia de la prisión.

Zac: Es verdad.

Vanessa se vio asaltada por cientos de preguntas. ¿Qué habría estado haciendo Charles en el funeral de la primera víctima de Kane? ¿Era posible que ya entonces tuviera algún tipo de vínculo con él, dos años antes de que fuera capturado? Recordó el odio que el guardia parecía profesarle a Kane. No, no podía ser. No podía haberlo ayudado.

De repente, recordó sus palabras exactas durante el interrogatorio al que le sometió Zac: «jamás le hice favor alguno a Kane, ni le di nada. Aunque me habría gustado darle algo, sí… Una bala en la cabeza». Se estremeció visiblemente.

Cuando su mirada se encontró con la de Zac, comprendió que él estaba pensando lo mismo. Sin decir una palabra, sacó otra carpeta de la caja y comenzó a revisarla. Hasta que encontró un informe y se lo mostró a Vanessa.

Zac: Ashley Dalton tenía un novio. Al principio la policía lo incluyó entre los sospechosos. Pero luego lo descartó.

Bajó la mirada al informe y leyó el nombre de la persona que había sido interrogada. Charles Levens.

Miró luego a Zac. De pronto lo veía todo claro. El intento de Charles por evitar que Brittany se casara con Kane. Su odio hacia el asesino. Sus comentarios acerca de que se merecía la muerte. Todo cobraba sentido.

Ness: Kane mató a la novia de Charles. Y Charles quiere venganza.


Zac conducía a toda velocidad. En el espejo retrovisor la casa rural se alejaba a cada segundo, hasta disolverse en la mancha verdosa del bosque que la rodeaba. A su lado, Ness no había pronunciado una sola palabra desde que descubrieron el rostro de Levens en la fotografía del funeral de Ashley Dalton. Simplemente se había limitado a hacer el equipaje mientras él telefoneaba para avisar de que la trampa quedaba suspendida. Por el momento.

Maldijo una vez más a Charles Levens. No solamente había ayudado a Kane a escapar, por culpa de un equivocado sentido de la justicia. Con ese acto había provocado dos muertes, además de que la vida de Brittany seguía amenazada.

Y había puesto en peligro la vida de Ness. Solamente por eso, habría merecido que lo estrangulara con sus propias manos. Se pasó una mano por el pelo, esforzándose por controlarse. Tenía que pensar, tenía que concentrarse en cómo podría utilizar a Levens para localizar a Kane. Tenía que hacer todo lo posible para salvar a Brittany. Y librar a Ness de la amenaza del asesino.

La miró de nuevo. A pesar de todo lo que había pasado, no podía dejar de pensar en lo que había sucedido entre ellos durante la noche anterior. Todavía podía oler la dulce fragancia de su cabello, saborear la deliciosa tersura de sus senos, sentir el resplandor de su luz blanca y pura, envolviéndolo. Como un hambriento al que de pronto hubieran sentado ante un banquete, se había llenado de su esencia, de su energía.

Pero, la noche anterior, no se había saciado. Había querido más. Y ahora también quería más. Incluso el hecho de tenerla sentada a su lado lo llenaba de aquella maravillosa calidez, de aquella increíble luz.

Y eso era lo que lo preocupaba. Porque ahora que había gozado nuevamente de aquella luz… ¿cómo podría volver a vivir sin ella? Se obligó a concentrarse en la carretera y en el asunto que tenía entre manos. No podía responder a esa pregunta. Al menos por el momento.

Lo que tenía que hacer ahora era encontrar a Kane. Y a Brittany.

Gotas de lluvia empezaron a salpicar el parabrisas, convirtiendo la tortuosa carretera en una brillante serpiente negra. Los árboles pasaban veloces a cada lado, confundidos en un desdibujado mosaico de colores verdes y pardos.

Por fin llegaron a la autopista. Y Ness salió al fin de su silencio.

Ness: ¿Crees que se nos adelantará el FBI?

Zac: Probablemente -habría preferido encararse con Levens en la prisión. Pero era el día libre del guardia, de modo que no les había quedado otra opción que ir a buscarlo a su casa-. La gente del departamento del sheriff también estará allí. Para cuando lleguemos, seguro que ya habrán arrestado a Levens.

Ness: Déjame hablar con él, Zac. A mí me dirá cosas. Sé que lo hará. Me ayudará a salvar a Brittany.

Zac apretó los dientes. No le gustaba la idea de implicar a Ness en aquello, pero ella tenía razón. Levens la apreciaba, le tenía cariño. Además, probablemente se sentiría culpable del perjuicio que le había causado con su irresponsable comportamiento. Y del peligro que amenazaba a su hermana. Si alguien podía lograr que confesase lo que había hecho y lo que sabía acerca de Kane, esa era Ness.

Vio que Vanessa asentía con tono resuelto. Tampoco le pasó desapercibida la leve sonrisa que asomó a sus labios.

Ness: Trabajaremos juntos, Zac.

«Juntos».

Se pasó una mano por el pelo. Él solo podía pensar en una cosa. En hacer su trabajo. Encontrar a Kane. Salvar vidas. Solo podía concentrarse en lo que era real.

Un coche de color verde oscuro estaba bloqueando un cruce en las cercanías de la casa de Levens. Evidentemente, era de la policía. Zac frenó bruscamente y sacó su credencial por la ventanilla.

**: El agente especial Donatelli me informó de que lo estaba esperando -le comunicó el policía-.

Zac: ¿El sospechoso está bajo custodia?

**: Sí. En la casa. Adelante -y se hizo a un lado para dejarlo pasar-.

Zac aceleró hacia la pequeña casa que se levantaba al fondo. Había una fila de coches aparcados a lo largo del sendero de entrada. Los agentes federales y los del departamento del sheriff.

Detuvo el coche y se volvió hacia Ness.

Zac: Vamos.

Apretando los labios, Vanessa abrió la puerta y lo siguió. Caía una lluvia fría, persistente. Subieron los escalones del porche. Dos agentes montaban guardia en la puerta.

*: Los están esperando en el salón -les informó uno de ellos-.

Zac asintió, y entraron. El vestíbulo, sumido en la penumbra, estaba forrado de paneles de madera oscura. Subieron la escalera y llegaron al salón. Al lado de la puerta había unos aparejos de pesca en el suelo, que tuvieron que sortear para pasar. Levens se hallaba de pie en una esquina. Sacudía la cabeza lentamente, como si no pudiera comprender por qué le estaba pasando todo aquello precisamente a él. Tenía las manos esposadas a la espalda, y estaba rodeado de agentes. Donatelli se hallaba frente a él.

Cuando el guardia descubrió a Ness, una expresión de inmenso pesar cruzó por su rostro. Bajó rápidamente la mirada.

Charles: Lo siento, profesora.

Ness se plantó también frente a Levens. El guardia le sacaba más de una cabeza de estatura, pero tenía un aspecto tan abatido que a su lado casi parecía más pequeño. Irguiéndose, lo miró a los ojos.

Ness: ¿Qué ha pasado, Charles?

Charles: Yo no quería que ese canalla le hiciera ningún daño a su hermana, se lo juro. Tiene que creerme. Yo nunca quise que todo esto sucediera…

Ness: Lo sé. Lo que no sé es por qué lo ayudaste a escapar.

Charles: Yo no lo ayudé -masculló rechinando los dientes de rabia-. Le juro que jamás lo ayudé.

Ness: Sí que lo ayudaste, Charles. -En esa ocasión no dijo nada. Simplemente se ruborizó-. ¿Por qué lo hiciste? -insistió-. Si lo hubieras matado, te habrían encarcelado por ello.

Levens la miró. Le brillaban los ojos por las lágrimas mientras se esforzaba por mantener el control.

Charles: Ashley no se merecía lo que le hizo ese canalla. Y yo quería hacérselo pagar. Tiene que pagar.

Ness: Estaba en la cárcel, Charles. Ya estaba pagando.

Charles: ¿A eso lo llama pagar? ¿Tres comidas al día, televisión, gimnasio, libros? ¿Favores especiales de los guardias? ¿Una chica guapa con la que casarse? -resopló de furia-. Se merece al menos una pequeña parte del infierno que le hizo pasar a Ashley y a las otras chicas. Se merece la muerte.

Ness: Quizá -comentó sacudiendo la cabeza-. Pero lo cierto es que mientras estaba en la cárcel, Brittany se hallaba a salvo.

Charles: Yo no quería que se escapara. Ni que secuestrara a su hermana. Lo que quería era que sufriera. Que muriera.

Ness: Entonces… ¿qué es lo que salió mal?

Charles: Lo dejé entrar en el camión de la basura, me largué y esperé a la primera parada. Cuando me detuve y bajé a buscarlo, ya no estaba. De alguna manera, consiguió escapar. Tuvo que haber saltado en marcha.

Zac: ¿No se le ocurrió que podía escaparse? ¿No pensó en ese riesgo? -le preguntó incrédulo-.

Charles: No entiendo cómo pudo hacerlo. El recorrido de la primera parada transcurre por autopista, y en ningún momento bajé de los noventa kilómetros por hora. Estaba seguro de que no podría saltar a esa velocidad sin romperse la cabeza -se volvió hacia Ness, mirándolo con unos ojos fríos, sin vida. Como si su alma hubiera sido consumida por el odio-. Lo siento.

Viendo aquella mirada, Zac sintió un amargo sabor en la boca. Entendía perfectamente lo que había hecho Charles. Entendía perfectamente sus razones. El odio, el arrepentimiento, el fracaso. Lo entendía demasiado bien.

Zac: ¿Tiene alguna idea de dónde puede estar ahora Kane?

Charles: No -el guardia cerró los ojos, derrotado-. Si la tuviera, ya lo habría matado con mis propias manos.

De repente sonó un teléfono móvil. Zac se llevó una mano a su cinturón, pero el piloto no estaba encendido.

Zac: No es el mío.

Donatelli miró el suyo, negando con la cabeza. El móvil volvió a sonar. Era el de Ness.

Ness: Me había olvidado de que lo llevaba -lo sacó del bolsillo de su cazadora-. ¿Diga? -Estremecido, Zac vio que palidecía visiblemente-. Brittany, ¿eres tú?




Oh my God!
Con lo bien que había empezado el capi y ahora esto =S
Bueno, Britt llamó a Ness. Podría ser algo bueno... o malo.

¡Gracias por los coments!
Todavía quedan muchas cosas por pasar, ¡así que seguid haciéndolo!

Lau, ya se que lo haces para molestarme XD. Pero lo que consigues es hacerme reír XD.
Como cuando me has dicho lo de la serie de AXN. Tu familia debió pensar que estás loca XD.
Aquí tenemos también ese canal, pero es de pago.
Bueno, cuando empiece esa serie la miras a ver si es igual que esta nove.

¡Comentad!
¡Un besi!


miércoles, 24 de julio de 2013

Capítulo 11


Las densas ramas de los robles se cernían sobre la tortuosa carretera, ocultando la luz de la luna. Zac conducía en silencio, pensando en la mujer que estaba sentada a su lado. Utilizar en contra de Ness sus propias palabras había sido un truco muy sucio, pero no había dudado en hacerlo con tal de persuadirla para que aceptara su plan. Porque jamás habría consentido que se enfrentara sola a Kane.

Se permitió mirarla por un momento. Tenía los brazos cruzados sobre el pecho, como protegiendo su dulce y sensible corazón. No había pronunciado más de dos palabras desde que subió a su coche. Y él tampoco. Quizá no había nada que decir. Ni nada que hacer excepto esperar.

Aspiró su delicioso perfume a lavanda, pero no consiguió con ello aflojar la tensión que atenazaba sus músculos. Solo logró aumentarla. Si pudiera frenar el coche en aquel preciso momento y dar media vuelta… si pudiera alejar a Ness de Kane, de la trampa del FBI, del peligro… Si pudiera dejar todo aquello atrás…

Se perderían. Se perderían en algún lugar donde ni Kane ni el FBI pudieran encontrarlos. Comprarían una casa, fundarían una familia y serían felices… tal y como en el pasado habían planeado. Como siempre habían soñado.

Pero eso era imposible.

Incluso aunque hubieran podido escapar, Zac jamás habría podido dar la espalda a la gente que lo necesitaba: a las víctimas y a sus familiares. Jamás habría podido olvidar la muerte y la crueldad. Dos años atrás, había renunciado a aquellos sueños. Y, desde entonces, su vida no había cambiado. Eso era algo que tenía que aceptar.

Pero de alguna forma, al calor de la presencia de Ness, sentía verdaderas ansias de olvidarlo todo: Kane, Brittany, la trampa del FBI. Ansiaba estrecharla en sus brazos y no volver a separarse de ella nunca más.

El túnel formado por las ramas de los robles se abrió de pronto para descubrir un claro, bañado por la luna. Una elegante casa rural de estilo victoriano se levantaba en su centro, rodeada de césped, como una joya engarzada. Una torre redonda apuntaba hacia el cielo. En el porche principal, un banco de columpio se balanceaba al empuje de la brisa. La Posada de la Lila. Detuvo el coche.

Ness: Es preciosa.

Zac: Sí.

Era preciosa. Y romántica. Pero, esa noche, aquel romántico escenario estaba amenazado por una abrumadora sensación de peligro.

Ness: Me recuerda a aquel lugar de la Bahía Chesapeake… Donde pasamos nuestra luna de miel.

Zac lo recordaba. Demasiado bien. Había hecho la reserva antes de partir para Wisconsin. Antes de sumergirse en la investigación sobre el asesinato de cinco estudiantes universitarias. Antes de que Kane se infiltrara en su cerebro y le contaminara el alma.

Cuando regresó, canceló la reserva. Canceló la boda. Y su futuro.

Se obligó a volver a la realidad. Una amplia extensión de césped bien cuidado rodeaba la casa antes de dar paso a un bosque denso y oscuro. El lugar era perfecto.

A su lado, Ness siguió la dirección de su mirada, hacia el bosque. Y se estremeció.

Ness: ¿Crees que Kane nos estará acechando… ahí fuera?

Zac: Esta noche, no. No es tan estúpido. Sabe que tenemos decenas de policías y de agentes destacados por toda la zona. Esperará hasta que bajemos la guardia. Hasta que se convenza de que no lo estamos esperando.

Vanessa asintió, pero no despegó los ojos de aquella negrura.

Se mordía el labio inferior, como solía hacer siempre que estaba preocupada.

Zac ansió estrecharla entre sus brazos, aliviarla a besos de aquella tensión…

Pero ese era un anhelo que no podía satisfacer.


Temblando por dentro, Vanessa entró en una de las habitaciones de la casa rural. La cama de dosel tenía unas preciosas cortinas de tul blanco. Un delicioso aroma a lilas impregnaba el aire. Y al otro lado de la puerta abierta del cuarto de baño, podía distinguir las velas que rodeaban una enorme bañera.

Habría querido que el FBI la hubiera encerrado en una horrible mazmorra. Habría preferido eso a aquel romántico escenario que debería compartir con Zac… esperando a que Kane apareciera en cualquier momento para poner fin a sus ilusiones. A sus esperanzas.

Se obligó a caminar hasta la ventana. Descorriendo las cortinas con manos temblorosas, contempló las dos filas de luces que rodeaban el sendero de entrada. Una sombría figura se dirigía hacia la casa, llevando una pesada caja. Habría reconocido la silueta de Zac en cualquier parte. Esa noche, sin embargo, sus movimientos eran tensos, entorpecidos, no tan fluidos como de costumbre. Parecía encogido sobre sí mismo, como si estuviese protegiendo una herida. Sufría. Era obvio.

Sintió una opresión en el pecho. Los últimos días habían sido como un horror amontonado tras otro. El secuestro de Brittany. Las amenazas de Kane. Los asesinatos de Fiona Hamilton y del agente Palmer. Y ahora la preocupación de que Zac estuviera arriesgando su vida por ella.

Y sin embargo, a pesar de todo ello, aún podía aferrarse a una esperanza. La esperanza de que pudieran detener a Kane y rescatar a Brittany. Sabía que, tarde o temprano, aquella pesadilla terminaría. Y el sol volvería a salir, imponiéndose a las tinieblas.

Zac, sin embargo, ni siquiera tenía ese consuelo. Cuando aquel caso terminara, se concentraría en la captura de otro asesino múltiple. Y a ese asesino seguiría otro, y otro más. Se abismaría en la crueldad de otros asesinos, y en el horror de sus víctimas. Viviría para siempre sumergido en las tinieblas.

Y lo peor de todo era que tendría que recorrer solo aquel camino.

Se estremeció. No alcanzaba a imaginarse la vida que debía de haber llevado durante aquellos dos años, desde la primera vez que trabó contacto con la maldad de Derek Kane. Desde que la alejó de su lado. Día tras día enfrentándose a horrores innombrables. Noche tras noche enfrentado a la oscuridad. A las tinieblas.

Y a esa vida tendría que regresar cuando terminara con Kane. A no ser que ella pudiera convencerlo de que no tenía por qué estar solo. De que juntos estarían mejor. De que juntos serían más fuertes.

Dejó caer la cortina de la ventana. Sería inútil. Dos años atrás, Zac no se había permitido creer en eso. Y no había ningún motivo para esperar que ahora sí pudiera permitírselo. Pero no podía dejarlo solo en aquella oscuridad, en aquel mundo de tinieblas. No lo haría. Al menos, tenía que intentarlo.

Suspirando, salió del dormitorio y entró en el salón contiguo, que estaba comunicado por una escalera con el piso inferior. Zac acababa de dejar la caja sobre una mesa. Irguiéndose, se volvió para mirarla.

Zac: ¿Qué tal te encuentras?

Ness: Bien -mintió-. Las habitaciones son una maravilla.

Zac: Sí que lo son -el farol que colgaba del techo iluminaba sus rasgos duros. Seguía tenso, rígido-. Abajo hay algunos sándwiches, si tienes hambre.

Ness: Gracias, pero no tengo apetito.

Zac: ¿Y sed? También hay limonada.

Ness: No, gracias -miró la caja que había dejado sobre la mesa-. ¿Los informes de Kane?

Zac: Sí. Pensé que sería mejor repasarlos. Tal vez me haya pasado desapercibido algún dato relevante. Alguna pista que nos permita localizarlo.

Ness: Me gustaría ayudarte.

Zac: Son informes confidenciales del FBI, Ness.

Sabía perfectamente lo que eran. Y también sabía que la principal razón por la que no quería que lo ayudara a repasarlos tenía más bien que ver con las horribles imágenes que contenían. Con las fotografías de los crímenes de Kane. En cualquier caso, no tenía ganas de discutir.

Ness: ¿Cómo ha sido tu vida durante estos dos últimos años, Zac?

Zac: ¿Qué quieres decir? -le preguntó a su vez, frunciendo el ceño-.

Ness: ¿Qué es lo que sueles hacer? En un día normal, por ejemplo.

Zac: Trabajar mucho.

Eso era obvio. Estaba segura de que trabajaba todas las horas del día. Y que dormía poco.

Ness: ¿Eso es todo lo que haces?

Zac: Voy al gimnasio.

El gimnasio, por supuesto. El ejercicio físico siempre había sido su manera de combatir el estrés. Y a juzgar por sus abultados bíceps, durante los dos últimos años debía de haberse ejercitado bastante.

Ness: ¿Haces algo más… aparte de trabajar y de ir al gimnasio?

Zac: No tengo tiempo para nada mas -dándole la espalda, se puso a revisar los informes-.

Tal como había sospechado. Una vida inmersa en la oscuridad. En las tinieblas.

Ness: ¿Y por qué no te lo buscas?

Zac: ¿Buscarme tiempo para qué, Ness? -suspiró frustrado-. ¿Para hacer calceta?

Ness: Para algo más que no sea la muerte y el asesinato. Para disfrutar de la vida.

Zac: ¿Adónde quieres llegar?

Ness: Has dejado que Kane se apodere de tu vida.

Zac: Mira, ese canalla se ha escapado de la cárcel. Ha secuestrado a tu hermana. Ha asesinado ya a dos personas, y ahora va a por ti. ¡Por supuesto que se ha apoderado de mi vida!

Ness: No me refería a eso -alzó una mano-. Se ha apoderado de tu vida, pero no solo desde que se ha escapado esta última vez, sino desde antes. Desde hace dos años. Has dejado que se te meta debajo de la piel. Desde hace dos años, has consentido que te arrebate todo lo bueno que hay en tu vida. Te ha dejado a solas con la oscuridad, con el mal, con la muerte.

Zac: Todo eso forma parte de mi trabajo. ¿Qué quieres que haga? ¿Que renuncie? -sacudió la cabeza, incrédulo-. Si lo hiciera, moriría más gente.

Ness: No te estoy sugiriendo que renuncies. Jamás haría una cosa así.

Zac: ¿Entonces qué me estás sugiriendo?

Se mordió el labio. Ansiaba sugerirle que la amara, que se casara con ella, que retomaran la vida que habían planeado llevar juntos, una vida llena de alegría, de niños. La vida que había destrozado Kane. Pero sabía que eso sería una pérdida de tiempo.

Ness: Habla conmigo. Aquí, ahora. Quizá pueda ayudarte -conteniendo el aliento, lo miró a los ojos. De repente vio que su expresión se suavizaba-.

Zac: No puedes ayudarme.

Ness: Pero conozco a Kane. Y te conozco a ti. Y tal vez yo sea la única que pueda ayudarte.

Zac: No puedes.

Ness: Sigues teniendo miedo de contaminarme, ¿verdad? De mancharme. -Zac tensó la mandíbula, pero no dijo nada. No hacía falta-. No eres tú quien está manchado, Zac. Son los asesinos a los que das caza. Tu trabajo solo es una parte de tu persona. Tú eres mucho más.

Suspirando, negó con la cabeza.

Zac: No. Eso no es algo que puedas separar de mi persona. Este trabajo cambia a la gente, Ness. Te hace ver el mundo de una forma completamente distinta. Te cambia.

Ness: Sé lo que quieres decir, Zac, pero…

Zac: No, no lo sabes. Y yo no te lo estoy explicando nada bien -se pasó una mano por la cara, con gesto cansado. Cuando volvió a mirarla, lo hizo con una expresión de tristeza y arrepentimiento-. Apuesto a que tienes un permanente nudo en el estómago. Por eso no tienes apetito, a pesar de que solo has comido una vez en las últimas cuarenta y ocho horas. -Vanessa lo miró en silencio. Resultaba obvio que tenía razón, así que lo dejó continuar-. ¿Y dormir? Debes de haber dormido unas tres horas desde el momento en que llamé a tu puerta. -Otra afirmación que Ness no podía negar-. No puedes comer. No puedes dormir. Kane ha destrozado tu tranquilidad de espíritu, Ness. Y eso no tiene remedio. Nunca volverás a sentirte a salvo. Incluso aunque esta trampa funcione a las mil maravillas. Incluso aunque rescatemos a Brittany… y atrapemos a Kane. Nunca volverás a entrar en tu casa sin ver el cuerpo de Fiona Hamilton en el porche. Nunca volverás a mirar por una mirilla… sin ver los ojos de Kane observándote. -Aquellas palabras no pudieron afectarla más. Tenía razón. Esos sucesos la acompañarían durante el resto de su vida-. Y cuanto más tiempo te expongas a la maldad de Kane, peor será. Créeme. Te irá devorando por dentro, hasta que veas en cada hombre, hasta en el ser más inofensivo, un asesino -cerró los ojos, como acosado por imágenes que solamente él pudiera ver. Imágenes de muerte que estuvieran alojadas para siempre en su cerebro. Suspirando profundamente, volvió a abrirlos-. Luego, de repente, nada será como antes. Todo significará una amenaza, un peligro. Y cada día, desde que despiertes hasta que vuelvas a dormirte, si es que puedes… lo único que verás será el mal, la crueldad, la muerte. -Vanessa se estremeció. Y Zac la acercó hacia sí, frotándole tiernamente un brazo, como si quisiera hacerla entrar en calor-. Pues imagínate todo eso y multiplícalo por las decenas de casos de los que me ocupo cada año. Eso es lo que siento, lo que vivo. Tú hablas del mal y de la muerte, pero yo los conozco de cerca, íntimamente. Están dentro de mí. Forman parte de mi persona. -Vanessa se aferró a él, conmocionada, desesperada. Ahora lo entendía-. Mientras trabajaba en el caso de Kane, hace dos años, me di cuenta de que había traspasado la línea. Había cruzado la frontera. Era como si hubiese perdido la capacidad para ver las cosas con los ojos de una persona normal. No podía disfrutar de nada, ni siquiera de un día soleado, o de la brisa fresca, o del aroma de las lilas. Lo único que veía era oscuridad. Lo único que podía oler era sangre… -Su rostro reflejaba una inmensa tristeza. Una tristeza que, según pudo descubrir Vanessa, no podía aliviarse con una caricia, o con unas cuantas palabras amables. Una tristeza que no tenía cura-. Por eso mi vida es así, Ness. No tiene remedio. Y arrastrándote a ti a este infierno tampoco voy a resolver nada.

Vanessa sacudió la cabeza. Quizá Zac creyese en un destino fijado para siempre, pero ella no.

Ness: Cuando vi la fotografía de Brittany en la celda de la cárcel, me dijiste que no me dejara vencer por Kane. Pero eres tú quien se está dejando vencer por él, al renunciar a todo lo bueno y lo alegre que puede haber en tu vida. Al dejarte dominar por la oscuridad, le estás entregando en bandeja la victoria. -Zac giró la cabeza, apretando la mandíbula. Ness se aferraba a su brazo como si su vida dependiera de ello. Ahora era su turno. Su turno de hacerle comprender-. Pero no tiene por qué ser así. No tienes que hacerlo todo tú solo. Juntos somos fuertes. Juntos podremos soportar cualquier cosa.

De pronto se volvió hacia ella, fulminándola con la mirada.

Zac: Tú eres más fuerte sin mí, Ness. Ojala no me hubieras conocido.

Ness: ¿Sabes una cosa? Si realmente piensas eso… entonces ya le has dejado ganar a Kane, y a todos los que son como él.

Zac: Lo pienso, Ness -murmuró en voz baja-. Y tú deberías pensarlo también.

Vanessa cerró los ojos. El dolor de Zac era mucho más profundo y estaba mucho más fijado de lo que lo había sospechado en un principio. Quizá tuviera razón. Quizá realmente había cosas que no tenían remedio, que no podían arreglarse. Y quizá había gente que jamás podría ser salvada. Dios sabía que, muy probablemente, su madre había sido una de esas personas. Bebiendo y bebiendo hasta la muerte en un constante esfuerzo por olvidarse de todas las decepciones que había sufrido. ¿Podría Brittany ser también una de ellas?

¿Podría serlo Zac?

Se estremeció de pies a cabeza. Tal vez no pudiera salvar a Zac. Pero sí podía hacer algo al respecto.

Ness: Sé que no puedo ahuyentar la oscuridad, Zac. Pero sí que puedo darte un rayo de luz. -Le acarició la mandíbula. Bajo sus dedos, el contacto de su barba era áspero como la lija. Áspero y duro. Como el hombre en que se había convertido-. Déjame amarte, Zac. Solo por esta noche. Déjame tocarte, y acariciarte, y amarte. Lo necesitas. Y yo también.




Si os ha gustado este capi, el siguiente os chiflará XD. Es el más esperado, eh ;)

¡Gracias por los coments!

Lau, si me vuelves a preguntar cuando pongo el test, haré uno solo para ti con un millón de preguntas en el que te pediré que me digas todas y cada una de las frases de todos los personajes ^_^

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domingo, 21 de julio de 2013

Capítulo 10


Con el pulso atronándole los oídos, Zac conducía a toda velocidad. Tenía que ver a Ness… antes de que fuera demasiado tarde. Había avisado a la policía tan pronto como abandonó la sala de autopsias. Tenía que llegar al hotel antes que Kane.

Entró en el aparcamiento del hotel y se dirigió hacia la entrada, sin dejar de acelerar. Varios coches patrulla rodeaban el edificio, con sus luces rojas y azules girando una y otra vez. Incluso antes de pisar el pedal del freno, vio a los policías uniformados en las puertas de cristal, impidiendo entrar a los huéspedes. O marcharse.

El clásico escenario de un crimen. Aparcó y bajó del coche con la credencial en la mano. Aturdido, entró en el hotel. Había un rumor de voces en el vestíbulo. Los agentes habían acorralado a los huéspedes, controlando todas las rutas de escape.

Zac desvió la mirada hacia los ascensores. Tenían las puertas abiertas y estaban bloqueados. Subió a toda prisa las escaleras, incitado por el miedo. Tenía que encontrar a Vanessa. Tenía que estar bien.

Al llegar al tercer piso, empujó la puerta con manos temblorosas. El olor a muerte impregnaba el aire. Cuando entró en el pasillo, el corazón le dio un vuelco en el pecho.

Un agente de policía estaba tendido en el suelo, en medio de un charco de sangre. Su cara redonda lo miraba fijamente, con los ojos paralizados de terror. El agente Palmer.

Aquella visión tuvo el mismo efecto que una patada en el estómago. Kane había degollado a Palmer. Lo había degollado para poder acceder a Ness.

Con el pulso acelerado, rodeó el cadáver y entró en la habitación. Ness estaba acurrucada en un sillón, abrazándose. Pálida como la cera, temblaba visiblemente. El joven jefe de policía de Grantsville se hallaba a su lado, equipado con un cuaderno y un bolígrafo.

Zac atravesó la habitación en dos zancadas. Apartando a Rogers, cayó de rodillas frente a Ness y la abrazó. Un suspiro de alivio escapó de sus labios. Enterró la cara en su pelo, aspirando su fragante perfume a lavanda. Kane no la había alcanzado. Al menos no físicamente. Estaba allí, sana y salva. Y mortalmente asustada.

Lo barrió una oleada de furia. Kane debía de haber estado vigilando la casa, disfrutando de la conmoción que había causado entre la policía el descubrimiento del cadáver de Fiona Hamilton. Disfrutando de su horrorizada reacción ante su “obra de arte”. Regodeándose en la sensación de poder que aquellas escenas siempre le sugerían. Luego debió de haber visto a Vanessa y la había seguido hasta el hotel.

Zac debió haberlo sospechado, adivinado… porque él conocía a Kane. Se había metido en la mente del asesino. Había vivido debajo de su piel. Y durante dos largos años…

Pero entonces… ¿por qué se había separado de Ness? ¿Por qué no se la había llevado consigo? ¿Por qué la había enviado de vuelta a su hotel, con la única protección de un agente?

Podía haberla perdido. Para siempre. El pánico le oprimía el pecho. Tuvo que hacer un enorme esfuerzo para tranquilizarse, para respirar normalmente.

No se había imaginado que Kane podría salir detrás de Ness con tanta rapidez. Había pensado que mataría antes a otras mujeres, que se tomaría su tiempo, tal y como había hecho con su primera esposa. Pero se había equivocado. Había cometido un error mortal.

No había perdido a Ness. Estaba allí, en sus brazos. Pero no gracias a él, desde luego. Obligándose a soltarla, la miró a los ojos.

Zac: ¿Qué ha sucedido?

Ness: Me asomé a la mirilla -se llevó una mano a la boca con dedos temblorosos-. Me estaba sonriendo. Y sus ojos. Esos ojos fríos…

Zac se vio barrido por otra oleada de rabia. Se esforzó por recuperar la compostura. No podía dejarse afectar por la furia que sentía contra Kane. O contra sí mismo. Ahora no. En aquel momento, Ness lo necesitaba. Tenía que permanecer tranquilo por su bien. Le frotó tiernamente los brazos para que fuera entrando en calor.

Zac: Continúa.

Ness: Arañó la puerta con un cuchillo mientras me miraba como si me estuviera viendo. Como si me estuviera cortando a mí -explicó estremecida-.

Zac apretó los dientes. ¡Lo que habría dado por tener delante a Kane en aquel momento!

Ness: Y luego se marchó -añadió-. Llamé a la policía. Hasta que no vino el jefe Rogers no me enteré de lo que le había hecho al agente Palmer -se mordió el labio inferior-.

Las lágrimas corrían silenciosamente por su rostro. Un mechón de cabello le cayó sobre la frente.

Zac alzó una mano para apartárselo con exquisita delicadeza. Sus dedos rozaron su piel satinada. ¿Qué habría hecho si Kane la hubiese matado? No lo sabía. Y, gracias a Dios, no tenía necesidad de averiguarlo. Ness estaba a salvo. Al menos por ahora.

O al menos hasta que el asesino volviera a cruzarse en su camino. Lo cual sería muy pronto. Solo que, esa vez, él mismo la expondría deliberadamente ante Kane.

Aquel pensamiento inconsciente tuvo el efecto de un puñetazo en el plexo solar. Por un instante, creyó que se ahogaba. En la sala de autopsias, Donatelli le había comunicado su decisión de prepararle una trampa a Kane. Zac había sabido entonces que era inevitable, pero en el fondo se había resistido a enfrentarse con aquel hecho. Lo había desestimado para concentrarse en tareas más urgentes. O en otras opciones menos dolorosas…

Pero, después de lo que acababa de ocurrir, ya no podía negarlo o retrasarlo por más tiempo. Tenían que prepararle una trampa. Lo antes posible. Y Ness sería el cebo.

La abrazó de nuevo, empapándose de su contacto, de su aroma. Tenía que decírselo. Y aunque estaba convencido de que Ness querría exactamente lo mismo que él, ya que ella había sido la primera en sugerirlo, sabía también que utilizarla como cebo sería lo más difícil que tendría que hacer en su vida. Y no era su reacción ante el plan lo que más lo inquietaba. Era la suya propia.

Zac: Tenemos que hablar -le susurró al oído-.

Pese a sus esfuerzos, no pudo disimular el tono de miedo de su voz.

Vanessa se apartó de él, mirándolo a los ojos.

Ness: ¿Qué pasa, Zac?

Zac: No es lo que pasa, sino lo que va a pasar -desvió la mirada hacia Rogers-.

Aunque a lo largo de las siguientes horas el jefe de policía probablemente terminaría conociendo cada detalle del plan, lo último que necesitaba Zac en aquellos momentos era un testigo de la angustia que lo estaba corroyendo por dentro.

Miró a su alrededor. La puerta estaba salpicada de sangre. No podría sacar a Ness de allí. No mientras el cadáver de Palmer no hubiera sido retirado. De modo que, con testigos o no, tenía que decírselo.

Ness: Dímelo, Zac -le suplicó preocupada-.

Zac: Vamos a prepararle una trampa a Kane.

Vanessa asintió, apretando los labios.

Ness: Y me vais a utilizar como cebo.

Zac: Sí.

Ness: Bien -tenía los ojos húmedos, con las pupilas dilatadas. Pero a pesar de las lágrimas y del shock que había padecido, el brillo que latía en sus profundidades persistía. Limpio, claro y tenaz. Le puso una mano en el brazo-. Ya sabes que tienes perfecto derecho a hacerlo. En realidad, es lo único que puedes hacer.

Zac: Sí -la palabra se le atascó en la garganta-.

Rezó para que estuviera haciendo lo más adecuado. Porque, a esas alturas, las apuestas eran ya demasiado altas para permitirse cometer un error.


Vanessa se sentó al lado de Zac en la sala de reuniones de la comisaría de Grantsville. A lo largo de aquel día, la pequeña habitación se había transformado en una especie de cuartel general, con mapas, pizarras y diagramas en las paredes. Alrededor de la mesa había una docena de policías y agentes federales. El aroma del café de máquina flotaba en el aire.

A la cabecera de la mesa, Vincent Donatelli se hallaba de pie frente a un gran plano del sudoeste de Wisconsin, claveteado por alfileres de diversos colores. Con un puntero señaló una amplia zona que se extendía desde Grantsville hasta los alrededores de Madison.

Vince: Según la hora a la que fue vista Fiona Hamilton por última vez en su casa, la hora aproximada de su muerte y la hora en que fue descubierta en la casa de la profesora Hudgens, la víctima tuvo que ser asesinada en algún lugar de esta zona.

Vanessa estudió el terreno marcado con un círculo. La mayor parte se encontraba en la antigua región glaciar de Wisconsin, una tierra de colinas escabrosas y profundos barrancos, salpicada de granjas y diminutos pueblos, en el extremo sudoeste del Estado. Su baja densidad de población la convertía en un escenario ideal para Kane. Probablemente nadie habría oído los gritos de terror de su víctima.

Vince: Los restos encontrados en el cuerpo de la víctima también coinciden con el tipo de suelo de esta zona -continuó-.

El cuerpo de la víctima. La imagen de Fiona muerta asaltó de nuevo la mente de Ness, seguida por el rostro aterrorizado del agente Palmer. Cerrando los puños, se obligó a sobreponerse. Kane no volvería a matar. No si ella podía evitarlo. Era por eso por lo que estaba participando en aquella reunión. Y por lo que iba a arriesgar la vida. Para salvar a Brittany. Y para evitar que Kane siguiera asesinando.

Vince: Sabemos que dispone de un coche o de una camioneta, pero aún no hemos recibido todos los informes de los vehículos robados recientemente -añadió-.

Vanessa sintió moverse a Zac en su silla, a su lado, pero no lo miró. No quería ver la preocupación de sus ojos, la tensión de cada uno de sus músculos. Sabía que todavía se resentía de la decisión que había tomado de utilizarla como cebo. Lo que más ansiaba era dejarla al margen, en algún lugar donde pudiera estar a salvo. Lejos, pero a salvo. Solo que la incansable actividad de Kane lo había convencido de lo contrario.

En aquel momento, Donatelli fue señalando varios puntos del plano.

Vince: Tenemos controles en todas estas carreteras, revisando cada vehículo que pasa por ellas. La policía de esos condados está peinando la zona con perros y helicópteros.

Wiley: Tardaremos días en peinar una zona tan amplia. Incluso con helicópteros -intervino-. Dudo que tengamos mucho tiempo antes de que Kane vuelva a matar.

Vince: Ahí es donde interviene la profesora Hudgens.

Todas las miradas se clavaron en Vanessa. Gracias a Zac, tenía una idea general sobre la trampa que iban a tenderle a Kane. Pero aún no conocía los detalles.

Donatelli cedió la palabra a Zac.

Vince: ¿Efron?

Alzó bruscamente la mirada ante la mención de su nombre, como si acabaran de despertarlo de una pesadilla. Estaba tenso, pálido, preocupado. Estremecida, Vanessa procuró no mirarlo.

Zac: Kane intentará atacar de nuevo a la profesora Hudgens. Pero esta vez utilizaremos su agresividad en beneficio propio -su voz de barítono resonó en la sala. Ness no podía dejar de temblar mientras lo escuchaba. Zac se volvió entonces hacia ella-. Te instalaremos en una pequeña casa rural al norte de Grantsville. Hemos evacuado ya a sus dueños -bajó la voz hasta convertirla en un intenso y a la vez intimo rumor, como si los detalles de aquella trampa fueran un secreto entre ellos-.

Vanessa se obligó a concentrarse en sus palabras, en las particularidades de aquella trampa. No en su voz. Ni en la reacción que le provocaba.

Ni en el temor que la mantenía constantemente en tensión.

Zac: Situaremos allí un coche patrulla para que Kane crea que te estamos vigilando. Cuanto más desafiante sea el escenario para él, mejor. Le encanta retar y sorprender a la policía. Eso lo hace sentirse poderoso. Invencible.

Recordó de nuevo los fríos ojos de Kane, mirándola mientras arañaba la puerta de la habitación del hotel con su cuchillo. Y su astuta sonrisa. Bajo la mesa, cerró los puños con tanta fuerza que se clavó las uñas en las palmas.

Zac: Sospecho que o tiene bajo vigilancia la casa de la profesora Hudgens, o consigue sus informaciones gracias a una filtración de esta comisaría. Así que pasaremos por su casa para recoger sus cosas y filtraremos su localización. Y cuando aparezca Kane, que lo hará, tarde o temprano, nos echaremos encima de él con todos los efectivos disponibles.

De repente fue como si la habitación se estuviera estrechando, como si no hubiera suficiente aire. Vanessa nunca había experimentado antes un ataque de ansiedad, pero conocía los síntomas. Cerró los ojos y procuró respirar profundamente. Tenía sus motivos para estar así. La preocupación que veía en los ojos de Zac hablaba por sí sola. Pero el miedo no iba a impedirle hacer todo lo posible para salvar a Brittany. No cuando la vida de su hermana, y la de otras mujeres, dependía de ella.

Como si hubiera percibido su necesidad de ayuda, Zac apoyó una mano en su brazo.

Zac: No estarás sola, Ness. Un agente no se separará en ningún momento de ti.

El pulso le martilleaba en los oídos. Tampoco había estado sola cuando Kane fue a buscarla al hotel. El agente Palmer había sido comisionado para protegerla. Pero había muerto en el empeño. Eso era lo que más la inquietaba: la imagen del rostro de Palmer, bañado en sangre. Su mirada helada de terror. No podía soportar que Zac volviera a asignar esa misión a otro agente, para que corriera el mismo riesgo. Ni quería ni podía responsabilizarse de la pérdida de otra vida humana, ni siquiera aunque ese riesgo formara parte del trabajo de todo policía.

Miró a su alrededor. Todo el mundo estaba esperando a que Zac continuara desgranando los detalles del plan.

Ness: Necesito hablar contigo, Zac -vio que arqueaba una ceja. Decidida, se levantó-. Por favor.

Percibiendo su desesperación, se levantó también y la siguió al pasillo. Una vez cerrada la puerta, Vanessa se volvió hacia él.

Ness: Déjame quedarme sola en la casa rural.

Zac: Rotundamente no -pronunció, entrecerrando los ojos-.

Ness: No puedo dejar de pensar en el agente Palmer. Ahora está muerto. Ese hombre dio su vida por protegerme. Y ahora quieres asignarle esa misión a otra persona, otra persona que también puede morir por mi culpa… No puedes hacer eso.

Zac: Yo seré ese agente, Ness.

Ness: No -replicó alarmada-.

Zac: ¿No esperarás que te utilice como cebo para cazar a Kane sin estar a tu lado, verdad?

Por supuesto que no lo esperaba. ¿Por qué no se había dado cuenta de ello antes? Zac insistiría en estar allí, junto a ella, protegiéndola. Solo así debía de haber aceptado seguir adelante con aquel plan.

Sintió una punzada de pánico. Antes la había preocupado terriblemente la perspectiva de que un desconocido arriesgara su vida por ella. Pero eso era todavía peor. No podía soportar la perspectiva de que Zac pudiera estar en peligro, de que se interpusiera en el camino de Kane.

Ness: No, Zac. Por favor.

Clavó en ella su mirada azul cielo.

Zac: Así que no crees en lo que tú misma dijiste. -Vanessa lo miró sin comprender-. ¿No te acuerdas? Ayer, en la habitación del hotel, dijiste que juntos éramos más fuertes que separados. No lo crees, ¿verdad?

Suspiró. Sus propias palabras resonaron en sus oídos: «hace unos segundos yo me sentía fuerte y segura en tus brazos, y ahora no. Los dos éramos más fuertes. Juntos. Los dos lo necesitábamos». Había pronunciado aquellas palabras, y había creído en ellas. ¿Pero por qué no podía hacerlo ahora… cuando el hecho de estar juntos significaba que Zac iba a poner en riesgo su vida?

Se mordió el labio inferior. Quería proteger a Zac. Quería mantenerlo lejos de aquella casa rural, lejos de Kane. Lejos del peligro, y de la maldad. ¿Y no era precisamente eso lo que el propio Zac había estado intentando hacer con ella durante todo ese tiempo? ¿No era esa la opción que había tomado dos años atrás, cuando rompió su compromiso?

Tragó saliva. Era lo mismo. Con una sola diferencia. Ella no podía elegir. No podía alejarlo de su lado, por mucho que quisiera. Porque aunque él no creyera que juntos eran más fuertes, ella sí. Y tenía que ser coherente y atenerse a sus palabras. No podía ser de otra manera.

Ness: Juntos somos más fuertes, Zac. Creo en ello con todo mi corazón.

Asintió, como si hubiera estado esperando esa respuesta. Como si la hubiera dado por descontada. Sus ojos azul cielo parecían atravesarle el alma.

Zac: Pues entonces demuéstralo.




Si hasta hora las cosas estaban feas, ¡ahora están horribles! Esto va de mal en peor y de peor a fatal =S

¡Muchas gracias por los coments!

El próximo capi será super interesante, así que comentadme mucho y no os lo perdáis ;)

¡Un besi!


viernes, 19 de julio de 2013

Capítulo 9


La noche parecía adensarse en el interior del coche de Zac como una mortaja negra, asfixiante. A Vanessa le costaba trabajo respirar. El pulso le atronaba en los oídos.

«Brittany».

Al principio Zac no había querido llevarla consigo. Sabía que habría preferido la muerte antes que invitarla a subir a su coche. Pero Ness tenía que ir. Tenía que verlo por sí misma. Así que allí estaba, de camino hacia el escenario del crimen. Del asesinato.

«Brittany».

Zac dobló una esquina y aminoró la velocidad. Había una media docena de coches patrulla. La calle estaba bloqueada. Zac frenó y mostró su credencial a los policías antes de seguir adelante.

Todo el perímetro de la propiedad de Vanessa estaba acordonado con cinta amarilla. Intermitentes luces rojas y azules barrían el sendero de entrada, el porche…

«Brittany».

Desde el coche Vanessa no alcanzaba a ver el cuerpo, pero sabía que estaba allí. Inspectores, forenses, técnicos de todo tipo ocupaban el porche. Un fotógrafo de la policía estaba tomando fotos con flash. Zac detuvo el coche.

Zac: Quédate aquí. Ahora mismo vuelvo.

Escuchó el tono de su voz, pero no pudo asimilar las palabras. Como si fueran una incomprensible mezcla de sonidos.

Zac: ¿Me has oído, Ness? Quédate en el coche. Ahora mismo vuelvo a buscarte.

Por lo menos esa vez logró asentir con la cabeza. Zac se la quedó mirando durante un rato, esforzándose por adivinar lo que podía estar pensando… o sintiendo. Con exquisita ternura, le apartó un mechón de cabello de la frente.

Zac: Aguanta, Ness. Tal vez no sea ella.

Ness: ¿Y si lo es? -preguntó con voz quebrada, extraña a sus propios oídos-.

Zac: Lo resistirás. Sobrevivirás, te lo prometo.

Sobreviviría allí donde Brittany había sucumbido. Al igual que cuando eran niñas. Tenía veintiséis años. Y su hermana veintidós. Pero nada había cambiado. Todo seguía igual que cuando eran niñas.

Zac: Ahora vuelvo -bajó del coche y cerró la puerta-.

Por unos instantes Ness se quedó inmóvil. Imágenes de un rostro pálido de mujer, con el cabello enmarañado y ojos muertos, sin vida, acribillaban su mente. Imágenes de la maldad de Kane.

Pese a lo que Zac le había dicho, le resultaba imposible quedarse en el coche. Por muy horrible que fuera, tenía que verlo. Tenía que saber si aquella mujer asesinada era Brittany. Reuniendo todo su valor, abrió la puerta. Le zumbaban los oídos. Cuando bajó del coche, las piernas apenas la sostenían.

Un paso, dos pasos… Caminó como pudo por el césped del jardín hacia las luces de los coches, hacia el porche de su casa. Tres pasos, cuatro. El zumbido era cada vez más fuerte, ahogando el rumor de las voces y el latido de su propio corazón. Llegó al sendero de entrada. Estaba cada vez más cerca de la multitud de gente. Del porche. De la muerte.

«Brittany».

El acre olor de la sangre fresca le revolvió el estómago. Aun así, se obligó a avanzar. Tenía que verlo por sí misma. Tenía que saberlo. Finalmente logró abrirse paso entre el círculo de policías y técnicos.

Zac: Ness -la agarró, intentando alejarla-.

La sangre brotaba del pecho abierto de la mujer. Tenía la melena castaña enredada en torno a su pálido rostro. Sus ojos sin vida parecían asomarse al alma de Vanessa.

Fiona Hamilton.

Se sintió barrida por una marea de horror y alivio mezclados. Le fallaron las rodillas. Unos fuertes brazos la sostuvieron por un instante antes de llevársela de allí. Lejos del cadáver. Lejos del hedor. Lejos de la muerte.

Zac. Lo abrazó desesperada, hundiendo el rostro en su pecho, sollozando.

Zac continuó abrazándola después de que los sollozos hubieran cesado. No debió haberla dejado sola en el coche. Si hubiera dejado un agente de policía a su cargo, no le habría permitido llegar hasta el porche. No habría visto el cadáver de Fiona. No habría sido testigo, de primera mano, del mal de Kane.

Apretó la mejilla contra su pelo, llenándose los pulmones de su aroma. Por encima de su cabeza podía ver a Donatelli dirigiendo los trabajos de los técnicos. Sabía que, una vez aparecido el primer cadáver, el agente del FBI recurriría a cualquier medio para capturar a Kane. Y Ness figuraba la primera de la lista, como cebo humano.

De modo que tendría que contenerlo durante el mayor tiempo posible. Y, mientras tanto, necesitaría ofrecerle una alternativa. Miró a Wiley, husmeando por el perímetro de la escena del crimen. Podría empezar transmitiéndole a Donatelli los comentarios que había hecho Fiona sobre el inspector.

Zac: Tengo que irme, Ness.

Asintió, pero no lo soltó. Zac se obligó a apartarla y la miró a los ojos.

Ness: Tranquilo. Estaré bien -su voz era firme, pero sus dilatadas pupilas y su mortecina palidez la desmentían-.

La besó en la frente. Por mucho que detestara la idea de separarse de ella, tenía que hacerlo. Su abrazo tal vez tuviera un efecto reconfortante a corto plazo, inmediatamente después de que viera el cadáver. Pero, a largo plazo, no podía consolarla. Solo podía provocarle más dolor. Y contaminarla aún más con el mal de Kane.

Lo único que podía hacer era su trabajo. Encontrar a Kane. Encontrar a Brittany. Y encontrar a alguien que pudiera proteger realmente a Ness.

Zac: Haré que un agente te lleve de regreso al hotel y se quede en la puerta, vigilando. -Con un nudo en la garganta, Vanessa asintió-. No sé cuándo volveré. Quiero estudiar bien el escenario, y asistir a la autopsia. Y luego está el director Wiley y los guardias a los que sobornó.

Ness: Así que tardarás en volver.

Zac: Sí.

Aspiró profundamente, como intentando reunir fuerzas. Zac sintió el abrumador impulso de llevarla a un lugar seguro y protegerla personalmente. Pero no podía.

Ness: El jefe de policía Rogers quería hacerme unas preguntas sobre Brittany. ¿Podrías decirle que vaya al hotel?

Zac: Necesitas descansar, Ness. Necesitas recuperarte.

Ness: ¿Mientras Kane le hace a Brittany lo mismo que acaba de hacerle a Fiona? No. Tengo que hacer lo que sea con tal de detenerlo. Y tú también.

Zac: De acuerdo -cedió, suspirando. No tenía sentido discutir. Y no podía culparla. Él habría hecho exactamente lo mismo-. Se lo diré.

Nes: Gracias -forzó una temblorosa sonrisa, una sonrisa que no logró engañarlo ni por un segundo-. Estaré bien, Zac. Tú concéntrate en encontrar a Brittany. Antes de que Kane también la mate a ella.

La miró a los ojos. Y, apretando los dientes, se obligó a soltarla.


Zac conocía bien aquel olor que impregnaba la sala de autopsias, acre como el de la sangre fresca. Parecía colorear el aire como una nube roja, empapando la ropa, la piel, el pelo…

Vince: ¿Efron? -pasó al lado del forense de la policía sin mirarlo siquiera y se dirigió directamente hacia Zac. Como él, llevaba puesto un traje protector-. Necesito hablar contigo.

Zac: Dispara -repuso, preparándose para lo peor-.

Vince: Quiero prepararle una trampa a Kane. Y utilizar a Vanessa Hudgens como cebo.

Fue como si un trueno estallara en los oídos de Zac. Quiso protestar, enumerarle las razones por las que no debería hacer una cosa así. Asegurarle que esa trampa jamás funcionaría. Pero no podía mentir.

Zac: ¿Y quieres que yo la asesore?

Vince: Sí. Quiero que te concentres en la tarea. Y que te asegures de que no ha cambiado de opinión al respecto.

Zac se obligó a asentir con la cabeza. Donatelli no tenía por qué preocuparse de que Ness fuera a cambiar de idea. Estaba decidida a todo con tal de salvar a Brittany.

Zac: Bien. Me pondré con ello después de la autopsia.

Donatelli asintió. Después de mirar su reloj, se volvió hacia el forense de la policía.

El médico tenía una inequívoca tos de fumador. De rostro colorado, encajaba más con la imagen de Santa Claus que con la de un hombre que diseccionaba cuerpos humanos como forma de vida.

Vince: ¿No se suponía que Pete Wiley debería estar presente? ¿O es que solamente van a estar presentes los federales?

Todavía no había tenido Zac oportunidad de enfrentarse con el inspector. Pero ardía en deseos de hacerlo. Y de arrancarle algunas respuestas.

Zac: Empezaremos sin Wiley.

A su lado, Donatelli aprobó la decisión.

Vince: Adelante.

El forense pulsó el botón lateral de una caja y el cuerpo de Fiona Hamilton quedó al descubierto. Como las otras víctimas de Kane, presentaba un corte de cuchillo en canal, desde la base del cuello hasta la pelvis. Zac se vio asaltado por una oleada de furia. Aquel cadáver lo acosaba, lo atormentaba… al igual que los otros. La crueldad de la que había sido víctima. La humillación y el dolor que debió de haber padecido. La maldad.

Maldijo a Kane una vez más, con todas sus fuerzas.

Zac tomó notas mientras el forense dictaba sus observaciones a su ayudante, que a su vez se esforzaba por fotografiar y documentar cada herida que Fiona había sufrido. Había marcas de ligaduras en las muñecas y en el cuello. Las manos, las rodillas y las plantas de los pies estaban magullados y tenían restos de hierbas y barro. Como a sus demás víctimas, Kane la había liberado en el bosque para dedicarse a darle caza. Solo después de haberla asesinado, había transportado su cadáver hasta el porche de la casa de Vanessa.

Tenía que haber elegido un entorno apartado y solitario para su ritual de cacería. ¿Tal vez la gran propiedad de Fiona? Imposible. Si Kane la hubiera torturado y dado caza en su misma finca, los policías que habían estado allí de guardia habrían oído sus gritos. Y dado que Ness y él la habían visto apenas unas horas antes de que muriera, aquel lugar apartado y solitario al que se la había llevado no podía estar muy lejos ni de la casa de Fiona ni de la de Vanessa.

Examinó con atención los restos de barro, hierbas y agujas de pino que tenía pegados a la sangre de las plantas de los pies, las manos y las rodillas. Podía pertenecer a cualquier bosque del sur de Wisconsin. Pero un análisis más detenido estrecharía considerablemente las posibilidades. Eso, junto con lo que ya sabían acerca del momento en que había ocurrido el asesinato, podría darles una idea bastante exacta de su localización.

Zac: Necesitaremos un análisis de laboratorio lo más completo posible de estos restos -le dijo al forense-.

Forense: De acuerdo.

Su ayudante se dedicó a recoger unas muestras mientras su jefe continuaba con su labor. Una vez guardadas en un sobre de plástico, se dirigió al laboratorio. Pete Wiley entró en aquel instante en la sala.

El forense alzó la mirada del cuerpo.

Forense: Me alegro de verte, Pete. Me obligas a levantarme a una hora tan inoportuna y ni siquiera tienes la decencia de llegar a tiempo para la autopsia.

Wiley: Siento el retraso, Doc.

Zac miró a Wiley. Tenía ojeras y parecía visiblemente cansado.

Zac: Necesitamos hablar Wiley.

Wiley: ¿Qué ha pasado? -un brillo de desconfianza asomó a sus ojos-.

Zac: Me temo que usted lo sabe mucho mejor que nosotros -lo fulminó con la mirada-. ¿Por qué no le dijo a Donatelli o a mí que Fiona Hamilton estaba sobornando a los guardias de la prisión a cambio de beneficios para Kane?

Wiley: ¡Qué diablos…! -estalló, rojo de furia, y añadió despreciativo-: ¿Por qué no lo averiguaron ustedes? ¿Acaso tengo que decírselo yo todo?

Zac: Así no es como funciona esto, y usted lo sabe, Wiley. Se supone que tenemos que trabajar juntos.

Wiley: ¿Trabajar juntos? Ustedes exageraron la importancia de un maldito avistamiento de Kane en la frontera para poder tomar las riendas de todo este asunto.

Zac miró a Wiley. Sabía desde el principio que no le había gustado nada perder el control del caso. Su insolidario hermetismo… ¿se debería simplemente al resentimiento que albergaba hacia el FBI? Tenía que admitir que eso era bastante posible. Ya lo había visto antes. Muchas veces.

Zac: ¿Le importaría explicarnos cómo llegó a enterarse de lo del soborno, inspector?

Wiley: Eso es asunto de la policía.

Zac: Quiero respuestas, Wiley.

Wiley: Por un chivatazo de uno de los guardias, hace unas semanas. Se quejó de que Kane estaba recibiendo tratamiento preferente. Al parecer se lo comunicó al director, pero no hubo resultados. Pensó que Hanson podía estar implicado. Precisamente estaba investigando aquel asunto cuando Kane se escapó.

Zac asintió. La explicación de Wiley sonaba creíble. Y sería muy fácil de comprobar.

Wiley: Sé lo que está intentando hacer, Efron. Quiere localizar al hombre que ayudó a Kane para evitar que su querida profesora se exponga como cebo. ¿Pues sabe una cosa? Me he hartado de investigar a esos guardias y no he encontrado nada más que nimiedades. Simplemente unos cuantos dólares a cambio de una hora de televisión más al día.

Donatelli se le encaró, ceñudo.

Vince: Será mejor que me entregue rápidamente una copia de esos informes, inspector.

El cerebro de Zac estaba trabajando a toda velocidad. Los guardias no habían sido los únicos en ayudar a escapar a Kane. También estaba el director Hanson. Como si le hubiera leído el pensamiento, Wiley sonrió, irónico.

Wiley: Si está pensando en Hanson, yo que usted no me haría muchas ilusiones. He estado investigando sus cuentas bancarias. La tía de su esposa murió recientemente, con lo que ha recibido alguna inyección de dinero. Pero, aparte de eso, el hombre vive solamente de su sueldo. Además, desde que usted nos alertó anoche, lo hemos estado vigilando. Y sus actividades no son nada sospechosas.

Quizá no, pensó Zac. Pero Hanson debía de haber tenido un poderoso motivo para ayudar a Kane. Un motivo que nada tenía que ver con el dinero… y sobre todo con la venganza. Aun así, Hanson no era la única posibilidad. El propio Wiley también era sospechoso.

Zac: Es obvio que siente un profundo disgusto por Vanessa Hudgens. Y por su hermana. ¿Por qué?

Wiley: ¿Qué importa eso? Yo me he limitado a hacer mi trabajo.

Zac se dijo que eso no respondía a su pregunta.

Zac: ¿Qué es lo que tiene contra ella?

Wiley: Más bien debería preguntarme qué es lo que no tengo en contra -replicó, esbozando una mueca de asco-. ¿Quiere saber lo que pienso de las mujeres como ellas? ¿De veras quiere saberlo? -Zac no dijo nada. Simplemente esperó a que continuara-. ¿De las mujeres que encuentran monstruos como Kane y se entretienen en jugar con ellos, en jugar con el peligro? Me da igual que los estudien o que se casen con ellos. Me ponen igual de enfermo. Mire lo que le ha pasado a la señora Hamilton… -desvió la mirada hacia el cadáver- …Esas mujeres no pueden ver a Kane como el monstruo que realmente es. No. Prefieren verlo como una fascinante y excitante víctima del mal funcionamiento de la ley. Nos culpan a nosotros para glorificarlo a él. Eso me da náuseas.

En el fondo, Zac podía comprender la reacción del inspector. Él mismo había experimentado aquella frustración más de una vez. Al parecer, Wiley podía ser culpable de muchas cosas, pero ayudar a Kane no figuraba entre ellas.

Forense: Amigos, antes de que sigan hablando, creo que les interesará echar un vistazo a esto… -les interrumpió-.

Zac se tensó de inmediato. Bajo los potentes focos, algo brillaba en el fondo del pecho abierto del cadáver. Una vez fotografiado, el forense sacó el objeto con unos fórceps. Era una cadena de plata, llena de sangre, de la que colgaba un diminuto portafotos en forma de óvalo.

Donatelli se inclinó hacia delante para observarlo mejor.

Vince: ¿Un portafotos?

A Zac se le revolvió el estómago al pensar en la foto de Ness y Brittany, sentadas en el banco del porche y rodeadas de sus ositos de peluche. En aquella imagen, Brittany llevaba un guardapelo colgado del cuello que se parecía muchísimo a aquel.

Zac: Ábralo.

Así lo hizo el forense. Contenía una fotografía de Ness posando en los escalones del porche… en el preciso lugar donde había aparecido el cadáver de Fiona. La foto estaba cortada por la mitad, al igual que la instantánea de Brittany que habían encontrado en la celda de Kane. Y en la parte inferior había una única palabra escrita con sangre: «Mía».

Zac sintió que el miedo le atenazaba la garganta, estrangulándolo. Se apartó bruscamente del cadáver, con el pulso atronándole los oídos.

Ya seguiría después con Wiley. Ahora tenía que ir a buscar a Ness. Y, por el camino, rezar para que no fuera demasiado tarde.


Vanessa caminaba de un lado a otro de la habitación del hotel, mirando sin cesar su reloj. Rogers le había asegurado que se pasaría por allí tan pronto como hubiera terminado de examinar el escenario del crimen.

Y ya debería haber llegado. Miles de preguntas acribillaban su mente. ¿Habría encontrado la policía alguna pista? ¿Habría localizado al propio Kane?

¿O acaso habían hallado algún otro cuerpo? Quizá el de Brittany… Ni siquiera podía llamar a Zac para preguntarle. Ya le había costado demasiado tener que dejarla sola. Y por mucho que ansiara sentir sus brazos en torno suyo, no podía telefonearle ahora. No quería preocuparlo y distraerlo cuando lo que necesitaba era concentrar todas sus energías en encontrar a Kane.

Pensó en el policía uniformado que estaba de guardia ante su puerta. Tal vez él supiera algo acerca del retraso de su superior.

Nada más abrir la puerta, se encontró con la mirada amable del agente Palmer.

Palmer: ¿Puedo hacer algo por usted? -le preguntó sonriente-.

Ness: Hace rato que debería haber venido el jefe Rogers. ¿Sabe usted si se ha producido alguna emergencia… algún incidente que le haya hecho retrasarse?

El agente negó con la cabeza, apoyando una mano en el transmisor que llevaba a la cintura.

Palmer: No. Ya la avisaré si se sabe algo nuevo.

Ness: Gracias.

Palmer: ¿Desea algo más?

Ness: No, estoy perfectamente -mintió-.

Palmer: Si quiere algo de comer, ya sabe que puede pedir que se lo suban.

Ness: No tengo hambre, gracias -pero de inmediato pensó en él-. Aunque a lo mejor usted sí. ¿Quiere que le pida algo?

Palmer: Oh, no, señora, gracias. Solo estaba preocupado por usted.

Ness: Gracias otra vez.

Palmer: Asegúrese de echar el cerrojo.

Así lo hizo. Y echó también la cadena. Tan nerviosa como antes, siguió caminando de un lado a otro de la habitación. Estaba agotada. La noche anterior apenas había dormido un par de horas. Pero eso había sido con Zac abrazándola, protegiéndola. Porque en aquel momento, con la luz de la mañana filtrándose a través de las cortinas, después de los últimos acontecimientos, ni siquiera era capaz de cerrar los ojos. Y dormir se le antojaba una distante y absurda fantasía…

De repente llamaron a la puerta. El corazón le dio un vuelco en el pecho. ¿Habría llegado al fin Rogers? ¿O acaso el agente Palmer había escuchado alguna noticia nueva en su transmisor? Atravesó rápidamente la habitación. Ya estaba a punto de abrir la puerta cuando se lo pensó mejor y se asomó a la mirilla.

Unos ojos fríos la miraron desde un rostro joven, aniñado. El odio que despedían parecía atravesar la puerta. Derek Kane. Sonrió, descubriendo unos dientes blancos, perfectos.

Un ruido áspero y continuado la sacó de su ensimismamiento. El de la hoja de un cuchillo arañando lentamente la madera de la puerta.




¡Qué mal, qué mal, qué mal, qué mal, qué maaaaaaal...!
¡El peligro se acerca, chicas! Más vale que Zac se de mucha prisa.
Y más vale que comentéis mucho para que ponga el próximo capi pronto XD
Va a estar interesante, ¡seguro!

¡Un besi!


miércoles, 17 de julio de 2013

Capítulo 8


Zac caminaba de un lado a otro de la habitación tenso y nervioso, ignorando el ruido de la ducha al otro lado de la puerta del cuarto de baño. Había informado a Donatelli de sus últimas averiguaciones tan pronto como volvió con Ness al hotel. Había repasado mentalmente una y otra vez las entrevistas que había mantenido con Charles Levens y con Fiona Hamilton.

Y había ojeado los informes del laboratorio sobre el coche de Brittany y la casa de Vanessa que le habían sido entregados en aquella misma habitación. Al día siguiente hablaría con Wiley, con los tres guardias que había sobornado Fiona Hamilton y, por último, con el director Hanson.

Se pasó una mano por el pelo. Había un asesino suelto, un desconocido que lo había ayudado a fugarse y una inmensa cantidad de trabajo pendiente. Y aun así era incapaz de dejar de pensar en los sonidos procedentes del cuarto de baño.

Debió habérselo pensado mejor antes de insistir tanto en que Ness se quedara en su habitación esa noche. Pero cada vez que había logrado convencerse a sí mismo de que debía llamar a recepción para conseguirle otra… se había echado para atrás en el último momento. Porque no podía soportar la idea de perderla de vista.

El ruido de la ducha cesó de repente. Se oyó un ligero rumor, seguramente el de la cortina de la ducha. No pudo evitar imaginársela mientras se secaba… Tenerla en su habitación durante toda la noche, lo suficiente cerca como para oírla respirar, oler su aroma… iba a ser una verdadera tortura. Pero si quería protegerla, no había otro remedio.

Sacó una almohada y otra manta del armario y las dejó sobre uno de los sillones. No era el lugar más adecuado para dormir, pero tendría que resignarse. Porque dormir en la misma cama con Ness no constituía una opción.

Acababa de colocar su pistola y su móvil sobre la mesa, al lado del sillón, cuando escuchó otro sonido procedente del otro lado de la puerta. Era una especie de gemido, seguido de un silencio. Un llanto ahogado. Ness estaba llorando.

Se le encogió el corazón. Antes de que pudiera evitarlo, llamó suavemente a la puerta. Seguía llorando. Ya se disponía a llamar de nuevo cuando se detuvo en seco. ¿Qué creía que estaba haciendo? ¿Disponerse a entrar en el cuarto de baño como si fuera un caballero andante rescatando a su princesa? ¿Acaso iba a abrazarla? ¿A limpiarle las lágrimas con besos?

Ya le había dejado muy claro que era el hombre menos adecuado para consolarla. Solo tenía que acordarse de lo que había sucedido en aquella misma habitación, esa mañana. El dulce sabor de sus labios. La calidez de su piel desnuda rozando la suya. La mirada de dolor que vio en sus ojos cuando, finalmente, pudo controlarse y apartarse de ella.

Apoyó la frente en la puerta, escuchando en silencio su llanto, empapándose de su dolor, de su frustración. Poco a poco los sollozos se fueron espaciando. Se obligó a apartarse de la puerta, retirándose al otro extremo de la habitación.

Al cabo de unos minutos, salió Vanessa. Tenía los ojos enrojecidos. Su camisón de franela, que le llegaba hasta medio muslo, le daba una apariencia aún más frágil. Sus mejillas todavía estaban húmedas por las lágrimas.

Zac: ¿Te encuentras bien?

Ansiaba retirarle delicadamente el cabello de la cara, estrecharla en sus brazos… Pero se contuvo.

Estaba a punto de echarse a llorar de nuevo. Zac se maldijo por su propia estupidez. Por supuesto que no estaba bien. Y no lo estaría hasta que encontrara a Kane. Hasta que le devolviera a Brittany, sana y salva.

Zac: Lo siento, Ness.

Ness: Yo también -se abrazó, como si tuviera frío-. ¿Sabes una cosa? Todo me da pena. Brittany, nosotros. Incluso Fiona.

Zac: ¿Fiona?

Asintió con la cabeza. Le temblaba la barbilla.

Ness: Es tan parecida a Brittany. Tan necesitada, tan lastimada por la vida… Me pregunto si Fiona tendrá una hermana mayor. Una hermana mayor que la abandonó como yo abandoné a Brittany. Una hermana que no supo ejercer como tal.

Lo que más ansió Zac en aquel instante fue abrazarla, intentar aliviarla de aquella culpa constante, de aquella recriminación que tantas veces se había hecho a sí misma. Y que la torturaba cada vez que Brittany tomaba una mala decisión.

Zac: Solo eras una niña, Ness.

Ness: Tenía diez años.

Zac: Eso, una niña. Y estabas viviendo una situación intolerable, insoportable, cuando de repente se te presentó la oportunidad de escapar de aquella casa. La oportunidad de vivir con tu padre biológico en un hogar sano y bueno, y la aprovechaste. Fue una cuestión de supervivencia. No puedes culparte por eso.

Ness: Debí haber previsto que se quedaría completamente sola. Para entonces, nuestra madre ya estaba acabada. Y su padre nunca llegó a reconocerla como hija. Yo sabía lo que significaba vivir en aquella casa, la vida que le esperaba a Brittany si me marchaba. Pero me marché de todas formas. La dejé tirada, la abandoné -sacudió la cabeza, estremecida-.

Zac: No puedes culparte por eso, Ness -insistió-.

Ness: ¿Por qué no? Ella me culpa por haberla abandonado, ¿sabes? Siempre lo ha hecho. Se relacionó con Kane para castigarme. Y una vez que lo hizo, lo único que tuvo que hacer Kane fue convencerla de que la amaba. Estaba tan necesitada de amor… Fue una presa fácil para aquel monstruo.

Zac: Tú no tienes la culpa, Ness. La niña de diez años que eras tú no podía hacer de madre y de padre a la vez. Lo sabes tan bien como yo.

Ness: Quizá.

Zac: Quizá, no. Seguro. Si esto le hubiera sucedido a cualquier otra persona, ahora mismo estarías diciendo lo mismo que yo.

Vanessa bajó la mirada a sus manos entrelazadas.

Ness: Probablemente tengas razón. Pero daría la vida con tal de cambiar el pasado. Ojala pudiera arreglar las cosas.

Zac sintió una punzada de arrepentimiento. Sí, Ness siempre había querido arreglar las cosas. Primero con su madre y hermana, y luego con él. Pero había cosas que no podían arreglarse. Esa era una lección que había aprendido contemplando los cuerpos de mujeres y niños que jamás se habían merecido el horror de la muerte y la tortura. Mujeres y niños cuyas vidas eran irrecuperables.

Zac: A veces eso no es posible. Hay cosas que no tienen remedio.

Lo miró, con los ojos húmedos. Pero no lloraba. Y detrás de aquellas lágrimas, en el fondo de sus pupilas, Zac distinguió un brillo de luz. Una luz que hacía mucho tiempo que había desaparecido de sus propios ojos.

Ness: No me lo puedo creer, Zac. No puedo resignarme.

Zac cerró los ojos. Por supuesto que no podía. Si hubiera podido, no habría sido Ness. Por eso era quien era.

Abrió los ojos y la miró. Tan vulnerable y tan frágil, pero a la vez dura como el acero. Vio que volvía a estremecerse. Recogió la almohada y la manta que había dejado en el sillón. La guió hasta la cama y la acostó con exquisita ternura. Luego, suspirando, se tendió a su lado.

Sabía que lo necesitaba. Y si eso significaba abrazarla hasta que se quedara dormida, hasta que se olvidara del dolor y del miedo aunque solo fuera por unas pocas horas, lo haría. Ness se acurrucó contra él.

Una dolorosa punzada le atravesó el pecho, como un cuchillo cortándolo en canal. Era un dolor que no podía evitar. Y que se merecía.

Cerró los ojos, atento al ritmo de su respiración, cada vez más pausada y profunda. Imaginándose que el sueño iba poco a poco relajando sus rasgos, aliviando sus remordimientos.

Si pudiera dejar atrás el pasado… pero no podía. Y él tampoco. Ansiaba volver a ver aquella luz en sus ojos. Sentirla, capturarla. Pero si tomaba lo que ella le ofrecía, terminaría manchándola, contaminándola. Destrozando todo aquello que le hacía ser quien era. Y esa era una frontera que no podía permitirse cruzar.

Vanessa cerró los ojos, empapándose del calor del cuerpo de Zac. Al fin había dejado de temblar, pero el dolor y el remordimiento seguían devorándola por dentro.

Tener a Zac tan cerca, tocándola, abrazándola, solo servía para recordarle todo lo que había perdido. Y todo lo que nunca más volvería a tener.

Quiso recurrir a la furia, su constante compañera de los dos últimos años, la armadura detrás de la que se había protegido. Pero no la encontró. No estaba.

Zac la había mirado con tanto amor y tanta preocupación cuando la vio salir del cuarto de baño… Había estado atento a su dolor como si lo hubiera sufrido él mismo. La había escuchado, consolado, abrazado… ¿cómo entonces podía sentirse furiosa con él? Sobre todo cuando sabía todo lo que había hecho, desde romper su compromiso dos años atrás hasta negarse a hacerle el amor aquella tarde… y todo por un bienintencionado pero desacertado esfuerzo por protegerla.

Se esforzó una vez más por contener las lágrimas. No podía sentirse furiosa con Zac, y ese pensamiento la llenaba de miedo. Porque si no podía protegerse con la furia… lo único que le quedaba era un corazón roto, indefenso.


El timbre del móvil sacó bruscamente a Zac de su sueño. Se levantó para recogerlo de la mesa.

Vio que Ness también se había despertado, sentándose en la cama. Intentó no mirarla, para no transmitirle su inquietud. Las llamadas a esas horas de la noche nunca eran buenas. Y tenía el horrible presentimiento de que aquella era peor que cualquiera.

Zac: Efron.

Vince: ¿Zac? Soy Donatelli. Hemos encontrado un cadáver. Una mujer. Necesito que vengas ahora mismo.

Una oleada de terror lo invadió. Sin poder evitarlo, miró a Ness.

Zac: ¿Quién es, Vince? -contuvo el aliento, a la espera de su respuesta-.

Vince: Todavía no la tenemos identificada. Acabamos de descubrirla. Hace menos de un minuto que recibí la llamada.

Zac: ¿Dónde estás?

Vince: Eso es lo más curioso de todo. Resulta que los polis llevan toda la noche batiendo la zona cada media hora, y Kane la dejó aquí mismo, a plena vista de todos. No sé cómo diablos pudo conseguir entrar y salir sin que nadie lo viera.

Zac: ¿Dónde diablos estás? -preguntó alarmado-.

Vince: En el porche de la casa de Vanessa Hudgens.




Ay, ay, ay... =S
Cada vez se pone más feo esto. Y Zac sigue sin querer acercarse a Ness. Es un idiota ¬_¬

Perdón por no publicar antes. Es que, a parte de que no tuve mucho tiempo, no vi muchos comentarios. Pero bueno, espero que en este sí podáis comentarme más porque el próximo se presenta interesante.

¡Un besi!


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